lunes, 1 de junio de 2020

Economía


La Pandemia y el Fin del Capitalismo

César Risso

LA CAÍDA DE LA PRODUCCIÓN, y con ella el desastre económico presente, consecuencias de la forma en la que se está enfrentando la pandemia, son tan evidentes y necesarias en este sistema capitalista, que no requiere mayor explicación. Estamos en crisis económica por la cuarentena, y esta se debe a la pandemia.

        Pero, dejar de producir no solo generará crisis económica en una sociedad capitalista, sino en cualquier sociedad.

“Cada niño sabe que cualquier nación moriría de hambre, y no digo en un año, sino en unas semanas, si dejara de trabajar. Del mismo modo, todo el mundo conoce que las masas de productos correspondientes a diferentes masas de necesidades, exigen masas diferentes y cuantitativamente determinadas de la totalidad del trabajo social. Es de por sí evidente que esta necesidad de la distribución del trabajo social en determinadas proporciones no puede de ningún modo ser destruida por una determinada forma de producción social; únicamente puede cambiar la forma de su manifestación. Las leyes de la naturaleza jamás pueden ser destruidas. Y sólo puede cambiar, en dependencia de las distintas condiciones históricas, la forma en la que estas leyes se manifiestan. Y la forma en la que esta distribución proporcional del trabajo se manifiesta en una sociedad en la que la interconexión del trabajo social se presenta como cambio privado de los productos individuales del trabajo, es precisamente el valor de cambio de estos productos.” 1 (Carlos Marx)

A pesar de las evidencias, donde nos encontramos con millones de seres humanos capaces, física e intelectualmente, de trabajar, de crear riqueza, simplemente los dejamos vegetar, o para ser claros, el gobierno, es decir, la burguesía en el poder, los deja morirse literalmente de hambre.

        La reanudación de la actividad de las empresas, tiene por objeto permitir que las empresas grandes y medianas, puedan mantenerse generando ganancias a través de la explotación de los trabajadores. Es el reinicio de las actividades de muchas empresas para continuar con la forma en la que se distribuye el trabajo en el sistema capitalista. Así, la necesidad de producir para que la sociedad no colapse, pasa obligatoriamente, en el sistema capitalista, por la búsqueda de ganancia. Sin ganancia no hay inversión, ni producción. La vida de la sociedad actual está sujeta a los intereses de la burguesía.

         A pesar de que por todas partes se viene hablando de una “nueva convivencia”, esta no se refiere al cambio de la forma en la que se distribuye el trabajo en la sociedad actual; e incluso, a pesar de que se insiste hasta la saciedad en la actual estructura de la sociedad peruana, en la desigualdad y, en consecuencia, en la necesidad de actuar con ética en los asuntos económicos y sociales, no mencionan por ningún lado la explotación de los trabajadores asalariados, y de todos los trabajadores, sometidos a este sistema de diversas formas, pero todas apuntando al logro de las ganancias de la burguesía.

        Las soluciones parcialmente más avanzadas de la burguesía vienen de la CEPAL y de una de las representantes de la izquierda reformista, esto es, del ala izquierda de la burguesía.

        “Es por esto que la CEPAL propone proporcionar un ingreso básico de emergencia (IBE) equivalente a una línea de pobreza (aproximadamente 140 dólares) durante seis meses a toda la población en situación de pobreza”2

Así también la propuesta de Verónica Mendoza, que se queda por detrás de la propuesta de la CEPAL, consiste en:

“Es urgente pasar de la lógica del Bono Familiar Universal a un ingreso básico universal de por los menos tres meses, para que las familias puedan alimentarse – al menos por tres meses – ya que hay un deterioro en la alimentación en la población. Se necesita una decisión que aún no ha sido tomada.”3

Ambas propuestas se sustentan en el mantenimiento del sistema capitalista; en la creencia de que sin capitalismo no hay civilización posible. Su razonamiento mecánico los hace privilegiar el dinero por encima del ser humano. No se dan cuenta, por su posición de clase burguesa, que el dinero es una mercancía (oro), y que en consecuencia representa unidades de tiempo de trabajo, razón por la cual se puede intercambiar por cualquier mercancía.

“Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre objetos (cambio de unas mercancías por otras), Marx descubrió relaciones entre personas. El cambio de mercancías expresa el vínculo establecido a través del mercado entre los distintos productores. El dinero, al unir indisolublemente en un todo único la vida económica íntegra de los productores aislados, indica que este vínculo se hace cada vez más estrecho. El capital significa un desarrollo ulterior de este vínculo: la fuerza de trabajo del hombre se trasforma en mercancía. El obrero asalariado vende su fuerza de trabajo al propietario de la tierra, de las fábricas, de los instrumentos de trabajo. El obrero emplea una parte de la jornada de trabajo en cubrir el costo de su sustento y el de su familia (salario); durante la otra parte de la jornada trabaja gratis, creando para el capitalista la plusvalía, fuente de las ganancias, fuente de la riqueza de la clase capitalista.”4 (Lenin)

El dinero, primero, y el capital, después, expresan relaciones de producción en las que el vínculo entre los seres humanos se hace cada vez más estrecho; en que la división social del trabajo, donde la actividad productiva de la sociedad se encuentra dispersa en cientos de miles de empresas privadas, cada una actuando por su cuenta, a la búsqueda de ganancia, compitiendo no solo por ganar cada vez más, sino por eliminar a su competencia; expresan el vínculo de los productores privados dispersos, enfrentándose anárquicamente entre sí, sin percatarse de que son parte de un todo único. La apropiación privada de los resultados de la producción hace pasar por alto este nexo, pero las leyes del sistema capitalista hacen visible esta ligazón en los periodos de crisis, resultado de esta misma forma de apropiación.

        Aunque cada crisis económica que se ha dado en la sociedad capitalista tiene sus peculiaridades, desde el punto de vista de sus consecuencias, es indiferente si su origen brota “directamente” de las leyes económicas del capitalismo, o si se origina en fenómenos naturales, como en la pandemia que en estos momentos estamos enfrentando.

        Sorprenderse del alza de precio del balón de oxígeno, o del incremento de precio de los medicamentos, o de la actitud de los ambulantes informales de no respetar el aislamiento ni el distanciamiento social, etc., es no darse cuenta, por la limitación de clase, de que es el capitalismo en su más pura expresión. Los informales compiten por vender cada vez más, o simplemente por vender, para lo cual tienen que hacer frente a su competidor. Para ello tienen que estar uno al lado del otro. Es la competencia y el libre mercado al nivel de la informalidad. Esta es la única forma que los informales conocen para obtener ingresos. Aunque a diferencia de la competencia de las empresas, que se enfrentan por ganar cada vez más, la competencia de los ambulantes es una lucha por sobrevivir. Lo que sucede es que no conocen otra forma de hacerlo. El capitalismo está presente no solo como sistema económico sino también como ideología, como forma de actuar y de pensar.

        En estas condiciones, entregar más dinero es como llenar de agua una bolsa rota.

        El creciente número de desempleados, que se suman a los millones de pobres permanentes, no saben vivir sin dinero. No lo saben, porque eso es lo que han visto siempre. En el capitalismo no se puede vivir sin ingresos. No importa todo lo que se trabaje. Y, sin embargo la verdadera fuente de la riqueza está en la capacidad de trabajar. El dinero es un añadido, es un instrumento válido cuando la producción se realiza por agentes privados como en el capitalismo. Esto es lo que no permite a los trabajadores asalariados, y a todos los explotados por este sistema, así como a los desempleados y pobres permanentes, darse cuenta que la fuente de la riqueza está en sus propias manos sin necesidad alguna de dinero.

        La bestialidad del capitalismo está llegando a tan criminales extremos, que varios miembros de la burguesía se espantan al ver con toda crudeza las consecuencias del sistema en el que ellos mismos son los beneficiarios. Pero se espantan porque ahora ven directamente lo que antes solo veían en las cifras, o porque sienten que ellos mismos, individualmente, pueden en algún momento ser víctimas del mismo sistema que ahora les permite enriquecerse a costa del pueblo.

        O la humanidad cae víctima de la pandemia, por no saber combatirla creyendo que fortaleciendo o salvando al capitalismo la puede superar, o logra sobrevivir, superando al capitalismo. La burguesía nos ha hecho creer que el capitalismo es sinónimo de civilización y de vida. Pero, la crisis actual nos muestra que no es así, sino que más bien la civilización y la vida a que se refieren corresponden a los intereses de la burguesía, que vive explotando a los trabajadores, y a todo el pueblo. Por esto, muy bien podemos abandonar y superar este sistema de explotación, continuando así el camino inaugurado por la humanidad en el siglo XX, con la implantación del socialismo.
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