sábado, 1 de febrero de 2020

Cine

Comentario al Documental “No soy tu negro”

Santiago Ibarra

No solo tenemos derecho a ser libres, tenemos la obligación de ser libres
Martin Luther King

EL DOCUMENTAL NO SOY TU NEGRO (2016), dirigido por el cineasta haitiano Raoul Peck (el mismo que realizara El joven Marx), ha sido premiado en varios festivales de cine y nominado al Óscar a mejor documental en 2017. El documental es una excelente reflexión sobre la opresión y la lucha del pueblo negro estadounidense por su liberación. Contrariamente a lo que se dice y cree mucha gente, el mundo actual, y los Estados Unidos en particular, no contienen a sociedades igualitarias, libres y felices. La opresión de los negros no es, como se destaca en el documental, un asunto solo del pasado (en el que prevalecía el trabajo esclavo y en el que la desigualdad social se legitimaba a partir del racismo y otras ideologías teológicas), sino también del presente (en el que prevalece el trabajo asalariado y en el que se afirma que todos los individuos son iguales –formalmente, claro está).

Para la realización del documental, Raoul Peck se basó en un texto inconcluso, Remember this house, del historiador James Baldwin -negro y homosexual-, que data de 1979, en el que cuenta la historia de los Estados Unidos a través de la historia de sus amigos y líderes sociales de pensamientos políticos diversos: Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King, quienes lucharon por los derechos civiles de los negros y fueron asesinados en 1963, 1965 y 1968, respectivamente, antes de cumplir los cuarenta años de edad. Asimismo, el documental es narrado por Samuel Jackson.

El racismo es la ideología colonial por excelencia: afirma la superioridad del blanco europeo sobre todas las demás “razas”, para justificar sus conquistas y políticas coloniales de saqueo y explotación humana de negros e “indígenas” con fines de enriquecimiento y dominio. En los Estados Unidos, los migrantes europeos utilizaron a gente negra traída mediante métodos crueles de África para trabajar como esclavos en las haciendas del sur de ese país. Aunque la esclavitud fue abolida en los Estados Unidos en 1863, la opresión y las humillaciones cotidianas que sufrieron los negros en ese país son un asunto que perviven hasta el día de hoy, como lo muestran los acontecimientos de Ferguson, agosto de 2014. De manera que las salvajes golpizas y agravios y humillaciones de distinta índole ejecutadas contra la población negra, que se ven en el documental y se viven cotidianamente en los Estados Unidos, y las heridas que tales ofensas dejan inexorablemente en el alma de la población negra, son un asunto que el día de hoy deberían continuar llamándonos a la reflexión y a la acción.

El documental le da al racismo un tratamiento especial. El supremacismo blanco afirma -valga la redundancia- la superioridad de la “raza” blanca sobre la “raza” negra y exige la preservación de la pureza de aquella (“Dios perdona el asesinato y el adultero, maldice a los que favorecen la integración”, dice una mujer, en tanto que en un cartel se lee: “La mezcla de razas es comunista”). Esa pretendida pureza, de acuerdo a la ideología del supremacismo blanco, debe preservarse tanto en el plano racial como en el social y el cultural. Escuelas, universidades y otros espacios públicos debían ser asistidos solo por gente blanca. Explícitamente, entonces, el supremacismo blanco rechaza la integración.

Al contrario, James Baldwin y Raoul Peck apuestan a la integración, a diferencia, a la vez, de corrientes políticas que desde el interior del pueblo negro rechazaban también esa misma integración y afirmaban que todos los blancos, por ser de tal “raza”, son crueles y malos. James Baldwin y Raoul Peck apuestan a la integración, es decir, apuestan al “hombre universal”, a la mezcla, resultado de la confluencia enriquecedora de civilizaciones y culturas existentes a lo largo y ancho del mundo. La crítica a la idea de la pureza y la apuesta por la integración y la mezcla, es una de las cuestiones puestas en escena que hacen del documental un material sumamente interesante.

El discurso de la pureza afirma que el negro no es un ser humano, sino un sub-humano, un animal. Aquí debemos recordar que el concepto de “raza” es construido por los conquistadores con fines de legitimación de su propio dominio, porque, en realidad, el concepto de “raza” no explica absolutamente nada del funcionamiento del organismo humano ni mucho menos explica nada de las características que toman las sociedades humanas en las diversas regiones del planeta. Es decir, el término “raza” no es un concepto científico, y su uso ha sido fundamentalmente ideológico y político. Sin embargo, el racismo ha logrado constituirse como una ideología para justificar la opresión y las desigualdades sociales.

El racismo y el discurso de la pureza predispone a la segregación y al ejercicio de la violencia contra la población negra. De ahí que en los Estados Unidos y en otras partes del mundo podemos ver con cierta regularidad acciones de “limpieza” racial y étnica.

La historia es hibridación, mestizaje, combinación. Los griegos y europeos aprendieron de los egipcios, hindúes, chinos e indoamericanos. Y América Latina es hoy en día el resultado de un largo proceso de mestizaje, para bien y para mal, en el que pervive la tradición indígena (en condición de subalternidad) junto a la tradición occidental.

En el documental se observa una escena en la que una señora negra va a la escuela de su hija para llevársela a casa protegiéndola de la lluvia con plástico. La profesora le dice que no tiene ninguna alumna “de color”. Luego la niña blanca, al ver a su madre, sale avergonzada, humillada por los demás alumnos que le gritan “te odio”. El racismo, la idea de la pureza de la “raza”, se construye, como se observa, sobre la base de la negación de lo que de hecho ocurre y sobre la base del rechazo y el odio al hermano, a la madre, al padre.

La idea de la pureza es hostil a la vida solidaria y mancomunada. Es hostil al pluralismo. Es funcional al dominio de una minoría que controla los recursos económicos del planeta. Y es funcional también a proyectos políticos fundamentalistas profundamente anti-democráticos que niegan el pluralismo y desprecian la vida del otro. La idea de la pureza es entonces la racionalización de un sentimiento de superioridad que impide la vida solidaria y mancomunada entre semejantes/diferentes.

A la vez, es fundamental observar que a diferencia de muchos intelectuales que separan el problema racial del problema de clase, Raoul Peck los vincula, como queda claro en una entrevista que concediera. En esta, Peck afirma que el “problema racial” es de clase:

El principal problema en este país es estructural, se trata de poder y clase. No es solo el asunto de la raza. La policía desde siempre ha estado matando jóvenes negros (…) Es la misma historia una y otra vez. Si uno toma cualquier estadística social y estructural de la vida actual en Estados Unidos, descubrirá que los números son peores en algunos temas que antes. Por ejemplo, vivienda, desempleo, cárceles, salud, etcétera (1).

El “problema racial” es ante todo un problema social, lo que podemos constatar en la alta correlación existente aún entre clase y “raza”, entre pobreza y “raza”. No se puede resolver el “problema racial” si no empezamos por resolver el problema social, estructural, material. En una palabra, no podemos resolver el “problema racial” si antes no democratizamos la economía.

El racismo tiene además un fuerte contenido subjetivo y simbólico. El agresor se vuelve una persona moralmente degradada y corrompida. Si niega al otro, él tampoco es. Hay una pobreza emocional y un vacío tal en la vida de los supremacistas blancos que les impide lograr un vínculo humano profundo con el otro, por miedo, lo cual tiene repercusiones en su vida pública. Dice Samuel Baldwin:

Siempre he sido atacado en Estados Unidos por una pobreza emocional y un terror a la vida humana y al contacto humano tan profundos que ningún estadounidense parece capaz de alcanzar alguna conexión orgánica y viable entre su postura pública y su vida privada. El fracaso en la vida privada siempre tiene el efecto más devastador en la vida pública del estadounidense y en las relaciones entre blancos y negros. Si los estadounidenses no estuvieran tan asustados de sus yo privados, nunca se habrían vuelto tan dependientes de lo que ellos llaman el problema negro.

Samuel Baldwin y Raoul Peck están, como hemos dicho, por la integración, pero a la vez son plenamente conscientes de que lo negro se encuentra en una posición de subalternidad: negado, silenciado, invisibilizado:

“El mundo no es blanco. Nunca fue blanco… no puede serlo. El blanco es una metáfora para el poder… y es solo una manera de describir al banco Chase Manhattan.”

En el lenguaje que se emplea en nuestro medio, podríamos decir que en estas condiciones no es posible una verdadera política de interculturalidad.

En esta visión no se intenta negar ni mucho menos suprimir al blanco. Se exige más bien que lo negro tenga una presencia en el mundo en el mismo nivel que el blanco. No se exige construir, sobre las ruinas del mundo blanco, un mundo de un solo color; al contrario, se aboga por el pluralismo. Pero cuando el negro levanta la cabeza y le habla al blanco en pie de igualdad, el poder occidental es duramente interpelado, se dice en el documental. (¿Cómo pueden ser capaces los “negros” hablarnos de igual a igual?, dicen los blancos supremacistas) Este es un problema fundamental. El pluralismo empieza a ser negado por el sistema mismo.

Finalmente, deseo resaltar que en el documental se afirma que no hay lugar para el pesimismo. Una posición así es moralmente incorrecta. Ser pesimista equivale a aprobar la opresión y las desigualdades raciales y sociales, a dejar las cosas tal como están. Como decía Martin Luther King, no es solo un derecho ser libres, es un deber serlo. La lucha contra la opresión y las injusticias sociales responden no solo a una necesidad, sino también a un imperativo ético. Si lo que tenemos en el mundo es una igualdad formal, el imperativo es luchar por construir un mundo con igualdad sustantiva, sabiendo que “no todo lo que enfrentamos puede cambiarse. Pero nada puede cambiarse hasta que se lo enfrente” (Samuel Baldwin).


Notas:
(1)Quintanar Polanco, Francisco Javier, “Racismo en los Estados Unidos de América: Entrevista con Raoul Peck, director del documental No soy tu negro.” en: https://gatopardo.com/arte-y-cultura/entrevista-raoul-peck-documental-no-soy-tu-negro/




Juliana, Una Película Vigente Después de Treinta Años

Mónica Delgado

HACE ALGUNOS DÍAS SE ESTRENÓ nuevamente en el Perú, Juliana, la ficción del Grupo Chaski, que ha permitido que nuevas generaciones accedan con la sensibilidad del siglo XXI a un film de hace tres décadas, y que se repuso en salas en homenaje a su primera exhibición pública en el año 1989.

Juliana es un film que tiene treinta años y que no ha envejecido nada. Ya hace algunos meses La revolución y la tierra de Gonzalo Benavente confirmó que muchos films peruanos hechos en los años setenta y ochenta servían como espejo perfecto para graficar escenas de un país actual totalmente sumergido en el clasismo y racismo, aunque el gobierno de Velasco Alvarado hizo lo posible por cambiarle la faz a un país entero en su disparidad social y cultural con la Reforma Agraria. ¿O acaso el film Cholo (1972) de Bernardo Batievsky luce desfasado?

La vigencia y vigorosidad de Juliana radica en que las luchas actuales están intactas. No solo en cuanto a la representación de una niña trabajadora ninguneada por su familia, en su retrato contra el autoritarismo, el machismo y el abuso infantil, sino en la apuesta visual y de denuncia de unos cineastas con un compromiso social. ¿Cuántos cineastas quedan en el Perú con esta convicción y compromiso que tuvieron los miembros del grupo Chaski de Miss Universo en el PerúGregorio y Juliana? Probablemente muy pocos.

Recuerdo que en su época de estreno o pases televisivos, a finales de los ochenta y mediados de los noventa, se hablaba de Juliana pero dentro del contexto pos terrorismo, de la pobreza en un país de migrantes y la violencia contra los niños, o entre la crítica, como una radiografía social muy devota del neorrealismo italiano y del cine directo. Pero casi nadie hablaba de la situación de las mujeres y niñas, del machismo o la violencia familiar. En cambio, tras verla años después, podría decirse que Juliana luce distinta, más vital, más vigente, más chocante, hasta tal punto que hoy en día a ningún cineasta peruano (mucho menos aquel que quiera ganar un concurso del Estado) pondría en su guion a dos niños siendo pateados, vejados, o a una Juliana mentándole la madre a un niño que le quiso robar. Por eso, es un film, también, irrepetible.

Juliana es un personaje que inspira al feminismo y que logró en su momento que decenas de niñas se identificaran con este personaje que se disfraza de hombre para sobrevivir. Pero, ¿sería un film feminista? En parte, sobre todo si pensamos en su modo de producción, con guionista y directores hombres, con un crew (sonido, fotografía, montaje) masculino, donde la cuota de las mujeres se reduce a maquillaje y demás. Ojo que el número de las mujeres haciendo cine y participando en producciones en la Lima de 1989, era muy bajo, pero da cuenta al menos de que algunos modos de hacer cine también se mantienen. Y también si recordamos la salida del grupo de María Barea, productora de Gregorio. En todo caso, las mujeres agradecemos la entrega al cine peruano de un personaje tan completo y logrado.

Pero, su vigencia no está solamente en que la Lima que plantea sea la misma donde sufrimos día a día la informalidad del transporte, las casonas abandonadas y en ruinas, de los trabajos forzados y al margen, sino que permite discutir a esta ciudad como el entorno que ha cobijado muy pocas historias similares, o discutir cómo se ha venido graficando a estos personajes niños en el cine peruano, ahora menos fuertes, viscerales, o menos rotos. Es decir, la vigencia de Juliana no solo es representacional o política, sino que si la comparamos con producciones recientes lamentamos que sea un film poco valorado, y que fácilmente entraría en cualquier top 5 de los mejores films peruanos de nuestra historia. Quizás haya sido el costo de un film protagonizado por una niña que nadie conocía y que escapaba al estereotipo televisivo de Carmín.

Por otro lado, este estreno fue víctima de la misma dinámica que viven los films que no tienen protagonistas provenientes de las series y telenovelas masivas, cuyas locaciones grafican zonas marginales o cuyas historias sobre pobreza y exclusión no venden. El estreno fue programado en salas de Los Olivos, Breña, Independencia, El Agustino, Centro de Lima, La Victoria, Santa Anita o Lima Provincias (siendo solo Piura o Ayacucho), aunque también como excepción el Jockey Plaza, lo que sigue confirmando el criterio clasista que tienen los exhibidores. ¿Será porque Juliana nos sigue interpelando aún sobre racismo, machismo, clasismo treinta años después? ¿Quieren proteger a sus usuarios de Miraflores, San Isidro y San Borja de aquello que dicen los hermanos Ballumbrosio en un pasaje del film, eso de que “los pitucos solo piensan en ellos mismos, en su rock y en sus flacas”?


(*) Tomado de : Wayka.pe

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