El Maoísmo Nominal de J. P.
Ballhorn y Algunas Otras Cuestiones
(Primera Parte)
Eduardo Ibarra
EN LOS ÚLTIMOS DÍAS un compañero tuvo la buena iniciativa de remitirme
el artículo Hacia una defensa del maoísmo,
de J. P. Ballhorn, publicado en dos partes, el 1 y el 11 de mayo del presente,
en el blog El Viejo Topo.
En ese artículo su autor ha
dejado escrito lo que sigue acerca de mi planteamiento sobre la denominación de
la doctrina del proletariado:
Eduardo Ibarra sostiene que es un error hablar de
“maoísmo”, pero en realidad solo se opone al empleo del término “maoísmo”,
porque curiosamente sí está de acuerdo en que Mao ha desarrollado el marxismo y
hasta esboza una sustentación de por qué lo considera así. Por este motivo
llamo a la postura de Ibarra la “tesis nominal” (1), pues su resistencia a
asumir el maoísmo se basa únicamente en una logomaquia. Cabe preguntarnos, ¿por
qué esa renuencia terminológica? Eso es algo que podría comprender un trabajo
aparte. Mientras tanto, lo que sí vamos anunciando es que las disputas sobre el
lugar que le corresponde a Mao, la distinción entre “época” y “etapa” del
marxismo, entre otras cuestiones problemáticas planteadas por Ibarra, las
trataremos en el trabajo extenso y completo sobre el tema que nos convoca.
… entre quienes han tratado de negar la posibilidad
del maoísmo desde un enfoque más o menos histórico, se encuentran Eduardo
Ibarra, de quien ya comentamos algunas cosas (tesis nominal), y cuyo
historicismo se ve empantanado por la perspectiva esquemática que aún conserva…
Como es lógico,
nadie está obligado a responder cada cosa que se diga sobre las ideas de uno,
pero, por cuanto el escamoteo de los términos de mi aludido planteamiento puede
conducir a confusión al lector en una cuestión tan importante, no tengo más remedio
que responder a Ballhorn.
En mi libro El desarrollo de la teoría del proletariado y el problema de su
denominación (2012), expuse los términos de esta última cuestión.
No es
ocioso señalar que en otros escritos he tocado igualmente el problema de la denominación
de la doctrina: por ejemplo en los capítulos I, II III y XXVII de mi libro El pez fuera del agua. Crítica al
ultraizquierdismo gonzaliano (2010).
Por lo que dice en su artículo, es poco probable que Balhorn desconozca
los mencionados textos, por lo que resulta escandaloso el escamoteo que comete
del fundamento principal de mi planteamiento: la ligazón intrínseca entre la
cuestión del desarrollo del marxismo y la cuestión de su denominación actual.
Este escamoteo, por otro lado, da cuenta de que Ballhorn no ha sabido
plantear los términos del problema de la denominación de la doctrina.
Como es claro, este problema no puede ser resuelto al margen del
desarrollo del marxismo; así, es un hecho que, en su análisis y su resolución, no solo juega el valor
universal de algún desarrollo de la doctrina, sino también el valor epocal del
concepto de leninismo.
En Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía clásica alemana, Engels señaló que sin la obra de Marx «la teoría no
sería hoy, ni con mucho, lo que es. Por eso ostenta legítimamente su nombre.»
Esta afirmación no significa que el pensamiento de Engels quedara fuera
del marxismo, sino más bien que quedó contenido en él.
En Los fundamentos del leninismo,
Stalin definió el leninismo como «el
marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria».
Esta definición no quiere decir que el pensamiento de Stalin quedara fuera
del leninismo, sino más bien que quedó comprendido en él.
Lo mismo puede decirse del pensamiento de Mao: puesto que este
pensamiento no representa una nueva época en el desarrollo de la doctrina, está
contenido en el concepto de leninismo.
Es decir, el problema de la denominación de la doctrina quedó resuelto
primero con el término marxismo y, después, con el término marxismo-leninismo.
Por eso, cuando los guardias rojos de la revolución cultural china acuñaron
el término maoísmo, Mao les recordó que vivimos aún en la época del imperialismo y de la
revolución proletaria y que el leninismo es el marxismo de la época del
imperialismo y de la revolución proletaria (véase el Informe Político al X
Congreso del PCCH).
Es decir, Mao se opuso al término maoísmo como
parte de la denominación de la doctrina.
O sea, como diría Ballhorn, «curiosamente» Mao rechazó el término
maoísmo, y, por esto, su opinión es una «logomaquia» y merece ser calificada de «nominal».
Como se ve, nuestro articulista apunta alto.
Por lo expuesto, se comprende que la inclusión del
término maoísmo en la denominación de la doctrina implica la negación del
leninismo como el marxismo de nuestra época, y, por esta razón, el término «marxismo-leninismo-maoísmo» se revela como un
contrasentido.
En mi libro El desarrollo de la
teoría del proletariado, escribí:
… si la revolución china es una continuación de la revolución rusa en
las condiciones de un país semicolonial y semifeudal, el pensamiento de Mao es
un desarrollo directo del leninismo,
pues sus raíces históricas son las mismas que las de éste. Sobre la nueva democracia es un desarrollo de Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, y
la teoría de la continuación de la revolución en las condiciones del socialismo
es un desarrollo de las tesis planteadas por Lenin en su artículo La economía y la política en la época de la
dictadura del proletariado. En consecuencia, es correcto señalar que la teoría y la táctica de Mao sobre la nueva
democracia es un desarrollo de la teoría y la táctica de la revolución
proletaria en general, y su teoría y su táctica de la continuación de la
revolución en el socialismo es un desarrollo de la teoría y la táctica de la
dictadura del proletariado en particular.
Esta cita da
cuenta del desarrollo del marxismo concretado por Mao, y, por esto, da al
traste con la irresponsable acusación de Ballhorn de que niego «la posibilidad del maoísmo».
Víctima del embrollo que tiene en la cabeza, Ballhorn se extendió en
acusaciones al decir que me opongo «al empleo del término “maoísmo”».
Pero la siguiente afirmación de mi autoría echa por tierra esta otra acusación,
tan irresponsable como la anterior:
El pensamiento de Mao tiene
valor universal y, teniendo en cuenta esto, puede hablarse de maoísmo. Ahora
bien, es de conocimiento general que el
mundo ha experimentado grandes cambios, pero no ha cambiado la época, y,
así, el aporte de Mao al marxismo, con todo lo grande que es, no corresponde a
una nueva época histórica y, teniendo presente esto, no es correcto hablar de
maoísmo, sencillamente porque para designar al marxismo de nuestra época existe
un ismo consagrado, el leninismo, por el cual actualmente hay que entender no
solo los pensamientos de Lenin y Stalin, sino también el pensamiento de Mao. (El desarrollo de la teoría del proletariado).
Es decir, si
bien es cierto que el término maoísmo no se justifica en la denominación de la
doctrina, puede utilizarse sin embargo para referirnos al pensamiento de Mao
que, como se sabe, tiene valor universal. Así, he utilizado el mencionado
término en diferentes contextos verbales, como por ejemplo no hace mucho en una
nota de mi artículo La lucha interna del
partido proletario (27.02.2019), publicado inicialmente en el blog CREACIÓN HEROICA y, luego, en forma de
folleto, de manera que está al alcance de mi desorbitado crítico.
En el texto Concepción y método
marxistas (escrito el 12 de noviembre de 1998 y publicado primero en forma
de folleto, después en la red y por último como primer capítulo de mi libro El desarrollo de la teoría del proletariado),
escribí:
La lectura de El Capital da cuenta de que Marx
era perfectamente consciente de la contradicción como el núcleo de la
dialéctica (su análisis de la mercancía así lo demuestra). Y el despliegue de
su exposición sobre el movimiento de la economía capitalista (así como, en
general, el conjunto de su obra) demuestra que igualmente era consciente de la
universalidad de la contradicción, de la particularidad de la contradicción, de
la contradicción principal y el aspecto principal de la contradicción, de la
identidad y la lucha entre los aspectos de la contradicción y del papel del
antagonismo en la contradicción. En consecuencia, cae por su peso la pregunta:
¿en qué consisten, entonces, los aportes de Lenin y Mao a la dialéctica
marxista, o, mejor dicho, cómo entender estos aportes?
Es posible que
alguien quiera entender que la dialéctica de Marx y Engels es una dialéctica a
la que le faltan los conceptos expuestos por Mao en su trabajo Sobre
la contradicción.
Pero la verdad es que la dialéctica de los fundadores es completa y no incompleta, es
decir, es una dialéctica que no
requiere ser completada. Esta es una sencilla verdad. Por consiguiente, puede
decirse que los aportes de Lenin y de Mao a la dialéctica consisten en haber explicitado lo que en Marx y Engels no estaba
completamente expuesto teóricamente, lo que en ellos se encontraba en
cierto grado en estado implícito, latente, tácito, es decir, en haber expresado, argumentado, expuesto
teóricamente la dialéctica de los fundadores. Y, esto no es poco
mérito.
Ahora, veintiún
años después, y, como se verá enseguida, alardeando de sus lecturas, nuestro
articulista ha dicho:
Mis lecturas de Hegel fueron radicalmente
depuradoras de toda concepción vulgar que mantuviese hasta el momento acerca de
la dialéctica, pero además me hizo reparar en algo clave: Lenin y Mao no habían
hecho más que explicitar los distintos aspectos de la dialéctica marxiana, por
tanto, en modo alguno sus reflexiones sobre la dialéctica podrían considerarse
“desarrollos”. Esta conclusión no solo ponía en cuestión algún desarrollo de Mao
en la dialéctica, sino también de Lenin…
Esta afirmación contiene
una evidente repetición de mis argumentos acerca de la exposición de Lenin y
Mao sobre la dialéctica. Sin embargo, no voy a reclamarle a Ballhorn, pero, eso
sí, no puedo evitar subrayar que el hecho pone de manifiesto una flagrante deshonestidad
intelectual de su parte.
Pero además, debo subrayar algo
particularmente expresivo: como se ha podido constatar en las citas, después de
repetirme Ballhorn agregó una idea de su cosecha: la negación de todo mérito de
Lenin y Mao en la exposición de la dialéctica.
Como se ve, aquí también nuestro
articulista apunta alto.
La afirmación de Ballhorn según la cual mi «historicismo se ve empantanado por la perspectiva
esquemática que aún conserva», no merece en realidad mayor comentario, pues, como
se ha visto, mi «perspectiva
esquemática» consiste precisamente en haber planteado los términos
correctos del problema de la denominación de la doctrina.
En conclusión, al reducir el problema de si el
término maoísmo se justifica o no en la denominación de la doctrina a la
cuestión del valor universal de los aportes de Mao, Ballhorn ha puesto de
manifiesto que todo lo que hace es repetir el planteamiento de Abimael Guzmán.
Es decir, igual que el ex-presidente del PSP-SL,
Ballhorn se encuentra prisionero de una concepción nominal del problema de la
denominación de la doctrina: no importa que el leninismo sea el marxismo de
nuestra época, para ellos, todo el asunto se reduce a que el término maoísmo
debe aparecer incluido en la denominación de la doctrina.
Así pues, la concepción nominal de Ballhorn es un verdadero punto muerto
y, a la vez, la causa de sus acusaciones contra mi planteamiento.
Para decirlo gráficamente: al calificar mi planteamiento de «nominal», Ballhorn se muestra
como el ladrón que grita ¡al ladrón!
Y bien, confutadas sus acusaciones, resta esclarecer algunos otras
cuestiones contenidas en su artículo. Veamos estas cuestiones.
24.05.2019.
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