¿Filosofía
en el Tawantinsuyo?
(Tercera
Parte)
Víctor
Mazzi Huaycucho
Augusto Salazar
Bondy
El
debate sobre aceptar o rechazar alguna forma de filosofía autóctona, fue
estudiado por Salazar Bondy al publicar un texto bajo título sugerente: ¿Existe una
filosofía en nuestra América? Sus objeciones al proyecto de un auténtico
filosofar latinoamericano tiene como principio que la presencia de filosofía en
nuestro continente sólo puede concebirse «a partir del descubrimiento de
América y de la conquista española», de la cual podría «trazarse una línea de
desarrollo suficientemente prolongada como para determinar épocas y fijar
rasgos característicos», no obstante atiende la objeción de la arbitrariedad
que estudia el proceso sólo a partir de la penetración europea «dejando a la
sombra todo el rico pasado cultural de los pueblos indígenas». Sostiene la
carencia de una filosofía propia generada en civilizaciones muy avanzadas como
Maya e Inka (1968:38), y lo explica por las consecuencias históricas que
produjo la dominación colonial hispana. Argumenta Salazar Bondy que:
«La
filosofía fue traída por los españoles porque éstos vinieron a conquistar y a
dominar a tierra americana e importaron con ellos las armas intelectuales de la
dominación. No puede extrañarnos, entonces, que en gran parte el examen de la
filosofía hispanoamericana se convierta en el relato de la llegada de la
filosofía occidental a nuestros países y de su paso por ellos, la narración del
proceso de la filosofía europea en América hispano india, más que el de una
filosofía generada en nuestro propio ambiente espiritual, de una filosofía de
nuestra América.»
Salazar
Bondy, pone de manifiesto que la filosofía en Perú acusa una evidente ruptura
histórica, un fraccionamiento de su evolución que impide hablar de un proceso
del pensamiento en la época «prehispánica», argumento que propone corregir el
uso «ambiguo y nada riguroso» del concepto mismo de filosofía. Señala
(1967: 12), que el pensamiento anterior al siglo XVI, «... que si bien posee
algunos caracteres comunes con la reflexión filosófica, debe incluirse más bien
en las formas de la Weltanschauungo en las del
pensamiento mítico». Esta propuesta se ha convertido en criterio extendido al
momento de estudiar la reflexión de los hamut'aq.
A pesar de su oposición a aceptar la existencia de un pensamiento
reflexivo entre los hamut'aq, Salazar Bondy entre 1970 y 1974 estuvo elaborando
los fundamentos para el estudio de una antropología de la
dominación, con lo cual aportó uno de los elementos conceptuales
más importantes para el entendimiento sobre nuestro proceso evolutivo de
reflexión autóctona. Dicha antropología replantea
la visión eurocéntrica y su postura anatópica como legitimadores del
pensamiento generado en el Perú, antes y después de 1533. La reflexión filosófica
nativa requirió comprenderse como un sistema abierto que ofrece distintos
modelos de reflexión. Si permite la integralidad de reflexiones en su
edificación, ésta filosofía debe ser liberadora, debe integrar y admitir todas
las formas del pensamiento generadas por otras culturas.
La crítica planteada por Salazar
Bondy del uso arbitrario «ambiguo y nada riguroso» del concepto mismo de
«filosofía» por quienes postulan una filosofía original, servirá de soporte
conceptual para hilvanar réplicas y añadir elementos de juicios que justifiquen
la impropiedad de hablar sobre filosofía en el
Tawantinsuyu.
Francisco
Miró Quesada Cantuarias
Se
sitúa en el decurso de oscilación entre la posible tradición filosófica
autóctona y la recepción de la filosofía occidental que le sucede desde una
propuesta original y crítica. Distintas publicaciones dan referencia de su
obstinada búsqueda de un filosofar original. En 1974, había publicado Despertar y
proyecto del filosofar latinoamericano-, en 1984, ampliará
sus reflexiones en su ponencia, El problema de la
autenticidad en la filosofía latinoamericana, y, finalmente, en
el año 2000, su estudio La filosofía en el
Perú.
En todas éstas publicaciones dejó sentadas las bases de lo que debería
considerarse productos de un filosofar sistemático y fijará las condiciones del
filosofar en el Perú y Latinoamérica.
En (1974:25), subraya la condición y
categorización en la distinción del «filosofar» y «filosofía» latinoamericana.
El primero, implica un sentido psicológico, «un sentido de esfuerzo mental
encaminado a pensar ideas filosóficas» sustentado en ideas originales. Mientras
que el segundo, «apunta hacia una filosofía creada por la mentalidad
latinoamericana».
La filosofía en Latinoamérica
—sostiene Miró Quesada— «nace por
inseminación artificial», surge después de un prolongado y «oscuro lapso», no
toma en cuenta la condición del «otro», del aborigen como protagonista de su
propia existencia. Este filosofar nace «desnudo y flaco» como «huérfano
desvalido», siendo su origen desconocido, no se afirma ni se afianza en tradición
nativa alguna; por el contrario, la niega suplantando sus rasgos más
esenciales. Si hay referencia a las dos civilizaciones más importantes del
continente la maya e Inka, concluye que ambas «no tuvieron filosofía» tal como
la concibieron los griegos. Sin embargo, durante un congreso de Filosofía, en
conjunto con Mario Mejía, traduce del griego al español el libro E de la Física de
Aristóteles y, a la vez, Mejía lo hace del español al runasimi, estableciendo
equivalencias reflexivas entre ambos. Esta metodología servirá para establecer
cuadros comparativos entre ambos sistemas de reflexión.
La orfandad de reflexión en la
filosofía latinoamericana muestra ausencia de tradición, como «comprensión
espiritual», la filosofía debe fundamentarse dentro de una perspectiva
histórica, que se mutila al momento de instalarse. Fragmentación que la muestra
como un trasplante artificial sin legitimidad entre sus habitantes nativos.
Esta condición implica un nacimiento sui generis, muestra
una condición de carencia frente al modelo evolutivo occidental.
Se aproxima al pensamiento originario
autóctono al señalar que en América «hubo por cierto mitos», aunque comparados
con la evolución filosófica griega «estos murieron antes de que pudieran
cuajar» en la transformación del pensamiento mítico hacia la filosofía. El
aborto en el que «nada tuvieron que hacer con el despuntar de nuestra actividad
filosófica». Esta idea sugiere una postura universalista, la que no resulta en
el mismo sentido al aplicarse hacia el desentrañamiento de la filosofía
oriental.
Descartada las fuentes de reflexión
provenientes de la tradición autóctona, Miró Quesada sostiene (1990:57) que, el
ideal de hacer filosofía auténtica tanto en Perú como en Latinoamérica puede reducirse
a tres direcciones:
1. Universalismo. La
autenticidad de la filosofía consiste en hacer contribuciones de interés al
tratamiento de los grandes problemas de la filosofía universal. Abrir una nueva
perspectiva sobre el tema que se está tratando (aportes) cuando hace notar algo
que aún no se había visto. Si es repetitiva, la filosofía no es auténtica.
2. Regionalismo. Implica
filosofar sobre problemas propios de América Latina generando los propios
instrumentos y conceptos originados desde nuestra propia condición y realidad.
3. Futurismo. Sostiene
que no habrá filosofía auténtica mientras no se libere de la dominación en que
se está sumida frente a las grandes potencias occidentales. Así, es imposible
crear nada original, hacer algún aporte de interés para el pensamiento
universal.
Estas
tres corrientes dominan y trascienden el esfuerzo por crear nuevos sistemas
filosóficos a partir de la propia condición, conducen a plantearnos un proyecto
de filosofar que ofrezca productos desde una reflexión auténtica, aunque ésta
nazca sin su rasgo esencial: la tradición autóctona.
La tradición universalista es
considerada como condición natural de la cual debemos tomar sus elementos y
herramientas reflexivas, situación que nos conduce a observar una función
impropia. En (1990:55) sostiene:
«El
hecho de basar todo nuestro pensamiento sobre una filosofía importada, nos
induce a pensar que lo que estamos haciendo es repetir conceptos filosóficos
que no hemos creado y es, entonces, inevitable que nos preguntemos si somos
capaces de crear conceptos nuevos, resultado de un pensamiento que no sea mera
copia de otro pensamiento sino expresión de nuestro propio poder creador.»
Miró
Quesada considera que nuestra reflexión filosófica jamás dejará de pertenecer a
occidente por el uso de sus conceptos reflexivos básicos, implicando la
aceptación de la universalidad de la filosofía. La ausencia de originalidad en
el pensamiento filosófico es producida por el uso de los instrumentos de
reflexión que, hegemónicamente son occidentales; esta condición resulta ser la
causa que impide edificar y crear nuevos sistemas filosóficos, alternativos a
la tradición europea.
Esta condición devela la vivencia de
un desenfoque, por múltiples causas. Su «parentesco bastardo» con la cultura
europea la ha llevado a un engaño, la recepción de sistemas filosóficos en la
cuales «pudieron entender lo que leían, pero no podían darse cuenta que no la
comprendían».
La necesidad de situarse como
filosofía rigurosa implica asimilar con efectividad y rapidez los grandes
sistemas filosóficos occidentales, equiparándose a ellos, considerándola como producto
último y acabado, quedando sólo conformarse con enseñarla e imitarla. Este
diagnóstico pone de relieve el mecanismo del «desenfoque». En (1974:35-36)
señala:
«La comprensión estructural no se basta ya
a sí misma. Empieza a vivirse con
intensidad el estado de carencia radical de nuestro filosofar. Se empieza a
sentir que la única manera de comprender a los grandes filósofos contemporáneos
es conocer la misma filosofía que ellos conocieron, poseer el mismo instrumento
intelectivo que ellos poseyeron, sumirse en la gran corriente que condujo hacia
ellos. Es decir que se empieza a experimentar la situación esencial de nuestro
filosofar, la dificultad que significa llegar a comprender verdaderamente una
gran producción filosófica. Se empieza a comprender que se estaba viendo a la
filosofía europea en doble imagen, desenfocada, y surge la gran decisión de
empezar a ajustar el objetivo para hacer que las dos imágenes coincidan y
obtener al fin nitidez.»
Los
criterios de Miró Quesada respecto al proyecto del filosofar sin más, propuesto
por Zea, plantean una respuesta para superar tal desenfoque en que se encuentra
sumido el
filosofar
en Latinoamérica: filosofar con
autenticidad. Testimonia (1974:9) que:
«Tanto
Zea corno yo queríamos hacer filosofía auténtica. La manera de hacerla era,
para cada uno de nosotros, diferente. Pero la meta era la misma: hacer filosofía
autentica, es decir, hacer una filosofía que no fuera una copia mal repetida de
filosofías importadas, sino que fuera expresión de un pensamiento filosóficamente
vivo, que emergiera desde nuestra propia circunstancia latinoamericana
utilizando todos los medios intelectuales disponibles.» La inquietud inicial se
transforma en tarea, ¿cuáles son los conceptos reflexivos que sustentan tal proyecto?
El esquema se sostiene en conceptos existencialistas como autenticidad,
proyecto y trascendencia.
Se
define autenticidad como la condición que muestra la conciencia de lo
que es,
un estado de pertenencia y afirmación de identidad consigo misma. En cambio, la
idea de proyecto está
asociada con el de trascendencia, ambos
implican trazar un esquema para la acción, lograr capacidad para proyectarse al
futuro concretando y afirmando posibilidades de su realización.
¿Qué es hacer filosofía auténtica? La
autenticidad en distintas etapas de la reflexión se ha tomado como sinónimo de universalismo
filosófico, concibiéndose la reflexión europea como la máxima
expresión del espíritu humano. Miró Quesada señala (1974:53) que, tal postura
hace preferencia de la filosofía occidental como aquella que resulta verdadera,
de suma importancia, que se merece asimilar e imitar. Producto de esto se
concibe que «hacer filosofía auténtica será en consecuencia, filosofar a la
europea». Superar una condición de inautenticidad implica también plantearse
grandes problemas filosóficos y con ellos, ensayos de soluciones de gran
envergadura. En el filosofar latinoamericano se percibe que distintos problemas
filosóficos pueden conservar «un núcleo de invariancia» a través de cada etapa
histórica, pues la mente filosofante resulta dinámica y siempre se muestra en
perspectiva.
El reto del filosofar auténtico
señala (1990:50) una circunstancia afirmativa. Sostiene:
«El punto central de esta toma de
conciencia es una pregunta sencilla,
pero llena del más hondo sentido para el filósofo latinoamericano: ¿existe la
posibilidad de una filosofía latinoamericana?, con mayor precisión, ¿existe la
posibilidad de que el latinoamericano empiece a filosofar auténticamente? La
importancia del planteamiento es que en la pregunta está ya la respuesta.»
Afirmar
una condición de autenticidad apartándose de la imitación reflexiva tipo
occidente, significaba ya haber formado un proyecto sobre la manera como
debíamos ser nosotros mismos, y este proyecto influirá de manera decisiva en
todas las manifestaciones de nuestro filosofar. Esta condición señala un
camino: la ruptura como receptores, consumidores y difusores de reflexiones que
tienen un ritmo y evolución muy distinta a nuestra realidad.
La renuncia a ser considerados como
reflejo inauténtico de la reflexión europea, implicaba la tarea de transformar
tal condición en irradiación propia. Este reto señalaba un giro en la manera de
tratar los problemas filosóficos, el cambio de una perspectiva acostumbrada a
recepcionar productos filosóficos elaborados renunciando a crearlos de manera
original, giro que vuelca la mirada hacia la propia realidad, la que se
percibía sin tradición filosófica.
La realización del proyecto del
filosofar está surcada de originalidad, y en su evolución resulta una respuesta
a la condición dominativa que se arrastró por más de 500 años. Si bien Salazar
Bondy consideraba que el mayor impedimento para el filosofar implicaba el
desenlace de librarnos primero de la condición dominativa, ya en 1973, emerge
en Argentina la filosofía de la liberación. Señala (1999:65) que, «la filosofía
de lo americano desemboca en una filosofía de la liberación que considera que
la misión de la filosofía es contribuir, mediante la denuncia y la crítica, al
proceso de liberación que confiere carácter y sentido a la historia de América
Latina».
Si bien las condiciones de un
auténtico filosofar latinoamericano se reducen a un conjunto de reflexiones que
indican un reconocimiento: «Siempre existió filosofía en América Latina. Pero
existió más bien como actividad aislada de algunos individuos, o como enseñanza
académica estereotipada, sin verdadera intensidad intelectual». Esta condición
deriva que en la realización del proyecto, se concibe un filosofar entronizado
en los propios problemas que nos caracterizan, determinando un contexto de
organicidad y normalidad que debe caracterizarse por mostrar una «etapa
creadora» la que se acentuará en los años venideros.
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