miércoles, 1 de agosto de 2018

Política

Nota:

En el marco del año del Bicentenario del Natalicio de Carlos Marx, publicamos un capítulo del ensayo Carlos Marx: Concepción del Mundo, Revolución Proletaria, Realización del Comunismo. Este capítulo es particularmente importante porque, entre otras cuestiones, defiende el partido de clase y plantea que el partido de revolucionarios profesionales (corrientemente llamado partido de cuadros, como anota el autor) es un momento en el pensamiento de Lenin sobre el partido proletario, momento ligado al momento del partido de masas.

El planteamiento del autor constituye una manera nueva de entender el ¿Qué Hacer?, así como una refutación de los argumentos de quienes se dan de cabezazos contra este libro de Lenin, pretendiendo que el partido de revolucionarios profesionales fue el concepto exclusivo y excluyente que tuvo del partido proletario el jefe de la revolución rusa.

El lector entenderá que, metodológicamente, esa pretensión –que es todo un escamoteo– revela una mentalidad metafísica, y que, teóricamente, pone en evidencia la perversa intención de reducir el pensamiento leninista sobre el partido proletario a su circunstanciado planteamiento de un partido de revolucionarios profesionales.

El texto del autor renueva, pues, el estudio y la compresión del pensamiento leninista sobre el partido proletario, y, de esta forma, fertiliza la reflexión sobre tan importante problema.

01.08.2018.

Comité de Redacción.  


El Partido del Proletariado


Eduardo Ibarra


EL PROLETARIADO NO PUEDE cumplir su misión histórica si no dispone de su propio partido. Por eso la cuestión del partido proletario es fundamental en el pensamiento y la actividad de Marx y Engels.

Pues bien, en febrero de 1846, Marx y Engels fundaron en Bruselas la primera organización marxista: el Comité de Correspondencia Comunista. Los objetivos del Comité eran, por un lado, constituir el partido comunista en Alemania y aun a escala internacional, y, por otro, ganar a los activistas del socialismo y el comunismo de entonces a las concepciones de Marx por medio de una lucha intransigente contra el socialismo utópico, el «socialismo verdadero», el «comunismo artesanal». La ruptura con Weitling (marzo de 1946) y la circular contra Kriege (mayo del mismo año), fueron los primeros pasos de dicha lucha. Pertenecían al Comité, a más de Marx y Engels, intelectuales como L. Heilberg, F. Wolf, W. Wolf, S. Seiler, G. Weerth; el tipógrafo S. Born; E. von Westphalen, cuñado de Marx, y Wilhelm Weitling activaron también en el Comité, aunque por breve tiempo. Teniendo a Bruselas como el centro de sus operaciones, el Comité tuvo ramificaciones en Francia, Inglaterra y Alemania.

La aludida lucha del Comité contra las diversas corrientes del socialismo y el comunismo premarxistas, se orientaba al esclarecimiento de la membresía del movimiento cartista y, sobre todo, de la Liga de los Justos, organización fundada en 1836, y que agrupaba a un número relativamente importante de trabajadores. Por eso, en agosto de 1946, el Comité envió a Engels a una reunión de París a fin de luchar, en el seno mismo de la Liga, contra el «socialismo verdadero» y las posiciones de Proudhon, especialmente contra su oposición a la revolución violenta. De esta forma, Marx y Engels avanzaban el esclarecimiento de las cuestiones en debate y, por tanto, las condiciones de su incorporación a la Liga.

Cuando en febrero de 1947 Joseph Moll les aseguró que los miembros de la Liga «estaban convencidos de la exactitud de [sus] ideas en general», Marx y Engels se adhirieron a ella, lo que se hizo efectivo en el I Congreso de la nueva Liga de los Comunistas (junio del mismo año).

La influencia de Marx y Engels en la Liga era un hecho, pues, y, ya en la Revista Comunista, aparecida en setiembre, tal influencia se hizo patente: el lema «Todos los hombres son hermanos», fue reemplazado por el de «¡Proletarios de todos los países, uníos!»(1).

El II Congreso (noviembre de 1947) aprobó los estatutos de la Liga de los Comunistas.

Examinemos, pues, algunos de los artículos de estos estatutos.

Dejando atrás el discurso de la Liga de los Justos acerca de la «realización de los principios contenidos en los Derechos del hombre y del ciudadano», el artículo primero (sección I) de los estatutos de la Liga de los Comunistas declara con toda exactitud: «La finalidad de la Liga es el derrocamiento de la burguesía, la instauración del régimen del proletariado, la abolición de la vieja sociedad burguesa, basada en los antagonismos de clase, y la creación de una sociedad nueva, sin clases ni propiedad privada».

Aquí se pone de manifiesto la misión histórico-mundial del proletariado.

El inciso «a» del segundo artículo (misma sección), señala: «vida y actuación en consonancia con el fin propuesto».

Este inciso revela que la Liga de los Comunistas exigía de sus miembros la más completa unidad de teoría y práctica; esto significa que la Liga no era una máquina de organización, sino una máquina de combate y, por esta razón, cada uno de sus militantes no era simplemente «un organizado», sino un combatiente.

El inciso «c» del mismo artículo, reza: «profesión del credo comunista».

He aquí la base de unidad de la Liga de los Comunistas.

El artículo 13 (sección III), señala: «Los presidentes y adjuntos de las comunas formarán el comité de Círculo. Este elegirá de su seno un presidente. El círculo mantendrá correspondencia con sus comunas y con el Círculo directivo»; y el artículo 14 de la misma sección, dice: «Al comité de Círculo corresponde el poder ejecutivo de las comunas que los integran.»

Así pues, al Comité de Circulo pertenecía el «poder ejecutivo de las comunas que lo integran», es decir, la dirección de las tareas prácticas de las comunas. Esto por un lado; por otro, el Comité de Círculo tenía que mantener comunicación, se entiende que permanente, tanto con las comunas bajo su dirección como con el «Círculo directivo» de la organización, o sea, con la Dirección Central. De esta forma la organización mantenía el necesario dinamismo de su mecanismo interno.

El artículo 21 (sección V), dice: «Al Comité central corresponde el poder ejecutivo sobre toda la Liga y deberá como tal rendir cuentas al Congreso».

Aquí se expresa el centralismo, necesario en toda organización marxista.

El artículo 25 (sección VI), señala: «Los miembros de los comités de Círculo y del Comité central son elegidos por un año, admitiéndose la reelección y pudiendo ser removidos en todo momento por sus electores.»

Como vemos, en la Liga de los Comunistas existía el principio de la revocabilidad, en todo momento, de todos los dirigentes centrales y no centrales, principio que, dicho sea de paso, venía de los tiempos de la Liga de los Justos. Pero, lo que hay que subrayar especialmente, es que este principio, como principio de la Liga de los Comunistas, data de veinticuatro años antes que la Comuna de París lo estableciera para los funcionarios públicos.

El artículo 27 (misma sección), dice en parte: «Los comités de Circulo deberán encauzar las discusiones de las comunas en consonancia con los fines de la Liga.»

Aquí se observa la democracia interna, necesaria en toda organización marxista.

El artículo 30 (sección VII), señala en parte: «Al Congreso corresponde el poder legislativo dentro de la Liga.»

Aquí se constata que el Comité Central estaba subordinado a lo que legislara el Congreso de la Liga, y  esto da cuenta del centralismo-democrático, principio organizativo fundamental de toda organización marxista.

En resumidas cuentas, en la Liga de los Comunistas el «poder legislativo» estaba, como es natural, a cargo del Congreso, y el «poder ejecutivo» a cargo de las diversas instancias de dirección; pero, en la medida en que, como se ha visto, toda la militancia discutía las cuestiones relativas a la Liga, la organización toda era una organización legislativa-ejecutiva.

Este carácter de la liga prefiguró el carácter legislativo-ejecutivo de los órganos de la Comuna de París.

Como se ha podido ver, la condición de organización legislativa-ejecutiva de la Liga se basaba en el centralismo-democrático. La organización donde no hay centralismo-democrático, no es ni puede ser una organización legislativa-ejecutiva.  Y el centralismo-democrático tiene por base la cualidad pensante y operante de los militantes. La organización donde los militantes no poseen esta cualidad, no es ni puede ser una organización donde exista el centralismo-democrático. Así pues, la cualidad pensante y operante de la militancia y el centralismo-democrático determinan el carácter legislativo-ejecutivo del Partido.

Pues bien, Engels señaló que la Liga de los Comunistas tuvo sus orígenes «en “dos corrientes independientes: de una parte, «un puro movimiento de los trabajadores», y, de otra, «un movimiento teórico, proveniente de la desintegración de la filosofía hegeliana». Y agregó: «El Manifiesto comunista de 1848 marca la fusión de ambas corrientes» (citado por Monty Jhonstone, en Teoría marxista del partido político, autores varios, Ediciones Pasado y Presente, Córdova, p. 108).

De esta forma el compañero y amigo de Marx expresó la realidad de que el partido comunista resulta de la fusión del comunismo científico con el movimiento obrero.

Por tanto, es claro que lo que determina el carácter proletario del partido, es, en principio, su adhesión a la doctrina marxista y, enseguida y mechado con lo anterior, su enraizamiento en la clase y el pueblo.

Pero además, los fundadores subrayaron en el Manifiesto:

Prácticamente, los comunistas son… el sector más resuelto de los partidos obreros de todos los países, el sector que siempre impulsa adelante a los demás; teóricamente, tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales del movimiento proletario.

De esta forma expresaron la condición de vanguardia del partido comunista.

Por otro lado, también en el Manifiesto, puede leerse que la organización del proletariado en clase, o sea en una fuerza nacional enfrentada a la burguesía, significa su organización en partido político.

Esta idea tiene su explicación en la situación de la clase obrera de la época. Teniendo en cuenta esta situación, Engels, por ejemplo, «instó a todos los socialistas a unirse a ese partido [al Partido Laborista Independiente], creyendo que, si era sabiamente conducido, con el tiempo absorbería a cualquier otra organización socialista» Esta cita es una información que apareció en TheWorkman’s Times del 25 de marzo de 1893, recogida por Jhonstone, quien comenta al recordar otra afirmación del cofundador del marxismo: «Evidentemente, Engels no juzgaba al nuevo partido por su adhesión a la teoría marxista sino por la medida en que era “un partido político independiente de los trabajadores” que promovía y reflejaba “el propio movimiento [de las masas], con independencia de la forma en que lo hiciera, siempre que se tratase del propio movimiento de las masas”.» (ibídem, p. 131; cursivas de Engels).

Así pues, en las condiciones de la época, la organización nacional de la clase obrera en un partido independiente y opuesto a la burguesía, podía ser definida como partido de clase aun cuando no estuviera homogeneizado por el marxismo.

No obstante, tal como se ha visto, Engels definió a la Liga de los Comunistas como la fusión del marxismo con el movimiento obrero, y en la carta a Trier del 9 de agosto de  1890, señaló:

[Para que el proletariado] sea lo bastante fuerte como para triunfar en el día decisivo, [debe] formar un partido independiente, distinto de todos los demás y opuesto a ellos, un partido clasista y consciente… eso es lo que Marx y yo hemos propugnado desde 1847» (citado por Jhonstone, ibídem, p. 133; cursivas nuestras).

De esta forma esclareció que, desde 1947, es decir, desde la Liga de los Comunistas, él y Marx propugnaron constituir un partido independiente del proletariado, un partido consciente, un partido marxista.

Este es el concepto más estricto que Marx y Engels tuvieron del partido proletario.

Obviamente, este «modelo» ideal de partido experimentó, como no podía ser de otro modo, un proceso de construcción: la Liga de los Comunistas no pasó de ser, según señaló el propio Engels, un germen del partido, pues no alcanzó un arraigo considerable en el proletariado, mientras, andando el tiempo, el Partido Socialdemócrata Alemán apareció ya como un partido proletario en toda la extensión de la palabra por el amplio arraigo que alcanzó en el seno de la indicada clase.

Es decir que, desde la Liga de los Comunistas al Partido Socialdemócrata Alemán y la Segunda Internacional, se produjo un proceso de decantación por el cual el partido proletario espontáneo, no homogeneizado por el marxismo, caducó históricamente y, así, dejó su lugar al partido «clasista y consciente», es decir, al partido marxista.

Así pues, el partido marxista se convirtió en regla, pero, como toda regla, tuvo sus excepciones y puede tenerlas todavía en nuestro tiempo, aunque, naturalmente, esto último exige precisiones.

El mencionado proceso de decantación y su resultado, no se debieron, como es obvio, al temperamento polémico de Marx y Engels, sino al cambio de la situación ideológica del proletariado: a fines del período de 1848-1871, el socialismo anterior a Marx periclitó definitivamente y, en el período siguiente de 1872-1904, el marxismo obtuvo «un triunfo completo» (Lenin) y se extendió considerablemente en Europa y Estados Unidos de Norteamérica. Este triunfo «del marxismo obliga a sus enemigos a disfrazarse de marxistas. El liberalismo, interiormente podrido, intenta renacer bajo la forma de oportunismo socialista.» (Lenin).

Es decir, desde el comienzo del último período indicado, el marxismo apareció como la única doctrina partidaria de la revolución proletaria y la dictadura el proletariado.

Teniendo en cuenta, pues, la observación de Engels según la cual el partido proletario resulta de la fusión del marxismo con el movimiento obrero, hay que señalar que el partido proletario enraizado en la clase es, socialmente hablando, parte de ella, y que, a un mismo tiempo, ideológicamente es su vanguardia.

Por tanto, el hecho de ser el partido parte de la clase y, a la vez, encontrarse por delante de ella por su condición de vanguardia, constituye la concreción de la fusión del marxismo con el movimiento obrero.(2)

Grosso modo, pues, puede decirse que, en el siglo XIX, el partido de clase pasó por las siguientes etapas: el partido surgido espontáneamente, no homogeneizado por el marxismo, como fue el cartismo (surgido anteriormente al marxismo); el partido homogeneizado por el marxismo, como fue la Liga de los Comunistas; el partido carente de una forma organizativa, como ocurrió durante el reflujo del movimiento obrero europeo entre 1850 y principios de la década de 1860; el partido como partido-frente, como fue La Asociación Internacional de los Trabajadores; nuevamente el partido homogeneizado por el marxismo, como fue el Partido Obrero Socialdémocrata Alemán.

Ahora bien, en cuanto al partido marxista, es posible mencionar una forma sui generis de su existencia: carente de organización, el partido marxista existió como el ala izquierda del movimiento cartista (Julián Harney, Ernest Jones, etc.); y lo mismo ocurrió en la Asociación Internacional de los Trabajadores (Marx, Engels, etc.)

Así pues, el partido de clase surgido espontáneamente (cartismo, Partido Laborista Independiente, Asociación Internacional de los Trabajadores, etc.) fue tal en la medida en que, en su momento, apareció como la consumación de la independencia de clase del proletariado.(3)

Pero la experiencia histórica (y particularmente la de la Comuna de París) demostró las limitaciones del partido de clase surgido espontáneamente: la tarea de la toma del poder, la construcción del socialismo y la realización del comunismo (todo en uno, es decir como un proceso), exige un partido marxista. Esto es indiscutible.

Pues bien, resumiendo, puede decirse que, entre 1848 y 1871 la regla fue el partido-frente, y la excepción el partido marxista. Hoy, como es notorio, ocurre lo contrario: la regla es el partido marxista, y la excepción el partido-frente; pero, mientras, en términos generales, la regla está vigente en Europa, Asia y América Latina, la excepción tiene como teatro el continente africano.

El antagonismo ideológico entre el socialismo premarxista y el revisionismo, de un lado, y el marxismo de otro, se confirmó en la práctica durante la revolución rusa, cuando anarquistas, mencheviques y eseristas se opusieron, incluso mediante alzamientos armados, al poder soviético.

El partido marxista de masas es el modelo ideal del partido de clase. Este fue el caso, como ya anotamos, del Partido Obrero Socialdemócrata Alemán, del cual Lenin dijo lo que sigue:

La historia… ha confirmado hoy a gran escala, a escala histórica universal, la opinión que hemos defendido siempre, a saber: que la socialdemocracia revolucionaria alemana… estaba más cerca que nadie de ser el partido que necesitaba el proletariado revolucionario para triunfar. (Obras escogidas en doce tomos, t.  XI, p. 14; cursivas en el original; elipsis nuestras).

Es necesario subrayar, pues, que, mientras el partido de revolucionarios profesionales de Lenin apareció como una forma organizativa necesaria en una situación particular, «a escala histórica universal» el partido de masas tipo socialdemocracia alemana se mostraba como el partido que «… estaba más cerca que nadie de ser el partido que necesitaba el proletariado revolucionario para triunfar.» Es remarcable el hecho de que esto fue sostenido por el creador del partido de revolucionarios profesionales.

La afirmación «… estaba más cerca que nadie», no equivale a decir que la socialdemocracia alemana era redondamente el partido que el proletariado necesitaba para triunfar. Como veremos más abajo, los hechos demostraron finalmente que el partido alemán estaba inficionado de revisionismo, y esta realidad lo invalidó como máquina de combate.

Así pues, el resultado negativo cosechado por la socialdemocracia alemana demuestra que todo depende de qué ideología homogeniza al partido, que el partido tiene que ser un partido firmemente adherido al marxismo (al marxismo-leninismo, como corresponde formular en nuestra época).

El partido bolchevique de revolucionarios profesionales fue una necesidad en las condiciones rusas del período 1903-1905, y, probadamente, el punto de partida para llegar al partido de masas.

Lenin señaló:

Al surgir en 1903, el bolchevismo heredó la tradición de lucha implacable contra el revolucionarismo pequeño burgués, semianarquista (o capaz de coquetear con el anarquismo), tradición que había existido siempre en la socialdemocracia revolucionaria y que se consolidó, sobre todo, en nuestro país de 1900 a 1903, cuando se sentaron las bases del partido de masas del proletariado revolucionario de Rusia. (OE, t. XI, p. 13; cursivas nuestras).

Como se sabe, el ¿Qué hacer? fue escrito entre fines de 1901 y principios de 1902, es decir, «cuando se sentaron las bases del partido de masas del proletariado revolucionario de Rusia». De manera que, contra lo que se cree generalmente, en dicho libro se encuentran algunas de las bases del partido de masas: marxismo, centralismo-democrático, ligazón con el proletariado y otras clases trabajadoras, condición de vanguardia. De la cita inmediatamente anterior, se desprende la conclusión indiscutible de que el partido de revolucionarios profesionales (corrientemente denominado «de cuadros») es un momento en el pensamiento de Lenin sobre el partido proletario, momento dialécticamente ligado al momento del partido de masas, propugnado y concretado por el propio jefe de la revolución rusa. Por tanto, es erróneo contraponer la teoría del partido de revolucionarios profesionales al partido de masas: entre ambas formas de organización hay diferencias indudables, pero también similitudes, y, prácticamente, un fuerte cordón umbilical.(4)

En el prólogo a la recopilación En doce años, Lenin dejó sentados los siguientes conceptos que prueban nuestro aserto:

… ahora, cuando la lucha por esta organización  ha terminado hace mucho, cuando se ha hecho la siembra, ha madurado el grano y ha terminado la recolección, hay quienes dicen: «¡Se exageró la idea de la organización de revolucionarios profesionales! ¿No es ridículo esto?

El Partido Socialdemócrata, a pesar de la escisión, de 1903 a 1907… fue el que más informó a la opinión pública acerca de su situación interna… El Partido Socialdemócrata, a pesar de la escisión, utilizó antes que todos los demás partidos el destello temporal de libertad para hacer efectivo el régimen democrático ideal de organización abierta, con elección de cargos y con representación en los congresos según el número de miembros organizados del Partido.(Contra el revisionismo, recopilación, Editorial Progreso, Moscú, s/f, p. 100)

Así pues, el ¿Qué hacer? debe ser estudiado en el marco del movimiento del pensamiento leninista sobre el partido proletario.

Ahora bien, al crear la concepción comunista del mundo, Marx y Engels crearon también la teoría de la revolución proletaria y, por esto, contra el socialismo utópico y los neohegelianos, de una parte y, de otra, contra el blanquismo, sostuvieron que la revolución proletaria es una revolución de masas.

En esta misma línea, Mariátegui señaló:

… una revolución no es un golpe de mano. Es una obra multitudinaria. Es una obra de la historia. Los comunistas lo saben bien. Su teoría y su praxis se han forjado en la escuela y en la experiencia del materialismo histórico. No es probable, por ende, que se alimenten de ilusiones. (La escena contemporánea, p.  135).

Y, como resulta obvio, una revolución de masas exige un partido de masas que pueda conducir la revolución a la victoria.

Por eso, es evidente que, por lo general, el partido marxista-leninista de masas es el tipo de partido que necesita el proletariado para triunfar. Por tanto, es tarea primordial la construcción de un partido de masas (enraizamiento en el proletariado y demás clases trabajadoras) y de ideas (marxismo-leninismo y teorías que resultan de su aplicación a la realidad particular donde se actúa).

Claro está que, a diferencia de los partidos de clase surgidos espontáneamente, el partido de masas no puede resultar sino del desarrollo del partido de cuadros. Esto es una ley del desarrollo del partido proletario.

La tarea de los marxistas es, pues, hacerse conscientes de dicha ley y actuar en consecuencia.

Notas
[1] Raziánov ofrece una versión distinta del origen de la Liga de los Comunistas. Según él, ella no resultó de la transformación de la Liga de los Justos: «Se resolvió agruparse en la Liga de los Comunistas. De ningún modo se trata de la Federación de los Justos reorganizada, como lo asegura Engels: olvida que era representante del comité de correspondencia de París fundado por él mismo.» (Marx y Engels, versión digitalizada por Koba de la edición de Editorial Claridad, Buenos Aires, 1962, p. 23).
[2] Obviamente, esta fusión es la forma partidaria de fusión del marxismo y el movimiento obrero. Otra forma –la más amplia– es la fusión del marxismo con el movimiento de las clases trabajadoras en un movimiento social.
[3] Para decirlo con más exactitud, el partido de clase surgido espontáneamente, hizo posible alcanzar la independencia de clase del proletariado, pero no la realización del programa comunista. La excepción a esta regla fue la Comuna de París de 1871, pero solo en términos relativos (y no solo porque en el terreno económico sus conquistas fueron elementales), pues la heterogeneidad doctrinal de su dirección no garantizaba que se estabilizara en el tiempo.
[4] Pero, naturalmente, si bien es erróneo contraponer el partido de revolucionarios profesionales al partido de masas por cuanto ambas formas organizativas tienen el mismo carácter de clase proletario, es necesario, en cambio, distinguir lo que a cada una de tales formas organizativas caracteriza por separado, tanto en lo que atañe a lo organizativo como a lo que compete a su ligazón con la clase y las masas trabajadoras en general. En lo organizativo, hay que considerar sobre todo el centralismo democrático y, en lo que a la ligazón con las masas se refiere, hay que tener en cuenta sobre todo el hecho de que el partido de revolucionarios profesionales tiene una militancia que mayoritariamente vive al margen del aparato productivo de la sociedad, mientras el partido de masas tiene una militancia que mayoritariamente participa de dicho aparato. Desde luego, estas cuestiones no son las únicas que distinguen las mencionadas formas organizativas del partido proletario, pero tal vez sean las más importantes.

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