Marx y el Movimiento Huelguístico*
Drizdo Losovsky
LUCHANDO CONTRA LA SUBESTIMACIÓN y la
sobreestimación de la lucha económica y de los sindicatos, Marx y Engels
atribuyeron mucha importancia a las huelgas y a la lucha económica del
proletariado. Tanto Marx como Engels juzgaban las huelgas como un arma potente
en la lucha por los objetivos inmediatos y finales de la clase obrera. La
transformación de los obreros dispersos en una clase, que se realiza en el
curso de una áspera lucha, está expuesta de una manera clásica en el Manifiesto
Comunista, vivo e inalterable documento del comunismo mundial. El Manifiesto
Comunista pinta con vivos colores el nacimiento de la burguesía y de su
sepulturero, la clase de los obreros modernos que no viven más que a condición
de encontrar trabajo y que no lo encuentran más que si su trabajo aumenta el
capital.
He
aquí lo que encontramos en el Manifiesto Comunista respecto a los caminos
"de la organización del proletariado en clase":
"El
proletariado pasa por diferentes etapas de evolución. Pero su lucha contra la
burguesía comenzó así que nació.
"Al
principio, la lucha es entablada por obreros aislados; en seguida, por los
obreros de una misma fábrica, y al fin, por los obreros del mismo oficio de la
localidad contra la burguesía que los explota directamente. No se contentan con
dirigir sus ataques contra el modo burgués de producción, y los dirigen contra
los mismos instrumentos de producción; destruyen las mercancías extranjeras que
les hacen competencia, rompen las máquinas, queman las fábricas y se esfuerzan
en reconquistar la posición perdida del artesano de la Edad Media.
"En
este momento el proletariado forma una masa diseminada por todo el país y
desmenuzada por la competencia. Si alguna vez los obreros forman en masas
compactas, esta acción no es todavía la consecuencia de su propia unidad, sino
la de la burguesía; que por atender a sus fines políticos debe poner en
movimiento al proletariado, sobre el que tiene todavía el poder de hacerlo.
Durante esta fase los proletarios no combaten aún a sus propios enemigos, sino
a los adversarios de sus enemigos; es decir, los residuos de la monarquía
absoluta, propietarios territoriales, burgueses no industriales, pequeños
burgueses. Todo el movimiento histórico es de esta suerte concentrado en las
manos de la burguesía; toda victoria alcanzada en estas condiciones es una
victoria burguesa.
"Ahora
bien; la industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el número de
proletarios, sino que los concentra en masas más considerables; los proletarios
aumentan en fuerza y adquieren conciencia de su fuerza. Los intereses, las
condiciones de existencia de los proletarios, se igualan cada vez más a medida
que la máquina borra toda diferencia en el trabajo y reduce casi por todas
partes el salario a un nivel igualmente inferior. Como resultado de la
creciente competencia de los burgueses entre sí y de las crisis comerciales que
ocasionan, los salarios son cada vez más fluctuantes; el constante
perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en más precaria situación; los
choques individuales entre el obrero y el burgués adquieren cada vez más el
carácter de colisiones entre dos clases. Los obreros empiezan por coligarse
contra los burgueses para el mantenimiento de sus salarios. Llegan hasta formar
asociaciones permanentes, en previsión de estas luchas circunstanciales. Aquí y
allá la resistencia estalla en sublevación.
"A
veces los obreros triunfan; pero es un triunfo efímero. El verdadero resultado
de sus luchas es menos el éxito inmediato que la solidaridad aumentada de los
trabajadores. Esta solidaridad es favorecida por el acrecentamiento de los
medios de comunicación, que permiten a los obreros de localidades diferentes
ponerse en relaciones. Después, basta este contacto, que por todas partes
reviste el mismo carácter, para transformar las numerosas luchas locales en
lucha nacional, con dirección centralizada, en lucha de clase. Mas toda lucha
de clases es una lucha política. Y la unión que los burgueses de la Edad Media,
con sus caminos vecinales, tardaron siglos en establecer, los proletarios
modernos la conciertan en algunos años por los ferrocarriles.
"Esta
organización del proletariado en clase, y por tanto, en partido político, es
sin cesar destruida por la competencia que se hacen los obreros entre sí. Pero
renace siempre, y siempre más fuerte, más firme, más formidable."
En su libro La situación de la clase
obrera en Inglaterra, Engels atribuye una gran importancia a la lucha incesante
de los obreros ingleses por el mejoramiento de su suerte. Considera las huelgas
como escuela de guerra social, como instrumento indispensable y obligatorio en
la lucha por la emancipación de la clase obrera. Engels estudió la situación y
las luchas del proletariado inglés en las primeras décadas del siglo XIX, en
que la lucha de la clase obrera tenía todavía en grado considerable un carácter
espontáneo. Se necesitaba tener un gran olfato revolucionario para orientarse
en los acontecimientos que se desarrollaban y apreciar el verdadero carácter
del movimiento huelguístico en una forma justa, cuando "la imperial 'ciencia burguesa' perseguía furiosamente a los obreros". He aquí, por
ejemplo, lo que leemos en Engels:
"En
la guerra, el daño causado a un beligerante es de por sí una ventaja para el
otro, y como los obreros se hallan en estado de guerra con los fabricantes,
hacen, en este caso, lo mismo que los grandes potentados cuando se enredan unos
con otros.
"La
multitud increíble de huelgas, muestran claramente que la guerra social es muy
violenta en Inglaterra. Estas huelgas no son todavía más que escaramuzas, es
cierto, pero a veces son también batallas serias. No deciden nada, pero
demuestran con indudable claridad, que el combate decisivo entre el
proletariado y la burguesía se aproxima. Las huelgas son para los obreros una
escuela de guerra que los prepara para la gran lucha, que se ha hecho
inevitable. Las huelgas, en fin, son pronunciamientos de diversos ramos de
trabajo que anuncian su adhesión al gran movimiento obrero... Y como escuela de
guerra, dan resultados considerables. En estas huelgas se desarrolla el valor
particular del inglés.
"Si
el obrero que sabe por experiencia lo que es la miseria, se decide a afrontarla
audazmente, con su mujer e hijos, si pasa durante meses hambre y miseria y
permanece firme e indomable, es que no se trata de una insignificancia. ¿Qué
son la muerte y las cárceles que amenazan al revolucionario francés, con
comparación con la lenta agonía provocada por el hambre, en comparación con la
vista diaria de la familia hambrienta, en comparación con la seguridad de que
la burguesía se vengará algún día, en fin, en comparación con lo que el obrero
inglés está dispuesto a sufrir antes que inclinarse ante el yugo de la clase
poseedora?... Los hombres que soportan tanto para vencer a un solo burgués,
serán capaces también de romper el poder de toda la burguesía."
La gran importancia que Marx atribuye al movimiento
huelguístico, a la organización de la solidaridad entre los huelguistas, a la
lucha contra la importación de rompehuelgas de otros países, se patentiza en
las actas del Consejo General de la Asociación Internacional de Trabajadores.
Estas actas, con todo su laconismo y concisión, proyectan una luz viva sobre la
enorme atención que Marx y la Iª Internacional fundada por él, prestaban a las
huelgas y al socorro a los huelguistas. He aquí algunos extractos de estas
actas:
"El
25 de abril de 1865 se da lectura a una carta de los obreros cajistas de
Leipzig, en la que anuncian su huelga, expresando su esperanza de obtener la
ayuda de los cajistas de Londres. El Consejo General envía una delegación
compuesta por Fox, Marx y Kremer para asistir a la Asamblea de la Sociedad de
Cajistas de Londres y dar a conocer la carta de Leipzig.
"El 9
de mayo de 1865 Fox comunica que la delegación asistió a la asamblea en
cuestión, pero que los cajistas declararon que no podían dar el dinero en un
plazo de tres meses, de modo que los esfuerzos de la delegación fueron
infructuosos.
"El
23 de mayo de 1865, se da lectura a una carta de Lyon de los obreros de las
fábricas de tul, sobre la ofensiva contra sus salarios. El 20 de junio de 1865,
se escucha un comunicado diciendo que la Sociedad de Tejedores de Lille quiere
adherirse a la Asociación Internacional de Trabajadores. A continuación se da
lectura de una carta de Lyon comunicando que los obreros se vieron obligados a
ceder por falta de medios de subsistencia. El 30 de enero de 1866 se trata del
problema de las Cámaras de arbitraje que se discute en la Unión de Londres. El
27 de marzo de 1866 se anuncia la huelga de sastres de Londres y el proyecto de
traer rompehuelgas del continente. El Consejo General resuelve avisar a los
países vecinos con el fin de evitar que vengan obreros continentales durante la
lucha. El 4 de abril de 1866, un delegado de los obreros del alambre agradece
al Consejo su intento de impedir a los patronos que obtuvieran obreros del
continente para reemplazar a los huelguistas. El 22 de mayo se da lectura a una
carta de Ginebra anunciando el comienzo de una huelga de zapateros, y pidiendo
que se informe a los obreros de todos los países. Se elige una comisión
encargada de ponerse en relación con el Departamento local de los ladrilleros y
ebanistas de Strandford, que prometieron adherirse a la Asociación, ‘no sólo de
palabra sino prácticamente’. El 28 de septiembre se da lectura a una carta de
los tipógrafos de una imprenta de diarios de Nueva York, que pide se impida la
importación de mano de obra. En la misma fecha se lee una carta de los
tipógrafos y xilógrafos de Hildon pidiendo ayuda para su huelga y también una
carta que comunica el lock-out de los
canasteros. Se encarga al secretario contestar que no hay ninguna posibilidad
de ayuda financiera. El 12 de octubre de 1869, se da lectura a una carta sobre
la huelga de obreros en lana e hilanderos en Elbeuf pidiendo ayuda. Los
hilanderos insisten en que se fijen tarifas. El 27 de enero de 1869, Marx da
cuenta de una carta recibida en Hannover, donde los mecánicos están en huelga
desde hace seis semanas, contra la prolongación de la jornada de trabajo y la
reducción de los salarios. El 4 de enero de 1870, contestando a la petición
hecha por la directiva del Partido socialdemócrata, de un préstamo a los
mineros en huelga de Waldenburg, se encarga al secretario que responda que 'no
hay ninguna perspectiva de ayuda de Londres'. El 11 de enero de 1870, se da
lectura a una carta de Neuville-sur-Seine, pidiendo ayuda para los huelguistas
de la impresión en tela. Se encomienda al secretario comunicarse con Manchester
respecto a esta huelga. El 18 de abril de 1870, Varlin comunica que había
estado en Lille para la fundación de una organización sindical bajo el control
de la Asociación Internacional de Trabajadores. En la misma fecha, Dupont
informa de las severas condenas contra los mineros por haber estado en huelga.
Se encarga a Marx redactar un llamamiento a todas las organizaciones obreras y
secciones de la organización del continente europeo y de los Estados Unidos,
pidiéndoles ayuda para los huelguistas. El 20 de junio de 1870, se escucha una
comunicación del sindicato de la construcción mecánica que resolvió enviar
dinero a los fundidores de París. El consejo resuelve que el secretario de la
Unión de obreros de construcción de maquinaria lleve el dinero a París, no
solamente para asegurar su recepción por los interesados, sino también para
producir ‘un buen efecto moral’."
El Consejo General de la Iª Internacional se ocupó
también de grandes cuestiones políticas. Pero la particularidad de la Iª
Internacional consistía precisamente -y esto es indudablemente un mérito de
Marx- que en las reuniones del Consejo General ocupaban mucho lugar las
cuestiones de la lucha huelguística, que no hacía una división artificial entre
la política y la economía; tanto una como otra eran motivo de discusión. Se
tomaban decisiones inmediatas, y, frecuentemente, "al doctor Marx" se
le encomendaban misiones muy modestas, como la de asistir a la asamblea de tal
o cual sindicato, redactar un manifiesto sobre tal o cual huelga, o escribir a
tal o cual país para comenzar la campaña contra el envío de rompehuelgas, etc.
Con razón Marx veía en esto una parte de su actividad política general.
Un ejemplo
de la importancia que Marx atribuía a estas cuestiones, puede verse en el caso
siguiente: El 23 de abril de 1856 Marx escribía a Engels:
"El
estado de la Internacional es el siguiente: Desde mi regreso, la disciplina
está completamente restablecida. Además, la intervención afortunada de la
Internacional en la huelga de sastres, por medio de las cartas de los
secretarios de las secciones de Francia, Bélgica, etc., produjo sensación entre
los trade-unionistas locales."
Esta intervención de la Internacional en la huelga le
dio gran popularidad. Los obreros de todos los países comenzaron a dirigirse a
la Internacional cada vez que tropezaban con alguna dificultad. El 27 de enero
de 1867, Marx escribe con alegría a Engels:
"Nuestra
Internacional ha obtenido un gran éxito. Hemos conseguido el apoyo financiero
de los trade-unionistas ingleses para los obreros huelguistas de la industria
del bronce de París. Ante todo, los patronos se batieron en retirada. Esta
historia ha alborotado mucho a los periódicos franceses y actualmente somos una
fuerza reconocida en Francia."
Marx atribuía una gran importancia a la ayuda material
a los obreros en lucha contra el capital. En el Congreso de la Internacional
realizado en Ginebra en 1866, Marx propuso la siguiente resolución:
"Una
de las funciones especiales de la Asociación, que ya ha sido realizada en
diversos casos con gran éxito, consiste en oponerse a las intrigas de los
capitalistas, siempre prontos a apelar a la mano de obra de otros países, en
caso de huelga de sus obreros, para impedir el triunfo de sus reivindicaciones.
Uno de los objetivos principales de la Asociación, es que los obreros de los
diversos países no solamente se sientan humanos, sino que se consideren como
partes unificadas de un solo ejército emancipador." (Resolución sobre la
ayuda mutua internacional en la lucha del trabajo contra el capital.)
La gran importancia que Marx atribuía a las huelgas y a
los actos de solidaridad relacionados con ellas, se ve, por ejemplo, en su
carta a Engels del 18 de agosto de 1869. En esta carta, Marx expresa su júbilo
porque los obreros del bronce de París devolvieron las 45 libras esterlinas
recibidas en calidad de préstamo y a continuación escribe lo siguiente:
"En Posen, según comunica Zabitzky, los obreros
polacos (carpinteros, etc.), han terminado victoriosamente la huelga, debido
principalmente a la ayuda de los obreros de Berlín. Esta lucha contra el señor
capital, aun en la forma modesta de una huelga, pondrá fin a los prejuicios
nacionalistas de una forma muy distinta a las declamaciones pacifistas de los
señores burgueses."
Obran en nuestro poder algunos manifiestos escritos por
Marx por encargo del Consejo General en relación con las grandes huelgas de
aquel período. A la pluma de Marx se debe, por ejemplo, el llamamiento a los
obreros de Europa y de Estados Unidos, con motivo de los asesinatos en masa de
los huelguistas perforadores y mineros de Searing y Frameries (Bélgica), en el
año 1869. Marx estigmatiza el "impulso irresistible de la caballería belga
en Searing y la inflexible pujanza de la infantería en Frameries". Marx
escribe, que "los increíbles atropellos son explicados por algunos políticos
con razones de alto patriotismo", que "el capitalismo belga es
célebre por su amor original a lo que él llama libertad de trabajo"; Marx
llena de sarcasmos a los que acusan a los miembros de la Internacional en
Bélgica, "de pertenecer a una Asociación fundada con el fin de atentar
contra la vida y la propiedad de las personas privadas, etc.". Marx define
a los constitucionalistas belgas como sigue:
"Hay un pequeño país en el mundo civilizado donde
cada huelga es ávida y alegremente tomada, como pretexto para una matanza
oficial de la clase obrera. Esta región, bendita entre todas, es Bélgica, el
Estado modelo del constitucionalismo continental, este pequeño país, bien
abrigado, este pequeño y agradable paraíso del propietario, del capitalista y
del cura. La tierra no realiza tan seguramente su vuelta alrededor del sol,
como el gobierno belga su matanza obrera anual. La de este año no difiere de la
del año pasado, si no es por el número de sus víctimas más horrible todavía,
por la ferocidad más odiosa de un ejército ridículo, por las alegrías más
ruidosas de la prensa clerical y capitalista y por la gran frivolidad de
pretextos puestos en juego por los carniceros del gobierno."
Este magnífico manifiesto termina con un llamamiento
para recoger dinero en favor de las familias de los huelguistas, y "para
sufragar los gastos de la defensa de los obreros detenidos y la investigación
emprendida por el Comité de Bruselas".
Un interés
extraordinario desde el punto de vista de la apreciación de las opiniones de
Marx sobre el movimiento huelguístico, presenta el informe que escribió para el
cuarto Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores, celebrado en
Basilea en 1869.
"El informe del Consejo 'General -escribe Marx-
hablará principalmente de la lucha de guerrillas entre el capital y el trabajo.
Nos referimos a las huelgas que en el transcurso del último año han agitado el
continente europeo y que se dice que no fueron provocadas por la miseria de los
obreros ni por el despotismo de los capitalistas, sino por las intrigas
secretas de nuestra Asociación."
Luego Marx habla de las "revueltas económicas de
los obreros de Basilea", de los “tejedores de Normandía, que se han
sublevado por primera vez contra la ofensiva del capital", a pesar de no
tener ninguna organización. Con el concurso de la Asociación Internacional de
Trabajadores, los obreros de Londres prestaron su ayuda a esta huelga. "El
fracaso de esa lucha económica, escribe Marx, fue ampliamente compensado por
sus grandes resultados morales. Enroló a los obreros algodoneros de Normandía
en el ejército revolucionario del trabajo e impulsó la creación de sindicatos
en Rouen, Elbeuf, etc. La alianza fraternal de las clases obreras inglesa y francesa
ha sido consolidada." Y Marx agrega:
"Los devanadores de seda de Lyon, mujeres en su
mayoría, han entrado en la arena de la lucha económica. La necesidad los ha
obligado a dirigirse a la Internacional. En Lyon, como sucedía antes en Rouen,
las mujeres obreras desempeñaron un generoso y destacado papel. Así reclutaron,
en algunas semanas, cerca de 10.000 nuevos miembros de esta heroica población,
que escribió hace 30 años en su bandera la consigna del proletariado moderno: 'Vivir trabajando o morir luchando'."
Marx traza luego un cuadro de la lucha y las
persecuciones de los obreros de Prusia, Hungría, Austria y cita un ejemplo
elocuente de cómo el Ministro del Interior de Hungría, Wenkheim,
"saboreando un cigarro", declaró a una delegación obrera de Presbourg
que fue a solicitar el levantamiento de la prohibición de una fiesta realizada
en favor de una caja de enfermos:
"¿Son ustedes obreros? ¿Trabajan con celo? Lo
demás no es cosa suya. No necesitan asociaciones, y si se meten en política,
sabremos tomar las medidas necesarias. No haré nada por ustedes. Que los
obreros murmuren cuanto les venga en gana."
Refiriéndose a Inglaterra, Marx escribe que:
"Inglaterra puede vanagloriarse de la matanza de los mineros de
Gales", agregando que "el tribunal, compuesto de burgueses, que
investigó esta cuestión y las condiciones en las cuales los soldados abrieron
fuego contra los obreros, reconocieron esta matanza como un asesinato
legal".
Este
informe al congreso de Basilea reviste un enorme interés, porque en él reunió
Marx una enorme cantidad de hechos, no solamente sobre las huelgas de aquel
tiempo, sino también sobre las persecuciones contra los miembros de la
Asociación Internacional de Trabajadores.
La
intervención de la Iª Internacional en el movimiento huelguístico provocó la
alarma de la burguesía de todos los países. Los patronos de Ginebra clamaban
que "los miembros locales de la Internacional hundían al Cantón de
Ginebra, obedeciendo decretos enviados de Londres". En Basilea los
capitalistas "transformaron inmediatamente su hostilidad contra los
obreros, en una cruzada contra la Asociación Internacional de
Trabajadores". Enviaron un emisario especial a Londres con la fantástica
misión de averiguar la cifra del "Tesoro" de la Internacional.
"El juez de instrucción de Bruselas creía que el tesoro se guardaba en un
cofre oculto en un lugar secreto. Se precipitó sobre el cofre; abrió y
encontró... algunos trozos de carbón." "Seguramente -escribe irónico Marx-,
cuando la mano del policía tocaba el oro puro de la Internacional, se transformó
instantáneamente en carbón."
En el
informe del Congreso de La Haya de 1872, Marx cita decenas de ejemplos de la
rabiosa actitud contra la Asociación Internacional de Trabajadores. Julio Favre
se dirigió, inmediatamente después del aplastamiento de la Comuna, a todos los
gobiernos proponiendo que se tomasen medidas comunes contra la Internacional,
Bismarck y el Papa de Roma se apresuraron a dar una respuesta afirmativa, se
efectuó una entrevista entre los emperadores de Austria y Alemania en Salzburg,
para fijar las medidas contra la Asociación Internacional de Trabajadores.
"Pero
-escribe Marx en su informe al congreso de La Haya- todas las medidas
represivas que era capaz de inventar la inteligencia gubernamental coaligada de
Europa, palidecen frente a la campaña de calumnias que el mundo civilizado
conduce contra la Internacional.
"Las
historias apócrifas y los misterios de la Internacional, las desvergonzadas
falsificaciones de documentos oficiales y de cartas privadas, los telegramas
sensacionales, etc., se sucedían rápidamente. Todas las compuertas de las
calumnias de que dispone la prensa mercenaria de la burguesía, fueron abiertas
inmediatamente, arrojando un torrente de vilezas destinadas a ahogar al odiado
enemigo. Esta guerra de calumnias no tiene paralelo en la historia, hasta tal
punto es internacional el campo en que se desarrolla, tan completa es la
unanimidad con la cual la conducen los diferentes órganos de partido de las
clases dominantes. Después del gran incendio de Chicago, el telégrafo echó a
rodar por todo el globo terrestre la especie de que se trataba de un trabajo
diabólico de la Internacional. Es extraño que no atribuyeran a su demoníaca
intervención el ciclón que devastó las Antillas."
A los clamores del capital internacional, de sus
literatos pagados por la policía política y de los confidentes dé la
literatura, Marx contesta:
"No es la Internacional la que empujó a los
obreros a las huelgas; al contrario, las huelgas han empujado a los obreros a
la Internacional."
Los proudhonianos y bakuninistas eran contrarios, como
se sabe, a los sindicatos y a las huelgas, pero luego efectuaron un viraje
completo, convirtiéndose en fervientes partidarios de los sindicatos como única
forma de lucha. Bakunin parte de la idea de que "las reivindicaciones
económicas son la esencia y el objetivo de la Internacional" y "las
cajas de resistencia, las trade-unions, son el sólo medio de lucha
verdaderamente eficaz de que pueden disponer actualmente los obreros contra la
burguesía".
Después de
haberse instalado sobre esta base absoluta (Bakunin pensaba siempre en
absoluto, no comprendía la dialéctica), formula a su manera la importancia y el
desarrollo del movimiento huelguístico. He aquí lo que dice Bakunin:
"La huelga es el comienzo de la guerra social del
proletariado contra la burguesía, aun dentro de los límites de la legalidad.
Las huelgas son un valioso método de lucha en dos sentidos: en primer lugar,
electrizan a las masas, templan su energía moral y levantan en su corazón la
conciencia del profundo antagonismo entre sus intereses y los de la burguesía,
descubriéndoles de una forma cada vez más evidente, de una manera irrevocable,
el abismo que los separa; y en segundo lugar, contribuyen enormemente a
provocar y formar entre los trabajadores de todos los oficios y de todos los
países, la conciencia y el hecho mismo de la solidaridad. Doble acción, por un
lado negativa, por otro positiva, que tiende a constituir directamente el nuevo
mundo proletario, oponiéndole de una forma casi absoluta al mundo burgués.
"No
hay nadie que ignore los sacrificios y sufrimientos que cada huelga cuesta a
los trabajadores. Pero son necesarias, tanto, que sin ellas sería imposible
despertar a las masas populares para la lucha social, ni organizarlas. La
huelga es una guerra y las masas populares no se organizan más que en el curso
y por medio de la guerra que arranca a cada trabajador del aislamiento
ordinario, absurdo y desesperante. La guerra le une de súbito a otros
trabajadores, en nombre de una misma pasión, de un solo objetivo, y convencer a
todos de la misma manera, palpable y evidente, de la necesidad de una rígida
organización para lograr la victoria. Las masas populares excitadas, son como
el metal en fusión, que se templa en una sola masa compacta y se moldea con
mucha mayor facilidad que el metal frío, a condición de que se encuentren
buenos maestros para moldeado de acuerdo con las propiedades y leyes interiores
del metal en cuestión y conforme a las necesidades e instintos populares...
"Las
huelgas despiertan en las masas populares todos los instintos sociales
revolucionarios que duermen en el fondo de cada trabajador, constituyendo,
digámoslo así, esa sustancia histórica social-filosófica, pero que en tiempos
ordinarios, bajo el yugo de las costumbres de esclavos y de la mansedumbre
general, no son reconocidas más que por unos pocos. Por el contrario, cuando
estos instintos suscitados por la lucha económica se despiertan en las
multitudes obreras, la propaganda del pensamiento social revolucionario entre
ellos se hace extraordinariamente fácil. Porque esta idea no es otra cosa que
la más pura, la más fiel expresión de los instintos populares.
"Toda
huelga es también valiosa porque extiende y profundiza cada vez más el abismo
que separa en todas partes a la clase burguesa de la masa popular, porque
demuestra a los productores de la manera más palpable, la absoluta
incompatibilidad de sus intereses con los de los capitalistas y propietarios...
Sí, no hay mejor medio para arrancar a los trabajadores de la influencia
política de la burguesía, que la huelga.
"Sí,
las huelgas son una gran cosa. Crean, multiplican, organizan y forman los
ejércitos del trabajo, el ejército que debe quebrar y vencer la fuerza del
Estado burgués y preparar un amplio y libre camino para un mundo nuevo."
Si se compara este lirismo, en el que hay algo de
verdadero, con lo que Marx escribe sobre las huelgas en el primer tomo de El
Capital, veremos inmediatamente la diferencia entre el dialéctico y el
metafísico. Marx escribe sobre huelgas concretas, cita decenas de ejemplos de
luchas de obreros, describe la influencia que ejercen sobre la jornada de
trabajo, sobre los salarios, sobre la legislación del trabajo, etc. En cambio a
Bakunin no le interesa la legislación del trabajo, porque no ve la relación
entre las reivindicaciones parciales y el objetivo final, cree que de cada
huelga puede surgir la revolución. A Marx le interesan los límites de acción de
los sindicatos. A Bakunin esa cuestión no le preocupa. Su actitud frente a las
huelgas es igual a la de los anarquistas en la cuestión del Estado, como dijo
Lenin en su Estado y Revolución. Lo que hay de justo en la concepción de los
anarquistas sobre el Estado -el objetivo final, la sociedad sin clases y sin
autoridad- lo diluyeron en una cantidad tal de jarabe metafísico, que llegaron
a ahogar la posibilidad misma de alcanzar esa fase del desarrollo de la
humanidad. Otro tanto sucede con la huelga, a la que atribuyen tantas
propiedades milagrosas. Dicen tan expresamente "la huelga salvadora",
que es difícil establecer su carácter y sus límites, sus consecuencias y sus
relaciones con las demás formas de la lucha.
¿Cuáles
son, entonces, los límites de acción de los sindicatos, y de las huelgas?
Carlos Marx; dio sobre esta cuestión una respuesta completa en su discusión con
Weston:
"En
efecto, los obreros, hecha abstracción de la servidumbre que supone todo el
sistema del salariado, no deben exagerar las consecuencias de estas luchas
cotidianas, no deben olvidar que luchan contra los efectos, pero no contra sus
causas; que no hacen más que retrasar el movimiento descendente, pero no varían
su dirección; que no hacen más que aplicar paliativos, pero no curar la
enfermedad. Por tanto, no deben gastar su energía exclusivamente en esta lucha
inevitable de guerrillas; lucha que provoca siempre los continuos ataques del
capital o las variaciones del mercado. Deben comprender que el sistema
actual, con todas las miserias que lleva aparejadas para ellos, produce al
mismo tiempo las condiciones materiales necesarias para la nueva edificación
económica. En vez de la solución conservadora: ‘Un salario justo por una
jornada de trabajo justa’, deben inscribir en su bandera las palabras
revolucionarias: ‘Abolición del sistema del trabajo asalariado’."
Hemos llegado aquí a uno de los puntos de empalme de la
doctrina de Marx sobre las huelgas. Hemos visto ya que Marx y Engels llaman a
las huelgas "guerra civil", "sublevaciones económicas",
"verdadera guerra civil", "guerra de guerrillas",
"escuela de guerra", "escaramuzas de vanguardia", hablaron
de las huelgas que ponen en peligro el régimen existente. Pero he aquí que Marx
dice ahora que la lucha económica es una lucha contra los efectos, y no contra
las causas, que es un paliativo y no el remedio de la enfermedad. ¿No hay aquí
una contradicción o una renuncia a sus ideas originales? No, ni una ni otra
cosa. Es que Marx tenía necesidad de luchar, en el problema de las huelgas,
contra la derecha y contra la izquierda. Entre los tradeunionistas ingleses se
difundía entonces la idea de que las huelgas son ineficaces para los obreros.
"Nosotros
consideramos -dijo uno de los dirigentes de las trade-uniones ante la comisión
real en 1876- que las huelgas son un torpe derroche de dinero, no solamente
para los obreros, sino también para los patronos."
Marx combatió vigorosamente las teorías burguesas según
las cuales las huelgas son un derroche estéril de dinero y de fuerzas,
demostrando la enorme importancia de las huelgas para la transformación del
proletariado en clase. Pero, por otro lado, en el seno de la Iª Internacional
comenzaron a difundirse ideas anarco-sindicalistas, conforme a las cuales las
huelgas económicas son el único medio de lucha. Por eso Marx planteó en forma
terminante la cuestión de encaminar la energía de las masas a la lucha contra
las causas de la explotación, por importante que fuese la lucha contra sus
efectos.
En la
carta a Bolte que hemos citado anteriormente, Marx indica cómo de aisladas
reivindicaciones económicas de los obreros, surge un movimiento político, es
decir, un movimiento de clase. Aquí, más que en cualquier otra parte, la
cantidad se transforma rápidamente en calidad. De toda la doctrina de Marx y
Engels, resalta que la huelga económica tiene una gran importancia política,
pero se trata precisamente de calcular el grado y el alcance de esa
importancia. Si la huelga económica reviste un carácter de estallido
espontáneo, no por eso pierde su importancia política. "La espontaneidad
es la forma original de la conciencia" (Lenin). La importancia política de
la huelga depende de las dimensiones y del alcance del movimiento. Si una
huelga, a pesar de tener amplias dimensiones, está encabezada por jefes que
desde su comienzo la encierran en un estrecho marco corporativo, embotan su
filo político, vacían su contenido fundamental y no podrá dar los resultados
políticos que podía haber dado. Por el contrario, si una huelga que tiene por
punto de partida reivindicaciones puramente económicas, es llevada desde su
comienzo por el cauce de su combinación con la lucha política, rinde el máximo
de efecto. Marx comprendía que la huelga económica es un arma seria en manos
del proletariado contra la burguesía, porque todo lo que ataca a los
capitalistas ataca al sistema capitalista, pero consideraba necesario señalar
que la lucha económica estrictamente limitada, "no puede cambiar la
dirección del desarrollo capitalista".
De esta
idea de Marx: una lucha puramente económica es una lucha contra el efecto y no
contra la causa, se intentó crear la teoría de que antes de la guerra, todas
las luchas económicas tenían un carácter defensivo y sólo con el comienzo de la
actual crisis general del capitalismo las huelgas tienen un carácter ofensivo.
Esta idea se encuentra en el documentado e interesante libro de Fritz David, La
bancarrota del reformismo, que contiene, sin embargo, algunas formulaciones
erróneas. Esta clasificación de huelgas económicas en defensivas y ofensivas es
falsa y políticamente dañina, porque no tiene en cuenta la vida real, y la
realidad nos demuestra que también antes de la guerra había huelgas ofensivas
(lucha por el aumento de los salarios, por la disminución de la jornada de
trabajo), y que actualmente tenemos también huelgas defensivas. Es erróneo
clasificar la ofensiva y la defensiva según el tiempo y no sobre la base de un
análisis de cada huelga concreta y de la actitud del sindicato y de los obreros
en la huelga de que se trate. Contra los efectos del capitalismo se puede
luchar tanto mediante la ofensiva como mediante la defensiva.
La opinión
de Marx debe ser puesta en relación con lo que dice en la Miseria de la
filosofía: "En esta lucha -verdadera guerra de guerrillas- se unifican y
desarrollan todos los elementos para una batalla futura. Alcanzado este nivel,
la coalición adquiere un carácter político." Después de citar este pasaje
de Miseria de la filosofía, Lenin escribe:
"Tenemos aquí ante nosotros el programa y la
táctica de la lucha económica y del movimiento sindical para varias décadas,
para todo el largo período de preparación de las fuerzas del proletariado para
los combates futuros."
Partiendo de la subordinación de la lucha económica a
la lucha política de la clase obrera, Marx sacaba la conclusión de que la
huelga es una de las formas más importantes y agudas de la lucha. Bakunin,
partiendo de la negación de la política, saca la conclusión de que la huelga es
la única forma de lucha. Lo que Bakunin esbozó, sus discípulos lo desarrollaron
en una teoría y táctica confusas, cuyas funestas consecuencias se han reflejado
y se siguen reflejando en una forma especialmente patente en el movimiento
obrero de los países latinos.
____________
(*) Tomado de D. Losovsky. Escritos sindicales. Marx y los sindicatos. 8. Marx y el movimiento
huelguístico. Editorial Guijalbo, Mexico 1969. - Akal Editor, Madrid 1978.
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