La ridícula declaración de Trump de haber amarrado una “victoria” no es motivo de risa
Un ataque mortalmente serio al MODO de pensar de la
gente... con daños duraderos
25 de noviembre de 2020 |
revcom.us
DURANTE LA SEMANA PASADA, se ha dado un debate generalizado sobre la verdad, concentrado en los resultados de las elecciones estadounidenses. Bueno, quizás la palabra “debate” lo dignifique mucho: para describirlo más acertadamente, se ha dado una insistencia a grito abierto en una MENTIRA abierta y fácilmente refutable de parte de un sector demasiado grande de la población estadounidense, azuzado y encabezado por el fascista Trump.
Evidencia abrumadora contra los pronunciamientos de un líder fascista
Por un lado se encuentran aquellos que se basan en el conteo objetivo concreto de boletas reales emitidas en el mundo real —bajo la supervisión de republicanos así como de demócratas— en que Joe Biden ganó las elecciones por un margen decisivo — al menos seis millones de votos en el conteo del voto popular, y con 306 votos en el Colegio Electoral comparado con 232 por Trump.
Por otro lado se encuentran aquellos que siguen la batuta de Donald Trump, quien insiste en que ÉL ganó las elecciones en realidad y que se ha perpetrado un masivo fraude ante el mundo entero. Para colmo, una proporción muy grande de los votantes republicanos están de acuerdo, según todos los informes. No solamente insiste Trump en eso, sino que se niega a permitir que la nueva administración de Biden comience la transición a gobernar. Esto implica, para tomar solamente un ejemplo escandaloso, que la administración de Biden no podrá avanzar rápidamente para lidiar con la crisis del coronavirus, la que en la actualidad está cobrando casi 2.000 vidas al día, tan sólo en Estados Unidos — un hecho que seguramente costará la vida de muchas más personas de lo que fuera necesario, ya que el nuevo equipo de Biden requiere tiempo para aprender el proceso de “cómo hacer que las cosas funcionen”.
Es más, Trump ha movilizado a la inmensa mayoría de los funcionarios republicanos electos para que apoyen firmemente al menos la noción de que de alguna manera la votación “sigue en duda” y de que “hay asuntos serios los que habrá que resolver”. Esto es una necedad peligrosa y ellos lo saben, pero la verdad no tiene nada que ver cuando hay un programa fascista que implementar.
Esta declaración de parte de Trump es, a la vez, ridícula… y mortalmente seria. Es ridícula porque la norma para juzgar cualquier declaración sobre la verdad es lo que demuestra la evidencia, y no existe ninguna evidencia en absoluto que sugiera ni de lejos que Trump haya sido defraudado1, y hay muchísima evidencia de que Biden ganó legal y decisivamente —incluida evidencia de parte de funcionarios republicanos en el Sur que supervisaron los comicios y burócratas de alto nivel nombrados por Trump, los cuales fueron despedidos por efectivamente acatar esta evidencia y darla a conocer.
Trump y sus abogados han comparecido ante las cortes en más de 30 ocasiones, y todas sus demandas menos dos han sido desestimadas; de esas dos, ambas eran insignificantes y una fue revocada por un tribunal superior. Si bien estas comadrejas despotrican sobre el “fraude” en frente de las cámaras noticiosas televisivas, se cuidan de evitar el uso de la palabra “fraude” ante las cortes —donde las imputaciones falsas de fraude son castigables. Una abogada del equipo de Trump afirmó que las elecciones fueron robadas por un algoritmo supuestamente encargado en primer lugar por el líder venezolano Hugo Chávez, ya muerto desde hace siete años… pero dice que no quiere divulgar su evidencia en este momento.
Sin embargo, cabe repetir, al menos según informes periodísticos, encuestas y las manifestaciones apasionadas de los seguidores de Trump, al menos una proporción considerable y muy probablemente al menos una mayoría de los votantes republicanos están optando por negar toda la evidencia y creer a Trump.
Una continua caída en la degradación fascista
Lo que esto implica está mal. Muy mal. No es simplemente que estas personas serán una base social confiable para los asaltos fascistas continuos contra el estado de derecho, contra la gente no blanca, contra aquellos que organizan y se levantan contra diferentes formas de opresión — y sí lo serán, y muy probablemente con un fanatismo aún más arraigado de aquellos que se imaginan a sí mismos como “los agraviados”. Ya con eso estaría suficientemente mal.
Pero es peor aún. El hecho es que se han ido más allá en la adopción de una epistemología —una manera de determinar lo que es cierto— una epistemología que no tiene nada que ver con la evidencia y más bien cree que lo que diga el “hombre fuerte” fascista es cierto, porque corresponde y “valida” a lo que ellos prefieran creer.
Trump ha logrado conseguir que esta gente se aferre a la idea de que tan sólo él conoce la verdad; e incluso que considera como traidor y que expulsa del círculo a cualquier otro fascista considerado anteriormente como una “fuente confiable” quien no acepte, por la razón que sea, este salto más reciente de fe — por ejemplo, el Noticiero Fox, que se ha alejado de Trump sobre este tema y anunció el triunfo electoral de Biden.
Esto lleva décadas desarrollándose, lo que incluye durante el surgimiento del fascismo cristiano. Durante décadas Bob Avakian ha llamado la atención y ha enfatizado a esta dimensión epistemológica anticientífica como parte de un análisis general de este fenómeno durante décadas, y en particular ha llamado la atención al carácter anti-científico de ello. Esta primavera, con relación a la pandemia de la Covid-19, BA habló de la manera en que “las fuerzas fascistas, caracterizadas por una verdadera mentalidad de la edad de las tinieblas, y firmemente convencidas de la ‘verdad’ de toda suerte de teorías de conspiración lunáticas que promueven ‘valores’ y objetivos fascistas, están abrazando con entusiasmo un filisteísmo cruel, con un deliberado rechazo al pensamiento crítico, con una oronda ignorancia, desafío y denigración de la ciencia y del método científico”.
Es importante recordar que, después de un breve período de tratar de “dirigir” la respuesta a la Covid-19, Trump abrazó por completo la posición que BA describe, y agregó su propio racismo distintivo de que “nosotros ('los blancos') tenemos los mejores genes”, elevando el rechazo de toda medida preventiva a una distintiva de su campaña — contrariando una vez más el consenso científico, y muy posiblemente cobrando la vida de decenas de miles de personas en el proceso.
Lo que hace que esto sea aún más tóxico es la fusión del rechazo fascista cristiano a la ciencia basada en la evidencia con la fe en la sabiduría supuestamente omnisciente del hombre fuerte fascista, y al diablo los hechos. Katherine Stewart, una autoridad académica sobre este fenómeno, en el importante artículo publicado en el New York Times la semana pasada, “Christian Nationalism Is Here to Stay” [El nacionalismo cristiano está aquí para quedarse], escribe que “El nacionalismo cristiano [crea] una esfera de envío de mensajes singularmente aislada. Muchos miembros de las bases reciben su información política principal no solamente de plataformas de mensajes que mantienen a su público en un mundo divorciado de la realidad, sino también de redes religiosas exclusivas y de líderes de fe reaccionarios”. Anteriormente en este artículo, Stewart presenta varios ejemplos de estos “líderes de fe” que insisten en locuras como que “Dios nombró a Donald J. Trump para gobernar a este país” y que “Ahora mismo estamos en guerra”, para citar a algunos ejemplos especialmente fanáticos.
Encima de eso, se ha fundido estas corrientes de pensamiento anticientífico absolutista con toda una sarta de teorías de conspiración lunáticas — la noción de que los políticos demócratas beban la sangre o la adrenalina de niños chiquitos. Teorías de ese tipo deshumanizan a la oposición y allanan el camino para masacrarla; aprovecharon semejantes teorías, casi palabra por palabra, para este objetivo en la Alemania nazi y en otras partes en contra de los judíos durante siglos de persecución asesina en Europa.
Cabe repetir, esto existía antes — y esta dimensión epistemológica ha sido un tema repetido de parte de BA, así como varios otros académicos, escritores y otros. Pero a cierto grado esto se ha metastasizado en este último período, que incluye ahora la insistencia empecinada en algo tan obviamente falso — de que Trump ganó el voto.
Hay otra dimensión negativa de esta controversia sobre el voto. En realidad, Trump sufrió su peor caída de votos, en comparación con 2016, en los suburbios (las zonas residenciales de clase media) en las afueras de ciudades como Atlanta, Detroit y Filadelfia; dentro de la ciudad de Filadelfia, de hecho su conteo mejoró en los comicios, incluido entre los negros, según algunas encuestas. Sin embargo, todas las imputaciones de fraude se han centrado en las ciudades, donde la población consta desproporcionadamente de negros y latinos, en vez de los suburbios, donde la población es principalmente blanca.
¿Por qué? Porque una parte central del toque particular de Trump al fascismo cristiano es lo que BA ha calificado de un “racismo genocida” contra todas las personas no blancas. Trump está fortificando más la orientación racista del partido republicano en su conjunto y sentando las bases para ataques adicionales a los derechos de votar de las personas no blancas, en particular los negros.
En resumen: Esta campaña de Trump no es simplemente un manera para joder a Biden, ni una manera para que él “se acostumbre a la idea de que perdió” (como algunos han dicho), ni algo que hará un terrible daño a la gente en Estados Unidos y por el mundo, por medio de la negligencia y la destrucción relacionadas con la Covid y el medio ambiente, etc. — cosas que sí hará. Es otro avance para endurecer, expandir y consolidar al movimiento fascista — y que tendrá consecuencias para los años ante nosotros.
Así que, celebremos —y defendamos— la victoria en las elecciones. Y pensemos muy duro sobre las consecuencias por adelante, y cómo hacerles frente y avanzar en medio de ellas hacia el mundo que nos hace falta.
Sus ideas sobre este tema son bienvenidas.
________
(*) Tomado de https://revcom.us/a/675/un-ataque-mortalmente-serio-al-modo-de-pensar-de-la-gente-es.html
(1) El único caso concreto de fraude
que quizá se haya destapado es la imputación de parte del secretario de estado
republicano del estado de Georgia, Brad Raffensperger, de que Lindsay Graham,
un senador republicano de Carolina del Sur, le sugirió que desechara todas las
boletas de voto por correo postal del condado de Floyd —un condado que votó en
su mayoría por Biden, con un alto porcentaje de votantes negros— sobre la base
de que algunas de las boletas tenían defectos en sus marcas. Graham niega
haberlo dicho, pero dos otras personas que participaban en la llamada
telefónica secundan a Raffensperger. Nótense que Graham ni siquiera es un
residente de Georgia sino de Carolina del Sur.
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