miércoles, 1 de febrero de 2023

Política

La Obra de Mao Zedong y el Revisionismo Chino 

(Tercera Parte) 

Eduardo Ibarra 

III

COMO HEMOS VISTO en el primer apartado, la dirección china ha expresado en términos inequívocos su oposición a la teoría maoísta de la continuación de la revolución bajo la dictadura del proletariado, mientras por otro lado finge ponderación sosteniendo que el «error del camarada Mao Zedong fue, en fin de cuentas, un error cometido por un gran revolucionario proletario”.» Ya en una entrevista realizada por la periodista italiana Oriana Fallaci, Den Xiaoping dijo que «Bajo ninguna circunstancia haremos con él [con Mao] lo que hizo Jruschov con Stalin.» (Textos escogidos de Deng Xiaoping 1975-1982). Con esta afirmación, Deng fingió una actitud ponderada frente al papel jugado por Mao en la revolución china y de este modo marcó la pauta que debía seguir la dirección china. Pero de hecho la aludida fingida ponderación tenía en cuenta la experiencia histórica que había demostrado que el infame ataque de Jruschov a Stalin desprestigió más al primero que al segundo y, por lo tanto, la actitud de Deng se revela apenas como astuta. 

La dirección china ha establecido en sus estatutos la siguiente base de unidad: «[el PCCh] se guía en su actuación por el marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong, la teoría de Deng Xiaoping y el importante pensamiento de la “triple representatividad”»1. Como cualquier marxista puede darse cuenta, poner en el mismo plano el pensamiento marxista-leninista de Mao y la «teoría» revisionista de Deng, es sencillamente utilizar el pensamiento marxista-leninista de Mao como coartada a efecto de legitimar la teoría revisionista de Deng.     

Estas constataciones bastan para demostrar la oposición de la dirección china al pensamiento de Mao. 

Como es obvio, aquí no es posible exponer todas las posiciones del revisionismo chino y específicamente su negación de la teoría maoísta de la continuación de la revolución socialista bajo la dictadura del proletariado y de su correlato práctico político, la revolución cultural, así como, al mismo tiempo, exponer todos los aspectos de la restauración del capitalismo en China. Por eso centraremos en lo que sin duda es la esencia de la cuestión: el progresivo dominio de los trabajadores sobre sus condiciones de producción y de existencia en general o, por el contrario, el dominio de estas condiciones sobre los trabajadores. 

Si la lucha por la realización del comunismo –y esta lucha es la esencia del socialismo, el objetivo de la dictadura revolucionaria del proletariado– tiene su expresión fundamental y su medida inequívoca en el progresivo dominio de los trabajadores sobre sus condiciones de producción y de existencia, entonces cualquier proceso de desarrollo económico en las condiciones del socialismo revela su naturaleza de clase en el hecho de si impulsa o escamotea dicho dominio. 

Lenin señaló con toda razón: 


El problema fundamental de toda revolución es, indudablemente, el problema del poder. Lo decisivo es qué clase tiene el poder.

No se puede esquivar ni apartar el problema del poder, que es precisamente el problema fundamental que lo determina todo en el desarrollo de la revolución, en  su política exterior e interior. (Obras escogidas en doce tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1977, t. VII). 

Aquí se hace claro que el problema de si se construye el socialismo o se restaura el capitalismo, tiene su solución en el terreno de la política y no en el de la economía. 

Mao sostuvo con igual razón:


Parece imprescindible realizar la Gran Revolución Cultural Proletaria, pues nuestra base no es sólida. A juzgar por mi observación, temo que en una mayoría bastante grande de fábricas –no digo todas ni la abrumadora mayoría de ellas– la dirección no estaba en manos de los genuinos marxistas y las masas obreras. No es que no hubiera buenas gentes entre aquellos encargados de la dirección de las fábricas. Las había. Había buenas gentes entre los secretarios, subsecretarios y miembros de los comités del Partido y entre los secretarios de las células del Partido. Pero seguían la línea de Liu Shao-chi, simplemente recurrían al incentivo material, ponían las ganancias al mando y, en vez de promover la política proletaria, daban premios, y cosas por el estilo. “Pero había de hecho gentes malas en las fábricas”. “Esto demuestra que no se ha finalizado la revolución”. (Citado por Chang Chun-chiao en «Acerca de la dictadura omnímoda sobre la burguesía»). 

Aquí, como puede verse, el fondo es el problema del sistema de propiedad, de las relaciones de producción, la cuestión de la forma y el contenido de estas relaciones. Desde el punto de vista jurídico, de la forma, el sistema de propiedad existente en la China anterior a la Revolución Cultural era socialista en lo fundamental; pero, desde el punto de vista de su contenido, no siempre era socialista. ¿Por qué? Porque «… en una mayoría bastante grande de fábricas… la dirección no estaba en manos de los genuinos marxistas y las masas obreras» (Mao). Es decir todo depende de qué clase tiene el poder en la sociedad y en las fábricas, si «… los genuinos marxistas y las masas obreras», o los seguidores de una línea revisionista. ¿Quiénes dirigen los procesos de producción? ¿Los marxistas y las masas trabajadores que avanzan su dominio sobre las condiciones de producción y de existencia o, por el contrario, los burgueses y revisionistas que ponen al mando la teoría de las fuerzas productivas, la ganancia, el dominio de los técnicos y los intelectuales sobre los productores directos en la gestión de las empresas? 

Como hemos visto, con la vaguedad propia del revisionismo necesitado de enmascaramiento, los dirigentes chinos dicen: «… debemos seguir luchando por… la realización total de las transformaciones socialistas y la liquidación final del sistema de explotación del hombre por el hombre y por la eliminación de las fuerzas remanentes de la contrarrevolución.» Así, contrariamente a la precisión de Mao, la afirmación de los dirigentes chinos se disuelve en retórica: no aparece en ella ninguna mención concreta a los elementos burgueses y revisionistas que dirigen un número particularmente importante de fábricas, hoy más que nunca con el regreso en masa a puestos de dirección de los revisionistas criticados en la Revolución Cultural. Y se entiende que así procedan, pues su citada afirmación solo cumple el propósito de encubrir el dominio de las condiciones de producción y de existencia sobre los productores directos. 

        En octubre de 1976 Hua Guofeng, apoyándose en los organismos de seguridad y en el ejército (se dice que en los jefes militares de la China del Norte), dirigió un golpe de estado contrarrevolucionario. En el curso de este golpe fueron arrestados Jiang Qing, Zhang Chunqiiao, Yao Wenyuan y Wang Hongwen, así como asesinados Mao Yuan-sin, sobrino de Mao Zedong, y el dirigente de las milicias obreras de Pekín. En general, el golpe significó alrededor de 700,000 muertos, entre ejecutados (cierta cantidad de los cuales fue anunciada oficialmente y otra cantidad conocidas por los dazibao o por los camiones que se vieron transportando a los condenados a la pena de muerte, con carteles colgados al cuello que daban cuenta de la condena) y muertos en combates habidos en Shanghai entre las milicias populares y el ejército. Paralelamente, en algunas ciudades hubo alzamientos, algunos de los cuales fueron armados, así como toma de instituciones militares y confiscación de armas. Al mismo tiempo, hubo muchísimos arrestos y una parte de los miembros de los órganos de dirección del Partido fueron privados de su libertad. Otros dirigentes centrales fueron amenazados de detención. De hecho la represión alcanzó una amplitud sin precedentes. Por otro lado, cuadros del Partido fueron masivamente depurados; según informaciones proporcionadas por funcionarios de un rango más o menos elevado, la depuración alcanzó a un tercio de los cuadros, siendo una cantidad importante de ellos los surgidos durante la revolución cultural2. 

Nueve meses de lucha de clases (desde el golpe de estado del 6 de octubre de 1976 hasta el 16-21 de julio de 1977 cuando se realizó la III Sesión del CC del PCCh), de lucha entre el proletariado y la burguesía, entre los marxista-leninistas y los revisionistas, entre los continuadores de Mao y sus adversarios, dio como resultado orgánico el nombramiento oficial de Hua Guofeng como presidente del Partido y la devolución de todos sus poderes a Deng Xiaoping. 

Esta primera batalla tuvo pues como resultado la depuración del Partido de los cuadros leales al marxismo-leninismo y el regreso en masa de los revisionistas criticados durante la Revolución Cultural para ocupar puestos de dirección a diversos niveles. En una palabra, fue una contrarrevolución, dirigida muy especialmente contra la Revolución Cultural. 

El solo hecho de que las obras escogidas y las obras completas de Mao no hayan sido publicadas, revela la oposición de dicha dirección a Mao. Pero es la abierta oposición a la teoría maoísta de la continuación de la revolución en el socialismo lo que revela la aludida oposición de un modo inapelable. 

Es de conocimiento general que la Revolución Cultural avanzó significativamente la lucha por la socialización real de las relaciones de producción; por la supresión de todas las relaciones sociales que no respondían a las relaciones socialistas de producción, por la subversión de todas las ideas que brotaban de estas relaciones de producción no socialistas. De esta forma la Revolución Cultural representó la dictadura de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general. En otras palabras, la Revolución Cultural significó un importante avance de la lucha de las clases trabajadoras por derribar a la burguesía, prevenir el revisionismo, construir el socialismo y sentar las bases materiales, ideológicas, políticas y culturales de la realización del comunismo. 

Es decir, la Revolución Cultural tuvo como resultado fundamental el desarrollo del dominio de los trabajadores sobre sus condiciones de producción y de existencia, contenido esencial del socialismo. 

De hecho, la Revolución Cultural significó una ruptura con la experiencia histórica del socialismo y su fundamento teórico, la teoría de la continuación de la revolución bajo la dictadura del proletariado, representó un desarrollo fundamental del marxismo-leninismo. 

Pero el golpe de estado de octubre de 1976 significó, como ya subrayamos, el regreso en masa de los revisionistas a puestos de dirección de diversos niveles, y con ello el restablecimiento de la línea revisionista de Liu Shaoqi: la contradicción principal en China (y, generalizando, en el socialismo) no es ya entre el proletariado y la burguesía, sino entre las atrasadas fuerzas productivas y las avanzadas relaciones de producción3. Es decir, la dirección china retomó la vieja y podrida teoría revisionista de las fuerzas productivas. 

Por lo tanto, la posición de Mao de poner al mando, siempre y en todo terreno, la política proletaria, posición que, en el marco de la relación entre la política y la producción, se formula como empeñarse en la revolución (revolución permanente) y promover la producción (desarrollo grandioso de las fuerzas productivas, cuyo centro es el desarrollo de los trabajadores). 

Precisamente el abandono del principio marxista de continuar la revolución bajo el socialismo (negación de la contradicción entre el proletariado y la burguesía como la contradicción principal en el socialismo), ha significado el abandono de todas las conquistas de la Revolución Cultural tanto en la economía como en la política, tanto en lo ideológico como en la educación y la cultura. 

Desde hace tiempo la clase obrera china está sujeta al “despotismo de fábrica”, ha sido despojada de toda verdadera participación en la gestión de las empresas, ahora en las manos de los técnicos. En estas condiciones los trabajadores son dominados por las condiciones de producción, dominación que, como es natural que suceda, repercute negativamente en sus condiciones generales de existencia. ¿Quiere el lector saber si en la China actual se construye el socialismo o se restaura el capitalismo? Pues fíjese en nuestra afirmación reciente, pues ella pone en evidencia la naturaleza de clase burguesa del desarrollo económico impulsado por la dirección china, desarrollo que, obviamente, determina el fortalecimiento de la burguesía burocrática y suprime la esencia del socialismo, es decir, cierra la posibilidad de realización del comunismo.


10.01.2021.

____________

(1) Alexander García, ¿Es China un país socialista?, en Fuera las Manos de China, 9 de diciembre de 2017.

(2) Ver Charles Bettelheim, China después de la muerte de Mao.

(3) Las relaciones de producción en la China actual –y por lo tanto las relaciones entre los hombres y las relaciones de distribución– no son precisamente socialistas, pues la dirección de la sociedad y en las unidades de producción no está en manos de los marxistas y de las masas trabajadoras, sino de la burguesía burocrática. El argumento según el cual la contradicción principal en China –y en el socialismo en general– no es entre el proletariado y la burguesía sino entre las atrasadas fuerzas productivas y las avanzadas relaciones de producción, es exactamente el mismo que esgrimía el revisionismo jruschoviano-brezhneviano para meter de contrabando la idea demagógica de que, con el “desarrollo de las fuerzas productivas”, la URSS estaba preparando el paso al comunismo. El desarrollo de las fuerzas productivas no determina automáticamente el paso al comunismo, pues este paso depende de la lucha de clase del proletariado revolucionario (que entraña el grandioso desarrollo de las fuerzas productivas en el camino de la emancipación de los trabajadores de todo dominio sobre ellos de las condiciones de producción y de existencia). Ya los marxistas saben a qué resultado condujo finalmente la teoría de las fuerzas productivas esgrimida por el revisionismo jruschoviano-brezhneviano y levantada hoy en día por el revisionismo chino.


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