martes, 1 de agosto de 2017

Historia

De Peones Esclavizados a Libertos, Cimarrones y Actos de Resistencia en Latifundios de Morropón - Piura.

(Segunda Parte)

Roque Ramírez Cueva

EN ANTERIORES PÁGINAS, parte uno, señalamos: el terrateniente o dueño de extensas tierras, adquiridas por rapiña de conquistadores coloniales, por arruinar al minilatifundista competidor, por favores del poder, por ser usurpadores de las tierras de las comunidades, por herencia mal habida, etc.; se dijo, el propietario consideró al trabajador y peón esclavizado como un bien inmueble o instrumento de trabajo. Y para fundamentar trascribimos la cita de Alejandro Reyes que mostraba un inventario de herramientas y animales junto a esclavos. Antes de cita del historiador Reyes, indicamos que López Albújar recurrió a un inventario de hacienda igual para recrear su novela Matalaché, y eso se percibe en las páginas de Tomás Escajadillo, cuya bibliografía consignamos.

        Y obviamos otras fuentes que hoy incluimos. La primera es el artículo de Raúl-Estuardo Cornejo (escritor Piurano, nacido en Yapatera), publicado en la Revista ‘Cuadernos’ (a), donde presenta un inventario de relación de bienes que hizo el latifundista Farfán de los Godos de su casa en Piura y de la hacienda La Tina. En este inventario de una decena de páginas, el hacendado piurano registra muebles, enseres, joyas, menaje, máquinas, aperos, acémilas, herramientas, instrumentos agrícolas y de castigo, e insumos para producción de jabón. Y entre ellos “un negro casta congo de sesenta años nombrado Manue” y otros congos y carabalís (sic), otros de casta Chala con su respectivo precio.

        Por su parte, Arroyo, en su libro (b), incluye una relación censal de tierras en los valles de Mala y Cañete, hecha por la Orden de Santo Domingo, en 1627, (S. XVI),  donde se registra a los arrendatarios, las tierras que trabajan y el número de peones esclavizados que poseían, de esa manera tasaba los impuestos que debían aportar los rentistas. Estos pagaban por cada esclavo un peso anual. Arroyo además incluye otro inventario, fechado en 1745, de la hacienda La Escala, propiedad del hacendado Jacinto Hernández, donde se menciona que tenía plantas de oliva, reses, y entre acémilas y caballos había “13 machos chúcaros y chicos y grandes…, 9 borricos y 9 borricas; 3 negros, Marselo, Feliciano y Juan Chancho, 5 negros mozos y una negra María”. De esta manera, la evidencia social de por qué el trabajador esclavizado era considerado un instrumento, un  bien económico, lo notamos sin sesgo en lo siguiente: estos inventarios o relaciones censales sobre las propiedades de hacendados, de Cañete o Mala, no incluyen como bienes a los trabajadores yanaconas indios. Estos yanaconas condujeron tierras por arrendamiento y constituyeron mano de obra indirecta en las haciendas de los siglos XVI.

        Antes de seguir con nuestros temas acerca de trabajadores esclavizados que, como dice el título de esta II parte, pasaron de una condición esclavizada a ser libertos o liberados por diversas modalidades; es necesario hacer un paréntesis para explicar que el presente ensayo se empieza a concebir después que participamos en la asesoría y corrección de textos del libro Cadenas Rotas Yapatera de Fernando Barranzuela (c), quien en la edición de la Municipalidad de Piura lo titula con el nombre de “Historia de Yapatera”; nosotros lo mencionaremos y citaremos con este nombre original que se incluye en p. 21 de la misma edición. En la estructuración y redacción del mismo se consideró unos Anexos que constan de citas de historiadores las cuales dan sustento a ideas, conceptos o proposiciones los cuales trabajé a modo de notas  comentadas.

        Nuestra inquietud, estuvo motivada por el interés de impulsar discusiones sobre temas culturales, sociales de los trabajadores agrícolas asentados desde siglos atrás en los ámbitos del distrito de Chulucanas, en particular de la antigua hacienda Yapatera, caracterizada porque los latifundistas emplearon mano de obra de peones, artesanos y domésticos diferenciados por el color de su piel con los “blancos” (hacendados) . La mayor parte de su población está constituida por gente cuyos ancestros fueron secuestrados del continente africano  para ser esclavizados. La publicación del libro de Barranzuela en el cual se adjuntan los Anexos que trabajamos, dio como resultado una activa preocupación por parte de maestros, estudiantes, artesanos, profesionales y dirigentes nacidos en Yapatera sobre su cultura, arte y expresiones sociales, y el innegable y visible racismo, tanto que con la intromisión de ONGs, han impulsado con dinamismo la visión de lo afro descendiente y su problemática. No asumo glorias ajenas, mas sí cumplió los propósitos.

        En el libro Cadenas Rotas Yapatera (p. 34) tradujimos del inglés, por ejemplo, el tema de su religiosidad heredada y adaptada(1), de dioses africanos “quienes acompañaron a sus hombres y mujeres desde el continente Madre, hasta las nuevas tierras”:

 “Llamada la historia de los Orichas y de cómo los descendientes de Changó, vinieron a ser condenados a la esclavitud y al exilio. El segundo capítulo, cuyo discurso es empleado para la primera época, iniciado con la historia de algún ancestro representativo del Muntu [mundo] americano. Están incluidos Ngafúa, hijo de Kissikama; Nagó el navegante; Kanuri Mai, el príncipe Kush; Olugbala, nacido en el mar, y Sosa Illamba, por quienes habló: ‘Zulú el padre / Baluba la madre’…”

Y respecto a los temas propuestos en el presente trabajo, de ambas partes I y II, también fundamentamos (tal como ya se hizo en la parte uno) en dichos anexos que “A ellos que allá en África, tuvieron al Único Padre, Zambé, a los orishas (divinidades) bondadosos y protectores como Vodún, Babá Aye, Babalú, Yemanyá, les proscribieron su religiosidad y los convirtieron en enemigos del “cielo”, luego los catequizaron con  religión (cristiana) que los inducía mediante los sermones al conformismo de aceptar su nueva situación de esclavitud (manipulación religiosa aplicada también al indio)” Este comentario lo fundamentamos con el testimonio del cronista español De la Calancha (citado por Carlos Lazo), (2)

 “…dixo que ay hombres que Dios los cría para servir a otros, como son los negros, porque si todos los hombres fueran ricos […] ninguno quisiera servir a otros […] cavar, arar, sembrar las chacras…[ni] guardar las ovejas en las punas [por eso] Dios ordenó que hubiera hombres pobres en el mundo…”.

Lo cual nos lleva a recordar la animalización con la que se pretendió someter a los peones esclavizados y que ellos contrarrestaron invocando y festejando en sus danzas a sus orishas, para así preservar la condición humana que se le pretendió –ya dijimos- anular (ver parte uno). Corchetes nuestros en toda la parte dos.

        Ampliando otros temas, mencionamos al historiador José L. Castillo Roman, (3) quien coincide en su tesis con Espinoza Claudio (parte uno), respecto de que la gente sometida por los esclavistas negreros “en Piura, mayormente fueron usados en el servicio doméstico y con excepción fueron insertados en la producción agrícola; y sugiere, junto con Manuel Burga, mediante interrogante, sí acaso en el Perú ¿en verdad fueron esclavos? aparte del nombre [categoría dada]. Pero de lo que no se duda es que pertenecieron a los sojuzgados o sometidos.” Lo cual lo sustentamos con las afirmaciones de Carlos Lazo (4):

“J. Leonidas Castillo, para las postrimerías de la Colonia entrevé para Piura una esclavitud doméstica reblandecida por el paternalismo y el espíritu señorial de los propietarios. […] Y Manuel Burga después de sugerir la necesidad de analizar ‘las relaciones de producción’… pregunta si existió realmente la esclavitud negra en el Perú”.

La coincidencia acerca de que en los latifundios peruanos no se instituyó una esclavitud rigurosa, perversa y cruel, no es de dos sino de varios historiadores autorizados. López Segrera (5) dice, “El testimonio de Jameson coincide con el de Humboldt, en el hecho de destacar la suavidad de la esclavitud cubana en comparación con los esclavos de otras economías de plantaciones [latifundios]”. Otro de ellos es Waldemar Espinoza, quien para el ámbito peruano nos hace notar que los peones esclavizados negros no ocuparon el último escalón dentro del estrato social; por ejemplo, estuvieron arriba de los trabajadores indios al haber tenido, antes de llegar a América, la chance de conocer las costumbres de los europeos, a las cuales se adaptaron sin problemas, recordemos que después de ser secuestrados en África ellos llegaron a Portugal, España y de allí traficados a América. Espinoza agrega (6):

“…el indio resultaba un verdadero esclavo, y en ciertos casos peor que los negros de importación africana, ya que algunos de estos, bajo el amparo de sus amos y dueños, eran los que administraban y vigilaban a los mitayos y yanaconas de las haciendas, obrajes…”

Para el caso de la hoy Región Piura, ámbitos del Alto Piura, el historiador José L. Castillo nos confirma lo mencionado por Waldemar Espinoza, las contradicciones en que se desenvolvían los trabajadores esclavizados: ser sometidos por los esclavistas y por los latifundistas negreros, y para diferenciarse de otros sectores sojuzgados le sirvieron de elemento represivo a sus amos. (7)

        “En 1830, el Coronel Francisco Xavier Fernández de Paredes tenía cinco esclavos en su hacienda de Morropón dedicados  a hacer desalojos de los indios que no pagaban la merced conductiva [tributo de arriendo] de sus obligaciones. Una… se dio en la hacienda de Buenos Aires, donde los esclavos desalojaron al arrendatario Manuel Aliaga por el delito de no haber pagado la merced conductiva por dos meses…”

Carlos Lazo (8) nos da evidencia del trato que tuvieron los esclavizados, la cierta consideración de parte de sus patrones latifundistas, en tanto concibieron que con mejor trato se pudiera obtener un mayor rendimiento en las labores que les asignaron a los esclavizados, si se les otorgaba, insistimos, algún beneficio, por ínfimo que fuera:

“Respecto a los esclavos rurales existió la tendencia de convertirlos en una especie de colonos para incrementar su rendimiento adjudicándoles una pequeña parcela de cultivo. Era también común que se les fomentara un peculio propio en animales y dinero. Por estos motivos era posible hallar esclavos vendiendo uno que otro animal de su pertenencia e incluso negociando parte de los alimentos que del amo recibían, ya que estaban en condiciones de sustituirlos con los productos de sus propias huertas.”

No obstante, a pesar de esa flexibilidad tenida con los esclavizados por parte de los latifundistas, la misma que venimos indicando desde la parte uno, hubo descontento y reclamos entre los peones esclavizados. Después de todo, como ya señalábamos en los Anexos incluidos en el libro de Barranzuela, estos trabajadores eran parte del grupo social explotado, junto a los indios y mestizos, formaban parte de las clases sociales dominadas y expoliadas. Espinoza Soriano es claro (9):

“La procedencia y mezcla racial, marcadas nítidamente en los rasgos físicos, determinaban el género de trabajo…el lugar de la residencia…decidía la posición social. En este sentido, cuanto más oscura tenían la piel, las gentes se hallaban más relegadas a las faenas inferiores. Los grupos de origen español, por lo tanto, ejercían las funciones directrices en todo aspecto [tenían el poder económico]; los mestizos las secundarias [funcionarios de menor nivel], y los indígenas las más bajas [atividades domésticas y agrícolas], aunque en los valles tropicales [zona costera], eran los negros.”

Al respecto, Martinez Alier (10) –citado por López Segrera-, para el caso del racismo y estratificación social en Cuba, igual coincide con lo mismo, “El color, pues era una de las diferencias entre personas que los cubanos del siglo XIX percibían más fácilmente [… la] sociedad cubana como una sociedad estratificada de modo que la jerarquía entre grupos [sociales] respondía fundamentalmente al criterio de la diferencia en el color de la piel”. Es decir, las relaciones sociales de producción estuvieron signadas por el lugar que se ocupaba en el estrato social teniendo como referente la pigmentación de la piel, y según este canon se insertaban en la división social del trabajo.  Jaramillo García lo resume así: (11)

“A mediados del siglo XVI, esa asociación entre ambos sistemas ya estaba claramente estructurada y se reproduciría durante casi quinientos años; en este contexto, los «negros» eran, por definición esclavos; y los «indios», siervos. En cambio, los no-indios, y los no-negros, eran amos, patrones, administradores de la autoridad pública, dueños de los beneficios comerciales, señores en el control del poder.”

Esas contradicciones  entre un sistema de esclavitud más tolerante y otro intolerante se explican, según propuesta de Arrelucea Y Cosamalón, en que hubo dos modalidades de esclavitud (12): “[Dependiendo] de diferentes aspectos, tales como la ubicación geográfica (centro/ periferia, corte/capitales, interiores/villas), las condiciones materiales (tipo de actividad económica/ sistema de trabajo) y las relaciones sociales vinculadas a la supervivencia (tiempo de trabajo, alimentación, ropa, calzado, asistencia médica, sociabilidad, religiosidad), aspectos centrales en los reclamos de las personas esclavizadas. A partir de estas tensiones se propone distinguir dos modalidades esclavistas: la esclavitud ‘arcaica’ y la ‘relativa’.”

        De todas maneras, como parte del sector social sometido a un orden de esclavitud los llamados afroperuanos –aunque pasados 400 años ya los genes de África se volvieron americanos, peruanos; y por ello José Luciano Huapaya (13), líder de este movimiento, los llama población negra, comunidad negra, ancestros negros, e incluso propone reivindicar la voz ‘negro’ en su condición libre, sin marginaciones, de ciudadanos como todos. Los negros en el Perú a pesar de convivir el sistema opresor sin rigidez extrema, buscaron formas de enfrentar a patrones, a las autoridades, a quienes los consideraban esclavos,  para escapar a esa situación privatista de su libertad. O como afirma José L. Castillo apelaron a una de las modalidades que él propone (14): Comprando su libertad, dada la ley de manumisión pagaron fuertes sumas para llegar a ser ciudadanos como todos, libertos les llamaron; o por Libertad Graciosa, concedida por voluntad de los amos; o se suicidaron, como burla y afrenta económica al patrón, un esclavo costaba dinero en la compra-venta de ellos, y su patrón pagaba impuestos.

        Acerca de la manumisión de esclavos, Castillo (15) señala que fue posible por causas externas e internas. Las internas por las condiciones de producción no rentables por el uso de mano de obra esclavizada; y las externas por el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas que imponían el uso de nuevas tecnologías, y la influencia decisiva del imperio británico que sancionaba a las colonias que mantenían el sistema de mano de obra esclavizada.

        La manumisión además, fue observada y aceptada de buen talante por el sistema colonial por otra razón que se contenía en ello, la paz social. Así, Espinoza Claudio propone que “La elite que gobernaba… Piura aceptó el negocio de las manumisiones (liberaciones individuales) compradas y practicó también la del sistema de «gracia» y consentimiento, como una forma de socializar los vínculos y las relaciones que les permitieron gozar de momentos y tiempos de libertad y tranquilidad social. Amos y amas usaron ambas técnicas sociales, la compra-venta y la de la gracia, buscando que no intervinieran las autoridades locales.” (16) La previsión de negarse a la intervención de la autoridad, se debía al engorroso modo burocrático de resolver los asuntos por parte del estado, si es que no los distorsionaba. Un dueño de esclavos podía terminar pagando los daños causados por su esclavo, y, además, perder a dicho esclavo; y en otro caso, sin acuerdo alguno –incluida sanción de látigo- el esclavizado, con certeza, se volvía un cimarrón y el patrón ganaba enemigo y al esclavo perdía.

        Desde mi lectura, Espinoza Claudio agrega otras precisiones, “Los afrodescendientes habían negociado no solo su libertad y dependencia sino también una variedad de condiciones en las que vivían y trabajaban como esclavos. Los amos y los esclavos jugaron sus cartas en las negociaciones, unos preferían vivir como cimarrones y bandoleros, otros buscaban atraerlos como mayordomos de sus haciendas o caporales de sus potreros y guardianes de sus mansiones señoriales. Negros y mulatos libres buscaban ampliar su espacio de libertad al interior de una sociedad colonial y señorial.” (17)

        Dicha  ampliación de espacios de Libertad, partiendo desde el derecho de manumisión, se proyectaba a otras perspectivas de uso de los esclavizados, los cuales se liberaron a través de enfrentamientos donde la muerte era un modo de salvar su dignidad; se volvieron cimarrones, bandoleros y por ello tuvieron que fugarse, formar palenques donde cobijarse. Hablando de fugas, en tres siglos hubieron muchas y constantes, referiremos sobre algunas como antecedentes. Arroyo(18), por ejemplo explica, “muchos negros esclavos huyeron de las haciendas maleñas y de otros puntos de la costa como de Lima, Ica, Pisco, Lambayeque, refugiándose en los montes de Mala, principalmente en Bujama. En los montes de Mala se organizaron formando palenques. Vivían de lo que obtenían por cortar leña, hacer carbón, arar las tierras a los “Yndios Yanaconas”, “salteaban a los viajeros”, “robaban en las haciendas las vacas para mantenerse” (p.72)

        Alejandro Reyes (19), respecto de las decisiones tomadas por peones esclavizados en los valles de Cañete (cerca de Mala), nos confirma los mismos eventos los siglos XVI y XVII, “los esclavos frecuentemente fugaban de las haciendas no obstante que se reconstruyeron los galpones y se te dio mayor seguridad. El cimarronaje de las haciendas de la Orden [de La Buena Muerte] es permanente y los esclavos huyen en forma individual o también en grupo.” Y como señala Arroyo era factible que fueran a refugiarse entre los montes de Mala. Siglos XVI y XVII.

        En siguientes siglos, esta respuesta de los esclavizados se potencia, según el acucioso historiador de la costa norte Lorenzo Huertas Vallejos –citado por Luis Roca- quien argumenta (20), “Otro de los problemas que afrontaba el hacendado esclavista era las fugas periódicas de esclavos. El sistema de control de mano de obra esclava se debilitó a consecuencia de las luchas por la Independencia, acentuándose durante las [pugnas] caudillescas en su primer período (1826-1842)…En ese lapso por los caminos pululaban negros cimarrones que en diversas ocasiones se organizaban en pandillas dedicadas a asaltar viajeros”

        Arrelucea y Cosamalón (21), igual nos afirman, una vez concluida la independencia y fundada la República, según sus hallazgos en archivos eclesiásticos, legajos judiciales, etc. que “Una buena cantidad de fugitivos terminó por incorporarse a las partidas de bandoleros que asolaban los caminos de la naciente república. Aguirre encontró en Lima cerca de 120 casos de fugas entre 1840-1846, la mayoría de ellos de hombres en edad productiva, dedicados a ser jornaleros, peones agrícolas, oficios eventuales y diversos servicios”. Ellos mismos, también indagaron que estas fugas concluían en la organización de palenques, unos temporales y otros de mayor permanencia.

“entre los valles de los ríos Chillón y Rímac se asentaron varios palenques en la segunda mitad del siglo XVIII, sin chacras, casas ni empalizadas. Al contrario de Huachipa, estos palenques registrados fueron refugios eventuales tipo campamento para pernoctar,(...), en la zona actual del aeropuerto Jorge Chávez de Lima, existieron diversos palenques que en realidad fueron grupos de cimarrones mudándose entre los cerros y montes, no lograron formar grupos permanentes;”

Luciano Huapaya (22), nos expone de manera comprometida acerca de los asentamientos humanos que se establecieron y construyeron como complemento de la organización de las fugas, “El palenque (conocido también con el nombre de Cumbé, Mocambo, Mambise, Quilombo, etc) era una zona de refugio fortificado de los cimarrones, de carácter defensivo y ofensivo, al interior del cuál el esclavo trató de defender con las armas su libertad, y de reproducir  en América sus formas ancestrales de organización social y sus prácticas culturales.”

        Carlos Lazo (23) agrega el adicional del ideario, “La mentalidad predominante en el Palenque era de una libertad  conquistada y de una propiedad colectiva. Reclamaba la tierra que habían trabajado y habitaban. Tenían un esbozo de conciencia de clase radical en los grados de lo que somos [identidad de grupo sojuzgado que se rebela a ello]. Nunca atacaron a los indios, ni a otros negros y contaban con la colaboración tácita de muchos esclavos en la ciudad, lugar donde comercializaban...artesanías”.

        Arrelucea y Cosamalón  nos mencionan los tiempos tempranos desde los cuales se tiene conocimiento de los palenques y su organización política, militar. Y sus claros propósitos de subvertir el orden de esclavitud impuesta a sus ancestros y a ellos, “Algunos palenques fueron célebres y temidos como el de Huaura, al norte de Lima, donde en 1545 alrededor de doscientos cimarrones mantuvieron en jaque a las autoridades. Este palenque contó con una organización política y militar, tenía un rey quien comandaba sus tropas. Desde Lima se envió 121 españoles al mando de Juan de Barbarán, quienes se enfrentaron a los cimarrones en una batalla feroz muriendo el mismo Barbarán.” (24)

        La aparición y conformación pronta de Palenques, pues según la fecha de 1545, casi diez años atrás se acababa de fundar Lima, nos indica: a) que los conquistadores y corregidores impusieron el sistema arcaico de esclavitud, el cual fue brutal, feroz; b) los esclavizados llegados de México y del Caribe ya tenían experiencia o información de la fundación de palenques, Luciano Huapaya (25) menciona el establecimiento ya de estos en 1529 en Nueva Granada (Colombia). La gente esclavizada eran africanos secuestrados o primeros descendientes, por tanto conocían de la crueldad del sistema y no se conformaron fácilmente con ello. Luciano H., agrega que en 1540, más de 500 esclavos se rebelan al norte de Lima(26). Lo cual también nos infiere que los conquistadores,  fundada La Ciudad de los Reyes en 1535 y con la confrontación encima que mantenían con los Incas de la resistencia, recién fundadas Huamanga y Huánuco en 1539, Arequipa en ese mismo año de 1540; decía, habían  importado vía secuestro, un número considerable de gente esclavizada.

        Lazo y Tord, nos mencionan el Palenque emblemático de los trabajadores esclavizados y que allí se volvían libres, “las características que venimos describiendo  corresponden al Palenque de Huachipa en 1713. Allí el jefe [líder decimos nosotros] se llamó Francisco Congo,…, quien estaba asesorado por un alcalde con funcion de recibir y distribuir los alimentos, y un alcalde capitán lugarteniente militar. Otro alcalde dirigía el sistema de espionaje y se encargaba del reclutamiento. Realizaban salidas de aprovisionamiento [interceptar alimentos, dinero, armas de latifundistas y comerciantes] por las haciendas costeñas y serranas…” (27)

        Arroyo, cuando menciona que hay esclavos fugitivos (ver tres páginas atrás) de Lima, Ica, Pisco, además menciona la región de Lambayeque, y que ellos se refugian en el Palenque de los Montes de Mala, hace dicha afirmación porque averiguó el nombre de algunos de sus líderes, el principal “Antonio Bravo y le seguía Pascual Baylón, natural de Lambayeque ‘buen cantor de yaravíes’… también entre los dirigentes [aparecen] Camilo Caporal de Gualcará; Rafael ‘Politrica’ de Ica. (28)  Luego, se deduce que la presencia de Baylón en el palenque de Mala se deba posiblemente al hecho de que las comarcas de Lambayeque, Trujillo estuvieron perturbadas socialmente desde el siglo XVIII. Según Arrelucea y Cosamalón, (29) “La rebelión de los esclavos en Tumán fue un hito importante en esta historia. En 1798, los indios de Chiclayo invadieron parte de las tierras de Tumán para recuperar lo arrebatado por Pedro José de las Muñecas, propietario de la hacienda Tumán. Para solucionar el litigio, Muñecas viajó a Lima, entonces los esclavos de la hacienda se atrincheraron en su interior y expulsaron al propietario en 1800. Las tropas organizadas por el alcalde de Lambayeque rodearon la hacienda exigiendo la entrega de los cabecillas pero la respuesta, consignada en el expediente, refleja la valentía de los rebeldes: al grito de «no tenemos amos» iniciaron fuego.” Y producto de la posterior represión muchos de sus líderes huyeron fuera de la Intendencia de Trujillo.

        Bien, tal como leen, esta parte contiene una información histórica ya  investigada por diferentes historiadores y expuesta en el plano académico, pero tales datos se mantuvieron dispersos en las diversas publicaciones de estos maestros de la historia. Nosotros los estamos compilando y presentando en un solo corpus, y lo trabajamos a modo de un relato histórico, entendiendo el relato no como creación literaria sino como discurso intencional, abierto a lectores mortales que no manejan la particularidad de categorías usuales a la disciplina de la historia. Desde luego, con proposiciones propias devenidas del sustento que nos da la visión del marxismo, aparte de las coincidencias reflexivas.

        En este capítulo  se ha incidido en los temas de las fugas, cimarronaje y palenques que se dieron y establecieron en el territorio nacional, en la tercera parte  nos encargaremos de lo mismo, pero ya en el ámbito regional de Piura, en particular de lo indagado en el territorio de la hoy Provincia de Morropón. En el presente capítulo las fuentes han sido tomadas de las investigaciones de historiadores o intelectuales rigurosos, a los cuales nos queda agradecer y agradecer. En el próximo se apelará tanto a las fuentes documentales como a las orales, cuyos testimonios nos permitirán la extrapolación  y validación de hechos sucedidos en el campo de la historia nuestra aún no registrada. Se observa que varios de los investigadores no concluyen en el desenlace de sucesos importantes, que aquí en nuestro trabajo hacemos notar porque, en modesta opinión, deduzco no se aproximaron a rastrear la evidencia inserta en la fuente oral que está allí esperando se le interrelacione con lo  demandado por el rigor de la aceptación académica.

Notas Bibliográficas:
(a)    Raúl-Estuardo, Cornejo. “Las Fuentes de Matalaché”. Revista Cuadernos Nº 11 CONUP. Diciembre/1972.
(b)     Arroyo, Eduardo. La Hacienda Costeña en el Perú (Mala-Cañete, 1532-1968) Prólogo: Pablo Macera. Lima. Impreso Centro de Proyección Cristiana.1981. Pp. 64; 68-69.
(c)     Barranzuela Z., Fernando. Cadenas Rotas Yapatera. Historia de Yapatera. Piura. Edición Municipalidad Provincial de Piura, Colección Sec. 2007.
(1)       Barranzuela Z., Fernando. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid, p.34. Cita tomada de  Magazine Afro-Hispanic Review. Nº 2. Mayo 1984. Washington D.C. Pp. 31 y 32.
(2)       Barranzuela Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid. Anexos, p. 149
(3)       Barranzuela Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid, Anexos, p. 150
(4)       Barranzuela Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid, Anexos, p. 150
(5)       López Segrera. F. Cuba: Capitalismo Dependiente y Subdesarrollo (1510-1959) La Habana. Ediciones Casa de las Américas. 1972. Pp.131, 132.
(6)       Barranzuela Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid, Anexos, p. 150
(7)       Barranzuela Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid, Anexos, p. 159
(8)       Barranzuela Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid, Anexos, Pp. 150-151
(9)       Barranzuela Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid, Anexos, p. 151
(10)   López Segrera. F. Cuba: Capitalismo Dependiente,etc. Ibid. P. 136.
(11)   Jaramillo García, Enrique. Los esclavos negros en el Perú y América colonial y republicana: su contribución a la economía y la cultura. Univ. de San Marcos
(12)   Arrelucea B.,Maribel y Cosamalón A., Jesús. LA PRESENCIA AFRO DESCENDIENTE EN EL PERÚ Siglos XVI-XX. Ministerio de Cultura, p. 24
http://centroderecursos.cultura.pe/sites/default/files/rb/pdf/La-presencia-afrodescendiente.pdf
(13)   Luciano Huapaya, José. LOS AFROPERUANOS. Lima. Ediciones Cedet. 2002. Pp. 23,24,35
(14)   Revista Temas Sociales. Nº 1, Cajamarca, Agosto 1981. Centro de Estudios de Científicos Sociales. José L. Castillo Román, “La Manumisión de esclavos en Piura”. P. 54
(15)   Revista Temas Sociales. Nº 1, Cajamarca Agosto, 1981. Ibid. Pp. 56-57
(16)   Espinoza Claudio, César. La sociedad de negros esclavos y libertos en la región de Piura. Anotaciones sobre manumisión y politización social, 1780-1812. Investigaciones sociales Vol.18 N°33, pp.167-185 [2014]UNMSM-IIHS. LIMA. . p. 174
(17)   Espinoza Claudio, César. La sociedad de negros esclavos y libertos en la región de Piura. Ibid. P. 174
(18)   Arroyo, Eduardo. La Hacienda Costeña en el Perú (Mala-Cañete, 1532-1968). Ibid, p. 72
(19)   Reyes Flores, Alejandro.  ESCLAVITUD EN EL VALLE DE CAÑETE SIGLO XVIII. HACIENDAS CASABLANCA Y LA QUEBRADA.   
(20)   Luis Roca Torres. La Otra Historia. (Memoria Colectiva y Canto del Pueblo de Zaña). Editores Instituto de Apoyo Agrario. 1985. P. 143
(21)   Arrelucea B.,Maribel y Cosamalón A., Jesús. LA PRESENCIA AFRO DESCENDIENTE, etc. Ibid. Pp. 55, 56
(22)   Luciano Huapaya, José. LOS AFROPERUANOS. Ibid. P. 8
(23)   Barranzuela Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid, Anexos, p. 173
(24)   Arrelucea B.,Maribel y Cosamalón A., Jesús. LA PRESENCIA AFRO DESCENDIENTE, etc. Ibid. Ibid. p. 50
(25)   Luciano Huapaya, José. LOS AFROPERUANOS. Ibid. P. 9
(26)   Luciano Huapaya, José. LOS AFROPERUANOS. Ibid. P. 66
(27)   Barranzuela Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid, Anexos, p. 173
(28)   Arroyo, Eduardo. La Hacienda Costeña en el Perú (Mala-Cañete, 1532-1968). Ibid, p. 72

(29)   Arrelucea B.,Maribel y Cosamalón A., Jesús. LA PRESENCIA AFRO DESCENDIENTE, etc. Ibid. Ibid. P. 57

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