lunes, 1 de abril de 2024

Stalin

Millones de Muertos:

de Hitler y Hearst a Cinquest y Solzjenitsyn 

La historia de los supuestos millones de presos y muertos en los campos de trabajo y los muertos por el hambre en la Unión Soviética en los tiempos de Stalin. 

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Mario Sousa 

En el mundo en que vivimos, ¿quién escapa de las terribles historias de muertes y supuestos asesinatos en los Gulag, campos de trabajo de la URSS? ¿Quién logra escapar de las historias de millones de muertos por el hambre y de los millones de opositores ejecutados en la Unión Soviética en los tiempos de Stalin? 

En el mundo capitalista se repiten infinitamente estas historias en los libros, en los periódicos, en las radios, la televisión, en el cine y el mito decenas de millones de víctimas que el socialismo habría causado, han crecido ilimitadamente en los últimos 50 años. Pero en realidad ¿de dónde provienen estas historias y cifras? ¿Quiénes están detrás de todo esto? Y otra pregunta: ¿qué hay de verdad en éstas historias? Por ejemplo: ¿cuál es la información existente en los archivos de la URSS que anteriormente eran secretos y que fueron abiertos en 1989 por Gorbatjov? Según los mitómanos, todas esas historias de millones de muertos en la Unión Soviética de Stalin se confirmarían el día en que los archivos fuesen abiertos. ¿Fue lo acontecido? ¿Fueron confirmados tales mitos? En el artículo a continuación mostraremos de dónde vienen y quiénes están detrás de estas historias de millones de muertos en campos de trabajo y por el hambre en la Unión Soviética de Stalin. 

El autor del texto, después de haber estudiado el resultado de las investigaciones efectuadas en los archivos de la URSS, nos informa con cifras concretas sobre el verdadero número de presos, años de prisión y verdadero número de muertos y condenados a muerte en la Unión Soviética. ¡La realidad es bien diferente a los mitos! 

El autor del texto, Mario Sousa es militante del Partido Comunista KPML(r) de Suecia y el artículo fue escrito en sueco para el periódico del partido Proletären (El Proletario), donde fue publicado en abril de 1998.

 

En línea recta a través de la historia: ¡De Hitler y Hearst a Conquest y Solzjenitsyn! 

En 1933, la situación política en Alemania sufrió transformaciones las cuales han dejado huellas en la historia mundial. El 30 de enero de aquel año, Hitler fue nombrado canciller y una nueva forma de gobernar comienza a delinearse con violencia y sin respeto por las leyes. 

Para consolidar el poder, los nazis convocaron a nuevas elecciones para el día 5 de marzo, utilizando toda la propaganda a su alcance para asegurar un resultado victorioso. 

El 27 de febrero -una semana antes de las elecciones- los nazis incendiaron el parlamento acusando a los comunistas de ser los autores del delito. El partido comunista fue prohibido y muchos militantes comunistas fueron arrestados. 

En las elecciones, los nazis obtuvieron 17,3 millones de votos y 288 diputados con un 48% del electorado. En Noviembre de 1932 habían obtenido 11,7 millones de votos y 196 diputados. 

Después de ilegalizar a los comunistas, los nazis comenzaron a perseguir a los socialdemócratas y al movimiento sindical. Los primeros campos de concentración fueron abiertos llenándose con hombres y mujeres de izquierda. 

Mientras tanto, continuaba aumentando el poder de Hitler en el parlamento con el apoyo de la derecha. El día 24 de marzo, Hitler logra la promulgación de una ley en el parlamento que le confirió poderes absolutos para gobernar Alemania durante 4 años sin necesidad de consulta parlamentaria. 

A partir de ese momento comenzaron las persecuciones abiertas a los judíos enviándolos a los campos de concentración en donde ya se encontraban comunistas y socialdemócratas de izquierda. 

Hitler continuó la carrera por el poder total rompiendo con todos los acuerdos internacionales de 1918 que imponían restricciones armamentistas e impedían la militarización de Alemania. El rearmamento de Alemania se aceleró. 

Esta era la situación política internacional cuando el mito de los millones de muertos en la Unión Soviética comenzó a crearse.

 

Ucrania: ¡Espacio vital de Alemania! 

Junto a Hitler en el gobierno alemán se encontraba Jossef Goebbels, Ministro de Propaganda y máximo responsable de inculcar en el pueblo alemán el sueño del nazismo: un pueblo de raza pura viviendo en la Gran Alemania y un país con un gran espacio vital. Una parte de este espacio -un territorio mucho mayor que Alemania- sería conquistado en el Este e incorporados a la nación alemana. 

En 1925, en el libro "Mein Kampf”, Hitler había señalado ya que Ucrania era parte del territorio alemán. Ucrania y otras regiones del Este de Europa pertenecerían a la nación alemana para ser utilizadas en forma “correcta”. Según la propaganda nazi, la espada alemana “liberaría” esas tierras para luego ¡hundir el arado alemán! Con las técnicas y las empresas alemanas, Ucrania se transformaría en una tierra productora de cereales para Alemania. Pero primero los alemanes tenían que liberar a Ucrania de los “seres humanos inferiores” que allí habitaban, los cuales -según la propaganda nazi- serían utilizados como fuerza de trabajo esclava en los hogares, en las fábricas, en la agricultura y en todos los lugares donde la economía alemana lo necesitase. La conquista de Ucrania y otras regiones de la Unión Soviética implicaba necesariamente la guerra en contra de la URSS y era necesario prepararla a largo plazo. Para estos efectos el Ministerio de Propaganda nazi dirigido por Goebbels inició en 1934 una campaña de supuesto genocidio hecho por los bolcheviques en Ucrania. Esta se trataba de una terrible catástrofe de hambre que habría sido provocada por Stalin para someter y obligar a los campesinos a aceptar una política socialista. El objetivo de la campaña nazi era la de preparar a la opinión pública mundial para la “liberación” de Ucrania por las tropas alemanas. A pesar de grandes esfuerzos y que los textos de la propaganda alemana fueron publicados en la prensa inglesa, la campaña nazi sobre el “genocidio” en Ucrania no fue un gran suceso a nivel mundial. Era evidente que Hitler y Goebbels necesitaban ayuda para respaldar las calumnias sobre la Unión Soviética. ¡La ayuda la encontraron en los EEUU de Norteamérica!

 

William Hearst, un amigo de Hitler. 

William Randholph Hearst era un multimillonario norteamericano que ayudó a los nazis en la guerra psicológica contra la URSS. Hearst era un redactor norteamericano conocido como “el padre” de la prensa amarilla y sensacionalista. William Hearst comenzó la carrera de redactor en 1885 cuando su padre, George Hearst (millonario de la industria minera, senador y redactor), le regaló la dirección del periódico San Francisco Daily Examiner. Así comenzó también el imperio periodístico de Hearst que de una manera definitiva dejaría huellas profundas en la vida diaria y en los conceptos de los norteamericanos. 

Después de la muerte de su padre, William Hearst vendió todas las acciones de la industria minera que heredó y comenzó a invertir el capital en los medios de comunicación. La primera compra que hizo fue el New York Morning Journal, un periódico de tipo tradicional que Hearst transformó totalmente en un diario sensacionalista. Las noticias eran compradas a cualquier precio y cuando no había crueldades o crímenes violentos para contar, los periodistas y fotógrafos debían de "arreglar” el asunto y justamente esta es una de las características de la "prensa amarilla”: escribir mentiras y crueldades arregladas como verdades. Las mentiras de Hearst lo hicieron millonario y una de las personas más importantes del mundo del periodismo, siendo en 1935 uno de los hombres más ricos del mundo con una fortuna avaluada en 200 millones de dólares. 

Después de la compra del Morning Journal, Hearst continuó comprando y fundando periódicos y semanarios por todos los EE UU. En la década de los años cuarenta, William Hearst era propietario de 25 periódicos, 24 semanarios, 12 emisoras de radio, 2 agencias de noticias, un servicio informativo para el cine, la empresa cinematográfica Cosmopolitan y mucho más. En 1948 compró una de las primeras estaciones de televisión de los EEUU, la WBAL-TV en Baltimore. La prensa de Hearst vendía ¡13 millones de ejemplares! y tenía cerca de ¡40 millones de lectores al día! ¡Casi un tercio de la población adulta de USA leía diariamente la prensa de Hearst! Y aún más, millones de personas en el mundo recibían la información de la prensa de Hearst a través de las agencias de noticias, películas y una serie de revistas que eran traducidas y editadas en grandes cantidades en todo el mundo. 

Las cifras anteriormente mencionadas muestran muy bien de qué manera el imperio de Hearst influenció la vida política norteamericana y la vida política del mundo en general durante muchos años. Entre otras cosas por ejemplo: en contra de la participación de EE UU al lado de la URSS en la Segunda Guerra mundial y las campañas anticomunistas de McCarty en la década de los años cincuenta. 

Las ideas de William Hearst eran extremadamente conservativas, nacionalistas y anticomunistas. Su política era una política de extrema derecha. En 1934 hizo un viaje a Alemania donde fue recibido por Hitler como invitado y amigo. Después de este viaje, los periódicos de Hearst se volvieron aún más reaccionarios y siempre con artículos en contra del socialismo, en contra de la Unión Soviética y en especial en contra de Stalin. 

Hearst intentó también utilizar abiertamente sus periódicos para hacer propaganda nazi a través de una serie de artículos de Herman Göring, la mano derecha de Hitler. Pero producto de las protestas de muchos lectores fue obligado a suspender la publicación y retiró los artículos de Göring. 

Después de visitar a Hitler, los periódicos sensacionalistas de Hearst salían llenos de "revelaciones” sobre acontecimientos terribles en la Unión Soviética. Asesinatos, genocidios, trabajo esclavo, lujo de los gobernantes y muerte para el pueblo eran a diario las grandes "noticias”. El material era entregado a Hearst por la Gestapo, la policía política de la Alemania nazi. 

En las primeras páginas de los periódicos había muchas veces caricaturas con imágenes falsas de la Unión Soviética donde Stalin era retratado como un asesino cuchillo en mano. No debemos olvidar que estos artículos eran leídos por ¡40 millones de personas en los EE UU y millones en otras partes del mundo!

 

El mito del hambre en Ucrania. 

Una de las primeras campañas de la prensa de Hearst en contra de la URSS fue los supuestos millones de muertos, víctimas del hambre en Ucrania. La campaña se inició el 18 de febrero de 1935 en el periódico Chicago American con un titular en la primera página: "Seis millones de muertos por el hambre en la Unión Soviética”. 

Utilizando material llegado desde Alemania nazi, el magnate de la prensa y simpatizante del nazismo William Hearst, comenzó a publicar historias fantásticas sobre un genocidio provocado por los bolcheviques con el resultado de millones de muertos por el hambre en Ucrania. 

La realidad era bien diferente. Lo que había sucedido en la Unión Soviética al comienzo de la década de los años treinta era una gran lucha de clases en que los campesinos pobres y sin tierras se levantaron en contra de los grandes terratenientes ricos -los Kulakos- e iniciaron la lucha por los colectivos agrícolas, Koljozes. Esta gran lucha de clases que envolvió directa o indirectamente a 120 millones de campesinos, causó inestabilidad en la producción agrícola y en algunas regiones la falta de productos alimenticios. La falta de comida debilitaba a las personas y contribuía a aumentar las víctimas de epidemias infecciosas. Este tipo de epidemias era un acontecimiento tristemente común en el mundo por aquella época.

     Entre 1918 y 1920 una epidemia conocida como la gripe española produjo millones de muertos en los EEUU y 20 millones murieron en Europa, pero nadie acusó a esos gobiernos de matar a sus ciudadanos. El hecho es que los gobiernos nada podían hacer en contra de epidemias de esa índole. 

Durante la Segunda Guerra mundial apareció la penicilina y las infecciones pudieron ser combatidas con éxito a fines de la década de los años cuarenta. 

Los artículos de la prensa de Hearst sobre los millones de muertos por el hambre en Ucrania que había sido "provocada por los comunistas” eran detallados y terribles. La prensa de Hearst utilizó todo a su alcance para hacer de las mentiras una realidad haciendo que la opinión pública en los países capitalistas se volviese fuertemente en contra de la Unión Soviética. Así se originó el primer mito de los millones de muertos en la URSS. 

Una ola de protestas contra el hambre "provocada por los comunistas” continuó en la prensa Occidental y nadie quiso escuchar los desmentidos de la Unión Soviética. ¡Las mentiras de la prensa de Hearst en 1934 tuvieron que esperar hasta 1987 para ser completamente desenmascaradas! Durante más de 50 años y basados en estas calumnias varias generaciones en todo el mundo fueron influenciadas para tener una visión negativa del socialismo y de la URSS.

 

El imperio de Hearst en 1998. 

William Hearst murió en 1951 en su casa de Beverly Hills, en California. Hearst dejó un imperio de las comunicaciones de masa que aún hoy continúa repartiendo por el mundo sus mensajes reaccionarios. La empresa The Hearst Corporation es una de las más grandes del mundo y cuenta con más de 100 compañías donde trabajan 15.000 personas. El imperio hoy día cuenta con periódicos, revistas, libros, radio, televisión, TV-Cable, agencias noticiosas y multimedia.

 

¡52 años para desenmascarar una mentira! 

La campaña de desinformación de los nazis referente a Ucrania no terminó con la derrota de la Alemania nazi en la Segunda Guerra mundial. Las mentiras nazis fueron retomadas por la CIA y el MI 5 británico y tuvieron siempre garantizado un lugar en la guerra de propaganda en contra de la Unión Soviética. 

Las campañas anticomunistas de Mc Carthy en los EEUU después de la Segunda Guerra mundial, también sobrevivieron a costa de “los millones de muertos por el hambre en Ucrania”. En 1953, fue publicado en los EEUU un libro sobre este tema bajo el título: “Black deeds of the Kremlin” (Los Sucesos Negros del Kremlin). La publicación fue pagada por refugiados ucranianos en los Estados Unidos. Gente que había colaborado con los nazis durante la Segunda Guerra mundial y que el gobierno de los Estados Unidos había otorgado asilo político presentándolos al mundo como demócratas. 

Cuando Reagan fue elegido presidente de los EEUU e inició su campaña anticomunista en la década de los años 80, se reanudó la propaganda de los "millones de muertos en Ucrania”. En 1984, un profesor de la Universidad de Harvard editó un libro con el título: "The Human life in Russia”, ("La vida humana en Rusia”) en el cual estaba incluido el material falso de la prensa nazi de Hearst de 1934.

       Así fueron reeditadas en 1984 las mentiras y falsificaciones nazistas de los años 30, pero ahora con la fachada respetable de una Universidad norteamericana. 

La historia no termina aquí. En 1986 se publicó otro libro sobre el tema con el título: "Haverst of sorrow”, escrito por el ex agente de la policía británica Robert Conquest que es hoy día profesor de la Universidad de Stanford en California. Por el "trabajo” con este libro recibió 80.000 dólares de la Asociación Nacional Ucraniana. Esta misma asociación pagó también una película cinematográfica en 1986 con el nombre: "The Harvest of Despair” que entre otras cosas utilizó el material de Conquest. A estas alturas, las cifras presentadas en los EEUU acerca de los "muertos por el hambre en Ucrania” eran ¡ya 15 millones! No obstante, el material presentado en la prensa, libros y películas norteamericanas era completamente falso. El periodista canadiense Douglas Tottle, demostró con rigor esa falsificación en su libro "Fraud, Famine and Fascism; The Ucrainian Genocide Myth From Hitler to Harvard”, editado en Toronto en 1987. Entre otras cosas, Tottle demostró que el material fotográfico presentado (fotografías horribles de niños desnutridos), fue sacado de publicaciones del año 1922 cuando millones de personas murieron en la guerra y por el hambre cuando 14 ejércitos extranjeros invadieron la URSS durante la guerra civil de 1918 a 1921. Douglas Tottle nos lleva también a las fuentes periodísticas de 1934. Los reportajes sobre el hambre y las reseñas de viajes de los periodistas nos muestran la mezcla de mentiras publicadas en la prensa de Hearst. El periodista que durante mucho tiempo había enviado reportajes y fotografías de las llamadas zonas de hambre, un cierto Thomas Walker, nunca había estado en Ucrania. El había visitado Moscú durante cinco días. Este hecho fue revelado por el periodista Louis Fisher por aquel tiempo corresponsal en Moscú del periódico norteamericano The Nation. Fisher reveló también que el periodista M. Parrott, un verdadero corresponsal en Moscú de la prensa de Hearst, había enviado reportajes que nunca fueron publicados sobre las cosechas con muy buenos resultados en 1933 en la URSS y sobre una Ucrania soviética en desarrollo. Tottle nos muestra también que el periodista que hacía los reportajes sobre el hambre para Hearst, el tal Thomas Walker, en realidad se llamaba Robert Green y era un condenado, ¡fugado de una prisión estatal de Colorado! Este Walker alias Green, fue recapturado cuando regresó a los EEUU y confesó ante un tribunal que él jamás había estado en Ucrania. Todas esas mentiras sobre los millones de muertos de hambre en Ucrania en los años treinta "provocada por Stalin” ¡solo vinieron a ser conocidas y comprobadas en 1987! El nazista Hearst, el agente de la policía Conquest y otros, han engañado a millones de personas con sus mentiras y falsos reportajes. Aún hoy día aparecen las historias del nazista Hearst en libros recién editados por escritores pagados por la derecha. 

La prensa de Hearst con una posición monopolista en muchas ciudades de los EEUU y con agencias de noticias en todo el mundo fue un gran megáfono de la Gestapo en el mundo. En un mundo dominado por el capital monopolista fue posible a la prensa de Hearst transformar las mentiras de la Gestapo en verdades en muchos periódicos, estaciones de radio y, más tarde, en la televisión de todo el mundo. 

Cuando la Gestapo desapareció, continuó la guerra sucia de propaganda contra del socialismo en la Unión Soviética, ahora patrocinado por la CIA. Las campañas anticomunistas en la prensa norteamericana continuaron al mismo nivel. Negocios como siempre; primero la Gestapo, después la CIA.




Stalin. Historia y Crítica de Una Leyenda Negra

(2)

Domenico Losurdo

En pos de una comparativa global

De modo que, más aún que la Guerra fría, es otro acontecimiento histórico el que imprime un giro radical a la historia de la imagen de Stalin; el discurso de Churchill del 5 de marzo de 1946 tiene un papel menos importante que otro discurso, el pronunciado diez años después, para ser más exactos el 25 de febrero de 1956, por Nikita Kruschov en ocasión del XX Congreso del partido comunista de la Unión Soviética.

Durante más de tres decenios este Informe, que dibujaba el retrato de un dictador enfermizamente sanguinario, vanidoso y bastante mediocre —o incluso ridículo— en el plano intelectual, ha satisfecho a casi todos. Permitía al nuevo grupo dirigente que gobernaba la URSS el presentarse como el depositario único de la legitimidad revolucionaria en el ámbito del país, del campo socialista y del movimiento comunista internacional, que miraba a Moscú como su centro neurálgico. Reforzado en sus antiguas convicciones y con nuevos argumentos a disposición para emprender la Guerra fría, también Occidente tenía razones para estar satisfecho o entusiasta. En los Estados Unidos la sovietología había manifestado la tendencia a desarrollarse alrededor de la CIA y otras agencias militares y de intelligence, previa eliminación de los elementos sospechosos de albergar simpatías por el país de la Revolución de Octubre24. Se había perfilado un proceso de militarización de la disciplina clave para el desarrollo de la Guerra fría; en 1949 el presidente de la American Historical Association había declarado: «No nos podemos permitir no ser ortodoxos», ya no se permitirá más la «pluralidad de objetivos y de valores». Es necesario aceptar «amplias medidas de alistamiento» puesto que la «guerra total, sea caliente o fría, nos recluta a cada uno de nosotros y nos llama a cumplir con nuestro deber. De esta obligación se libra tan poco el historiador como el físico»25. En 1956 no sólo no se disipa la fuerza de estas consignas, sino que a partir de entonces, una sovietología más o menos militarizada puede disfrutar de la comodidad y apoyo proveniente del mismo corazón del mundo comunista.

Es verdad; más que el comunismo en cuanto tal, el Informe Kruschov ponía bajo el dedo acusador a una única persona, pero en aquellos años era oportuno, también desde el punto de vista de Washington y de sus aliados, no ampliar demasiado el blanco, y concentrar el fuego sobre el país de Stalin. Con la firma del «pacto balcánico» de 1953, firmado con Turquía y Grecia, Yugoslavia se convirtió en una especie de miembro externo de la OTAN, y unos veinte años después también China cerrará con los EEUU una alianza de facto contra la Unión Soviética. Es a esta superpotencia a la que hay que aislar, y a la que se insta a realizar una "desestalinización" cada vez más radical, hasta quedar privada de toda identidad y autoestima, y tener que resignarse a la capitulación y a la disolución final.

Finalmente, gracias a las "revelaciones" provenientes de Moscú, los grandes intelectuales podían olvidar tranquilamente el interés, la simpatía e incluso la admiración con la que habían mirado hacia la URSS estaliniana. Además de estos, también los intelectuales que tenían en Trotsky su punto de referencia encontraron consuelo en aquellas "revelaciones". Durante mucho tiempo había sido este último quien había encarnado, a ojos de los enemigos de la Unión Soviética, la ignominia del comunismo, y el que había sido el representante privilegiado del "exterminador", es más, el «exterminador judío» (vid. infra, pp. 268); todavía en 1933, exiliado ya desde hacía algunos años, para Spengler, Trotsky continuaba representando al «bolchevique asesino de masas» (bolschewistischer Massenmórder)26. A partir del giro realizado en el XX Congreso del PCUS, en el museo de los horrores se colocó solamente a Stalin y sus colaboradores más estrechos. Sobre todo, ejerciendo su influencia bastante más allá del ámbito trotskista, el Informe Kruschov cumplía una función de consuelo en los ambientes de cierta izquierda marxista, que se sentía así exonerada de la penosa obligación de repensar la teoría del Maestro y la historia de los efectos desplegados por ella. Es cierto, en vez de extinguirse, en los países gobernados por comunistas el Estado se encontraba bastante sobredimensionado; lejos de disolverse, las identidades nacionales cumplían un papel cada vez más importante en los conflictos que llevarían al desmembramiento y entierro definitivo del campo socialista; no se vislumbraba signo alguno de superación del dinero o del mercado, que con el desarrollo económico acaso tendían a expandirse. Sí, todo era incontestable, pero la culpa era... ¡de Stalin y del "estalinismo"! Y por lo tanto no había razones para poner en discusión las esperanzas o certezas que habían acompañado a la revolución bolchevique y que remitían a Marx.

Pese a encontrarse en posiciones contrapuestas, estas áreas político ideológicas elaboraban una imagen de Stalin a partir de abstracciones colosales, arbitrarias. En la izquierda se procedía a una virtual eliminación de la historia del bolchevismo, y con mayor razón de la historia del marxismo, de aquél que durante más tiempo que ningún otro había ejercido el poder en el país surgido de la revolución preparada y llevada a cabo según las ideas de Marx y Engels. A su vez, los anticomunistas sobrevolaban con desenvoltura tanto la historia de la Rusia zarista como la historia de la Segunda guerra de los treinta años, en cuyo ámbito se coloca el desarrollo contradictorio y trágico de la Rusia soviética y de los tres decenios estalinianos. Y así cada una de las diferentes áreas político-ideológicas tomaba impulso del discurso de Kruschov para cultivar su propia mitología, ya se tratase de la pureza de Occidente, o de la pureza del marxismo y del bolchevismo. El estalinismo era el terrible término de comparación que permitía a cada uno de los antagonistas el autocelebrarse, por contraste, en su infinita superioridad moral e intelectual.

Basadas en abstracciones notablemente diferentes entre ellas, estas lecturas acababan sin embargo produciendo cierta convergencia metodológica. Al investigar el terror sin prestar demasiada atención a la situación objetiva, lo reducían a la iniciativa de una única personalidad o de una restringida clase dirigente, decidida a reafirmar por todos los medios su poder absoluto. A partir de tal presupuesto, si se podía comparar a alguna otra gran personalidad política, esta sólo podía ser la de Hitler; por consiguiente, para el fin de la comprensión de la URSS estaliniana, la única comparación posible era con la Alemania nazi. Es un motivo que se repite ya a finales de los años treinta con Trotsky, que recurre repetidas veces a la categoría de «dictadura totalitaria» y, en el ámbito de este genus, distingue, por un lado, la species «estalinista» y, por el otro, la «fascista» y sobre todo la hitleriana27, recurriendo a una contextualización que se convertirá después en el sentido común de la Guerra fría y en la ideología hoy dominante.

¿Es convincente este modo de argumentar, o conviene más bien recurrir a una comparativa global, sin perder de vista ni la historia de Rusia en su totalidad ni los países implicados en la Segunda guerra de los treinta años? Es verdad, de este modo se procede a una comparación entre países y líderes con características bastante diferentes entre ellas; pero tal diversidad, ¿debe explicarse exclusivamente a través de las ideologías, o juega también un papel importante la situación objetiva, es decir, la colocación geopolítica y el bagaje histórico de cada uno de los países implicados en la Segunda guerra de los treinta años? Cuando hablamos de Stalin, nuestro pensamiento nos lleva inmediatamente a la personalización del poder, al universo concentracionario, a la deportación de grupos étnicos enteros. Sin embargo, estos fenómenos y prácticas, ¿remiten solamente a la Alemania nazi, aparte de la URSS, o se manifiestan también en otros países, en modalidades diferentes según la mayor o menor intensidad del estado de excepción y de su duración más o menos extensa, incluidos aquellos con una tradición liberal más consolidada? Desde luego, no se debe perder de vista el papel de las ideologías; pero la ideología de la que Stalin se reclama heredero, ¿puede realmente equipararse a la que inspira a Hitler, o en este campo, llevada a cabo sin prejuicios, la comparación acaba produciendo resultados inesperados? En perjuicio de los teóricos de la "pureza", debe tenerse en cuenta que un movimiento o régimen político no puede ser juzgado en base a la excelencia de los ideales en los que declara inspirarse: en la valoración de estos mismos ideales no podemos pasar por alto la Wirkungsgeschichte, la «historia de los efectos» producidos por ellos; pero tal aproximación, ¿debe aplicarse globalmente, o solamente al movimiento que se inspiró en Lenin o Marx?

Estos interrogantes se muestran superfluos o incluso engañosos a aquellos que omiten el problema de la cambiante imagen de Stalin basándose en la creencia de que Kruschov habría sacado a la luz finalmente la verdad oculta. No obstante, daría muestra de una total despreocupación metodológica el historiador que quisiese considerar 1956 como el año de la revelación definitiva y última, sorteando descaradamente los conflictos e intereses que estimulaban la campaña de desestalinización y sus diversos aspectos, y que aún antes habían animado la sovietología de la Guerra fría. El contraste radical entre las diversas imágenes de Stalin debería animar al historiador no sólo a no absolutizar una sola, sino más bien a problematizarlas todas.

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Notas:

(24) Gleason 1995), p.121.

(25) Cohén 1986), p. 13.

(26) Spengler 1933), p. 86, nota 1.

(27) Trotsky 1988), p. 1285


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