miércoles, 1 de octubre de 2014

Filosofía

Interacción de los Contrarios en el Desarrollo

(Tercera Parte)


S. Meliujin



2. Los contrarios en las formas de movimiento de los cuerpos inorgánicos
Hasta ahora hemos hablado de contrarios en la estruc­tura de los objetos materiales. Ahora debemos examinar la unidad de los aspectos polares en las formas de movimiento de la naturaleza inorgánica. Algunas de esas formas son propias de todas las clases de materia conocida, y por eso sus contradicciones tienen carácter universal, Figura, prin­cipalmente, entre esas formas de movimiento el desplaza­miento espacial que acompaña a casi todo cambio.

Refiriéndose a esa forma de movimiento. Engels escri­bía: "Ya el movimiento es de por sí una contradicción; el simple desplazamiento mecánico de lugar sólo puede reali­zarse gracias al hecho de que un cuerpo esté al mismo tiem­po, en el mismo instante, en un lugar y en otro, gracias al hecho de estar y no estar al mismo tiempo en el mismo sitio. Y el surgimiento continuo y la simultánea solución de esta contradicción es precisamente lo que constituye el mo­vimiento.

Los adversarios del marxismo ponen en duda esa tesis de Engels, considerándola incompatible con la ley del juicio no contradictorio. Ciertos filósofos, que defienden las posi­ciones del materialismo dialéctico, han manifestado asimis­mo sus recelos.6 Se hacía notar, al mismo tiempo, que nin­gún cuerpo puede hallarse simultáneamente en dos lugares a la vez, ya que esto es absurdo. Del mismo modo no hay ninguna contradicción en el movimiento del cuerpo: éste se encuentra primeramente en un sitio, luego en otro, más tarde en el tercero, etc. Las contradicciones pueden origi­narse sólo en nuestra concepción del movimiento, pero se deben a la extraordinaria limitación de nuestro juicio.

Esas objeciones, pese a su aparente fuerza de persuasión, simplifican de hecho el proceso objetivo del movimiento, consiguiendo así una seudoeliminación de la contradicción objetiva. Criticando a V. M. Chernov, para quien el mo­vimiento era la estancia sucesiva de un cuerpo primero en un lugar, luego en el segundo, más tarde en el tercero, etc., Lenin decía que esa concepción del movimiento era "erró­nea: 1) describe el resultado del movimiento y no el propio movimiento; 2) no muestra, no contiene en sí la posibilidad del movimiento, y 3) representa el movimiento como una suma, como una vinculación de estados en reposo, es decir, no elimina la contradicción (dialéctica), sino que la oculta, la aparta, la tapa, la vela".7

Para demostrar la justeza de la concepción marxista-leninista del desplazamiento espacial pensemos que un cuerpo de longitud determinada se mueve en un plano en el que se ha marcado una escala exacta. Supongamos que la lon­gitud del cuerpo es de 3 cm, su velocidad de 1 cm/seg y que el movimiento transcurre cerca del plano y paralelamen­te a él.

A primera vista parece que el cuerpo, en cada momento dado de tiempo, estará solamente en un sitio y no en otro distinto; es decir, que existe una correspondencia recípro­camente equivalente entre determinados momentos de tiem­po y sectores del camino. Por ejemplo, al principio del tercer segundo del comienzo del movimiento el cuerpo se encon­traría en el segmento comprendido entre el 29 hasta el 5° cm de la escala; al término del séptimo segundo, en el segmento del 7' al 10" cm, etc. Al parecer, la contradicción en el movimiento ha sido eliminada.

Sin embargo, esta conclusión se basa en una conjetura inaceptable a todas luces, o sea, que el cuerpo en movi­miento posee durante todo su movimiento dimensiones abso­lutamente exactas, debido a lo cual puede determinarse siempre y con toda claridad si en el momento dado se encuentra en cierto sitio o no se encuentra en él. Mas este supuesto, por sí solo, no se basa en nada.

Sólo un cuerpo absolutamente sólido podría tener di­mensiones absolutamente exactas; pero en la naturaleza no existen tales cuerpos. Los que existen realmente no poseen dimensiones absolutamente exactas. En efecto, la exacta determinación de la longitud de un eje tiene sentido con un margen de error del orden de 10~8 cm, es decir, las di­mensiones del átomo. La precisión ulterior resulta imposible por principio, ya que los átomos oscilan constantemente en torno a ciertas posiciones de equilibrio, y pasado el límite de exactitud de 10"8 cm, las dimensiones del eje serán obje­tivamente indeterminadas y estadísticamente medias en el tiempo. Esto se debe a que los propios átomos carecen de dimensiones absolutamente exactas. Sus dimensiones se ca­racterizan por la distribución de la densidad de la nube electrónica, y esta última depende exclusivamente de las conexiones internas y externas del átomo, que varían sin cesar. Las dimensiones de las partículas elementales son estadísticamente medias en el tiempo. Cada micropartícula está indisolublemente unida a diversos campos. El campo constituye una parte integrante de su estructura, y viene a ser el exponente de su esencia interna. Pero como el campo de la partícula cambia constantemente debido a los cam­bios en el carácter de sus nexos exteriores, también cambia continuamente la región de la distribución espacial o las dimensiones de la partícula.

Gracias a que las dimensiones del cuerpo trascienden el límite de cierto grado de exactitud y son estadísticamente medias en el tiempo, el cuerpo en movimiento se encontrará y no se encontrará en cada momento de tiempo en el lugar dado. Semejante unidad de contrarios tendrá lugar no sólo en su estado de movimiento, sino también en el estado de reposo relativo del cuerpo. Esta contradicción está condi­cionada objetivamente por el constante movimiento de los microobjetos que componen el cuerpo, así como por la uni­dad de lo continuo y lo discreto en su distribución espacial.

En relación con esto resulta interesante examinar si se conserva esa contradicción al disminuir mentalmente las dimensiones del cuerpo, haciéndolas infinitamente peque­ñas. ¿Cabe afirmar, acaso, que un cuerpo infinitamente pequeño, un punto, por ejemplo, se halla en cada momento de tiempo dado en otro punto y no se halla en él? Por sorprendente que parezca, esta afirmación no puede hacerse con relación al punto. En efecto, si un punto pudiese estar y no estar simultáneamente en un punto dado, no sería un punto. El propio concepto de punto presupone que es indivisible; si es divisible (lo sería si pudiese estar y no estar simultáneamente en dos puntos), deja de ser punto. Por eso un punto indivisible en movimiento se encontrará pri­mero en un punto, luego en el segundo, más tarde en el tercero, etc. El conjunto de esos puntos infinitos puede cons­tituir un segmento real, lo mismo que el conjunto de una infinita multitud de momentos indivisibles de tiempo forma el tiempo real. En ese caso no habría ninguna contradic­ción en el movimiento.

Así sería en la realidad si en la naturaleza existiesen efectivamente puntos indivisibles y lapsos indivisibles de tiempo. Pero el quid de la cuestión radica, precisamente, en que en la naturaleza no hay ni puede haber semejantes indivisibles. La idea de que existen puntos indivisibles y períodos indivisibles de tiempo proviene de la suposición de que existen unidades infinitamente pequeñas de espacio y tiempo, es decir, unidades que ya no pueden ser más pequeñas. Mas el concepto de lo infinitamente pequeño en acto es contradictorio. Presupone que la infinita división del espacio y el tiempo puede culminarse plenamente. Si fuera así, esa división dejaría de ser infinita. La única magnitud que no puede subdividirse en elementos todavía más pequeños es el cero. Pero el cero no contiene en sí ninguna extensión ni tiempo alguno. De la suma de esos elementos, por muy grande que fuese su número, jamás se originaría ni el espacio ni el tiempo reales. Todo segmento de longitud o lapso de tiempo realmente existente se dife­rencia de cero y, por ello, puede subdividirse en elementos todavía más pequeños. Pero si en la naturaleza no existen elementos materiales absolutamente indivisibles, el modo arriba señalado de superación de las contradicciones en el movimiento resulta lógicamente incorrecto.

Lo infinitamente pequeño no es cero ni una magnitud acabada en el acto e indivisible posteriormente, sino una magnitud variable, que tiende ilimitadamente a cero como a su límite. Puede convertirse en una magnitud menor que cualquier magnitud finita propuesta de antemano, pero, sin embargo, jamás se vuelve igual a cero. El espacio y el tiempo reales están constituidos por ese género de magni­tudes infinitamente pequeñas y la contradicción en el mo­vimiento, arriba señalada, se conserva en ellos.

En efecto, lo infinitamente pequeño es una magnitud que carece de exacta determinación cuantitativa. En la re­gión de las magnitudes infinitamente pequeñas o infinita­mente grandes no vale la regla matemática según la cual la parte es menor que el todo; la mitad de lo infinitamente pequeño equivale a dos infinitamente pequeñas y, en ge­neral, a cualquier cantidad finita de magnitudes infinita­mente pequeñas. En virtud de ello, un cuerpo infinitamente pequeño en movimiento se encontrará y no se encontrará en un mismo espacio de tiempo, todo lo breve que se quiera, en el lugar dado (también infinitamente pequeño). En este caso, la contradicción en el movimiento está condicionada por la unidad de los contrarios en el propio infinito.

Además de esta contradicción, en la naturaleza inorgá­nica existen también otras. Una de ellas expresa las inter- relaciones entre la variabilidad y la estabilidad en la es­tructura de los objetos materiales. Se sabe que todo objeto experimenta constantes cambios internos gracias al movi­miento de sus partículas integrantes y a su interacción con otros cuerpos. Al mismo tiempo, cada cuerpo posee pro­piedades estables. Esa estabilidad se extiende a todas las formas de movimiento. En el movimiento mecánico se ma­nifiesta en forma de un reposo relativo; en caso de movi­miento atómico se expresa en la estabilidad de las propie­dades químicas del cuerpo, de sus características espectrales, etc. Aplicado a las formas biológicas del movimiento, la estabilidad se manifiesta en la duración de la forma del or­ganismo, de sus funciones, del tipo de sus vínculos internos, etc., aunque a pesar de ello se renueva constantemente en el organismo la composición química gracias al metabolismo. La unidad de los contrarios, la variabilidad y la estabilidad se refleja en el concepto de equilibrio dinámico, que tiene gran importancia en las ciencias naturales.

En realidad, todo sistema material se halla en equilibrio dinámico, em0pezando por el átomo y terminando por las gigantescas galaxias. Aunque los elementos componentes del sistema se encuentran en constante cambio, su estructura, la ley de la organización y las propiedades fundamentales se conservan en forma estable. Diríase que a la organización interna del sistema le corresponde siempre una determinada inercia, la capacidad de conservar su forma y las leyes de desarrollo, así como la de oponerse a todas las acciones ex­ternas, dirigidas a modificar el estado interior.

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