Mariátegui y el
Frente Unido
Eduardo
Ibarra
En las notas preparatorias de su tercera
conferencia en la Universidad Popular Gonzáles Prada (UPGP), 30 de junio de
1923, Mariátegui escribió: "soy partidario antes que nada del frente único
proletario. Tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas. Antes que
agrupar a los trabajadores en sectas o partidos agruparlos en una sola
federación. Cada cual tenga su filiación, pero todos el lazo común del credo
clasista" (t.8, p.33). Y en su Mensaje
al Congreso Obrero, enero 1927, declaró: "El frente único de los
trabajadores, es nuestro objetivo" (t.13, p.114).
Como se puede ver,
Mariátegui habla del frente unido de la clase obrera, del frente de los
trabajadores en cuanto trabajadores. Lo dice él mismo sin dejar margen a dudas:
"Antes que agrupar a los trabajadores en sectas o partidos agruparlos en
una sola federación".
Por supuesto, de
suyo se comprende porqué Mariátegui luchó antes
que nada por el frente sindical del proletariado. En su artículo El 1º de Mayo y el Frente Unico, 1924, declaró: "El movimiento clasista, entre
nosotros, es aún muy incipiente, muy limitado (...) Tenemos que emprender
juntos muchas largas jornadas. Nos toca, por ejemplo, suscitar en la mayoría
del proletariado peruano, conciencia de clase y sentimiento de clase. Esta
faena pertenece por igual a socialistas y sindicalistas, a comunistas y
libertarios" (ibídem, p.108.
Elipsis nuestra). Y en su ya citado Mensaje
al Congreso Obrero, afirmó: "Extraviarse en estériles debates principistas,
en un proletariado donde tan débil arraigo tienen todavía los principios, no
serviría sino para desorganizar a los obreros cuando de lo que se trata es,
justamente, de organizarlos" (ibídem,
p.113).
Así, pues, la insipiencia
de la conciencia y de la organización clasistas del proletariado llevó a
Mariátegui a luchar antes que nada
por el frente sindical de los trabajadores.
Durante seis años,
de 1923 a 1929, Mariátegui luchó victoriosamente contra el mutualismo, el
anarquismo, el anarco-sindicalismo y la desviación aprista y, de este modo,
alcanzó a organizar el frente unido sindical del proletariado, la Confederación
General de Trabajadores del Perú (CGTP).
Este proceso de
constitución del frente unido sindical de la clase obrera tuvo de espontáneo y
de consciente al mismo tiempo. Esto quiere decir que la CGTP fue "formada
de abajo para arriba, es decir por organismos nacidos en las fábricas,
talleres, minas, empresas marítimas y terrestres, por los trabajadores
agrícolas y campesinos, por las grandes masas de indios explotados" (ibídem, p.153), pero, en la medida en
que Mariátegui y su equipo de colaboradores cumplieron en este proceso un papel
especialmente importante, puede decirse que al mismo tiempo fue construida de arriba abajo.
En la revista Amauta y especialmente en el periódico Labor, pero también en Claridad, Bohemia Azul, El Obrero
Textil y otras publicaciones, puede apreciarse la inmensa labor teórica de
Mariátegui en punto a la organización clasista de los trabajadores. Y, en su participación
personal en numerosas reuniones abiertas y cerradas, en eventos obreros y
campesinos puede apreciarse su intensa actividad práctica con vistas al mismo
objetivo.
El Partido
Socialista del Perú se fundó el 7 de octubre de 1928 y la CGTP el 17 de mayo de
1929. La relación entre estos dos acontecimientos explica que, en su artículo Admonición del 1º de Mayo, 1929,
prácticamente Mariátegui hiciera un llamado a luchar por el socialismo:
"La lucha por el socialismo no se nutre de evocaciones dolientes o
coléricas ni de esperanzas exaltadas. Es, antes que nada, acción concreta,
realidad presente" (ibídem,
p.118).
El cambio de
apreciación es evidente. Mariátegui ha dejado atrás la consideración de que
"Están demás todas las discusiones bizantinas sobre metas remotas. El
proletariado de vanguardia tiene, bajo sus ojos, cuestiones concretas" (ibídem, p.114).
Resueltas estas
cuestiones y fundado el Partido Socialista, Mariátegui consideró oportuno
sostener que la lucha por el socialismo es "acción concreta, realidad
presente". De este modo hizo extensiva a las clases trabajadoras la tarea
central del Partido, la tarea de luchar por la conquista del Poder.
Evidentemente, esto
es ya plantear el frente político del proletariado. Y aunque entonces este frente
no cobró una determinada forma orgánica, es un hecho que, en la conciencia de
Mariátegui, comprendía a las clases trabajadoras representadas por la CGTP,
otras organizaciones populares y al recién fundado Partido Socialista, como
base del frente unido del pueblo peruano.
En el ciclo de
charlas en la UPGP ofrecido al sector de vanguardia de la clase obrera de
entonces, pueden apreciarse los primeros pasos de la inmensa labor de educación
realizada por Mariátegui con vistas a la constitución del frente político del
proletariado peruano.
He aquí, pues, las
dos formas del frente unido del proletariado por los que luchó Mariátegui: la
forma sindical y la forma política.
Paralelamente a
esta labor de constitución del frente unido proletario, desde 1925 "los
elementos de vanguardia del Perú", entre ellos Mariátegui, "aceptan,
en principio, el Apra, que hasta por su título se presenta como una alianza o
frente único" (ibídem, p.102).
Este frente no era ya ni el frente sindical ni el frente político del proletariado;
es, notoriamente, un frente que quería unir a todas las fuerzas unibles en la
lucha común contra el enemigo común. Pero este frente en realidad "no pasó
nunca de ser un plan, un proyecto, una idea" (t.13, p.210), y, además, la
desviación aprista lo convirtió más o menos tempranamente en "Partido
Nacionalista Libertador".
En tal
circunstancia, Mariátegui se vio precisado a fundamentar teóricamente la
irrenunciable independencia política de la clase obrera, la necesidad de un
frente unido antiimperialista y antifeudal y la indispensable hegemonía del
proletariado. Esta labor está contenida principalmente en las cartas del 16 de
abril de 1928 y del 10 de julio del mismo año dirigidas a la célula de México,
en su tesis Punto de Vista Anti-Imperialista y en el Acta de Constitución del PSP.
Precisamente en la
carta colectiva Mariátegui afirmó que "Los elementos de izquierda que en
el Perú concurrimos a su formación, constituimos de hecho -y organizaremos
formalmente- un grupo o Partido Socialista, de filiación y orientación
definidas que colaborando dentro del movimiento con elementos liberales o
revolucionarios de la pequeña burguesía y aun de la burguesía, que acepten
nuestros puntos de vista, trabaje por dirigir a las masas hacia las ideas
socialistas" (Martínez de la Torre, Apuntes
para unas interpretación marxista de historia social del Perú, t.II, p.301).
Y, consecuente con
su método de que "nuestra praxis debe corresponder a la realidad que
tenemos delante", puntualizó acerca del frente: "Como socialistas,
podemos colaborar dentro del Apra o alianza o frente único, con elementos más o
menos reformistas o socialdemocráticos -sin olvidar la vaguedad que estas
designaciones tienen en nuestra América- con la izquierda burguesa y liberal,
dispuesta de verdad a la lucha contra los rezagos de feudalidad y contra la
penetración imperialista" (ibídem,
p.300). Y subrayó: "La colaboración de la burguesía, y aún de muchos
elementos feudales, en la lucha anti-imperialista china, se explica por razones
de raza, de civilización nacional, que entre nosotros no existen. El chino
noble o burgués se siente entrañablemente chino. Al desprecio del blanco por su
cultura estratificada y decrépita, corresponde con el desprecio y el orgullo de
su tradición milenaria. El anti-imperialismo en la China puede, por tanto,
descansar fundamentalmente en el sentimiento y en el factor nacionalista. En
indoamérica las circunstancias no son las mismas. La aristocracia y la
burguesía criollas no se sienten solidarizadas con el pueblo por el lazo de una
historia y de una cultura comunes. En el Perú, el aristócrata y el burgués
blancos, desprecian lo popular, lo nacional. Se sienten, ante todo, blancos. El
pequeño burgués mestizo imita este ejemplo (...) El factor nacionalista por
estas razones objetivas... no es decisivo ni fundamental en la lucha
anti-imperialista de nuestro medio. Sólo en los países como en la Argentina,
donde existe una burguesía numerosa y rica, orgullosa del grado de riqueza y
poder de su patria, y donde la personalidad nacional tiene por muchas razones
contornos más claros y netos que en estos países retardados, el
anti-imperialismo puede penetrar fácilmente en los elementos burgueses, pero
por razones de expansión y crecimiento capitalista y no por razones de justicia
social y de doctrina socialista como es nuestro caso" (ibídem, p.301).
Como es evidente,
Mariátegui planteó allí el frente unido "con la izquierda burguesa y
liberal". Y tuvo presente el factor raza, que, en el Perú, "se
complica con el factor clase", y, de esta manera, llegó a la conclusión de
que la burguesía nativa no tiene un sentimiento nacionalista que la convierta
en un elemento de la lucha contra el imperialismo. Esta profunda observación de
Mariátegui ha sido corroborada por más de setenta años de historia continental.
Por último, señaló que en Latinoamérica el nacionalismo burgués puede prosperar
en países donde la burguesía es comparativamente más vigorosa, pero, igual que
en el caso del Kuomintang, la experiencia ha demostrado también cuán poco se
podía confiar en este nacionalismo burgués.
En Punto de Vista Anti-Imperialista,
Mariátegui retomó las ideas centrales de la carta colectiva y agregó otras en
su irrenunciable propósito de "acomodar la acción revolucionaria a una
apreciación exacta de nuestra propia realidad".
Estas ideas,
suscintamente expuestas, son las siguientes: 1) con excepción de los países
centroamericanos donde la intervención directa del imperialismo produjo un
cierto sentimiento nacionalista en algunos sectores de la burguesía, en los
países latinoamericanos las burguesías nativas no tienen predisposición a
luchar contra el imperialismo; 2) el antiimperialismo no constituye por sí solo
un programa político, un movimiento de masas que se basta a sí mismo y que
conduce espontáneamente al socialismo; 3) el imperialismo utiliza el poder de
la clase feudal en tanto clase dominante, pero sus intereses económicos no son
los mismos; 4) la pequeña burguesía puede llegar a una alianza con el
imperialismo en la lucha contra los resabios feudales y estorbar así la
orientación clasista de las masas; 5) ni la burguesía ni la pequeña burguesía
en el poder pueden hacer una política antiimperialista; 6) el socialismo
encontraría su más encarnizado y peligroso enemigo en la pequeña burguesía afirmada
en el poder; 7) el nacionalismo burgués que eventualmente puede darse en
algunos países latinoamericanos, no anula el antagonismo de clases; 8) solo la
revolución socialista opondrá al imperialismo una valla definitiva y verdadera;
9) somos revolucionarios porque oponemos al capitalismo el socialismo como
sistema antagónico llamado a sucederlo.
En resumidas
cuentas, Mariátegui planteó que en los países latinoamericanos que no conocen
la intervención directa del imperialismo, el factor nacionalista no es decisivo ni fundamental en la lucha anti-imperialista (se refiere al
nacionalismo burgués); en estos países (y no solo en estos países en la medida
en que las burguesías latinoamericanas han demostrado no tener la potencia
necesaria para cumplir la misión que históricamente les correspondía), los
verdaderos factores de la lucha contra el imperialismo son más bien razones de justicia social y de doctrina
socialista. En otras palabras, no es el nacionalismo burgués sino el
nacionalismo proletario el verdadero sustento de la lucha contra el
imperialismo.
Esta constatación
es ya el planteamiento de la hegemonía del proletariado en el frente unido antiimperialista
y antifeudal, planteamiento que cobra una forma más evidente todavía en los
términos siguientes: “Sin prescindir del empleo de ningún elemento de agitación
anti-imperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales
que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y
demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del
imperialismo una valla definitiva y verdadera" (t.13, p.91).
En el Acta de Constitución del PSP, Mariátegui
puntualizó: “La organización sindical y el partido socialista, por cuya
formación trabajaremos, aceptarán contingentemente una táctica de frente único
o alianza con organizaciones o grupos de la pequeña burguesía, siempre que
éstos representen efectivamente un movimiento de masas y con o0bjetivos y
reivindicaciones concretamente determinados” (Martínez de la Torre, Apuntes, t.II, p.398).
En la carta del 16
de abril de 1928, en la carta colectiva del 10 de julio del mismo año, en la
tesis Punto de Vista Anti-Imperialista,
en los artículos El 1º de Mayo y el
Frente Unico, Admonición del 1º de Mayo y Mensaje al Congreso Obrero y en el Acta de Constitución
del PSP se encuentra, pues, la fundamentación teórica de la necesidad del
frente unido y la sustentación de sus principios básicos.
Pero todavía es
necesario señalar que, con el Manifiesto
de la "Confederación General de Trabajadores
del Perú" a la Clase Trabajadora del País, Mariátegui dotó a las clases trabajadoras de una fundamentación
teórica de sus reivindicaciones inmediatas, y que, con sus Principios Programáticos del
Partido Socialista, dotó al entero pueblo peruano del factor fundamental
para su unidad en la lucha por la conquista del Poder.
Del primer conjunto
de materiales es necesario destacar estos conceptos: “El frente único no anula
la personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo componen. No
significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina
única. Es una acción contingente, concreta, práctica. El programa del frente
único considera exclusivamente la realidad inmediata, fuera de toda abstracción
y de toda utopía. Preconizar el frente único no es, pues, preconizar el
confusionismo ideológico. Dentro del frente único cada cual debe conservar su
propia filiación y su propio ideario. Cada cual debe trabajar por su propio
credo. Pero todos deben sentirse unidos
por la solidaridad de clase, vinculados por la lucha contra el
adversario común, ligados por la misma voluntad revolucionaria, y la misma
pasión renovadora. Formar un frente único es tener una actitud solidaria ante
un problema concreto, ante una necesidad
urgente. No es renunciar a la doctrina que cada uno sirve ni a la posición que
cada uno ocupa en la vanguardia” (t.13, pp.108-109).
En conclusión, es
un hecho que Mariátegui estableció el principio táctico del frente unido, la lucha contra el adversario común, y,
al mismo tiempo, su principio estratégico, la hegemonía del proletariado, es
decir, la lucha por el socialismo.
Y solo un frente
con este principio táctico y este principio estratégico puede llevar adelante
las dos etapas de la revolución como un proceso único e indivisible.
Este es el legado
que Mariátegui dejó al pueblo peruano en punto al frente unido. Y, por
supuesto, en este legado hay que distinguir lo contingente de lo permanente. Y
desarrollar esto último de manera que nuestra acción presente corresponda directa y exactamente a la realidad que tenemos delante.
10.08.03.
El Socialismo
Heroico y Creador:
«Defensa del
Marxismo»
(Décima Parte)
Jorge
Oshiro
Mariátegui continúa sus reflexiones en «Defensa del
Marxismo» afirmando:
"Cien derrotas han sufrido en esos países
(europeos) los partidos socialistas, las masas sindicales. Sin embargo, cada
nuevo año, la elección y la protesta, una movilización cualquiera, ordinaria y
extraordinaria, las encuentra siempre acrecidas y obstinadas".
Estamos otra vez en esta frecuente imagen de la
persistencia moral de la clase obrera. Ya en «El hombre y el Mito» hablaba de
Renán y su constatación de "la fe religiosa de los socialistas",
constatando su inexpugnabilidad a todo desaliento.
"A cada experiencia frustrada, recomienzan. No
han encontrado la solución: la encontrarán. Jamás los asalta la idea de que la
solución no exista. He allí su fuerza"
decía el viejo novelista y pensador francés. Y en
este texto que estamos analizando vuelve Mariátegui al literato francés:
"Renán reconocía lo que de religioso y de
místico había en esta fe social".
La íntima relación entre los conceptos de religión y
moral se manifiesta claramente en este pasaje. Y es tan íntima que es imposible
reconocer los límites fronterizos entre una y la otra. De tal manera que se
podría postular la identidad de estas dos categorías. Del momento que la moral
para Mariátegui no es un código de Mandamientos ni una reflexión metafísica
sino que emana del comportamiento de los obreros en la fábrica y en la lucha de
clases y que esta moral lo define nuestro autor como la "elevación"
de los obreros hacia comportamientos heroicos, esta fuerza o potencia moral es
a la vez un fenómeno religioso tal como se manifiesta en el concepto de
"ascetismo".
La religión por lo tanto nada tiene que ver con
alguna creencia más o menos pasiva y dogmática de algunos principios o personas
sobrenaturales. Ya decía Mariátegui, valga la reiteración, que "los
motivos religiosos se han desplazado del cielo a la tierra. No son divinos; son
humanos, son sociales" («El hombre y el mito»). Por lo tanto la religión
se da en este mundo y lo Absoluto tanto para Mariátegui como para Spinoza es
una entidad del «Reino de este mundo».
Mariátegui es un pensador sustancialmente religioso.
Pero él revoluciona el concepto mismo de Religión. Hace de ella un todo
orgánico, integrado íntimamente con las otras actividades humanas.
Y al integrar
íntimamente "El factor religioso" en lo humano, lo profundiza, lo
intensifica, lo eleva. Pero para cumplir esta función tiene que desplazarse
"del cielo a la tierra". "El factor religioso" tiene que
hacerse moral, tiene que hacerse política, estética, etc. o como diría Unamuno,
"tiene que hacerse carne" para poder existir.
El marxismo: determinismo de lo viviente.
Una crítica frecuente contra el marxismo es su
pretendido "fatalismo". Mariátegui escribe al respecto:
"Otra actitud frecuente de los
intelectuales...es la de exagerar interesadamente el determinismo de Marx y su
escuela".
Esta afirmación de la "exageración"
implica primeramente la aceptación de parte de Mariátegui del determinismo en
Marx. El pensamiento marxista supone un determinismo. El problema está en
la cualidad y el sentido de este determinismo, lo cual implica el examen
crítico de este concepto. La pregunta por lo tanto es: ¿En qué sentido es el
pensamiento de Marx determinista y en qué sentido no lo es?
Por otro lado la "exageración" no es
fortuita. Implica para Mariátegui una distorsión del marxismo para darle una
investidura que no le corresponde, el cientifismo positivista. En otra palabra,
convertirlo en
"un producto de la mentalidad mecanicista del
siglo XIX".
Y de esta manera descalificarlo, considerando la
decadencia del mecanicismo a comienzos de siglo XX. Pues en los momentos que
escribía Mariátegui se consideraba, por parte de una vasta corriente de
intelectuales europeos, como superada la visión mecanicista de la realidad y
como se interpretaba al marxismo como una variante más del mecanicismo
decimonónico, por esta via se afirmaba también su decadencia. Esta posición es
retomada por De Man. Pero no en su forma abierta:
"Hay que constar" -declara- "que Marx
no merece el reproche que con frecuencia se le dirige de ser un fatalista, en
el sentido que negara la volición humana en el desarrollo histórico; lo que
ocurre es que él considera esta volición como predeterminada".
Se aprecia ya que esta "defensa" que hace
el socialista belga de Marx es solamente aparente, pues hablar de una volición
"predeterminada" es implícitamente negarla, pues según el peruano en
la concepción de Henri de Man sobre el pensamiento de Marx
"hay una volición social sometida a las leyes,
la cual se cumple por medio de la lucha de clases y el resultado ineluctable de
la evolución económica que crea la posición de intereses".
Estamos en medio de un problema delicado: la relación
entre la voluntad y las leyes (económicas, sociales, naturales). En otras
palabras: ¿Cuál es el estatus de la voluntad frente a las leyes
"objetivas" (económicas, sociales, naturales)?
La repuesta de Mariátegui la encontramos casi al
final de artículo, a través de una cita del crítico italiano Adriano Tilgher:
"la voluntad socialista no se agita en el
vacío, no prescinde de la situación preexistente".
Y luego afirma nuestro autor:
"El carácter voluntarista del socialismo no es,
en verdad menos evidente, aunque sí menos entendido por la crítica que su fondo
determinista".
Como se aprecia en este texto, el voluntarismo y el
determinismo "coexisten" en el marxismo, según Mariátegui, pero él no
nos ofrece inmediatamente una explicación explícita de esta difícil relación;
no nos dice cuál es el estatus de esta voluntad "en ese fondo
determinista". Pero nos da una pista:
"Para valorarlo, basta, sin embargo, seguir el
desarrollo del movimiento proletario, desde la acción de Marx y Engels en
Londres, en los orígenes de la I. Internacional, hasta su actualidad, dominada
por el primer experimento de Estado socialista:la URSS. En este proceso, cada
palabra, cada acto del marxismo tiene un acento de fe, de voluntad, de
convicción heroica y creadora, cuyo impulso sería absurdo buscarlo en un mediocre
y pasivo sentimiento determinista" (Subr.JO).
En este pasaje Mariátegui pone en claro que lo que a
él le importa e interesa señalar en primera línea es la praxis histórica y no
el desarrollo de una teoría. Lo que él nos ofrece es la explicación del
desarrollo de los hechos históricos. Lo que señala, en otras palabras, es el
estatus de la voluntad "en estado práctico" de los hechos reales.
Por otro lado es importante detenerse en la última
parte del texto. En ella nuestro autor no habla de una "visión o
concepción determinista"; dice explícitamente "sentimiento
determinista", lo que no es igual ni intercambiable.
Lo que el revolucionario peruano acentúa es una
"absurda" relación de causalidad: un "mediocre y pasivo
sentimiento determinista" no puede impulsar "actos y palabras que
tengan acento de fe, de voluntad, de convicción heroica y creadora".
Esta "convicción heroica y creadora" exige
por lo tanto otra causalidad de diferente naturaleza, otro tipo de
determinismo, diferente al determinismo cartesiano racionalista. Supone una
visión específica de la naturaleza que rechaza el "pasivismo
mediocre", dentro del cual cada elemento causal es puramente
"causado" pasivamente sin tener la capacidad, la fuerza, la potencia
de causar.
La visión
cartesiana-mecanicista redujo a la naturaleza a esta dimensión de pasividad.
Esta visión de la naturaleza no fue la de Marx ni la de Spinoza. Para ellos no
podía reducirse la naturaleza a "objeto" pasivo del principio de
actividad (la voluntad, la inteligencia, el espíritu humano).
Para el determinismo viviente que va de Spinoza y
Marx Naturaleza es el mismo principio de la vida, o mejor, la Naturaleza se
identifica conceptualmente con la vida. Para este determinismo cada elemento de
la cadena infinita de causalidad es a la vez causada y causante, es activo y
pasivo a la vez, es sujeto y objeto de la acción.
Pero hay que entender que todo este sistema de
causalidad no es expresión de un principio único de inercia. La causalidad no
es causalidad de inercia, sino de Potencia. Poder causar es expresión
de Potencia natural. Y ser
causado es recibir la potencia de un ser exterior a nosotros. Hablar de
potencia o de fuerza es ya hablar de la posibilidad del cambio. Todo individuo
en la naturaleza representa un determinado quantum de fuerza, de potencia. Esta
fuerza, esta potencia es la fuerza de la persistencia en la existencia.
El hombre, individualmente o en grupo, también
representa esta unidad de fuerza. Por otro lado, el hombre, a diferencia de los
otros individuos de la naturaleza, tiene un conciencia reflexiva que le
permite, a través de incontables prácticas, percibir el sentido y el orden de
las concatenaciones causales.
Esta conciencia reflexiva (las ciencias) posibilita
el cambio del sentido y dirección de determinadas cadenas de causalidad, sin
eliminarlas. Pero la conciencia reflexiva no es el cambio mismo. La conciencia
reflexiva hace posible el cambio, pero no es ella el cambio.
La voluntad debe entenderse como fuerza (natural)
individual o de grupo unida a un cierto grado de conciencia reflexiva. Aquí
encontramos la célebre fórmula de Hegel: "la libertad es la conciencia de
la necesidad". Pero esta conciencia reflexiva no es suficiente, aunque es conditio sine qua non.
La libertad exige, además de la conciencia
reflexiva, la fuerza vital de la afirmación de la existencia propia. La
libertad y la voluntad son expresiones, entonces de dos presupuestos
imprescindibles: la conciencia reflexiva (la ciencia, el marxismo) y la fuerza
de afirmación de la propia existencia (conatus, el espíritu revolucionario). La
unidad dialéctica de estos dos presupuestos forma lo que Mariátegui llama
"convicción heroica y creadora".
Esta concepción determinista mariateguiana, donde
conjuga el "carácter voluntarista del socialismo" con un "fondo
determinista" corresponde a lo que al comienzo de este trabajo llamamos
«determinismo de lo viviente» refiriéndonos a Spinoza y lo opusimos claramente
al determinismo cartesiano, al determinismo de lo muerto, de lo inerte, al
"mediocre y pasivo sentimiento determinista" según la expresión de
Mariátegui.
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