viernes, 8 de julio de 2011

Política



  LAS DIMENSIONES DE LA REALIDAD: EL SURREALISMO
                                                                  
     (Primera Parte)
                                                                              
            Jorge Oshiro             
                                                                                                                                                
Mariátegui y el surrealismo

Las referencias de Mariátegui al surrealismo son múltiples. El interés que el pensador peruano tiene de este movimiento se manifiesta en algunos pasajes de «La Escena Contemporánea» y se prolonga hasta 1930, poco antes de su muerte. Es decir la resonancia de este movimiento en la obra del ensayista peruano es amplia y de importancia.

Pero también es amplio el concepto que tiene él de este fenómeno histórico. Cuando habla del surrealismo no se refiere simplemente al movimiento fundado por Breton y en el cual encontramos nombres de tanto prestigio como Eluard, Aragon, Soupault, Cendrars, Dalí, etc, etc. Mariátegui llama también surrealista a la obra como la del norteamericano Waldo Frank, del rumano Panait Istrati, del alemán Georg Grozs o del italiano Pirandello, como también del francés Delteil [1]. Así al referirse a Panait Istrati escribe:

"Su arte es verdaderamente suprarrealista. Pero su suprarrealismo es de una calidad y de un espíritu diferente a los que de la escuela que acapara en nuestra época la representación de esta tendencia"[2].

Por lo tanto nuestro análisis tiene que concentrarse tanto en los escritos de nuestro autor sobre la «escuela» surrealista como también en la obra de los otros escritores ya citados, teniendo como referencia comparativa lo escrito anteriormente sobre Octavio Paz y su visión del surrealismo.[3]


El grupo suprarrealista y «Clarté»[4]

«Humor-agudeza-misticismo»

Mariátegui caracteriza el surrealismo desde el inicio de su reflexión como una insurrección[5]. Pero no una insurrección cualquiera:

"Es una protesta del espíritu".[6]

Este movimiento que había comenzado como una protesta a nivel del arte, se hace protesta política:

"Denuncian y condenan no sólo las transacciones del arte con el decadente pensamiento burgués. Denuncian y condenan, en bloque, la civilización capitalista" (op.cit.).

Si recordamos el interés pasional que siempre despertó el arte y la literatura en el pensamiento de Mariátegui y si no olvidamos el espíritu revolucionario de nuestro autor, veremos que era inevitable su interés y la simpatía entusiasta por el surrealismo.

Después de esta introducción, hace un corto recuento de la historia del surrealismo: "El suprarrealismo, como se sabe, tiene su origen en el dadaísmo" pero...

"Dadá no fue una escuela ni una doctrina. Fue únicamente una protesta, un gesto, un arranque".

Lo que aprecia Mariátegui en el dadaísmo es "su reacción contra el intelectualismo del arte contemporáneo".[7] Y en la reacción dadaísta contra este intelectualismo encuentra "los gérmenes de una nueva teoría estética. Pero el dadaísmo se reducía a esta reacción.

"No quería ni debía ser una tesis, un credo". Su clownismo, su humorismo fundamentales se lo impedían" (op.cit.).
       
El anti-intelectualismo dadaísta fue decisivo, pero insuficiente. Este anti-intelectualismo lleno de «clownismo» y de humorismo recuerda al arte chaplinesco, como también el de George Grosz, y Mariátegui reconoce en él un núcleo explosivo.

Así el humorismo es integrado como un momento importante en el pensamiento del ensayista peruano. Pero el humor y espíritu del clown no basta. Esta actitud y comportamiento requiere de una «tesis» (teoría) y de un credo (mito o religión). Mariátegui, por lo tanto, unifica tres elementos básicos de su actitud frente a la vida en una unidad dialéctica:

-el sentimiento del «humor»,
-la agudeza de la razón y
-la mística de un «credo».
       
El humor mariateguiano nunca es cínico, destructivo ni frío. Es siempre el humor chaplinesco, es decir, crítico-constructivo y siempre humano y caluroso. Este humorismo mariateguiano, que es expresión de agudeza del espíritu, va a darle a su misticismo, a su religiosidad una dimensión «terrenal».

En otras palabras el misticismo mariateguiano no desconoce la alegría, no ignora la picardía[8] un misticismo que sabe y goza de la alegría. Pero, reiteramos, el humorismo no es suficiente. De allí que dirá: "los mejores mílites de Dadá fueron los que primero sintieron la necesidad de desertar de sus cuadros para intentar un experimento mayor" (op.cit.). Dadá murió como movimiento:

"Su fuerza y su impulso vitales se desplazaron con Bretón, Aragón, Eluard y Soupault, quienes no renegaron del dadaísmo, sino lo superaron cuando concibieron el programa de la «revolución suprarrealista" (op.cit.).[9]

Así aparece el suprarrealismo como superación del dadaísmo. Y Mariátegui caracteriza este nuevo movimiento:

-Por su anti-racionalismo se emparenta con la filosofía y psicología contemporáneas.
-Por su espíritu y por su acción, se presenta como un nuevo romanticismo.
-Por su repudio revolucionario del pensamiento y la sociedad capitalista coincide históricamente con el comunismo.

Estos tres puntos característicos del surrealismo son a la vez tres puntos de coincidencia con su propia pensar y actuar. El pensamiento mariateguiano se puede calificar como anti-racionalista[10], como romántico y comunista. La coincidencia entre el surrealismo y el Partido Comunista era solamente político. Y con esto el pensador peruano profetizaba ya las dificultades y el fracaso de esta unión.


«El automatismo psíquico puro»[11]

¿Cuáles eran las raíces de esta profunda discordia? Por un lado Mariátegui cita a Bretón para definir el surrealismo:

"Automatismo psíquico puro, por el cual nos proponemos expresar sea verbalmente, sea por escrito, sea de cualquier modo, el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, en ausencia de todo control ejercitado por la razón, fuera de toda preocupación estética o moral" (op.cit.).

Por otro lado el Partido Comunista estaliniano, que decía representar a la clase obrera en el poder, que se atribuía el papel de la Conciencia (dirección) del movimiento obrero no solamente en su país sino a nivel mundiel Partido Comunista fundamentalmente cartesiano-racionalista-cientifista[12] en el sentido que seguía la tradición idealista de la supremacía de la conciencia (partido-Estado) sobre el cuerpo (masa-sociedad), en categorías gramscianas, la supremacía de la Sociedad Política sobre la Sociedad Civil, este partido no podía jamás suscribir esta tesis surrealista de la «escritura automática», que proponía y defendía exactamente lo contrario.

La utopía del «automatismo psíquico» suprarrealista correspondía en el terreno individual a eso que Gramsci llamaba "la società regolata"[13] al plano social-histórico. Era una utopía que los surrealistas ambicionaban desde el presente.

Y este «automatismo psíquico puro» exigía una concepción revolucionaria basada no en el partido, sino en las masas, no en el Estado sino en la Sociedad Civil; en las masas, en la Sociedad Civil «en ausencia de todo control ejercitado por la razón», es decir libre de todo control del partido y del Estado. Es decir, una concepción revolucionaria construída desde abajo, en otras palabras: un auténtico socialismo.

Este concepto surrealista del «automatismo psíquico puro» es anticartesiano, pues rechaza el racionalismo mecanicista, que según Mariátegui en «El hombre y el Mito» "...no ha servido sino para desacreditar a la Razón". Contra el racionalismo Mariátegui y el surrealismo proponen, como ya se ha reiterado varias veces a lo largo de este trabajo, el «conatus» spinoziano. La frase de Bretón: «Dictado del pensamiento, en ausencia de todo control ejercitado por la razón, fuera de toda preocupación estética o moral», corresponde en cuanto al sentido del pensamiento a la última parte del Escolio a la proposición IX de la Etica III:

"Consta, pues, por todo esto, que no nos esforzamos por nada, ni lo queremos, apetecemos ni deseamos porque juzguemos que es bueno, sino que, por el contrario, juzgamos que algo es bueno porque nos esforzamos por ello, lo queremos, apetecemos y deseamos".[14]

En el orden spinoziano lo primero es el conatus («esforzamos, queremos, apetecemos»), luego la razón reflexiva («juzgamos»). Es dentro de la perspectiva de la conciencia reflexiva o razón que aparecen las preocupaciones estéticas o morales. Pero la razón spinoziana no es una entidad “exterior” al conatus, la razón es el mismo conatus o vida en cuanto tiene ideas adecuadas.

De allí que digamos primero es la Vida, luego el Pensamiento, éste es expresión de ella; primero la Praxis y luego la Teoría[15], ésta como reflexión de ella, primero la Palabra creadora y luego la Escritura como intento momentáneo de retenerla.[16]

Era lógico que el grupo surrealista francés desembocara en la lucha política, que sus militantes se hicieran comunistas

"Formuladas sus declaraciones estéticas y filosóficas, le tocaba también formular una declaración política".


El Surrealismo y «Colónida»

El desarrollo del grupo surrealista de Bretón tiene un paralelo al desarrollo realizado por un grupo de intelectuales peruanos en el cual se encontraba nuestro autor.

En 1916 apareció una revista que sus fundadores, entre ellos Mariátegui, llamaron «Colónida» y su figura central fue Abraham Valdelomar. Este "colodinismo" como lo llama Mariátegui tuvo un efecto cultural paralelo al dadaismo. Mariátegui describe así al dadaísmo:
"Dadá no fue una escuela ni una doctrina. Fue únicamente una protesta, un gesto, un arranque"(1950:43).

Por otro lado:

"... «Colónida» no fue un grupo, no fue un cenáculo no fue una escuela, sino un movimiento, una actitud, un estado de ánimo".

Su nexo era una protesta. Y de la misma forma que el dadaismo:

"«Colónida» fue una fuerza negativa, disolvente, beligerante".

        Mientras

"Dada no quería ni debía ser una tesis, un credo",

«Colónida» "no pretendió nunca cuajarse en una forma. No impuso a sus adherentes un verdadero criterio estético". Tanto el «dadaísmo» como el «colonidismo» hacían del humor disolvente, de su clownismo su arma principal. Ambos querían, cada uno a su modo, «épater les bourgeois», como dice nuestro autor.

El grupo de Bretón va abandonar el dadaísmo y funda el movimiento surrealista y la revista «Révolution Surréaliste». El camino que va seguir Mariátegui es mucho más arduo y largo. Va a tener que esperar diez años para que apareciera «Amauta». Pero «Amauta» va a tener también su proceso de definición política en el número 17 de setiembre de 1928.[17] Como «Amauta»,

"La «revolución suprarrealista» no ha hecho...otra cosa que aceptar las últimas consecuencias, las máximas reponsabilidades de su actitud y de su pensamiento, al fusionarse con el grupo Clarté" (op.cit.).

Esta fusión como el balance de dos años de labor cultural de «Amauta» anunciaban la aparición en el horizonte de un nuevo tipo de intelectual que rompía con la barrera que lo separaba de las multitudes.[18]

Los intelectuales de «Amauta» y de «Révolution Surréaliste» habían comprendido este callejón sin salida si no rompía con el carácter tradicional de su actividad cultural, (con la triada de la soledad, descrita anteriormente).


El balance del suprarrealismo[19]

La virtud de la persistencia: "La historia como duración"

Mariátegui comienza el artículo resaltando el significado histórico del surrealismo.[20] Y ¿qué es precisamente aquello que hace la significación y el contenido histórico del surrealismo, aquello que lo diferencia de todos los otros movimientos?. Lo compara primeramente con el Futurismo.

"El futurismo ha tenido también, en cierta medida, la virtud de la persistencia" (op.cit.).

Este es el quid de la cuestión. La significación y el contenido histórico del suprarrealismo es su persistencia. Pero en oposición al surrealismo el movimiento de Marinetti,

"ha sido un caso de longevidad, no de continuación ni de desarrollo".


El futurismo no ha muerto.

"Pero el «futurismo»", dice el ensayista peruano, "...considerado a distancia, nos hace sonreír, por este lado de su megalomanía histrionesca".

Por otro lado su pretensión de constituirse en movimiento político original ha fracasado, pues "al fascismo lo ha digerido sin esfuerzo" y esto no por la fuerza «digestiva» del fascismo sino mucho más por "la inocuidad fundamental del futurismo". En cada reaparición, continúa nuestro comentarista, se reconocía al viejo futurismo de ante-guerra. No había desarrollo en su contenido "La peluca, el maquillaje, los trucos, no impedían notar la voz cascada, los gestos mecanizados". Y luego:

"Marinetti, en la imposibilidad de obtener una presencia continua, dialéctica, del futurismo, en la literatura y la historia italianas, lo salvaba del olvido, mediante ruidosas rentrées..." (op. cit.).

Lo que hay en el futurismo es una persistencia «exterior» en el tiempo, es decir la reaparición de lo mismo a través del tiempo, de allí sus «gestos mecanizados».

En oposición a esta «persistencia-longevidad» el «suprarrealismo» presentaba "otro género de duración":

"Es verdaderamente, un movimiento, una experiencia".

        Y por esta razón, dirá Mariátegui,

"no está hoy ya en el punto en que lo dejaron, hace dos años, por ejemplo, los que lo observaron hasta entonces con la esperanza que se desvaneciera o se pacificara".

Para nuestro autor, ignorará el suprarrealismo quien lo reduzca a una fórmula característica de una fase de su desarrollo. Aún en la forma de su origen se distingue el suprarrealismo de otras corrientes:

"No ha nacido armado y perfecto de la cabeza de sus inventores."

Según Mariátegui el surrealismo ha tenido un desarrollo, en el cual Dadá significó su infancia. Nuestro autor descubre hasta

"una crisis de pubertad"... "Al llegar a su edad adulta, ha sentido su responsabilidad política, sus deberes civiles, y se ha inscrito en un partido, se ha afiliado a una doctrina" (op.cit.).


¿Qué es durar?

Este concepto de la «duración» es fundamental en el pensamiento de Mariátegui si consideramos su persistente lucha hasta el fin de su existencia contra la enfermedad y la muerte. Para un hombre enfermo que presentía ya la muerte en su primera juventud la divisa de su vida no podía ser otra cosa que persistir, durar.

Pero no durar en el sentido «futurista» de repetición mecánica de lo anterior, que ya es para Mariátegui una forma de muerte. Persistir, durar, no podía ser otra cosa que realizar intensamente un movimiento, vivir a fondo una experiencia. Esta idea ya la había expuesto Mariátegui en un texto clave ya citado anteriormente: «Aniversario a Balance» del número 17 de «Amauta»:

"La primera obligación de toda obra, del género de la «Amauta» se ha impuesto, es esta: durar. La historia es duración. No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco; vale la prédica constante, continua, persistente".

Consideramos este concepto de «persistencia» como el núcleo íntimo de su pensar filosófico que lo alínea, como ya se ha visto en otras perspectivas, dentro de la filosofía del «conatus», formulada ya reiteradamente a lo largo de este trabajo.[21]

Aplicado al hombre su esencia no es otra cosa, por lo tanto, que su esfuerzo permanente por ser; y esto no puede ser "una libre elección".[22]

El hombre, como todo los seres de la Naturaleza, no tiene la posibilidad de elegir por esforzarse o no. Su vida misma es un único esfuerzo. Pero no todos los individuos tienen el mismo «quantum» de fuerza, ni todos tienen el mismo grado de conciencia de este esfuerzo.

De allí las diversas respuestas que dan los diversos individuos en la naturaleza. Lo que es importante acentuar aquí es el hecho que cada «quantum» de fuerza existente en cada individuo (individuo-individuo, o individuo-grupo) puede variar, puede crecer o decrecer.  

Y este proceso de crecimiento o disminución está en relación íntima con el proceso de la pasividad a la actividad del hombre o su contrario; o para decirlo en otras palabras: el hombre puede potenciar sus fuerzas o disminuir sus potencias.[23]

El grado de crecimiento o disminución de la fuerza o potencia es entonces decisivo para comprender el carácter de la duración. Si el individuo aumenta su potencia inicial, entonces tenemos un desarrollo, «un movimiento, una experiencia», dice Mariátegui. Pero si se estanca en su proceso significa que no aumenta sus fuerzas y a través del tiempo comienza el desgaste.

Este es el caso de Marinetti: "La peluca, el maquillaje, los trucos, no impedían notar la voz cascada, los gestos mecanizados". La actualidad de un movimiento es expresión de su potencia, es la "potencia actualizada".

El futurismo, "digerido por el fascismo", había perdido su potencia original, a pesar "de las ruidosas rentrées", como dice nuestro autor.

La potencia tal como lo entiende Spinoza va a ser reelaborada por Mariátegui en el sentido de integrarla en un proceso de desarrollo. El suprarrealismo, en oposición al futurismo, ha tenido un proceso de desarrollo en el cual se aprecia «la infancia», la «pubertad» y la «edad adulta».

"Y en este plano se ha comportado de modo muy distinto que el futurismo" nos dice nuestro autor.

El futurismo no había superado su pubertad. Pensaba él poder construir, además de un manifiesto, todo un concepto político original. En oposición a esto y mostrando madurez el suprarrealismo:

"En vez de lanzar un programa de política suprarrealista, acepta y suscribe el programa de la revolución concreta, presente: el programa marxista de la revolución proletaria" (op.cit.).


El concepto de «relativa autonomía»

Lo que en el siguiente pasaje nos va a ofrecer Mariátegui es una teoría de la relativa autonomía de las diversas ramas de la creación humana. Escribe que el surrealismo:

"Reconoce validez en el terreno social, político, económico, únicamente, al movimiento marxista. No se le ocurre someter la política a las reglas y gustos del arte".
       
Si en el «terreno social, político, económico» el surrealismo reconoce la validez de la teoría marxista, lo mismo sucede frente a la ciencia:

"Del mismo modo que en los dominios de la física, no tiene nada que oponer a los datos de la ciencia".

Hemos dicho «relativa autonomía» pues en la misma autonomía hay una íntima, dialéctica relación con los otros quehaceres, con las otras actividades humanas. Mariátegui dice:

"Pero nada rehusan tanto los suprarrealistas como confinarse voluntariamente en la pura especulación artística. Autonomía sí; pero no clausura en el arte".

Volviendo a Spinoza diremos que el arte como «individuo» es expresión modal, no sustancia. En este sentido tanto el arte como la filosofía, la economía, la política y la ciencia, como también la religión son «unidades individuales», por lo tanto expresiones modales de una única sustancia: el trabajo creador y social del hombre.

Ningún tipo de unidad individual, es reducible a otra unidad individual: toda expresión modal es expresión específica de la sustancia universal de la potencia: el trabajo, que a su vez se define como «persistencia», «duración», «esfuerzo», tal como lo define Labriola.
       
En este sentido el surrealismo

"en los dominios de la economía y la política juzga pueril y absurdo intentar una especulación original, basada en los datos del arte" (op.cit.).

La autonomía modal del arte, como de cualquier otra actividad creadora humana está basada en la particularidad de los materiales que él trabaja, en la particularidad de «los datos», del material.

Pero por otro lado, también esta autonomía está basada en el «punto de vista», es decir, que la perspectiva del artista frente a su realidad no es exactamente la misma que la de un político, un teólogo o un filósofo:

"Los suprarrealistas no ejercen su derecho al disparate, al subjetivismo absoluto, sino en el arte" (op.cit.).



[1] Más aún: el peso que da nuestro autor a estos últimos parece ser mayor - si tomamos la intensidad y  la profundidad con que trata el peruano las obras de estos autores – que el que ofrece a un Breton por ejemplo.
[2]  Y en otro pasaje insiste él en esta posición: “el superrealismo, como tendencia artística es un fenómeno cultural, que se manifiesta en muchos escritores y poetas no calificados como suprarealistas” «El grupo suprarealista y «Clarté» .
[3] Leer como introducción a este ensayo el apéndice 5.1 que hemos dedicado a Octavio Paz.
[4] Fue publicado en «Variedades», el 24 de Julio de 1926. Recopilado luego en «El artista y la época».
[5] "La insurrección suprarrealista entra en una fase que prueba que este movimiento no es un simple fenómeno literario, sino un complejo fenómeno espiritual".
[6] Octavio Paz hablaba de rebelión.
[7] Esta reacción anti-intelectualista la habíamos visto cuando escribía él sobre el arte de Chaplin y decía que "el cinema ha asesinado el teatro", este "viejo teatro burgués, literario, palabrero".

[8] «Fue un escritor limeño y de muchas maneras compartió el espíritu de la ciudad, incorporando en sus artículos ese humor satírico y burlón que podía remontarse a Felipe Pardo y Aliaga y Manuel Ascencio Segura, en los inicios de la república» (A.Flores Galindo).

[9] Acentuemos este movimiento dialéctico del pensamiento mariateguiano: los recientes surrealistas con Bretón a la cabeza no «reniegan» el dadaísmo (su pasado inmediato), sino que lo «superan». Esta matriz teórica es constante en el pensamiento de Mariátegui cuando refiere él a dos movimientos importantes en contradicción. El más joven, el más fuerte, el más vital no «reniega» el movimiento anterior, lo supera: así la relación socialismo-capitalismo, marxismo-liberalismo, «la nueva y la vieja generación», etc. Lo nuevo supera lo viejo sin renegarlo.
[10] Insistimos que el anti-racionalismo de Mariátegui no significa en absoluto 'irracionalismo'. Habría que agregar para esto su claro 'anti-irracionalismo'.
[11] Sobre este tema ver posteriormente: «El subjetivismo absoluto».
[12] Esta no es la posición explicita de Mariátegui, pero se observa una abierta simpatía por el movimiento interno-implícito de este debate contra el PC francés.
[13] "Marx inizia intellettualmente un'età storica che durerà probabilmente dei secoli, cioè fino alla sparizione della Societá politica e all'avvento della Socità regolata. Solo allora la sua concezione del mondo sarà superata(concezione della necessità,<superata>da concezione della libertà)" (Quaderni…).
[14] Ver arriba Spinoza, cap.3.
[15] Ver arriba Labriola, cap.3."De la vida al pensamiento y no del pensamiento a la vida, éste es el proceso realista.
[16] Octavio Paz decía: en el seno de una sociedad sin señores...la escritura automática dejaría de ser una aspiración: hablar sería crear", es decir, la escritura dejaría de ser el centro de la vida cultural de la sociedad y la creación volvería otra vez a la creativa comunicación oral".
[17] "El trabajo de definición ideológica nos parece cumplido...La primera jornada de «Amautas». En la segunda jornada, no necesita ya llamarse revista de «la nueva generación», de la «vanguardia», de las «izquierdas». Para ser fiel a la Revolución, le basta ser una revista socialista" («Aniversario y balance».
[18] Alejandro Block se preguntaba: «La línea que separa a los intelectuales del pueblo de Rusia ¿es verdaderamente una línea infranqueable?». Y luego afirmaba: «En tanto que subsista esta barrera los intelectuales están condenados a errar, a agitarse vanamente, a degenerar en un círculo sin salida».
[19] «El balance del suprarealismo» está formado por dos artículos escritos el 19 de febrero y el 5 de marzo de 1930 y forma parte ya de los últimos de nuestro autor, fallecido en abril del mismo año. Este dato es de importancia pues nos presenta el último período creativo de Mariátegui. Y el corto balance que nos hace del surrealismo no se reduce solamente a éste, como veremos luego.
[20] "Ninguno de los movimientos literarios y artísticos de vanguardia de Europa occidental ha tenido, contra lo que baratas apariencias pueden sugerir, la significación ni el contenido histórico del suprarrealismo".
[21] "Cada cosa se esfuerza, cuanto está en ella, por perseverar en su ser (in suo esse perseverare conatur)" y "El esfuerzo con que cada cosa se esfuerza por perseverar en su ser, no es nada aparte de la esencia actual de la cosa misma" (Et.III.Prop.6/7)
[22] Porque como nos dice la Proposición 3 de la Etica IV: "La fuerza con que el hombre persevera en existir es limitada e infinitamente superada por la potencia de las causas externas”
[23] Dentro de este contexto decimos que alguien está 'desalentado' cuando siente que su fuerza disminuye, por lo tanto tenemos que 'alentarlo' para que recupere su fuerza anterior. Lo que llamamos 'coraje', 'valor', valentía es esa fuerza interior que tenemos todos –o carecemos, para superar nuestros problemas. Es dentro de este contexto que Spinoza explicará los fenómenos psicológicos de alegría y tristeza: "Cuando el alma se considera a sí misma y considera su potencia de obrar, se alegra..." por el contrario: "Cuando el alma imagina su impotencia, por eso mismo se entristece" (Et.III.Prop.53 y 55)

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