La Pandemia y el Fin del Capitalismo
César Risso
LA CAÍDA DE LA PRODUCCIÓN, y con ella
el desastre económico presente, consecuencias de la forma en la que se está
enfrentando la pandemia, son tan evidentes y necesarias en este sistema
capitalista, que no requiere mayor explicación. Estamos en crisis económica por
la cuarentena, y esta se debe a la pandemia.
Pero,
dejar de producir no solo generará crisis económica en una sociedad capitalista,
sino en cualquier sociedad.
“Cada niño sabe que cualquier nación moriría de hambre,
y no digo en un año, sino en unas semanas, si dejara de trabajar. Del mismo
modo, todo el mundo conoce que las masas de productos correspondientes a
diferentes masas de necesidades, exigen masas diferentes y cuantitativamente
determinadas de la totalidad del trabajo social. Es de por sí evidente que
esta necesidad de la distribución del trabajo social en
determinadas proporciones no puede de ningún modo ser destruida por una determinada
forma de producción social; únicamente puede cambiar la forma de su
manifestación. Las leyes de la naturaleza jamás pueden ser destruidas. Y
sólo puede cambiar, en dependencia de las distintas condiciones históricas,
la forma en la que estas leyes se manifiestan. Y la forma en
la que esta distribución proporcional del trabajo se manifiesta en una sociedad
en la que la interconexión del trabajo social se presenta como cambio
privado de los productos individuales del trabajo, es precisamente
el valor de cambio de estos productos.” 1 (Carlos
Marx)
A pesar de las evidencias, donde nos
encontramos con millones de seres humanos capaces, física e intelectualmente,
de trabajar, de crear riqueza, simplemente los dejamos vegetar, o para ser
claros, el gobierno, es decir, la burguesía en el poder, los deja morirse
literalmente de hambre.
La
reanudación de la actividad de las empresas, tiene por objeto permitir que las
empresas grandes y medianas, puedan mantenerse generando ganancias a través de
la explotación de los trabajadores. Es el reinicio de las actividades de muchas
empresas para continuar con la forma en la que se distribuye el trabajo en el
sistema capitalista. Así, la necesidad de producir para que la sociedad no
colapse, pasa obligatoriamente, en el sistema capitalista, por la búsqueda de
ganancia. Sin ganancia no hay inversión, ni producción. La vida de la sociedad actual
está sujeta a los intereses de la burguesía.
A pesar de que por todas partes se viene
hablando de una “nueva convivencia”, esta no se refiere al cambio de la forma
en la que se distribuye el trabajo en la sociedad actual; e incluso, a pesar de
que se insiste hasta la saciedad en la actual estructura de la sociedad
peruana, en la desigualdad y, en consecuencia, en la necesidad de actuar con
ética en los asuntos económicos y sociales, no mencionan por ningún lado la
explotación de los trabajadores asalariados, y de todos los trabajadores,
sometidos a este sistema de diversas formas, pero todas apuntando al logro de
las ganancias de la burguesía.
Las
soluciones parcialmente más avanzadas de la burguesía vienen de la CEPAL y de una de las
representantes de la izquierda reformista, esto es, del ala izquierda de la
burguesía.
“Es por
esto que la CEPAL propone proporcionar un ingreso básico de emergencia (IBE)
equivalente a una línea de pobreza (aproximadamente 140 dólares) durante seis
meses a toda la población en situación de pobreza”2
Así también la propuesta de Verónica
Mendoza, que se queda por detrás de la propuesta de la CEPAL, consiste en:
“Es urgente pasar de la lógica del Bono Familiar
Universal a un ingreso básico universal de por los menos tres meses, para que
las familias puedan alimentarse – al menos por tres meses – ya que hay un
deterioro en la alimentación en la población. Se necesita una decisión que aún
no ha sido tomada.”3
Ambas propuestas se sustentan en el
mantenimiento del sistema capitalista; en la creencia de que sin capitalismo no
hay civilización posible. Su razonamiento mecánico los hace privilegiar el dinero
por encima del ser humano. No se dan cuenta, por su posición de clase burguesa,
que el dinero es una mercancía (oro), y que en consecuencia representa unidades
de tiempo de trabajo, razón por la cual se puede intercambiar por cualquier
mercancía.
“Allí donde los economistas burgueses veían relaciones
entre objetos (cambio de unas mercancías por otras), Marx descubrió relaciones
entre personas. El cambio de mercancías expresa el vínculo establecido a través
del mercado entre los distintos productores. El dinero, al unir
indisolublemente en un todo único la vida económica íntegra de los productores
aislados, indica que este vínculo se hace cada vez más estrecho. El capital
significa un desarrollo ulterior de este vínculo: la fuerza de trabajo del
hombre se trasforma en mercancía. El obrero asalariado vende su fuerza de
trabajo al propietario de la tierra, de las fábricas, de los instrumentos de
trabajo. El obrero emplea una parte de la jornada de trabajo en cubrir el costo
de su sustento y el de su familia (salario); durante la otra parte de la
jornada trabaja gratis, creando para el capitalista la plusvalía, fuente de las
ganancias, fuente de la riqueza de la clase capitalista.”4 (Lenin)
El dinero, primero, y el capital,
después, expresan relaciones de producción en las que el vínculo entre los
seres humanos se hace cada vez más estrecho; en que la división social del
trabajo, donde la actividad productiva de la sociedad se encuentra dispersa en
cientos de miles de empresas privadas, cada una actuando por su cuenta, a la
búsqueda de ganancia, compitiendo no solo por ganar cada vez más, sino por
eliminar a su competencia; expresan el vínculo de los productores privados
dispersos, enfrentándose anárquicamente entre sí, sin percatarse de que son
parte de un todo único. La apropiación privada de los resultados de la
producción hace pasar por alto este nexo, pero las leyes del sistema
capitalista hacen visible esta ligazón en los periodos de crisis, resultado de
esta misma forma de apropiación.
Aunque
cada crisis económica que se ha dado en la sociedad capitalista tiene sus
peculiaridades, desde el punto de vista de sus consecuencias, es indiferente si
su origen brota “directamente” de las leyes económicas del capitalismo, o si se
origina en fenómenos naturales, como en la pandemia que en estos momentos
estamos enfrentando.
Sorprenderse
del alza de precio del balón de oxígeno, o del incremento de precio de los
medicamentos, o de la actitud de los ambulantes informales de no respetar el
aislamiento ni el distanciamiento social, etc., es no darse cuenta, por la
limitación de clase, de que es el capitalismo en su más pura expresión. Los
informales compiten por vender cada vez más, o simplemente por vender, para lo
cual tienen que hacer frente a su competidor. Para ello tienen que estar uno al
lado del otro. Es la competencia y el libre mercado al nivel de la
informalidad. Esta es la única forma que los informales conocen para obtener
ingresos. Aunque a diferencia de la competencia de las empresas, que se
enfrentan por ganar cada vez más, la competencia de los ambulantes es una lucha
por sobrevivir. Lo que sucede es que no conocen otra forma de hacerlo. El
capitalismo está presente no solo como sistema económico sino también como
ideología, como forma de actuar y de pensar.
En
estas condiciones, entregar más dinero es como llenar de agua una bolsa rota.
El
creciente número de desempleados, que se suman a los millones de pobres
permanentes, no saben vivir sin dinero. No lo saben, porque eso es lo que han
visto siempre. En el capitalismo no se puede vivir sin ingresos. No importa
todo lo que se trabaje. Y, sin embargo la verdadera fuente de la riqueza está
en la capacidad de trabajar. El dinero es un añadido, es un instrumento válido
cuando la producción se realiza por agentes privados como en el capitalismo.
Esto es lo que no permite a los trabajadores asalariados, y a todos los
explotados por este sistema, así como a los desempleados y pobres permanentes, darse
cuenta que la fuente de la riqueza está en sus propias manos sin necesidad
alguna de dinero.
La
bestialidad del capitalismo está llegando a tan criminales extremos, que varios
miembros de la burguesía se espantan al ver con toda crudeza las consecuencias del
sistema en el que ellos mismos son los beneficiarios. Pero se espantan porque ahora
ven directamente lo que antes solo veían en las cifras, o porque sienten que
ellos mismos, individualmente, pueden en algún momento ser víctimas del mismo
sistema que ahora les permite enriquecerse a costa del pueblo.
O
la humanidad cae víctima de la pandemia, por no saber combatirla creyendo que
fortaleciendo o salvando al capitalismo la puede superar, o logra sobrevivir,
superando al capitalismo. La burguesía nos ha hecho creer que el capitalismo es
sinónimo de civilización y de vida. Pero, la crisis actual nos muestra que no
es así, sino que más bien la civilización y la vida a que se refieren
corresponden a los intereses de la burguesía, que vive explotando a los
trabajadores, y a todo el pueblo. Por esto, muy bien podemos abandonar y
superar este sistema de explotación, continuando así el camino inaugurado por
la humanidad en el siglo XX, con la implantación del socialismo.
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