Lineamientos
programáticos
El Método
en la Elaboración del Programa de la Revolución
(Quinta y
Última Parte)
Eduardo
Ibarra
El PROGRAMA SEÑALA:
8.-
Cumplida su etapa democrático-burguesa, la revolución deviene en sus objetivos
y en su doctrina revolución proletaria. El partido del proletariado, capacitado
por la lucha para el ejercicio el poder y el desarrollo de su propio programa,
realiza en esta etapa las tareas de la organización y defensa del orden
socialista (ibídem, p. 162).
Esta afirmación requiere una explicación. En la nota Del autor, Mariátegui escribió sobre su
labor teórica:
Prepara
actualmente un libro sobre política e ideología peruana, que será la exposición
de sus puntos de vista sobre la Revolución Socialista en el Perú… (ibídem, p. 15).
En otro lugar, subrayó:
La
revolución latino-americana, será nada más y nada menos que una etapa, una fase
de la revolución mundial. Será simple y puramente, la revolución socialista. A
esta palabra, agregad, según los casos, todos los adjetivos que queráis:
“anti-imperialista”, “agrarista”, “nacionalista-revolucionaria”. El socialismo
los supone, los antecede, los abarca a todos (ibídem, pp. 247-48).
Es de observar que Mariátegui no niega la etapa
democrático-burguesa de nuestra revolución, sino que afirma que esta etapa es
una parte de nuestra revolución socialista. Y de esta forma sostiene que la
revolución peruana es una revolución socialista con dos etapas.
Congruente con esta visión, el
Programa, como se ha visto, precisa que «Cumplida su
etapa democrático-burguesa, la revolución deviene en sus objetivos y en su
doctrina revolución proletaria.»
Para evitar confusiones, es
pertinente esclarecer qué sostuvo Mariátegui con la frase «Cumplida
su etapa democrático-burguesa». Esta frase es una perífrasis de participio que
equivale a decir: «luego de cumplirse
su etapa democrático-burguesa, la revolución deviene…».
Esta forma lingüística es empleada
por Mariátegui en otros casos también, por ejemplo cuando escribió: «Abatida la feudalidad latifundista, el
capitalismo urbano carecerá de fuerzas para resistir a la creciente obrera» (ibídem, p. 33).
En conclusión, no es que el Programa
sugiera que la revolución democrático-burguesa hubiera tenido lugar en algún
momento anterior a 1928 (cuando se elaboró el Programa del Partido), sino que
sostiene que, después de llevarse a cabo la etapa democrático-burguesa de
nuestra revolución, ésta deviene revolución proletaria.
El Programa sostiene:
El partido
del proletariado, capacitado por la lucha para el ejercicio del poder y el
desarrollo de su propio programa, realiza en esta etapa las tareas de la
organización y defensa del orden socialista (ibídem, p. 162).
De hecho, con la frase «ejercicio
del poder», Mariátegui se refiere a la
dictadura del proletariado. Así lo demuestra la idea de que, ya en el poder, el
Partido desarrolla «su propio programa»,
es decir, «realiza… las tareas de la organización y
defensa del orden socialista.»
Teniendo en cuenta que al respecto
no debe caber ninguna duda, sería mejor que en el Programa del Partido aparezca
el término dictadura del proletariado y se defina el concepto que encierra.
El Programa dice:
El Partido
Socialista del Perú es la vanguardia del proletariado, la fuerza política que
asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha por la realización de
sus ideales de clase (ibídem).
Esta afirmación es sumamente importante y, en nuestro
tiempo –en el cual hay quienes niegan el vanguardismo marxista– hay que
destacarla suficientemente: desde la segunda década del siglo veinte, para ser
vanguardia el partido debe adherir al marxismo-leninismo (que hay que entender
como la ideología de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao) y enraizarse en la clase
y el pueblo. Pero desde que el Partido adhiere al marxismo-leninismo, es ya
vanguardia: lo ideológico es el factor determinante de su cualidad de
vanguardia, y su enraizamiento en las masas populares es una cuestión derivada,
aunque, por supuesto, políticamente necesaria.
Ahora bien, si, como señala el
Programa, el Partido «asume la tarea de
[la] orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de
clase», entonces se entiende que el Partido es necesario en la
construcción del socialismo, o sea, en la lucha por la realización del
comunismo.
En el acápite Reivindicaciones inmediatas, el Programa considera una serie de
reivindicaciones que en los años veinte del siglo pasado estaban en la orden
del día, reivindicaciones correspondientes tanto a lo económico como a lo
social y a lo educacional, tanto a la clase obrera como al campesinado y a la pequeña
burguesía. Presentemente el Programa debe considerar también las
reivindicaciones que emanan de la situación concreta.
Entre las reivindicaciones
consideradas por el Programa del PSP, la cuestión de «la
libertad de cultos y enseñanza religiosa» merece el siguiente apunte: en el
Programa a elaborarse, debe considerarse –aunque no como reivindicación
inmediata sino máxima– la separación de la iglesia del Estado.
Por otra parte, en el Programa debe
destacarse el derecho al trabajo, reivindicación que actualmente aparece en
numerosos programas del país y el mundo. ¿Por qué hay que destacar este derecho?
Analicemos la cuestión.
Como no puede ser de otro modo, el
derecho al trabajo está ligado al concepto de «trabajo
digno». ¿Qué es el «trabajo digno»? Es
el que, según todo juicio, satisface las necesidades básicas del trabajador y
su familia: vivienda, alimentación, educación, salud, transporte, recreación.
Es decir, el «trabajo digno» es el que otorga al
trabajador un «salario justo».
Pero sucede que, «en
las actuales condiciones sociales, el más justo de los salarios corresponde
inevitablemente a la más injusta distribución del producto del obrero, por
cuanto la mayor parte de ese producto va al bolsillo del capitalista y el
obrero debe conformarse con la parte indispensable para conservar su capacidad
de trabajo y para propagar su especie» (Engels).
Por tanto, no hay «salario
justo» y, por tanto, no hay «trabajo
digno» y, por tanto, desde el punto de vista marxista, en el capitalismo el
derecho al trabajo no es verdaderamente realizable.
En efecto,
el capitalismo semicolonial que caracteriza a nuestra sociedad, no tiene la
capacidad de hacer que la paga cubra las anotadas necesidades de todos y cada
uno de los integrantes de la masa laboral.
Al mismo tiempo, en el capitalismo el
trabajo es trabajo enajenado, incluso si satisficiera las aludidas necesidades
básicas. Precisamente en los Manuscritos
económico-filosóficos de 1848, Marx expuso las cuatro formas fundamentales
del trabajo enajenado, y no hay que perder de vista esta exposición.
En
consecuencia, todo marxista debe tener muy presente estas realidades explicadas
aquí brevemente, pues de otro modo corre el riesgo de creer que el derecho al
trabajo, el «trabajo digno» y el «salario
justo», son realizables en el capitalismo.
Sin embargo, no obstante lo
esclarecido, el derecho al trabajo es una bandera irrenunciable, y es un factor
de agitación de primer orden.
Apuntemos, al respecto, dos cuestiones.
Primera cuestión: el derecho al
trabajo es el centro del conjunto de
las reivindicaciones inmediatas, pues todas ellas guardan con él una relación
directa o indirecta.
Segunda cuestión: el derecho al
trabajo es la reivindicación que relaciona el Programa Mínimo con el Programa
Máximo, pues «detrás del derecho al trabajo está el poder
sobre el capital, y detrás del poder sobre el capital la apropiación de los
medios de producción, su sumisión a la clase obrera asociada, y por
consiguiente, la abolición tanto del trabajo asalariado como del capital y de
sus relaciones mutuas» (Marx).
Detrás del derecho al trabajo está
el poder sobre el capital, porque, como hemos subrayado arriba, como regla el
capitalismo no está en grado de resolver el problema del trabajo pleno (así
como tampoco de proporcionar un trabajo que no sea trabajo enajenado), y menos
lo está en un país de incipiente capitalismo como el nuestro, de manera que las
clases trabajadoras pueden percibir perfectamente que el derecho al trabajo solo
puede ser alcanzado realmente a condición de que se apropien de los medios de
producción, o sea, de que conquisten el poder político, centro del Programa Máximo.
Así pues,
la lucha reivindicativa revela su ligazón intrínseca con el Programa Máximo, el
derecho al trabajo su ligazón con la cuestión del poder, el «trabajo
digno» su ligazón con el socialismo.
No actuar
la lucha de clase del proletariado conforme exige esta relación, hace que el
derecho al trabajo sea asumido con una concepción meramente reformista.
Conclusiones
Como hemos visto a lo largo de la exposición, el
Programa del PSP, redactado por Mariátegui, es un ejemplo de dialéctica: resuelve
en términos correctos la relación entre la estructura económica y la
superestructura de nuestra sociedad, entre la realidad nacional y la realidad
mundial, entre la verdad universal del marxismo-leninismo y nuestra realidad
concreta, entre el nacionalismo y el internacionalismo proletarios, entre la
lucha por las reivindicaciones inmediatas y la lucha por el poder(5), entre el
Partido por una parte y la clase y las masas por otra, entre lo «indígena»
y lo occidental en nuestra sociedad, entre el Perú y la civilización
occidental, etcétera, etcétera.
He ahí el método que Mariátegui puso
en juego en la elaboración del Programa del PSP, cuyo contenido, por otra parte
–y tal como hemos procedido– hay que asumir con beneficio de inventario.
Así, el Programa del Partido,
cuestión en debate o que debe ser debatida, debe partir necesariamente del
Programa del PSP, pero en el entendido de que debe basarse también, a un tiempo
mismo, en la situación actual del Perú y el mundo.
El Programa del Partido no es el
Programa del Frente Unido del Pueblo Peruano, pero puede ser su fuente de
inspiración. Como se comprenderá, el tratamiento de esta cuestión excede en
mucho los límites del presente escrito.
Notas
[5] En el
Programa del PSP, esta relación está expresada en la siguiente afirmación: «Los
grupos estrechamente ligados que se dirigen hoy al pueblo, por medio de este
manifiesto, asumen resueltamente, con la conciencia de un deber y una
responsabilidad histórica, la misión de defender y propagar sus principios y
mantener y acrecentar su organización, a costa de cualquier sacrificio. Y las
masas trabajadoras de la ciudad, el campo y las minas y el campesinado
indígena, cuyos intereses y aspiraciones representamos en la lucha política,
sabrán apropiarse de estas reivindicaciones y de esta doctrina, combatir
perseverante y esforzadamente por ellas y encontrar, a través de cada lucha, la
vía que conduce a la victoria final del socialismo.» (Ideología y política, p. 164)
21.05.2019.
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