miércoles, 1 de agosto de 2018

Comentario de Libros


Literatura en Ayacucho, la visión de Juan Alberto Osorio T.

Roque Ramírez


EL ESTUDIO O ANÁLISIS DEL PROCESO LITERARIO en Ayacucho o la investigación crítica de algunas etapas del mismo, incluso si la indagación es acerca de la literatura generada en el ámbito de Huamanga, es sin duda un estudio esperado, no sabemos si largamente mas si expectante. Si es aguardado con mesura o desmesura ya depende de la visión que tengan los lectores, y, desde luego, del punto de vista de quien ejerza la crítica literaria del mismo. Nosotros lo recibiremos con expectativa y emoción en tanto –como hemos dicho en varias oportunidades y por escrito- en Huamanga se quitaron la legaña, se alertaron, profundizaron su visión del país, se enriquecieron decenas de escritores, desde Julio Ramón Ribeyro, Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez, Marco Martos a otros de menos fama, quienes incluyeron los ámbitos de Ayacucho en su obra literaria, Juan A. Osorio les dedica un ensayo más adelante. Desde luego, los escritores de Ayacucho convivieron y saben de esa realidad fragmentada del Perú, donde nacieron.

Desde esta premisa comentamos los ensayos y artículos que se han hecho de un estudio y análisis de diversos poetas, narradores y ensayistas que crearon lírica y prosa en la Región de Ayacucho; los mismos que su autor, Juan Alberto Osorio Ticona, los ha reunido bajo el nombre de Literatura en Ayacucho, Huamanga, editorial Amarti, Junio 2018. Es un libro  trabajado en décadas, sus páginas fueron escritas en el lapso de etapas diferentes, 1978-2014 , reflejan la labor persistente, madura y continúa de la mayoría de escritores, y muestra la aparición de otros que con el paso del tiempo han crecido y cuajado. La mayor parte son creadores nacidos en los lares de Ventura Ccalamaqui y Basilio Auqui, otros como el autor del libro se huamanguinizaron y los pocos produjeron cuando estuvieron allí conociendo ese mundo andino y fuimos acogidos en los ámbitos de la Universidad San Cristóbal de Huamanga.

Es obvio también que el realizar un estudio crítico sobre el desarrollo de la literatura en Ayacucho es un desafío a la vez que implica arriesgar opiniones parciales y/u objetividades en tanto en las décadas comprendidas se tiene que considerar un antes, un durante y un después de sucesos sociales acontecidos que -como bien señalaba Miguel Gutiérrez- “conmocionaron” y trastocaron la vida provinciana y tradicional de esa región. No obstante, para Juan Alberto Osorio es menos complicado porque él conocía Huamanga, a los escritores escrutados y, ya en ese antes, asumió un trabajo crítico al cual se ha seguido manteniendo leal, en el que impuso su sello personal sustentado en el estudio lingüístico, en la deconstrucción de estructuras y connivencia con el análisis total, metodología que la habían asumido otros críticos importantes como el cubano Fernández Retamar, quien apostaba por la imbricación e interrelación de métodos entre el estructuralismo y el marxismo.

En todo caso, el compromiso de riesgo, si lo hubiera, de Osorio sería mostrar complacencias subjetivistas por los amigos, discípulos y colegas a quienes estudia; y por el contrario es imparcial, más en esto tiene algo a su favor, el tiempo, que no lo ha desmentido respecto de opiniones críticas dadas en diversos medios donde se difundieron los trabajos reunidos hoy en el libro Literatura de Ayacucho. No olvidemos que la mayor parte de artículos y ensayos los ha realizado hace décadas, desde 1978, y hoy esos escritores abordados por él tienen una trayectoria innegable, y con una obra reconocida no sólo en la Región sino en todo el país.  Está muy claro cuáles son los propósitos de estos estudios publicados, el autor lo explica claro en la introducción: “Como se verá, se trata de una porción de la literatura hecha en Ayacucho, expresión de la labor académica, y de tareas en proyección social y extensión universitaria, que fueron particularmente intensas…”. Y no sólo es inserción académica y labor en Huamanga y su universidad, también desde y en otras regiones.

Es un volumen interesante de estudios porque, apasionamientos válidos aparte, en ellos se evidencia una inclinación favorable por averiguar si poetas y narradores deconstruidos (es expresión nuestra, no el procedimiento principal del autor) han elaborado y elaboran un trabajo que en lo formal cumpla o supere esa condición creadora. Sin el manejo de la forma, tanto en narración como en poesía, es difícil concederles tal función de creadores de literatura. Con ello no quiero respaldar que lo formal sea la única manera de validar a los productores de versos y prosa; pero sí es necesario, en mi inmodesta opinión, en el caso de quienes han trabajado y laboran con la belleza de la palabra, en un ámbito como lo es la Región de Ayacucho, por las connotaciones sociales y políticas que implica. El avisado lector crítico que es Juan Alberto Osorio, no obstante no ha evadido inferirnos la influencia de las disturbaciones sociales en la obra de los creadores, ni el equilibrio dicotómico entre lo social y lírico que estos expresan en su producción.

Juan A. Osorio no establece una periodificación del proceso literario en la  ciudad de Huamanga –ya se dijo, el libro es una reunión de trabajos varios- por no venir al caso, pero señala que la historia de la literatura en Ayacucho tiene dos etapas definidas antes y después de la Universidad  San Cristóbal. Antes de reabrir la universidad una literatura pasadista que tuvo influencia de una vena cusqueña modernista y española; y después, el ingreso a una experiencia moderna vitalista en el que los ecos de César Vallejo y Javier Heraud signan los versos de los poetas que surgieron en los años sesenta.

El siguiente artículo comenta la poesía de un profesor iqueño que trabajó en la U de Huamanga, Augusto Escalante y su libro Voces y Cantos, quien aporta con su trabajo a nuevas vertientes líricas. Luego, analiza a escritores huamanguinos que se vinculan a la U San Cristóbal. Mas, se otorga un espacio en ese comentar obra de autores para dejarnos ver que lo importante de la labor crítica de J.A. Osorio es su digresión estética y social sobre la concepción miope y centralista con la que se valida la producción literaria de las regiones:  “Todo indica que aún no hemos superado viejos hábitos y que el tratamiento literario aguarda un replanteo que, sin olvidar el rigor y la exigencia que la realización literaria reclama como primerísima condición, superen cercos de diversa índole. A estas alturas se impone una visión más global y coherente de la literatura nacional, la que sin duda revelará concepciones diversas.”

Luego continúa con Tránsito a la poesía primer poemario de Víctor Bueno Román (Lima), profesor en la U de Huamanga, que tiene logrados versos y un discurso optimista en la corriente conversacional, aún vigente en los poetas de la promoción del 70. Es en el breve ensayo “La poesía ayacuchana de hoy” que hace un recuento de los escritores que nacieron en Ayacucho, quienes publican desde 1965 y forman grupo en torno a la revista “Masa”: Marcial Molina, Víctor Tenorio, Teodosio Olarte y Héctor García-Blásquez; y poetas jóvenes nucleados en torno del Círculo Javier Heraud.

De García-Blásquez nos dice de sus versos en tono y perspectiva popular y testimonial; de Marcial Molina con versos también de tono lingüístico popular y quechua, e iconoclastas, en él se nota influencia de los anti poemas de Nicanor Parra, quien por cierto es publicado en Ayacucho en la revista “Universidad”, esta nota crítica no comenta el mejor libro de M. Molina y el más importante de la poesía ayacuchana, La palabra de los muertos o Ayacucho hora nona, publicado en 1988, al cual le dedica un artículo en páginas posteriores. De Teodosio Olarte nos señala sus ecos vallejeanos, su tono iconoclasta en su logrado poema “Sabina es también junio en Ayacucho”, incluido en la antología de Poesía Proletaria (Victor Mazzi T.). De Víctor Tenorio, habla poco por ser poeta no frondoso más orientado a la narrativa, tiene versos experimentales. Igual, más adelante incluye artículos sobre su prosa y narrativa.  Hace mención aparte del poeta Carlos Iván Degregori y su libro Para calmar la ira de los dioses, poesía de matiz narrativo y lenguaje sencillo, hace crónica de circunstancias y contrastes en el mundo,  logra mención honrosa en el concurso Poeta Joven del Perú, 1970. Incluye en este período a Artidoro Velapatiño, poeta integrante del Grupo Primero de Mayo, se afincó en Tacna, más su poesía posee rasgos del ande ayacuchano y la vitalidad y optimismo de su gente. Sus libros no estuvieron al alcance de J.A. Osorio.

Y concluye con quienes se afincaron en Huamanga, por trabajo en la Universidad o por seguir estudios en la misma. En estos párrafos incluye a Víctor Bueno, Augusto Escalante, Gloria Mendoza, Raúl Zárate y Roquelín Ramírez. De los dos primeros ya se extendió líneas atrás. Sobre Gloria Mendoza Borda, universitaria nacida en Puno, dice que es la de mayor trajín poético a pesar de su juventud, ya en Cusco publica un primer libro, su poesía es hermética y alto lirismo, apela a un “discurso de oposiciones binarias con significados testimoniales”. Igual los comentarios sobre la poeta no incluyen los varios libros publicados después. Luego menciona la obra de Raúl Zarate Aquino, igual estudia en la U. de Huamanga, nacido en Jauja, su poesía es de simbolismos fónicos que generan un lenguaje ecléctico que juega con aspectos fónicos y semánticos de la palabra, es ganador de Juegos Florales. De Roquelín Ramírez, nacido en Piura, comenta que en su poesía se está “atendiendo a exigencias simétricas que afectan la estructura misma de los poemas.”

Huamanga, ya se dijo, tiene vínculos vitales con la Universidad San Cristóbal, desde que vuelve abrir sus puertas, y los lazos son estrechos. La universidad no sólo es dinámica de aulas sino proyección a diversos rincones de Ayacucho. Y los escritores no pueden aislarse de esta urdimbre, por eso Osorio analiza la prosa del poeta Víctor Tenorio en una obra que publicó antes de 1980, Ayacucho Y San Cristóbal, destacando los efectos que la cátedra aportó a la ciudad y a la región. Y adelante, pág. 119, se estudia la poesía de Víctor Tenorio en su libro Miamor Enorillas de Cantos, un poemario que evidencia la madurez y dominio formal del verso, su entorno intimista, su “tonalidad lírica”.

       En el último artículo de Literatura en Ayacucho, J.A. Osorio, pasa a estudiar la narrativa de Tenorio en la novela Romances de Imilla (libraries worldwide, edición digital), año 2000, en la cual resalta la expresión alegórica de un choque bélico (valgan redundes) entre grupos sociales de dos mundos antagónicos, donde se profetiza que el mundo antiguo va a ser destruido por plagas casi bíblicas para erigir uno nuevo. Hay en la novela, sugiere Osorio, un eco de Rulfo, apelando al elemento onírico los personajes muertos cuentan sus vivencias entre los vivos. Romances de Imilla cuyo fragmento publicamos en la Revista Q’achqa Maqui, 1978, sería la primera novela (concluida después de ¿1985?) que incluye el subtema del conflicto que perturbó al Perú  durante esa década del 80.

A raíz del concurso literario por el Tricentenario de la Universidad San Cristóbal, salen ganadores jóvenes estudiantes de allí, J.A. Osorio comenta el trabajo narrativo de Manuel Granados, Julián Pérez, Raúl Zárate, y de un narrador mayor Martín Fierro, quienes al haber ocupado los tres primeros lugares del evento, son incluidos en la antología de cuentos Nueva narrativa peruana, editado por la UNSCH. En esa edad temprana los tres narradores eran la promesa que se ha hecho realidad, salieron galardonados en otros concursos; y son escritores representativos de sus regiones, Zárate en Junín, y Granados que ganó en otros eventos se dedica a escribir ensayos de sociología.

Sin embargo quien ha desarrollado una labor narrativa expectante y lograda, de obra de dimensión nacional –por ahora- es Julián Pérez Huarancca, con dos novelas excepcionales, Retablo y  Criba ganadora absoluta del Premio Copé 2013, la cual, según R. Gonzales Vigil  -jurado- “es una de las pocas novelas mejor logradas en el aspecto de la violencia política que vivió Ayacucho y que se propone comprender lo ya supuesto” en los años 80, al igual que Retablo, donde su alter ego desanda los pasos que la memoria recoge desde el anexo de la comunidad de su infancia hasta su arribo a Huamanga y saltos a otras urbes, mientras hace digresión de la moral andina en que se cría y la moral marxista que da el sustento para inferir los mundos, su cosmogonía andina liberadora y la estructura occidental que lo limita. Estas novelas y la ganadora del premio Novela Corta  “J. R. Ribeyro” 2017, BCR, Anamorfosis, no son estudiadas por J.A. Osorio al haberse publicado después o no haber llegado a sus manos.

En esta suma de comentarios críticos, con el sub título “En Busca de la Comarca Perdida” Osorio estudia la narrativa de Hildebrando Pérez Huarancca (hermano mayor de Julián) en su libro de cuentos Los Ilegítimos. Algunos aparecen antes en la Revista “Narración” de Lima, y en la Revista “Masa” de Huamanga. Sus relatos Hildebrando los ambienta en Chukara, un mundo andino en decadencia, despojado, sin espacio para la juventud que se obliga a migrar y retornar. Osorio lector indica los aires que tienen estos cuentos con el “Calixto Garmendia” de Ciro Alegría, a veces el aura de Rulfo. Para el autor de Literatura en Ayacucho, “Los Ilegítimos constituye una tentativa de revitalizar la narrativa nuestra, que da cuenta de una realidad actual…que tiene presente las interferencias y las diversificaciones que operan en el campo”.

Juan Alberto Osorio, Doctor en Lengua y Literatura, muestra mesura en su crítica literaria, mas es sagaz –en buen término- en sus digresiones, y no deja pasar hitos importantes de un proceso literario en una región. Así en el artículo “Huamanga y la Literatura Peruana”, publicado en dos partes, ha estudiado el paso y dones dejados por poetas y narradores importantes del país que pernoctaron en Huamanga y le cantaron  o describieron sus ámbitos, perfilaron personajes lugareños en sus obras, tales como Ricardo Palma, Julio Ramón Ribeyro, Edgardo Rivera Martínez, Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez Correa. Y no faltan los poetas Joaquín Olmedo, José Santos Chocano, y los modernos como Antonio Cisneros y Marco Martos. En otros artículos habla sobre encuentros literarios realizados en Huamanga que trajeron decenas de poetas, narradores y ensayistas como Manuel Scorza, Antonio Cornejo Polar, Gregorio Martínez,  Alfonso La Torre, Alfredo Bryce, José Antonio Bravo, Eliodoro Vargas Vicuña, Marcos Yauri, entre otros.

Dijimos que este conjunto de estudios, Literatura en Ayacucho, concluye comentando la novela de Víctor Tenorio, Romances de Imilla. Y su penúltimo artículo lo dedica a la poesía con el sub título de “El cantar de Marcial”, en el que habla del poemario de mayor interés publicado en los años 80 La palabra de los muertos o Ayacucho hora nona, 1988, cuya voz poética representa a quienes dominan la región, el país, y desde esa voz impuesta por los de arriba se infiere lo acontecido y se sustrae la voz de los otros opuestos. J.A. Osorio propone que la poesía de Marcial Molina, es audaz por apelar recurso insólito de afirmar negando denuncias sociales, aparte de asumir, in situ, como tema central el conflicto interno que se suscitaba en esos años.






La Psicología de Vygotski: Sobre la Larga Proyección de Una Corta Biografía*

María Benel


EN NUESTRO MEDIO Y TAMBIÉN a nivel internacional, a L.S. Vygotski se le conoce sobre todo por sus conceptos de “mediación” y “Zona de Desarrollo Potencial”, de gran utilidad en la educación y en la pedagogía.  Sin embargo, se ha disimulado el carácter marxista de su propuesta, hasta el punto de intentar colocarla como una tendencia más del constructivismo o como un aporte a la psicología cognitiva, hoy en boga. Y ya ni hablar de la teoría de la génesis social de las funciones psicológicas superiores, centro de la propuesta de Vygotski, la cual no se conoce o se conoce mal hasta en el ámbito de la psicología.

Para tener una visión global de la importante obra de Vygotski, presentamos un comprensivo trabajo de Ángel Rivière Gómez (Madrid, 1949-2000), uno de los más notables estudiosos y difusores de las propuestas del gran psicólogo bielorruso. En este trabajo, Rivière realiza una descripción ordenada y más o menos lineal de la teoría de Vygotski, así como de otros aportes conexos.

Ángel Rivière fue un notable psicólogo español que se hizo conocido por su trabajo con niños autistas.


I.  El período de formación

Como señala el autor, Vygotski fue “el hombre adecuado en el tiempo propicio”. Su aparición fue facilitada por un momento histórico único: la Revolución de Octubre, que propugnaba no solo un nuevo orden social opuesto al capitalismo, sino que en sus primeros años generó una ebullición cultural y científica, resultado esperado del cambio político y social.

        Lev Semionovich Vygotski nació el 5 de noviembre de 1896 en Orsha, una pequeña ciudad a orillas del río Dnieper cercana a Minsk, capital de Bielorrusia. Al año siguiente, la familia se trasladó a Gomel, una de las localidades bielorrusas a la que habían sido reducidos los judíos durante la Rusia zarista. Gomel, pequeña pero muy activa, fue en la práctica la ciudad de Vygotski. En ella vivió su infancia y juventud e inició su actividad profesional.

        La familia de Vygostski gozaba de una posición acomodada. El padre era jefe de departamento del Banco Central y representante de una compañía de seguros. Hombre de mente abierta y preocupado por la cultura, gracias a su gestión se abrió una biblioteca púbica en Gomel. La madre dominaba varios idiomas (enseñó el alemán a Vygotski desde pequeño) y era muy aficionada a la poesía. Es probable que este estimulante ambiente familiar influyera sobre Vygotski, segundo de ocho hijos que tuvo la pareja.

        Los padres, desconfiando de la educación que se brindaba en Gimnasium público, contrataron a Solomon Ashpiz como su tutor privado. Durante sus años de estudiante, Ashpiz había participado en el movimiento revolucionario, por lo que había sido deportado a Siberia. Ashpiz tuvo una gran influencia sobre Vygotski. De profesión era matemático, pero también enseñaba otras materias y, sobre todo, enseñaba a pensar con independencia.

        Durante sus épocas de bachiller, además de la influencia de Ashpiz, Vygotski recibió el influjo de su primo David Vygodski, varios años mayor que él. David, quien años más tarde se convertiría en un importante lingüista (cercano a las propuestas de Jakobson), compartía con Lev el interés por la semiología y los problemas lingüísticos, así como la pasión por la poesía y el teatro, y la afición por la filatelia y el esperanto.

        En los dos últimos años de bachillerato, Vygotski asistió al “Gimnasium” judío dirigido por Ratner. Al concluir, solicitó matrícula en la Facultad de Medicina de Moscú, donde fue admitido en 1913. Sin embargo, la matrícula en dicha carrera obedecía al pedido de sus padres. Los genuinos intereses de Vygotski eran la lingüística, la literatura, las lenguas clásicas y la filosofía. Por tal motivo, cambió su matrícula a Derecho (en la Universidad de Moscú no había otras carreras de humanidades) y siguió Filosofía e Historia en la Universidad Popular Shanyavski, cuyos títulos no eran reconocidos por las autoridades educativas pero que contaba con destacados intelectuales que habían sido expulsados de la Universidad de Moscú por razones políticas.

        Aunque ya desde el bachillerato Vygotski había demostrado una forma de análisis histórico y dialéctico de los acontecimientos y temas de discusión, durante sus estudios universitarios desarrolló aún más este “estilo mental”, en gran parte debido a la profundidad de sus estudios de Spinoza, Hegel, Marx y Engels, que ya le eran familiares desde antes de ingresar a la universidad. Como señala Rivière:

        “Para Vygotski, la dialéctica no era un catecismo ni un dogma, sino sencillamente la estructura misma de su modo de pensar, casi tan natural como la respiración. Comprender un problema era, para él, situarlo en su génesis dialéctica.” (p. 12)

Los años universitarios de Vygotski coincidieron con los agitados años previos a la Revolución de Octubre. Y el año decisivo, 1917, lo fue también para la conclusión de sus estudios. Vygotski fue un hijo de su tiempo. Un gran talento que, en otra época, habría dejado aportes importantes; pero que dentro del marco de la Revolución de Octubre tuvo la oportunidad concreta de desarrollarse al máximo debido a las condiciones fundacionales: una nueva sociedad, una nueva educación, un nuevo hombre.

        Al concluir sus estudios, Vygotski regresó a Gomel, donde permaneció hasta 1924. Esos años fueron fructíferos a nivel profesional y personal (en 1924 contrajo matrimonio con su amiga de la infancia, Roza Smekhova), aunque en 1920 fue internado por primera vez en un sanatorio para enfermos de TBC.

        Durante estos años, tres líneas de acción cruzaron su vida:

·      Cuestiones pedagógicas y educativas.
·      Estética, crítica y promoción institucional del arte.
·      Cuestiones psicológicas.

En cuanto a la primera línea de acción, “Vygotski se dedicó profesionalmente a la enseñanza en varias instituciones de Gomel. A finales de 1918, junto con David Vygodski comenzó a dar clases de Literatura en la Escuela de Magisterio. También dio cursos de Estética e Historia del Arte en el Conservatorio. Además enseñó Psicología en la Escuela Normal. Posteriormente, en los años de Moscú, daría clases en la Academia Krupskaya de educación comunista y se haría cargo de la cátedra de Paidología de la Segunda Universidad Estatal de Moscú. En sus últimos años, enseñó en el Instituto Pedagógico Herzen, de Leningrado.” (p. 14)

        Asimismo, en 1922 elaboró un informe sobre “los métodos de enseñanza de la literatura en la escuela secundaria”; posteriormente continuó con la publicación de artículos sobre pedagogía, y en 1926 apareció su libro Psicología pedagógica, el cual recogía temas importantes de su enseñanza de Psicología en la Escuela de Magisterio de Gomel.

        La vocación pedagógica de Vygotski es innegable, a lo que sumaba dotes para hablar en público; pero él no se quedó estancado en el practicismo cotidiano de las sesiones de clase, sino que utilizó todas estas experiencias concretas para la sistematización y elaboración de una propuesta que explicase los procesos de aprendizaje y desarrollo.  Esto es lo que lo vinculó casi inmediatamente con la psicología; sin embargo, sus propuestas y teorizaciones recién se consolidaron durante su estadía posterior en Moscú.

        En cuanto a sus intereses por la estética, la crítica y la promoción del arte, la etapa de Gomel fue muy activa: “… fue director de la Sección de Teatro del Comisariado de Instrucción Pública de la ciudad y fundó una revista, Veresk, dedicada a la crítica y a la literatura de creación de vanguardia. Además instituyó unos ‘lunes literarios’, con reuniones en que se discutía, presentaba y comentaba la obra de novelistas, ensayistas y poetas nuevos de la Unión Soviética. También realizó actividades de edición con Dobkin y David Vygodski.” (p. 16)

        Las investigaciones y estudios de Vygotski sobre estética, crítica y teoría de la literatura se recogieron en el libro Psicología del arte, publicado en 1925. Sin embargo, algunos de estos trabajos databan de mucho antes, como el estudio acerca de Hamlet, fechado en 1915, y que era una muestra del precoz talento de Vygotski quien a la edad de 19 años había compuesto un trabajo sobresaliente “por su claridad, erudición y finura crítica”.

        Los trabajos en este campo se interrumpieron bruscamente a partir del traslado de Vygotski a Moscú en 1924. Sin embargo, fueron de gran utilidad para su trabajo posterior. En primer lugar, le aportaron la comprensión de la importancia de la semiología en el lenguaje y comunicación humanos, aspecto que la gran mayoría de psicólogos –debido a su formación unilateral- desconocía. Y en segundo lugar, lo dotaron de una gran sensibilidad estética, la cual se refleja en sus penetrantes observaciones de los hechos y en sus comentarios literarios con motivo de ilustrar sus hallazgos en la investigación pedagógica y psicológica. En suma, le brindaron una sólida y amplia formación humanista y estética, la cual le permitió comprender más profundamente los hechos estudiados. Igual ocurrió con Marx y Engels, asiduos lectores de los clásicos griegos, de Shakespeare y de Balzac; y con Lenin, voraz lector de Shakespeare y los clásicos rusos, donde encontraron claros ejemplos de los hechos y de las clases sociales que analizaban en sus obras.

        Antes de 1924, Vygotski no había publicado ningún trabajo de psicología. Su contacto con ella se dio gracias a que enseñaba psicología en la Escuela de Magisterio de Gomel, donde organizó un pequeño laboratorio para prácticas. Sin embargo, la diversidad de sus actividades y estudios, descritos líneas arriba, evidentemente confluyeron para que reconociera las dificultades que afrontaba la psicología como ciencia en ese momento histórico y, además, para que estuviera mejor preparado que los psicólogos “oficiales” para emprender la tarea de zanjar entre las tendencias objetivistas e idealistas.


II. La psicología soviética en los años veinte: antecedentes y condiciones

La polémica entre la psicología introspeccionista y los nuevos enfoques objetivistas se vivió en Europa y en EE.UU. durante los años 20 del siglo XX. Pero en la naciente Unión Soviética alcanzó especial importancia debido al proceso revolucionario que se estaba viviendo, donde el cambio de la base económica exigía el cambio de la superestructura. En ese camino, los intelectuales, científicos y hombres de partido soviéticos se habían lanzado a la búsqueda de alternativas materialistas dialécticas para cada aspecto del conocimiento, en concordancia con la nueva concepción del mundo que se estaba generando en su país.

        En psicología, los intentos de construir una psicología materialista databan del siglo XVIII, con las propuestas de Lomonosov y Raditchev, recogidas por filósofos y pedagogos “liberales” del siglo XIX, como Bielinski, Herzen, Chernishevski y Dobroliubov. Pero fue la propuesta de Sechenov de reducir a reflejos las funciones psicológicas, la expresión más completa de la tentativa materialista del siglo XIX. Durante los primeros años del siglo XX, las investigaciones de Pavlov y Bekhterev permitieron desarrollar parte del programa de Séchenov; sin embargo, la corriente idealista tenía gran fuerza dentro de la psicología rusa. Su representante más destacado era G.I. Chelpanov, catedrático de la Universidad de Moscú. Para él, la psicología “… debía estudiar las leyes del alma, que se sirven del funcionamiento cerebral, pero no se confunden con él y tienen identidad propia.” (p. 19) En el Congreso de Psicología de 1909, sus tesis ganaron terreno frente a sus adversarios Bekhterev, Nétchaïev, Berstein, Rossolimo y Lange; y en 1912 fundó el Instituto de Psicología de Moscú, el cual se dedicó –principalmente- a desarrollar propuestas de investigación al estilo introspectivo.

        Poco después de la Revolución de Octubre, Chelpanov dejó la dirección del instituto, pero fue restituido en 1921. Entre 1917 y 1923 no se realizó ningún congreso de psicología, habituales en la etapa prerrevolucionaria; pero el I Congreso Pan-ruso de Psiconeurología, convocado en 1923, permitió la manifestación de las tensiones latentes entre idealistas y materialistas.

        En dicho congreso se hizo notoria la figura de D.I. Kornilov, discípulo de Chelpanov, quien criticó tanto la idea “metafísica” de pretender compatibilizar el pensamiento marxista con una psicología introspectiva (propuesta de Chelpanov) como el intento de reducir los fenómenos psicológicos a leyes biológicas y físicas (propuesta de Bekhterev).

        Kornilov denominó “reactología” a su propuesta, la cual consistía en estudiar, de forma objetiva, las “reacciones humanas en su ambiente biosocial”. Las propuestas de Kornilov trascendieron públicamente (Izvestia y Pravda publicaron notas sobre el desarrollo del congreso) y desataron una fuerte polémica que concluyó con el nombramiento de Kornilov como nuevo director del Instituto de Psicología de Moscú.

        La reorganización del instituto convocó a psicólogos muy jóvenes (Luria entre ellos), quienes tenían clara la tarea apremiante de construir una psicología marxista. Sin embargo, todos ellos tenían una formación marxista escasa; pero se dedicaron con todas sus fuerzas a la investigación y al estudio teórico.

        Kornilov jugó un papel importante en la orientación marxista de la psicología soviética, pero no pudo construir una psicología coherente con dichos principios.

        La psicología soviética se encontraba en un momento crucial de definiciones cuando se realizó el II Congreso Pan-ruso de Psiconeurología en Leningrado (enero de 1924). Kornilov presentó su artículo El método dialéctico en psicología y un aún desconocido Vygotski presentó la ponencia El método de investigación reflexológica y psicológica.


III. Primeros aportes de Vygotski

La cuestión central de la comunicación de Vygotski era “… la incapacidad de la reflexología para explicar adecuadamente la conciencia.” (p. 22) Como señala Rivière:

        “Vygotski (1924) criticaba lo que él llamaba ‘idealismo vuelto del revés’ de Bekhterev y Pavlov; es decir, la tendencia a prescindir de lo psíquico. Advertía perspicazmente que, si bien esa tendencia conducía a una posición de materialismo puro en la esfera limitada de la fisiología, terminaba por llevar a un enfoque implícito de idealismo dualista en la esfera más general del problema de las relaciones entre mente y materia.” (p. 23)

Además, Vygotski reconocía que la crisis de la psicología no era un hecho circunscrito a la URSS, sino que afectaba a la ciencia psicológica mundial. Era un debate entre una psicología elemental, incapaz de explicar las funciones psicológicas complejas, y una psicología subjetiva de la conciencia, incapaz de formular objetivamente las leyes de las funciones superiores. Pero, a pesar de su lucidez para identificar la raíz del problema, Vygotski todavía no había desarrollado su teoría y seguía usando nociones reflexológicas para acometer el problema.

        Esta presentación de Vygotski produjo una impresión positiva en los jóvenes investigadores del Instituto de Moscú, quienes lo invitaron a que colabore con ellos. En el otoño de 1924, Vygotski dejó Gomel para instalarse en Moscú. Su primer aporte al instituto tuvo una extraordinaria importancia en la polémica entre materialistas e idealistas. Esta conferencia se realizó el 19 de octubre de 1924 en las instalaciones del instituto y se tituló La conciencia como problema de la Psicología de la conducta. En esta presentación se puede apreciar el rápido proceso de construcción de lo que sería la futura teoría vygotskiana: el principio de la génesis social de la conciencia, expresado en dos frases potentes y agudas:

        “Somos conscientes de nosotros mismos porque somos conscientes de los otros; y de modo análogo, somos conscientes de los otros porque en nuestra relación con nosotros mismos somos iguales  que los otros en su relación con nosotros.”

        “La palabra es el origen de la conducta social y la conciencia.”

No obstante, a pesar de todos sus avances, Vygotski todavía permanecía dentro del marco reflexológico, sin percatarse aún de que el principio de la génesis social de la conciencia rebasaba el modelo E-R. Es por eso que la afirmación de algunos psicólogos norteamericanos –aclara Rivière- acerca de que esta presentación constituye “el manifiesto de la escuela histórico-cultural” es errada. Vygotski había avanzado notablemente en sus propuestas, pero todavía no alcanzaba las ideas fundamentales de su teoría, como por ejemplo, la naturaleza histórica y significativa de las funciones superiores.

        Desde la llegada de Vygotski a Moscú se formó lo que se conocería como la “troika”, constituida por Luria, Leontiev y el mismo Vygotski. A pesar de la mejor preparación en metodología experimental y el mayor rango institucional de los dos primeros, era Vygotski el único que poseía una formación humanista y marxista sólida y realmente asimilada, indispensable para realizar la ambiciosa tarea de superar la crisis de la psicología y generar una psicología desde una concepción científica del mundo. Es así que el liderazgo intelectual de Vygotski fue reconocido sin reparos por sus dos compañeros.


IV. La crisis de la psicología y el aporte metateórico de Vygotski

En 1926, debido a una grave recaída en el proceso de TBC que padecía desde 1919, Vygotski tuvo que ser hospitalizado por un largo periodo, tiempo que aprovechó para profundizar en el análisis de la crisis de la Psicología. Como resultado de este estudio, redactó el ensayo El sentido histórico de la crisis de la Psicología. Este manuscrito no se publicó en vida de Vygotski y, después de varios avatares, recién vio la luz en 1982. Rivière afirma que es una transición entre los anteriores escritos vygotskianos y la nueva teoría que ya se estaba forjando.

        En El sentido histórico…, Vygotski revisa la pluralidad de enfoques existentes en la Psicología de ese entonces, lo cual no solo significaba riqueza de ideas sino también escisión dentro de la Psicología. Es decir, cada enfoque poseía un corpus teórico incompatible con el de los demás.

        Para Vygotski, de la misma crisis de la Psicología debía salir la síntesis que daría solución al problema; pero para eso, era indispensable estudiar a profundidad la verdadera naturaleza de los enfoques que pugnaban dentro de la Psicología. Con esta propuesta, Vygotski rechazaba los intentos de síntesis a partir de la mezcla inopinada de conceptos provenientes de diferentes orígenes teóricos, como por ejemplo, el “freudomarxismo”.

        El estudio profundo de los enfoques en pugna dentro de la Psicología llevaría, inevitablemente, a ubicarlos en las concepciones materialista o idealista. Y si bien Vygotski reconocía que la salida se encontraba en una psicología marxista, deslindaba claramente de quienes pretendían construir una psicología marxista en base a citas, sin profundizar en el método dialéctico ni usarlo en sus propuestas. Dice Vygotski (citado en Rivière):

        “La aplicación inmediata de la teoría del materialismo dialéctico a los problemas de la ciencia, y particularmente a la biología y la psicología, es imposible, como lo es su aplicación inmediata a la historia y la sociología.” (p. 31)

Rivière señala que en base a su sólida formación marxista, Vygotski había comprendido que

        “… la relación entre la psicología científica y la filosofía marxista no podía ser una vinculación inmediata, sino mediata. Es decir, era preciso construir un conjunto de categorías intermedias (…), que permitieran establecer una relación verdadera entre los principios más generales del marxismo y las teorías psicológicas más específicas.” (p. 31)

Lo que Rivière no señala es que el gran nexo entre la Psicología y la propuesta marxista es el criterio de que “el ser social determina la conciencia social”. Pero lo que se denomina “conciencia social” no es abarcado en su totalidad por la Psicología, sino que se limita a cómo la conformación psicológica de los individuos se construye bajo el impacto del medio social. Y para responder a este cómo se tiene que identificar o crear los conceptos psicológicos que expliquen el tránsito de la vida social a la construcción psicológica de los individuos. A todo este conjunto de conceptos, Vygotski los denominaba “psicología general”.

        Es así que, para superar la crisis de la Psicología de los años veinte del siglo pasado y generar una psicología de veras marxista, era indispensable el establecimiento de una psicología general cuyos conceptos y principios debían cumplir con los siguientes requisitos: no reduccionistas, explicativos y de carácter genético (dialéctico). Es decir, todo lo contrario a los materialistas mecánicos, que habían reducido todo a reflejos, con lo cual era prácticamente imposible explicar la complejidad y desarrollo de las funciones psíquicas superiores.

        En el pensamiento de Vygotski influyó mucho la Dialéctica de la naturaleza de Engels (publicada en la URSS en 1925) y los Cuadernos filosóficos de Lenin (editados entre 1929 y 1930).

        La aplicación creativa del materialismo dialéctico en la Psicología llevó a Vygotski a proponer la actividad (que, aunque Rivière no lo dice, no es otra cosa que la práctica, con todo el poder de universalidad que ella posee) como la unidad fundamental de análisis en la nueva Psicología que se debía fundar.


V. La teoría de la génesis social de las funciones psíquicas superiores

Para Vygotski, dos conceptos centrales de su nueva teoría estaban estrechamente relacionados: el de actividad y el de mediación. Rivière define el primero como “… la actividad (deyatel’nost) no era respuesta o reflejo solamente, sino que implicaba un componente de transformación del medio con ayuda de instrumentos.” (p. 35)

        En cuanto al concepto de “mediación”, Rivière nunca lo define en su artículo, aunque realiza algunos acercamientos al mismo.

        Haciendo una extensión de las afirmaciones de Engels, Vygotski se percató de que los signos también cumplían un rol de herramientas o instrumentos: herramientas para la comunicación, la regulación de la propia conducta y la de los otros, y la formación de la conciencia. Además de Engels, un punto de partida para sus propuestas fue el aforismo de Bacon: “Nec manus nuda, nisi intellectus sibi permissus multum valent. Instrumentis et auxilibus res perfictur”, cuyo significado vendría a ser más o menos el siguiente: que la mano o el intelecto del hombre, sin las necesarias ayudas y herramientas, son impotentes.

        Ahora bien, aunque Vygotski establecía una analogía básica entre signos y herramientas (por la función mediadora de ambos), señalaba que sería peligroso extremar sus semejanzas o considerarlos isomórficos en cuanto a sus funciones. Vygotski afirmaba que, mientras la  herramienta está externamente orientada y acarrea cambios en los objetos, el signo está internamente orientado y no genera cambios en el objeto de una operación psicológica; solo es un medio de actividad interna que aspira a dominarse a sí mismo. Sin embargo, antes de ser medios de actividad interna, los signos son mediaciones externas, instrumentos brindados por el medio cultural del niño.

        De todo lo anterior surge la teoría de la génesis social del individuo, es decir, la conciencia y las funciones superiores no son el resultado de asociaciones reflejas de un cerebro aislado, ni un despliegue de predisposiciones prefiguradas de un espíritu solitario, sino que son el resultado de la relación entre objetos y personas; en otras palabras, son el resultado de las condiciones objetivas de la vida social (el ser social). Esto se expresa claramente en la Ley de la doble formación, que Vygotski expresaba así en 1930:

        “En el desarrollo cultural del niño, toda función aparece dos veces: primero, a nivel social, y más tarde, a nivel individual; primero entre personas (interpsicológica), y después, en el interior del propio niño (intrapsicológica).” (Rivière, p. 37).

En este momento es pertinente indicar dos definiciones más dentro de la teoría de Vygotski: internalización y funciones superiores. En cuanto a la primera, Vygotski consideraba que era la reconstrucción interna de una actividad externa. Como señala Rivière,

        “Para él, la internalización implicaba una reorganización de las actividades psicológicas sobre la base de las operaciones con signos y suponía la incorporación de la cultura al sujeto al mismo tiempo que la configuración del propio sujeto y la reestructuración de las actividades reflejas del organismo.” (p. 37)

Y las funciones psicológicas superiores venían a ser “… la combinación de herramienta y signo en la actividad psicológica.” Sin embargo, Rivière no reflexiona más acerca de esta definición, como para hacerla más cercana al bagaje formativo clásico de un psicólogo, donde más que de funciones se habla de procesos psicológicos. Tampoco problematiza si el concepto “funciones psicológicas superiores” es más pertinente o no que el de “procesos psicológicos”, cosa que hubiera sido muy útil para comprender mejor la potencia de la teoría vygotskiana.

        Rivière sí señala la gran cantidad de fuentes que Vygotski consultó y sintetizó para dar forma a su teoría, la cual no pudo desarrollar más debido a su prematura muerte. Además de la comprensión cabal del pensamiento marxista (Marx, Engels, Lenin), conocía bien la psicología de su tiempo y recogió los aportes de Kurt Lewin, Heinz Werner, Wolfgang Köhler, William Stern, Karl Bühler y Charlotte Bühler. Asimismo, conocía a fondo las propuestas de la biología evolucionista y mantuvo correspondencia con V.A. Wagner, especialista en el estudio comparativo de la conducta animal.


VI. Implicancias de la teoría vygotskiana

La tesis de la génesis social de las funciones psicológicas superiores implicaba un replanteamiento de las relaciones entre aprendizaje y desarrollo. Al respecto, había dos enfoques predominantes, y aparentemente opuestos, en Psicología:

·      Una tendencia objetivista que reduce desarrollo a aprendizaje, es decir, al número de conexiones reflejas entre E-R.
·      Una tendencia endogenista del desarrollo, la cual asume que el desarrollo es un proceso interno, mientras que el aprendizaje es externo y no es condición fundamental del desarrollo.

Frente a estos dos enfoques, Vygotski propuso que, si bien aprendizaje y desarrollo no son idénticos, el aprendizaje puede convertirse en desarrollo. Es más, el aprendizaje sería una condición necesaria para el desarrollo cualitativo desde las funciones más elementales a las superiores.

        Además, la relación entre aprendizaje y desarrollo no es unidireccional, sino que entre ellos se da una relación dialéctica: determinado desarrollo previo permite el aprendizaje, pero este aprendizaje también puede llevar al desarrollo a ir más allá de su nivel actual y explotar todo su potencial, a partir de las ayudas y apoyos que le pueden brindar al sujeto las personas que lo rodean.

        Es así que Vygotski propuso el concepto de Zona de Desarrollo Potencial (ZDP): “No es otra cosa que la distancia entre el nivel actual de desarrollo, determinado por la capacidad de resolver independientemente un problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución de un problema bajo la guía de un adulto o en colaboración con otro compañero más capaz.”

        Rivière no lo resalta, pero este concepto es de gran potencia, pues muestra que el desarrollo es el resultado de la interacción entre la disposición genética que trae un ser humano como representante de su especie y el entorno sociocultural de la sociedad en la que se encuentra. Dicha sociedad es la que le brinda los instrumentos que le permitirán desarrollarse como ser humano: signos, símbolos, lenguaje. Y estos instrumentos son el resultado del desarrollo de la especie en su lucha por la supervivencia, para lo cual se establecen determinadas relaciones entre los seres humanos. De una manera creativa y elegante, Vygotski aplicó los principios fundamentales del marxismo a la Psicología.

        Por otro lado, el concepto de ZDP permite una educación que de veras estimula el desarrollo. Por el contrario, la tendencia a considerar solo el nivel actual de desarrollo conlleva una educación conservadora, que solo repite lo que el niño ya sabe y que va siempre detrás de lo que el niño podría hacer.

        Dentro de la propuesta teórica que Vygotski estaba construyendo, el concepto de desarrollo poseía un lugar central. Vygotski criticaba a los enfoques clásicos del desarrollo por reducir todas las explicaciones a “leyes eternas de la Naturaleza” o a “leyes eternas del Espíritu”, desconociendo la naturaleza cultural e histórica del desarrollo. Y por eso mismo criticaba a Piaget: en el fondo de su teoría había sustituido la “ley eterna de la Naturaleza” por la “ley de la estructura”, una fuerza interior o lógica inmanente que guía el desarrollo del ser humano por encima de condiciones culturales e históricas.

        Para Vygotski, el desarrollo humano es la síntesis entre maduración orgánica e historia cultural. Sin embargo, al fundamentar su propuesta, Vygotski se percató de que era indispensable explicar la base material del desarrollo de las funciones superiores para sustentar cómo es que la cultura puede influir en ella.

        En primer lugar, Vygotski coincidió con Pavlov en que el Sistema Nervioso humano y el de animales cercanos al hombre tiene como función la formación de señales. Este sistema básico, el cual permite que estímulos inicialmente neutros tomen el valor de “señales” de otros estímulos relevantes para la adaptación del organismo, contribuye enormemente a la supervivencia.

        Sin embargo, Vygotski se percató de que este sistema implica una adaptación pasiva al medio, mientras que el ser humano siempre se ha caracterizado por transformar de manera activa su entorno. De ahí que Vygotski insistiera en que, en el caso del ser humano, el Sistema Nervioso cumplía una función adicional: la de significación, es decir, permite la introducción de estímulos artificiales (los signos) como nexos entre los estímulos y el comportamiento.

        En resumen, el cerebro humano tiene la posibilidad de desarrollar una función superior a la señalización: la significación. Esta posibilidad es un resultado del desarrollo histórico del ser humano como especie; pero requiere que, además, se realice con todo ser humano desde que nace. Los signos, el lenguaje, los cuales darán el contenido para que la función de significación se desarrolle, son proporcionados por el grupo en el cual este nuevo ser humano se incluiría ni bien nazca.

        Esta propuesta de Vygotski requería estudiar a fondo el cerebro humano y cómo es que el uso de signos podía modificar la estructura orgánica del cerebro. En primera instancia, se asumía que este Sistema Nervioso humano debía ser lo suficientemente plástico, versátil y flexible como para admitir la posibilidad de una modificación funcional debida a la cultura; pero Vygotski se dio cuenta de que su teoría del desarrollo requería una nueva teoría de la organización de los sistemas funcionales del Sistema Nervioso Central. Eso le llevó a interesarse, durante sus últimos años de vida, en la medicina y en las alteraciones neurofuncionales; pero su temprana muerte le impidió profundizar en el problema de la organización de las funciones neurofisiológicas.

        El problema al que se enfrentaba Vygotski era que su tesis de la génesis social de las funciones superiores planteaba la necesidad de un Sistema Nervioso Central que fuera capaz de transformaciones relacionadas con el empleo de herramientas y de la construcción de nexos significativos en función de convenciones culturales.

        Vygotski rechazaba que esas transformaciones producidas por el proceso de humanización fueran transformaciones estructurales. Para él, la estructura del Sistema Nervioso o de la corteza cerebral no se modifica por el hecho de que se adquieren habilidades de empleo de herramientas, signos o símbolos lingüísticos. Entonces, había que admitir que las transformaciones que se daban eran funcionales, cambios en la organización funcional de la actividad de los hemisferios cerebrales. Pero para admitir esto era necesario contar primero con un modelo adecuado de la organización funcional del Sistema Nervioso.

        Este modelo no podía ser el que proponía una “localización” precisa de las funciones superiores, basado en los descubrimientos de Broca y Wernicke sobre los “centros” reguladores del lenguaje. Y tampoco podía ser el modelo “holista”, basado en la idea de que el cerebro funciona como un todo, pues se contradecía con los hallazgos a nivel de estructura cerebral.

        Al igual que en la crisis de la Psicología, Vygotski tuvo que encontrar una tercera alternativa. Para él, la solución era una concepción “sistémica” de las funciones superiores, la cual, como afirma Rivière

        “… implicaba el supuesto de que tales funciones corresponden a interrelaciones entre zonas corticales, que cumplen aisladamente funciones específicas (asegurando así la significación funcional de la estructura material del sistema nervioso), pero configuran relaciones cambiantes a lo largo del proceso de desarrollo (con lo que podrían dar cuenta de la naturaleza histórica de las funciones). En el curso de la historia, se establecen conexiones, se crean órganos funcionales, que no requieren organizaciones morfológicas nuevas, sino que implican reorganizaciones dinámicas de las texturas de relaciones funcionales establecidas en el sistema nervioso. Los órganos funcionales son, por tanto, un resultado del desarrollo.” (p. 67)

Ahora bien, Vygotski no rechazaba de plano la localización de ciertas funciones del sistema nervioso, sino que consideraba que esta no bastaba para explicar la complejidad del desarrollo de las funciones psicológicas superiores. Y propuso los siguientes principios para un sistema de análisis psicológico adecuado de este tema:

·      Polivalencia de las relaciones y conexiones   interfuncionales.
·  Formación de sistemas dinámicos complejos, que integran una serie de  funciones elementales.
·      Reflejo generalizado de la realidad en la conciencia.

Estos principios sentaron las bases de una nueva ciencia: la neuropsicología, desarrollada principalmente por Luria.

        Hasta aquí lo central del artículo de Rivière sobre Vygotski. En las páginas que constituyen el texto se abordan brevemente dos temas adicionales: los estudios experimentales que Vygotski dirigió y que le brindaron importantes datos para corroborar y enriquecer su teoría, y sus trabajos en Paidología y Defectología.

        Vygotski murió a los 37 años, el 11 de junio de 1934, en el sanatorio Serebryany Bor. Dos meses después de su muerte apareció la obra con la que se haría más conocido en el campo de la Psicología: Myslene i rec, Pensamiento y habla, mal traducida como Pensamiento y lenguaje. Esta obra será motivo de un siguiente artículo en esta misma revista.
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*El presente texto fue publicado originalmente en la Revista Peruana de Pensamiento Marxista. Se agradece la colaboración. (Comité de Redacción).

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