¿Filosofía
en el Tawantinsuyo?
(Cuarta
Parte)
Víctor
Mazzi Huaycucho
Marta Luisa Rivara
de Tuesta
Siguiendo
un criterio mucho más personal en sus estudios sobre el pensamiento Inka10
Rivara (1992:128) sostiene que:
«...no
es posible hablar ni sería propio hablar de filosofía en el imperio incaico, ya
que el
término está referido una forma de
pensamiento del hombre occidental. De lo que cabe hablar
es de una estructura de pensamiento genuina y original.»
Esta
idea sigue criterios establecidos por anteriores filósofos peruanos para
introducirse en el estudio del pensamiento autóctono, plantea la condición de
su originalidad y de los conceptos propios que hay que crear para estudiarlos.
Considera que antes del siglo XVI no pudo
discurrir la reflexión filosófica sobre temas propios de la tradición griega,
aparte de la distancia geográfica, no hay contacto cultural entre ambas
culturas, por lo que cada una ha presentado sus propios productos reflexivos.
Propone que en el caso Inka, debe comprenderse como una de las formas de
pensamiento original.
Inserta una categoría más universal para
aplicarse a los productos de la reflexión autóctona, como «pensamiento inca» en
sustitución a «filosofía inca», tratando de superar el problema de referencias
del Inka Garcilaso y Waman Puma que mencionan a los hamut'aq como los
«filósofos del Inka».
Los estudios posteriores de nuestra
pensadora se orientan al estudio del pensamiento Inka mediante el análisis de
su ideología religiosa. Los fundamentos sobre ideología Inka muestran tópicos
referidos a principios de lo existente, aunque aclara que no es su intención
reconstruirlos o restaurarlos.
María Luisa Rivara (1992:128), sostiene que
al pensamiento Inka debe estudiársele según la jerarquía: Dios (Wiracocha),
mundo (Pacha) y hombre (Runa), tesis que resulta desprenderse de una influencia
religioso hispánica: la tripartición desde la trinidad cristiana que trata de
trasladarla como propia al pensamiento de los hamut'aq, lo cual puede
constatarse en la Doctrina
christianay catecismo de 1584. Su propuesta se inicia en el
estudio de las características del mito, siguiendo la poesía y culminando bajo
apreciaciones de carácter reflexivo.
Recurre a fuentes sobre religiosidad Inka
escritas por religiosos hispanos que proporcionan elementos culturales
autóctonos mezclados con las propias convicciones cristianas, las que sirven
para proponer una comprensión de un supuesto «Dios Wiracocha» como «el supremo
poder y mando de todas las cosas», tal como Polo de Ondegardo había sugerido.
Brinda interpretación sobre las versiones míticas sobre este supuesto «Dios
andino» de acuerdo a las crónicas de Cristóbal de Molina y Pedro Sarmiento de
Gamboa como: El agua como elemento primordial y su tránsito al elemento solar
(fuego); La primera creación por Wiracocha (En la oscuridad), y, Segunda
creación de Wiracocha (La claridad).
Al estudiar la poesía Inka indaga, en la
composición de sus versos, todos los significantes que puedan atribuírsele.
Presenta las diferentes conceptualizaciones de Wiraqucha entre ellos: a) como
hacedor y creador; b) como incomprensible Dios; c) movedor y causa de las demás
causas; d) el principio (¿iniciador?), y; e) como poder y mando de todo lo
existente. La interpretación sobre Wiraqucha como Dios de los Inkas había sido
cuestionada por Pierre Duviols y señalada como «invención de frailes». Tal
deidad fue introducida en los hatunrunaskuna para su
conversión al cristianismo, tergiversando lo original y auténtico que aún
subsistía en el Qusqu cuando recogieron sus informaciones.
AI proponer una interpretación de pacha, acoge la
propuesta de la división tripartita del universo11 (hananpacha,
urinpacha, hinanpacha), se aproxima a la reconstrucción muy
parcial de una cosmovisión Inka y de un sistema de universo referida por Joan
Santa Cruz Pachakuti. Al tratar sobre el hombre (runa), se aproxima a
reconstruir la acción desde un enfoque moral, pues dicha acción se guía por
leyes morales que fueron superiores en sus formas de organización social y
familiar.
El reto planteado por Rivara de Tuesta
señala la necesidad de reconstruir la estructura de pensamiento genuino y
original entre los hamut'aq, tarea nada fácil considerando los sesgos y
manipulación que se presentan en muchas crónicas.
Mario
Mejía Huamán
Siguiendo
las reflexiones de Sobrevilla y Rivara de Tuesta, Mejía Huamán ha introducido
nuevos elementos sobre el debate del pensamiento Inka y sus formas de
reflexión. El autor ha reactualizado el Diccionario
Quechua-Castellano (2008) del religioso Jorge A. Lira publicado
en 1944. Dicha actualización recurre a criterios de modernización y
refonetización, lo que implica adoptar una tabla de correspondencias
ortográficas y fonéticas que resultan aproximadas respecto a Lexicones y
Vocabularios del siglo XVI, dada la evolución del runasimi y la inserción de
grafemas después de 1533, los que configuran una modificación del runasimi
hablado en el Qusqu y la región yunga.
Mejía se sitúa dentro del universalismo
asuntivo,
es reacio a aceptar la heterogeneidad filosófica (filosofía en sentido amplio),
se inclina a aplicar conceptos restrictivos respecto a las condiciones del
pensamiento reflexivo autóctono, considera que no existió alguna forma de
pensamiento filosófico entre los hamut'aq.
En su artículo ¿Existió una
filosofía Inka.? (Actas del VI Congreso de Filosofía, 2001, pp.
351-362), realiza un análisis minucioso sobre los tópicos e ideas que
sustentaban la existencia de una filosofía Inka. Al evaluar las distintas
posturas favorables a reconocer alguna forma de pensamiento reflexivo, dada las
evidencias documentales de cronistas en el siglo XVI, en su respuesta
(2001:355) indica que:
«No
es correcto afirmar que existió filosofía inka, porque así lo dijeron
Garcilaso, Guarnan Poma, Luis E. Valcárcel; los mencionados sabios no fueron
filósofos, sino, historiadores y cronistas. Por otro lado, la existencia de
conceptos de carácter filosófico, en las culturas arcaicas, no necesariamente
prueba que en ellas se haya cultivado la filosofía. Las categorías son conceptos
con los que se hace reflexión filosófica, pero, de ninguna manera son la
filosofía. La filosofía es todo un discurso de la razón y no la aglutinación de
categorías o proposiciones sueltas. Como enseña Aristóteles, los conceptos y
las palabras sueltas no son proposiciones, menos juicios.»
Esta
oposición a reconocer valor a las fuentes documentales indica una postura de
rechazo porque «no hay nada a lo cual pueda llamarse específicamente Filosofía Inka», sólo es
aceptable denominarle «pensamiento prefilosófico» o «cosmovisión ancestral»,
dado que no se ajustan al requisito de «un saber crítico, racional, teorético y
trascendental» que exige la filosofía en sentido estricto. Sostiene que los
«amautas incas» no hicieron reflexión filosófica, no usaron la razón para
teoretizar, sino para hacer ciencia.
Posteriormente, Mejía ha ido traduciendo
los contextos de sus debates con pensadores que sostienen alguna forma de
reflexión entre los hamut'aq, para luego
tender aproximaciones menos restrictivas a lo que se considera reflexión en
términos generales. En Teqse. La
cosmovisión andina y las categorías quechua como fundamentos para una Filosofìa
Peruana y de América Andina (Lima, 1999) y Hacia unafibsofía
andina
(Lima, 2005), indaga tópicos reflexivos en muchos casos considerados de
naturaleza filosófica-, en el
segundo texto inserta la idea de interculturalidad como patrón comparativo
entre la cultura occidental y la andina. Así, notamos que dos conceptos muy
distintos se alternan en sus textos: Inka y andino. El primero señala una
condición cultural surgida en el Tawantinsuyu que se prolonga de forma paralela
durante el dominio colonial como expresión de vivencia cultural; mientras que
lo andino resulta una consecuencia del dominio colonial y es la forma actual en
la que se manifiestan patrones culturales tanto ancestrales como modernos, en
la que se hallan incluidos elementos impropios de la cultura autóctona. No se
puede comprender lo andino si no se comprenden sus raíces desde el Tawantinsuyu
o de sus naciones confederadas.
Mejía considera que, en sentido estricto,
la filosofía andina «está en proceso de elaboración»; dicha filosofía
constituiría en el futuro su ápxv (arché) teórico. Aunque no disiente del
eurocentrismo filosófico, tan común en estudiosos del proceso andino, su
discurso rescata los valores y pensamiento con distinto valor filosófico. Este
ejercicio comparativo de conceptos reflexivos entre el griego y runasimi
encaminó sus estudios sobre el pensamiento de los hamut'aq, desde
fuentes manuscritas del siglo XVI, al compararlo con el proceso de inicio de la
filosofía. Determinó conceptos que guardan similitud: kay (ser,
haber); kashay
(existencia); yachay (saber,
saber de vida); Reqsiy, (conocer
teórico); Rikhuy (conocer
por contemplación); Cheqaq y Sullul (verdad),
entre otros conceptos de naturaleza filosófica.
Sostiene que en la concepción andina del
mundo, no existe el concepto de bien y de mal sino del bien y no bien, que el
«hombre andino» tiene una visión estética del mundo, que el papel del trabajo y
la convivencia han jugado un rol decisivo en la humanización del «hombre
andino».
El afán de estructurar un pensamiento
propio en los Andes peruanos lo ha llevado al estudio crítico de fuentes
primarias, bajo la necesidad de establecer las condiciones de lo propio de
nuestra cultura. Sostiene (2000:649) que, «cuando estemos en condiciones de
separar lo propio de lo extraño y lo auténtico de lo inauténtico de nuestro
discurso racional» podremos establecer un discurso auténtico. Tarea difícil,
pero no imposible, debido a la profusión de estudios interdisciplinarios sobre
el pensamiento Inka.
Existen publicaciones conocidas como
enfoques interculturales de la filosofía andina, las cuales abordan el problema
de la existencia de una filosofía autóctona, trasladando tópicos reflexivos del
pasado a la actualidad; es decir, no necesariamente se abocan al estudio de sus
orígenes en el Tawantinsuyu. Las metodologías a las cuales se han recurrido son
distintas y contrapuestas, pero todas toman como referencia la matriz histórica
Inka, sin definir lo esencial de sus rasgos y características, dentro de la
peculiaridad histórica en que se ha desarrollado dicho pensamiento.
Para Mejía, la búsqueda de un discurso
auténtico implica una consideración de posibilidad la que debe imponerse en el
pensamiento peruano. Cito sus palabras (2001:362): «...debemos contribuir
creativamente al desarrollo de una Filosofía Universal, haciendo una reflexión
desde nuestra pacha, (espacio, tiempo y naturalezas andinas) a través de las
categorías del Runasimi que es nuestro idioma y refleja nuestra identidad y
autenticidad andinas.»
Tarea nada fácil, si se trata de encontrar
lo original que había surgido en el Tawantinsuyu, y que al reconstruirlos aún
lo hacemos con herramientas conceptuales muy impropias de la reflexión creada
por los hamut'aq.
Pablo Quintanilla
Dos
artículos suscritos por Pablo Quintanilla[6]
ponen de relieve el resumen evolutivo de la pregunta inicial planteada desde la
postura universalista asuntiva. Se pregunta; ¿hubo filosofía prehispánica? ¿Hay
filosofía peruana? Las respuestas resumen dos propuestas que han evolucionado a
largo de este debate: «cada pueblo tiene su peculiar cosmovisión, [por lo
tanto] deben tener su propia filosofía»; esta propuesta nos conduce a una
«explicitación conceptual de esa cosmovisión, lo que generaría una diversidad
de filosofías análoga a la diversidad de cosmovisiones». Quintanilla concibe
que el objetivo de la filosofía no es explicitar cosmovisiones sino «contestar
preguntas eternas». Considera que «aunque los problemas filosóficos se
constituyen culturalmente, inevitablemente tienen pretensiones de universalidad».
En la pretensión de universalidad se generan los conflictos de interpretación
sobre lo peculiar que resultan los modos del pensar y reflexionar propios,
respecto al pensamiento filosófico surgido en Grecia.
En la respuesta a la interrogante sobre posibilidad
de filosofía en sentido estricto fuera de los orígenes occidentales, los
primeros filósofos griegos también partían de cosmovisiones, sólo que desde su
admiración sobre el cosmos se erigió un saber que se apartaba de argumentos
teológicos. Critica que sostener si existió «filosofía» en el Tawantinsuyu
sería caer en el «eurocentrismo soterrado». Sin embargo, tal crítica esquiva la
posibilidad que puedan encontrarse «puntos de comparación» y establecer similitudes
reflexivas
a pesar de la distancia cultural entre dos universos reflexivos distintos que
funcionaron entre hamut'aq e
hispanos.
Quintanilla sostiene (2004:53), que es
necesario realizar una distinción entre lo que resulta filosofía como origen:
«El
concepto de filosofía es occidental y quizá la pregunta misma está viciada, ya
que ella podría estar juzgando con criterios inapropiados fenómenos culturales
complejos y elaborados que no siempre son asimilables mediante las categorías
occidentales.» Esta idea pone de manifiesto que no se pueden generalizar
determinadas condiciones de evolución cultural bajo los mismos patrones
culturales, hay un conjunto de peculiaridades al cual hay que poner atención
para distinguir lo que se aproxima comparativamente a la filosofía, con lo que
no es propiamente filosofía. Estos criterios permiten comprender otra forma
distinta de reflexión que no es propiamente filosofía en sentido estricto. Este
conjunto de características de ejercer pensamiento filosófico implica atender
el modelo de su surgimiento en la democracia esclavista, sus tópicos de
crítica, indicando (2004:53) que «aquellas sociedades que han tenido una
práctica social de cuestionamiento y crítica radical, con características
meta-conceptuales, cabe decir apropiadamente que hubo filosofía».
Cuando
este esquema se aplica a sociedades no-occidentales surgen argumentos para
diferenciar, distinguir filosofía y cosmovisión. Sostiene (2004:52) que:
Los pueblos indígenas prehispánicos
tuvieron, naturalmente, complejas cosmovisiones. Lo que es más discutible es si
tuvieron un concepto de "filosofía" y una actividad que pudiera ser
llamada de esa manera. La mayor parte de los autores piensa que, en sentido
estricto, no hubo filosofía en el mundo andino anterior a la llegada de los
europeos o que, si la hubo, no nos ha quedado rastros de ella, de manera que no
podemos afirmar que la hubiera. Esta afirmación plantea un contexto ambiguo al
referir un ejercicio de sentido estricto de filosofía. Se pueden argumentar
distintos criterios, pero dos son contundentes: 1) la distancia geográfica que
evitó algún contacto entre ambas generando intercambio de saberes, y; 2) la
evidente distancia cultural que hubo entre cada una de ellas. Esta condición de
distanciamiento implica que es imposible buscar alguna forma conceptual de
filosofía tal como fue ejercida en Grecia. Los tiempos y sistemas de saber son
distintos, por lo que no es posible aplicar sistemas de igualdad para ambos
casos, lo que si puede realizarse es buscar similitudes, a partir de las
grandes preguntas que se han planteado en cada civilización, posibilitando la
reconstrucción de algunos rastros peculiares de reflexión que puedan
descubrirse. Aunque Quintanilla no específica cuales serían aquellos rastros y
quienes serían aquellos pensadores que cumplían alguna función similar a los
«filósofos».
Al señalar que existen «sentidos
relevantes» que deben discriminarse para aplicarlo en el estudio de lo que es
propiamente original antes de la invasión hispánica. Se pregunta (2006a:4),
cuáles son esos sentidos relevantes en cada dirección:
«...nuestros
antepasados precolombinos tenían sutiles cosmovisiones que incorporaban temas
que hoy llamaríamos religiosos, científicos y también filosóficos. Es sumamente
probable que hubiera individuos que se plantearon cuestiones que ahora
denominaríamos éticas o epistemológicas, y seguramente también se plantearon
problemas existenciales. En ese sentido, casi con certeza los pueblos
precolombinos formularon preguntas que actualmente llamamos filosóficas y
esbozaron respuestas para ellas.»
El
asunto exige determinar las cosmovisiones que integraban distintas secuencias
que aglutinan un conjunto de características que en el pensamiento occidental,
y establecer los sujetos pensantes que los ejercían.
El debate de las condiciones del
surgimiento de la filosofía en el Perú le lleva a una afirmación de convicción
que lo aproxima al autoctonismo afirmativo. Quintanilla (2006b:3), señala una
conclusión inesperada:
«No
negué la existencia de filosofía en el Perú prehispánico, sino distinguí dos
sentidos de "filosofía". En un sentido amplio, que involucra
respuestas a preguntas que hoy llamamos éticas o epistemológicas, entre otras,
ciertamente hubo un pensamiento filosófico prehispánico, como lo hay en cualquier
otra sociedad.»
Esta
afirmación abre nuevos contextos en su propuesta: No debatimos si existió o no
filosofía en Perú antes de la invasión hispánica, el debate se desplaza al sentido amplio de
filosofía (los tópicos sobre equivalencias
reflexivas), de si esta equivalencia existió y en qué
condiciones peculiares de pensamiento se ha edificado.
Debemos
atender lo propio, lo particular distinto al modelo universalista establecido,
de lo contrario, probar filosofía en
sentido estricto, tal como recurrieron en su edificación los pensadores
griegos, nos acercaría ciertamente a una postura eurocéntrica. Condición
criticable que impone condiciones impropias a nuestra evolución como
civilización y cultura muy peculiares.
[6]
(2004) Del espejo
al caleidoscopio: aparición y desarrollo de la filosofia en el Perú.
Lima. Areté Vol XVI, N° 1, pp. 43-79. (2006a) La aparición de la filosofia en el Perú.
Lima. El Dominical, suplemento de El Comercio. 23 de julio, p.4,5. (2006b) Cuidado con el eurocentrismo.
Lima. El Dominical, suplemento de El Comercio. 13 de agosto, p. 3.
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