Nota:
Publicamos a continuación tres textos sobre
el Día Internacional de los Trabajadores: uno de Manuel Gonzáles Prada y dos de
José Carlos Mariátegui. De esta forma se puede constatar dos cosas: por un
lado, que el marxismo de Mariátegui empalmó con la tradición de la política de
la clase obrera peruana, y, por otro, que, precisamente sobre esta base, superó
las limitaciones del socialismo reformista en sus distintas variantes.
Gonzales Prada
escribió una conferencia y cinco artículos en conmemoración del Día
Internacional de los Trabajadores: Conmemorando
el 1º de Mayo fiesta universal (1905); El
intelectual y el obrero (conferencia dictada el 1º de mayo de 1905 en la
Federación de Obreros Panaderos); El
Primero de Mayo (1906); Primero de Mayo
(1907); Primero de Mayo (1908); Primero de mayo (1908); Primero de Mayo (1909).
La conferencia El intelectual y el obrero forma parte
del libro Horas de lucha (1908), mientras los artículos
fueron publicados en la revista Los
Parias, y más tarde incorporados al libro Anarquía.
José Carlos
Mariátegui escribió dos artículos sobre el tema: El 1º de mayo y el frente
único (1924) y Admonición del 1º de
mayo (1929). El primero fue publicado en El Obrero Textil, Nº 59, y el segundo en Labor, Nº 8. Ambos aparecen actualmente formando parte del libro Ideología y Política.
Mientras
Mariátegui era explícito en cuanto al frente unido de la clase (“El 1º de Mayo
es, en todo el mundo, un día de unidad del proletariado revolucionario, una
fecha que reúne en un inmenso frente único internacional a todos los
trabajadores organizados”), y absolutamente claro en cuanto a su objetivo
(“Para nuestra Vanguardia obrera, cada 1º de Mayo representaría muy poco si no
señalara una etapa en su propia lucha por el socialismo”); el discurso de
Gonzales Prada peca por momentos de retórica y es indefinido en cuanto al
objetivo de la lucha proletaria, aunque, en honor a la verdad, hay que recordar
que, en el artículo Conmemorando el 1º de
mayo fiesta universal, no se
presentó tan indefinido: “Lejos del socialismo depresor que, sea cual fuere su
forma, es una manera de esclavitud o un remedo de la vida monacal; lejos
también del individualista egoísta que profesa el ¡Dejar hacer, dejar pasar, y
el cada uno para sí, cada uno en su casa”, divisamos una cumbre lejana donde
leemos esta única palabra: ANARQUÍA”.
Entonces el
anarquismo se consideraba una tendencia del socialismo, y por esto el propio
Gonzáles Prada sostenía que “no hay socialismo sino muchos socialismos” (Conmemorando el 1º de mayo…).
Por eso,
mientras en la tesis Antecedentes y
Desarrollo de la Acción Clasista, José Carlos Mariátegui señaló que “Las
primeras manifestaciones de propaganda ideológica revolucionaria son en el
Perú, la que suscita, a principios del siglo actual, en pensamiento radical de
Gonzales Prada”; en 7 Ensayos precisó
que “De su tiempo fue el materialismo histórico. Sin embargo, el pensamiento de
Gonzáles Prada, que no impuso nunca límites a su audacia ni a su libertad, dejó
a otros la empresa de crear el socialismo peruano”.
La benemerencia
de algunas tendencias del socialismo reformista peruano es cosa reconocida en
la literatura mariateguiana –y en la nuestra, dicho sea de paso–, pero esto no
obsta para reconocer al mismo tiempo que, por sus consustanciales limitaciones,
tales tendencias dejaron a otros –a Mariátegui y su grupo– la empresa de crear
el Socialismo Peruano.
Así, pues, Mariátegui
y su grupo crearon los Fundamentos del Socialismo Peruano con su interpretación
marxista de nuestra realidad concreta y la fundación del PSP y de la CGTP.
Entre el
artículo de Gonzales Prada El primero de
mayo, que publicamos aquí, y el artículo El 1º de mayo y el frente único de Mariátegui, mediaron quince
años: período de decantación ideológica, de clarificación, de deslindes y
alineamientos. Este proceso tuvo seis hitos: la pérdida de la hegemonía del
anarquismo sindical en el movimiento obrero; la publicación de la revista Nuestra Época; la aparición del
periódico La Razón; el comienzo, en
1923, de la interpretación marxista de nuestra realidad realizada por
Mariátegui; la fundación del PSP en octubre de 1928; y la fundación de la CGTP
en mayo de 1929.
De la
afirmación mariateguiana sobre Gonzales Prada en 7 Ensayos, citada arriba, se desprende limpiamente que cuando el
maestro habla de socialismo peruano, no está hablando del variopinto socialismo
en general, sino del socialismo marxista en particular.
Esto da al
traste con la oportunista pretensión de amalgamar tras el término socialismo
peruano tanto al socialismo reformista de todo pelo con el socialismo marxista:
marxista-leninista, para mayor precisión (ver el numeral 4 del Programa del Partido, en Ideología y Política, p.160).
El frente unido
del proletariado, peruano e internacional, es una necesidad absoluta. Pero esta
unidad debe servir a la lucha por el socialismo. Esta era la convicción de José
Carlos Mariátegui, y es también la nuestra.
Por eso nuestra
celebración del 1º de Mayo no tiene un sentido de mera recordación de los
mártires de Chicago, sino un sentido revolucionario. Esto explica el deslinde
que contiene la presente nota.
Que el lector
medite sobre los conceptos mariateguianos acerca del frente unido de los
trabajadores y a propósito de su llamado a la lucha por el socialismo.
Adicionalmente,
publicamos un artículo de Eduardo Ibarra y otro de César Risso.
Comité de Redacción.
Primero de Mayo
Manuel González Prada.
SI LOS PROLETARIOS DE AMERICA y Europa se
congregaran hoy para únicamente celebrar la fiesta del trabajo, merecerían ser
llamados ingenuos, infelices y hasta inconscientes, pues no harían más que
sancionar su miseria y su esclavitud. Examinando bien los hechos, sin dejarnos
alucinar por la fraseología de sociólogos oficiales y oficiosos, ¿qué
diferencia hay entre el esclavo antiguo (que era la propiedad o la cosa del
amo) y el trabajador moderno que sigue siendo el autómata o la máquina del
patrón? Vemos una sola diferencia: en la Antigüedad el vencedor esclavizaba al
vencido, francamente, proclamando el derecho de la fuerza, sosteniendo que unos
habían nacido para mandar y otros para obedecer, mientras en las sociedades
modernas el letrado y el capitalista explotan al ignorante y al obrero,
hipócritamente, predicando la evangélica máxima del amor al prójimo, hablando
de libertad, igualdad y fraternidad.
El trabajo, tal
como se halla organizado y tal como desearían conservarle los capitalistas, se
reduce a la explotación de muchos por unos pocos, al sometimiento servil de la
gran masa bajo la voluntad omnipotente de algunos privilegiados, a la
eternización de un verdadero régimen de castas en que los de arriba gozan de
luz y bienestar mientras los de abajo vegetan en la ignorancia y las
privaciones. Ese trabajo manual (tan encarecido por los traficantes y los ociosos)
no siempre dignifica y engrandece. Trabajar para recoger todo el fruto de su
labor o hacerlo voluntariamente para transformar el Globo en una morada cómoda
y salubre, concediéndose las horas necesarias al solaz, a la instrucción y al
sueño, es digno del hombre; pero bregar y esquilmarse para que otros reporten
los beneficios o hacerlo obligadamente para sólo dulcificar la vida de los
amos, negándose el descanso indispensable, comiendo mal, durmiendo poco,
vistiéndose de guiñapos y no conociendo más placeres que el trago de
aguardiente y la procreación, es indigno del hombre.
No faltan
desgraciados que merced a ese régimen degeneran al punto de transformarse en
animales de tracción y de carga, con la circunstancia de tener menos descanso y
menos pitanza que el asno y la mula. Pero (qué mula ni qué asno! Hombres hay
convertidos en algo inferior a las acémilas, en verdaderos aparatos que sólo
realizan actos puramente mecánicos. Han perdido todo lo humano y, primero que
nada, el instinto de la rebelión. No les hablemos de reclamar sus derechos, de
pedir lo suyo, de adquirir la dignidad de hombres: no entenderán nuestras
palabras y se volverán contra nosotros para defender a su verdugo y a su Dios
–el capitalista.
Felizmente la
luz va penetrando en el cerebro de los proletarios y muchos comprenden ya que
el 1 de mayo, para no ser una fiesta ridícula o pueril, debe significar algo
más que la glorificación del trabajo. Se congregan hoy para recordar a los
buenos luchadores que señalaron el camino y para reconocerse, estrechar las
filas, cambiar ideas y acelerar el advenimiento del gran día rojo. Y decimos
rojo, pues no incurriremos en la ingenuidad o simpleza de imaginarnos que la
Humanidad ha de redimirse por un acuerdo amigable entre los ricos y los pobres,
entre el patrón y el obrero, entre la soga del verdugo y el cuello del
ahorcado. Toda iniquidad se funda en la fuerza, y todo derecho ha sido
reivindicado con el palo, el hierro o el plomo. Lo demás es teoría, simple
teoría.
El Frente Único y el Primero de Mayo
José Carlos Mariátegui
EL 1° DE MAYO ES, EN TODO EL MUNDO, un día
de unidad del proletariado revolucionario, una fecha que reúne en un inmenso
frente único internacional a todos los trabajadores organizados. En esta fecha
resuenan, unánimemente obedecidas y acatadas, las palabras de Carlos Marx:
"Proletarios de todos los países, uníos". En esta fecha caen
espontáneamente todas las barreras que diferencian y separan en varios grupos y
varias escuelas a la vanguardia proletaria.
El 1° de Mayo
no pertenece a una Internacional: es la fecha de todas las Internacionales.
Socialistas, comunistas y libertarios de todos los matices se confunden y se
mezclan hoy en un solo ejército que marcha hacia la lucha final.
Esta fecha, en
suma, es una afirmación y una instalación de que el frente único proletario es
posible y es practicable y de que a su realización no se opone ningún interés,
ninguna exigencia del presente.
A muchas
meditaciones invita esta fecha internacional. Pero para los trabajadores
peruanos la más actual, la más oportuna es la que concierne a la necesidad y a
la posibilidad del frente único. Últimamente se han producido algunos intentos
seccionistas. Y urge entenderse, un concretarse para impedir que estos intentos
prosperen, evitando que socaven y que minen la naciente vanguardia proletaria
del Perú.
Mi actitud,
desde mi incorporación en esta vanguardia, ha sido siempre la de un fautor
convencido, la de un propagandista fervoroso del frente único. Recuerdo haberlo
declarado en una de las conferencias iniciales de mi curso de historia de la
crisis mundial. Respondiendo a los primeros gestos de resistencia y de
aprensión de algunos antiguos y hieráticos libertarios, más preocupados de la
rigidez del dogma que de la eficacia y la fecundidad de la acción, dije
entonces desde la tribuna de la Universidad Popular: "Somos todavía pocos
para dividirnos. No hagamos cuestión de etiquetas ni de títulos."
Posteriormente
he repetido estas o análoga palabras. Y no me cansaré de reiterarlas. El
movimiento clasista, entre nosotros, es aún muy incipiente, muy limitado, para
que pensemos en fraccionarle y escindirle. Antes de que llegue la hora,
inevitable acaso, de una división, nos corresponde realizar mucha obra común,
mucha labor solidaria. Tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas. Nos
toca, por ejemplo, suscitar en la mayoría del proletariado peruano, conciencia
de clase y sentimiento de clase. Esta faena pertenece por igual a socialistas y
sindicalistas, a comunistas y libertarios. Todos tenemos el deber de sembrar
gérmenes de renovación y de difundir ideas clasistas. Todos tenemos el deber de
alejar al proletariado de las asambleas amarillas y de las falsas
"instituciones representativas". Todos tenemos el deber de luchar
contra los ataques y las represiones reaccionarias. Todos tenemos el deber de
defender la tribuna, la prensa y la organización proletaria. Todos tenemos el
deber de sostener las reivindicaciones de la esclavizada y oprimida raza
indígena. En el cumplimiento de estos deberes históricos, de estos deberes
elementales, se encontrarán y juntarán nuestros caminos, cualquiera que sea
nuestra meta última.
El frente único
no anula la personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo
componen. No significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en
una doctrina única. Es una acción contingente, concreta, práctica. El programa
del frente único considera exclusivamente la realidad inmediata, fuera de toda
abstracción y de toda utopía. Preconizar el frente único no es, pues,
preconizar el confusionismo ideológico. Dentro del frente único cada cual debe
conservar su propia filiación y su propio ideario. Cada cual debe trabajar por
su propio credo. Pero todos deben sentirse unidos por la solidaridad de clase,
vinculados por la lucha contra el adversario común, ligados por la misma
voluntad revolucionaria, y la misma pasión renovadora. Formar un frente único
es tener una actitud solidaria ante un problema concreto, ante una necesidad
urgente. No es renunciar a la doctrina que cada uno sirve ni a la posición que
cada uno ocupa en la vanguardia, la variedad de tendencias y la diversidad de
matices ideológicos es inevitable en esa inmensa legión humana que se llama el
proletariado. La existencia de tendencias y grupos definidos y precisos no es
un mal; es por el contrario la señal de un periodo avanzado del proceso
revolucionario. Lo que importa es que esos grupos y esas tendencias sepan
entenderse ante la realidad concreta del día. Que no se esterilicen
bizantinamente en ex confesiones y excomuniones reciprocas. Que no alejen a las
masas de la revolución con el espectáculo de las querellas dogmáticas de sus
predicadores. Que no emplean sus armas ni dilapiden su tiempo en herirse unos a
otros, sino en combatir el orden social sus instituciones, sus injusticias y
sus crímenes.
Tratemos de
sentir cordialmente el lazo histórico que nos une a todos los hombres de la
vanguardia, a todos los fautores de la renovación. Los ejemplos que a diario
nos vienen de fuera son innumerables y magníficos. El más reciente y
emocionante de estos ejemplos es el de Germaine Berthon. Germaine Berthon,
anarquista, disparó certeramente su revólver contra un organizador y conductor
del terror blanco por vengar el asesinato del socialista Jean Jaurés. Los espíritus
nobles, elevados y sinceros de la revolución, perciben y respetan, así, por
encima de toda barrera teórica, la solidaridad histórica de sus esfuerzos y de
sus obras. Pertenece a los espíritus mezquinos, sin horizontes y sin alas, a
las mentalidades dogmáticas que quieren petrificar e inmovilizar la vida en una
fórmula rígida, el privilegio de la incomprensión y del egotismo sectarios.
El frente único
proletario, por fortuna, es entre nosotros una decisión y un anhelo evidente
del proletariado. Las masas reclaman la unidad. Las masas quieren fe. Y, por
eso, su alma rechaza la voz corrosiva, disolvente y pesimista de los que niegan
y de los que dudan, y busca la voz optimista, cordial, juvenil y fecunda de los
afirman y de los que creen.
Admonición del 1º de Mayo
José Carlos Mariátegui
LA CONMEMORACIÓN DEL 1º DE MAYO, ha ido
adquiriendo, en el proceso de la lucha por el socialismo, un sentido cada vez
más profundo y preciso. Hace ya mucho tiempo que no se reduce a la
conmemoración de los mártires de Chicago. Ese fue su punto de partida. Desde
1888 en que el Congreso de París instituyó esta conmemoración, el proletariado
mundial ha recorrido una parte considerable del camino que conduce a la
realización de sus ideales de clase. En este tiempo, se han sucedido, en su
historia, muchas jornadas de luto y también muchas jornadas de gloria. La clase
obrera ha entrado en su mayor edad. La crónica de su ascensión económica y
política, registra siempre grandes acontecimientos, que impiden al proletariado
limitar la significación del 1º de .Mayo a una sola efemérides. La
experimentación, la actuación del socialismo ha empezado desde 1918. Quedan aún
por ganar las más difíciles y largas batallas. Pero, en la lucha, la clase
obrera acrecienta incesantemente su capacidad para crear un nuevo orden: el
orden socialista.
El 1º de mayo,
afirma todos los años la solidaridad internacional de los trabajadores. Es la
fecha internacional, universal por excelencia. En su celebración coinciden las
avanzadas del proletariado de los cinco continentes. En este hecho reside su
mayor significación revolucionaria. Lo sienten bien los nacionalismos
reaccionarios cuando, como el fascismo, en Italia, se empeñan en proscribir
esta fecha del sentimiento de la clase trabajadora. Empeño inútil, porque nada
dará un carácter más religioso y profundo a la conmemoración del 1º de Mayo en
el espíritu de cada obrero, que la persecución y condenación reaccionarias. El
fascismo está resucitando en Italia la edad heroica de las catacumbas. Este día
transcurre hoy en Italia, sin comicios, sin huelga, sin himnos revolucionarios,
sin banderas rojas; pero en mil hogares escondidos se jura, con más fervor y
resolución que nunca, la fe en el socialismo.
Hay que
desterrar del 1º de mayo, todo lo que en mucho ha tenido, y tiene todavía, el
rito mecánico de simple efemérides. La lucha por el socialismo no se nutre de
evocaciones dolientes o coléricas ni de esperanzas exaltadas. Es, antes que
nada, acción concreta, realidad presente. Trabajan por el advenimiento de una
sociedad nueva los que todo el año disciplinada, obstinadamente, combaten por
el socialismo; no los que en ésta u otra fecha sienten un momentáneo impulso de
motín o asonada.
Para nuestra
Vanguardia obrera, cada 1º de mayo representaría muy poco si no señalara una
etapa en su propia lucha por el socialismo. Año tras año, esta fecha plantea
cuestiones concretas, actuales. ¿Cuáles han sido los resultados y la
experiencia de la acción desarrollada? ¿Cuáles son las tareas del porvenir? El
problema que hoy se presenta, en primer plano, es sin duda, un problema de
organización. La vanguardia obrera tiene el deber de impulsar y dirigir la
organización del proletariado peruano, misión que reclama un sentido de
responsabilidad, al cual no es posible elevarse sino en la medida en que se
rompa con el individualismo anarcoide, con el utopismo explosivo e intermitente
de los que antes, guiando a veces las masas, se imaginaban que se les conduce
hacia un orden nuevo con la sola virtud de la negación y la protesta.
Reivindiquemos íntegra, absolutamente, el derecho de asociación de los
trabajadores, su libertad de organización legal, en las ciudades, las minas y
las haciendas. Y asumamos la tarea de que la reclamación de este derecho, sea
la afirmación de una capacidad. He aquí la obra por cumplir; he aquí la misión
por absolver. Que el 1º de mayo sirva esta vez para que, comprendiéndolo,
afirmemos, sin inútil declamación, la voluntad y la aptitud de realizarlas.
La Comuna de París y el 1º de Mayo
Eduardo Ibarra
EL 18 DE MARZO DE CADA AÑO SE CONMEMORA el
aniversario de la Comuna de París de 1871, primera revolución socialista de la
historia. Aunque derrotada, la Comuna de París sirvió para descubrir la forma
de la dominación política del proletariado. Por eso, en la Introducción que escribió para la tercera edición alemana de La guerra civil en Francia, de Carlos
Marx (1891), Federico Engels escribió: “Ultimamente las palabras ‘dictadura del
proletariado’ han vuelto a sumir en santo terror al filisteo socialdemócrata.
Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a
la Comuna de París: ¡he ahí la dictadura del proletariado!”
La dictadura
del proletariado es la forma de dominación política que, en un largo proceso
histórico, viabilizará la extinción de las clases, de la lucha de clases y del
Estado, y por lo tanto la emancipación de la humanidad de toda explotación
económica, de toda opresión política y de toda dominación ideológica del hombre
por el hombre. Por eso la Comuna de París representa el Programa Máximo del
proletariado, aunque, por razones conocidas, sus medidas económicas quedaran
por debajo de lo que se espera de cualquier revolución socialista.
Así, pues, la
dictadura del proletariado es una dictadura en extinción.
Pero, si la
Comuna de París representa el Programa Máximo del proletariado, ¿por qué el Día
Internacional de los Trabajadores es el 1º de Mayo, y no el 18 de marzo?
Después de la
derrota de la Comuna de París, el movimiento obrero vióse ante la necesidad de
realizar una labor lenta de educación y organización, y, así, la Asociación Internacional de los Trabajadores se
propuso luchar por una legislación que mejorara las condiciones de vida de los
trabajadores: subsidios de desempleo, protección social, etcétera, y
especialmente por la instauración de la jornada de ocho horas.
Mariátegui
observa al respecto: “La función de la segunda Internacional fue casi
únicamente una función organizadora. Los partidos socialistas de esa época
efectuaban una labor de reclutamiento. Sentían que la fecha de la revolución
social se hallaba lejana. Se propusieron, por consiguiente, la conquista de
algunas reformas interinas”.
En noviembre de
1884 se había celebrado en la ciudad de Chicago el “IV Congreso de la American
Federation of Labor“, en el que se propuso que a partir del 1º de mayo de 1886
se obligaría a las patronales a respetar la jornada laboral de 8 horas para
todos los trabajadores, y se hizo un llamado a defender este derecho.
En 1886 la
lucha de los trabajadores obligó al presidente Andrew Johnson a promulgar la
ley “Ingersoll”, que reconocía la jornada laboral de 8 horas.
Sin embargo las
patronales no acataron la indicada ley y amenazaron a los trabajadores con el
despido si se negaban a cumplir las prolongadas jornadas que ellos decidían
arbitrariamente. Entonces el gobierno se hizo el desentendido.
Pero los
fortalecidos sindicatos se movilizaron ante semejante contubernio. Se convocó
entonces una huelga general y, el primero de mayo de ese mismo año, los obreros
paralizaron la producción en todo el país.
El gobierno
desató entonces una brutal represión contra los movilizados trabajadores y,
después de varios días de enfrentamientos, el 4 de mayo, en medio de una huelga
en la Haymarket Square de Chicago, una mano anónima arrojó una bomba contra las
fuerzas policiales que intentaban disolver la manifestación por la fuerza, con
un saldo de varios policías muertos.
Entonces el
gobierno culpó a las principales dirigentes de la huelga, los que fueron
sometidos a una parodia de juicio, calificándoseles de traidores al orden
establecido y enemigos de la patria y finalmente condenados a muerte.
De los ocho
obreros enjuiciados, August Spies, Albert Parsons, Adolph Fischer y George
Engel fueron ahorcados el 11 de noviembre de 1887.
Entonces, el IV
Congreso de la Segunda Internacional, celebrado en París en 1889, acordó el 1º
de mayo como el Día Internacional de los Trabajadores en homenaje a los
mártires de Chicago.
El significado
de esta fecha es que la clase obrera internacional tiene un común interés
inmediato, de donde se desprende la necesidad de la solidaridad de clase.
Mariátegui anotó al respecto: “Pertenece a los espíritus mezquinos, sin
horizontes y sin alas, a las mentalidades dogmáticas que quieren petrificar e
inmovilizar la vida en una fórmula rígida, el privilegio de la incomprensión y
del egotismo sectarios”.
Por eso, en las
notas preparatorias de su conferencia El
fracaso de la Segunda Internacional,
sustentada el 30 de junio de 1923, escribió: “… soy partidario antes que nada
del frente único proletario. Tenemos que emprender juntos muchas largas
jornadas. Causa común contra el amarillismo. Antes que agrupar a los
trabajadores en sectas o partidos agruparlos en una sola federación. Cada cual
tenga su filiación, pero todos el lazo común del credo clasista”.
Por otro lado,
el acuerdo de la Segunda Internacional acerca del Día Internacional de los
Trabajadores expresa la teoría marxista acerca del papel de las masas en la
historia, y, específicamente, su posición contraria a todo egotismo sectario.
El marxismo es la conciencia política del proletariado internacional, pero no
todos los trabajadores son marxistas, y esto es algo que hay que tener en
cuenta.
El 1º de Mayo
representa, pues, la lucha reivindicativa de la clase obrera, y, precisamente
por esto, su relación con el 18 de Marzo, aniversario de la Comuna de París, es
la relación entre el Programa Mínimo y el Programa Máximo del proletariado.
Por lo tanto,
de lo que se trata es de ligar la lucha reivindicativa de la clase obrera a la
lucha por el socialismo. Por eso Mariátegui señaló: “Para nuestra Vanguardia
obrera, cada 1º de mayo representaría muy poco si no señalara una etapa en su
propia lucha por el socialismo”.
El socialismo:
he aquí el objetivo del proletariado internacional y de los pueblos del mundo.
Ciertamente
solo el socialismo salvará a la humanidad, pues únicamente en sus condiciones
económicas y sociales será posible crear poco a poco las premisas para la
desaparición de las clases, de la lucha de clases y del Estado.
Este es el
camino abierto por la gloriosa Comuna de París, cuyos principios brillarán
eternamente en la historia.
01.05.2014.
Lucha Reivindicativa y Lucha Revolucionaria
César Risso
LA LUCHA
REIVINDICATIVA DEL proletariado peruano, que hacemos extensiva a la lucha de
todos los trabajadores, sometidos bajo una u otra forma a la explotación de los
capitalistas, ha sido sobrepasada en
estos últimos años por la confrontación con las actividades extractivas de las empresas
transnacionales asentadas en nuestro país. Es el caso de los proyectos mineros
Conga y Tía María, dos casos emblemáticos que están en curso.
Esto pone en evidencia que la lucha
reivindicativa está centrada actualmente no en la mejora de las condiciones de
trabajo, es decir, en la lucha por la reducción de la explotación del
trabajador bajo la forma asalariada por los capitalistas, sino en la lucha por
la preservación del medio ambiente donde realizan sus actividades los pequeños
agricultores, los comuneros de la sierra y los comuneros de la selva.
Si bien es cierto esta situación permite
organizar en frentes regionales a los pobladores para enfrentar a estas
empresas y sus proyectos, uniendo a los obreros con los pequeños agricultores,
con los comuneros de la sierra y de la selva, y con los diversos sectores de la
pequeña burguesía; también es cierto que distrae al proletariado de la lucha
directa contra el capital por la eliminación de la explotación de los
trabajadores.
Es necesario entonces hacer extensiva la
crítica del capitalismo desde la situación de explotación del trabajador, por
las bajas remuneraciones, por la ampliación de la jornada de trabajo, por la
reducción de los derechos laborales, pasando por la crítica a la cultura
burguesa en general, hasta la denuncia por la contaminación del medio ambiente,
con el consiguiente envenenamiento de los trabajadores de las mismas empresas
extractivas, y de los pobladores de las zonas donde se desarrollan estos
proyectos.
Tenemos la tarea de denunciar la ligazón
que existe entre la explotación capitalista de los trabajadores y la
contaminación del medio ambiente por parte de las empresas capitalistas. Esto
debe dar como resultado la unidad de todas las luchas de los trabajadores, con
el fin de enfrentar a la totalidad de la actividad capitalista en nuestro país,
reconociendo que es justamente este sistema el que produce estos males.
Esta responsabilidad del capitalismo en
el deterioro del medio ambiente, que se expresa concretamente en la destrucción
de los medios de vida de las comunidades nativas, así como de las comunidades
campesinas, en la competencia por el recurso agua, etc., se da por la sed de
ganancia de las empresas transnacionales de los países imperialistas: por la
ley de la plusvalía.
La lucha contra cada proyecto extractivo
en particular, se transformará así en la lucha contra todos los proyectos
extractivos en general, lo cual se transformará finalmente en la lucha contra
todo el sistema capitalista, transformando la lucha reivindicativa en lucha
revolucionaria.
Esta lucha exige pasar de la
organización local y regional de los trabajadores, a la organización nacional
de los mismos. Si bien es cierto esta organización ya se ha dado, sin embargo
no tiene la capacidad efectiva de dirigir a sus agremiados. Para ello es
fundamental la propaganda socialista. Debemos entender la organización no solo
como el organismo representativo burocráticamente de las masas trabajadoras,
sino como la organización consciente, en el sentido de la asimilación del
ideario clasista en la perspectiva de la transformación revolucionaria del
capitalismo en socialismo.
Debemos reconocer que la lucha contra
todo el sistema capitalista para construir el socialismo exige la dirección
proletaria. La pequeña burguesía no tiene la capacidad de dirigir la lucha
contra el capitalismo debido a sus aspiraciones de clase, pero puede
eventualmente significar un contingente, puesto en una situación de
imposibilidad de desarrollar sus actividades por la agresión del capital imperialista,
que tome conciencia de la necesidad de la derrota del capitalismo y de la
construcción de un orden económico superior, sumándose así a la lucha directa
contra el capital.
La lucha,
aparentemente espontánea, de las masas encabezadas por el proletariado, es el
fruto de todo el trabajo previo de propaganda y organización, sin el cual estas
luchas carecerán del objetivo histórico del proletariado: el derrocamiento del
capitalismo y la construcción del socialismo.
“Pasa,
sobre todo, que a la revolución no se llega sólo por una vía fríamente
conceptual. La revolución más que una idea, es un sentimiento. Más que un
concepto, es una pasión. Para comprenderla se necesita una espontánea actitud
espiritual, una especial capacidad psicológica.” (LA ESCENA CONTEMPORÁNEA. El
Grupo Clarté. José Carlos Mariátegui)
Para
transformar el concepto, que expresa
la necesidad de superación del capitalismo, en sentimiento, se debe desarrollar un arduo trabajo de educación
socialista, de propaganda socialista. El sentimiento de las masas trabajadoras
en la actualidad no es otra cosa que la interiorización de los conceptos
desarrollados y propagandizados permanentemente en la lucha contra el capital.
Y la “espontánea actitud espiritual”, y “una especial capacidad psicológica”
son el resultado de las condiciones materiales de existencia de las clases
explotadas en el sistema capitalista.
Por ello
J. C. Mariátegui afirma que “La premisa política, intelectual, no es menos
indispensable que la premisa económica. No basta la decadencia o agotamiento
del capitalismo. El socialismo no puede ser la consecuencia automática de una
bancarrota; tiene que ser el resultado de un tenaz y esforzado trabajo de
ascensión.” (DEFENSA DEL MARXISMO. Posición del Socialismo Británico. José Carlos
Mariátegui)
Para esto
debemos ligar cada lucha concreta con el objetivo final. Y esta ligazón debe
fundamentarse en la propaganda cotidiana en las diversas formas de lucha,
haciendo conocido el socialismo.
Los
movimientos espontáneos de los trabajadores, no pasan de ser lucha defensiva,
es decir, son la respuesta a una agresión de la burguesía, al aumento de la
explotación capitalista. Para dar el paso fundamental en la superación
definitiva del capitalismo, debemos desarrollar la lucha ofensiva, tomando la
iniciativa en la lucha, en sus diversas formas; debemos organizar no solo el
derrocamiento del capitalismo sino imaginar y desarrollar, en el programa de la
revolución socialista en el Perú, las formas concretas en las que se llevará a
cabo el ejercicio del poder de las amplias masas populares; las formas en las
que se organizará la transición a la economía socialista, superando la
explotación burguesa, y eliminando con ello toda forma de explotación del
hombre por el hombre.
José
Carlos Mariátegui desarrolló de forma genial los mecanismos que conducen de la
actitud individual y social a la lucha por un objetivo histórico, pero que a
los hombres aparece como una labor práctica inmediata: “Para el hombre, como
sujeto de la historia, no existe sino su propia y personal realidad. No le
interesa la lucha abstractamente sino su lucha concretamente. El proletariado
revolucionario, por ende, vive la realidad de una lucha final. La humanidad, en
tanto, desde un punto de vista abstracto, vive la ilusión de una lucha final.”
(EL ALMA MATINAL. La Lucha Final. José Carlos Mariátegui).
“La
muchedumbre, más aún que el filósofo escéptico, más aún que el filósofo
relativista, no puede prescindir de un mito, no puede prescindir de una fe. No
le es posible distinguir sutilmente su verdad de la verdad pretérita o futura.
Para ella no existe sino la verdad. Verdad absoluta, única, eterna. Y, conforme
a esta verdad, su lucha es, realmente, una lucha final.”
“El
impulso vital del hombre responde a todas las interrogaciones de la vida antes
que la investigación filosófica. El hombre iletrado no se preocupa de la
relatividad de su mito. No le sería dable siquiera comprenderla. Pero
generalmente encuentra, mejor que el literato y que el filósofo, su propio
camino. Puesto que debe actuar, actúa. Puesto que debe creer, cree. Puesto que
debe combatir, combate. Nada sabe de la relativa insignificancia de su esfuerzo
en el tiempo y en el espacio. Su instinto lo desvía de la duda estéril. No
ambiciona más que lo que puede y debe ambicionar todo hombre: cumplir bien su
jornada.” (EL ALMA MATINAL. La Lucha Final. José Carlos Mariátegui).
Precisamente,
en la actualidad, cumplir bien su jornada es luchar por el socialismo,
convirtiendo así la lucha reivindicativa en lucha revolucionaria.
Para esto tenemos la obligación de
desarrollar un trabajo tenaz, permanente, y así “[…] las masas trabajadoras de
la ciudad, el campo y las minas y el campesinado indígena, cuyos intereses y
aspiraciones representamos en la lucha política, sabrán apropiarse de estas
reivindicaciones y de esta doctrina, combatir perseverante y esforzadamente por
ellas y encontrar, a través de cada lucha, la vía que conduce a la victoria
final del socialismo” (IDEOLOGÍA Y POLÍTICA. Principios Programáticos del
Partido Socialista. José Carlos Mariátegui).
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