Afrocubanía
y Afrodescendencia. Tesis Para Debatir, Equivocarnos, Acertar y Repensar
De Felipe
de J. Pérez Cruz
EL DEBATE SOBRE LO PROPIAMENTE AFROCUBANO ha sido un
tema complicado desde siempre. La trascendencia epistemológica y sus
implicaciones políticas, lo ha sido mucho más. Recién el término
afrodescendiente, se ha incorporado al escenario mediático y en tanto también
escolar y académico. Sobre los retos de conocimiento, sistematización y praxis,
que implican una u otra definición e interpretación de las referidas categorías
y muchas más, que se utilizan indistintamente, reflexionamos en una reunión de
expertos a la que se me invitó en junio pasado en el Ministerio de Educación
Nacional (MINED). Se trataba la importante propuesta de un programa audiovisual
que comenzará en breve, con el objetivo de apoyar la capacitación de los
maestros y maestras en activo. Entonces expuse el criterio dentro de la
bienvenida a la buena iniciativa, de que se tuviera en cuenta que no todos los
especialistas parten del mismo sistema categorial. En el caso que nos ocupa
aprecio la necesidad de intentar ponernos de acuerdo. Mis criterios al respecto
son los siguientes:
Es un tema complicado desde siempre. Mis criterios:
I
Soy
de lo que sostienen que 1) todos los cubanos somos afrodescendiente, 2) que la
existencia de lo afrocubano y de una población que culturalmente se puede
catalogar como afrocubana, es riqueza y privilegio, también de todos los
cubanos y cubanas, 3) y que el problema
de la discriminación racial existe, es histórico y concreto, y hay que
enfrentarlo con métodos de ciencia, cultura del debate ciudadano y académico,
con todos los revolucionarios y patriotas, con políticas efectivas, con
propaganda eficiente, sin ingenuidades, con combatividad frente a las maquinaciones
de la subversión anticubana y la
contrarrevolución mercenaria, y sobre todo con mucho sentido patriótico y humanismo
martiano y socialista.
II
No
voy a abundar en el concepto de raza humana, que hay una sola. Ni en la
categoría racialidad entendida como constructo teórico-operativo, para tratar
los fenómenos étnicos que caracterizan la variabilidad de la raza o especie
humana. En cuanto al racismo como fenómeno impuesto desde las circunstancias de
poder y dominación, que se establecen en las sociedades de explotación, hay
suficiente consenso. Me centraré en el concepto afrocubano, y en el término
afrodescendiente de más reciente promoción, y tendré como referencia los
debates históricos, étnicos, sociológicos, y políticos que últimamente se han dado
alrededor de los referidos conceptos.
III
Mucho
se ha debatido sobre si el producto resultante de lo “afro” y de lo cubano, más
que una mezcla de ambos, es cubano
de origen africano, o africano
transculturado (1) en Cuba, pero de lo que no cabe dudas es de que existe un
sujeto social colectivo histórico, donde la cubanía como totalidad se expresa
con un definido corpus –de materialidades y subjetividades- de origen africano. El concepto de afrocubano lo propone Fernando Ortiz Fernández
(1881-1969) a principios del siglo XX. Considero que no existe mejor concepto
para referirse al complejo cultural de la población negra y mestiza cubana. La
condición de afrocubano por demás escapa al reduccionismo del color de la piel.
Se trata ante todo de un sentimiento de pertenencia e identidad, de psicología
personal y colectiva, de cultura espiritual y material, de especificidades del
modo de vida, de la constatación y el orgullo de ser negro o negra – “por dentro”-
, peculiaridades todas queinterpenetran la vitalidad de los sujetos, y se
expresan como totalidad, independientemente del lugar que se ocupe en la
estructura social, en la actividad laboral, cultural o política. África, con sus santos tambores,
cosmogonías, sensualidades, colores, sabores y olores, es una condición
cultural aún para aquellos que no se han podido sacudir los prejuicios y
estereotipos heredados y los adquiridos. Definitivamente existe en Cuba un
complejo cultural afrocubano que es patrimonio de todos, independientemente del
color de la piel, incluso quiéranlo o no las personas, porque está “metido” en
lo profundo de la psicología y la cultura nacional.
IV
El
término afrodescendiente o africano-descendiente hace referencia
a las personas nacidas fuera de África que tienen antepasados oriundos de ella.
La Asamblea General de la ONU manifestó que la declaración del 2011 como “Año
Internacional de los Afrodescendientes”, tiene como objetivo fortalecer el
compromiso político de erradicar la discriminación contra las personas de
descendencia africana, y promover una mayor conciencia y respeto a su
diversidad y cultura. El término no aparece en el Diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española. Si los términos afroamericano, afroantillano,
afrocubano. Con
la declaración de la ONU, el término comenzó a abrirse paso, y en tanto a
motivar inquietudes y polémicas. En muchas naciones esta propuesta de la ONU se
utiliza para actualizar y adelantar las luchas a favor de la pretérita
población de origen africano. Cuba, el país que ha saldado en lo fundamental su
deuda histórica con la población negra y mulata, y avanza para eliminar los
espacios de discriminación que en este y otros zonas sociales aún persisten, y
sin dudas el pueblo que más ha hecho en materia de solidaridad concreta por la
liberación y el desarrollo del continente de sus ancestros (2); el concepto
afrodescendiente, permite subrayar uno de los troncos fundamentales de la
matriz nacional, para reconocernos en lo que realmente somos como pueblo
latinoafricano, y en tanto recolocar y
reimpulsar la conciencia de nuestra etnicidad y universalidad. En tanto cubanos
somos idoamericano-descendientes, hispano descendientes, afrodescendientes… A
propósito las últimas investigaciones realizadas, prueban que todos los seres
humanos provenimos de una primera madre AFRICANA. Por lo tanto todos, TODOS Y
TODAS EN ESTE MUNDO, somos en buena medida afrodescendientes.
V
Ni
las características antropofísicas, ni la genética, tienen la última palabra, y
la realidad desborda lo propiamente etnológico cultural. No soy afrocubano,
pero en tanto cubano, vivo consciente y orgulloso de mi naturaleza afrocubana y
condición de afrodescendiente. Quienes
nos hemos formado en el humanismo de raíz popular, que nace de lo más profundo
de la cubanía, tuvimos la posibilidad de
acceder a una ‘conciencia de etnicidad’
en la que nuestras abuelas y abuelos africanos, fueron dotados de valores
positivos y utilizados como medios simbólicos de afirmación de la propia
identidad individual, familiar y nacional. Una identidad que en el caso de la
africanidad, tiene por centro, para nuestro orgullo y regocijo a nuestros
compatriotas afrocubanos.
VI
En
Cuba todos y todas somos mestizos Tenemos de aborigen, congo, de carabalí de
mandinga…, de asturiano, gallego, canario… La Genética confirma que somos
mestizos y la tendencia es a ser más mestizos. Los estudios de ADN nuclear y de
ADN mitocondrial, que ya existen, no dejan lugar a dudas, en todo el
archipiélago, sea cual sea el origen matrilineal, el fenotipo, el color de la
piel. La Genética nos confirma lo que la cultura también prueba: somos una nueva entidad en comparación
con nuestros orígenes, y somos más
que genes y corporalidad. Somos peculiaridad identitaria y especificidad
cultural, productos de la historia compartida: cubanos y cubanas.
VII
El
ámbito religioso confirma el sentido de pluralidad integrativa que refiero. Las
religiones afrocubanas lo son por su origen africano y formación criolla, y
digo por su origen y formación histórica,
porque tanto la Santería, como los Abakuá, los Paleros… constituyen
complejos religiosos que integran y practican
cubanos y cubanas de todos los colores de piel y orígenes, y mucho más allende los mares.
VIII
Hay
grupos de cubanos que viven sumergidos en lo afrocubano, lo disfrutan y
desarrollan, la mayoría de estos son compatriotas de evidente origen africano,
a lo que no están cerrados muchos otros cubanos y cubanas de nuestro hermoso
mosaico racial, sobre todo en los barrios y poblaciones donde la mayoría es de
negros y mulatos, en La Habana: el barrio de El Canal, Los Sitios, Coco Solo...
En estas unidades familiares y barriales donde la concentración demográfica
resulta significativa, lo afrocubano crece y se enriquece, y en tales
concentraciones podemos hablar de población afrocubana. En esta dimensión no es
exacto hablar pueblo afrocubano, pues reducimos a una parte el todo.
IX
Por
el color de la piel no ha ido el tema racial, aunque este sea un indicador de
visibilidad por excelencia, que marca la diferencia. Si por la explotación del
hombre por el hombre y la doble y hasta trile explotación de la mujer, por el
capitalismo primero colonial y luego neocolonial. El color de la piel -y más los enfoques
prejuiciosos sobre las etnias del África subsahariana (3)-, han sido parte del
pretexto, para ocultar la historia de la esclavitud moderna, de cómo se dio la
conversión de África en cazadero de esclavos (Acordarse de Carlos Marx en el
Capítulo XXIV de El Capital). La
esclavitud antigua, era menos mentirosa: sustentaba el “derecho” de esclavizar
en la guerra de conquista, las penas por delitos, deudas económicas, que podían
hacer de cualquier sujeto independientemente de la etnia y el color de su piel,
un esclavo o esclava.
X
La
historiografía cubana aún con presencia
racista y sexista, ha hecho énfasis en el proyecto de nación de la oligarquía
reformista blanca, cuyos contornos más visibles, se conformaron en la última
década del siglo XVIII, que tuvo en la Sociedad Económica de Amigos del País
(SEAP) su institución más representativa, y en Félix Varela y Morales (1788-1853)
la figura más avanzada en términos políticos e ideológico culturales, en tanto es quien rompe con el horizonte
reformista y se plantea la emancipación política.
XI
El
proyecto oligárquico reformista fue esencialmente racista, solo Varela denuncia
la falacia de fingirse liberales con esclavitud: “Constitución, libertad, igualdad, son sinónimos; y a estos términos
repugnan los de esclavitud y desigualdad de derechos” (4).
XII
Existió
un proyecto cubano progresista y revolucionario de nación, desde los negros y
mulatos, en particular desde aquellos que mejor podían hacerlo, que eran los
libertos, que por su esfuerzo propio logran moverse de manera ascendente en la
sociedad colonial. Las clases populares -“los
sin historia”, no dejan muchas cartas, documentos y otras huellas para la
evaluación positiva tradicional, y cuando existen se trata la mayor parte de
las veces, de una historia contada por sus antagonistas, hacendados, policías y
fiscales. Entonces las evidencias fundamentales precisan de una evaluación
pluricualitativa, que reconstruya lo que realmente pasó en la Historia. El movimiento revolucionario del campesino
negro bayamés Nicolás Morales (1795), y la conspiración abolicionista e
independentista (1812) del artesano negro criollo habanero José Antonio Aponte
Ulabarra –primer intelectual orgánico del movimiento popular cubano-, a pesar
de intentar ser sepultadas en los legajos de la inquisitoria policial, así lo
confirman. Lo demuestra, el odio feroz de clase, contra Aponte y sus
lugartenientes, torturados y ejecutados sin presentarlos a juicio; el asesinato
de la lucumí Carlota, líder de la sublevación de Triunvirato (Matanzas, 1843), torturada, aún viva, atada por sus extremidades a cuatro
caballos, que tiraron de ellas hasta descuartizar su cuerpo. Ese terror del
Estado colonial, que se multiplicó en los masivos crímenes contra
esclavos y libertos durante la llamada Conspiración de la Escalera (1848), tuvo
particular enseñamiento con los negros y mulatos libres, representativos de
avance socio-económico de la población afrocubana, y en especial con aquellos
que eran de hecho los primeros representantes de la intelectualidad negra y
mulata. Y definitivamente lo ratifica el sector de negros y mulatos libres que
en la ruralidad del oriente cubano, espoleados además por el arribo “de los
franceses” luego del levantamiento haitiano, logran organizar su propio
complejo de vida económica y sociocultural. La familia
Maceo-Grajales-Regüeiferos fue representativa de este entorno, que dará a la
guerra independentista, en su estallido de 1868, un decisivo aporte en soldados
y jefes capaces. Marcos Maceo y Mariana Grajales, la Madre de la Patria,
constituyeron un matrimonio y familia tipo, y no un excepcionalidad. El
proyecto de cubanía forjado en aquella familia que haría historia, fue de
superación cultural y religiosidad liberadora, abolicionista, antirracista,
inclusivo, patriótico.
XIII
Cuba
tiene la maravilla de que la lucha por la independencia nacional, fraguó una
nación de integración racial. Lo fue en muchos aspectos y en tres
fundamentales: Primero: Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo (1819- 1874) -que fue un hacendado esclavista-, se
superó a sí mismo en su interés de clase, para entender la eticidad de la
abolición y su necesidad política. En el mismo acto de la Demajagua:1) hizo a
sus esclavos hombres y mujeres libres, 2) les convirtió en ciudadanos de la
República en Armas que nacía, y 3) les dio la posibilidad de asumir
voluntariamente la condición de combatientes revolucionarios. Esa trilogía no
se dio en ninguna de las campañas por la independencia de América, no en el
Sur, mucho menos en el Norte, tal claridad ética y política, es la que hizo a
Céspedes ante sus contemporáneos, el Padre de la Patria. Segundo: La trilogía
cespediana sentó las bases para el democratismo antirracista en el Ejército
Libertador, que en su concepción de méritos y ascensos militares, reconoció en
igualdad a todos sus miembros, y premiaba por valor en el combate y resultados.
Ello posibilitó la promoción de decenas de oficiales negros y mulatos, ex esclavos
y libertos, que llegaron ostentar los más altos grados, y fueron jefes
militares respetados y queridos por las tropas multirraciales del movimiento
independentista. Tercero: La trilogía cespediana tuvo éxito, porque era la
expresión de un sentir maduro en las bases del movimiento emancipador,
expresada en los valores de la familia mambisa: Una peculiaridad cubana es el
papel importante que ocupa lo familiar, y en tal, el lugar de las madres y
esposas. La familia en su composición, se incorpora al campamento
insurrecto. Y acuden las de los
hacendados revolucionarios y las de base popular –de negros, mulatos y
campesinos y blancos pobres, que se funden en un modelo de relaciones
cotidianas y trascendentes, de prácticas y saberes, de eticidades y
solidaridades. Desde una psicología que
evocaba el colectivismo y el heroísmo, en la entrega patriótica, en la
producción y economía de guerra, en educación y alfabetización de niños y
niñas, junto a sus padres y madres combatientes, en la manigua insurrecta y en
la emigración revolucionaria, se forjó en treinta años de duro combate por la
vida en dignidad y soberanía, una tipología de familia patriótica, la familia
mambisa.
XIV
“Hombre es más que blanco, más que
mulato, más que negro. Cubano
es más que blanco, más que mulato, más que negro” definiría José Martí Pérez
(1853-1895) (5): Tanto la condición humana, como la
identidad nacional, estaban para Martí por encima de las diferencias étnicas (6). Esta perspectiva
consolida la amistad de Martí con el intelectual mulato Juan Gualberto Gómez
(1854-1933), el más importante líder de la lucha contra la discriminación
racial en Cuba desde finales del siglo XIX. En
1887, surge el “Directorio Central de las Sociedades de la Raza de Color"
para representar los intereses de los negros y mulatos y fortalecer la lucha
contra el racismo, organización que
elige a Juan Gualberto como su presidente en agosto de 1891. Hacia
el julio de 1892, el Directorio tenía 65 sociedades extendidas por la isla. A
la promoción de las ideas antirracistas del periódico La Fraternidad fundado por Juan Gualberto en 1878, se suma “La Igualdad”, órgano oficial del
Directorio. En abril de 1892 se proclama por Martí la constitución del Partido
Revolucionario Cubano, para preparar y dirigir la lucha por la independencia de
Cuba y Puerto Rico, y en ejercicio definitivo de praxis revolucionaria, Juan
Gualberto se convierte en el principal colaborador dentro del país del Partido
martiano.
XV
El
antirracismo militante de José Martí es compartido por Antonio Maceo Grajales
(1845-1896) y Máximo Gómez Báez (1836-1905), quienes con
sus actos y pensamiento desde la Guerra de los Diez Años, forjaron en el legado
cespediano, la concepción igualitaria y solidaria, multirracial, que nutrió y
proyectó el basamento conceptual
emancipatorio, en el tránsito de lo patriótico –de la vanguardia
ideológica y política- a lo nacional, como expresión masiva y totalizadora del
arribo al concierto universal de un corpus particular, el cubano. Martí, Maceo
y Gómez, unidos en esta y en otras decisivas coincidencias ideológicas y
políticas, por haberlas hecho realidad, por fundirlas en el movimiento real de
masas de la independencia, para que nos acompañen hasta el día de hoy,
conformaron con precisos contornos, el panteón compartido de los Héroes
Nacionales de Cuba.
XVI
La
concepción popular y revolucionaria de la no raza, de lo cubano como
integridad, perdió prevalencia en la medida que el liderazgo revolucionario en
la última Guerra de Independencia 1895-1898 –muertos Martí y Maceo-, fue
ocupado por sectores proclives a la ideología y política burguesa, donde el
racismo es consustancial.
XVII
Los
negros y mulatos, como exponentes del pueblo pobre, fueron los perdedores más
significativos en el traspaso de la soberanía y la sociedad colonial a
neocolonial. La republica oligárquica, racista y sexista que surge en 1902,
como resultado de una intervención militar estadounidense profundamente
reaccionaria y racista, a la que las fuerzas patrióticas le impiden prosperar
como anexión; se ve obligada a reconocer el voto de los oficiales y veteranos
mambisas, en su mayoría –sobre el 60 %- negros y mulatos, pero prepara y
ejecuta en 1912 el zarpazo racista, con la represión del movimiento
revolucionario de los Independientes de Color (1912). Desde entonces el sector
de la oficialidad mambisa negra y mulata, queda fuera de toda alternativa
política. Y a la par, la politiquería burguesa perfecciona sus políticas
clientelistas de control del voto electoral, de promoción del divisionismo por
la vía de la exclusión –hasta se quiso organizar Ku Klux Klan nativo-. En este
escenario se fortalece el asociacionismo negro y mulato de matriz burguesa
asimilacioncita, se produce un reflujo del pensamiento y el movimiento
revolucionario, y las manifestaciones progresías y revolucionarias son muy
limitadas.
XVIII
La
pobreza se profundiza y extiende por el pueblo cubano, y la población
afrocubana es la más pretérita. Esta situación se agudiza con la importación
por parte de las compañías monopolistas azucareras de braceros antillanos.
Mientras, la sociedad burguesa se escandaliza con “los negros brujos” y los
“hechos de sangre” de los santeros, matrices de opinión que adelantan la
criminalización de las prácticas religiosas y culturales afrocubanas.
XIX
Deprimido
y sin invisibilidad, el proyecto martiano de nación antirracista, se mantuvo
latente en lo profundo de la cultura popular, en el mambisado patriótico –en un
mantenido liderazgo ético antirracista de Juan Gualberto Gómez hasta su muerte
- y la intelectualidad política, artística y literaria. El sabio Fernando Ortiz
y su traducción inédita del mundo afrocubano a los lenguajes de la historia, la
etnología y la sociología; y el sentimiento y orgullo de la negritud en la poesía negra o afroantillana de Nicolás
Guillén (1902-1989) (7), marcan la época. La tradición mambisa y las visiones
desde los saberes de la ciencia y el arte, serán decisivos en la estructuración
y actuación de una intelectualidad negra y mulata y también “blanca”, que va a
ser crítica del blanqueamiento, la asimilación, y el aburguesamiento
apolítico que predomina en el
asociacionismo negro y mulato de la época, para mantener vigente el tema de la
cultura afrocubana y la lucha contra la discriminación racial, a lo largo de
cinco décadas en las que se suceden gobiernos “democráticos” corruptos y
dictaduras neocoloniales. Mientras en el asociacionismo negro y mulato
predomina el aburguesamiento apolítico, la crítica al racismo del joven mulato
Julio Antonio Mella (1903-1927), y el programa antirracista que desde la década
del 40 del siglo pasado, levanta el primer Partido Comunista de Cuba, y sus
impactos en los movimientos obrero, juvenil y feminista, serán los focos más
significativos de lucha política; hasta el definitiva reinicio de la gesta
libertadora con el salto los cuarteles
Moncada y de Bayamo, el 26 de julio de 1953.
XX
La
Revolución en el poder salda en lo fundamental la deuda histórica con la
población negra y mulata, cuando colocó por primera vez en la Historia de Cuba,
a todos los trabajadores y campesinos y a sus hijos e hijas, en posibilidad de
acceder a la dignidad del trabajo, a la capacitación, cultura, y gestión y
promoción política, lo que produjo una notable movilidad social a favor de la
población afrocubana y rescató, e hizo política de Estado, el concepto
multirracial de cubano de Martí. El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz desde
febrero de 1959, inicia una radical crítica política y ética contra el racismo
como parte del programa martiano de unidad nacional. Muy pronto –en 1965- comenzaría
la epopeya cubana a favor de la liberación africana. Miles de cubanos y cubanas
acudieron voluntariamente, en composición de ejército popular de masas, a dar
su aporte militar y civil en la tierra de sus ancestros.
XXI
La
Revolución no pudo resolver en lo mediato, la totalidad de una problemática,
que como la racial acumula errores y prejuicios centenarios. Los líderes
revolucionarios, y los más preclaros intelectuales -al menos los que estaban
más cercanos o eran parte del poder político real-, no vieron la notable
diferencia de punto de partida que acumulaban negros y mulatos, por los siglos
de explotación y pobreza y racismo. Tampoco se percataron de la complejidad que
conlleva la erradicación de los impactos, que la perenne discriminación y los fenómenos
patológicos que ello conllevó, habían creado en lo profundo del ser
nacional. Esta situación se arrastró
durante los primeros 30 años de Revolución, y fue aflorando en la medida en que
desde la economía y la sociedad avanzaba la crisis del modelo soviético que
importamos, para eclosionar y convertirse en un importante nudo de necesidades
y contradicciones no resueltas, al precipitarse el período especial. La
situación se hace más visible aún, con varios fenómenos de discriminación
racial directa o indirecta, que intentan imponer los empresarios capitalistas,
que recomienzan a interactuar en el país a raíz de las asociaciones con capital
extranjero. Ese es el momento histórico
(a partir del 5 de diciembre de 1999) en que Fidel declara la lucha contra la
marginalidad, y renueva su crítica al racismo, en medio del programa de lucha
ideológica y formación cultural socialista, que fue la Batalla de Ideas.
XXII
En
siglos de explotación y discriminación colonial y neocolonial, el racismo que
tiene su andamiaje estructural en las relaciones materiales objetivas, ante
todo, las económicas, interpenetró la psicología, las culturas, las políticas y
muchas otras expresiones de la socialidad, enquistándose como patología social
que afecta al conjunto de la sociedad. Los prejuicios racistas y la
discriminación por el color de la piel se metamorfosearon para esconder su
vileza en cada momentos y ante cada situación: Resistieron al margen del
movimiento antirracista independentista, sobrevivieron la tardía e inmoral “abolición”
colonialista de 1886, se fortalecieron e intentaron emular el racismo visceral
de la élite burguesa estadounidense y sus interventores y gobernantes de turno,
pervivieron en la república oligárquica y burguesa, y llegaron hasta la
Revolución de 1959, para pervivir en los reductos de desigualdad no resueltos,
y en el pensamiento burgués- individualista derrotado, en minoría, pero
persistente. Hay quien se declara y se piensa revolucionario, reconoce
derechos, pero no quiere mezclarse con “la gente de color”. Existen personas
que siguen viendo en el negro un factor de atraso social y cultural, como lo
hacían los oligarcas y la intelectualidad burguesa reformista de principios del
siglo XIX, que lo perciben como el “otro” o la “otra”, siempre en recelo y
previsión del suceso negativo, el negro como sujeto del choteo y el chiste
racista, que ven lo afrocubano como subcultura, y llegan hasta el rechazo al
“olor a negro” en los carnavales. Esta minoría no hace nación, menos patria,
pero como lleva en sí la infamia secular del opresor, frena. Hay que trabajar y
rescatarlos a la causa justa, en primer lugar para ellos mismos, porque son
cubanos y cubanas que merecen ser y sentirse mejores humanos.
XXIII
Negro-homosexual,
Negra-lesbiana, Negra y prostituta… acusan la existencia de otras dimensiones
cuya visibilidad y atención discriminatoria aún no se asume con rigor y
pertinencia. La problemática de quienes son rechazados doblemente, por los
prejuicios racistas en conjunción con el machismo y el sexismo que nos contamina,
resulta puente y confirmación para avanzar en la articulación de unas y otras
necesidades, del conjunto de las batallas culturales e ideológicas
desenajenadoras del socialismo cubano.
XXIV
A
tanto racismo “desde el poder” de explotadores
que en su mayoría eran “blancos” de piel, criollos hacendados,
funcionarios coloniales y neocoloniales, mandones desde las metrópolis racistas
de Madrid o Washington, correspondieron también patologías del racismo en
sectores e individuos negros y mulatos. El blanqueamiento y la asimilación, fue
y aún hoy es, una estrategia racista para negar los orígenes, esconderse e
integrarse a la sociedad de opresión económica y racial. Así hubo negros y
mulatos dueños de esclavos, capataces, rancheadores, guerrilleros mercenarios y
serviles en todos los tiempos, que actuaron como blancos y “aspiraron” a que se
les reconociera como tales. Y en su extremo, negros y mulatos comidos de la
injusticia y el oprobio acumulado, actores del odio racial contra los
“blancos”. Hubo y hay negros y mulatos racistas respecto a los blancos. Y ahora
mismo, por muy fenomenológico que pueda ser esta realidad, también los tenemos.
Un solo ejemplo sirva de medida: He tenido que discrepar de activistas en la
lucha contra la discriminación racial, que cuestionan a otros activistas, por
el hecho de que la pareja que estos tienen en la vida sea “blanca”, y sus hijos
en tanto tengan una piel “menos” negra. Con mucha fraternidad, y más
perseverancia y amplitud, sin ceder un solo ápice en la tarea martiana y marxista
de la desenajenación de las circunstancias, y de cada uno de nosotros, como
sujetos donde una y otra vez se introproyecta
–al decir de Paulo Freire (1921-1997)- la dominación y la
ideología reaccionaria a vencer (8), debemos ir al debate con los compañeros y
compañeras que no logran sacudirse esta tipología de opresión racial.
XXV
La
nueva realidad de la reemergencia de las relaciones de mercado, la filosofía
individualista y la discriminación racial reimportada en empresas capitalistas,
son fenómenos que colocan al tema racial en el punto de mira de los problemas
internos a resolver, si de salvar y avanzar el socialismo en Cuba se trata (Me
refiero a la valiente clarinada autocrítica y alerta del líder de la Revolución
Cubana, el 17 de noviembre del 2005,
en el Aula Magna de la Universidad de La Habana (9)). Una vez más el alerta de
Carlos Marx resulta definitivo, hay que explicarse el mundo, el cómo y por qué
llegamos hasta donde estamos, pero tal conocimiento solo es progresivo si se
convierte en praxis revolucionaria, si peleamos el cambio de las
circunstancias, y con ellas sus hombres y mujeres. Entonces, la estrategia que
precisamos necesita de la confrontación de opiniones: desde la ciencia y los
saberes populares, en la eticidad y el sentido común; sin temores a la
equivocación o el disenso, pues el conocimiento de lo que se piensa, será
siempre un acierto mayor. Debe tener como prioridad, abandonar los discursos de
generalidades e ir a lo particular y específico de cada situación, para hallar
junto con la explicación, el camino para la solución, y la precisión del aporte
integrado que cada institución, organización y asociación estatal,
gubernamental y no gubernamental, puede y debe realizar. Para llevar el
programa a la posibilidad y el deber de hacer de cada ciudadano y ciudadana.
XXVI
La
concreción de la estrategia que refiero, no ha avanzado lo suficiente. El
Comité Central del PCC, la Asamblea Nacional del Poder Popular y el Gobierno
Nacional, han colocado el tema racial en sus agendas de prioridad. Pero aún no
se concretan los imprescindibles programas institucionales a nivel de
ministerios e institutos responsables. Entre las organizaciones políticas y de
masas, de jóvenes, barriales, femenina, historiadores e historiadoras,
etnólogos, culturólogos, profesores y maestras, no acaban de concretarse las
agendas particulares. Solo la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), a
través de la Comisión Nacional Aponte, ha logrado articular una dinámica de
trabajo hacia la sociedad, en coordinación con altas instancias del gobierno. Un tema a resolver es la promoción
mediática: Hay debates de excelencia y propuestas de acciones que no logran
saltar de nuestros salones de conferencia, a la fertilidad de los juicios y
saberes populares.
XXVII
También
se manifiestan en el país un conjunto de posicionamientos adversos. Están los
que atrincherados en una oficialidad burocrática, solo subrayan los logros de
la Revolución, y hablan de las “reminiscencias heredadas” de la pasada
sociedad, como si la propia socialidad e idealidad revolucionaria, no tuviera
responsabilidad en lo que no vimos y en lo que erramos, y sobre todo en lo que
tenemos que hacer ahora mismo. Están los que “no ven” contradicciones ni
entuertos por resolver, estos en su mayoría son cubanos de piel menos negra.
Otros ciudadanos no le dan al tema la importancia que tiene, no se sienten ni
objeto ni sujetos de discriminación, afirman que la problemática no es
significativa y que se irá resolviendo de manera “natural”, “sin tanto
aspaviento”. Hay quien sostiene que la reemergencia del tema racial le hace
“daño” a la unidad política de la nación.
La más reciente y muy hipercrítica ultraizquierda cubana, se hace eco de
las leyendas sobre un pretendido capitalismo de Estado en Cuba, y por esta vía
intenta contender y hostilizar la actividad gubernamental y partidista,
tachándola de ineficiente, complaciente, comprometida con el mal hacer, y pro
capitalista. En esta visión el Estado
socialista tiene tanta culpa como los Estado capitalistas contemporáneos, y los
apremios de soluciones se subjetivizan, desligándose de las conexiones con el
conjunto de luchas y resistencias internas y externas de la etapa actual de la
Revolución Cubana. Entre tales compañeros y compañeras, aparecen los que se
reafirman una afrocubanidad y/o una afrodescendencia, copiada de las
plataformas de lucha afro en el exterior, que nada tienen que ver con la
historia, y la visión integrativa de nuestros próceres. Hay quien sueña con un
Caucus negro como el existente en el Congreso norteamericano, para defender los
intereses de los negros millonarios estadounidenses. Las posiciones
burocráticas incomunican a sus sostenedores, porque verdades incluidas, la
gente en Cuba está cansada del discurso mecanicista y apologista. El contenido
confrontativo, completamente alejado de la cultura política socialista que
hemos fomentado, es percibido y criticado por muchos compatriotas. La última
postura que refiero, también fábrica rechazos por su mimetismo acrítico y
ahistórico, y califica sospechas de oportunismo, así se debilita el conjunto de
sus planteamientos, donde hay críticas y propuestas valiosas. El conjunto de
opiniones que refiero desdibujan la problemática, y frenan avanzar el debate
ideopolítico.
XXVIII
Hay
que reconocerle a nuestros
adversarios, que han sabido colocar en
la agenda de la subversión anticubana y de la actividad contrarrevolucionaria,
el tema de la “situación” de pobreza de los negros y mulatos en Cuba; y la
hipercrítica oportunista –desvergonzada, lo subrayo aunque tales tipejos carecen de vergüenza -, sobre
lo racial como un “problema no resuelto” por la Revolución. Así han sido
efectivos en la construcción de una nómina de mercenarios que venden como
disidentes, de piel negra y mulata. No
es casualidad que hoy la mayoría de los líderes más promovidos en la fauna
contrarrevolucionaria son negros y mulatos, y no falta un mustio ramillete de
organizaciones contrarrevolucionarias de “defensa” y promoción de los negros,
que ocultan su raquítica membresía e inexistente incidencia social, en una alta
publicidad mediática por medios de Internet y la prensa extranjera. La
maquinaria propagandística anticubana, y no pocos de los “estudios” que paga la
USAID y otras agencias de la subversión, manipulan los conceptos afrocubano y
afrodescendiente, como elementos de desmonte de la historia, confrontación y
división al interior del pueblo cubano.
XXIX
Hay
que achicar y eliminar las secuelas de la discriminación racista alrededor del
tema de los negros y mulatos, pero ello no basta. El para qué resulta
decisivo. En esta dirección me gusta mencionar el siguiente ejemplo. Si la
Historiografía de Cuba, ha sido hasta ahora racista -salvo las excepciones que
conocemos-, nos tenemos que plantear la tarea de HACER –investigar,
sistematizar, construir- la Historia de los negros en Cuba, pero concluida esta
tarea, como no vivimos la problemática segregacionista de Estados Unidos,
Brasil u otro de los países, donde la historia de discriminación hizo necesario
el reducto de resistencia y desarrollo propio de la cultura de origen africano,
en Cuba no se trata solo de establecer un curso de Historia de los negros “para
fortalecer la identidad afro”, lo
fundamental está en que con los nuevos conocimientos y enfoques sobre el papel
de los negros en la historia colectiva, completemos y enriquezcamos el curso general de la Historia de la
nación, para fortalecer la identidad de
los indoamericano-descendientes, los afrocubanos, los hispano cubanos, los
chino cubanos…para fortalecer la identidad compartida de todos los cubanos y
cubanas.
XXX
En
política, en ciudadanía, en ejercicio y disfrute de una identidad política
patriótica nacional multifertilizada, nuestra historia ha adelantado tanto, que
más que idoamericano-descendientes, afrocubanos, hispano cubanos,
afrodescendientes, chino descendientes…. Hoy somos cubanos patriotas, buenos
cubanos y cubanas; o apátridas y malos cubanos y cubanas, no hay término medio.
Todo otro reconocimiento atrasa lo alcanzado, divide artificial y
peligrosamente en tiempos que siempre van a ser de urgente y enriquecedora
unidad.
XXXI
La
cubanidad multirracial que hoy nos caracteriza, impone la unidad de lucha
contra todas las discriminaciones que persisten, y en tanto se precisa a nivel
de la producción artística, literaria y científica, y en el activismo social,
una mayor interacción de los temas de raza, género y diversidad sexual. Si una
sociedad en el mundo actual, está en posibilidad de resolver los legados
centenarios de la hegemonía ideológico-cultural reaccionaria, esa es la cubana.
Nadie en el mundo –y lo digo sin chovinismo, sin autosuficiencia: está probado
y reconocido por numerosas mediciones y evaluaciones de organismos
internacionales-, ha resuelto en equidad e igualdad plena, lo que los cubanos y
cubanas tenemos y disfrutamos, y esa fortaleza nos abre horizontes aún
inalcanzables para otras sociedades.
NOTAS
(1)
El vocablo transculturación la creó
Ortiz para expresar los variadísimos fenómenos que se originan en Cuba por las
complejísimas transmutaciones de culturas que aquí se verifican, sin conocer
las cuales, consideraba imposible entender la evolución del pueblo cubano, así
en lo económico como en lo institucional, jurídico, ético, religioso,
artístico, lingüístico, psicológico, sexual y en los demás aspectos de su vida.
Ver: Fernando Ortiz: “Del fenómeno social de la transculturación y
de su importancia en Cuba”. En: Contrapunteo Cubano del Tabaco y el Azúcar,
La Habana, Consejo Nacional de
Cultura, 1963. p. 98 -104.
(2)
Hasta 1991, más de 380 mil cubanos y cubanas cumplieron misiones militares
internacionalistas en África y su entrega fue decisiva para la consolidación de
la independencia de Angola, la liberación de Namibia, y la derrota del régimen
del apartheid en Sudáfrica. Hasta el día de hoy más de 80 mil compatriotas han
prestado colaboración civil o se encuentran haciéndolo. Más de 40 mil jóvenes
africanos se han formado en Cuba como especialistas para el desarrollo y la paz
del continente.
(3)
El desconocimiento de la historia de estos pueblos es notorio y nada casual.
(4)
Felix Varela y Morales: Proyecto y memoria para la abolición de la
esclavitud en Cuba. En: Obras (Volumen II), Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz- Universidad de La
Habana, Imagen Contemporánea-Cultura Popular, La Habana, 2001, p 115.
(5)
José Martí Pérez: “Mi raza”. En: Obras
completas, tomo 2, Editorial Nacional de Cuba, La Habana,
1963-1965, p. 299.
(6)
Últimamente algunos críticos acusan a Martí de omitir los elementos culturales
propios de los negros y de ofrecer un panorama idílico y falseado de la
igualdad racial durante las luchas por la independencia. Así, descontextualizan
y deforman estas frases al eliminar la primera y citar solo la segunda con lo
que se quiebra y se deforma la secuencia de la lógica argumentativa martiana: hombre,
o sea, humanidad, es el concepto clave y superior, que sintetiza las
cualidades de cada grupo y de cada individuo; cubano —como cualquier otra
nacionalidad— es para él un concepto incluido dentro del anterior. Recuérdese
su frase, de similar sentido inclusivo, tantas veces citada: “Patria es
humanidad”: Ver: Pedro Pablo Rodríguez:
El negro y la africanía en el ideario de José Martí, Revista Temas, La Habana, octubre-diciembre
de 2012, No.
72, p 101.
(7)
En Motivos de son (1930), Sóngoro cosongo. Poemas
mulatos (1931), West
Indies Ltd. (1934).
(8)
Para Paulo Freire, la problemática fundamental del oprimido y de la
construcción de una pedagogía (hegemonía) a formular “con” él se centra en la
“introyección” de los valores/intereses/necesidades de los opresores en su
conciencia, lo que impediría la real percepción de la situación de
subalternidad en la cual se encuentra y la toma de decisión en sentido
opuesto: El gran problema consiste en cómo podrán los oprimidos, que han
introyectado al opresor, participar en la elaboración, en tanto seres duales,
inauténticos, de la pedagogía de su liberación.
Solamente en la medida en que descubran que llevan en sí al opresor
podrán contribuir al nacimiento de su pedagogía liberadora. Ver: Paulo
Freire: Pedagogia do oprimido, Editora Paz e Terra, Río de Janeiro,
1984, p. 32.
(9)
Entonces Fidel expresó: “Este país puede autodestruirse por sí mismo;
esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos (se
refería a los Estados Unidos); nosotros
sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra” Ver: Fidel Castro
Ruz: Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de
Cuba, en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la universidad,
efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre
de 2005. Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado,
http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2005/esp/f171105e.html
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