El Análisis y su Esencia
M. M. Rosental
GENERALMENTE EL ANÁLISIS se
define como la forma, el procedimiento, de descomposición de un todo en partes
y como cognición de cada una de ellas; se contrapone a la síntesis,
procedimiento de unión de las partes en un todo. Esto, en líneas generales, es
cierto; pero aún no constituye la verdad completa ni la verdad más profunda
acerca del análisis y la síntesis. Sólo cabe llegar a comprender su verdadera
esencia cuando se toma en consideración el cuadro general del movimiento del
conocer. Hemos dicho ya que el proceso del conocimiento se inicia con la
representación global de los fenómenos que surgen en su conexión externa ante
el sujeto cognoscente. El punto inicial del conocer es, siempre, algo concreto
visto como no divisible en sus elementos componentes. Ver en la conexión externa
de los fenómenos, en el torrente de su movimiento, lo que constituye su base,
su esencia, lo que los liga en una unidad, es obra del conocimiento. Para ello
es necesario dividir el todo en partes. En esto radica el inmenso valor
cognoscitivo del análisis. Por tanto, el análisis es, realmente, la
descomposición del todo en partes (mental o real, como por ejemplo en los
experimentos físicos, químicos y otros).
No
obstante, la descomposición del todo en partes no constituye un fin en sí. Si
limitáramos a ello la esencia del análisis, lo concebiríamos de manera
mecanicista. Descomponiendo de esta manera un todo, lo fosilizamos, y la
cognición no alcanza su fin capital: descubrir la esencia interna y las bases
de la diversidad de las cosas. Es, precisamente, esta faceta externa del
análisis la única que ven ciertos idealistas (por ejemplo, los intuicionistas).
Tales filósofos llegan a la conclusión de que el análisis sólo es capaz de
dejar sin vida lo que la tiene y le contraponen la intuición como único medio
para llegar al conocimiento de la esencia de las cosas.
Ahora
bien, el análisis no se reduce simplemente a la descomposición de un todo en
sus partes. La descomposición no es sino un recurso del que se vale el conocer
para descubrir en la diversidad de fenómenos, en la multiplicidad de
propiedades y facetas de la cosa, lo capital, lo esencial, que constituye la
"base genética” de los mismos. Sin una desmembración semejante, no es
posible alcanzar el objetivo señalado; ahora bien, el examen analítico del objeto
no sólo no le deja sin vida, sino que, por el contrario, constituye el
procedimiento —y es el único— que nos lleva al conocimiento del objeto en lo
que tiene de "vital”. Por vivas que sean las percepciones inmediatas de la
cosa como conjunto de muchas partes y propiedades, de muchos nexos y
relaciones, el conocimiento que proporcionan nos será de poca utilidad si no
conocemos los fundamentos de tales propiedades y facetas, su nexo decisivo y su
relación básica con las otras cosas. La función más profunda del análisis
estriba en proporcionar un conocimiento de la cosa en la unidad de sus aspectos
y propiedades, en mostrar el fundamento que los enlaza en una unidad y que se
revela en cualquier propiedad, en cualquier faceta de la cosa.
Veamos,
por ejemplo, cómo procede V. I. Lenin en el análisis de un fenómeno tan
complejo y diverso como el imperialismo. Lenin desintegra mentalmente este todo
en sus caracteres básicos. Sabido es que reduce los caracteres del imperialismo
a cinco. Pero Lenin no se limita a descomponer él fenómeno dado en sus partes
componentes. Mediante su análisis, demuestra que el rasgo decisivo del
imperialismo, la unidad que conecta todos sus aspectos y propiedades, la fuente
de que fluyen todas las diversas manifestaciones del estadio imperialista del
capitalismo, es el monopolio.
Ninguna
inducción es idónea para descubrir y entrar en conocimiento de esa base. En
casos análogos, la inducción no sirve más que de fase preparatoria para el
examen analítico del fenómeno; es un recurso para acumular observaciones y
hechos, ayuda a delimitar algunos caracteres y propiedades generales del
proceso. Para descubrir la esencia del imperialismo, es necesario examinar el
modo capitalista de producción en su desarrollo, es preciso encontrar su tendencia
fundamental, ver que el monopolio brota del proceso en virtud del cual se
concentran la producción y el capital, y es el resultado, la conclusión de
dicho proceso.
El
análisis llena el vacío que deja la insuficiencia de la inducción: el carácter
problemático de sus conclusiones. Las casualidades no pueden ejercer una
influencia esencial sobre el resultado del análisis, pues éste se orienta no
sólo a tomar los hechos singulares en lo que tienen de común, sino en encontrar
lo que tienen de esencial, su base. Por ejemplo, ninguna manifestación nueva
del imperialismo puede dejar en suspenso su rasgo principal: el de ser el
estadio, en el desarrollo del capitalismo, en que los monopolios adquieren
esencial importancia. Los revisionistas contemporáneos han descubierto lo
"nuevo” en el hecho de que el Estado burgués, en los países capitalistas,
ha adquirido un mayor influjo sobre el curso de la vida económica de modo que
concentra en sus manos un número cada vez mayor de empresas y otras palancas
económicas; en el hecho de que el capitalismo, actualmente, ya es en alto grado
capitalismo estatal. De ahí sacan conclusiones en el sentido de que el
capitalismo deja de ser capitalismo y su estructura adopta un número cada vez
mayor de facetas socialistas, se va transformando, insensiblemente, en
socialismo.
No
hay duda de que en los países burgueses se acentúan las tendencias del
capitalismo de Estado. Mas este proceso, en primer lugar, no es nuevo. Lenin
comprobó la existencia de este fenómeno ya cuando investigó el estadio
imperialista del capitalismo. Del análisis de la esencia del imperialismo llegó
a la conclusión de que los monopolios capitalistas vendrían a unirse con el
Estado y el capitalismo monopolista estatal aumentaba. En segundo lugar, el
hecho mismo de que se acreciente el peso específico de las empresas
monopolistas estatales sólo puede comprenderse teniendo en cuenta la esencia
del imperialismo, es decir, de su naturaleza monopolista. Desde luego, el
capitalismo de Estado colectiviza la producción, en la sociedad burguesa, en
mayor grado que la simple unión monopolista. Pero en esa colectivización no hay
nada del modo de producción socialista; el hecho no es más que una tendencia
general objetiva del desarrollo, en la época histórica presente y atestigua hasta
qué punto ha madurado y se ha hecho necesario el paso del capitalismo al
socialismo.
El
enorme significado del análisis, del procedimiento analítico de investigación,
estriba en que éste permite, por así decirlo, arrancar toda "máscara” a
los fenómenos, liberarlos de la "apariencia” externa que tergiversa la
esencia en que éstos se apoyan. En este sentido, el análisis ha de verse como
instrumento de cognición de las contradicciones que se dan entre la esencia y
la manifestación externa de las cosas. Ha de tenerse en cuenta, además, que la
esencia de las cosas presenta muchas gradaciones y capas, es decir, hay una
esencia menos profunda, más próxima a la superficie de las cosas, y una esencia
más profunda, que explica los fundamentos más recónditos de las mismas. Si el
análisis se detiene en alguna esencia de primer o segundo grado y no se adentra
hasta la esencia más honda del fenómeno, el objeto que se investiga se nos
presenta desfigurado.
Es
interesante mostrar esta particularidad del análisis recurriendo al material
contenido en los “Manuscritos económico filosóficos del año 1844” de Marx.
Hacerlo así es tanto más importante cuanto que los enemigos actuales del
marxismo, para falsificar el socialismo científico, intentan aprovechar el
concepto de "enajenación” analizado en dicho trabajo. Dejando
intencionadamente aparte el profundo contenido revolucionario que confirió Marx
al concepto mencionado, intentan transformar la doctrina de Marx en una
variedad del socialismo moral, "ético”.
En
los "Manuscritos económico-filosóficos del año 1844”, Marx no hacía sino
entrever el camino para llegar a comprender la explotación capitalista y
concebir la teoría de que es necesario buscar la única fuente del beneficio
capitalista en la parte no pagada del trabajo del obrero. Marx utiliza en este
lugar el concepto de "trabajo enajenado”. Dicho concepto desempeñó un
importante papel en el proceso del pensar encaminado a descubrir la base más
profunda del modo de producción capitalista. En su trabajo, Marx subraya que la
esencia del concepto de trabajo enajenado sólo puede ser descubierta como
resultado de un complejo análisis de los fenómenos.
Veamos
cómo Marx se vale del análisis para ir poniendo al descubierto, una tras otra,
las capas del fenómeno hasta llegar a la esencia desde la cual podía explicar
todos los aspectos del fenómeno en su conjunto, en su conexión y unidad.
Marx
critica la economía política burguesa porque, al analizar las relaciones entre
capitalista y obrero, entre capital y trabajo, no pasa del hecho de la
propiedad privada. Esto no significa que Marx ponga en duda la importancia de
la categoría de propiedad privada sobre los medios de producción para
comprender el régimen de la economía burguesa. Con lo que Marx no está conforme
es con que los economistas se detengan en la propiedad privada, con que no vean
la esencia, la fuente de la que arranca la propiedad privada misma, a la que
consideran, según palabras de Marx, como un proceso material, substancial, sin
ver tras él a las personas ni las relaciones entre las mismas. Para ellos, el
trabajo del hombre no es nada, la propiedad privada lo es todo1. Los
economistas aludidos toman el hecho de la propiedad privada como tal y no lo
explican, no prosiguen el análisis del mismo, por lo que quedan sin descubrir
las causas del enriquecimiento capitalista.
¿Cómo
estructura su análisis Marx?
Marx
parte asimismo del hecho de la propiedad privada, pero lo somete a análisis
profundo. Descompone la propiedad privada en sus partes y examina sus
conexiones esenciales. La propiedad privada significa, ante todo, que el
producto del trabajo no pertenece a quien trabaja, a quien lo produce, sino a
otra persona. El análisis lleva a Marx a la conclusión de que al trabajador se
le despoja del producto del trabajo. Cuanto más trabaja el obrero, indica Marx,
tanto más rico se hace el mundo de los objetos que el obrero crea, pero tanto
más pobre resulta su propio mundo interior, su vida. "El obrero pone en el
objeto su vida, mas, en adelante, esa vida no le pertenece a él, sino al
objeto. Por consiguiente, cuanto mayor es esa actividad suya, tanto más des-objetivado
está el obrero. Lo que es el producto de su trabajo no es él. Por esto, cuanto
mayor es dicho producto tanto menos es él mismo”2.
El
resultado es que el producto del trabajo del obrero se convierte en una fuerza
externa y ajena respecto al propio obrero y le domina. No es el obrero el que
impera sobre los productos de su trabajo, sino viceversa. La economía burguesa,
explica Marx, “oculta la enajenación en lo tocante a la propia esencia del
trabajo, por el hecho de que no somete a examen la relación directa entre el
obrero (el trabajo) y la producción”3.
Tenemos
pues, que, mediante el análisis de la relación entre el productor y el producto
de su trabajo, Marx pone al descubierto la esencia de la propiedad privada.
Pero ésta no es todavía la esencia más profunda, sino, únicamente, el primer
grado de profundización en la misma. Luego, Marx comprueba que la enajenación
se manifiesta no sólo en el resultado del trabajo, es decir, en el producto,
sino, además, en el trabajo mismo, en el seno de la misma actividad
productiva. “El producto —escribe— no es más que el resumen de la actividad, de
la producción. Por consiguiente, si el producto del trabajo es una
expropiación, también la producción misma ha de ser la expropiación activa, la
expropiación de la actividad, la actividad de la expropiación. En la enajenación
del objeto del trabajo sólo se resume la enajenación, la expropiación que tiene
lugar en la actividad del trabajo mismo”4.
Debido
a esta enajenación, el trabajo del obrero no le proporciona a este último, ni
satisfacción ni alegría. El obrero sólo se siente él mismo fuera del trabajo;
en éste, es un ser sometido. Su trabajó no es libre, sino forzado, domina sobre
él como fuerza que le es externa y extraña.
Después
de llegar a este grado del análisis, Marx pone todavía más al desnudo la
esencia de la propiedad privada sobre los medios de producción y llega al
umbral mismo del problema de los problemas, el que trata de a quién pertenecen
los resultados del trabajo y el trabajo mismo de los obreros.
La
respuesta a la pregunta formulada, la obtiene Marx en el último grado del
análisis. Marx se pregunta: si el producto del trabajo del obrero no pertenece
a este último, sino que se le enfrenta como poder extraño, ¿a quién pertenece?
Si, además, la actividad del obrero y su trabajo no pertenecen a este último y,
por el contrario, constituyen una fuerza extraña y coercitiva para la esencia
del mismo obrero, ¿a quién pertenecen? Marx responde a tales preguntas del modo
siguiente: no se apropian del producto del trabajo y del trabajo mismo ni Dios
ni la naturaleza, sino otras personas. “Cuando él el obrero. -M.R.) se
comporta hacia su propia actividad como hacia una actividad impuesta, se
comporta hacia ella como hacia una actividad que se halla al servicio, bajo la
dominación, la coerción y el yugo de otro individuo...5. Este otro
individuo es el capitalista.
Estas
palabras de Marx, escritas hace más de cien años, siguen caracterizando aun
hoy, con una claridad que no puede ser más diáfana, el mundo que los actuales
ideólogos de la burguesía, como haciendo burla, denominan "mundo libre”.
De
este modo Marx, en su trabajo de juventud, recurriendo al análisis, puso al
descubierto la esencia de la propiedad privada. Resumiendo su examen analítico
del problema, escribió: "Tenemos, pues, que el concepto de propiedad
privada se obtiene mediante el análisis del concepto de trabajo
expropiado...”6. Naturalmente, la propiedad privada y el trabajo
enajenado se hallan relacionados entre sí, se encuentran en un estado de
interacción. También puede considerarse la propiedad privada como la causa de
la enajenación del trabajo, pero es precisamente esta última, es decir, la
apropiación de trabajo ajeno, la fuente de la propiedad privada misma. De modo
análogo, indica Marx, los dioses constituyen, al principio, no la causa, sino
el efecto del desconcierto del entendimiento, aunque más tarde los dos factores
se engendran mutuamente.
Marx
tomó de Hegel y de Feuerbach el concepto de enajenación. Pero ¡con cuánta mayor
profundidad lo analiza! Sus antecesores no pasaron de las envolturas
ideológicas externas de los fenómenos sociales, mientras que Marx, mediante su
análisis, descubre en el carácter del trabajo en el régimen capitalista la
razón profunda de que al hombre se le despoje del fruto de su actividad. Marx
pone de manifiesto que tal enajenación se halla históricamente condicionada;
demuestra que en otras condiciones — concretamente: en las del régimen
socialista— no puede darse. Son igualmente opuestas las conclusiones que Hegel
y Marx inferían de ese concepto. El primero suponía que la enajenación, por su
carácter puramente ideológico, puede ser superada en la esfera de la pura
conciencia. Marx, en cambio, veía que la "autoenajenación” del hombre sólo
podía eliminarse poniendo fin a las relaciones capitalistas.
Los
ideólogos burgueses y revisionistas contemporáneos se aferran al concepto de
"enajenación” para tergiversar las ideas del joven Marx y contraponerlas
al marxismo en conjunto. De creerles, el sentido principal de dicho concepto,
según Marx, radicaba en que cabía eliminar la enajenación del trabajo sin
necesidad de una revolución socialista. Pero todos esos intentos, de
"reelaborar” a Marx son vanos, pues en el trabajo que examinamos, Marx
demuestra que únicamente la liberación política y social de los trabajadores,
la aniquilación de la propiedad privada sobre los medios de producción y el
cambio de carácter del trabajo colectivo, pueden proporcionarnos una base para
superar la enajenación de todas las "fuerzas esenciales” del hombre. Las
relaciones de la esclavitud existente bajo el régimen capitalista, escribió
Marx, no son sino modificaciones y consecuencias de la relación económica entre
el proletariado y la burguesía. De ahí que únicamente la emancipación social
del obrero puede acabar con esas relaciones y dar la libertad al hombre,
devolverle las fuerzas que el régimen capitalista le contrapone después de
desposeerle de ellas.
Más
tarde, sobre todo, en "El Capital”, Marx no estructura su análisis
económico basándose en el concepto de trabajo enajenado. En la base de "El
Capital” figura el concepto de plusvalía, sillar de la economía política
del capitalismo. Pero el análisis del concepto de "enajenación” en una
determinada etapa desempeñó su papel histórico. El significado principal de
dicho análisis consistió en que, tras las relaciones de las cosas, puso al
desnudo las relaciones sociales, de clase, entre las personas, y descubrió en
el trabajo de los obreros, la fuente de la propiedad capitalista. "Cuando
se habla de la propiedad privada —escribió Marx— la idea es que se trata
de algo fuera del hombre. Cuando se habla del trabajo, se trata directamente
del hombre mismo. Este nuevo planteamiento del problema ya encierra en sí su
solución”7.
En
"El Capital”, Marx generalizó la enajenación del trabajo —y, en general
de las fuerzas del hombre— en el concepto de fetichismo de la mercancía, pero
su descubrimiento de la plusvalía aclaró el misterio más profundo del modo
capitalista de producción.
El
ejemplo que acabamos de exponer muestra la enorme fuerza cognoscitiva del
análisis, que penetra en la esencia de los fenómenos tras su apariencia
externa, descubre, tras lo exterior de las cosas, la naturaleza verdadera de
las mismas.
El
análisis es un procedimiento de cognición que pone de manifiesto la naturaleza
verdadera y la "base generadora” de las cosas; a diferencia de la
inducción, puede proporcionarnos sólidos datos de partida para prever el
desarrollo futuro. Dejando aparte el carácter problemático de la conclusión
inducida respecto al futuro, la inducción es, en general, impotente cuando
faltan aún los hechos singulares que permiten elevarse al grado de lo
universal.
La
situación es distinta con el análisis, que está basado no en el principio del
paso formal de lo particular a lo general, sino en el conocimiento de la
esencia, de la ley de los fenómenos. Gracias al análisis de las condiciones
concretas de la sociedad moderna, al examen de las nuevas tendencias de
desarrollo, de la lucha de fuerzas contrapuestas en el mundo de hoy, podemos
inferir una conclusión acertada acerca de las posibilidades reales de
desarrollo en el futuro.
Tenemos,
pues, que cabe reducir a los puntos que a continuación indicamos la esencia y
la importancia del análisis.
1.
El análisis es un procedimiento de investigación que desempeña un papel inmenso
en el proceso del pensar que va de la apariencia externa de los fenómenos a la
esencia de los mismos, en el proceso en virtud del cual se supera la
contradicción entre lo externo y lo interno. El análisis descompone un todo
complejo en sus partes no sólo para mostrar de qué se compone el objeto, sino,
además, para descubrir la esencia del mismo.
2.
Como quiera que la esencia de las cosas presenta muchos grados, el pensamiento
ha de llegar hasta la parte y el punto que no sólo pertenezcan a la esencia de
las cosas, sino que constituyan su esencia más profunda, la base, la unidad de
todos los aspectos de la cosa, y permitan explicar todos los complejos nexos y
relaciones de los objetos. El análisis desempeña dicha función en el proceso
del conocimiento. Cuando Marx vio en el trabajo enajenado la esencia del
capitalismo, indicó que en todas las demás categorías del modo de producción
burgués como son la competencia, el capital y el dinero, es necesario encontrar
tan sólo una expresión determinada y desarrollada de dicha categoría
fundamental8.
Sin
la actividad analítica del pensar que nos lleva al descubrimiento de la base,
de la unidad de todas las facetas de las cosas, sería imposible el movimiento
de la cognición desde lo abstracto hacia la reproducción mental de lo concreto
en toda su complejidad, cuestión de la que trataremos en el siguiente capítulo.
3.
Los procedimientos de análisis son muy diversos. En las distintas ciencias, el
procedimiento analítico de investigación se concreta en dependencia de la
naturaleza de los objetos investigados. En el análisis posee un significado de
singular importancia la disección de los complejos nexos y relaciones,
entrelazados recíprocamente, de los objetos. Todo fenómeno se halla enlazado
con otros fenómenos, del mismo modo que las distintas partes y propiedades de
un fenómeno se hallan conectadas entre sí y se influyen mutuamente. El hecho de
la interacción de los nexos y partes aludidos, hace posible que se tome por
esencia del fenómeno algún aspecto que, aun siendo importante, no forma la
"base generadora” del mismo. Por ejemplo, el ser social y la conciencia
social se influyen recíprocamente, pero, como es notorio, incurriríamos en
error si nos limitáramos a analizar dicha interinfluencia o si tomáramos como
esencia de esta última la conciencia.
El
análisis multilateral y la disección de las conexiones recíprocas son
necesarios para superar, como decía Plejánov, el punto muerto de la interacción
y percibir el nexo más esencial fuera del que las demás conexiones resultan
incomprensibles.
No
es raro que el nexo y la interacción de los fenómenos posean el carácter de un
ciclo en el que es difícil encontrar el principio y el fin y todo se presenta
tan entrelazado que parece imposible destacar alguna parte en calidad de base.
Así ocurre, por ejemplo, con el movimiento del capital industrial, que se
presenta en forma de capital monetario, productivo y mercantil. En el proceso
del movimiento general, cada una de estas formas se convierte en otra, y todas
se muestran equivalentes por las funciones que cumplen. Es más, diríase, a
primera vista, que el capital dinero es más importante, dado que con él se
inicia el ciclo rotatorio; es decir, el capitalista ha de poner en circulación,
primero, capital dinero para que resulte posible el ciclo entero. Ello engendra
la ilusión de que el dinero posee un milagroso poder de autocrecimiento. Ahora
bien, el análisis de esas tres formas de capital muestra que sólo en la esfera
de la producción, donde el capital aparece en forma de capital productivo, se
encuentran las fuentes de su autocrecimiento y, por ende, la esencia de todo el
movimiento del capital industrial. En casos análogos, únicamente la
descomposición y disección del todo, el estudio de cada nexo singular, de su papel
en el ciclo e interacción generales, hace comprensible el movimiento todo y su
base real.
La
concepción del análisis tal como acabamos de exponer se diferencia del modo
cómo lo entienden diversas escuelas positivistas. Los seguidores de dichas
escuelas, subrayan el carácter analítico de sus teorías lógicas. Reducen la
esencia del análisis a la "elucidación” de las proposiciones de la ciencia
negando la función capital del mismo: ser un procedimiento lógico para la
investigación de la esencia de las cosas. "El concepto general de análisis
—se dice en uno de los artículos de la colección de trabajos titulada «La
revolución en la filosofía»— es un concepto de traducción o, mejor dicho, de
paráfrasis, dado que la traducción se efectúa en la propia lengua y no de un
idioma a otro; la traducción se hace de una forma menos clara a otra más clara
o de una forma que induce a error a otra forma que no induce a error”9.
Además,
los positivistas contemporáneos identifican lo analítico con lo tautológico. Se
interpreta el análisis en el sentido kantiano de dicha palabra, como
procedimiento que se circunscribe a aclarar nuestro saber sin ampliarlo.
Desde
el punto de vista de la lógica dialéctica, como hemos visto, el análisis es
algo incomparablemente más complejo y profundo que la concepción indicada. La
lógica dialéctica no investiga los resultados del análisis, sino que lo estudia
como proceso, como movimiento del pensar. Mediante el análisis, el pensamiento
llega a conocer la esencia de las cosas, la unidad de fenómenos diversos. De
ahí que sea un error afirmar que el análisis constituye un procedimiento sólo
para explicar los conocimientos y no para ampliarlos. En este sentido, la
división kantiana de los juicios en analíticos y sintéticos es artificial y carece
de toda base. Esto se ve con meridiana claridad cuando investigamos las formas
del pensar en su desarrollo. El análisis parte de los fenómenos y hechos
singulares con el propósito de hallar y descubrir la esencia de los mismos. El
alcanzar la esencia, que no se encuentra en la superficie de las cosas, es
resultado de la actividad analítica del pensamiento. Tenemos, pues, que por
medio del análisis no sólo aclaramos, sino que, además, ampliamos,
profundizamos los conocimientos que poseemos acerca del mundo exterior. Cuando
operamos con conceptos, ya elaborados, acerca de las cosas, entonces,
efectivamente, el análisis de los conceptos dados no añade nada nuevo a su
contenido. Pero no ha de olvidarse que en este resultado está inserto el camino
que lo ha hecho posible. En calidad de ejemplo de juicio analítico, Kant adujo
la siguiente proposición: "Todos los cuerpos son extensos” y entendía que
el predicado está de antemano contenido en el sujeto, por lo cual el juicio
dado no añade nada nuevo a nuestros conocimientos, lo único que hace es descomponer
el sujeto en partes por medio del análisis: en el concepto de cuerpos —supone
Kant— está de antemano contenida la propiedad de los cuerpos de ser extensos.
Sin embargo, Kant pasaba por alto la circunstancia de que sólo podemos obtener
un concepto cualquiera que sea —en el presente caso los de "cuerpo” y de
"extensión”— mediante el análisis de múltiples fenómenos y, por
consiguiente, el juicio "todos los cuerpos son extensos” "no añade
nada” a nuestro saber sólo cuando está ya formulado. Pero el quid estriba en
que el análisis nos ha llevado ya antes a dicho saber, es decir, nos ha puesto
en conocimiento de que los cuerpos poseen extensión.
Tanto
los juicios analíticos como los sintéticos sirven para ampliar nuestros
conocimientos, para obtener conocimientos nuevos. El ejemplo citado por Kant en
calidad de juicio sintético: "todos los cuerpos son pesados”, es tan
analítico como el juicio acerca de la extensión de los cuerpos, dado que sólo
gracias al análisis ha sido posible descubrir que dicha propiedad, el peso, es
común a todos los cuerpos. Y, al contrario, el juicio "todos los cuerpos
son extensos” es tan sintético como el juicio "todos los cuerpos son
pesados”, pues nos da idea de un todo. El propio Kant afirmaba que donde el
entendimiento no había unido nada con anterioridad, nada tenía para analizar,
para descomponer. Tal es, precisamente, el motivo de que sea imposible
delimitar metafísicamente los juicios analíticos de los sintéticos, atribuir
valor absoluto a la diferencia que entre ellos existe. Más adelante
examinaremos el problema concerniente a la interconexión que se da entre el
análisis y la síntesis.
Sería
igualmente un error ver la diferencia entre análisis y síntesis en el hecho de
que el primero, contra lo que ocurre a la segunda, no necesita recurrir a la
experiencia. Si, por medio del análisis, el pensamiento se mueve de la
diversidad de los fenómenos a su unidad, de lo casual a lo necesario, de la
inquieta transformación de los fenómenos a lo que hay en ellos de relativamente
constante y firme, a lo que tienen de "invariante”10, sin
generalizar la experiencia resulta tan imposible el análisis como la síntesis.
En esencia, lo que distingue el análisis de la síntesis radica en otra cosa.
Dicha diferencia resultará clara cuando examinemos el problema de la síntesis,
cuando expliquemos el papel que ésta desempeña en la cognición.
____________
(1) Ver C. Marx y F. Engels, Selección de
obras juveniles, Gospolitizdat, Moscú, 1956, pág. 570.
(2) Ibídem,
pág. 561.
(3) C. Marx y F. Engels, Selección de
obras juveniles, pág. 562.
(4) Ibídem,
pág. 563.
(5) C. Marx y F. Engels, Selección de
obras juveniles. pág. 568.
(6) Ibídem,
pág. 569.
(7) C. Marx y F. Engels, Selección de
obras juveniles, pág. 571.
(8) C. Marx y F. Engels, Selección de
obras juveniles, pág. 570.
(9) The Revolution in Philosophy,
London, 1956, pág. 99.
(10) M. Born, en el artículo La realidad física escribe: “Aceptamos el análisis para poder buscar en el torrente de los fenómenos algo constante que es, precisamente, la invariante” (Éxitos de las ciencias físicas, t. LXII, cuad. 2, junio de 1957, págs. 138-139).
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