La Rebelión de las Mujeres: un Cambio Radical en la Fuerza de Trabajo
Mundial*
A PRINCIPIOS DE 1900, en la mayor parte del
mundo, las mujeres eran relativamente nuevas en el trabajo asalariado y una
minoría de la fuerza de trabajo total. Pero su dinamismo es algo
inspirador y digno de estudiar.
En 1912 en Lawrence, Massachusetts, 30,000 trabajadores textiles se fueron a huelga. La mayoría eran adolescentes y mujeres. Su movimiento se hizo conocido como la Huelga de Pan y Rosas, llamada así por la consigna que usaron. A pesar de tener todo en contra, lograron ganar un aumento salarial, una victoria que impactó en todas las fábricas de Nueva Inglaterra y avivó el incipiente movimiento obrero. En aquél entonces, las mujeres eran solo el 20% de los asalariados en Estados Unidos.
Fuente:
El Viejo Topo, 8 de marzo de 2018
En 1912 en Lawrence, Massachusetts, 30,000 trabajadores textiles se fueron a huelga. La mayoría eran adolescentes y mujeres. Su movimiento se hizo conocido como la Huelga de Pan y Rosas, llamada así por la consigna que usaron. A pesar de tener todo en contra, lograron ganar un aumento salarial, una victoria que impactó en todas las fábricas de Nueva Inglaterra y avivó el incipiente movimiento obrero. En aquél entonces, las mujeres eran solo el 20% de los asalariados en Estados Unidos.
Luego
vino la huelga de mujeres trabajadoras en las fábricas textiles de San
Petersburgo, en el Día Internacional de la Mujer en 1917. Este hecho desató una
huelga general que en cinco días derrocó al Zar y encendió la Revolución Rusa.
Esas batallas son capítulos iniciales de la historia épica de las trabajadoras. Hoy, las mujeres a nivel mundial componen casi el 40% de la fuerza de trabajo. Sorprendentemente, este hecho -y lo que significa en términos sociales- ha sido ampliamente ignorado.
En las últimas décadas, el número de mujeres trabajadoras se ha
disparado tanto en los países industrializados como en los países
subdesarrollados. En Estados Unidos, las mujeres aumentaron del 33% de la mano
de obra en 1960 a 46% en 2016. En México, el cambio fue del 25% en 1979 a 37%
en 2016.
En la mayoría de las regiones, las mujeres representan más del 40 por ciento de la fuerza de trabajo. Quizás no resulte sorprendente que en América del Norte sean el 46% y en Europa y Asia Central el 45%.
En América Latina y el Caribe han tenido lugar grandes avances, pues las mujeres pasaron del 34% del total de los trabajadores en 1990 al 41% en 2016. Entre otros efectos, este aumento ha ayudado a revitalizar el movimiento feminista en América Latina, el cual ha hecho nuevas alianzas con sindicatos y con movimientos ambientalistas.
Una marcha al final del Encuentro Nacional de Mujeres de 2017 en Argentina atrajo hasta 70,000 personas. Las huelgas de maestros –la mayoría mujeres- se están extendiendo por América Latina, mientras que las movilizaciones masivas exigen el derecho a abortar y luchan contra el feminicidio y la cultura patriarcal. Malas noticias para los poderes fácticos.
Como lo explicó Engels en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, las mujeres han sido oprimidas desde el surgimiento de la propiedad privada. Porque las mujeres son quienes, desde hace ya mucho tiempo, han tenido el papel de cuidar a los niños y se han dedicado al hogar. En las sociedades basadas en el clan, este trabajo fue colectivo y socialmente valorado. Ahora se considera privado y no es pagado directamente.
Antes de que las mujeres ingresaran a la fuerza de trabajo capitalista moderna, su supervivencia dependía de los salarios de sus maridos, ¡y pobre de la mujer que quedara sola! Ahora, en general, se necesitan dos nóminas para mantener un hogar. Al mismo tiempo, el hecho de que el trabajo doméstico dentro de la familia todavía no sea pagado, explica por qué el trabajo de las mujeres fuera del hogar está tan infravalorado. El impago y el pago insuficiente del trabajo de las mujeres es un impulso esencial a las ganancias capitalistas.
Pero las cosas están cambiando. Debido a que algunas de las mujeres que trabajaban tradicionalmente en el hogar ahora deben pagar a otra persona para que se encargue de esas labores, el valor del trabajo doméstico se ha vuelto más evidente.
Y cuando las mujeres trabajan, su conciencia se transforma enormemente. Ellas se dan cuenta de su valor – y poder. También obtienen una enorme fuerza para transformar la sociedad. Esto se muestra en todo, desde las nuevas ideas feministas y contra la opresión racial de los jóvenes de Estados Unidos, hasta la masiva indignación contra la violencia sexual en la India y en toda América Latina.
Esas batallas son capítulos iniciales de la historia épica de las trabajadoras. Hoy, las mujeres a nivel mundial componen casi el 40% de la fuerza de trabajo. Sorprendentemente, este hecho -y lo que significa en términos sociales- ha sido ampliamente ignorado.
La oleada
En la mayoría de las regiones, las mujeres representan más del 40 por ciento de la fuerza de trabajo. Quizás no resulte sorprendente que en América del Norte sean el 46% y en Europa y Asia Central el 45%.
En América Latina y el Caribe han tenido lugar grandes avances, pues las mujeres pasaron del 34% del total de los trabajadores en 1990 al 41% en 2016. Entre otros efectos, este aumento ha ayudado a revitalizar el movimiento feminista en América Latina, el cual ha hecho nuevas alianzas con sindicatos y con movimientos ambientalistas.
Una marcha al final del Encuentro Nacional de Mujeres de 2017 en Argentina atrajo hasta 70,000 personas. Las huelgas de maestros –la mayoría mujeres- se están extendiendo por América Latina, mientras que las movilizaciones masivas exigen el derecho a abortar y luchan contra el feminicidio y la cultura patriarcal. Malas noticias para los poderes fácticos.
Como lo explicó Engels en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, las mujeres han sido oprimidas desde el surgimiento de la propiedad privada. Porque las mujeres son quienes, desde hace ya mucho tiempo, han tenido el papel de cuidar a los niños y se han dedicado al hogar. En las sociedades basadas en el clan, este trabajo fue colectivo y socialmente valorado. Ahora se considera privado y no es pagado directamente.
Antes de que las mujeres ingresaran a la fuerza de trabajo capitalista moderna, su supervivencia dependía de los salarios de sus maridos, ¡y pobre de la mujer que quedara sola! Ahora, en general, se necesitan dos nóminas para mantener un hogar. Al mismo tiempo, el hecho de que el trabajo doméstico dentro de la familia todavía no sea pagado, explica por qué el trabajo de las mujeres fuera del hogar está tan infravalorado. El impago y el pago insuficiente del trabajo de las mujeres es un impulso esencial a las ganancias capitalistas.
Pero las cosas están cambiando. Debido a que algunas de las mujeres que trabajaban tradicionalmente en el hogar ahora deben pagar a otra persona para que se encargue de esas labores, el valor del trabajo doméstico se ha vuelto más evidente.
Y cuando las mujeres trabajan, su conciencia se transforma enormemente. Ellas se dan cuenta de su valor – y poder. También obtienen una enorme fuerza para transformar la sociedad. Esto se muestra en todo, desde las nuevas ideas feministas y contra la opresión racial de los jóvenes de Estados Unidos, hasta la masiva indignación contra la violencia sexual en la India y en toda América Latina.
Las trabajadoras
experimentan lo peor que ofrece el capitalismo en el trabajo, desde el abuso
sexual hasta condiciones sórdidas, peligrosas y salarios desiguales, que pueden
obligarlas a elegir entre comprar comida y pagar el alquiler. Esta
discriminación, violencia y sobreexplotación alimenta su voluntad de asumir
riesgos y su ferocidad en la lucha en todos los ámbitos.
Colectivamente, las
mujeres tienen la cualidad única de ser la mitad doblemente oprimida de cada
nación oprimida, raza y grupo.
Esto, en
combinación con su papel típico como el principal soporte de la familia, tiende
a hacer más grande su conciencia social. Aportan al movimiento obrero
preocupaciones sobre cuestiones como cuidado de niños, educación, salud,
discriminación y asuntos globales como la guerra y sus efectos. Empujan a la
clase trabajadora organizada a ir más allá de las estrictas demandas de “pan y
mantequilla”. Especialmente las mujeres de color, inmigrantes y mujeres queer y
trans.
El hecho de que las
mujeres sean oprimidas en múltiples aspectos también les da una gran habilidad
para unificar las luchas. En el movimiento obrero, es más probable que sean
ellas quienes formen coaliciones y se acerquen a grupos comunitarios, haciendo
que la organización sindical sea más relevante y efectiva desde el punto de
vista social.
Las mujeres están
teniendo un impacto tanto en el movimiento obrero tradicional como en la
creciente organización de los trabajadores en el sector informal de la
economía, donde son la mayoría. Como ejemplos, UNITE HERE en Estados Unidos ha
hecho campaña para proteger de violencia sexual y hostigamiento a los
trabajadores de hoteles; y la Federación Internacional de Trabajadoras del
Hogar (Domestic Workers Federation) realiza campañas a nivel mundial contra la
violencia de género. La organización de mujeres marineras en India, SNEHA, ha
peleado por salud, saneamiento y educación, así como por derechos laborales. Se
han formado grupos por los derechos de las personas que se ganan la vida en la
economía informal, incluidos los trabajadores domésticos, los vendedores
ambulantes, trabajadoras sexuales y recicladores de materiales. Empleados de la
debilitada industria del vestido en Turquía están alertando a los clientes con
etiquetas de ropa que dicen: “Hice este artículo que vas a comprar, pero no me
pagaron por eso”.
Todo esto es una
buena noticia para el movimiento obrero mundial, especialmente en este período
de terrible degeneración capitalista. La creciente participación de las mujeres
en la fuerza de trabajo será una fuerza motriz en el impulso de la lucha
obrera, dándole una fuerza militante con la amplitud y profundidad de visión
que tan urgentemente necesitamos.
_____________
(*) Artículo
publicado originalmente en Freedom Socialist newspaper, vol. 38,
No. 6, diciembre de 2017 a enero de 2018. Traducido por Juanita Acosta y
reproducido por Carabina 30-30
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