Pronunciamiento
El 17 del mes en curso nuestro compañero César Risso fue comunicado por
un activista de cierta tendencia de la intención de realizar una “escuela” con
el siguiente temario: 1) la coyuntura política y la necesidad histórica del
partido del proletariado; 2) el proceso de reconstitución del Partido
Socialista fundado por Mariátegui; y, 3) situación actual de la reconstitución.
El primer tema sería desarrollado por Ramón García, el segundo por Eduardo
Ibarra y el tercero por un activista de la tendencia proponente de la “escuela”
y un miembro de nuestra tendencia. Según se le dijo a nuestro compañero, el
objetivo de la “escuela” es “fortalecer un núcleo de dirección”.
Al margen del dislate que es pretender “fortalecer”
algo que no existe, debemos decir aquí que, hace dos años aproximadamente,
escribimos que, en el fondo, el oportunismo de derecha (la tendencia proponente)
plantea un partido-amalgama. La propuesta de llevar a cabo una “escuela” con el
liquidacionismo, un miembro del oportunismo de derecha y nosotros, es la mejor
prueba de nuestro aserto. Pero esta constatación prueba que el derechismo ha
devenido liquidacionismo. Solo personas que han renunciado al partido de clase,
pueden creer que la constitución de “un núcleo de dirección” pro-reconstitución
del partido de Mariátegui, es posible juntando en una instancia orgánica única
a marxistas-leninistas y liquidadores.
La Reconstitución es la defensa y el desarrollo de los Fundamentos del
Partido de Mariátegui en lo Ideológico, Teórico, Político y Orgánico, y la
materialización en organización de estos Fundamentos y de este desarrollo.
Así, el abandono
de la reconstitución por el grupo liquidacionista que encabeza García es el
abandono de los Fundamentos del Partido de Mariátegui. En efecto, con su
“marxismo” a secas, este grupo ha abjurado del marxismo-leninismo; con su idea
de ser más peruanos que marxistas como la “orientación cardinal del socialismo
peruano”, ha renegado del principio de integrar la verdad universal del
marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución peruana; con su
silenciamiento del revisionismo, su “camino municipal al socialismo” y su lucha
electoral como la forma principal de lucha, ha renegado cuestiones fundamentales
de la línea política general y de la táctica de Mariátegui; y, con su partido
de “dos niveles orgánicos” doctrinariamente heterogéneos y su consiguiente
conculcación del centralismo democrático, ha renegado de la concepción
marxista-leninista del partido proletario.
Especial comentario requiere aquí aquello de “los dos
niveles orgánicos”. Si uno de esos niveles es secreto (como está confesado) y está en plena actividad desde hace
quince años, ¿cómo puede ser sensato creer posible “un núcleo de dirección” que
tendría que ser soberano? Y si, fiel a sus métodos criollos, el grupo de García
dijera que ha disuelto su nivel secreto, ¿cómo podría creer nadie en semejante
afirmación, si tal nivel es secreto?
Por lo expuesto hasta aquí, la propuesta de constituir
“un núcleo de dirección” expresa, por decir lo menos, una monumental ingenuidad
política.
La Reconstitución es la defensa y desarrollo de los Fundamentos del
Partido de Mariátegui en lo Ideológico, Teórico, Político y Orgánico, y la
materialización en organización de estos Fundamentos y de este desarrollo.
Y ¿cuál es la defensa que han hecho las cabezas del
derechismo de los Fundamentos del Partido de Mariátegui? ¿En qué han
desarrollado tales Fundamentos?
En décadas, los aludidos no han sabido defender los
Fundamentos del Partido de Mariátegui ni han sido capaces de desarrollar uno
solo de ellos. Todo lo contrario. En lo ideológico, al asumir el
“marxismo-leninismo-maoísmo” esgrimido por el revisionismo de “izquierda”
encabezado por Abimael Guzmán, han renegado del marxismo-leninismo entendido
hoy como la doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao; al aplicar un
menjunje de dudoso marxismo y verdadero revisionismo, han renegado del
principio de integrar la verdad universal del proletariado con la práctica
concreta de la revolución peruana; al asumir lo del “nuevo municipio”, la
“democracia participativa”, la amalgama con el revisionismo y otros
planteamientos del liquidacionismo, han renegado de la línea general y de la
táctica de Mariátegui; al asumir el partido-mezcolanza, han renegado de la
concepción marxista-leninista del partido proletario.
Por lo tanto, ¿con qué autoridad política y con qué
autoridad moral pueden las cabezas del derechismo convocar a una “escuela” o a
cualquier otra cosa parecida con vistas a “impulsar la Reconstitución”? ¿Con
qué autoridad, teórica y política a la vez, pueden proponer que se diserte
sobre “la necesidad histórica del partido del proletariado”? ¿Con qué autoridad
pueden plantear que se diserte sobre la “situación actual de la
reconstitución”?
No obstante, las cabezas del derechismo han procedido
a convocar a una “escuela” con el equívoco temario apuntado arriba. Y así han
procedido, porque políticamente viven de organizar charlas, escuelas,
“universidades”, movimientos, frentes y algunas publicaciones, a efecto
de producirles a sus parciales la sensación de que están “avanzando”.
Pero la verdad es que desde hace décadas el derechismo
se encuentra atascado en una práctica sin principios, en un pragmatismo
profundamente nocivo. Es decir, ha olvidado que la Reconstitución es la defensa y desarrollo de los Fundamentos del
Partido de Mariátegui en lo Ideológico, Teórico, Político y Orgánico, y la
materialización en organización de estos Fundamentos y de este desarrollo.
Y que, por lo tanto, solo sobre esta base es posible la Reconstitución.
En resumidas cuentas, las posiciones del derechismo
expresan una absoluta incomprensión del antagonismo existente entre el
marxismo-leninismo y el revisionismo (el liquidacionismo es una forma
específica de revisionismo); una absoluta incomprensión de lo que es la
reconstitución del Partido de Mariátegui; una ignorancia supina del hecho de
que el grupo liquidacionista ha renegado de la Reconstitución; una ignorancia
supina de que el camino de la Reconstitución no es el eclecticismo, el
conciliacionismo, el cóctel ideológico.
En consecuencia, le decimos a las cabezas del
derechismo: no somos partidarios de formar parte de ningún organismo
doctrinariamente heterogéneo que desnaturalice la Reconstitución, de ningún organismo
que, como el que se nos propone, sería como tirarle un salvavidas al
liquidacionismo en sus dos matices.
Obviamente, es posible que entre liquidadores puedan entenderse,
no obstante que un matiz del mismo haya abjurado del marxismo-leninismo y otro
matiz esgrime un falso maoísmo; que un matiz haya renegado del partido de clase
no obstante su retórica y otro matiz hable por inercia de partido de clase; que
un matiz haya renegado de la reconstitución del partido de Mariátegui y otro
matiz se haya aderezado su propia reconstitución.
En años de ardiente lucha, el COMITÉ DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI ha obtenido algunos
resultados, de cuyo valor no hablaremos aquí. Nuestro aporte a la defensa de
los Fundamentos del Partido de Mariátegui y a la solución teórica de los
problemas actuales de la realidad y la revolución peruanas, así como de la
Reconstitución, es conocido por los activistas del Socialismo Peruano. Pero,
por cuanto no somos falsos modestos (así como tampoco verdaderos creídos)
terminamos afirmando, sobriamente, que somos perfectamente conscientes de que
hemos hecho y continuamos haciendo algo con contenido.
30.09.2024.
COMITÉ DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI (CRJCM).
La Reconstitución del
Partido y la Verdad Universal del Proletariado
E. I.
I
En la segunda mitad de 2010 un pequeño número de activistas hizo un esfuerzo por organizar un grupo de debate a fin de definir la cuestión de la Reconstitución y contribuir así a su desarrollo y culminación. Pero los acuerdos tomados con vistas a ese objetivo fueron rápidamente pisoteados por Jaime Lastra.
A cuatro años de ese malogrado intento, se constata el desarrollo de dos líneas antagónicas entre los participantes de aquel esfuerzo.
Como es de conocimiento común, la constitución del Partido Socialista del Perú comprendió una lucha en los planos ideológico, teórico, político y orgánico. En el presente artículo me limitaré a señalar brevemente la esencia de la lucha en el plano ideológico.
En los tiempos de Mariátegui, la cuestión del leninismo era una controversia fundamental. Entonces el maestro escribió el libro Defensa del marxismo,(1) y acordó el marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP:
El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha.(2)
Así, pues, la adhesión al marxismo-leninismo fue el contenido ideológico de la Constitución del Partido.
Pues bien, la Reconstitución comprende igualmente una lucha en los cuatro planos mencionados arriba.
Específicamente, en el plano ideológico la lucha se presenta como la defensa del leninismo en tanto marxismo de nuestra época y del pensamiento de Mao en cuanto desarrollo del marxismo de nuestra época y, por lo tanto, en cuanto desarrollo del marxismo-leninismo.
Lenin señaló:
La época se llama precisamente época porque abarca toda una suma de diversos fenómenos y guerras, típicos y no típicos, grandes y pequeños, propios de los países avanzados y de los atrasados. Eludir estas cuestiones concretas por medio de frases generales acerca de la «época», como hace P. Kíevsky, significa abusar del concepto «época».(3)
Es decir, según se desprende de la cita, toda época histórica tiene un contenido concreto. Por eso, Stalin apuntó:
Marx y Engels actuaron en el período prerrevolucionario (nos referimos a la revolución proletaria) cuando aún no había un imperialismo desarrollado, en un período de preparación de los proletarios para la revolución, en el período en que la revolución proletaria no era aún directa y prácticamente inevitable. En cambio, Lenin, discípulo de Marx y de Engels, actuó en el período del imperialismo desarrollado, en el período en que se despliega la revolución proletaria, cuando la revolución proletaria ha triunfado ya en un país, ha destruido la democracia burguesa y ha inaugurado la era de la democracia proletaria, la era de los Soviets.(4)
Es claro, pues, que entre las condiciones en que actuaron Marx y Engels y las condiciones en que actuó Lenin, existe, dentro del marco general de la continuidad del capitalismo, una discontinuidad: el paso del capitalismo competitivo al capitalismo monopolista y, dentro del marco general de la continuidad de la revolución proletaria, existe, asimismo, una discontinuidad: el paso de la preparación de dicha revolución a su actualidad histórico-mundial.
Estas discontinuidades, íntimamente ligadas entre sí, determinaron el cambio de época histórica. Por eso, entre la teoría de la revolución de Marx y Engels y la teoría de la revolución de Lenin, existe, igualmente, en este caso dentro del marco general de la continuidad de los principios del marxismo, una discontinuidad: el leninismo es marxismo, pero es marxismo de nuestra época.
El imperialismo es la época en que un puñado de países capitalistas avanzados explota a una mayoría de países coloniales y semicoloniales y, así, la revolución proletaria y la revolución democrática se presentan inseparablemente interconectadas: la segunda es parte de la primera.
No tener en cuenta la interconexión entre los países imperialistas y los países del mundo colonial es no comprender la revolución socialista mundial como un proceso único e indivisible y, por lo tanto, es no tener en cuenta la interconexión entre el pensamiento de Lenin y el pensamiento de Mao y, por lo tanto, es escamotear la realidad de sus comunes raíces históricas.
El pensamiento de Mao se desarrolló: 1) en función de la lucha de clase del proletariado en las condiciones generales del imperialismo; 2) en función de la particular realidad de un país semicolonial y semifeudal como la China prerrevolucionaria; 3) en función de la lucha de clases bajo la dictadura del proletariado.
Es claro pues que, entre el pensamiento de Lenin y el pensamiento de Mao, no existe ninguna discontinuidad de naturaleza raigal, de carácter epocal, sino por el contrario una interconexión directa: ambos pensamientos surgieron en las condiciones de nuestra época y, por eso, llevan su sello. Así, pues, el pensamiento de Mao es un desarrollo directo del leninismo.
Pues bien, en la segunda mitad del año próximo pasado, Jaime Lastra hizo circular un conjunto de artículos, entre los cuales hay uno de su autoría, «El marxismo y su desarrollo» (¿07.07?), en el cual intenta argumentar el «marxismo-leninismo-maoísmo» que ha tomado directamente de Abimael Guzmán.
En dicho artículo, dejó escrito lo que sigue:
… en mis estudios sobre esta cuestión cada vez me queda claro que la denominación de la doctrina no tiene que ver mecánicamente con la “época”, como que si (sic) bastara la aparición de esa nueva época para que automáticamente surja el conocimiento que le corresponda, sino con el tipo de conocimiento que se ha producido en esa época determinada. Y esto lleva, inevitablemente, a ver la causa del salto de la teoría (el desarrollo doctrinal) no en un determinado lapso de tiempo, sino en el contenido teórico de las soluciones a los nuevos problemas, logrado mediante la aplicación de la doctrina frente a una determinada realidad; es decir, el desarrollo de la teoría marxista se comprueba en un nuevo aporte teórico-práctico, corroborado por la experiencia. Resulta evidente que el nuevo aporte se da en un tiempo específico; es decir, en un periodo determinado, pero no es el tiempo el que genera el conocimiento, sino la práctica social correspondiente. Sabemos, como caso similar, que tanto el tiempo como el espacio son formas fundamentales de la materia, pero no explican el cambio de la materia. Lo que explica su desarrollo son las contradicciones que operan al interior de la materia. Y es frente a esas contradicciones como se desarrolla la teoría. Tiempo y espacio reflejan solo la forma en que se plasma el desarrollo en tanto son condicionantes, más (sic) no determinantes. Por eso, es conocido el razonamiento materialista dialéctico de que no puede existir materia sin movimiento fuera del espacio y tiempo.
Este es el argumento central con el que Lastra pretende solventar su «marxismo-leninismo-maoísmo», argumento resultante, como dice, de sus «estudios de esta cuestión» y, por eso, es suficiente que en estas líneas me limite a la crítica de sus términos.
Como hemos visto, Lastra califica de «mecánica» la relación establecida entre nuestra época y el leninismo, pero, no ha tenido la honradez intelectual de mencionar puntualmente a qué autores critica por el presunto mecanicismo.
En Los fundamentos del leninismo (1924), Stalin señaló: «El leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria.» En Lineamientos programáticos del Partido Socialista (1928), Mariátegui sostuvo: «El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios.»(5) En Sobre la contradicción (1938), Mao subrayó: «Stalin analizó lo universal de las contradicciones del imperialismo, demostrando que el leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria.»
Así, pues, según se implica de la afirmación de Lastra, los mecanicistas son Stalin, Mariátegui, Mao, entre otros teóricos marxistas que, consecuentes con su materialismo, igualmente definen el leninismo teniendo en cuenta sus raíces históricas.
Lenin señaló:
Cuando los ortodoxos han tenido que manifestarse contra ciertas concepciones anticuadas de Marx (como, por ejemplo, Mehring respecto de ciertas tesis históricas), lo han hecho siempre con toda precisión y de forma tan detallada, que nadie ha encontrado jamás en sus trabajos la menor ambigüedad.(6)
Por lo tanto, si Lastra cree que los mencionados teóricos cayeron en mecanicismo al adherir al leninismo como el marxismo de nuestra época –y es esto, precisamente, lo que cree–, debió decirlo francamente y demostrarlo con toda precisión y de forma detallada, pero está claro que no fue capaz de proceder conforme a esta norma marxista.
Luego dice nuestro articulista que no basta el surgimiento de una nueva época histórica «para que automáticamente surja el conocimiento que le corresponda.» Pero ¿quién ha planteado jamás que el surgimiento de, por ejemplo, la época del imperialismo y de la revolución proletaria, bastó para que surgiera «automáticamente» el leninismo? De suyo se comprende que el surgimiento del leninismo se debió a la creación teórica de Lenin en las nuevas condiciones históricas, creación que, como es obvio, tuvo por base su participación en la lucha de clase del proletariado. La afirmación de Lastra no pasa, pues, de ser un sofisma con el que intenta escamotear las raíces históricas del leninismo. De esta forma reniega el método de Stalin en el análisis del desarrollo del marxismo.
También dice Lastra que «la denominación de la doctrina» tiene que ver «con el tipo de conocimiento que se ha producido en esa época determinada.» Pero ¿qué quiere decir con la frase «tipo de conocimiento»? Ciertamente la frase es oscura y, de hecho, no dice nada. Pero inmediatamente después, agrega que «esto lleva, inevitablemente, a ver la causa del salto de la teoría… no en un determinado lapso de tiempo, sino en el contenido teórico de las soluciones a los nuevos problemas».(7) Y redondea su idea diciendo que «no es el tiempo el que genera el conocimiento, sino la práctica social.»
Como vemos, Lastra utiliza el concepto de tiempo en su acepción general, en su acepción física, lo que se revela de un modo indubitable en sus afirmaciones finales: «tanto el tiempo como el espacio son formas fundamentales de la materia, pero no explican el desarrollo de la materia»; «Tiempo y espacio reflejan solo la forma en que se plasma el desarrollo en tanto son condicionantes, más no determinantes.»
Es decir, Lastra entiende nuestra época –y toda época histórica– como mera fluencia de los años y los siglos, haciendo desaparecer, de esta forma, su contenido concreto. Es decir, en último análisis, niega todo desarrollo histórico y, por lo tanto, la historia misma.
Ciertamente es la práctica social la que genera el conocimiento relativo a la sociedad, pero, puesto que Lastra ha suprimido de su argumentación el contenido concreto de nuestra época, su «práctica social» se revela como un concepto sin ninguna determinación concreta, sin ningún referente, y, por lo tanto, como un concepto vacío. Lo mismo hay que decir de sus frases «los nuevos problemas», «una determinada realidad», «corroborado por la experiencia», «nuevo aporte». Porque, ¿cuáles «nuevos problemas», cuál «determinada realidad», corroboración de cuál «experiencia» y cuál «nuevo aporte» si, como hemos visto, nuestro «maoísta» pretende que la época del imperialismo y de la revolución proletaria es nada más que un «lapso de tiempo»?
Es un hecho, pues, que, sorprendentemente, en el curso de sus estudios sobre el leninismo, a Lastra le quedara cada vez claro que nuestra época histórica es un «lapso de tiempo» que, según se desprende de su argumentación, se limita a reflejar «la forma en que se plasma el desarrollo» del marxismo («de la materia», dice, o sea que, para él, el marxismo no es una doctrina, ¡sino un algo material!), pues, según le quedaba cada vez claro también, el tiempo, es decir nuestra época histórica (en traducción nuestra), es condicionante pero no determinante de dicho desarrollo.
Este es el materialismo de Lastra: el ser social (las condiciones concretas de nuestra época), no determinan la conciencia social (el desarrollo del marxismo en el caso que analizo), y, de esta forma inverosímil, termina por escamotear las raíces históricas del leninismo y por convertir el propio desarrollo del marxismo en algo completamente místico.
La verdad, sin embargo, es que las condiciones concretas de nuestra época y, entre ellas, la lucha de clase del proletariado, determinaron el desarrollo del marxismo, es decir, el surgimiento del leninismo.(8)
En consecuencia, la verdad, simple y sencilla, es que el leninismo es el marxismo de nuestra época, justamente porque su contenido expresa el contenido fundamental y las tendencias fundamentales del imperialismo y de la revolución proletaria, y esta realidad no tiene absolutamente nada de mecanicismo; por el contrario, es profundamente dialéctica, tal como lo explicó Mao:
Stalin, al explicar las raíces históricas del leninismo en su famosa obra “Los fundamentos del leninismo”, analizó la situación internacional en que nació el leninismo, analizó las distintas contradicciones del capitalismo, llegadas a su grado extremo bajo las condiciones del imperialismo, y mostró cómo ellas hicieron de la revolución proletaria una cuestión práctica inmediata y crearon condiciones favorables para el asalto directo al capitalismo. Además, analizó por qué Rusia fue la patria del leninismo, por qué la Rusia zarista constituía el punto de convergencia de todas las contradicciones del imperialismo y por qué el proletariado ruso se convirtió en la vanguardia del proletariado revolucionario internacional. De esta manera, Stalin analizó lo universal de las contradicciones del imperialismo, demostrando que el leninismo es el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria, y, al mismo tiempo, analizó lo que de particular tenían estas contradicciones generales en el caso del imperialismo de la Rusia zarista, explicando por qué Rusia llegó a ser la cuna de la teoría y las tácticas de la revolución proletaria y cómo dicha particularidad encerraba la universalidad de la contradicción. Este análisis de Stalin nos ofrece un modelo para comprender la particularidad y la universalidad de la contradicción y su interconexión.(9)
Ahora bien, está fuera de discusión que la época del imperialismo y de la revolución proletaria está vigente, por lo que cae de su peso algo que es necesario repetir: el pensamiento de Mao es un desarrollo directo del leninismo.
En conclusión: 1) Lastra reniega el método de Stalin en el análisis del desarrollo del marxismo; 2) no ha sido capaz de plantear ni siquiera medianamente bien la cuestión del leninismo; 3) sus argumentos, analizados aquí, son una suma de disparates; 4) por lo tanto, su «marxismo-leninismo-maoísmo» no tiene ningún asidero.
II
En el artículo «¿Reafirmación o reformulación de la Base de Unidad Ideológica?», circulado al mismo tiempo que el artículo que acabamos de analizar en su contenido central, Lastra sostiene lo siguiente: «Nuestra base doctrinal es el marxismo-leninismo, que al mismo tiempo, defiende los aportes de Engels, Stalin y Mao».(10) En el mismo lugar, puede leerse también que se propone «reformular la Base de Unidad Partidaria». Esto quiere decir que el artículo «El marxismo y su desarrollo» (título copiado de un artículo de Ramón García, dicho sea de paso) representa la posición personal de Lastra, quien, se sobreentiende, de esa forma está tratando de imponer su «marxismo-leninismo-maoísmo» como nueva base ideológica de su grupo.(11)
La lucha por la Reconstitución del Partido de Mariátegui implica la adhesión de la militancia al marxismo-leninismo, es decir, a la doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao. Este es el contenido ideológico de la Reconstitución y, por lo tanto, la base de la unidad doctrinal del Partido: se unen los elementos doctrinariamente homogéneos, no los heterogéneos y, como es obvio, aquí no caben el eclecticismo ni el conciliacionismo, menos todavía la capitulación.
Así, pues, es deber de los marxista-leninistas deslindar con el rebajamiento del leninismo a simple «etapa del marxismo» y con la consiguiente caricaturización del pensamiento de Mao.
Para concluir: no sé si otros autores lo hagan, pero yo no pienso reclamar derecho de autor sobre algunas cuestiones que Lastra afirma en su documento, aunque no puedo dejar de llamar la atención sobre su irresistible inclinación a copiar de aquí y de allá, haciendo de todo un indigesto menjunje.
Notas
[1] Quienquiera que
lea con un poco de atención dicho libro, tiene que percatarse de que en sus
páginas Mariátegui sustentó su adhesión al marxismo-leninismo.
[2] Ideología y política, p. 160.
[3]
Sobre la caricatura del marxismo y el
«economismo imperialista»,
en Obras escogidas en doce tomos, t. VI,
Editorial Progreso, Moscú, 1976, p. 69.
[4]
Cuestiones del leninismo, Ediciones en
Lenguas Extranjeras, Pekín, 1977, p. 3.
[5] Con el término etapa (así como con los términos estadio y período, utilizados
igualmente en el numeral 4 de «Principios programáticos del Partido
Socialista), Mariátegui se refirió a nuestra época histórica. Esto es
indiscutible.
[6]
Materialismo y empiriocriticismo, prólogo
a la primera edición, Editorial Progreso, Moscú, s.f., p. 14; cursivas mías.
[7] Aquí también es menester preguntar:
¿quién ha planteado nunca que «la causa del salto de la teoría» es «un
determinado lapso de tiempo»? Pero lo que hay que remarcar, es que Lastra cree
–fíjese el lector– que «la causa» del desarrollo del marxismo, es «el contenido
teórico de las soluciones a los nuevos problemas». Por cierto, esto es una
enormidad, pues dicho «contenido teórico» es, precisamente, el propio
desarrollo del marxismo. Esta enormidad está en evidente contradicción con lo
que sigue inmediatamente en el texto de Lastra: que es «la práctica social» la
que «genera el conocimiento». Esta contradicción demuestra, pues, que nuestro
«maoísta» dice y se desdice, es decir, que tiene un embrollo en la cabeza.
[8]
La lucha de clase del proletariado («práctica social» en el artículo de
Lastra), es, ella misma, parte constitutiva de nuestra época, siendo,
precisamente, uno de sus contenidos fundamentales: ¿acaso nuestra época no es,
al mismo tiempo que la del imperialismo, la de la revolución proletaria?
[9] Obras escogidas, t. I, ELE, Pekín,
1972, p. 352.
[10] La citada expresión revela que Lastra
entiende los términos marxismo y leninismo con un alcance restrictivo, es
decir, únicamente como el pensamiento de Marx y de Lenin, respectivamente. Por
eso se ve precisado a indicar que el término compuesto marxismo-leninismo, «al
mismo tiempo, defiende los aportes de Engels, Stalin y Mao». ¿Defiende? ¿No es
más bien que comprende?
[11] Durante un tiempo Lastra apareció como cabeza del grupo aludido al principio del presente artículo, pues en 2010 una cierta cantidad de activistas apoyamos que asumiera esa condición, no porque consideráramos que reúne las cualidades necesarias para ejercerla solventemente, sino porque, no obstante que entre los compañeros que activaban en el territorio nacional había algunos con mayor nivel que él, ninguno tenía la voluntad política para asumir la aludida responsabilidad. Lastra sí la tenía y, por eso, no tuvimos más remedio que apoyarlo. Nuestra idea era que cumpliese con organizar el grupo y diese los primeros pasos; después el colectivo tendría que considerar qué compañero podía asumir con mayor solvencia las tareas acordadas. Pero, tan pronto regresó al país de su breve estadía en Bolivia –y aprovechándose de nuestra ausencia en el Perú–, Lastra cometió la deslealtad de pisotear los acuerdos, de hacer a un lado ciertas propuestas nuestras, de ocultar documentación, de escamotear todo debate verdadero y de marginar al COMITÉ DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI. Así quedó truncado el proyecto, y así Lastra se perpetuó como cabeza, aunque a partir de entonces solo de sus desprevenidos allegados. No obstante esta situación, planteamos en forma reservada una crítica inicial a su descarrío y, luego, esperamos durante más de tres años que corrigiera sus errores y sus prácticas reñidas con el marxismo a efecto de restablecer la unidad, pero los hechos demostraban cada vez que se hundía más y más en el eclecticismo, el conciliacionismo, el derechismo. Puesto que, con la rapidez de un rayo, nuestro escisionista hizo a un lado el proyecto acordado e implementó el suyo propio, es un hecho que su viaje a Bolivia para entrevistarse con nosotros solo tuvo por propósito utilizar el manto de nuestro respaldo a fin de autorizarse ante los ojos de quienes estaban por organizarse.
02.07.2014.
La Reconstitución y
el Pensamiento de Mariátegui
E. I.
Planteamiento de la cuestión. En «Lineamientos programáticos del Partido Socialista», José Carlos Mariátegui señaló:
El Partido Socialista del Perú es la vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de clase.(1)
Es decir, la Constitución del Partido tuvo como objetivo el único que podía tener: Organizar la Revolución.
La VI Conferencia Nacional del Partido (1969), acordó la tarea de la Reconstitución. De suyo se comprende que, como la Constitución, la Reconstitución tiene también como objetivo el único que puede tener: Organizar la Revolución.
Pero, si en el proceso de la Constitución había que adherir al marxismo-leninismo entendido como la doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin, como la base de unidad doctrinal del Partido (Defensa del marxismo, etc.); construir la teoría de la realidad peruana (7 Ensayos, etc.); construir la teoría de nuestra revolución (Ideología y política, etc.); establecer una concepción del PSP y de la militancia (documentos partidarios, carta a César Vallejo del 14 de octubre de 1929, Invitación a la vida heroica, etc.); ahora, en el proceso de la Reconstitución, hay que adherir al marxismo-leninismo entendido como la doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao; desarrollar la teoría de Mariátegui de la realidad peruana; desarrollar su teoría de nuestra revolución; desarrollar su concepción del partido del proletariado nacional.
Es necesario subrayar que la Reconstitución solo puede llevarse exitosamente a su culminación sobre la base de la unidad partidaria: marxismo-leninismo, Camino de Mariátegui, línea política general.
Pero hay que destacar que la piedra angular de la Reconstitución es el pensamiento de Mariátegui. Sin pensamiento de Mariátegui, no hay Reconstitución.
Y, exactamente como en la Constitución, los cuatro aspectos de la Reconstitución forman un todo único, un sistema, una unidad indisoluble. Bastaría que faltase uno solo de dichos aspectos, para que se consuma un apartamiento del pensamiento de Mariátegui, un apartamiento de la Reconstitución.
Pues bien, en el presente artículo nos limitaremos a analizar las
posiciones de Jaime Lastra con respecto a las de José Carlos Mariátegui en
punto a los cuatro planos de la Reconstitución.
En lo ideológico. En «Principios programáticos del Partido Socialista», Mariátegui dejó sentado:
El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha.(2)
No se necesita ser especialmente perspicaz para darse cuenta de que con esta definición del marxismo-leninismo, Mariátegui dejó en claro que comprendió el leninismo como el marxismo de nuestra época.
Pero, como se ha visto en otro lugar, Lastra se opone, furtivamente, a
la comprensión mariateguiana del leninismo como el marxismo de nuestra época.
Furtivamente quiere decir aquí que, en lugar de cuestionar francamente la
mencionada comprensión mariateguiana, Lastra ha procedido con rodeos,
divagaciones, ambigüedades y sofismas a efecto de levantar un pretendido «marxismo-leninismo-maoísmo».
Y, con esa
pretensión, sustentada, por lo demás, de una manera antimarxista, obviamente no hay ni puede haber Reconstitución.
En lo teórico. En este
período donde la tarea central del proletariado peruano es la reconstitución
del Partido de Mariátegui, es cuestión fundamental no solo defender el
pensamiento mariateguiano, sino
desarrollarlo. Pero en décadas, Lastra no ha sido capaz de dar un solo paso
adelante en cualquiera de los aspectos que conforman dicho pensamiento. Peor
aún, lo tergiversa inescrupulosamente.
Y, con esa
insolvencia y esa tergiversación, obviamente no hay ni puede haber
Reconstitución.
En lo político. Mariátegui señaló:
En virtud de una orden del día de Serrati, el partido declaró su adhesión a la Internacional de Moscú y, en consideración al programa de Génova superado por los acontecimientos y por las condiciones internacionales creadas por la guerra, introdujo en él varias reformas. Conforme a estas reformas, el partido conceptúa que los instrumentos de dominación del estado burgués no pueden en ninguna forma transformarse en órganos de liberación del proletariado. Que a ellos deben ser opuestos nuevos órganos proletarios -consejos de obreros, de campesinos, etc.-, que, funcionando por ahora bajo la dominación burguesa como instrumentos de lucha, serán mañana los órganos de transformación social y económica del orden de cosas comunista. Que el régimen transitorio de la dictadura del proletariado debe marcar el paso del poder de la burguesía a los trabajadores.(3)
También señaló:
Turati y su fracción observan que dos son las concepciones socialistas de la actualidad, basadas naturalmente en una diversa apreciación del instante histórico. La primera es la concepción maximalista de que frente a la crisis burguesa, la acción socialista debe ser exclusivamente insurreccional y revolucionaria. Y la segunda es la concepción evolucionista de que la acción socialista debe ser constructiva y no debe despreocuparse de los problemas de la crisis sino, más bien, trabajar porque aboquen a soluciones socialistas o semisocialistas. En suma, que el socialismo debe preparar dentro de la sociedad actual las bases de la sociedad futura.(4)
Por eso, precisó en otro lugar:
… la praxis marxista… propone precisamente la conquista del poder político como base de la socialización de la riqueza.(5)
Pero, como es de conocimiento general, seguidistamente Lastra ha asumido la táctica reformista de reestructurar el Estado burgués en sus bases municipales que propone el grupo liquidacionista que encabeza Ramón García. Y esta táctica reformista es, huelga decirlo, opuesta a la táctica mariateguiana.
Mariátegui sostuvo:
La pequeña burguesía,
sin exceptuar a la más demagógica, si atenúa en la práctica sus impulsos más
marcadamente nacionalistas, puede llegar a la misma estrecha alianza con el
capitalismo imperialista. El capital financiero se sentirá más seguro, si el
poder está en manos de una clase social más numerosa, que satisfaciendo ciertas
reivindicaciones apremiosas y estorbando la orientación clasista de las masas,
está en mejores condiciones que la vieja y odiada clase feudal de defender y
los intereses del capitalismo, de ser su custodio y su ujier.(6)
Sin prescindir del
empleo de ningún elemento de agitación anti-imperialista, ni de ningún medio de
movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir a esta
lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la
revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y
verdadera.(7)
En conclusión, somos anti-imperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa.(8)
Pero Lastra ha terminado convirtiendo Pizarra Socialista, revista que dirige,(9) prácticamente en tribuna de la «revolución bolivariana» y de la «revolución ciudadana». Y, esto, a título de «frente único».
Mariátegui subrayó:
El frente único no anula la personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo componen. No significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina única. (…) Preconizar el frente único no es, pues, preconizar el confusionismo ideológico. Dentro del frente único cada cual debe conservar su propia filiación y su propio ideario. Cada cual debe trabajar por su propio credo. (…) Formar un frente único es tener una actitud solidaria ante un problema concreto, ante una necesidad urgente. No es renunciar a la doctrina que cada uno sirve ni a la posición que cada uno ocupa en la vanguardia.(10)
Pero Lastra confunde frente unido con amalgama doctrinal y, de este modo, ha anulado la filiación que parecía tener su grupo. Por eso hemos sostenido en otro lugar que lo que se constata en la mencionada revista es la abdicación de su grupo a favor de concepciones no proletarias. Prueba nuestro aserto el siguiente hecho: un activista del grupo de Lastra ha sostenido en las aludidas páginas que «los logros alcanzados por el proceso bolivariano [alienta] un camino de mayor profundización para la revolución».(11) Si se tiene en cuenta que el mismo activista dice en el mismo artículo que la nacionalización de la industria petrolera por el gobierno venezolano fue una política «nacionalista revolucionaria»;(12) que «El índice de la desigualdad social en Venezuela» es de «0,468, según medición de INE»;(13) que allí «el desempleo se redujo al 6,2%»;(14) que «Respecto a los indicadores sociales, tenemos la erradicación del analfabetismo, la reducción de la tasa de mortandad infantil y un nivel de calidad educativa solo superada por Cuba»;(15) que países como Brasil, Ecuador, Venezuela, etcétera, están logrando «emanciparse de su dependencia económica»;(16) cualquier marxista puede darse cuenta de qué entiende por revolución este otro «marxista-leninista–maoísta», cómo ha bastardeado el concepto de revolución y cómo a procesos reformistas los embellece con el rótulo de revolución, creando así confusión entre los lectores. Esta abdicación ideológica prueba, pues, la desviación de derecha que ha sentado sus reales en el grupo de Lastra.
En conclusión, Lastra –y con él los activistas de su grupo– han
renunciado a la independencia ideológica y política del proletariado que alegan
representar.
Y, con esa
táctica reformista, esa concepción del frente unido como amalgama ideológica y
esa renuncia a la independencia de clase del proletariado, obviamente no hay ni
puede haber Reconstitución.
En lo orgánico. En la moción redactada por Mariátegui y aprobada por la reunión del 4 de
marzo de 1930 del CC del PSP, se lee esta precisión:
El
P.S. es un partido de clase.(17)
El carácter de clase del PSP
estaba determinado por su adhesión al marxismo-leninismo, adhesión que se
expresa en la Creación Heroica de Mariátegui. La teoría mariateguiana de la
realidad y la revolución peruanas, por una parte y, por otra, la lucha del fundador
del PSP contra el dogmatismo, el revisionismo y, en general, contra todas las
concepciones ideológicas, políticas y orgánicas no proletarias, son pruebas fehacientes de dicha adhesión.
Pero,
ocurre que Lastra no ha contribuido absolutamente con la teoría mariateguiana
de la realidad y la revolución peruanas, por una parte y, por otra, no
desarrolla ninguna lucha consistente contra el dogmatismo ni el revisionismo y
hasta continúa haciendo de furgón de cola de este último en sus versiones de
«izquierda» (Abimael Guzmán) y de derecha (Ramón García), y, en general, no
solo que tampoco desarrolla ninguna crítica a las concepciones ideológicas,
políticas y orgánicas no proletarias, sino que incluso las publicita.
Así,
pues, su proclamado «marxismo-leninismo maoísmo» es nada más que una tapadera
de su desviación de derecha.
¿Qué
tipo de organización puede llegar a ser la de Lastra si alcanza a imponer a sus
dirigidos su falso «marxismo-leninismo-maoísmo» y su verdadero oportunismo de
derecha?
Que
el partido es la materialización de la doctrina quiere decir que sus militantes
son la encarnación de la doctrina. Pero, como se ha visto, Lastra no es precisamente la encarnación de
la doctrina, sino la encarnación de una desviación de derecha.
Por eso, cualquier marxista tiene que percatarse de
que el proyecto partidario de Lastra no tiene nada que ver con la Creación
Heroica de Mariátegui.
Y, así,
obviamente no hay ni puede haber Reconstitución.
Notas
[1] Ideología y política, p.
162.
[2] Ob. cit., p. 160.
[3] Cartas de Italia, pp. 71-72;
cursivas mías.
[4] Ob. cit., p. 189; cursivas
mías.
[5] Defensa del marxismo, p. 26.
[6] Ideología
y política,
p. 92.
[7] Ob. cit., p. 91.
[8] Ob. cit., p. 95.
[9] Que dirigía, pues dicha revista dejó de publicarse.
[10] Ob. cit., pp. 108-109.
[11] Pizarra
Socialista, p. 25.
[12] Lugar
citado, p. 24.
[13] Ibídem.
[14] Ibíd.
[15] Ibíd.
[16] Ibíd.
[17] Martínez de la Torre, Ricardo, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II, p. 487.
10.10.2014.
Acerca de los Agravios de Ramón García a José Carlos Mariátegui y de su Pretensión de «Reivindicar» el Socialismo Reformista
E.I.
Después
de escribir que «la vida política de JCM tiene ahora dos etapas: una es la
señalada por Eduardo Ibarra: “una primera, no marxista”, de
Es notorio que García cita fuera de contexto una frase nuestra referida a la etapa inicial de la «orientación socialista» de Mariátegui y, como hemos visto, la alinea con la «comprensión» que tenía Ravines del marxismo mariateguiano, y esto le facilitó escribir la primera de sus exclamaciones. De esta forma dolosa pretende causarle al lector la impresión de que negamos el marxismo de Mariátegui, al mismo tiempo que intenta presentarse a sí mismo como desagraviador y reivindicador del autor de 7 ensayos, lo que sugiere con su segunda exclamación.(2)
Es conocido el hecho de que García utiliza el método de descontextualizar algunas afirmaciones de los críticos de sus posiciones a efecto de hacerlas pasibles de ser distorsionadas, y que lo mismo hace con afirmaciones del propio Mariátegui. (y aun con afirmaciones de los maestros internacionales).(3) Como acabamos de ver, contra nosotros ha utilizado una vez más este método antimarxista.(4) ¿Por qué García no citó nuestra aserción en su contexto o, mejor, por qué no hace la prueba de citar en sus respectivos contextos nuestras varias aserciones sobre el proceso de la «orientación socialista» del maestro? Porque, sin duda, si lo hiciese no podría sostener su calumnia, pues, a más de enfrentarse a nuestros argumentos, se vería obligado a confrontarse con las opiniones del propio Mariátegui sobre su inicial socialismo a lo Araquistain, con el inevitable resultado de que saldría muy mal parado. Por eso no es casual que no haya comentado nunca las esclarecedoras puntualizaciones mariateguianas sobre el tipo de socialismo que caracterizó a Nuestra Época.
¿Qué pretende «desagraviar» García? ¿Sostener el carácter reformista del «criticismo socializante» de la revista España, que, como es de conocimiento general, influyó «fuertemente» a la revista Nuestra Época, es, acaso, agraviar a Mariátegui? ¿No fue el propio Mariátegui quien remarcó, expresamente, esa influencia? ¿Es García «reivindicador» de Mariátegui? Dilucidemos estas cuestiones.
La etapa que va de Nuestra Época hasta la segunda mitad de 1920 en que Mariátegui adhiere al marxismo-leninismo y la etapa que comienza con esta adhesión y llega hasta abril de 1930, conforman lo que él mismo denominó su «orientación socialista».
Pues bien, el maestro escribió:
En Lima, algunos escritores que del estetismo d’annunziano importado por Valdelomar habíamos evolucionado al criticismo socializante de la revista España, fundamos hace diez años Nuestra Epoca…(5)
Como vemos, Mariátegui no dice «habíamos evolucionado al marxismo», sino que, de forma clara, precisa, accesible a cualquier persona, dice que algunos de los escritores que habían evolucionado del estetismo d’annunziano al «criticismo socializante» de la revista España, fundaron la revista Nuestra Época. ¿Y qué era, pues, el «criticismo socializante» de Nuestra Época? Desde luego, no era marxismo. Está claro que, para cualquier marxista que proceda de manera informada y, además, honrada, el «criticismo socializante» que caracterizó a Nuestra Época representaba, sobre poco más o menos, el reformismo de la Segunda Internacional.
Asimismo, el maestro apuntó:
… terminado el experimento «colónida», los escritores que en él intervinieron, sobre todo los más jóvenes, empezaron a interesarse por las nuevas corrientes políticas. Hay que buscar las raíces de esta conversión en el prestigio de la literatura política de Unamuno, de Araquistain, de Alomar y de otros escritores de la revista España; en los efectos de la predicación de Wilson, elocuente y universitaria, propugnando una nueva libertad; y en la sugestión de la mentalidad de Víctor M. Maúrtua cuya influencia en el orientamiento socialista de varios de nuestros intelectuales casi nadie conoce. Esta nueva actitud espiritual fue marcada también por una revista, más efímera aún que Colónida: Nuestra Epoca.(6)
O sea, en nuestro medio Nuestra Época marcó también la nueva actitud espiritual caracterizada por la literatura política de Unamuno, Araquistain, Alomar y otros escritores de la revista España, la predicación del presidente estadounidense Wilson y el socialismo reformista de Víctor M. Maúrtua.
Además, dejó sentado:
De Nuestra Epoca (julio de 1918) se publicaron sólo dos números, rápidamente agotados. En ambos números, se esboza una tendencia fuertemente influenciada por España, la revista de Araquistain, que un año más tarde reapareció en La Razón, efímero diario cuya más recordada campaña es la de la Reforma universitaria.(7)
De esta forma delimitó una primera etapa de su «orientación socialista», señalando, como está ya subrayado, su signo ideológico: el criticismo socializante.
Veamos, ahora, en su ligazón interna, las siguientes afirmaciones mariateguianas:
… el pensamiento de
González Prada, que no impuso nunca límites a su audacia ni a su libertad, dejó
a otros la empresa de crear el socialismo peruano.(8)
A mi vuelta al Perú,
en 1923, en reportajes, conferencias en la Federación de Estudiantes, en la
Universidad Popular, artículos, etc., expliqué la situación europea e inicié mi
trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista.(9)
En Lima, donde se ha
constituido el primer núcleo de industrialismo, es también donde, en perfecto
acuerdo con el proceso histórico de la nación, se ha balbuceado o se ha
pronunciado la primera resonante palabra del marxismo.(10)
… en los días en que
se cajeaba en Nº 4 de «Claridad», Mariátegui asume su dirección. El Nº 5 señala
el principio de un franco orientamiento doctrinario en el que «Claridad»
abandona el tono estudiantil.(11)
Hace año y medio
propuse la organización de una especie de seminario de estudios económicos y
sociológicos, que proponga en primer término la aplicación del método marxista
al conocimiento y definición de los problemas del Perú.(12)
El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha.(13)
Estas citas dan cuenta de que, según el mismo Mariátegui, la empresa de crear el Socialismo Peruano correspondió a su labor marxista-leninista iniciada en 1923. De esta forma demarcó una segunda etapa de su «orientación socialista», subrayando el marxismo-leninismo como el signo ideológico de la misma.
Así, pues, la distinción que hizo el maestro de dos etapas en el proceso de su «orientación socialista», es muy sencilla de entender. Sin embargo, arrastrado por su irresistible inclinación a tergiversar a Mariátegui a fin de abonar sus posiciones, García falsifica el signo ideológico de la etapa inicial de la mencionada orientación (pretendiendo encontrar en ella marxismo, lo que no hubo), al mismo tiempo que niega el ulterior marxismo-leninismo del maestro (al silenciar, con notorio cinismo, el acuerdo programático del PSP de adoptar el marxismo-leninismo como su base de unidad, adopción que, como es obvio, da cuenta de la filiación ideológica del maestro).(14) Esta falsificación y esta negación constituyen un agravio a Mariátegui.
Acabamos de ver, una vez más, que Mariátegui acordó el marxismo-leninismo como la base de unidad del Partido Socialista del Perú. Pero, movido por su previa negación de dicha doctrina, García minimiza el acuerdo programático del PSP recurriendo al método estadístico del renegado Kautsky:(15)
El término
[marxismo-leninismo] sólo se encuentra dos veces en la obra de JCM…(16)
De esta forma, niega la filiación marxista-leninista de la obra organizativa cumbre de Mariátegui: el Partido Socialista del Perú. Esto es otro agravio a Mariátegui. Pero este agravio encierra un designio que pasamos a explicar. Con el acuerdo del Partido Socialista sobre el marxismo-leninismo, ya citado, Mariátegui dio prueba fehaciente de su filiación ideológica, lo que explica que, con su declaración de ser «marxista convicto y confeso», lo que sostuvo es que era marxista-leninista. Pero, sin ser capaces de atar cabos y, así, sin calar en este fondo de la declaración de Mariátegui dirigida al público en general, inspirados en García y con su venia, los liquidadores levantan la letra de dicha declaración, para, en la dirección del marxismo a secas del inspirador, negar abiertamente –y no sibilinamente, como hace el inspirador– la filiación marxista-leninista de Mariátegui. Sin embargo, es obvio que, por mucho que los liquidadores se obstinen en silenciar esta filiación, la misma es un hecho histórico que tiene su prueba en los propios «Principios programáticos», y que, en consecuencia, existe sin mengua ninguna ante los ojos del mundo entero. En este escenario, nuestros liquidadores pretenden que Mariátegui fue marxista a secas como persona, aunque pueda decirse que como Secretario General del Partido Socialista fue marxista-leninista; así, ante los ojos de los aludidos, Mariátegui aparece adoleciendo de doblez. Esto es un agravio más a Mariátegui.
El maestro acordó y redactó él mismo lo siguiente:
3º- La lucha política
exige la creación de un partido de clase, en cuya formación y orientamiento se
esforzará tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios
clasistas.(17)
… no cejaré en el empeño de dar vida a un partido de masas y de ideas, el primer gran partido de masas y de ideas de toda nuestra historia republicana.(18)
De esta forma dejó en claro que su proyecto de un partido de masas y de ideas era de un partido de clase, de un partido marxista-leninista, tal como aparece expresado en «Principios programáticos». Pero García tergiversa el aludido proyecto mariateguiano:
El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como «facción orgánica y doctrinariamente homogénea» (como «célula secreta de los siete»; externamente aspiraba a ser «el primer gran partido de masas e ideas (sic) de toda nuestra historia republicana».(19)
Como vemos, repitiendo a Julio Portocarrero, Hugo Pesce y Jorge del Prado, García dice que el partido proyectado por Mariátegui era de un partido con dos niveles orgánicos doctrinariamente disímiles entre sí, es decir, un partido doctrinariamente heterogéneo. Esto es un nuevo agravio a Mariátegui.
Sobre el porqué del nombre de Partido Socialista del Perú, Mariátegui escribió:
En Europa, la
degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de
la guerra, designaciones específicas. En
los pueblos donde este fenómeno no se ha producido, porque el socialismo
aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta
su grandeza.(20)
De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas.(21)
No obstante, silenciando estas categóricas razones, García esgrime el siguiente sofisma:
… si el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces el porqué del nombre de Partido Socialista.(22)
Esto es un agravio más a Mariátegui.
El maestro sostuvo:
Por los caminos universales, ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos.(23)
Es decir, por los caminos de la verdad universal del marxismo-leninismo y de la revolución proletaria mundial, los marxistas peruanos nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos, a la comprensión de nuestros problemas concretos, a nuestra emancipación política y económica.
Pero, esgrimiendo tramposamente una declaración del Mariátegui socialista a lo Araquistain («¡Bueno! ¡Muy bolcheviquis y muy peruanos! ¡Pero más peruanos que bolcheviquis!»),(24) García pretende que hay que ser más peruanos que marxistas, tergiversando así la relación entre lo particular peruano y lo universal proletario y, por lo tanto, cayendo en un estrecho nacionalismo pequeño burgués. Esto es un nuevo agravio a Mariátegui.
Etcétera, etcétera, etcétera.
Este triple etcétera pone de manifiesto que hemos considerado únicamente los principales agravios a Mariátegui cometidos por García, lo que aquí ha sido suficiente para poner al desnudo su descarrío político y su consunción moral.
Ahora, pues, pueden contestarse los interrogantes planteados en el cuarto parágrafo del presente capítulo.
Como es claro, al tergiversar a Mariátegui y utilizarlo como coartada en su afán por «desagraviar» y «reivindicar» el socialismo reformista, lo que hace García es traficar con el fundador del Socialismo Peruano.(25) De este modo aparece como el mayor agraviador de Mariátegui en los últimos treinta años más o menos.
Si para desagraviar a Mariátegui con respecto a la negación de su marxismo-leninismo por Ravines fue necesario menos de dos décadas (no ocho, como dice García),(26) para reivindicarlo de los agravios del propio García apenas fue necesario menos de un quinquenio.
En su célebre discurso «Rectifiquemos el estilo de trabajo en el partido», Mao sostiene:
Creo que debemos trabajar honestamente; sin una actitud así nada se puede realizar en el mundo.(27)
Pero ocurre que, como hemos visto, en su afán por acomodar a Mariátegui a sus posiciones reñidas con el marxismo, García ha actuado con absoluta deshonestidad. Para hacer sugestivas sus falsificaciones de las posiciones de Mariátegui, así como para descalificar a sus críticos, García hace frases, trucos, literatura. Con estos artificios ha engatusado y continúa engatusando a sus parciales, pero, más allá de ellos, difícilmente puede alcanzar el mismo resultado (García no termina de entender que sus métodos criollos son conocidos y están bastante desgastados). Ahora todo lo que puede hacer y, en verdad, todo lo que hace para defender sus indefendibles posiciones antimariateguianas, es limitarse a escribir para sus partidarios a fin de no perderlos. ¡No vaya a ser que, de pronto, sean capaces de pensar!
En conclusión, hay que subrayar que, con sus agravios a Mariátegui y la utilización oportunista que hace de él, García se ha cubierto de oprobio para siempre.
Notas
[1] A propósito de
esta calumnia y esta falacia, el lector puede consultar el capítulo IV de
nuestro libro La creación heroica de
Mariátegui y el socialismo peruano. Planteamiento de la cuestión.
[2] García plantea en
términos de agravio, desagravio y reivindicación el significado de la posición
de cada cual con respecto a Mariátegui; por eso, para que nos entiendan él y
sus parciales, utilizaremos tales términos en el análisis concreto de su
posición concreta con respecto a Mariátegui.
[3] El
lector puede ver especialmente el artículo «El juego de manos del creídismo»
(publicado en la red en 2007); los capítulos IV y V, la nota 66 del capítulo I y
la nota 1 del capítulo III de nuestro libro El
partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui; los capítulos II, V
y VI y la nota 21 del capítulo II de nuestro libro El partido de Mariátegui hoy: Constitución, nombre, reconstitución;
y, finalmente, el post-scriptum y la
nota 14 del capítulo I del libro La
creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano. Planteamiento de la
cuestión.
[4] Entre las varias
oportunidades en que García ha descontextualizado afirmaciones nuestras, puede
verse el paradigmático caso que se analiza en el capítulo V del libro El partido de Mariátegui hoy: Constitución,
nombre, reconstitución.
[5] 7 ensayos, pp. 253-254.
[6]
Ob. cit., p. 284.
[7] Ob. cit., p. 254, nota.
[8] Ob. cit., p. 261.
[9] Correspondencia, t. II, p. 331.
[10] 7 ensayos,
p. 253.
[11] Ideología y política, p. 101. Esta precisión de Mariátegui es de extraordinaria
importancia, pues sirve para entender el significado de su acción en todos los
frentes. En efecto, si bien la frase «un franco orientamiento
doctrinario» está referida a la revista Claridad, es evidente que dicho orientamiento tuvo su punto de
partida en la primera conferencia de Mariátegui en la Universidad Popular, «La crisis
mundial y el proletariado peruano», pronunciada algunos meses antes del quinto número de la revista «Claridad». Así, pues, el franco orientamiento marxista-leninista del maestro significó que
el movimiento estudiantil, el movimiento intelectual, el movimiento obrero y el
movimiento campesino, fueran abandonando poco a poco el anarquismo, el
anarcosindicalismo, el socialismo reformista, el oportunismo pequeño burgués. Pero al
diluir el socialismo marxista de Mariátegui en el nebuloso socialismo en
general, los liquidadores escamotean la línea demarcatoria trazada por él mismo, es decir, suprimen la importancia
histórica de la original integración del marxismo-leninismo con la práctica
concreta de la revolución peruana y la trascendencia sin parangón que tuvo esta
integración para los destinos del Socialismo Peruano.
[12]
Martínez, Ricardo, Apuntes, t. II, p.
272.
[13] Ideología y política, p. 160.
[14] García insinúa
que en el Mariátegui de Nuestra Época
se amalgaman el socialismo reformista y el socialismo marxista: «Mariátegui era
ya marxista antes de ser marxista», dice en un desafortunado juego de palabras,
como ha quedado demostrado en el libro La
creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano… En este libro, por
otro lado, hemos subrayado la verdad comprobada de que, si Ravines negaba el
marxismo-leninismo de Mariátegui desde su posición dogmática, García lo niega
desde su posición revisionista. Así, pues –y como hemos visto– García falsifica
todo el proceso de la «orientación
socialista» del maestro, pretendiendo de este modo amalgamar a socialistas
marxistas y socialistas reformistas en un solo partido.
[15] Lenin llamó la
atención sobre el método de Kautsky para descalificar el concepto de dictadura
del proletariado: «En una sola palabra de Marx se apoya ese punto de vista [el
punto de vista de la dictadura del proletariado]…: así lo dice [Kautsky]
textualmente en la pág. 20 [de su folleto La
dictadura del proletariado]»; «… decir que es “una sola palabra” y hasta
una “palabreja”, este famoso razonamiento de Marx [sobre la dictadura del
proletariado], que resume toda su doctrina revolucionaria, es burlarse del
marxismo, es renegar de él plenamente.» (Contra
el revisionismo, p. 393). Pues
bien, a más de recurrir a este risible método kautskiano, cualquiera que sepa
leer la letra chica puede constatar que García califica el marxismo-leninismo
de «desperdicio», de «carroña» (ver su artículo El pedestal de cristal, publicado en la red en 2007). Si con estos
términos despreciativos reniega del marxismo-leninismo, nadie puede extrañarse
de que se burle del marxismo-leninismo de Mariátegui hasta el punto de renegar
su realidad.
[16]
«El movimiento comunista», artículo publicado en la red.
[17]
Martínez, Ricardo, Apuntes.
[18]
Carta de Mariátegui a César Vallejo, en Anuario
Mariateguiano, vol. I, nº 1, p. 146.
[19] La creación heroica de José Carlos
Mariátegui, Editora Perú Nuevo, Lima, 2008, p. 22.
[20] Ideología y política, p. 249; cursivas
nuestras.
[21]
Martínez, Ricardo, Apuntes, t. II, p.
398; cursivas nuestras.
[22]
«El movimiento comunista».
[23] 7 ensayos, p. 350.
[24] García esgrime esta declaración como «la orientación
cardinal del socialismo peruano», en inocultable oposición al principio
marxista de integrar la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica
concreta de la revolución peruana. Esta sola posición da ya la medida de su
oportunismo.
[25] Al proceder de esta forma y, al mismo tiempo, imputar a
sus críticos de agraviar a Mariátegui, lo que hace García es desviar la
atención de sus propios agravios y presentarse como el reivindicador del
maestro. La mención de Ravines, cosa que hace en su artículo que comentamos
aquí, le sirve apenas como barato recurso contra nosotros.
[26] No obstante sus limitaciones, una fabulosa mentira y la naciente
desviación ideológica de sus autores, los trabajos «Mariátegui,
marxista-leninista, fundador del Partido Comunista Peruano» (1943) y «A
propósito del artículo “El populismo en el Perú”, de V Miroshevsk» (1946), de
Jorge del Prado y Arroyo Posadas, respectivamente, sirvieron en su momento para
reafirmar el marxismo-leninismo de Mariátegui. Pero, egotista como es, García insinúa que el Socialismo Peruano (¡el
Socialismo Peruano, ni más ni menos!) ha debido esperar ocho décadas para que
él desagravie a Mariátegui. Es decir, como un prestidigitador de circo provinciano,
¡pretende pasar sus agravios a Mariátegui como desagravios! ¿No es esto el
colmo de la maniobra, del temperamento criollo, del desprecio por la
inteligencia de los lectores?
[27] Obras escogidas, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, t. III, p. 41.
23.08.2022.
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