viernes, 1 de febrero de 2019

Filosofía


Relación Entre Objeto y Sujeto*

A. Vostrikov

EL PROBLEMA DEL OBJETO Y DEL SUJETO, de lo objetivo y de lo subjetivo, es en esencia el mismo de la materia y la conciencia, solo que tomado en otro sentido. Sin embargo, requiere un estudio especial, ya que la cuestión consiste en que la relación entre objeto y sujeto tiene una serie de aspectos específicos que se enfocan de distinta manera en nuestra literatura filosófica. Por lo general se considera como objeto lo que existe fuera e independientemente de la conciencia, es decir, la realidad objetiva, la materia; y como sujeto, al hombre que conoce. Todo lo que arranca del objeto se llama objetivo y lo que pertenece al sujeto, subjetivo. Esto es verdad solo en sus rasgos generales. Si se estudia con más atención el problema de la correlación de objeto y sujeto se evidencian aspectos que no encuadran de ningún modo en los marcos de las ideas comunes sobre esa cuestión.

        Ante todo, podrá ponerse un signo igual entre lo objetivo y lo material, entre lo subjetivo y lo ideal, como a menudo se hace? Creemos que no puede hablarse de una total coincidencia de lo objetivo con lo material, y de lo subjetivo con lo ideal en todas las circunstancias. Si tomamos la definición de materia, en este sentido coinciden plenamente los conceptos de lo objetivo con lo material. Pero el concepto de lo objetivo se emplea en otros sentidos, donde lo objetivo no puede considerarse como material. Por ejemplo, las representaciones y conceptos del hombre, las leyes de la ciencia, al ser un reflejo del mundo objetivo tienen un contenido y significado objetivos. Pero ni las representaciones, ni los conceptos, ni las leyes de la ciencia son materiales, porque solo existen en la conciencia del hombre como imágenes o fotografías del mundo exterior y por eso se refieren no a los fenómenos materiales, sino a los ideales. De aquí se desprende que si todo lo material es objetivo, no todo lo objetivo es material. Lo material es aquello que existe fuera de la conciencia e independientemente de ella. Y todo lo que de un modo u otro existe en nuestra conciencia, es reflejo del mundo material y constituye lo ideal.

        Pero si en nuestra conciencia hay un contenido objetivo, que no depende del sujeto, por consiguiente la conciencia, como reflejo ideal de lo material, no puede ser reducida a lo subjetivo ni confundirse con él. La conciencia, o lo ideal, es la unidad entre lo subjetivo y lo objetivo. Su fuente es la realidad objetiva y todo lo que proviene del mundo material existente fuera de nosotros forma el contenido objetivo de la conciencia. Al mismo tiempo, ese contenido de la conciencia no es la realidad objetiva misma, la materia, sino apenas su reflejo por el sujeto, es decir, existe en la mente del hombre en forma de imagen subjetiva del mundo objetivo. Por eso lo ideal, considerado como lo material transformado por el sujeto, contiene, además del contenido objetivo que proviene de fuera, del mundo exterior, todo lo que proviene del sujeto mismo. Son sus determinados sentimientos, vivencias, emociones, objetivos, la autoconciencia, que quedan orgánicamente comprendidos en la conciencia del hombre como sus elementos inseparables. La subjetividad de la conciencia, de lo ideal, implica que la conciencia, pertenece a un determinado sujeto, al hombre, el cual refleja el mundo objetivo no pasivamente, no de modo indiferente, sino activa, dinámica y adecuadamente, cuando todo este reflejo se vive en cierto modo por el sujeto, se vincula de modo especial a sus sentimientos y pensamientos.

        Desde luego, todo lo que viene del sujeto, el aspecto dinámico, creador y adecuado de su conciencia no puede ser interpretado en el espíritu idealista, como algo “tomado fuera del mundo”, no dependiente del mundo. “En realidad, los fines de los hombres son engendrados por el mundo objetivo y lo presuponen…”38. Empero, todo lo que emana del sujeto, aunque se halla engendrado por el mundo objetivo, depende de él, constituye una pertenencia solo del hombre como sujeto, pero no del propio mundo objetivo. Porque es el hombre el que siente, vive, toma conciencia en el proceso de la interacción con el mundo exterior. “No hay otros sentidos que los humanos, es decir, los ‘subjetivos’ –porque razonamos desde el punto de vista del hombre y no del duende”.39 Lo objetivo y lo subjetivo se presentan como aspectos de la conciencia, de lo ideal, inseparables el uno del otro. Y esto encuentra su expresión en la definición de la conciencia como imagen subjetiva del mundo objetivo.

        De aquí se desprende que, por supuesto, sería incorrecto remplazar el problema de la relación entre objeto y sujeto con el de lo objetivo y subjetivo, que se refiere a la caracterización de la conciencia misma. En la conciencia, lo objetivo y lo subjetivo no actúan como contraposiciones de las cuales una podría ser primaria, otra secundaria. La conciencia en su conjunto es secundaria con respecto al objeto, al mundo exterior.

        El problema del objeto y del sujeto se complica por la circunstancia de que el hombre es un sujeto con relación al mundo exterior y al mismo tiempo es un objeto, una parte de la naturaleza. A veces se intenta resolver este problema mediante el enfoque “ontológico” demostrando que dizque en el plano ontológico el sujeto está fundido, o simplemente identificado, con el objeto, al paso que en sentido gnoseológico aquél se contrapone a éste. En realidad el hombre como sujeto en cualquier relación con el objeto, con el mundo exterior, encontrándose en interacción con éste, se contrapone a él no por su aspecto físico o corporal, sino subjetivamente, por su conciencia, por su capacidad de tomar conciencia, de sentir, vivir, pensar, relievarse del mundo exterior y contraponerse a él. Gracias a la conciencia, el hombre se contrapone al mundo objetivo como sujeto y al mismo tiempo entra en interacción con él, orientadamente lo cambia. En caso contrario, el hombre se colocaría frente al mundo exterior en la misma relación que los animales.

        El objeto y el sujeto constituyen materia de estudio filosófico solo en sus mutuas relaciones, es decir, únicamente en el aspecto del problema gnoseológico fundamental: el de la relación de la conciencia y materia, entre lo ideal y lo material. En este sentido el objeto es lo primario y el sujeto, lo secundario. Pero tan pronto remontamos los lindes del problema de saber qué es lo primario y estudiamos al hombre junto con la conciencia que le es inherente como una parte integrante de la naturaleza, inmediatamente se torna claro que la contraposición entre sujeto y objeto es muy relativa. Para sí mismo, el hombre es sujeto; para los demás, objeto, esto es, parte de la naturaleza. Como decía con razón Feuerbach, lo que para mí es subjetivo, de suyo es objetivo.

        Empero el carácter relativo de la contraposición entre objeto y sujeto más allá de la gnoseología no puede comprenderse como si en este caso se identificaran, como si no solo el objeto sino el sujeto se pudieran estudiar como realidad objetiva. Esto no puede hacerse porque el hombre se convierte en sujeto precisamente gracias a la conciencia, la cual le da la posibilidad de diferenciarse del mundo objetivo, de contraponérsele y al mismo tiempo de influir activamente sobre él y cambiarlo. En otros términos, el nexo entre objeto y sujeto en todas sus relaciones es apenas una manifestación más de la relación entre materia y conciencia. En este sentido lo objetivo y lo subjetivo no puede reducirse a lo fisiológico y lo síquico, vale decir, al problema que se estudia en la fisiología de la actividad nerviosa superior en el plano científico-natural.

        En la solución del problema de las relaciones entre objeto y sujeto, entre lo objetivo y lo subjetivo, se evidencian abruptamente dos líneas gnoseológicas totalmente contrapuestas: El materialismo y el idealismo (el subjetivismo): “El materialismo: reconocimiento de los ‘objetos en sí’ o fuera de la mente; las ideas y las sensaciones son copias o reflejos de estos objetos. La doctrina opuesta (el idealismo): Los objetos no existen ‘fuera de la mente’; los objetos son ‘combinaciones de sensaciones’.”40

        Para el materialismo el objeto existe fuera e independientemente del sujeto. Para el idealismo no hay objeto sin sujeto. Los idealistas reconocen el objeto solo como objeto de conocimiento, solo como lo que es dado en la actividad cognoscitiva del sujeto. Más allá del sujeto que conoce no existe ningún objeto. En verdad, las diversas corrientes del idealismo subjetivo exponen diferentes criterios sobre la concepción de la “objetivo”. Los neokantianos, por ejemplo, consideran que ese criterio es la conciencia trascendental. Según este punto de vista el mundo objetivo no es lo que existe fuera e independientemente de la conciencia del hombre, sino lo que es dado en la conciencia humana universal, trascendental. Ser objetivo, en la concepción neokantiana, significa ser indispensable en la conciencia de cada sujeto que conoce. “Limpiando el kantismo” de la “cosa en sí”, han colocado al mundo objetivo en total dependencia de la conciencia. Los kantianos han demostrado por todos los medios que dizque hablar de realidad y objetividad del mundo, sin relacionarlos con el sujeto es un absurdo tan grande como “preguntar a qué distancia se encuentra Moscú sin relacionarlo con ningún otro punto”. La dependencia del mundo objetivo con respecto a la “conciencia trascendental”, según su afirmación, es el único “rasgo de realidad” y de que “la conciencia trascendental crea el mundo”. Los neokantianos consideran como primario la conciencia junto con sus principios apriorísticos lógicos.

        Como se sabe, los machistas, por la línea del extremo subjetivismo, fueron hasta el solipsismo. Despojaron la filosofía kantiana no solo de la “cosa en sí”, como hicieron los neokantianos, sino también del apriorismo. Los machistas resolvieron el problema del objeto y del sujeto mediante la total identificación del objeto con el sujeto, con la conciencia individual. Ciertamente, Bogdánov, por ejemplo, se inclinaba hacia la concepción neokantiana, se esforzaba por interpretar el concepto de lo “objetivo” como de “significación universal”. Según Bogdánov, la objetividad del mundo físico reside en que existe “no para mí personalmente, sino para todos”, en que en general es la experiencia “socialmente concordante”, “socialmente organizada”. Es una definición falsa de raíz, idealista, de lo objetivo. “…el mundo físico existe independientemente de la humanidad y de la experiencia humana; el mundo físico existía en tiempos en que no podía haber ninguna “sociedad”, ninguna ‘organización’ de la experiencia humana, etc.”41

        El objeto (el mundo exterior) en la concepción leninista existe independientemente de “todos”, vale decir, divorciado de la conciencia individual, de la trascendental y de la social. La conciencia, el sujeto, por el contrario, no existen sin el objeto, sin el mundo objetivo. Tal es la opinión materialista.

        La concepción neokantiana, y en particular la machista sobre el objeto y el sujeto, se presenta hoy como en muchas corrientes de la filosofía burguesa contemporánea, aunque con diversas modalidades. Por ejemplo, si los pragmatistas afirman que el objeto y el sujeto siempre están dados juntos, no existe el uno sin el otro y solo se distinguen dentro de la experiencia, los neopositivistas declaran que el objeto solo es dado en las observaciones del sujeto y que únicamente puede hablarse de la realidad del objeto en un sentido operacional, esto es, solo cuando efectuamos operaciones de medición. Este punto de vista neopositivista en las relaciones entre objeto y sujeto se expresa con especial claridad en el llamado idealismo instrumental. Es sabido que en la mecánica cuántica los instrumentos desempeñan una función especial en la observación de los micro-objetos. El instrumento, en el proceso de observación, entra en acción recíproca con el micro-objeto y ejerce sobre él determinada influencia. Mediante los instrumentos, en el proceso del experimento se lleva a cabo el nexo del sujeto (del investigador) con los micro-objetos, de los cuales juzga según las indicaciones de los instrumentos. Sobre esta base algunos científicos de Occidente llegan a la conclusión de que “sin instrumento no hay objeto”, así como también que las propiedades físicas del objeto, y el objeto mismo, son creados por el experimento que realiza el sujeto que conoce.

        De esta deducción incorrecta se extrae a su turno una conclusión idealista más amplia sobre la dependencia del objeto del micromundo con respecto al sujeto que lo conoce. Se demuestra que solo puede hablarse de la realidad del micro-objeto, cuando el sujeto lo observa o lo mide. Por ejemplo, de la realidad del electrón, según este punto de vista, solo puede hablarse en el grado en que, mediante la cámara de Wilson, puedan observarse las huellas del camino que lleva a cabo y que pueden fijarse en un disco fotográfico. Resulta así que la realidad física de los micro-objetos es solo el conjunto de las operaciones de medición o de resultados experimentales. Los micro-objetos mismos surgen en el proceso de observación por el sujeto, fuera de cuya dependencia no puede hablarse de su realidad.

        Contra la moderna tendencia neopositivista, la esencia idealista, en la solución del problema de la realidad en la física cuántica, se pronuncian de un modo u otro no solo nuestros científicos sino también los más prestantes físicos de Occidente, tales como M. Born, V. Heizenberg, Pauli y otros. Empero, las tesis de algunos de ellos son muy vagas y, desde luego, están lejos de ser consecuentes. Esto lo demuestra, por ejemplo, el libro de Heisenberg, “La física y la filosofía”.

        Este libro es interesante en el sentido de que expresa claramente la necesidad que tiene el científico especialista de la asimilación científico-filosófica de los problemas contemporáneos de la ciencia. En varios lugares el autor se declara insatisfecho con la filosofía positivista y anota que tal esquema del pensamiento es en conjunto “demasiado limitado para la descripción de la naturaleza”. Al mismo tiempo, el desconocimiento del materialismo dialéctico no le permite redimirse directa y definitivamente de las concepciones positivistas e idealistas, en el espíritu de las cuales se esfuerza varias veces por resolver el problema de la realidad en la mecánica cuántica. Heisenberg dice en su obra que “la observación juega un papel decisivo en el suceso nuclear y que la realidad se diferencia en dependencia de si la observamos o no”.42

        Dice en otro lugar: “…lo que observamos no es la naturaleza misma, sino la naturaleza que se presenta en la forma en que se expresa gracias a nuestro modo de plantear los problemas”.43 Al mismo tiempo anota que “de algún modo hay que hablar de la estructura del átomo, y no solo de los hechos a los que se refieren, por ejemplo, los puntos negros en el disco fotográfico a las gotas de agua en la cámara de Wilson”.44

        La inconsecuencia de Heisenberg, como la de algunos otros científicos, se explica en buena medida porque confunden el problema de la realidad objetiva de los fenómenos físicos, incluyendo los microscópicos, con la cuestión de las condiciones en donde estos fenómenos se observan. Porque el hecho de que los micro-objetos, a diferencia de los macro-objetos, no se observan directamente; que tal cosa solo sea posible mediante instrumentos, no significa que sin estos no existan los micro-objetos o que ellos sean creados por los instrumentos en el proceso de la observación. El nuevo papel del instrumento en la investigación de los fenómenos del micromundo no suprime el problema de la realidad objetiva de los micro-objetos. Indica simplemente el cambio sustancial de nivel, condiciones y medios del conocimiento de la realidad objetiva, las peculiaridades de la investigación de la materia en su nivel atómico. Lo nuevo en la física cuántica, en comparación con la clásica, estriba en que en el proceso de la observación experimental el instrumento y el micro-objeto se presentan en tal interacción que el instrumento ejerce influjo sobre el objeto y, por consiguiente, sobre el experimento. Por eso no implica en modo alguno que el micro-objeto dependa del sujeto que lo observa.

        La mutua relación entre el instrumento y el micro-objeto es un fenómeno físico, por eso no puede enfocársele como interrelación entre sujeto y objeto. En el proceso del experimento del micro-objeto cambia no porque el sujeto lo mida y observe, sino en virtud de la influencia física que sobre él ejerce el instrumento objetivo y real utilizado por el investigador. La medición y la observación mismas actúan al respecto como un momento del conocimiento del objeto materialmente existente, independiente del sujeto.

        La concepción positivista de la dependencia del micro-objeto con respecto al sujeto que conoce ni se desprende en manera alguna de la física cuántica. Pero aquella utiliza algunos de sus principios para fundamentar el enfoque subjetivo-idealista de los fenómenos del micromundo. Los micro-objetos que estudia la física cuántica poseen propiedades especiales en comparación con los macro-objetos; por ejemplo, sus movimientos resultan ser más complejos que el movimiento puramente mecánico. El movimiento de los macrocuerpos, como es sabido, se subordina a las leyes de la mecánica clásica. A este movimiento están ligados conceptos como trayectoria, órbita, la determinación simultánea de las coordenadas de los cuerpos que se desplazan en el espacio. Al movimiento de las micropartículas, en razón de su contradictoria naturaleza corpusculo-ondular, son inaplicables los conceptos de trayectoria, así como las ideas de que posee al mismo tiempo coordenadas e impulso. A diferencia de los procesos mecánicos, el movimiento de las micropartículas se subordina a las leyes de la mecánica cuántica. A la contradictoria naturaleza corpúsculo-ondular de las micropartículas se halla vinculada la correlación de las indeterminaciones, la cual significa que las micropartículas no son susceptibles simultáneamente de una definición precisa por su situación y por su velocidad. La definición de las partículas en un sentido, en el de la situación por ejemplo, torna imposible al mismo tiempo su rigurosa determinación en el otro, en la velocidad, y viceversa.

        De aquí se sacó la conclusión subjetiva e idealista de que son inaplicables al micromundo los conceptos de la realidad objetiva y de la causalidad. Interpretando subjetivamente la correlación de las indeterminaciones como resultado de una fundamental falta de control de la interacción entre el micro-objeto y el instrumento, se demuestra que en la mecánica cuántica puede hablarse de la realidad del micro-objeto, así como de su impulso y de la coordenada, únicamente con respecto al observador. El objeto resulta real solo cuando lo observa el sujeto mediante el instrumento. En pocas palabras, sin sujeto, según este punto de vista, no hay objeto. Semejantes deducciones idealistas son ante todo el resultado de una confusión totalmente inaceptable del concepto filosófico de la realidad objetiva con las representaciones que sobre ella tienen las teorías físicas sobre los diversos niveles de su investigación. Porque una cosa es el problema de la correlación de las indeterminaciones, de las conexiones entre micro-objeto e instrumento, y otra, la cuestión de las relaciones entre objeto y sujeto. En el primer caso se trata de problemas físicos, en el segundo, de la cuestión gnoseológica fundamental. No puede remplazarse una cosa con la otra. Esto conduciría ineluctablemente a la confusión y al idealismo en última instancia.

        El problema de la correlación de objeto y sujeto es, esencialmente, el de la prioridad de la materia y el carácter secundario de la conciencia. El objeto y el sujeto en la comprensión materialista se encuentran en una correlación tal, en donde el objeto existe independientemente del sujeto, mientras que el sujeto no puede existir sin el objeto. Por eso no puede considerarse la relación entre objeto y sujeto en el mismo sentido en que se analiza la correlación, por ejemplo, de la forma y el contenido, de la esencia y el fenómeno, de la causa y el efecto, de la casualidad y la necesidad, donde existe una interdependencia y donde lo uno sin lo otro carece de sentido. Sin embargo, en ciertos casos hay quienes aceptan la absurda sustitución del problema de las correlaciones entre sujeto y objeto o el de la materia y la conciencia, por la cuestión de la correlación, por ejemplo, entre la esencia y el fenómeno. Así pues, en el artículo “El problema de la ‘realidad física’ en la escuela de Copenhaguen”, escribe S. Suvórov: “Por la manera como los filósofos responden al problema de las correlaciones entre esencia y fenómeno, se evidencia su pertenencia a una u otra dirección en filosofía”.

        Esta aseveración solo puede introducir confusión en la comprensión del criterio de la división de las corrientes filosóficas y de la relación misma entre esencia y fenómeno. Esta afirmación debe entenderse en el sentido de que, según el autor, algunos filósofos toman como primario la esencia y como secundario el fenómeno; otros, al contrario, o simplemente confunden el fenómeno con la esencia. Se acepta también que la esencia puede existir en el fenómeno, fuera del fenómeno. En realidad, la esencia y el fenómeno son dos aspectos indisolubles de los objetos y procesos del mundo objetivo, pues no existe el uno sin el otro. Por eso no puede equipararse la relación entre esencia y fenómeno con la existente entre materia y conciencia o entre sujeto y objeto. Desde el punto de vista de la solución materialista al problema cardinal de la filosofía, la esencia y el fenómeno, como aspectos de la realidad objetiva son primarios en igual medida con respecto a la conciencia del sujeto.

        En el análisis del problema del objeto y del sujeto se aduce en algunos trabajos la diferenciación del concepto de objeto y ser. Se anota que la noción de objeto está ligada a la caracterización gnoseológica del problema fundamental de la filosofía y la de ser, a la ontológica. Según esta opinión, si el ser existe de suyo sin relación al sujeto, como objeto existe solo para el sujeto. Así, por ejemplo, S. L. Rubisntéin, criticando al idealismo subjetivo cuando niega la existencia del ser independientemente del sujeto con base en que como objeto el ser existe solo para el sujeto, escribe: “Lo que no es cierto no es que como objeto algo exista solo como objeto para el sujeto; lo que es falso es que el ser existe solo como objeto para el sujeto. El ser existe independientemente del sujeto, pero como objeto tiene relación con el sujeto. Las cosas que existen independientemente del sujeto, se convierten en objetos a medida que el sujeto entra en vinculación con la cosa y ella actúa en el proceso de conocimiento y de acción como cosa para nosotros. El ser, el mundo material, se convierte en realidad objetiva en el sentido del objeto para el sujeto, en el curso de la evolución, cuando en el proceso de su desarrollo surgen los individuos capaces de conocer a dicho ser”.45

        Por supuesto, el objeto y el sujeto están interrelacionados mutuamente; de otro modo no podría presentarse el problema de la correlación de objeto y sujeto. Pero no podemos estar de acuerdo, por razones de principio, con el enfoque que Rubistéin hace de esta correlación. Este modo de abordar el problema conduce en fin de cuentas a la confusión de dos puntos de vista diametralmente opuestos sobre el objeto y el sujeto: El idealista, para el cual no hay objeto sin sujeto; y el materialista, que considera que el objeto existe independientemente del sujeto.

        Resolver el problema de la correlación de objeto y sujeto solo en el plano de la vinculación indisoluble que hay entre ellos, sin mostrar que el objeto exista fuera e independientemente del sujeto, que el sujeto no existe sin el objeto, es dar pábulo al idealismo. De la opinión de Rubinstéin atrás citada se colige que él no solo no se opone a la tesis de que “como objeto nada existe solo para el sujeto”, sino que él mismo defiende esa afirmación. Asimismo, se pronuncia contra la aseveración de que “el ser existe solo como objeto para el sujeto”. Resulta que el ser existe de suyo sin el sujeto, y el ser como objeto existe solo en relación con el sujeto. Desde este punto de vista no es posible hablar del objeto antes de la aparición del sujeto.

        De tal suerte que las tentativas de resolver el problema de la correlación de sujeto y objeto de modo distinto que como problema de la relación entre conciencia y ser, conduce inevitablemente a conclusiones que no pueden calificarse de correctas.

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(*) Tomado de A. Vostrikov, Teoría del conocimiento del materialismo dialéctico. Ediciones Suramérica. Bogotá, 1970.
(38) V. I. Lenin: Obras, t. 38, pág. 183.
(39) Ibídem, t. 14, pág. 111.
(40) Ibídem, pág. 25.
(41) Ibídem, pág. 23.
(42) V. Heisenberg: Física y filosofía, pág. 32.
(43) Ibídem, pág. 36.
(44) Ibídem, pág. 151.
(45) S. L. Rubinstéin: El ser y la conciencia, pág. 57.

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