miércoles, 1 de octubre de 2014

Educación

La literatura debe ubicarse en el Área de Formación Artística


Julio Carmona


La mitología clásica hermana a las musas y a las artes; y tanto social como culturalmente –al menos en la civilización occidental– también se hermanan las diversas artes que componen los sistemas artísticos. Este hecho fundamental de nuestra tradición cultural, esta contigüidad de producción y de recepción artísticas, resulta que después se desvincula en la organización, programaciones y curricula escolares. Frente a tal desaguisado, se trata de poder sugerir una fórmula de interdisciplinariedad que venga a globalizar y sintetizar muchos de los objetivos culturales y de la metodología comparada de la literatura, tal como desearíamos que se conjugaran en un curriculum humanístico. Alfred WHITEHEAD, reflexionando en torno al “sentido del valor” dice que éste “impone a la vida tareas increíbles, y sin él la vida se hunde en la pasividad de sus tipos inferiores.” Y agrega que: “La más penetrante demostración de esa fuerza es el sentido de la belleza, el sentido estético de la perfección.” Y concluye WHITEHEAD de la siguiente manera: “Este pensamiento me lleva a preguntar si en nuestra educación moderna damos suficiente relieve a las funciones del arte.”

En los dominios de la metodología literaria norteamericana, según Antonio MENDOZA FILLOLA, hay una escuela llamada comparatística. Pues bien, para ella -dice- “no hay duda de que es objeto propio de su estudio la consideración de las conexiones entre la literatura y otras artes.” Y esta aserción la ratifica señalando que dicha escuela legitima “definitivamente la comparación de obras artísticas que emplean ‘distintos medios de expresión’, uno de los cuales será necesariamente literario.” Y Antonio MENDOZA concluye diciendo que “en particular la escuela americana ha insistido en la idea de que la separación de las artes es algo totalmente artificial.”  

Se debe, pues, poner las cosas en sentido inverso del que hasta ahora se las ha puesto; si estaban con los pies para arriba y la cabeza para abajo, hay que ponerlas con la cabeza para arriba y los pies para abajo. Si se está mezclando ciencia y arte (comunicación, lengua y literatura) en una sola asignatura o área, pues hay que separarlas; si se mantenía aislada a la literatura de las otras artes, pues hay que integrarlas de manera interdisciplinar: es más lógico que la literatura coordine con las otras artes sus acciones de carácter formativo y sus objetivos para formar la dimensión estética del ser humano, que lo haga de manera inorgánica con la lengua. Y esto no quiere decir que no esté contribuyendo a afinar o apuntalar la lectura común. Todo lo contrario, pero debe hacerlo sin confundirse con ella, como si fueran una y la misma cosa. Por lo demás –como dice LOMBARDO-RADICE: “Todo maestro en cuanto educador, dentro de su materia especial, ayuda a la sinceridad de la expresión, es decir, actúa como maestro del idioma.” Aun cuando resulta típico que la formación en lectura y escritura (y el “aprender a aprender”) sea cargada a la responsabilidad del profesor de lengua, lo cierto es que “todos los docentes son responsables de la buena comunicación.” Y, lo más importante, si el curriculum impuesto, si los planes y programas del Ministerio desnaturalizan las materias pedagógicas, pues éstas deben ‘naturalizarse’ o deben ser ‘naturalizadas’ por los docentes especialistas en ellas. Sentencia Wilhelm DILTHEY: “... los reglamentos escolares sólo pueden dar reglas en general, y enseñar sólo los buenos y capaces maestros.” De tal manera, pues, que el separar la literatura de las disciplinas científicas (que son la lengua y la comunicación) no implica convertirla en privilegiada y asignarle una ubicación aislada que, por un lado, podría estar congestionando la distribución horaria o reclamando un incremento en el número de docentes. Y no es así. Porque suponiendo la existencia de dos docentes de Lengua/Literatura en un centro educativo. Lo primero que se haría es la especialización de cada uno en una sola de ellas. Y si cada docente (A y B) tenía cuatro horas en un aula respectiva (A-1 y B-2), al asignársele, a cada uno, sólo una especialidad, lo que harían es intercambiar dos de sus horas, de tal manera que en cada una de las aulas (1 y 2) cada profesor va a dictar sólo dos horas; pero el aula siempre tendrá las cuatro horas que le correspondían.

Por otro lado, con esta propuesta busca adecuar la esencia artística de la literatura con las disciplinas que le son afines: música, teatro, pintura, etc., de tal manera que el profesor de Literatura tendría nexos de coordinación con los profesores de las otras artes (música, dibujo, teatro, etc.), dentro del Área (bien implementada) de Formación Artística. Es tan válida la existencia de un área de “Formación Artística”, como lo es para a los especialistas del MED el que exista un área de “Formación religiosa”.

Esta nueva integración de la literatura no significa que, así como decimos “se pierde en el curso de Lengua”, también ocurra su difuminación en los cursos de arte. Lo positivo de esta integración es, justamente, que se puede desarrollar un trabajo interdisciplinar coherente y articulado, no sólo entre las mismas disciplinas artísticas del nivel secundario, sino con el Área de Formación Artística del nivel primario. Y, desde luego, también y de manera especial, en los curricula de nivel superior (de formación pedagógica) la propuesta de cambio tiene que plantearse en concordancia con los niveles precedentes, destacando la independencia de las sub-áreas de Lengua y Literatura, que al constituir áreas autónomas darían por resultado la formación de especialistas en cada una de ellas.

Esta reubicación de nuestra materia exigirá también una nueva adecuación de la formación estética (en los casos en que exista); debiendo realizarse con profesores que estén idóneamente preparados para eso. Y el especialista en literatura sí tendrá que estarlo. Pero, para esto, previamente tiene que hacerse esa distinción y adecuación de la especialidad desde la formación magisterial, pues aquello no se podrá lograr en una “especialidad” ya saturada por su doble dimensión. ¿Cómo incluir una línea más de formación estética en los planes de estudio de esa doble especialidad? Y, sin embargo, se pretende que la asignatura de literatura, con la fisonomía actual de “lengua y literatura”, cumpla con ese objetivo de formación estética; y, por supuesto, se le atribuyen exclusivamente a ella las fallas en ese sentido y se pretende decretar su “inutilidad”, rondando en las intenciones de los especialistas del MED la tentación de prescindir de ella.

Se trata, pues, en definitiva, de identificar lo esencial de la literatura: su cualidad artística, para –de ahí– establecer la oposición que obligue a separarla de asignaturas cuya esencia es el conocimiento racional: la comunicación y la lengua. Establecida la autonomía artística de la literatura, se podrá, entonces, desarrollar la fundamentación de su naturaleza y función artísticas, con lo que nuestra disciplina estará facilitando el desarrollo de la sensibilidad estética, en tanto las otras artes –por constituir lenguajes autónomos– impiden una comprensión o asimilación viable de los niveles de la estética como fundamentos imprescindibles en la formación integral del ser humano. No debe olvidarse que cada arte desarrolla su propio lenguaje (existiendo así un lenguaje pictórico, un lenguaje musical, un lenguaje cinematográfico, etc.). La literatura, por usar el lenguaje –o la lengua– común a todos, permite un mejor desarrollo de la valoración estética o poética y de la apreciación artística en general, en tanto a sus usuarios, para alcanzar cierta sensibilidad en relación con las demás artes, no tienen que verse obligados a dominar sus lenguajes específicos. La literatura, pues, posibilita hacer más comprensivo el entendimiento de lo que es el fenómeno artístico y, en ese sentido, su integración con las otras artes se justifica más que con la comunicación o con la lengua. Y de esta manera –con esa redefinición de ambas disciplinas– se estará apuntando al desarrollo de la calidad educativa, tan pregonada –y a la vez tan venida a menos– en los últimos años.

Algo similar a lo expresado hasta aquí puede hacerse extensivo al estudio de la literatura en su dimensión nacional y universal; es decir, se trata de hacer que ambas dimensiones sean adecuadas a las necesidades de los educandos. Y hacer que tanto el arte como la literatura no constituyan cúmulos de conocimientos predigeridos cuya “memorización” hay que realizar de manera compulsiva, sino que su comprensión pase por el trato directo con las obras nacionales para seguir su progresión hacia el arte y la literatura universales. No se trata –de ningún modo– de vedar el acceso a la cultura artística y literaria universal. Todas las latitudes artísticas no deben sernos extrañas. Pero en tanto todas tienen nexos comunes (teóricos, técnicos, históricos, hermenéuticos, exegéticos, etc.) propiciar el acceso a éstos a partir de la producción propia debería ser lo recomendable, como dice Hilda TABA:

es posible enseñar o aprender literatura norteamericana de una manera que amplíe la apreciación de todo tipo de literatura, del mismo modo como estudiar un desierto puede contribuir al conocimiento de todos los desiertos.

No se trata –reiteramos– de incentivar un espíritu xenófobo. El arte y la literatura foráneos no deben sernos extraños, deben hacérsenos cercanos, hermanos. Pero no debe empezarse por ellos para introducir a nuestra niñez  y juventud en el dominio de lo artístico. La preferencia debe cargarse hacia las manifestaciones nacionales (y/o americanas), empezando por las populares, analizando sus canciones: valses, huaynos, sambas, cuecas, tangos[1], incidiendo en las creaciones de dominio público, cuya oralidad las hace ser más cercanas a la idiosincrasia del alumno, y cuyo anonimato nos libra de incidir demasiado en las contingencias biográficas que, muchas veces, suelen desviar la atención del verdadero objeto de estudio.[2] Sería digno de aclarar por qué los especialistas en literatura reconociendo el valor de la literatura popular siempre postergan su estudio o la sistematización de su estudio (se nos ocurre pensar en Washington DELGADO y Antonio CORNEJO Polar).[3] Y, en realidad, esa incidencia en la 'literatura popular' haría más viable el tránsito al dominio de la llamada “literatura culta” –tanto en su teoría como en su práctica. E igual incidencia podría hacerse respecto de las otras manifestaciones artísticas: No  empecemos por Bach –con toda su importancia y bondad estética–, hagámoslo por el vals o el huayno que son modestos sensibilizadores musicales; no empecemos por las venus y los apolos griegos, hagámoslo por la Venus de Frías o el Señor de Sipán.

Volviendo a nuestra preocupación por lo estético y la importancia del papel que juega la literatura en su fundamentación, y ambos en la formación en valores de nuestra niñez y juventud, queremos recordar lo dicho por Daniel GOLEMAN sobre el particular: “Si existe un remedio, creo que debe estar en la forma en que preparemos a nuestros jóvenes para la vida. En la actualidad dejamos librada al azar la educación emocional de nuestros hijos, con resultados cada vez más desastrosos. Una solución consiste en tener una nueva visión de lo que las escuelas pueden hacer para educar al alumno como un todo, reuniendo mente y corazón en el aula”. Porque –y para terminar– como lo refiere una especialista en gestión educativa, “Además de los valores personales [el sentido de confianza en sí mismo, la integridad, la búsqueda de la excelencia y el coraje para fracasar sin perder autoestima] hay, por lo menos, otros tres tipos de valores que requieren atención y énfasis en el proceso educativo: los tecnológicos, los estéticos y los sociales” (...) “Los aspectos de la experiencia educativa que fomentan actitudes positivas sobre sí mismos y sobre valores técnicos, estéticos y sociales, no deben ser dejados al azar, pues son parte importante de los planes y programas en cualquier organización.”


Notas:
[1]“Es que el único género lírico verdaderamente popular es la canción”, según André GIDE, cit. por: MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel, op. cit., p. 56  
[2]“Las madres de las literaturas son analfabetas”, dice Ezequiel MARTÍNEZ ESTRADA, aludiendo al origen popular de las literaturas cultas. Porque, siempre, según él, “el pueblo es el sujeto y la cultura, el predicado”, (op. cit., p. 30), lo que traducido al lenguaje poético, vallejiano, queda así: “Todo acto o voz genial viene del pueblo/ y va hacia él.” VALLEJO, César, (1974). “España, aparta de mí este cáliz”, en: Obra poética completa. Lima: Mosca Azul Editores, p. 322.
[3] Washington DELGADO dice: “El estudio de la literatura popular escapa a los límites de este ensayo. En estas líneas que anteceden, solamente hemos querido subrayar la importancia del mestizaje en el desarrollo de la literatura popular y que puede constituir un derrotero fecundo para el estudio y análisis tanto de nuestras literaturas populares, como del conjunto de nuestra cultura.” DELGADO, Washington (1980). Historia de la literatura republicana. Lima: Rikchay, pp. 24-25). Por su parte, Antonio CORNEJO reconoce estar “recortando el objeto [de estudio] dentro del marco de la literatura hegemónica” y agrega a pie de página: “En el estado actual de los conocimientos sobre el tema sería irresponsable tratar los casos de las literaturas indígenas y populares.” CORNEJO Polar, Antonio (1989). La formación de la tradición literaria en el Perú. Lima: CEYP, p. 14. 

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