Acerca de Shólojov*
Konstantín Fedin
SI LA BIOGRAFÍA DEL ARTISTA sirve de
cauce principal de su visión del mundo, y esto es realmente así, a la vida de
Shólojov le ha cabido en suerte una de las corrientes más tumultuosas y
profundas que conoce la revolución social de Rusia. ¿En qué otra parte se
desencadenaron tempestades tan borrascosas como en la tierra cosaca? Las riberas
roqueñas del viejo género de vida eran capaces, al parecer, de resistir los
embates de las olas más impetuosas. Pero no obstante, la marejada de la nueva
vida venció también a las rocas.
Shólojov
era un muchacho cuando en el Don empezó a borbotar la guerra civil. Esta fue su
escuela y aguzó en él la voluntad de revolucionario y, al mismo tiempo, el don
de artista que le había otorgado la naturaleza.
En
este sentido, su suerte es una de las más inusitadas. A los dieciocho años
empieza ya a publicar, y dos años después ve la luz un libro suyo de
narraciones. Nuestra vieja generación recuerda cómo acogieron los lectores en
el periodo inicial la formación de la novelística soviética el primero tomo de El Don apacible. El autor tenía entonces
23 años. El eco despertado por la novela fue ruidoso, alegre, sorprendente y, a
veces, un tanto amenazador, ya que las profecías no han sido siempre
placenteras. “¿Qué espera el escritor en adelante?”, esta pregunta inquietaba a
todos. Los cinco años siguientes trajeron consigo una sorpresa tras otra, y
cada una de ellas confirmaba que la literatura soviética rusa poseía un nuevo
escritor de talento épico: tras la publicación de los tomos segundo y tercero
de la epopeya apareció el primer libro de Los
campos roturados.
Con
la salida de este libro se hizo evidente el amplio diapasón de las fuerzas
artísticas del escritor. El salto, que se requería de él para, después de
aplazar el trabajo en una novela, ponerse a escribir otra, no sólo consistía en
que abordaba un nuevo tema vital muy distinto del anterior, sino también que el
objeto de este tema eran los acontecimientos del día que fluían impetuosamente.
La historia de la guerra civil, que durante años se había apoderado de la
imaginación del artista, tenía que ceder el puesto a la lucha por la
colectivización de la agricultura de nuestro país, que se desarrollaba ante los
ojos del escritor. Shólojov resolvió con éxito su complicadísimo problema en
virtud de su contacto ininterrumpido con la vida, en virtud de su gran
conocimiento de los hombres del trabajo, con los que marcha al compás. Y, claro
está, el éxito fue logrado también gracias al brillante don poético de Mijaíl
Shólojov.
No
paso revista a sus trabajos, que son grandes por su importancia para el
desarrollo del arte de la palabra, tan apasionadamente querido por nuestra
literatura y tan atrayente para la inconmensurable masa de lectores. Sólo
quiero señalar dos cualidades peculiares de la prosa de Shólojov.
El
inmenso mérito del escritor reside en la valentía de sus obras. No ha soslayado
nunca las contradicciones propias de la vida, sea cual sea la época
representada por él. Sus libros muestran en toda su plenitud la lucha del
pasado y del presente. Recuerdo el juramento que León Tolstói se hizo a sí
mismo en la juventud, el juramento de no mentir hablando y de no mentir
callando. Shólojov no calla, escribe toda la verdad. No convierte la tragedia
en drama y del drama no hace lectura amena. No oculta las situaciones trágicas
en consoladores ramilletes de flores silvestres. Pero la fuerza de la verdad es
tan grande que la amargura de la vida, por muy horrible que sea, es superada
por el ansia de felicidad, por el deseo de conseguirla y por la alegría de
lograrla. Creo que es efectivamente así, puesto que no en vano hemos asimilado
la noción de tragedia optimista,
sabiendo muy bien que no es en absoluto un huero juego de palabras. Y,
percibiendo en toda su hondura el fondo trágico de un hecho u otro, mostrado
por el literato, cerramos su libro con una impresión luminosa. Así es, en
particular, el maravilloso tomo final del El
Don apacible.
Otra
peculiaridad cualitativa de la prosa de Shólojov es la fecunda continuidad de
la tradición nacional de la prosa épica rusa. Esto no significa marchar por los
caminos y senderos abiertos por nuestros predecesores clásicos. No, Shólojov ha
dado una prueba emocionalmente convincente de que el progreso en el arte se
logra por medio de la afinidad orgánica del escritor con la contemporaneidad.
Lo que llamamos contenido de la obra es inseparable del conjunto de opiniones
del escritor sobre su tiempo. Cuando tomamos un libro de Shólojov, tenemos en
las manos nuestro tiempo, matizado por las convicciones, las ideas y los
objetivos humanos de la época. El escritor toma lo más valioso de la
experiencia realista del pasado, cuando no contradice a la vida nueva y sirve
de terreno para su desarrollo. La experiencia de nuestros clásicos no es
extraña al realismo de la contemporaneidad, sino que se funde con él,
contribuyendo a crear las riquezas de la literatura del realismo socialista, de
la que Mijaíl Shólojov es un eximio maestro.
______________
(*) Mijaíl Aleksándrovich Shólojov,
nacido el 24 de mayo de 1905 en el jútor de Kruzhílino y fallecido el 21 de
febrero de 1984.
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