lunes, 1 de abril de 2024

Lógica dialéctica

El Análisis y su Esencia

M. M. Rosental

GENERALMENTE EL ANÁLISIS se define como la forma, el procedimiento, de descomposición de un todo en partes y como cognición de cada una de ellas; se contrapone a la síntesis, procedimiento de unión de las partes en un todo. Esto, en líneas generales, es cierto; pero aún no constituye la verdad completa ni la verdad más profunda acerca del análisis y la síntesis. Sólo cabe llegar a comprender su verdadera esencia cuando se toma en consideración el cuadro general del movimiento del conocer. Hemos dicho ya que el proceso del conocimiento se inicia con la representación global de los fenómenos que surgen en su conexión externa ante el sujeto cognoscente. El punto inicial del conocer es, siempre, algo concreto visto como no divisible en sus elementos componentes. Ver en la conexión externa de los fenómenos, en el torrente de su movimiento, lo que constituye su base, su esencia, lo que los liga en una unidad, es obra del conocimiento. Para ello es necesario dividir el todo en partes. En esto radica el inmenso valor cognoscitivo del análisis. Por tanto, el análisis es, realmente, la descomposición del todo en partes (mental o real, como por ejemplo en los experimentos físicos, químicos y otros).

No obstante, la descomposición del todo en partes no constituye un fin en sí. Si limitáramos a ello la esencia del análisis, lo concebiríamos de manera mecanicista. Descomponiendo de esta manera un todo, lo fosilizamos, y la cognición no alcanza su fin capital: descubrir la esencia interna y las bases de la diversidad de las cosas. Es, precisamente, esta faceta externa del análisis la única que ven ciertos idealistas (por ejemplo, los intuicionistas). Tales filósofos llegan a la conclusión de que el análisis sólo es capaz de dejar sin vida lo que la tiene y le contraponen la intuición como único medio para llegar al conocimiento de la esencia de las cosas.

Ahora bien, el análisis no se reduce simplemente a la descomposición de un todo en sus partes. La descomposición no es sino un recurso del que se vale el conocer para descubrir en la diversidad de fenómenos, en la multiplicidad de propiedades y facetas de la cosa, lo capital, lo esencial, que constituye la "base genética” de los mismos. Sin una desmembración semejante, no es posible alcanzar el objetivo señalado; ahora bien, el examen analítico del objeto no sólo no le deja sin vida, sino que, por el contrario, constituye el procedimiento —y es el único— que nos lleva al conocimiento del objeto en lo que tiene de "vital”. Por vivas que sean las percepciones inmediatas de la cosa como conjunto de muchas partes y propiedades, de muchos nexos y relaciones, el conocimiento que proporcionan nos será de poca utilidad si no conocemos los fundamentos de tales propiedades y facetas, su nexo decisivo y su relación básica con las otras cosas. La función más profunda del análisis estriba en proporcionar un conocimiento de la cosa en la unidad de sus aspectos y propiedades, en mostrar el fundamento que los enlaza en una unidad y que se revela en cualquier propiedad, en cualquier faceta de la cosa.

Veamos, por ejemplo, cómo procede V. I. Lenin en el análisis de un fenómeno tan complejo y diverso como el imperialismo. Lenin desintegra mentalmente este todo en sus caracteres básicos. Sabido es que reduce los caracteres del imperialismo a cinco. Pero Lenin no se limita a descomponer él fenómeno dado en sus partes componentes. Mediante su análisis, demuestra que el rasgo decisivo del imperialismo, la unidad que conecta todos sus aspectos y propiedades, la fuente de que fluyen todas las diversas manifestaciones del estadio imperialista del capitalismo, es el monopolio.

Ninguna inducción es idónea para descubrir y entrar en conocimiento de esa base. En casos análogos, la inducción no sirve más que de fase preparatoria para el examen analítico del fenómeno; es un recurso para acumular observaciones y hechos, ayuda a delimitar algunos caracteres y propiedades generales del proceso. Para descubrir la esencia del imperialismo, es necesario examinar el modo capitalista de producción en su desarrollo, es preciso encontrar su tendencia fundamental, ver que el monopolio brota del proceso en virtud del cual se concentran la producción y el capital, y es el resultado, la conclusión de dicho proceso.

El análisis llena el vacío que deja la insuficiencia de la inducción: el carácter problemático de sus conclusiones. Las casualidades no pueden ejercer una influencia esencial sobre el resultado del análisis, pues éste se orienta no sólo a tomar los hechos singulares en lo que tienen de común, sino en encontrar lo que tienen de esencial, su base. Por ejemplo, ninguna manifestación nueva del imperialismo puede dejar en suspenso su rasgo principal: el de ser el estadio, en el desarrollo del capitalismo, en que los monopolios adquieren esencial importancia. Los revisionistas contemporáneos han descubierto lo "nuevo” en el hecho de que el Estado burgués, en los países capitalistas, ha adquirido un mayor influjo sobre el curso de la vida económica de modo que concentra en sus manos un número cada vez mayor de empresas y otras palancas económicas; en el hecho de que el capitalismo, actualmente, ya es en alto grado capitalismo estatal. De ahí sacan conclusiones en el sentido de que el capitalismo deja de ser capitalismo y su estructura adopta un número cada vez mayor de facetas socialistas, se va transformando, insensiblemente, en socialismo.

No hay duda de que en los países burgueses se acentúan las tendencias del capitalismo de Estado. Mas este proceso, en primer lugar, no es nuevo. Lenin comprobó la existencia de este fenómeno ya cuando investigó el estadio imperialista del capitalismo. Del análisis de la esencia del imperialismo llegó a la conclusión de que los monopolios capitalistas vendrían a unirse con el Estado y el capitalismo monopolista estatal aumentaba. En segundo lugar, el hecho mismo de que se acreciente el peso específico de las empresas monopolistas estatales sólo puede comprenderse teniendo en cuenta la esencia del imperialismo, es decir, de su naturaleza monopolista. Desde luego, el capitalismo de Estado colectiviza la producción, en la sociedad burguesa, en mayor grado que la simple unión monopolista. Pero en esa colectivización no hay nada del modo de producción socialista; el hecho no es más que una tendencia general objetiva del desarrollo, en la época histórica presente y atestigua hasta qué punto ha madurado y se ha hecho necesario el paso del capitalismo al socialismo.

El enorme significado del análisis, del procedimiento analítico de investigación, estriba en que éste permite, por así decirlo, arrancar toda "máscara” a los fenómenos, liberarlos de la "apariencia” externa que tergiversa la esencia en que éstos se apoyan. En este sentido, el análisis ha de verse como instrumento de cognición de las contradicciones que se dan entre la esencia y la manifestación externa de las cosas. Ha de tenerse en cuenta, además, que la esencia de las cosas presenta muchas gradaciones y capas, es decir, hay una esencia menos profunda, más próxima a la superficie de las cosas, y una esencia más profunda, que explica los fundamentos más recónditos de las mismas. Si el análisis se detiene en alguna esencia de primer o segundo grado y no se adentra hasta la esencia más honda del fenómeno, el objeto que se investiga se nos presenta desfigurado.

Es interesante mostrar esta particularidad del análisis recurriendo al material contenido en los “Manuscritos económico filosóficos del año 1844” de Marx. Hacerlo así es tanto más importante cuanto que los enemigos actuales del marxismo, para falsificar el socialismo científico, intentan aprovechar el concepto de "enajenación” analizado en dicho trabajo. Dejando intencionadamente aparte el profundo contenido revolucionario que confirió Marx al concepto mencionado, intentan transformar la doctrina de Marx en una variedad del socialismo moral, "ético”.

En los "Manuscritos económico-filosóficos del año 1844”, Marx no hacía sino entrever el camino para llegar a comprender la explotación capitalista y concebir la teoría de que es necesario buscar la única fuente del beneficio capitalista en la parte no pagada del trabajo del obrero. Marx utiliza en este lugar el concepto de "trabajo enajenado”. Dicho concepto desempeñó un importante papel en el proceso del pensar encaminado a descubrir la base más profunda del modo de producción capitalista. En su trabajo, Marx subraya que la esencia del concepto de trabajo enajenado sólo puede ser descubierta como resultado de un complejo análisis de los fenómenos.

Veamos cómo Marx se vale del análisis para ir poniendo al descubierto, una tras otra, las capas del fenómeno hasta llegar a la esencia desde la cual podía explicar todos los aspectos del fenómeno en su conjunto, en su conexión y unidad.

Marx critica la economía política burguesa porque, al analizar las relaciones entre capitalista y obrero, entre capital y trabajo, no pasa del hecho de la propiedad privada. Esto no significa que Marx ponga en duda la importancia de la categoría de propiedad privada sobre los medios de producción para comprender el régimen de la economía burguesa. Con lo que Marx no está conforme es con que los economistas se detengan en la propiedad privada, con que no vean la esencia, la fuente de la que arranca la propiedad privada misma, a la que consideran, según palabras de Marx, como un proceso material, substancial, sin ver tras él a las personas ni las relaciones entre las mismas. Para ellos, el trabajo del hombre no es nada, la propiedad privada lo es todo1. Los economistas aludidos toman el hecho de la propiedad privada como tal y no lo explican, no prosiguen el análisis del mismo, por lo que quedan sin descubrir las causas del enriquecimiento capitalista.

¿Cómo estructura su análisis Marx?

Marx parte asimismo del hecho de la propiedad privada, pero lo somete a análisis profundo. Descompone la propiedad privada en sus partes y examina sus conexiones esenciales. La propiedad privada significa, ante todo, que el producto del trabajo no pertenece a quien trabaja, a quien lo produce, sino a otra persona. El análisis lleva a Marx a la conclusión de que al trabajador se le despoja del producto del trabajo. Cuanto más trabaja el obrero, indica Marx, tanto más rico se hace el mundo de los objetos que el obrero crea, pero tanto más pobre resulta su propio mundo interior, su vida. "El obrero pone en el objeto su vida, mas, en adelante, esa vida no le pertenece a él, sino al objeto. Por consiguiente, cuanto mayor es esa actividad suya, tanto más des-objetivado está el obrero. Lo que es el producto de su trabajo no es él. Por esto, cuanto mayor es dicho producto tanto menos es él mismo”2.

El resultado es que el producto del trabajo del obrero se convierte en una fuerza externa y ajena respecto al propio obrero y le domina. No es el obrero el que impera sobre los productos de su trabajo, sino viceversa. La economía burguesa, explica Marx, “oculta la enajenación en lo tocante a la propia esencia del trabajo, por el hecho de que no somete a examen la relación directa entre el obrero (el trabajo) y la producción”3.

Tenemos pues, que, mediante el análisis de la relación entre el productor y el producto de su trabajo, Marx pone al descubierto la esencia de la propiedad privada. Pero ésta no es todavía la esencia más profunda, sino, únicamente, el primer grado de profundización en la misma. Luego, Marx comprueba que la enajenación se manifiesta no sólo en el resultado del trabajo, es decir, en el producto, sino, además, en el trabajo mismo, en el seno de la misma actividad productiva. “El producto —escribe— no es más que el resumen de la actividad, de la producción. Por consiguiente, si el producto del trabajo es una expropiación, también la producción misma ha de ser la expropiación activa, la expropiación de la actividad, la actividad de la expropiación. En la enajenación del objeto del trabajo sólo se resume la enajenación, la expropiación que tiene lugar en la actividad del trabajo mismo”4.

Debido a esta enajenación, el trabajo del obrero no le proporciona a este último, ni satisfacción ni alegría. El obrero sólo se siente él mismo fuera del trabajo; en éste, es un ser sometido. Su trabajó no es libre, sino forzado, domina sobre él como fuerza que le es externa y extraña.

Después de llegar a este grado del análisis, Marx pone todavía más al desnudo la esencia de la propiedad privada sobre los medios de producción y llega al umbral mismo del problema de los problemas, el que trata de a quién pertenecen los resultados del trabajo y el trabajo mismo de los obreros.

La respuesta a la pregunta formulada, la obtiene Marx en el último grado del análisis. Marx se pregunta: si el producto del trabajo del obrero no pertenece a este último, sino que se le enfrenta como poder extraño, ¿a quién pertenece? Si, además, la actividad del obrero y su trabajo no pertenecen a este último y, por el contrario, constituyen una fuerza extraña y coercitiva para la esencia del mismo obrero, ¿a quién pertenecen? Marx responde a tales preguntas del modo siguiente: no se apropian del producto del trabajo y del trabajo mismo ni Dios ni la naturaleza, sino otras personas. “Cuando él el obrero. -M.R.) se comporta hacia su propia actividad como hacia una actividad impuesta, se comporta hacia ella como hacia una actividad que se halla al servicio, bajo la dominación, la coerción y el yugo de otro individuo...5. Este otro individuo es el capitalista.

Estas palabras de Marx, escritas hace más de cien años, siguen caracterizando aun hoy, con una claridad que no puede ser más diáfana, el mundo que los actuales ideólogos de la burguesía, como haciendo burla, denominan "mundo libre”.

De este modo Marx, en su trabajo de juventud, recurriendo al análisis, puso al descubierto la esencia de la propiedad privada. Resumiendo su examen analítico del problema, escribió: "Tenemos, pues, que el concepto de propiedad privada se obtiene mediante el análisis del concepto de trabajo expropiado...”6. Naturalmente, la propiedad privada y el trabajo enajenado se hallan relacionados entre sí, se encuentran en un estado de interacción. También puede considerarse la propiedad privada como la causa de la enajenación del trabajo, pero es precisamente esta última, es decir, la apropiación de trabajo ajeno, la fuente de la propiedad privada misma. De modo análogo, indica Marx, los dioses constituyen, al principio, no la causa, sino el efecto del desconcierto del entendimiento, aunque más tarde los dos factores se engendran mutuamente.

Marx tomó de Hegel y de Feuerbach el concepto de enajenación. Pero ¡con cuánta mayor profundidad lo analiza! Sus antecesores no pasaron de las envolturas ideológicas externas de los fenómenos sociales, mientras que Marx, mediante su análisis, descubre en el carácter del trabajo en el régimen capitalista la razón profunda de que al hombre se le despoje del fruto de su actividad. Marx pone de manifiesto que tal enajenación se halla históricamente condicionada; demuestra que en otras condiciones — concretamente: en las del régimen socialista— no puede darse. Son igualmente opuestas las conclusiones que Hegel y Marx inferían de ese concepto. El primero suponía que la enajenación, por su carácter puramente ideológico, puede ser superada en la esfera de la pura conciencia. Marx, en cambio, veía que la "autoenajenación” del hombre sólo podía eliminarse poniendo fin a las relaciones capitalistas.

Los ideólogos burgueses y revisionistas contemporáneos se aferran al concepto de "enajenación” para tergiversar las ideas del joven Marx y contraponerlas al marxismo en conjunto. De creerles, el sentido principal de dicho concepto, según Marx, radicaba en que cabía eliminar la enajenación del trabajo sin necesidad de una revolución socialista. Pero todos esos intentos, de "reelaborar” a Marx son vanos, pues en el trabajo que examinamos, Marx demuestra que únicamente la liberación política y social de los trabajadores, la aniquilación de la propiedad privada sobre los medios de producción y el cambio de carácter del trabajo colectivo, pueden proporcionarnos una base para superar la enajenación de todas las "fuerzas esenciales” del hombre. Las relaciones de la esclavitud existente bajo el régimen capitalista, escribió Marx, no son sino modificaciones y consecuencias de la relación económica entre el proletariado y la burguesía. De ahí que únicamente la emancipación social del obrero puede acabar con esas relaciones y dar la libertad al hombre, devolverle las fuerzas que el régimen capitalista le contrapone después de desposeerle de ellas.

Más tarde, sobre todo, en "El Capital”, Marx no estructura su análisis económico basándose en el concepto de trabajo enajenado. En la base de "El Capital” figura el concepto de plusvalía, sillar de la economía política del capitalismo. Pero el análisis del concepto de "enajenación” en una determinada etapa desempeñó su papel histórico. El significado principal de dicho análisis consistió en que, tras las relaciones de las cosas, puso al desnudo las relaciones sociales, de clase, entre las personas, y descubrió en el trabajo de los obreros, la fuente de la propiedad capitalista. "Cuando se habla de la propiedad privada —escribió Marx— la idea es que se trata de algo fuera del hombre. Cuando se habla del trabajo, se trata directamente del hombre mismo. Este nuevo planteamiento del problema ya encierra en sí su solución”7.

En "El Capital”, Marx generalizó la enajenación del trabajo —y, en general de las fuerzas del hombre— en el concepto de fetichismo de la mercancía, pero su descubrimiento de la plusvalía aclaró el misterio más profundo del modo capitalista de producción.

El ejemplo que acabamos de exponer muestra la enorme fuerza cognoscitiva del análisis, que penetra en la esencia de los fenómenos tras su apariencia externa, descubre, tras lo exterior de las cosas, la naturaleza verdadera de las mismas.

El análisis es un procedimiento de cognición que pone de manifiesto la naturaleza verdadera y la "base generadora” de las cosas; a diferencia de la inducción, puede proporcionarnos sólidos datos de partida para prever el desarrollo futuro. Dejando aparte el carácter problemático de la conclusión inducida respecto al futuro, la inducción es, en general, impotente cuando faltan aún los hechos singulares que permiten elevarse al grado de lo universal.

La situación es distinta con el análisis, que está basado no en el principio del paso formal de lo particular a lo general, sino en el conocimiento de la esencia, de la ley de los fenómenos. Gracias al análisis de las condiciones concretas de la sociedad moderna, al examen de las nuevas tendencias de desarrollo, de la lucha de fuerzas contrapuestas en el mundo de hoy, podemos inferir una conclusión acertada acerca de las posibilidades reales de desarrollo en el futuro.

Tenemos, pues, que cabe reducir a los puntos que a continuación indicamos la esencia y la importancia del análisis.

1. El análisis es un procedimiento de investigación que desempeña un papel inmenso en el proceso del pensar que va de la apariencia externa de los fenómenos a la esencia de los mismos, en el proceso en virtud del cual se supera la contradicción entre lo externo y lo interno. El análisis descompone un todo complejo en sus partes no sólo para mostrar de qué se compone el objeto, sino, además, para descubrir la esencia del mismo.

2. Como quiera que la esencia de las cosas presenta muchos grados, el pensamiento ha de llegar hasta la parte y el punto que no sólo pertenezcan a la esencia de las cosas, sino que constituyan su esencia más profunda, la base, la unidad de todos los aspectos de la cosa, y permitan explicar todos los complejos nexos y relaciones de los objetos. El análisis desempeña dicha función en el proceso del conocimiento. Cuando Marx vio en el trabajo enajenado la esencia del capitalismo, indicó que en todas las demás categorías del modo de producción burgués como son la competencia, el capital y el dinero, es necesario encontrar tan sólo una expresión determinada y desarrollada de dicha categoría fundamental8.

Sin la actividad analítica del pensar que nos lleva al descubrimiento de la base, de la unidad de todas las facetas de las cosas, sería imposible el movimiento de la cognición desde lo abstracto hacia la reproducción mental de lo concreto en toda su complejidad, cuestión de la que trataremos en el siguiente capítulo.

3. Los procedimientos de análisis son muy diversos. En las distintas ciencias, el procedimiento analítico de investigación se concreta en dependencia de la naturaleza de los objetos investigados. En el análisis posee un significado de singular importancia la disección de los complejos nexos y relaciones, entrelazados recíprocamente, de los objetos. Todo fenómeno se halla enlazado con otros fenómenos, del mismo modo que las distintas partes y propiedades de un fenómeno se hallan conectadas entre sí y se influyen mutuamente. El hecho de la interacción de los nexos y partes aludidos, hace posible que se tome por esencia del fenómeno algún aspecto que, aun siendo importante, no forma la "base generadora” del mismo. Por ejemplo, el ser social y la conciencia social se influyen recíprocamente, pero, como es notorio, incurriríamos en error si nos limitáramos a analizar dicha interinfluencia o si tomáramos como esencia de esta última la conciencia.

El análisis multilateral y la disección de las conexiones recíprocas son necesarios para superar, como decía Plejánov, el punto muerto de la interacción y percibir el nexo más esencial fuera del que las demás conexiones resultan incomprensibles.

No es raro que el nexo y la interacción de los fenómenos posean el carácter de un ciclo en el que es difícil encontrar el principio y el fin y todo se presenta tan entrelazado que parece imposible destacar alguna parte en calidad de base. Así ocurre, por ejemplo, con el movimiento del capital industrial, que se presenta en forma de capital monetario, productivo y mercantil. En el proceso del movimiento general, cada una de estas formas se convierte en otra, y todas se muestran equivalentes por las funciones que cumplen. Es más, diríase, a primera vista, que el capital dinero es más importante, dado que con él se inicia el ciclo rotatorio; es decir, el capitalista ha de poner en circulación, primero, capital dinero para que resulte posible el ciclo entero. Ello engendra la ilusión de que el dinero posee un milagroso poder de autocrecimiento. Ahora bien, el análisis de esas tres formas de capital muestra que sólo en la esfera de la producción, donde el capital aparece en forma de capital productivo, se encuentran las fuentes de su autocrecimiento y, por ende, la esencia de todo el movimiento del capital industrial. En casos análogos, únicamente la descomposición y disección del todo, el estudio de cada nexo singular, de su papel en el ciclo e interacción generales, hace comprensible el movimiento todo y su base real.

La concepción del análisis tal como acabamos de exponer se diferencia del modo cómo lo entienden diversas escuelas positivistas. Los seguidores de dichas escuelas, subrayan el carácter analítico de sus teorías lógicas. Reducen la esencia del análisis a la "elucidación” de las proposiciones de la ciencia negando la función capital del mismo: ser un procedimiento lógico para la investigación de la esencia de las cosas. "El concepto general de análisis —se dice en uno de los artículos de la colección de trabajos titulada «La revolución en la filosofía»— es un concepto de traducción o, mejor dicho, de paráfrasis, dado que la traducción se efectúa en la propia lengua y no de un idioma a otro; la traducción se hace de una forma menos clara a otra más clara o de una forma que induce a error a otra forma que no induce a error”9.

Además, los positivistas contemporáneos identifican lo analítico con lo tautológico. Se interpreta el análisis en el sentido kantiano de dicha palabra, como procedimiento que se circunscribe a aclarar nuestro saber sin ampliarlo.

Desde el punto de vista de la lógica dialéctica, como hemos visto, el análisis es algo incomparablemente más complejo y profundo que la concepción indicada. La lógica dialéctica no investiga los resultados del análisis, sino que lo estudia como proceso, como movimiento del pensar. Mediante el análisis, el pensamiento llega a conocer la esencia de las cosas, la unidad de fenómenos diversos. De ahí que sea un error afirmar que el análisis constituye un procedimiento sólo para explicar los conocimientos y no para ampliarlos. En este sentido, la división kantiana de los juicios en analíticos y sintéticos es artificial y carece de toda base. Esto se ve con meridiana claridad cuando investigamos las formas del pensar en su desarrollo. El análisis parte de los fenómenos y hechos singulares con el propósito de hallar y descubrir la esencia de los mismos. El alcanzar la esencia, que no se encuentra en la superficie de las cosas, es resultado de la actividad analítica del pensamiento. Tenemos, pues, que por medio del análisis no sólo aclaramos, sino que, además, ampliamos, profundizamos los conocimientos que poseemos acerca del mundo exterior. Cuando operamos con conceptos, ya elaborados, acerca de las cosas, entonces, efectivamente, el análisis de los conceptos dados no añade nada nuevo a su contenido. Pero no ha de olvidarse que en este resultado está inserto el camino que lo ha hecho posible. En calidad de ejemplo de juicio analítico, Kant adujo la siguiente proposición: "Todos los cuerpos son extensos” y entendía que el predicado está de antemano contenido en el sujeto, por lo cual el juicio dado no añade nada nuevo a nuestros conocimientos, lo único que hace es descomponer el sujeto en partes por medio del análisis: en el concepto de cuerpos —supone Kant— está de antemano contenida la propiedad de los cuerpos de ser extensos. Sin embargo, Kant pasaba por alto la circunstancia de que sólo podemos obtener un concepto cualquiera que sea —en el presente caso los de "cuerpo” y de "extensión”— mediante el análisis de múltiples fenómenos y, por consiguiente, el juicio "todos los cuerpos son extensos” "no añade nada” a nuestro saber sólo cuando está ya formulado. Pero el quid estriba en que el análisis nos ha llevado ya antes a dicho saber, es decir, nos ha puesto en conocimiento de que los cuerpos poseen extensión.

Tanto los juicios analíticos como los sintéticos sirven para ampliar nuestros conocimientos, para obtener conocimientos nuevos. El ejemplo citado por Kant en calidad de juicio sintético: "todos los cuerpos son pesados”, es tan analítico como el juicio acerca de la extensión de los cuerpos, dado que sólo gracias al análisis ha sido posible descubrir que dicha propiedad, el peso, es común a todos los cuerpos. Y, al contrario, el juicio "todos los cuerpos son extensos” es tan sintético como el juicio "todos los cuerpos son pesados”, pues nos da idea de un todo. El propio Kant afirmaba que donde el entendimiento no había unido nada con anterioridad, nada tenía para analizar, para descomponer. Tal es, precisamente, el motivo de que sea imposible delimitar metafísicamente los juicios analíticos de los sintéticos, atribuir valor absoluto a la diferencia que entre ellos existe. Más adelante examinaremos el problema concerniente a la interconexión que se da entre el análisis y la síntesis.

Sería igualmente un error ver la diferencia entre análisis y síntesis en el hecho de que el primero, contra lo que ocurre a la segunda, no necesita recurrir a la experiencia. Si, por medio del análisis, el pensamiento se mueve de la diversidad de los fenómenos a su unidad, de lo casual a lo necesario, de la inquieta transformación de los fenómenos a lo que hay en ellos de relativamente constante y firme, a lo que tienen de "invariante”10, sin generalizar la experiencia resulta tan imposible el análisis como la síntesis. En esencia, lo que distingue el análisis de la síntesis radica en otra cosa. Dicha diferencia resultará clara cuando examinemos el problema de la síntesis, cuando expliquemos el papel que ésta desempeña en la cognición.

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(1) Ver C. Marx y F. Engels, Selección de obras juveniles, Gospolitizdat, Moscú, 1956, pág. 570.

(2) Ibídem, pág. 561.

(3) C. Marx y F. Engels, Selección de obras juveniles, pág. 562.

(4) Ibídem, pág. 563.

(5) C. Marx y F. Engels, Selección de obras juveniles. pág. 568.

(6) Ibídem, pág. 569.

(7) C. Marx y F. Engels, Selección de obras juveniles, pág. 571.

(8) C. Marx y F. Engels, Selección de obras juveniles, pág. 570.

(9) The Revolution in Philosophy, London, 1956, pág. 99.

(10) M. Born, en el artículo La realidad física escribe: “Aceptamos el análisis para poder buscar en el torrente de los fenómenos algo constante que es, precisamente, la invariante” (Éxitos de las ciencias físicas, t. LXII, cuad. 2, junio de 1957, págs. 138-139).

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