Emilio
Choy
La razón de ser de los hijos de Loyola se
manifestaba en todos los frentes. Las fuerzas del feudalismo en crisis lucharon
en todos los frentes contra la
burguesía, tratando de contener la marea triunfal del pensamiento de Lutero,
consecuencia del desarrollo del comercio en Alemania, Inglaterra, Francia y la
península ibérica. Aunque la disolución de la Compañía de Jesús fue decisión
que algunos creen que costó la vida al Pontífice que se atrevió a dar tal paso,
a fines del siglo XVIII, es evidente que desde' mediados de ese siglo la
Compañía de Jesús, tal como funcionaba, había perdido su razón de ser en
algunos países. Su tarea de impedir el avance arrollador de la burguesía, tanto
económica como ideológicamente, resultaba anacrónica. Si la Compañía de Jesús
pretendía seguir existiendo como fuerza religiosa debía asumir la defensa de
las fuerzas emergentes de la
sociedad, en consecuencia, su nueva obligación era virar, si no en 180 grados,
por lo menos lo suficiente como para dejar de ser el baluarte más ultramontano
al servicio del feudalismo y evolucionar progresivamente al servicio del
capitalismo y ayudarlo en su desarrollo. Este cambio no significaba que los
expulsos abandonaran su religión, sino que deberían poner sus esfuerzos de
católicos en favor de la expansión de los intereses económicos de una potencia
protestante como Inglaterra, que había despegado y elevádose en el proceso de
la revolución industrial. Sin embargo, servir a Inglaterra no implicaba tener
que aceptar el desarrollo del protestantismo a expensas del catolicismo.
La habilidad británica, a mediados del
siglo XVIII, radicó en propiciar su expansión territorial y económica más que su
religión protes-
tante. Los expulsados, que terminaron
luchando a favor de Inglaterra, no lo hicieron como continuadores de Ignacio de
Loyola, sino que, liberados de la férrea disciplina escolástica, en los hechos
habían dejado de pertenecer a la institución creada por Loyola y Rivadeneyra,
aun cuando continuaban considerándose jesuítas.
Si el objetivo que anhelaban era el retorno
de la Compañía a las tierras de donde había sido arrojada, no importaba
hacerlo destruyendo el colonialismo español, predominantemente feudal, aunque
ello significara propiciar el neo-colonialismo patrocinado por una potencia
capitalista como Inglaterra, en donde el pensamiento escolástico había sido muy
quebrantado desde el siglo XVII.
Los expulsos que supieron calcular y amoldarse
a los nuevos tiempos, en que los vientos de las revoluciones inglesa, americana
y francesa, soplaban con fuerza de huracán, demostraron que, más que jesuítas,
eran antijesuitas. Desde el siglo XVI, y hasta la primera mitad del siglo
XVIII, la institución de Loyola poseía suficiente capacidad como para poner la
proa contra el viento de la Reforma e inclusive, debilitar la penetración
capitalista mediante la tremenda organización económica, religiosa y militarizada
que poseían. Suficiente era el fuerte remar de los inteligentes y poderosos
hijos de Loyola, para enfrentarse a los nuevos tiynpos. Pero la revolución
industrial inglesa había convertido el viento en huracán, y continuar remando
en contra, después de la expulsión, era luchar contra lo imposible. Los
expulsos más inteligentes fueron los que, como Viz- cardo posiblemente,
comprendieron que el huracán inglés había influido en el desmantelamiento de la
Compañía, empleando métodos indirectos, como la detención de las prósperas
misiones jesuítas del Paraguay y propiciando su expulsión del imperio español
después de haber influido para arrojarlos del Portugal y Francia.
Fue necesario el doloroso periodo del
destierro, en el que los hábiles hijos de la Compañía comprendieron que había
llegado la hora en la que era necesario dejarse empujar por los cambios de la
historia; y Viz- cardo y Guzmán, no solo se dejó empujar, sino que ayudó en esa
tarea. Comprendió que el espíritu de Loyola y Rivadeneyra se había tornado obsoleto,
que no servía para los sueños de contraer una nueva Compañía, sino que era
necesario valerse de las ideas del momento y servir a la nueva economía,
precisamente a las fuerzas contra las que habían sido preparados para combatir.
Hubo un momento[1]
en que algunos jesuítas trataron de regresar como ' particulares a sus lugares
de origen, pero el gobierno español les tenía miedo y por eso rechazó el pedido
de retorno en la consulta expedida (en Madrid, el 17 de agosto de 1789).[2]
¿El gobierno de Carlos III, con su precipitado rechazo, los empujó a tener que
servir al mejor postor? No, porque 9 años antes el gobierno de Inglaterra
había recibido el ofrecimiento de algunos expulsos para actuar voluntariamente
contra España y, aquella potencia, interesada en debilitarla, requería del
talento y conocimiento de los exdiscípulos de Loyola. Vizcardo, entre los
expulsos, fue uno de los elementos elegidos para llevar a cabo esta misión. Su Carta a los
Españoles Americanos y su variante hallada por César García Rosell
(publicadas en el N2 17 de la Revista del Centro de Estudios Históricos
Militares), constituyen alegatos encendidos a favor de la independencia y de la
intervención de los hispanoamericanos en esa lucha, aunque ello implicaba pasar
a la dependencia económica inglesa.[3]
Cuando se afirma que los jesuítas como
Vizcardo lucharon por la independencia de América hay que distinguir con mucho
cuidado si lo hicieron como hijos de Loyola o como individuos expulsos. La
Compañía de Jesús nunca mostró entusiasmo por la independencia, más bien se caracterizó[4]
como una agrupación que, para su siglo, era una extraña mezcla de central de
inteligencia, de comandos teledirigidos de San Pablo, ejércitos de hábiles
administradores de haciendas, ingenios, obrajes, pulperías, tráfico de
esclavos, etc., aunados a las excelentes cualidades de poseer los mejores
educadores, porque eran capaces de oponer los más eficientes obstáculos a la
penetración en las mentes de los estudiantes de lo que por entonces denominaron
pestilentes ideales de filosofía como Descartes, Bacon, etc. Mientras la
Compañía no fue sacada del imperio español, era la máxima garantía contra las
corrientes independentistas y burguesas.
Don Gustavo Vergara Arias, en su estudio Expulsión de los
jesuítas de la América Latina,
publicado en CEDP del Instituto Riva Agüero (1980), afirma que:
"es innegable que la expulsión de los jesuítas de
la América Hispana contribuyó a la emancipación de las colonias españolas. La
situación creada por las autoridades españolas y la serie de sufrimientos a que
estaban expuestos fortaleció en algunos jesuitas su decisión de luchar por la
independencia de la América del Sur".
Aunque estemos de acuerdo con lo de la
expulsión, creemos que los que lucharon por la independencia[5]
lo hicieron porque habían dejado de estar atados a la institución de Loyola.
Pero surge una pregunta: ¿Los expulsos lucharon como jesuítas o como agentes
del imperio inglés? Aunque un jesuíta fuera de la Compañía siempre, se dice, es
un jesuíta, en las circunstancias de la disolución dejó de serlo. Además, el
expulso no luchaba por los fines para los que fue creada la Orden de Loyola. La
batalla la dieron "como agentes ingleses", propiciando la expansión
del capitalismo, sistema que Loyola trató de destruir, pues la nueva actitud
los situaba como demoledores de las bases económicas de los ideales jesuíticos.
El hecho de haberse convertido en agente
inglés no disminuye la importancia de Vizcardo y de otros expulsos. El
regionalismo cultural, más que una búsqueda, era un hecho entre exjesuitas que
actuaron dentro de la misma ruta, porque no propiciaron un colonialismo que
sólo fuera un simple cambio de amo. En realidad, el neocolonialismo fue una
etapa de progreso, a pesar de todos sus defectos, en comparación con el
colonialismo del antiguo régimen, porque la autonomía política que buscaba un
sector de los criollos coincidía con su regionalismo cultural. La actividad de
Vizcardo no es la de la simple búsqueda de la conciencia nacional. Esta
conciencia existía desde antes de la expulsión; emerge.clara en las páginas de
los
Comentarios... Garcilaso, estudiado con pasión por Túpac Amaru en
los círculos cusqueños, será citado de manera preferente por Vizcardo. La
postura de Vizcardo fue de continuidad respecto de la posición de algunos
conquistadores que trataron de liberar al Perú de España. No es casual que los
defienda condenando la política empleada por los Habsburgo contra los
conquistadores, es que, sin decirlo, se puede establecer una coincidencia de
miras. Lo que fue obtenido por los conquistadores padres debería ser de los
criollos, sin intervención de la metrópoli. El pensamiento de Vizcardo al
identificarse en muchos aspectos con Garcilaso, aun dentro de las concesiones
que hizo al capitalismo inglés, revela que un sector de la conciencia nacional
americana, aunque no llegó a la altura de la corriente social que representó
Túpac Amaru, trató de separarse de la metrópoli.
Así pues, no es como cree Batllori que los
expulsos sólo cooperaron en la búsqueda de la conciencia americana, sino que
decididamente se sumaron a una corriente de conciencia ya existente, cargándola
y enriqueciéndola con más elementos. Si Loyola creó la Compañía para impedir
la forja de la conciencia burguesa, los expulsos actuaron al servicio del
desarrollo capitalista de Inglaterra al mismo tiempo que trataban de eliminar
la hegemonía política hispana en Indias. Esta contribución de los ex-jesuitas
al proceso de la emancipación, cuyo punto más alto es la Carta a ¡os
Españoles Americanos, se torna en un documento antijesuítico
aun cuando defiende las misiones del Paraguay. La Carta... en su
mayor parte fue un alegato indirecto contra los objetivos generales de la
Compañía de Jesús en el suelo de América y, en especial, su función fue la de
proteger la estructura del imperio feudal español.
En resumen: la Carta... de
Vizcardo no es la partida de nacimiento, sólo es el certificado de bautismo. La
partida de nacimiento de la conciencia nacional la encontraremos en las obras
de Garcilaso, y Huamán Poma de Ayala, así como la partida de origen de la
emancipación la podemos hallar en la acción revolucionaria del campesinado,
que fue dirigido por el comerciante de Tungasuca, Micaela Bastidas y Túpac
Catari.
*Publicado
en
Idea, artes y letras, julio-diciembre de 1968, Año XIX, nos.
73-74, pp.7-11. (Nota del Comité de Redacción).
[1]
"El Director General de Temporalidades (Ayala) informa sobre las
instancias particulares de varios ex-jesuitas residentes en Italia en solicitud
de Real Permiso para regresar a los reynos de Indias". Madrid, 17 de
agosto de 1789. Entre ellos participaban Juan Tomás de Silva, Juan Pablo
Vizcardo, Francisco Xavier Caldera, Antonio Corbalán, Ignacio Pietas Garces.
Doc. 69 publicado por Miguel Batllori en El
o bate
Vizcardo..., Caracas, 1953.
[2]Batllori,
ob.cit., Doc. 70.
[3]
"Toda la América meridional —escribe Vizcardo al cónsul inglés—, desde el
istmo de Panamá hasta Buenos Aires, se separará del dominio español; todas las
provincias limítrofes del Perú tienen igual dependencia y teniendo las mismas
razones de disgustos deben seguir su ejemplo. Si se provee a estos pueblos de
armas suficientes y de buenos oficiales, no tienen que temer el poderío
Borbón... Entonces esa fuente de riqueza terminará para siempre para España y
por largo tiempo sólo Inglaterra gozará de sus productos; no es fácil calcular
la suma que extraerá del Perú; basta que V.S. (John Udny, representante del
gobierno inglés en Liorna), considere las riquezas transportadas anualmente por
los burgueses del registro y las sumas considerables que el solo comercio de
contrabando producía una vez a los ingleses en Jamaica por cuenta propia".
El eminente historiador César Pacheco Vélez cree que estas frases de Vizcardo
son producto de la euforia para interesar a Inglaterra en una empresa ardua o
costosa, o sea, que Vizcardo trataba de utilizar al gobierno de Londres empujándolo
a tan descomunal aventura. Quizá la excesiva simpatía del doctor Pacheco por
Vizcardo no le ha permitido apreciar que Vizcardo fue profético. Al
colonialismo español sucedió el inglés, con las características más avanzadas
del neocolonialismo.
De
todas maneras, considerar que Vizcardo propiciaba el neocolonialismo no sería
"dar lugar a una falsa imagen de Vizcardo, como promotor de la
independencia de España". Obsérvese que Vizcardo no ofrece el sometimiento
político, sólo propone concesiones de tipo comercial. En las circunstancias en
que actuaba era realista. No podía exigir una ayuda a la pérfida Albión sin
entregarle nada en retribución.
Vizcardo
jamás pretendió una independencia total para la América española en el nivel de
su época; ésta es tarea que sólo se alcanzará en nuestro tiempo. El tamaño y
calidad del separatismo que proponía Vizcardo no alcanza la dimensión que le
asigna el buen deseo del doctor Pacheco. Prueba de ello es que en la misma
carta del 30 de setiembre de 1781 se menciona que "Inglaterra se ha
procurado las más grandes ventajas; al mismo tiempo que ha privado de ellas a
sus enemigos, la revolución del Perú (Túpac Amaru) la recuperará de los
desastres de la presente guerra con ventajas que jamás se hubieran
esperado" . Y más adelante, refiriéndose al desembarco atribuido al jefe
naval Johnstone, daba por descontada la toma de Buenos Aires por la escuadra
inglesa, porque "no había sino 1200 hombres de tropa regular y tres o
cuatro mil de milicias... estoy convencido que muchos se unirán a las tropas
inglesas tan pronto como sepan que éstas están destinadas contra el enemigo
común". Tal desembarcó no se llevó a cabo, pero es evidente que Vizcardo
alentó la dominación económica de Inglaterra en el mercado hispanoamericano,
para lo cual la política del cañoneo y desembarco, en que la city supo
distinguirse, era precursora, a menudo, de su penetración comercial.
César
Pacheco Vélez: "Un valioso antecedente de la 'Carta' de Vizcardo y
Guzmán", publicado en Causas de
la Emancipación del Perú, Instituto Riva Agüero, 1960, pp.
100-125.
[4]E1 mismo
Vizcardo, en su famosa cartadel 30 de setiembre de 1781 al cónsul Udny, (El abate Vizcardo, historia y mito,
de Miguel Batllori, pp. 204-211, traducido por Julio Macera), destaca el odio
de los indios a los españoles europeos a quienes denominaban "Auca
Guampo", es decir enemigo
extranjero y contra quienes en cualquier momento dirigían su
cólera; me refiero a la sublevación de Quito en 1764, cuando indios y mestizos
buscaron a los europeos hasta en las sepulturas de las iglesias, allí donde
nunca se cometió la menor injusticia contra criollo alguno. Aun cuando muchos
de ellos hubieran tomado las armas para apoyar la autoridad real, éstos, en el
calor de la sublevación proclamaron rey al "conde
criollo". Bien se sabe que esta sublevación fue calmada por obra de los
jesuítas, pero después de la expulsión del 68, luego de haber salido los
jesuítas, todo cambia por arte casi mágico y "ya no hay para ellos (los
criollos) mayor salud que liberarse del dominio español". Esta propaganda
de la importancia de los jesuítas, como calmantes de levantamientos, para
defender el edificio colonial y mantenerlo en buen orden y armonía no fue una
gratuita ocurrencia barroca.
6EI
expulso Gaspar Suárez, natural de Santiago del Estero, en la correspondencia
con su antiguo discípulo Ambrosio Funes, de Córdoba, sobre la importancia de
los jesuitas como poder antirrevolucionario, escribía en 1795: "Dieron
tacha de revoltosos a los jesuitas, para extrañarlos y aun abolirlos, cuando ni
aun señales de revolución se veía;
ahora, después de aquellas faltas, todo el mundo se ha hecho revoltoso".
Años
antes, 12 de
enero de 1791,
refiriéndose a la
revolución francesa, daba gran importancia a la supresión de la Compañía de Jesús
como un factor importante en la
aceleración del proceso burgués que culminó con el hundimiento definitivo del
feudalismo galo: "Reflexione Vmd. que en Francia fue donde primeramente se forjó la ruina de la Compañía
y de allá se difundió el sistema para la ejecución a otras partes. Y ahora allí
ha comenzado aquel gran mal de sacudir el yugo de la obediencia a sus legítimos señores,
que se teme se difunda a las
otras partes del mundo, por lo cual están con gran
recelo (y justísimamente) los demás soberanos. El odio común y
maledicente general que se originó en la Francia y se ha publicado contra la
Compañía, recae ahora
contra los mismos franceses. Otras más reflexiones se pueden hacer, pero basta".
En carta
posterior, mayo 10 del mismo año, el padre Suárez añadía: "Acá (Roma) han venido como,
también, huyendo de aquella tempestad dos personas reales que son hermanas del rey
muerto (Luis XV) y tías carnales del infeliz reinante. Llegaron antes de la
Semana Santa y han sido acogidas y aun visitadas y consoladas del Sumo
Pontífice con gran benignidad. Estas señoras son ya de edad y de gran
cristiandad, han mostrado mucho afecto a los ex-jesuitas y dicho públicamente:
que si hubiera permanecido la Compañía de Jesús en Francia no hubiera sucedido
la horrenda catástrofe que ahora se ve. Han tenido por confesor, y lo
conservan, a un ex-jesuita francés. No tienen ánimo de volver jamás a Francia,
sino de vivir y morir en Roma". Cit., por Enrique de Gandia en Napoleón y la independencia de
América, Cap. 8. Ed. Antonio Zamora, Buenos Aires, 1955.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.