Explotación y “Sobrecostos Laborales”
Cesar
Risso
La burguesía ha empezado el año 2014 con nuevos bríos[i],
reiniciando la campaña para reducir o eliminar los beneficios laborales de los
asalariados, aunque el intento no es nuevo. No contentos con haberse desprendido
de la responsabilidad de los trabajadores a través de las empresas familiares,
y habiendo provocado la informalidad, que ellos mismos critican, pero usándola como
recurso para justificar la necesidad de disminuir los “sobrecostos laborales”,
plantean reducir los derechos adquiridos por los asalariados. Explotan a través
de las Mypes a familias enteras como si fueran un solo trabajador, no
remunerando a la esposa ni a los hijos que trabajan para el “jefe” de hogar
gratuitamente[ii].
Si pudieran
reducir a cero la remuneración del trabajador, lo harían. Una de las
diferencias entre la esclavitud y el feudalismo, de un lado, y el capitalismo
de otro, es que este último no asume ningún cuidado del trabajador, dejándolo a
su suerte. Mientras que los esclavistas mantenían a los trabajadores, claro
está que en la condición de esclavos, y los terratenientes feudales entregaban
porciones de tierra a los siervos, en el capitalismo los trabajadores son
abandonados a su suerte, lo cual no revestiría mayor problema, si es que su
suerte no estuviese ligada a los empleos que generan las empresas capitalistas
en este sistema.
En la revista LA
CÁMARA de la Cámara de Comercio de Lima, del mes de enero del año en curso, que
lleva como título SOBRECOSTOS LABORALES,
y como subtítulo Una carga que impide el
desarrollo, se dice: “Mario Mongilardi,
presidente del Gremio de Productos para la Salud y Ciencias Afines (Comsalud)
de la CCL, refirió que los altos sobrecostos laborales siguen siendo uno de los
principales problemas que debe
enfrentar el empresariado peruano, de acuerdo con la actual legislación.
Explicó que tanto en su sector como en otros rubros, asimilar los sobrecostos
laborales hacen menos competitivas a las empresas y, por consiguiente, se les puede conducir a la quiebra y a la
pérdida de puestos de trabajo. ‘Lo que aparentemente parece un beneficio
laboral se convierte en un perjuicio para los trabajadores’, refirió. Asimismo
dijo que estos sobrecostos perjudican al
consumidor, pues en el sector salud se ve reflejado en el encarecimiento de los medicamentos en
perjuicio de los pacientes de escasos recursos económicos. ‘El Ministerio de
Salud y Essalud tienen que comprar a precios
más altos debido a los sobrecostos. Consecuentemente, quien sale más
perjudicado es el ciudadano que padece de alguna enfermedad y que precisamente
tiene menos dinero y se atiende en estos establecimientos de salud”, señaló. [Negritas
nuestras]
La cita
anterior está plagada de inexactitudes. Llama la atención el esfuerzo mental
que se hace para que los “sobrecostos laborales” aparezcan como la causa de
todos los males y que en consecuencia sea una necesidad absolutamente racional
reducirlos o eliminarlos. Fíjense las consecuencias que traen: i. Es la
principal fuente de problemas de los empresarios peruanos; ii. Su existencia
genera la quiebra de las empresas, lo cual produce despidos, perjudicando a los
trabajadores; iii. En el caso de los medicamentos y, según esta lógica, en
todos los productos, generan precios más altos, lo cual afecta a los ciudadanos
que padecen alguna enfermedad.
Parece que los
representantes de la burguesía han encontrado la solución a todos los problemas
económicos. Si todas estas afirmaciones fueran ciertas, entonces al reducir o
eliminar los “sobrecostos laborales” se elimina la fuente de los principales
problemas de los empresarios peruanos; desaparece la quiebra de empresas; no
habrán más despido de trabajadores; bajarán los precios de los medicamentos y
de todos los productos, con lo cual las enfermedades se desvanecerán, etc.
Pero esto no es todo, pues nos señalan que “Sin
embargo, a pesar de que el empleo formal viene evolucionando positivamente, la informalidad
laboral se mantiene en un nivel demasiado alto, según la OIT muy por encima de lo
registrado en la región (47,7% de los trabajadores asalariados no agrícolas),
por lo que el crecimiento económico resulta insuficiente para aminorarlo. Por esa
razón la población percibe que los beneficios de dicha expansión no confluyen
en un mayor bienestar. Y es que, precisamente, los elevados niveles de informalidad
en el empleo y la alta concentración de trabajadores en sectores de baja
productividad […] explicarían la precariedad del empleo generado en nuestro
país, caracterizado por bajos ingresos y escasa o nula protección social”.
Vale decir que, si existen bajas
remuneraciones es porque hay informalidad, que se debe a los “sobrecostos
laborales”, la que impide que los asalariados, y las “clases populares”, o los “sectores
vulnerables”, como denominan actualmente los intelectuales burgueses a los
explotados y desempleados, que puedan disfrutar del prolongado crecimiento
económico en el Perú.
Con esta
afirmación nos dicen que todo el problema, generado por los “sobrecostos
laborales”, es responsabilidad de los asalariados. Si el capitalista pierde, si
se reducen sus ganancias, si quiebra, si los precios aumentan, etc., se debe a
los trabajadores. Habría que ver, según este razonamiento, cómo hacemos para
que los asalariados dejen de comer, de descansar, etc. Trasladan la
responsabilidad de la obtención de plusvalía al “objeto” de su explotación.
El sostén
teórico para este reclamo de la burguesía está dado por la “ciencia” económica.
En este sentido nos dice que “La teoría económica establece que la empresa está
dispuesta a contratar trabajo hasta el punto en que los costos adicionales
producidos por contratar un trabajador (costo marginal) se igualan con los
ingresos adicionales (productividad marginal); por lo tanto, la empresa no está
dispuesta a contratar mano de obra si el costo marginal supera su productividad
marginal, es decir los incrementos en las remuneraciones deben responder
estrictamente a los incrementos en igual proporción de la productividad de las
empresas”.
En el análisis
microeconómico se considera que los costos tienen como una de sus partes el
margen de ganancia. Esto quiere decir que, siempre teóricamente y en el marco
de la propuesta neoclásica, la remuneración del trabajador no es sino la pugna
entre la clase burguesa y la clase proletaria; que del nuevo valor, creado por
la fuerza de trabajo, la burguesía se apropia todo lo que la lucha sindical le
permita, entendiendo que del lado de la burguesía está el Estado y con él las
fuerzas armadas, y que en consecuencia es un problema de poder.
Pero, qué es lo
que consideran “sobrecosto laboral”. Al respecto nos “aleccionan” con lo
siguiente: “La legislación peruana, dentro del régimen general, establece que
los empleadores deben asumir el pago de dos gratificaciones al año, un mes de
vacaciones al año, contribuciones al seguro de salud y el depósito de la CTS.
En caso el trabajador cuente con carga familiar, se incluye la asignación
familiar equivalente al 10% de la remuneración mínima. Esto quiere decir que
además del pago por el trabajo efectivo, el empleador debe aportar
adicionalmente el 59% de la remuneración para cumplir con lo establecido en la
regulación laboral, lo que se convierte en un sobrecosto laboral”.
Pues bien, en
primer lugar hay que decir que dentro del 59% de “sobrecosto laboral”, la
burguesía considera el 7% que corresponde al “costo” del despido. Como pueden
apreciar, la burguesía trata de victimizarse inflando lo que paga y aporta por
trabajador. Así que para que todo mejore en el Perú, los trabajadores deben
renunciar a sus dos gratificaciones, a las vacaciones, al pago por despido,
etc. Renunciando a estos derechos su situación mejorará.
Evaluemos el
cálculo de los intelectuales burgueses. Tomemos como ejemplo el año 2012. En
este el total de remuneraciones en soles corrientes fue de S/
116.533.756.000,00. Si calculamos la remuneración base, sin el 59%, obtenemos
S/ 73.291.670.440,25, que es el importe que por concepto de remuneraciones la
burguesía “debería” pagar. ¿Cuánto quedaría en sus manos? Tendría una ganancia
adicional de S/ 43.242.085.559,75.
Como la
plusvalía obtenida el 2012 fue de S/ 340.141.962.000, entonces la cuota de
plusvalía o de explotación fue de 292%. Descontando el 59%, la plusvalía
subiría a S/ 383.384.047.559,75. Con este resultado, la cuota de explotación
subiría a 593,09%.
Así, más
utilidades para la burguesía, y menos capacidad de consumo para los
trabajadores, permitirían sortear los problemas que impiden nuestro desarrollo.
Sin embargo, este sueño pronto se volvería pesadilla, cuando la disminución del
consumo como consecuencia de las bajas remuneraciones y de la lógica del
capital, nos lleven a una nueva crisis. Entonces, volverán a exigir menores
remuneraciones para los trabajadores, planteando la eliminación del salario
mínimo.
Los
“sobrecostos laborales” no son otra cosa que el nombre con el que los
intelectuales burgueses designan una parte de los beneficios laborales, que son
creados como nuevo valor por la fuerza de trabajo, con la finalidad de
apropiarse de una parte adicional de este nuevo valor.
Notas:
[i] Las citas corresponden al siguiente link http://www.camaralima.org.pe/RepositorioAPS/0/0/par/EDICION608/Edici%C3%B3ndigital608.pdf
[ii] Ver artículo Explotación e Informalidad en http://creacionheroica1928.blogspot.com/search?updated-min=2012-01-01T00:00:00-08:00&updated-max=2013-01-01T00:00:00-08:00&max-results=41
El Rol del Estado en el Desarrollo Capitalista
Santiago Ibarra
1. La
teoría económica liberal sostiene que el crecimiento económico de los países
periféricos es posible solamente si adoptan políticas de “libre mercado”, esto
es, si el estado (y cualquier otra institución social; por ejemplo, el
sindicato) queda fuera de la actividad productiva y de la regulación del precio
de la fuerza de trabajo, de los bienes y de los capitales.
2. Este
discurso se levanta contra los hechos históricos. Cualquiera puede constatar,
por ejemplo, que el crecimiento económico de China de los últimos veintitantos
años, a una tasa promedio anual del 10%, ha tenido lugar sobre la base de una
fuerte intervención estatal, hecho que, de otro lado, no puede ser entendido
sin tomar en consideración la Revolución China de 1949, con Mao a la cabeza, a
partir de la cual el estado toma el control
de la acumulación en su espacio interior.
También
es cierto que el crecimiento económico de los Estados Unidos, Europa occidental
y Japón tuvo en el estado a una palanca
fundamental de sus propios procesos de acumulación interna. Para el caso de
América Latina, resulta pertinente hacer mención del hecho de que la tasa anual
media de crecimiento económico que alcanzó en la década de 1990 fue del 3,3%,
por debajo del 5,5% logrado entre 1950 y 1980, precisamente durante el período
histórico dominado por el estatismo.
3. Las
políticas neoliberales empiezan a imponerse desde fines de la década de 1970 y
principios de la de 1980, en América Latina, y progresivamente en el resto del
mundo. Pues bien, un hecho que debe tenerse en cuenta de estos años es que el
mundo transitaba hacia un cambio en la correlación de fuerzas entre las clases
sociales. El bloque socialista ya había entrado en crisis desde hacía más de
dos décadas atrás; luego, hacia fines de la década de 1980 colapsaría el bloque
del llamado “socialismo real”. A su vez, en la economía y en los procesos
productivos capitalistas se producían transformaciones que irían a debilitar
fuertemente a la clase obrera mundial, que, hasta entonces, desde el siglo XIX,
había vanguardizado muchos procesos de democratización en diferentes partes del
mundo. Y, finalmente, desde la década de 1980 el propio Estado de bienestar en
Europa occidental, que no expresaba sino el pacto entre el capital y el
trabajo, iría a ser paulatinamente erosionado mediante el recorte de los
derechos laborales de los trabajadores. Así, el triple sistema que
caracterizaba a la Segunda Posguerra (el Estado de bienestar en Europa
occidental, el “socialismo real” de parte de Asia y Europa del Este, y los estados
desarrollistas de América Latina) era resquebrajado, erosionado y finalmente liquidado.
4. Como
puede observarse, es bajo una correlación de fuerzas ampliamente favorable al
gran capital y ampliamente desfavorable para los trabajadores, que el estado
será efectivamente excluido de la actividad productiva, la empresa estatal
transferida a manos privadas, y las funciones sociales del estado
considerablemente recortadas (reducción del gasto público en educación, salud,
beneficios laborales). Pero esta nueva situación no quiere decir que el estado
desaparece del proceso de acumulación de capital. De ahí en adelante el estado
adopta nuevas funciones para favorecer los intereses del gran capital
transnacional y del gran capital local. El estado privatiza, vende muchas veces
las empresas estatales a un precio muy por debajo de su precio real, esto es, palanquea y pilotea la acumulación por
desposesión. Para alcanzar esta meta, el estado atacó al movimiento
popular, en especial al movimiento obrero, que representaba a las fuerzas de
democratización, descabezándolo, dividiéndolo, cooptándolo. Finalmente, el
estado apertura las fronteras nacionales al gran capital transnacional,
transformando las condiciones materiales y jurídicas internas para atraer la
inversión privada extranjera.
5. El
estado siempre estuvo presente en el proceso de acumulación de capital. En
general, puede afirmarse que el estado interviene en la esfera productiva y
cumple con sus funciones sociales en la medida en que la correlación de fuerzas
es más favorable para las clases populares. Y a la inversa: cuando la
correlación de fuerzas es desfavorable a las clases populares, el estado tiende
a abandonar sus funciones sociales y a desaparecer de la esfera productiva. Pero,
paradójicamente, como advierte Samir Amin, el capitalismo funciona mejor cuando
la correlación de fuerzas es más favorable a las clases populares y le impone
al capital lógicas distintas a la suya.
6. En
cualquiera de los dos casos el estado no deja de ser capitalista. El estado
tiene, pues, una naturaleza de clase,
como ejemplarmente insistió Lenin en El
Estado y la revolución. En los dos casos el estado está al servicio de la
reproducción del capitalismo. Ahora bien, el fin supremo de la izquierda
radical es el socialismo, un nuevo estado, una nueva sociedad, el hombre nuevo.
Para alcanzar esta meta, esta izquierda debe elaborar una estrategia de poder, concordante con el momento que le toca
vivir.
7. Desde
hace poco más de diez años una nueva correlación de fuerzas empezó a
configurarse en el mundo, y tiene en América Latina a su epicentro. Por
mencionar solamente algunos hitos, que desde luego no son más que la punta del
iceberg, en 1998 triunfa Hugo Chávez en las elecciones generales de Venezuela,
en diciembre de 2005 triunfa Evo Morales en Bolivia y el 2006 triunfa Rafael
Correa en Ecuador. Estos gobiernos imprimen al estado un rol más importante en
la actividad productiva, en el control y la distribución del excedente
económico en el espacio interior. A su vez, el estado retoma sus funciones
sociales, alcanzando en el plano social algunos logros, al mismo tiempo que en
el plano internacional se oponen a ciertas políticas del imperio estadounidense
(firma de tratados de libre comercio con este país, etc.).
8. Pero,
evidentemente, ni el estado ni las sociedades de estos países han dejado de ser
capitalistas. Es la nueva correlación de fuerzas, producto de un nuevo ascenso
de los movimientos sociales, la que le ha devuelto al estado su función social,
sin dejar por ello de ser
capitalista, más allá de cualquier retórica. Y habrá que observar todavía que
al parecer la clase dominante como tal
se ha visto ampliamente favorecida desde el punto de vista económico.
9. Hoy en
día el Estado de bienestar en Europa occidental ha entrado en su fase de
liquidación total. El estado en estos países es fundamental para favorecer la
acumulación de los grandes bancos y empresas, impidiendo su bancarrota, e
imponer un conjunto de políticas públicas para descargar la crisis en las
espaldas de los trabajadores. Mientras que en Europa los derechos de los
trabajadores son liquidados, en América Latina tiende a ocurrir lo contrario. Dentro
de este marco de análisis, Europa retrocede, América Latina avanza. Pero el
avance de América Latina contiene una contradicción:
de un lado expresa más o menos activamente la nueva correlación de fuerzas
entre las clases sociales, más favorable a las clases populares; de otro, le
permite una salida al capitalismo, lo robustece, lo reafirma. Es evidente que hoy
no existe un proyecto
revolucionario, de superación del capitalismo. Al contrario, el estado palanquea
el desarrollo del capitalismo, y la izquierda radical debe buscar ir más allá de la situación actual.
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