jueves, 1 de diciembre de 2016

Economía

La Polarización: Ley del
Sistema Capitalista Mundial*
(Primera Parte)

Santiago Ibarra



Introducción

A mediados del siglo pasado se fabricó un discurso que prometía a las periferias alcanzar a los centros a través de su industrialización. La industrialización de las periferias tuvo lugar (aunque  de modo desigual), y, luego de realizada, muy lejos de reducir hasta eliminar sus diferencias con los centros, las desigualdades entre éstos se han acentuado todavía más. En realidad, este discurso no constituyó sino la forma renovada de aquel otro que desde fines del siglo XVIII y principios del XIX veía en la industrialización el medio que ineluctablemente llevaría a todas las naciones del orbe al progreso y a la prosperidad. 

        Fracasado el modelo de industrialización por sustitución de importaciones, desde principios de la década de 1980 los centros imponen a las periferias un conjunto de (contra) reformas que, como décadas atrás, prometía su crecimiento económico y la reducción sistemática de la pobreza. Los resultados, sin embargo, han sido exactamente al revés. 

        Los neoliberales hacían del mercado un mecanismo autorregulador de los factores del crecimiento económico. A su vez, promovieron la reconversión de los aparatos productivos con destino al mercado nacional a industrias con destino al mercado externo, así como la apertura irrestricta de los mercados nacionales a los capitales transnacionales. Como era previsible, ninguna de estas medidas logró hacer realidad los objetivos señalados. La resistencia de los trabajadores afectados con las políticas neoliberales no estuvo ausente, y a fines de la década de 1990 y principios de la de 2000 tendrían lugar varias rebeliones masivas en el continente. 

        En primer lugar, la tasa anual de crecimiento económico alcanzada en América Latina durante el período neoliberal ha sido inferior a la lograda durante el período estatista: “Entre 1990 y 2000, el PIB real de la región (medido en dólares a precios constantes), se incrementó a una tasa anual media del 3.3 por ciento. Dicho crecimiento, aunque mayor al 1.1 por ciento anual registrado en los años ochenta, fue mucho más bajo que el 5.5 por ciento de alza anual lograda a medias en 1950-80” (1). 

        Asimismo, tampoco se revirtió el descenso sistemático de la tasa de crecimiento del producto interno bruto mundial: si hasta la década de 1960 éste fue superior al 5%, en la década de 1970 cae al 4,5%, en la de 1980 al 3,4%, y en la de 1990 al 2,9% (2). 

        Este fenómeno está sin duda asociado a la hiperfinanciarización que la economía capitalista mundial viene experimentando en las últimas décadas. La hiperfinanciarización de la economía capitalista es la estrategia de las clases dominantes para aumentar sus ganancias al máximo en el menor tiempo posible, sin recorrer el tortuoso camino de la producción, en un contexto de decreciente capacidad de consumo de las masas. 

        En segundo lugar, es esencial mostrar que desde la década de 1950 el porcentaje de precarios (con baja capacidad de negociación, súperexplotados, desempleados, empleados en el sector informal) dentro de las clases populares en la población urbana mundial se ha incrementado –como indica Samir Amin- de menos del 25% a más del 50%, de 250 millones a 1.500 millones de personas, llegando a representar en las periferias cerca del 80%, “registrando una tasa de crecimiento que supera aquella que caracteriza la expansión económica, el crecimiento de la población o el propio proceso de urbanización.” (3) 

        Por el otro lado, las clases dominantes representan necesariamente a un pequeño sector de la sociedad, pero son quienes más concentran las riquezas producidas por los trabajadores. Así, para algunos casos de países de América Latina tenemos que “a finales de los años noventa, el 10 por ciento de los hogares más ricos de Brasil concentraba cerca del 50 por ciento del ingreso nacional total, en tanto que el 40 por ciento de los hogares más pobres alcanzaba sólo el 10 por ciento del ingreso correspondiente. En Chile, la más moderna y dinámica economía de la región, la participación en el ingreso nacional del 10 por ciento de los hogares más ricos fue del 40 por ciento, y la del 40 por ciento de los más pobres estuvo por abajo del 15 por ciento. Las cifras de México y Argentina, así como las de las otras grandes economías de la región, también muestran una acentuada concentración del ingreso.” (4) 

        Acumulación de riquezas por un lado, crecimiento de la miseria por el otro. Dos fenómenos que se dan simultáneamente dentro de un mismo proceso: la acumulación de capital a escala mundial. La pobreza es condición absoluta del capitalismo. No es pobreza que se origine en la escasez: es pobreza que se produce como resultado de una creciente capacidad de acumulación de capital, como producto de un incremento de la productividad del trabajo. Bajo el capitalismo, cuanto mayor capacidad de producir riquezas, mayor número de pobres, de excluidos, de población sobrante, y mayor sufrimiento, mayor degradación moral. Marx, precisamente, expresaba en los siguientes términos la contradicción inmanente a la acumulación de capital: 

        “Esta ley es la que establece una correlación fatal entre la       acumulación del capital y la de la miseria, de modo que la      acumulación de riqueza en un polo es igual a la acumulación de     pobreza, sufrimiento, ignorancia, embrutecimiento, degradación       moral, esclavitud, en el polo opuesto, del lado de la clase que         produce el capital mismo.” (5)

¿Cómo explicaba Marx la acumulación de capital por un lado y el incremento de la pauperización por el otro? ¿Cómo se explica la concentración de las riquezas en los centros y la concentración de la miseria en las periferias del sistema capitalista mundial? 

Marx: La ley general de la acumulación de capital

La producción de plusvalía es ley absoluta del capitalismo. Tras las apariencias, Marx da con la realidad profunda. En la superficialidad de las cosas, la plusvalía aparece como ganancia: no sólo el trabajo, sino también la tecnología y el dinero aparecen como creadores de valor. Marx, por el contrario, demuestra que la ganancia del capital tiene su origen en el trabajo no remunerado del obrero. Vale decir, la acumulación de capital tiene su partida de nacimiento en la explotación de los trabajadores que, a su vez, es posible por la propiedad privada sobre los medios de producción de los capitalistas. El capitalista no tiene otro fin que la maximización de sus beneficios, el incremento permanente de la tasa de plusvalía, con consecuencias desastrosas sobre el hombre y la naturaleza. Este es el secreto de la acumulación del capital, la realidad profunda que Marx develó.  

        Concentración y centralización del capital: acumulación de capital en la clase capitalista. La libre competencia conduce forzosamente a la concentración y a la centralización del capital. La concentración del capital tiene lugar por la vía de la creciente apropiación por capitales individuales del plusvalor producido por los trabajadores. La centralización del capital tiene lugar por la vía de la absorción y de la fusión de capitales distintos, dando origen a uno mayor.   

        Incremento de la composición orgánica del capital: creciente pauperización de los desposeídos. El desarrollo del capitalismo, mediatizado por las luchas sociales de los trabajadores y la competencia entre los capitalistas, implica un crecimiento constante de la composición orgánica del capital: la inversión en capital constante es cada vez mayor en comparación a la inversión en capital variable. Hay un menor uso relativo e incluso absoluto de fuerza de trabajo en las industrias, pero hay una mayor capacidad de producción de riquezas. El trabajo muerto sustituye y desplaza al trabajo vivo. A esta población que es expulsada del centro productivo o que queda fuera de él, Marx la llamó ejército industrial de reserva o población excedente. A su vez, esta población sobrante presiona a la baja los salarios y al deterioro de las condiciones laborales de los trabajadores activos. 

        Acumulación de riquezas, de capital, y población excedente, sobrante, y precarización del trabajo en el sector productivo, esto es, pauperismocreciente, son entonces un resultado inmanente al despliegue del capitalismo, “ley absoluta, general, de la acumulación capitalista”. 

        El desarrollo de las fuerzas productivas, de la ciencia y la técnica, bajo el capitalismo –nos dice Marx-, sigue necesariamente un camino contradictorio: 

        “Todos los medios para desarrollar la producción se transforman      en medios de dominar y explotar al productor: hacen de él un        hombre truncado, fragmentario, o el apéndice de una máquina.         Le oponen, como otras tantas potencias hostiles, las fuerzas       científicas de la producción. Sustituyen el trabajo atractivo por el   trabajo forzado. Hacen que las condiciones en que se desarrolla         el trabajo sean cada vez más anormales, y someten al obrero,        durante su servicio, a un despotismo tan ilimitado como mezquino. Convierten toda su vida en tiempo de trabajo, y   arrojan a su mujer y sus hijos bajo las ruedas del Yaggernat         capitalista." (6) 

Franz Hinkelammert (7) sostiene la tesis de que lo que se produce en el mundo capitalista es un estancamiento dinámico, que lleva consigo una creciente exclusión de las grandes mayorías. Hay crecimiento intensivo –explica Hinkelammert-, pero no hay crecimiento extensivo. Hay crecimiento intensivo cuando el aumento de la productividad del trabajo es mayor al crecimiento del producto. Hay crecimiento extensivo cuando el crecimiento del producto es mayor al incremento de la productividad del trabajo. Lo que en el mundo hay es crecimiento del producto, en la industria y en la agricultura, y todavía más incremento de la productividad del trabajo, pero no hay generación de empleo. El crecimiento intensivo tiene su fundamento en la incorporación de nuevas tecnologías en los procesos productivos. Tecnología que sustituye y desplaza a los trabajadores. El sector excluido, que proviene del crecimiento demográfico vegetativo y, en las periferias, de la migración campo–ciudad, crece rápidamente. Para no morir de hambre esta población excluida, se autoemplea, y entonces aparece el denominado “sector informal” de la economía, caracterizado por sus bajos ingresos y la precariedad de sus condiciones de vida. 

Circunstancias especiales que modifican (relativamente) la ley de la pauperización. La globalización neoliberal, nuevo viraje histórico: la ley de la pauperización se expresa con toda su fuerza.

Intelectuales al servicio del sistema capitalista han intentado más de una vez refutar la ley marxista de la creciente pauperización. Luego de la II guerra mundial, el mundo en su conjunto, pero, sobre todo, Estados Unidos, Europa occidental y Japón, experimentaron altas tasas de crecimiento económico, y, a su vez, en estas regiones, los salarios de los trabajadores aumentaban conforme se incrementaba la productividad del trabajo. Samir Amin -destacado marxista egipcio- explica, a partir del materialismo histórico, que este período de bonanza fue breve y especial, pues sólo duró hasta mediados de la década de 1970. Y fue especial porque estuvo determinado fundamentalmente por la existencia en el mundo de un triple sistema: a) el sistema soviético, b) el Estado de bienestar de Europa occidental y c) los regímenes populistas de América Latina, todos ellos producto de la lucha de los pueblos por su liberación nacional y por el socialismo. Luego de que se desintegrara el bloque soviético, la suerte de los otros dos sistemas no fue distinta (8). 

        Periclitado este triple sistema, la correlación de fuerzas habría de ser largamente favorable a las clases dominantes del mundo. En especial, al capital financiero. Y, entonces, la transferencia de excedentes, de valor, de trabajo desde las periferias hacia los centros no impedirá que en las últimas décadas la situación material de los trabajadores de estos mismos países sufra un deterioro cada vez mayor. Marx había sido claro: “La acción de esta ley, como la de cualquier otra, resulta modificada, por supuesto, por circunstancias especiales” (9). Estas “circunstancias especiales”, como queda claro, las constituyeron una relación de fuerzas en el mundo más favorable a las clases populares. 

        Hoy por hoy, en el centro del sistema capitalista mundial, el 40% de las clases populares en actividad son precarias. Ilustremos el crecimiento de la precariedad en el centro con tres ejemplos. En los Estados Unidos, en la década de 1990, el porcentaje de trabajadores que perdía sus puestos de trabajo se incrementó en un 15%, al tiempo que los que luego conseguían reubicarse ganaban un 14% menos en sus nuevos empleos (10). En Francia, el 75% de los contratos tienen duración definida (11). Bajo la lógica unilateral del capital, el trabajo se precariza también en el centro. No de otra manera pueden entenderse las movilizaciones sociales que en las últimas semanas se vienen produciendo en Francia contra una reforma del sistema de pensiones -promovida por el gobierno de Sarkozy-, que atenta contra los intereses de los trabajadores, al aumentar en dos años la edad de jubilación de los trabajadores, de 60 a 62 años de edad, sino como la necesaria respuesta de éstos a los intentos del capital de reducir aún más los costos de la fuerza de trabajo. Mientras tanto, la precariedad dentro de las clases populares urbanas ha pasado a representar del 50% alrededor de 1950 acerca del 80% en la actualidad.  

(*) El presente artículo fue publicado originalmente en la edición de noviembre del 2010 del Blog CREACIÓN HEROICA.
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Notas:
(1) Moreno Brid, Juan Carlos, Pérez Caldentey, Esteban y Ruiz Nápoles, Pablo, “El consenso de Washington: aciertos, yerros y omisiones” en: Perfiles Latinoamericanos, diciembre, número 25. Facultad Latinoamérica de Ciencias Sociales, Distrito Federal, México, 2004, pp. 149-168. La cita es de la página 153. Como puede verse por el título de este artículo, se trata de autores no marxistas, que utilizamos como muestra de lo afirmado por nosotros.
(2) Datos de la OCDE, trabajados por Beinstein, Jorge, La larga crisis de la economía global. Argentina-Buenos Aires, Corregidor, 1999. 
(3) Amin, Samir, “Pobreza mundial, pauperización y acumulación de capital” en www.rebelion.org, 26 de octubre de 2003.
(4)Moreno Brid, Juan Carlos, Pérez Caldentey, Esteban y Ruiz Nápoles, Pablo, op. cit., p. 157. 
(5) El Capital (Tomo I). Argentina, Editorial Cartago, 1974, p. 620. 
(6) Ibid., p. 619.
(7) “Estancamiento dinámico y exclusión en la economía mundial” en Herramienta. Revista de debate y crítica marxista. Número 22, Buenos Aires, otoño de 2003, pp. 45-54. 
(8) Amin hace referencia a este período histórico en varios pasajes de su obra.
(9) Marx, Carlos, op. cit., p. 618. 
(10) Brenner, Robert, Turbulencias en la economía mundial. Santiago de Chile, Editorial LOM-Encuentro XXI, 1999, p.387, citado por Sotelo, Adrián, La reestructuración del mundo del trabajo. Superexplotación y nuevos paradigmas de la organización del trabajo. México D.F., Universidad Obrera de México-Escuela Nacional para Trabajadores-Editorial Itaca, 2003, p. 56.
(11) Coutrot, Thomas, “Crítica de la organización del trabajo” en www.rebelion.org, 14 de febrero de 2001, citado por Sotelo, Adrián, op. cit., p. 56.






¿Libre Comercio o Dominación Imperialista?

César Risso

LA DECLARACIÓN DE LÍDERES 2016, documento que resume lo discutido en el foro APEC el mes pasado, puede ser considerada como una de las más grandes hipocresías, o expresión de un dogmatismo sin límites. Aunque puede ser una combinación de ambos.

        Citemos algunos párrafos de la Declaración de APEC, para dar solo una muestra de la embriaguez mental en la que viven estas personas como representantes de los intereses de la burguesía imperialista.

“[…] nos comprometemos a fortalecer nuestros esfuerzos para garantizar el trabajo decente y la calidad de vida laboral para todos, especialmente para los grupos socialmente vulnerables, proporcionando acceso a educación inclusiva de calidad y a la formación profesional; impulsando el espíritu empresarial; mejorando la protección social; y fortaleciendo la cooperación regional.”

La solución que proponen es una: libre comercio. Pero se refieren al libre comercio capitalista.

“Reafirmamos nuestro compromiso de mantener nuestros mercados abiertos y luchar contra todas las formas de proteccionismo reafirmando nuestro compromiso contra el proteccionismo a través de una promesa de estancamiento que acordamos extender hasta finales de 2020 y revertir medidas proteccionistas y distorsionadoras del comercio que debilitan comercio y frenan el progreso y la recuperación de la economía internacional.”

        ¿Cuál es el fondo de estas reuniones y discusiones?

        Salta a la vista que el papel de estos eventos no es otro que el de desarrollar una propaganda mundial para convencernos de que el libre comercio en particular y el capitalismo en general, son la solución a todos los problemas. Pero lo que no dicen es que la mayoría de estos problemas que pretenden resolver han sido creados por el capitalismo, y aquellos que el capitalismo no ha creado, han sido agudizados por este sistema económico.

        Libre comercio, libre inversión, libre mercado, etc., en una palabra, liberalismo o neoliberalismo. Esto es, capitalismo sin ningún tipo de control ni restricción. En otras palabras, y para que se entienda con toda claridad, el neoliberalismo es la libertad absoluta de los capitalistas para explotar a los trabajadores y a naciones enteras.

        La propuesta de Donald Trump, de cuestionar el TPP, ha sido interpretada como proteccionismo. Como consecuencia de esta interesada interpretación, el libre comercio se nos presenta como una política consecuente, por la cual deben luchar los pueblos, sobre todo, de los “países en desarrollo”. Se traslada así la lucha contra los acuerdos comerciales que someten a las economías de los países dependientes, dominados por el imperialismo, que son una de las formas de explotación de nuestros pueblos, hacia la defensa, precisamente, de los acuerdos comerciales. Es decir, se nos hace defender uno de los grilletes que el imperialismo nos impone.

        En este sentido, el presidente de Santo Domingo, Danilo Medina, manifestó en la ONU que:

“tras más de medio siglo en que todo el mundo se protegía de todo aquello que otros países podían producir mejor, ahora los países desarrollados se niegan a reducir el proteccionismo al interior de sus fronteras”.

“Al tiempo que los tratados de libre comercio se lo exigen a su contraparte de los países en vías de desarrollo, se quiere que nosotros, los países en vías de desarrollo eliminemos la protección a los bienes industriales, pero ellos no eliminan los subsidios agrícolas”.1

Señaló también, Danilo Medina, que Estados Unidos destinará 97,800 millones de dólares anuales durante los próximos cinco años para subsidiar su agricultura, y que la Unión Europea, entre los años 2014 y 2020, utilizará 408 mil millones de euros para subsidiar su agricultura.

        Con este multimillonario proteccionismo a su actividad agrícola los países industrializados nos imponen su libre comercio, es decir, la apertura comercial de nuestros países para que con sus excedentes agrícolas subsidiados destruyan nuestra actividad agrícola, y así cambien nuestra dieta alimentaria para hacernos más dependientes.

        Los subsidios constituyen uno de los mecanismos que utilizan los países imperialistas para controlar el comercio mundial. Otros mecanismos están dados por las medidas fitosanitarias, las normas de etiquetado, y otros controles administrativos. De modo que los acuerdos de libre comercio no tienen nada de libres.

        Otro mecanismo de dominio imperialista en el ámbito comercial es el de las patentes. Estas dan derecho exclusivo de producción y comercialización de las mercancías protegidas por patentes durante un periodo de 20 años. Esta situación de monopolio legal, amparado por la OMC, permite que los medicamentos se vendan a precios elevados. Pero además, en los acuerdos comerciales se reduce o elimina la importación de medicamentos genéricos, que ya no están protegidos por patentes y que se venden a precios bajos, para que se importen únicamente medicamentos de marca, esto es, protegidos por patentes, cuyos precios son significativamente mayores que los precios de los medicamentos genéricos.

        Las consecuencias de este manejo de las patentes en los acuerdos comerciales trae como consecuencia la reducción del consumo de medicamentos, con las consecuencias de todos conocidas.

“Por ejemplo, un estudio concluyó que la extensión del plazo de las patentes generaría en Colombia un aumento de 329 millones de dólares en los gastos farmacéuticos y una reducción de siete por ciento en el consumo de fármacos en 2025.”

“Con respecto al posible impacto del TPP, un estudio realizado por investigadores de Australia y Estados Unidos calcula que, en Vietnam, el gobierno solo podría brindar terapia antirretroviral a 30 por ciento de quienes viven con VIH (virus de inmunodeficiencia humana), frente al actual 68 por ciento, ya que el costo anual del tratamiento por persona subiría de los 127 dólares actuales a 501 dólares con la propuesta de Washington.”

“El impacto negativo de las normas de estos TLC -conocidos como TRIPS+- en el acceso a los medicamentos se confirmó incluso en países industrializados que no son exportadores netos de derechos de propiedad intelectual, como Australia y Canadá.”2

Los perdedores en los acuerdos comerciales son los pequeños productores de los países “en desarrollo”. El caso de México, y el de Colombia, entre otros muchos, es aleccionador.

“Dos estudios encargados por Oxfam demuestran que tras 2 años de vigencia del TLC con EE.UU, el déficit de la balanza comercial agrícola creció algo más del 300% (sin incluir flores, café y banana). Así lo confirman los agricultores: ‘En el campo no va a quedar nadie, el campo de Colombia se está acabando’.”3

Otro aspecto del comercio entre países industrializados y países dependientes, es el del trasvase de valor de los últimos hacia los primeros. Basándose en la diferente productividad del trabajo, los países industrializados se apropian, a través del comercio, de mayores porciones del valor creado por los países dependientes.

        Cuando comercializamos con países industrializados, lo que ocurre es que las mercancías que nos entregan a precios altos, se las cambiamos por mercancías que producimos a precios bajos, pero entregando (vendiendo) mercancías que contienen más horas de trabajo que las que recibimos en las mercancías de los países industrializados.

        De modo que los acuerdos comerciales no son de “libre comercio”, sino de agudización de la dominación de nuestros países.

        El libre comercio debe consistir, en las condiciones actuales, es decir en el marco del dominio del capitalismo, en la posibilidad de que las burguesías de los países dependientes puedan cumplir con la tarea de industrializar a sus países. Esta es la tarea que en la línea de progreso de la humanidad le ha correspondido a la burguesía. Pero resulta que con el advenimiento del imperialismo, las burguesías nativas de los países dependientes, se han desmarcado de la tarea histórica de industrializar a sus países, pues están sometidas a los intereses de la burguesía imperialista, parasitando de las migajas que esta les arroja.

        En consecuencia, la posibilidad del libre comercio está dada por la superación del sistema capitalista. La libertad de comercio en el momento actual, solo puede ser una consigna que se podrá materializar con el socialismo.
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