Stalin. Historia y Crítica de Una Leyenda Negra
(8)
Domenico
Losurdo
LOS
BOLCHEVIQUES, DEL CONFLICTO IDEOLÓGICO A LA GUERRA CIVIL
La Revolución rusa y la
dialéctica de Saturno
A ojos de Kruschov, Stalin
se mancha con crímenes horrendos en perjuicio de sus mismos compañeros de
partido, desviándose del leninismo y del bolchevismo, y traicionando los
ideales del socialismo. De hecho, es precisamente la acusación recíproca de
traición la que, estimulando o profundizando el desangramiento interno del
mismo grupo dirigente de la revolución de octubre de 1917, contribuye de manera
destacada a las tragedias acaecidas en la Rusia soviética. ¿Cómo explicar este
desangramiento? La dialéctica en base a la cual "Saturno devora a sus
hijos" no es ciertamente una característica exclusiva de la Revolución de
Octubre: la unidad coral que antecede al derrocamiento de un antiguo régimen
rechazado por la mayoría de la población inevitablemente se pudre o disuelve en
el momento en el que se intenta decidir el nuevo orden que debe ser construido.
Esto vale también para la Revolución inglesa y la americana123. Pero
esta dialéctica se ha manifestado en Rusia de manera especialmente violenta y
prolongada. Ya en el momento del derrumbe de la autocracia zarista, mientras se
siguen los intentos de restauración monárquica o de instauración de una
dictadura militar, entre aquellos que también están decididos a evitar el
retorno al pasado se imponen en todo caso decisiones bastante dolorosas: ¿esforzarse
antes por la paz o, como sostienen los mencheviques, continuar o incluso
intensificar los esfuerzos bélicos, agitando ahora también en Rusia las
proclamas del intervencionismo democrático?
La consolidación de la
victoria de los bolcheviques no acaba desde luego con la dialéctica de Saturno,
que de hecho se intensifica aún más. El llamado de Lenin a la conquista del
poder y a la transformación en sentido socialista de la revolución aparece como
una intolerable desviación del marxismo a ojos de Kamenev y de Zinoviev, que
ponen al corriente de la situación a los mencheviques y así atraen sobre sí la
acusación de traición lanzada por la mayoría del partido bolchevique. Es un
debate que atraviesa las fronteras de Rusia y del mismo movimiento comunista:
los primeros en poner la voz en grito por el abandono de la ortodoxia, que
excluía la revolución socialista en un país que todavía no había alcanzado un
pleno desarrollo capitalista, son en primer lugar los socialdemócratas,
mientras que por un lado Karl Kautsky, y por otro Rosa Luxemburg condenaban la
aceptación por parte de Lenin del lema de "la tierra para los
campesinos" como un abandono del camino hacia el socialismo.
Pero conviene aquí
concentrarse sobre las rupturas que ocurren dentro del mismo grupo dirigente
bolchevique. Una explicación de la fuerza especialmente devastadora que asume
la dialéctica de Saturno es la actitud mesiánica suscitada por un cúmulo de
circunstancias, objetivas y subjetivas. El azoramiento e indignación, universalmente
compartidos, por la innombrable carnicería y el enfrentamiento entre los
diferentes Estados como si de sanguinarios Moloch se tratase, decididos a
sacrificar a millones y millones de hombres en el altar de la defensa de la
patria, cuando en realidad compiten en una carrera imperialista por la
hegemonía mundial, todo ello estimula la reivindicación de un orden
político-social completamente nuevo: se trataba de arrancar de una vez por
todas las raíces de las que surgieron los horrores acaecidos desde 1914.
Alimentada ulteriormente por una visión del mundo que con Marx y Engels parece
invocar un futuro carente de límites nacionales, de relaciones mercantiles, de
aparato estatal e incluso de coerción jurídica y por una relación casi
religiosa con los textos de los padres fundadores del movimiento comunista,
esta reivindicación no puede verse desilusionada a medida que la construcción
del nuevo orden comienza a tomar cuerpo.
He aquí por qué, poco antes
de irrumpir en el núcleo de la reflexión de Trotsky, y después de haber
aparecido ya durante el derrumbe de la autocracia zarista, el motivo de la
revolución traicionada acompaña como su sombra a la historia iniciada con la
llegada al poder de los bolcheviques. La acusación o la sospecha de traición
emerge a cada paso de esta revolución especialmente tortuosa, impulsada por las
necesidades para la actuación del gobierno de repensar ciertos motivos utópicos
originarios y en todo caso obligada a medir sus grandes ambiciones con la
extremada dificultad de la situación objetiva.
El primer desafío afrontado
por el nuevo poder es el representado por la disolución del aparato estatal y
por la continuidad del anarquismo, muy extendido entre los campesinos todavía
más acá de toda visión estatal y nacional, por tanto sustancialmente
indiferentes al drama de las ciudades, carentes de recursos alimentarios.
Inclinado a fundar efímeras «Repúblicas campesinas», el anarquismo estaba
presente también entre los desertores, ya refractarios a toda disciplina lo
confirma el surgimiento en un distrito de Besarabia de una «República libre de
los desertores». En este caso, el calificado de traidor es Trotsky, que como
dirigente del ejército está en primera fila en el restablecimiento del poder
central y del principio mismo de Estado: es entonces cuando campesinos,
desertores entre los cuales no faltan desertores del Ejército rojo y
desplazados invocan al "auténtico" socialismo y a los
"verdaderos" Soviets, añoran a Lenin había avalado o estimulado la
revuelta contra el poder estatal y consideran a Trotsky y a los judíos vulgares
usurpadores124. En este mismo contexto puede colocarse la revuelta
de los marineros de Kronstadt en 1921. Por lo que parece, en tal ocasión Stalin
se habría pronunciado en favor de un enfoque más cauto, es decir, mantenerse a
la espera en función de las reservas de víveres y combustible a disposición de
la fortaleza asediada; pero, en una situación en la que no se habían diluido
todavía los peligros de la guerra civil interna y la intervención de las
potencias contrarrevolucionarias, acaba por imponerse una rápida solución
militar. De nuevo, el que es considerado «defensor de la organización
burocrática», «dictador» y en última instancia traidor al espíritu originario
de la revolución, es el «gendarme», o el «mariscal» Trotsky. Este, a su vez,
sospecha que Zinoviev haya alimentado durante semanas la agitación desembocada
después en la revuelta, agitando demagógicamente la bandera de la «democracia
obrera [...] como en 1917»125. A juzgar por estos hechos, la primera
acusación de "traición" marca el paso — inevitable en toda revolución
pero tanto más doloroso por cuanto se da en una revolución realizada también en
nombre de la extinción del Estado— del derrocamiento del antiguo régimen a la
construcción del nuevo orden; de la fase "libertaria" a la
"autoritaria”. Y, naturalmente, la acusación o sospecha de «traición» se
entrelaza con las ambiciones personales y la lucha por el poder.
___________
(123) Cfr. Losurdo 1996),
cap. II.
(124) Werth 2007a), pp.
49-50.
(125) Broué 1991), pp.
274-7.
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