La Justificación del Uso de la Violencia
Revolucionaria: Un Análisis de las Organizaciones Guerrilleras Peruanas de las
Décadas de 1960 y 1980*
(Primera Parte)
Jan Lust
Resumen: Este artículo analiza la
justificación del uso de la violencia revolucionaria por las organizaciones
guerrilleras peruanas de las décadas de sesenta y de ochenta. Para una
evaluación integral de su legitimación, se presenta las principales ideas y
conceptos de Lenin, Castro, Guevara y Mao sobre la violencia revolucionaria y
se los compara con los documentos de las organizaciones políticas-militares de
estos años. Como estas organizaciones argumentaron que existía una situación
revolucionaria (o prerrevolucionaria) y por lo tanto la violencia
revolucionaria estaba justificada, se determina, en base de las condiciones
objetivas y subjetivas de Lenin, si realmente existía una situación
revolucionaria. Se concluye que la lucha armada en las décadas de sesenta y
ochenta no fue legitimada si aplicamos el concepto situación revolucionaria de
Lenin. Sin embargo, la realidad concreta de las décadas de sesenta y ochenta
hacían muy difícil desarrollar estas evaluaciones durante estos mismos años.
Reconozco que un análisis relativamente esquemático no sabe captar la
efervescencia política, también importante para la toma de decisiones
revolucionarias.
Palabras clave: Perú, MIR, ELN, PCP-SL, MRTA,
violencia revolucionaria, situación revolucionaria.
LA IZQUIERDA REVOLUCIONARIA PERUANA
tiene una historia marcada por el uso de la violencia política. Seis años
después de la Revolución Cubana, guerrilleros del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) y del Ejército de Liberación Nacional (ELN) iniciaron la
lucha armada. Fueron vencidos en enero de 1966, después de siete meses de
lucha.
En
1980, con el retorno de la democracia tras una dictadura militar de 12 años, el
Partido Comunista del Perú – Por el luminoso sendero de José Carlos Mariátegui
(PCP-SL) inició su guerrilla que duró, según la organización, hasta el 1993 (un
año después de la captura de sus principales líderes). En 1982, el Movimiento
Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) empezó con sus acciones armadas. Aunque en
1996 el MRTA obtuvo fama mundial cuando ocupó la residencia del embajador
japonés en la capital del Perú Lima, sin embargo, en 1992, la organización ya
había entrado en un proceso de desarticulación cuando fue capturado su
comandante Víctor Polay.
Los
guerrilleros de las décadas de sesenta y ochenta se basaron en los pensamientos
de Lenin, Fidel Castro, Ernesto Guevara y Mao para justificar el uso de la violencia
revolucionaria. Aunque no se puede comparar la situación política y económica
en el Perú de la década de sesenta con la situación al final de la década de
setenta y a principios de los años ochenta, es interesante observar que la
izquierda revolucionaria armada en el Perú utilizó, en términos generales, las
mismas razones y las mismas categorías políticas y económicas para justificar
el uso de la violencia revolucionaria.
El
propósito de este artículo es analizar la justificación del uso de la violencia
revolucionaria por el MIR, el ELN, el PCP-SL y el MRTA. Con el fin de elaborar
una evaluación completa de su legitimación, consideramos necesario (i) indagar
en los principales puntos de vista de Lenin, Castro, Guevara y Mao sobre la
violencia revolucionaria; (ii) comparar estos puntos de visto con los
documentos de las mencionadas organizaciones políticas-militares; y (iii)
determinar si existía una situación revolucionaria en el país, como
argumentaron estas organizaciones, que podría justificar el uso de la violencia
revolucionaria.
Este
artículo está estructurado en 6 secciones. En la sección 1 exponemos los
principales puntos de vista teóricos marxistas que formaron la base para la
justificación del uso de la violencia revolucionaria por parte de las
organizaciones guerrilleras peruanas. Secciones 2 y 3 presentan los puntos de
visto del MIR, del ELN, del PCP-SL y del MRTA sobre el uso de la violencia
revolucionaria. Secciones 4 y 5 tratan de determinar si en las décadas de
sesenta, setenta y ochenta había o no había una situación revolucionaria en el
país. En la sección 6 presentamos nuestras conclusiones.
1.
El sustento teórico para el uso de la violencia revolucionaria
Las discusiones sobre el uso de la
violencia para avanzar en un proceso hacia la destrucción del sistema
capitalista y para instalar el socialismo o, en otras palabras, sobre el uso de
la violencia revolucionaria, nunca han sido debates teóricos abstractos. Las
organizaciones políticas revolucionarias que utilizaron la violencia
revolucionaria se basaron en el desarrollo político, económico y social de sus
países. Sin embargo, para legitimar el uso de la violencia revolucionaria la
guerrilla peruana se ha sustentado, principalmente, en las ideas y conceptos de
Lenin, Mao, Guevara y Castro.
El
análisis de la situación en el país determinaba si era no era necesario usar la
violencia revolucionaria para la toma del poder. Es decir, el uso de la
violencia revolucionaria está justificado cuando existe una situación
revolucionaria. Según Lenin, una situación revolucionaria tiene “tres síntomas
principales” (Lenin, 1977: 310). El primero es “cuando es imposible para las
clases gobernantes mantener su dominación sin ningún cambio […] Para que
estalle la revolución no basta, por lo general, que “los de abajo no quieran”
(Lenin, 1977: 310) vivir como antes, sino que también es necesario que “los de
arriba no puedan vivir” como hasta entonces” (Lenin, 1977: 310). El segundo
síntoma es “cuando los sufrimientos y las necesidades de las clases oprimidas
se han hecho más agudos que habitualmente” (Lenin, 1977: 310), y la tercera es
“cuando, como consecuencia de las causas mencionadas, hay una considerable
intensificación de la actividad de las masas, las cuales en tiempos “pacíficos”
se dejan expoliar sin quejas, pero que en tiempos agitadas son compelidas”
(1977: 310).
Para
que una situación revolucionaria pueda llevarse a una revolución, a las
condiciones objetivas mencionadas tienen que juntarse las condiciones subjetivas;
es decir, “la habilidad de la clase revolucionaria para realizar acciones
revolucionarias de masas suficientemente fuertes como para destruir (o
dislocar) el viejo gobierno, que jamás, ni siquiera en las épocas de crisis
“caerá” si no se lo “hace caer” (Lenin, 1977: 310).
Como
Lenin, también Castro (1966a; 1966c) se ha referido a ciertas condiciones
objetivas y subjetivas con relación a una situación o proceso revolucionario.
Sin embargo, estas condiciones no tenían nada que ver con la concepción
leninista. Como decía Hart Dávalos, uno de los líderes del Movimiento de 26 de
Julio de Cuba,
En algunas oportunidades se ha
confundido nuestra afirmación de que hay condiciones con la concepción
leninista de situación revolucionaria. Cuando hablamos de condiciones no nos
estamos refiriendo a lo que en el criterio estricto de Lenin se señalaba como
situación revolucionaria. Si nos atenemos a lo que Lenin llamó situación
revolucionaria, podríamos concluir que no existe tal situación en el
continente. Ahora bien, en América Latina hay condiciones económicas, sociales
y políticas para crear, con el desarrollo de la guerra popular, situaciones
revolucionarias (1967: 10).
Lenin consideraba que el camino hacia
el socialismo era violento. En su “Programa de la revolución proletaria”
argumentaba que las “guerras de clases” eran necesarias “para alcanzar ese
bello porvenir”. Según el líder de la Revolución Rusa,
Una clase oprimida que no aspirase a
aprender el manejo de las armas, a tener armas, esa clase oprimida sólo
merecería que se la tratara como a los esclavos. Nosotros, si no queremos
convertirnos en pacifistas burgueses o en oportunistas, no podemos olvidar que
vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay ni puede haber otra salida
que la lucha de clases. En toda sociedad de clases –ya se funde en la
esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora, en el trabajo asalariado–, la
clase opresora, está armada. No sólo el ejército regular moderno, sino también
la milicia actual –incluso en las repúblicas burguesas más democráticas–, como,
por ejemplo en Suiza– representan el armamento de la burguesía contra el
proletariado (1961: 801-802).
La guerra revolucionaria debe confluir
con las aspiraciones de las masas oprimidas. Según Mao, si los objetivos
políticos de la guerrilla “no coinciden con las aspiraciones de la gente” (Tse
Tung, 2007: 43-44), no se pueda ganar su simpatía, su cooperación y su apoyo.
La guerra de guerrillas “se deriva de las masas y se apoya en ellos” (Tse Tung,
2007: 43-44). Además, la guerrilla no “puede existir ni prosperar si se separa”
de las “simpatías y cooperación” del pueblo. En relación con eso, Alberto Bayo
(2005), el entrenador militar español de la guerrilla liderada por Castro,
consideraba que la guerrilla siempre será derrotada cuando se levanta contra un
gobierno que no es enemigo del pueblo o cuando no es una dictadura. También
Castro pensaba que en democracia no se debe usar la violencia revolucionaria.
En su discurso en la conmemoración del noveno aniversario del asalto al palacio
presidencial el 13 de marzo de 1966, decía “que cuando en un país todas las
vías no están cerradas –como ocurre en la inmensa mayoría de los pueblos de
América Latina– la lucha armada revolucionaria no se pone a la orden del día” (1966b).
Guevara, sin embargo, no descartaba que también en democracia se pueda usar la
violencia revolucionaria. Decía que el combate podría empezar cuando se ha
agotado “los medios pacíficos” (1977a: 71; 1977b: 229) de lograr la liberación
del pueblo.
La
discusión en círculos marxistas sobre el momento del inicio de la guerra de
guerrillas o del uso de la violencia revolucionaria para instalar el socialismo
fue enriquecida por el debate sobre las calidades de la guerrilla. Según
Guevara (1962), la lucha armada funcionaría como un catalizador que podría
hacer “nacer una conciencia” […] de la necesidad de un cambio en una situación
social dada y a la certeza de la posibilidad de ese cambio”, es decir, la
conciencia necesaria para desarrollar la revolución. En 1966, Castro decía que
No hay mejor maestro de las masas
que la misma revolución, no hay mejor motor de las revoluciones que la lucha de
clases, la lucha de las masas contra sus explotadores. Y fue la propia
Revolución, el propio proceso revolucionario quien fue creando la conciencia
revolucionaria. […] No hay mejor maestro de las masas que la misma revolución,
no hay mejor motor de las revoluciones que la lucha de clases, la lucha de las
masas contra sus explotadores. Y fue la propia Revolución, el propio proceso
revolucionario quien fue creando la conciencia revolucionaria. […] Y el
verdadero revolucionario no espera que esos llamados factores subjetivos se den
de una manera cabal (1966c).
2.
El MIR y el ELN de la década de sesenta
En la década de sesenta dos
organizaciones guerrilleras han desarrollado la lucha armada en el Perú. La
lucha guerrillera empezó el 9 de junio de 1965 con las acciones del MIR
liderado por Luis de la Puente y terminó en una derrota en enero de 1966. En
septiembre de 1965 el ELN inició sus acciones militares. Ya en diciembre de
1965 la organización fue diezmada. El ELN tenía como comandante a Héctor Béjar.
A continuación, presentamos los puntos de vista del MIR y del ELN respecto a
las razones para usar la violencia como instrumento para la toma del poder.
MIR
El MIR fue una organización que surgió
del partido Alianza Popular
Revolucionaria Americana (APRA). La derechización del APRA, por un lado, y
la Revolución Cubana, por otro lado, motivó a un grupo de apristas fundar una
nueva organización, APRA Rebelde. El APRA Rebelde, sin embargo, fue precedido
por el Comité Aprista de Defensa de los Principios Doctrinarios de la
Democracia Interna que quería detener el proceso de la derechización del APRA.
Bajo la influencia de la Revolución Cubana y la marxistización de la
organización misma, pronto dejó todas las viejas posiciones apristas. Aunque el
MIR se basó en el marxismo-leninismo, no fue una organización “maoísta”1.
El
MIR intentó construir seis frentes guerrilleros, sin embargo, solamente tres de
ellos habían funcionado como frentes guerrilleros. El 9 de junio de 1965 la
unidad guerrillera Túpac Amaru, liderada por Guillermo Lobatón, empezó con sus
primeras acciones en el departamento de Junín. Asaltaron una mina y una posta
policial, volaron un puente y atacaron una hacienda. En el departamento de
Cuzco se encontraba el cuartel general de la guerrilla. La unidad guerrillera
que actuó allí, Pachacútec, fue dirigida por De la Puente. En el departamento
de Piura había el tercer frente guerrillero, Manco Cápac. Este lo dirigieron
Gonzalo Fernández y Elio Portocarrero. Como secretario general del MIR, De la
Puente tuvo la dirección general sobre las acciones guerrilleras.
El
MIR consideraba la lucha armada como el único medio que podía privar a la clase
dirigente de su poder. Además, era esencial para el establecimiento del
socialismo. Como decía De la Puente, “sin capturar el poder, sin llegar al
gobierno revolucionariamente, no es posible transformar las infraestructuras de
la sociedad” (1980: 97).
La
organización llegó a la conclusión que el camino hacia el socialismo no puede
ser otro que violento. El MIR señalaba:
[…] es un engaño equivalente a una
traición, crear paralelamente ilusiones en cuanto a las posibilidades de un
paso pacífico al socialismo. En estos países la revolución tiene que ser
violenta. Y no podrá ser de otra manera porque en ninguna parte las
contradicciones son más antagónicas. En ninguna parte tampoco las oligarquías y
el imperialismo están más amenazados de muerte, lo que los lleva a las más
feroces intransigencias. […] Decíamos alguna vez que si el pueblo del Perú en
una campaña gigantesca y millonaria hubiera conocido y creído las plataformas
de los distintos grupos de izquierda y hubiera votado mayoritariamente por
revolucionarios; decíamos, que aún en ese caso hipotético, los problemas del
Perú no hubieron podido ser encarados ni menos resueltos. [...] Es que el poder
político es expresión del poder económico, contando con la garantía de la
fuerza armada. El sistema imperante está perfectamente acondicionado con
métodos, medios e instituciones, que sirven únicamente para defender los
intereses de la minoría privilegiada. Es ilusorio, ingenuo, infantil pensar que
la oligarquía y el imperialismo se van a dejar arrancar el poder real con sonrisas
en los labios, pactos, componendas o nobles invocaciones2 (1971: 2,
14).
La izquierda fue culpable de que aún
el pueblo tuviera confianza en el camino electoral. El MIR escribió que “si el
pueblo participa –en las elecciones-, no es porque el pueblo crea en ellas. El
pueblo participa porque hasta ahora no se le ha abierta otro camino” (1973: 8).
Un
análisis de las condiciones objetivas no fue necesario porque, según De la
Puente, “ellas no solo están maduras, sino que lo han estado siempre. No creo
que haya un país en América Latina, que presente las condiciones infra y
supraestructurales, tan injustas, tan carcomidas, tan arcaicas como las
nuestras” (1973: 8). Las condiciones subjetivas se desarrollarían durante la
guerrilla. MIR: “La guerra irá creando las condiciones que faltan. [...] Una
guerra de esta naturaleza, desencadenadora de todas las potencias heroicas de
las masas, no necesita inevitablemente de tan mezquinos recursos para ir
creando las condiciones revolucionarias. Si algunas faltan, ella misma las irá
creando en el camino” (1973: 5).
El
MIR llevó a cabo su lucha guerrillera cuando en el Perú había un gobierno
“democráticamente” elegido. Esto, según Lobatón, el número 2 del MIR, no tenía
ninguna influencia sobre la validez de la lucha guerrillera. Él escribió:
4ta. Enseñanza: Dadas las
condiciones materiales se puede desencadenar la revolución violenta en
cualquier momento; las condiciones subjetivas se van creando en el curso de la
misma lucha. El Che Guevara señala una limitación: solo sería posible
desencadenar con éxito la guerra de guerrillas cuando una dictadura militar
haya cerrado todas las salidas democráticas en un país. Conviniendo en que esta
es, naturalmente, la época más indicada, nosotros no descartamos de antemano
toda posibilidad en alguna otra época. Por el contrario, estamos persuadidos de
que las mismas guerrillas pueden contribuir a desvelar definitivamente el
carácter de los regímenes pseudodemocráticos, delimitar con toda claridad los
campos enemigos, y obligar a la reacción a vestir su auténtica vestidura: la
dictadura militar (Lobatón y Eluau: S.F: 42).
ELN
El ELN fue fundado en septiembre de
1962. Surgió del deseo de jóvenes peruanos por seguir el ejemplo de la
Revolución Cubana. Eran personas que habían salido por voluntad propia o que
fueron expulsados del PCP. También había estudiantes becados por el gobierno
cubano que, impresionados por los éxitos de su revolución, se motivaron para
organizar la guerrilla. También había gente que vino de otras organizaciones.
El
desarrollo del ELN ha pasado por tres fases. El primer período es desde la
salida en 1961 de algunos peruanos a Cuba con el objetivo de prepararse para la
lucha armada hasta la primera derrota del ELN en mayo de 1963 en la ciudad de
Puerto Maldonado. El proceso de reestructuración que se inició y culminó
posteriormente en la creación del frente guerrillero Javier Heraud, en el departamento
de Ayacucho en septiembre 1965, fue la segunda etapa. La tercera fase comenzó
después de la derrota de la guerrilla en diciembre de 1965. Este último periodo
está centrado principalmente en el intento de crear un nuevo foco guerrillero
en el departamento de Puno, y estaba en relación directa con la guerrilla
boliviana dirigida por el Che Guevara en los años 1966 y 1967.
El
ELN consideraba que “a la violencia ejercitada criminalmente y a diario por la
oligarquía y el imperialismo debemos oponer la lucha armada del pueblo como
único medio para tomar el poder e instaurar un régimen popular y socialista que
ponga fin a la explotación del hombre por el hombre” (1965: 8). Según la organización,
“preconizando vías pacíficas en un país que como el nuestro es aherrojado por
una oligarquía económica y militarmente poderosa, habituada a ejercer la
tiranía, el despotismo y el golpismo.” En 1968 Béjar escribió:
En otras palabras, hay que decirle
claramente al pueblo, que con elecciones -del año 1969- no se conquista el
poder y que hacer de la recolección de votos, el objetivo fundamental no pasa
de ser una tarea divisionista e ilusoria. No creo que la constitución de una
fuerza política capaz de enfrentarse a los partidos de la burguesía sea, de por
sí, un hecho negativo. Lo negativo es reemplazar la lucha política
revolucionaria por la lucha electoral. Hay que distinguir entre el éxito
inmediato y los principios. Ganar amigos, conquistar varias decenas de miles de
votos para una candidatura de izquierda puede ser, efectivamente, un éxito.
Pero suele ser un fracaso a largo plazo, una derrota de los principios frente a
las limitaciones de una lucha circunscrita de antemano a un plano “legal” que
es ilusorio y mentiroso para un pueblo que, como el nuestro, ha sido arrojado a
la ilegalidad permanente. Quienes se lanzan entusiasmados a la construcción de
una gran maquinaria electoral se niegan a reconocer que la tolerancia del poder
oligárquico hacia la actividad electoral de la izquierda, está íntimamente
ligada a la estabilidad del sistema en su conjunto, a su perdurabilidad; en la
medida en que participemos en el juego y obtengamos pequeñas ventajas,
contribuiremos al fortalecimiento de un régimen político que es, precisamente,
el que debemos destruir (1968: 2).
EL ELN fue de opinión, como el MIR, que
era posible crear las condiciones subjetivas faltantes para llevar a cabo la
revolución. El comienzo de la lucha guerrillera durante un gobierno
“democrático” fue justificado por el ELN en su primer manifiesto, publicado
después del comienzo de sus acciones:
Desde que Belaúnde asumió la
presidencia de la República, ningún cambio fundamental se ha producido en la
situación desesperante de nuestro país y nuestro pueblo. […] Vivimos los
momentos más cruciales de nuestra historia, las clases dominantes han impuesto
la violencia total. Belaúnde sometido a los partidos conocidos por su política
de ferocidad contra el pueblo, ha traicionado la independencia de nuestra
soberanía nacional al haberse cobijado también, bajo las brutales garras del
Departamento de Estado yanqui. El saqueo y la explotación inmisericorde de
nuestro país no para, más aún, ello continúa. El pueblo reclama y dice: ¡Basta
ya de saqueos y explotación! Siguiendo las tradiciones revolucionarias, que nos
legaron Túpac Amaru, Pumacahua y otros abanderados, para desalojar a la
ocupación colonial, hacemos nuestros los postulados de Liberación Nacional y la
necesidad de crear su brazo armado (1967: 188-189).
3.
El PCP-SL y el MRTA de la década de ochenta
En las décadas de setenta y ochenta
dos organizaciones guerrilleras han desarrollado la lucha armada en el Perú. El
PCP-SL inició su guerra popular el 17 de mayo de 1980, en la víspera de las
elecciones presidenciales, con la quema de las ánforas y las cédulas de
votación en el pueblo Chusci (departamento de Ayacucho). El MRTA inició
oficialmente sus acciones en 1984. Ambas organizaciones fueron golpeadas
fuertemente con la detención de sus líderes en 1992. Abimael Guzmán fue el
líder de PCP-SL y Víctor Polay el comandante del MRTA. A continuación,
presentamos los puntos de vista del PCP-SL y del MRTA respecto a las razones
para usar la violencia como medio para que el pueblo peruano llega al poder.
El
PCP-SL
El PCP-SL es el resultado de varias
divisiones. En 1964 el Partido Comunista Peruano (PCP) se dividió en un partido
que se orientaba a la Unión Soviética (Partido Comunista Peruano-Unidad) y otro
a la República Popular de China (Partido Comunista del Perú-Bandera Roja). En
el transcurso de la década de sesenta, el PCP-Bandera Roja se dividió en tres
partidos: PCP-Bandera Roja, PCPPatria Roja y PCP-SL.
En
1980, el PCP-SL comenzó una guerra de guerrillas contra el Estado y el capital.
Su base principal era el departamento de Ayacucho. A mediados de la década de
1980 se creía que el PCP-SL tenía alrededor de 2.000 a 7.000 militantes
(Wickham-Crowley, 1992: 212).
El
PCP-SL caracterizó el país como semi-feudal y semi-colonial. Por tal razón, la
organización pensó que se necesitaba como primera fase de la revolución peruana
una revolución nacional-democrática (Guzmán, 1974). Para que esta evolución
pudiera tener éxito, debería estar dirigida por el partido comunista. La
historia había demostrado, además, que esto era solamente posible mediante la
lucha armada. De ahí que la principal tarea de la revolución en el Perú era
iniciar la lucha armada (PCP-SL, 1979).
EL
PCP-SL (1979) consideraba la situación en el país como una situación
revolucionaria. Refiriéndose a Mao, la organización creía que en el Perú
siempre estaba existiendo una situación revolucionaria. PCP-SL:
Pero,
además, el Presidente Mao Tse Tung ha establecido una brillante distinción
entre situación revolucionaria en desarrollo y situación revolucionaria
estacionaria, como puede verse en el punto 3 del capítulo II de su obra “Por
qué puede existir el poder rojo en China?” El Presidente Mao parte de que en un
país semifeudal y semicolonial, como es el nuestro, siempre existe situación
revolucionaria, o situación objetiva, como él llama, para el desarrollo de la
lucha armada pero que ésta se da en dos formas: 1) situación revolucionaria
estacionaria y 2) situación revolucionaria en desarrollo. Más aún, analizando
sus planteamientos, podemos decir que una situación revolucionaria estacionaria
puede ser convertida en situación revolucionaria en desarrollo por acción de
las condiciones subjetivas sobre la situación objetiva; esto es muy importante
de tener presente. Además hay que diferenciar el desarrollo desigual de la
situación revolucionaria y tener en cuenta que ésta incluso puede darse en una
región y que la propia acción revolucionaria puede generalizarla a todo el país
y que, además, la lucha armada puede iniciarse en medio de un repliegue general
de la revolución como lo prueba el levantamiento de la cosecha de otoño, de
agosto 1927 en China (1979).
Aparte de referirse a Mao, también se
refería a las condiciones objetivas y subjetivas de Lenin. Según el partido,
las condiciones objetivas se cumplieron en el país. PCP-SL:
¿Puede
decirse que tales condiciones no se dan en la actualidad en nuestro país,
incluso desde hace muchos años? Es evidente que todas estas condiciones se dan
en la sociedad peruana y, más aún, que tales condiciones en los últimos años
han entrado en un proceso de profundo agravamiento; necesita demostrarse esto?
necesita demostrarse que las “nueve décimas partes” especialmente el
campesinado peruano, está sujeto a una creciente opresión y explotación?,
necesita demostrarse que cada día más se agudiza la explotación y opresión del
proletariado peruano?, necesita demostrarse el hambre, la miseria, la ausencia
de derechos y los ultrajes al pueblo peruano? Todo esto es tan evidente que
nadie lo puede negar y, más aún, para no ir más atrás, todo esto se ha agravado
desde el año 68, desde la toma del Poder por el presente régimen y se ha
agudizado hasta devenir en la insostenible situación que vivimos hoy, desde el
año 75. ¿Alguien puede negar esta realidad que padece nuestra patria? Nadie.
Nadie que se sujete al más elemental análisis objetivo de nuestra realidad
(1979).
Según el PCP-SL, “Lenin definió lo que
es una situación revolucionaria, lo que son condiciones objetivas de la
revolución y las sintetizó en dos: 1) que los de abajo no quieran seguir
viviendo como antes y 2) que los de arriba no puedan seguir administrando y
gobernando como hasta entonces; estas dos condiciones son las que generan las
movilizaciones de las masas, sus luchas y entre ellas el movimiento
huelguístico del proletariado. No es, pues, que la movilización de las masas
genere la situación revolucionaria si no al revés; la situación revolucionaria,
o sea las condiciones objetivas de la revolución son la causa de las
movilizaciones y éstas son su efecto” (1979). Y porque “la situación
revolucionaria genera una crisis política en la base misma del Estado […] no es
factible “una salida reformista de la situación” (1979). No son factibles
parches ni remiendos, sino que sólo cabe una salida revolucionaria. En el
documento “Desarrollemos la guerra de guerrillas”, el PCP-SL definió la
situación revolucionaria como “los de arriba no pueden seguir mandando como
ayer y los de abajo no quieren seguir viviendo como hasta hoy” (1982). Las
condiciones subjetivas tenían que ver con “la clase y los instrumentos capaces
de convertir la situación revolucionaria en violencia revolucionaria, lo que en
nuestro país implica lucha armada, frente único, Partido que maneje a ambos,
proletariado capaz de dirigir y cumplir su papel de clase dirigente y un
campesinado capaz de levantarse en armas.”
En
base de estas conceptualizaciones el partido consideraba que existía una
situación revolucionaria en el país. PCP-SL:
Si analizamos, por muy someramente
que sea, pero a la luz del marxismoleninismo-pensamiento Mao Tse Tung, la
situación objetiva, las condiciones objetivas del país, la situación de los de
arriba que ya no pueden seguir gobernando ni administrando como lo hacían, y la
situación de los de abajo que ya no pueden ni quieren seguir viviendo como
hasta hoy y la creciente protesta popular, no podemos menos que concluir: en
nuestro país existe situación revolucionaria en desarrollo y éste es el punto
de partida para determinar toda política, estrategia y táctica que sirvan al
proletariado, al pueblo y a la revolución. Y una situación así no puede ser
base nunca para centrar la actividad política del pueblo en procesos
electorales pues éstos, en circunstancias como las que vivimos, lo desorientan
de su camino revolucionario (1979).
Aparte de la existencia de una
situación revolucionaria, había otras razones para las cuales el PCP-SL
consideraba el uso de la violencia revolucionaria legítimo. En primer lugar,
pensaba que solamente a través del uso de las armas se podría llegar al poder.
Además, el mundo estaba viviendo “la ofensiva estratégica de la revolución
mundial, vivimos el barrimiento del imperialismo y la reacción de la faz de la
Tierra en los próximos 50 a 100 años” y la sociedad estaba “marchándose a una
sociedad militarizada” (Guzmán Reinoso y Yparraguirre Revoredo, 2014: 250).
Entonces, “militarizando el Partido plasmamos un paso hacia la militarización
de la sociedad que es la perspectiva estratégica para garantizar la dictadura
del proletariado” (PCP-SL, 1988).
El
MRTA
El MRTA fue fundado en 1982. Aunque la
organización comenzó a operar oficial y públicamente en 1984, en el periodo
1982-1984 ejecutó diferentes acciones y organizó sus militantes política y
militarmente.
La
organización habría contado con 1.000 a 10.000 militantes (Sterr, 1997; Strong,
1992; Polay, 2007). Cuando en 1992 Víctor Polay fue capturado, las acciones de
la organización disminuyeron drásticamente.
El
objetivo del MRTA fue “la captura del poder y la construcción del socialismo”
(1988: 38). Con el fin de tomar el poder, las fuerzas políticas-militares
tuvieron que ser construidas. Esto, de acuerdo con el MRTA (1988), sólo era
posible a través de la guerra revolucionaria.
La
lucha armada fue considerada como el principal elemento de la estrategia. “La
guerra”, como escribe el MRTA, “es la única forma de ir constituyendo, en la
lucha misma, la fuerza político-militar del pueblo y volcar la correlación de
fuerzas entre las clases”. Sin embargo, no descartó otras formas de lucha
(MRTA, 1988: 40-41).
Al
comienzo de la década de ochenta, el MRTA definió la situación política en el
Perú como una situación prerrevolucionaria. En “Nuestra Posición”, un documento
publicado en 1981 por los precursores del MRTA, se puede leer lo siguiente:
Estamos
en la antesala del recrudecimiento de los factores objetivos que signaron el
periodo pre-revolucionario. Nuestra impotencia como izquierda nos llevó a su
desaprovechamiento y a que las clases dominantes impusieron su opción
electoral. Esta perspectiva nos indica que aparte de la construcción del
destacamento de vanguardia, se requiere en este periodo iniciar la acumulación
de la fuerza militar como instrumento inherente en la lucha por el poder.
(MRTA, 1990: 27)
El MRTA no definió lo que es una
situación revolucionaria sino proporcionó una descripción general de los elementos
que llevó el MRTA a concluir que existe una situación prerrevolucionaria en el
país. En el documento “El MRTA y las tareas en el periodo pre-revolucionario”
del segundo Comité Central de febrero de 1985, la organización mencionó algunos
elementos “por los que sustentamos el periodo pre-revolucionario”. Enumeraba
factores internacionales como “la crisis más profunda del capitalismo”, “la
persistencia de la crisis y el estancamiento y/o retroceso en algunos casos de
las economías” en América Latina, “la proletarización de las masas campesinas y
de la pequeña burguesía funcionaria, creando favorables condiciones para una
alianza entre estas clases”, “la consolidación de la revolución cubana y los
avances de Nicaragua”, y “la profundización del ascenso de masas y el
fortalecimiento de la lucha anti-dictatorial y democrática en el cono sur”.
Cuando se refirió al Perú mencionó, en términos generales, “una crisis profunda
de las clases dominantes”, “no existe capacidad dirigente entendida como una
clase o sector con proyecto alternativo”, “la burguesía está incapacitada para
resolver los problemas fundamentales para el desarrollo del país”, la “clase
obrera y masas populares que vienen demostrando sus cualidades tanto combativas
como importantes experiencias de conducción del poder popular en los frentes de
defensa”, y el “descontento de las llamadas capas intermedias también se
produce en estos periodos y la burguesía se encuentra incapacitada para seguir
manejando estos sectores” (MRTA, 1990: 69-70).
La
primera reunión del Comité Central en enero de 1984 consideraba que las
condiciones objetivas de la revolución se aceleraban (MRTA, 1990: 54). En su
segunda reunión la organización confirmó que “la situación económica y política
ha empeorado para las masas. Se ratifica en consecuencia la validez y la
vigencia del periodo pre-revolucionario prolongado y que la forma de acumular
fuerzas es mediante la lucha armada de manera prioritaria” (MRTA, 1990: 47). El
MRTA (1990) debería contribuir a que la situación prerrevolucionaria se
transformaba en una situación revolucionaria.
En
el período prerrevolucionario era necesario que se acumulara las fuerzas
revolucionarias. MRTA: “El avanzar en el terreno estratégico implica la
incorporación del pueblo al proceso de guerra que vive el país. Es decir,
organizar la violencia revolucionaria de masas” (1990: 69). Además, decía que
“en un periodo pre-revolucionario la tarea de los revolucionarios es madurar
este período hacia una situación revolucionaria. En nuestro país sólo es
posible mediante la lucha armada. En esa perspectiva lo fundamental de nuestra
actividad debe estar centralizada en el desarrollo de la lucha
político-militar” (1990: 69).
La
principal razón para el uso de la violencia revolucionaria fue la situación
prerrevolucionaria. Sin embargo, en relación con esta situación había otras
razones. En primer lugar, se consideraba que los medios legales para la lucha
revolucionaria estaban agotándose (MRTA, 1990). En segundo lugar, el gobierno
de Beláunde había pérdida legitimidad (MRTA, 1990). Tercero, el desarrollo de
la lucha armada podría generar una conciencia revolucionaria (MRTA, 1990), y en
cuarto lugar la organización pensaba que para la toma del poder se debe
organizar la violencia revolucionaria (MRTA, 1990). La militarización del país
al comienzo de la década de ochenta (Polay, 2007) fue la quinta razón. Como
decía el MRTA “El actual clima de violencia represiva tiene que ser enfrentado.
No es posible que la policía siga ensañándose impunemente con la población
indefensa” (1990: 57).
___________
(*) Jan Lust, (Perú). Universidad
Ricardo Palma janlust@ymail.com.
(1) Ver Lust (2013) sobre la lucha
revolucionaria en la década de sesenta.
(2) Ver la similitud con un discurso
de Castro (1967: 168): “Se quejan que los burgueses y los oligarcas los
aplasten con sus campañas, como si esa fuera cosa de sorprender a nadie. Lo
primero que tiene que comprender un revolucionario es que las clases dominantes
han organizado el Estado de manera de poder mantenerlo por todos los medios. Y
se valen no sólo de las armas, se valen no sólo de las armas físicas, no sólo
de fusiles, sino se valen de todos los instrumentos para influir, para engañar,
para confundir. Y los que creen que les van a ganar en unas elecciones a los
imperialistas no son más que unos ingenuos; y los que creen que incluso el día
que ganan unas elecciones los van a dejar tomar posesión, no son más que unos
superingenuos”.
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