La Recreación de la Realidad:
«Los Siete Ensayos»
(Cuarta Parte)
Jorge Oschiro
El Proceso de la Literatura
A. Testimonio de parte.
Dentro del contexto analizado representa la historia de la literatura
peruana una dimensión privilegiada para el estudio de la realidad peruana. En
ella se desarrolla con más claridad este proceso consciente y subconsciente de
la opresión, la amputación y la alienación de la realidad peruana, pues la
literatura como 'conciencia imaginaria' es precisamente expresión de un mensaje
y de un silencio; en ella lo que se dice, y cómo se dice, tiene tanto valor que
de lo que se calla y se guarda silencio. Mariátegui no quiere solamente
describir esta literatura, aunque la descripción implica ya una toma de
posición. El enjuicia esta conciencia enajenada peruana, le hace el proceso:
"La palabra proceso", dice Mariátegui al
comenzar su ensayo,"tiene en este caso su acepción judicial. No escondo
ningún propósito de participar en la elaboración de la literatura
peruana".
Para él en este juicio se han escuchado y leído
solamente testimonio de defensa de esta literatura, es decir de la conciencia
alienada criolla, y
"que es tiempo de que se oiga también testimonio de
acusación".
El voto de Mariátegui frente a esta conciencia es adversa y contraria,
pero que se entienda bien, él está lejos de toda posición puramente
negativa, lo dice con toda claridad:
"Contra lo que baratamente pueda sospecharse, mi voluntad es
afirmativa, mi temperamento es de constructor, y nada más me es más antitético
que el bohemio puramente iconoclasta y disolvente".
Lejos está ya la época de Juan Croniqueur y de Colónidas.
Mariátegui ha superado su actitud escéptica, casi nihilista de sus comienzos.
Ya ha encontrado la fe que buscaba en sus comienzos, como lo dice en una
entrevista recopilada por Angela Ramos, ya citada anteriormente.
Ha encontrado el 'absoluto' en el reino de este mundo,
y desde ese absoluto hace el juicio a esa realidad nacional que él investiga y
está expresada en la literatura que procesa ahora. Pero su crítica no
quiere será imparcial, objetiva:
"Mi crítica renuncia a ser imparcial o agnóstica, si la verdadera
crítica puede serlo, cosa que no creo absolutamente".
Esta toma de posición es la reiteración de lo que él había dicho en la
Advertencia del libro, pero también en otros pasajes de otros trabajos. Se
entiende esta reiteración, y Mariátegui es un autor que no teme repetirse,
primeramente por la importancia del mensaje, y por otro lado, por la naturaleza
del escrito.
No olvidemos que originalmente este ensayo había
aparecido como una larga serie de artículos en la revista «Mundial». Lo nuevo
aquí es que encontramos en este texto la fundamentación de su posición
partidaria:
"El espíritu del hombre es indivisible; y no me duelo de
esta fatalidad, sino por el contrario, la reconozco como una necesidad de plenitud
y de coherencia” (Subr. JO).
La tesis de la indivisibilidad del espíritu humano es importante en el
pensar mariateguiano. La indivisibilidad del espíritu humano es primeramente la
unidad indisoluble del pensamiento y el sentimiento y esto ya lo había dicho
también en la Advertencia: "...si algún mérito espero y reclamo que me sea
reconocida es el de...meter toda mi sangre en mis ideas"; en la misma
perspectiva: unidad indisoluble entre la vida y el pensamiento, lo que quiere
decir, entre el cuerpo y el espíritu. Pero esta indivisibilidad del espíritu
humano debe ser entendida tanto a nivel individual, como a nivel social. Pero
retomemos aquí el texto iniciado:
"Declaro, sin escrúpulo, que traigo a la exégesis literaria todas
mis pasiones e ideas políticas, aunque, dado el descrédito y degeneración de
este vocablo en el lenguaje corriente, debo agregar que la política en mí es
filosofía y religión".
B. La unidad orgánica del espíritu
Distingamos todo el conjunto de conceptos que encierra este pasaje:
·
la exégesis
literaria contiene pasiones e ideas políticas,
·
contiene filosofía
y religión.
Sin embargo toda esta unidad no terjiversa el sentimiento estético:
"Pero no quiere decir que considera el fenómeno literario o
artístico desde puntos de vista extraestéticos".
Mariátegui es un pensador orgánico y por lo tanto rechaza todo tipo de
reduccionismo, aún el reduccionismo político. La unidad se da en el espíritu,
que al mismo tiempo diferencia nítidamente las perspectivas de la realidad:
"...mi concepción estética se unimisma, en la unidad de mi
conciencia, con mis concepciones morales, políticas y religiosas, y que, sin
dejar de será concepción estrictamente estética, no puede operar independiente
o diversamente".
El mismo hombre es el que actúa, siente y piensa, es la unidad
cuerpo-alma-espíritu que se unimisma en un todo fluído de la vida;
1.
es el cuerpo mismo
que se siente y se piensa;
2.
es el sentimiento
que reflexiona sobre sí misma a partir de una modificación de su cuerpo dentro
de la totalidad de los cuerpos;
3.
es el pensamiento
que es pensar o reflexionar un sentimiento partiendo de la unidad orgánica del
cuerpo, con los otros cuerpos.
Tres aspectos, o para decirlo con Spinoza tres modos expresivos de una
misma realidad, que es al mismo tiempo potencia. O bien: es la misma Potencia
que se expresa alternativamente en tres formas diferentes, teniendo ellas tres
la misma esencia.
Esta unimismidad de las concepciones estéticas,
filosóficas, morales, políticas y religiosas en la conciencia del individuo es
la reflexión de una unidad orgánica en la realidad misma.
Esta unidad orgánica de la realidad es la unidad de la
Naturaleza en su dimensión corporal: la unidad dialéctica de los cuerpos. Pero
evidentemente no se refiere él a cuerpos cartesianos, es decir objetos, cosas,
es decir, expresiones definidas del principio de la inercia.
El cuerpo -y con él, el espíritu- es a la vez activo,
de allí su capacidad o fuerza de entender, de comprender; y es pasivo, de allí
su facultad de la emoción, del sentimiento, la pasión. La unidad dialéctica
entre los dos principios actividad y pasividad son propios tanto del cuerpo
como del espíritu.
Pero son activos y pasivos no en sí, sino en relación
constante con los otros cuerpos, por lo tanto con los otros espíritus. En esta
unidad dialéctica tampoco debe identificarse el principio de la actividad con lo
positivo y el principio de la pasividad con lo negativo. Lo que se llama
experiencia, vivencia es una síntesis de principio activo y pasivo y todos los
fenómenos afectivos expresan esta síntesis.[1]
Esta dialéctica de la unidad de la pasividad y la
actividad de los cuerpos, por lo tanto, también de la pasividad y la actividad
del espíritu (podríamos llamar 'alma' en tanto pasividad, y 'espíritu', en
tanto actividad), está en la base de la teoría mariateguiana de la unidad
orgánica de la realidad y la unidad de las concepciones estéticas, morales,
filosóficas y políticas en el seno de la intimidad de la conciencia.
El espíritu del hombre es indivisible porque la
realidad es una sola (Sustancia) que se expresa a través de atributos, el
Cuerpo y el Pensamiento y estos a su vez en una infinidad de modos; es decir
como cuerpos individuales y de ideas también individuales, todos ellos en
constante movimiento de causalidad y de efecto, de actividad y pasividad.
Así la concepción estética de un individuo es una
unidad orgánica de afectos (pasividad) y de pensamientos (actividad) con una
especificidad y coherencia propia que la diferencia de otra unidad orgánica
como puede será la concepción moral, filosófica o religiosa.
Todas
estas concepciones estéticas, morales, filosóficas y políticas son expresiones
'modales' (es decir son formas de ser de una misma realidad) de una misma
unidad orgánica o conciencia organizadora, ellas no son sustancias. Todas estas
concepciones se diferencian modalmente, no realmente, porque son expresiones de
una misma realidad, la conciencia.
Por eso puede afirmar Mariátegui que su concepción
estética se unimisma con sus concepciones morales, filosóficas, etc, sin dejar
de será estéticas, si perder su especificidad propia. Es decir, habla de una
diferencia modal, no de una diferencia real o sustancial.
Esta actitud partidaria, la actitud que toma
consciente, abiertamente posición en el proceso histórico de la crítica
literaria es para Mariátegui la única posible, pues el hombre, como espíritu
indivisible, en cuanto emite una concepción estética de un momento de la
realidad, al mismo tiempo, indefectiblemente, emite un criterio moral,
político, filosófico, etc, aún si el autor no es consciente de ello.
Por
lo tanto el hombre no puede ser puramente estético, o puramente moral o
puramente político o religioso. El espíritu siempre es un todo, es indivisible.
Para ilustrar esta tesis nuestro autor va presentar el caso de José de la Riva
Agüero:
"Riva Agüero enjuició la literatura con evidente criterio
civilista. Su ensayo sobre el carácter de la literatura del Perú independiente,
está en todas sus partes, inequívocamente transido no sólo de
conceptos políticos sino aun de sentimientos de casta. Es
simultáneamente una pieza de historiografía y de reivindicación política"
(Subr.JO)
Si se analiza el texto se podrá descubrir también una visión del
mundo, una filosofía, sino desarrollada por lo menos implícitamente, en estado
de praxis, lo mismo que un cierto sentimiento religioso.
Pero este sentimiento religioso, esta concepción
filosófica, estas concepciones políticas no es meramente individual, sino que
ellas expresan el sentir y los intereses materiales económicos de todo un
sector o grupo social:
"El espíritu de casta de los encomenderos coloniales, inspira sus
esenciales proposiciones críticas que casi invariablemente se resuelven en
españolismo, colonialismo y aristocratismo".
Debemos retomar las consideraciones filosóficas expuestas anteriormente.
Para Mariátegui el espíritu humano es indivisible. Y hemos explicado en qué
sentido debe entenderse esta unidad del espíritu. Al criticar a Riva Agüero el
revolucionario peruano profundiza aún estas consideraciones:
“el espíritu humano como unidad indivisible expresa en cada faceta de su
personalidad, toda su personalidad”.
En este sentido el espíritu es siempre totalidad, pero se expresa a
través de determinada particularidad. La dialéctica entre totalidad y
particularidad es el carácter de la indivisibilidad del espíritu humano. Pero
ésta no es la única unidad dialéctica. El cuerpo humano, como ya se ha dicho,
vive dentro de un conjunto orgánico de cuerpos humanos. El modelo es la célula
biológica que por definición exige la existencia de infinidad de otras células
para que una sola pueda existir y sea concebible.
El cuerpo humano forma parte de unidades mayores que
abarca y contiene la individualidad-personal. Ya hemos hecho en un ensayo
anterior la diferencia entre individuo-individuo y el individuo-grupo. En este sentido debe interpretarse la
tesis de la indivisibilidad del espíritu humano como expresión de unidad
espiritual de un individuo-grupo. Aquí también la totalidad se va expresar en
la particularidad. La visión el sentimiento de todo un grupo social, de una
clase puede y debe expresarse en la obra de un solo individuo por lo menos. Y
es en la obra de éste que todo el grupo se encuentra y se siente identificado.
En este sentido, según Mariátegui la obra del individuo no es jamás
estrictamente individual, ella expresa coherentemente o no la concepción de
todo un grupo.
De allí que a través de la obra de Riva Agüero hable
la vieja aristocracia civilista, defienda, aunque Riva Agüero no quiera
reconocer, la visión colonialista, españolista, aristocrática, pasadista.
Mariátegui explica así esa negación explícita de Riva
Agüero de ser expresión literaria de un grupo social.
·
Primeramente dice
el Amauta, porque sólo posteriormente
"hemos aprendido a ahorrarnos muchos disimulos evidentes e inútiles".
·
Pero también porque
la condición del predominio de su clase -la aristocracia encomendera- era,
precisamente, la adopción formal de los principios e instituciones de otra
clase -la burguesía liberal.
Esta clase dominante aunque se sintiese íntimamente monárquica, española
y tradicionlista necesitaba, por cuestiones de poder, adoptar anfibológicamente
su sentimiento reaccionario con la práctica de una política burguesa,
republicana y capitalista que respetara las instituciones y gustos burgueses.
Mariátegui concluye esta parte de su ensayo diciendo:
"Por mi parte, a su inconfesa parcialidad civilista o colonialista
enfrento mi explícita parcialidad revolucionaria o socialista".
Y luego, la toma de posición ya característica en su pensamiento:
"No me atribuyo mesura ni equidad de árbitro: declaro mi
pasión y mi beligerancia de opositor”.
Para luego cerrar con esta tesis:
"Los arbitrajes, las conciliaciones se actúan en la historia, y a
condición de que las partes se combatan con copioso y extremo alegato".
Mariátegui retoma aquí en este último pasaje una tesis fundamental que
ya había expresado a comienzos de este ensayo refiriéndose a Gobetti, "uno
de los espíritus con quienes siento más amorosa asonancia". Decía Gobetti:
"El realista sabe que la historia es un reformismo, pero también
que el proceso reformístico, en vez de reducirse a una diplomacia de iniciados,
es producto de los individuos en cuanto operen como revolucionarios, a través
de netas afirmaciones de constrastantes exigencias"
Y luego:
"A los individuos tocan las posiciones netas; la conciliación, la
transacción es obra de la historia tan solo; es un
resultado"..."Estamos en el reino de la lucha (lucha de los hombres
contra los hombres, de las clases contra las clases, de los Estados contra los
Estados) porque solamente a través de la lucha se tiemplan fecundamente las
capacidades y cada uno defendiendo con intransigencia su puesto, colabora al
proceso vital".
Así tenemos todavía un tercer aspecto de la indivisibilidad del espíritu
humano. Se había dicho que el espíritu es una totalidad expresiva, que él se
manifiesta totalmente en cada uno de su modos expresados. Habíamos dicho,
siguiendo y desarrollando las ideas implícitas de Mariátegui, que el espíritu
es también unidad expresiva de un grupo, que éste como totalidad se expresa
coherentemente o no a través de sus integrantes. Así el espíritu es unidad
expresiva no solamente de su realidad invididual sino de la unidad de grupo en
el cual participa y es parte activa.
Ahora continúa Mariátegui en su análisis diciéndonos
que esta unidad orgánica, de individuo o de grupos, no está uno de lado
de otro como un conglomerado sin articulación entre ellos. Todos forman
unidad, pero dentro de la lucha, dentro de la contradicción.
Importante es que aquí Mariátegui no niega la
conciliación de los contrarios, de la síntesis de los opuestos. Ya había
declarado categóricamente nuestro autor que su voluntad es afirmativa, su
temperamento es de constructor.
Pero esta síntesis, es decir la construcción
sintética es un quehacer de la historia, es de la totalidad, como producto
de choque, de la lucha. Esta tesis sobre la historia como dialéctica de una
lucha lo había escrito en marzo de 1926.
En abril de 1927 vuelve Mariátegui a tratar sobre esta
tesis en una carta a Samuel Glusberg. Dice allí:
Estoy políticamente en el polo opuesto de Lugones. Soy
revolucionario. Pero creo que entre hombres de pensamiento neto y posición
definida es fácil entenderse y apreciarse, aún combatiéndose. Sobre todo
combatiéndose. (Subr. JO).
Líneas más atrás:
"En Lugones, he admirado siempre al artista, al pensador que se
expresa sin equívoco y sin oportunismo...siempre es una ventaja encontrarse con
adversarios de su estatura" (1984:273).
Según nuestro autor la historia avanza a través de la lucha, y cuanto
más abierta y leal sea llevada esta lucha; y cuando sea llevada sin equívoca y
sin oportunismo, mejor será el producto, mejor avanzará el proceso
en general.
Ahora comprendemos mejor el principio moral
fundamental de la sinceridad que ya hemos desarrollado anteriormente y de cual
habla Mariátegui en una de las entrevistas que se le hicieron:
"Mi sinceridad es la única cosa a la que no he
renunciado nunca.
Sinceridad no es solamente la apertura franca de la palabra, es la
apertura misma del ser. No son las luchas ni las contradicciones los males de
este mundo, es la incapacidad de los hombres de abrirse y confrontarse tal como
son y sienten.
Lo fundamental es defender la posición radicalmente,
desde sus más íntimas raíces y Mariátegui expresa su animadversión contra las
posiciones oscuras, con las palabras de doble filo, de la demagogia, es decir
de la división del espíritu humano entre la palabra y su pensamiento; entre un
pensamiento y los actos, entre una pasión y una emoción y el acto que es
oprimido por las circunstancias y las ventajas inmediatas del momento:
"Con el sector con el que no me entenderé nunca es otro: el del
reformismo mediocre, el del socialismo domesticado, el de la democracia
farisea".
La búsqueda revolucionaria de la realidad peruana exige una toma de
posición. Pues no se trata para Mariátegui simplemente de describir o analizar
objetivamente esta realidad,[2]
pues esta objetividad implica una conciencia neutral y pura, no partidarista,
es decir, la eliminación de toda subjetividad lo cual supondría una realidad
peruana independiente a la conciencia y voluntad de su hombres.
Mariátegui rechaza esta posición por ilusoria,
equívoca y oportunista. El concepto de realidad propuesta por él supera todo
tipo de reduccionismo del tipo subjetivo-objetivo. Mariátegui no es el
observador puro, contemplativo, entomológico,[3] y la realidad peruana no es una
realidad de hormigas o de abejas, la que se puede estudiar sin comprometerse
con sus propias luchas.
Desde el primer momento nos dice él: será cuerpo
viviente entre otros cuerpos vivientes que forman unidades que superan la mera
individualidad, y el estudio de esta unidad orgánica, que es la realidad
peruana, implica la toma de posición pues ese organismo viviente que era
(es) el Perú (Historia y Naturaleza) vivía de sus contradicciones.
La nueva generación peruana rompió radicalmente con
una historia peruana y su tradición. Rompió con ella porque descubrió que era
una realidad mutilada y que funcionaba gracias a la constante mecánica de
coacción y represión que hacía de la gente peruana, gente melancólica, gente
gris, sin capacidad de la alegría ni del dolor y que sufría de un cansancio de
aquellos que no hacían nada.
·
Una realidad
mutilada y que funcionaba a base de la represión y coacción de su propio ser no
podría crear sino gente hipocondriaca.
·
Era necesario hacer
saltar esta concepción de realidad, crear una nueva; de allí la constante
reiteración del refrán:
·
El Perú es todavía un concepto a crear.
Y en la creación de esta nueva realidad es fundamental tomar en cuenta
la utopía que no es otra cosa que la conciencia anticipatoria, que parte de la
realidad presente, pero parte negándola. La niega, no por ningún espíritu
bohemio o iconoclasta, sino porque la conciencia revolucionaria en su espíritu
creador ya se proyecta hacia el futuro, cualitativamente superior al presente
dado.
Pero, como se ha dicho, tiene que partir de lo dado. Y
a nivel de lo dado la conciencia revolucionaria se encuentra con una realidad
cuya fuerza imaginaria está alienada. Este es el punto de partida.
Mariátegui escribe:
"Una teoría moderna -literaria, no sociológica- sobre el proceso
normal de la literatura de un pueblo distingue en él tres períodos: un
período colonial, un período cosmopolita, un período nacional" (Subr. JO).
·
En el primer
período nos dice Mariátegui, "un pueblo, (como el Perú. JO) literariamente
no es sino una colonia, una dependencia de otro".
Es el problema de la alienación inicial. Mariátegui
habla aquí de la literatura de un pueblo. Pero la literatura de un pueblo es su
conciencia imaginativa, por lo tanto la imaginación tanto a nivel individual
como a nivel de grupo. La ruptura radical con esta situación inicial es el
primer paso necesario para poder superar este estado de inicial alienación.[4] La ruptura inicial es entonces ruptura
revolucionaria contra aquello exterior de determina nuestra conciencia y
nuestro ser, nuestros sentimientos y pensamientos. La independencia política en
1821, como ya se ha dicho, no trajo la independencia cultural, como tampoco la
independencia económica. Había entonces que buscar nuevos horizontes de
orientación.
El hijo o la hija a nivel personal rompe, tiene que
romper o terminar algún dia con la tutela paternal/ maternal. Para eso requiere
de otras referencias orientadoras. Esta etapa es la cosmopolita. Rompe con el
cordón umbilical, se abre hacia el mundo y quiere buscar en este mundo su
propio ser. En este sentido escribe Mariátegui en su trabajo sobre Alcides
Spelucín:
"Procedemos él y yo, más que de la misma generación, del mismo
tiempo. Nacimos bajo idéntico signo. Nos nutrimos en nuestra adolescencia
literaria de las mismas cosas: decadentismo, modernismo, estetismo,
individualismo, escepticismo".
Se aprecia aquí que Mariátegui se refiere a este malestar inicial, que
está bien documentado en sus primeros escritos y que hemos analizado en
nuestro primer capítulo. Continúa nuestro autor en el mismo pasaje:
"Coincidimos más tarde en el doloroso y angustiando trabajo de
superar estas cosas y evadirnos de su mórbido ámbito".
Una vez más reitera nuestro autor del carácter de esa realidad peruana
(costeña, criolla, especialmente limeña): mórbido ámbito que solamente
era capaz de producir escepticismo, individualismo, estetismo, decadentismo,
etc, etc.
"Partimos al extranjero en busca no del secreto de los otros sino
en busca del secreto de nosotros mismos".
Esta salida al extranjero era para ambos el paso necesario para romper
con el ámbito mórbido de la alienación y encontrarse a sí mismo. Este
encontrarse a sí mismo es el tercer período, que en la literatura peruana se
llama indigenismo, pero que filosóficamente es la autonomía o el
ser-sí-mismo.
·
Pero el "ser-sí-mismo", el "ser-autónomo" es un proceso largo y difícil. Lo que Mariátegui señala es el comienzo
de este proceso, no su realización, lo cual hubiera sido un error idealista, el
de confundir la conciencia de una necesidad de un cambio con el cambio y
realización del cambio mismo.
·
Cuando la Nueva
Generación comienza a tratar de adentrarse en el mundo andino, lo que
está haciendo es una especie de introspección. Comienza a buscarse a sí
mismo en una cultura hasta ahora extraña por haber sido coactada y reprimida
por tanto tiempo. No es sorprendente entonces que esta búsqueda de la identidad
pase por un proceso enormemente doloroso.
Veamos el caso de César Vallejo, de quien dice
Mariátegui que es el mejor traductor del sentimiento indígena.
[1] En este sentido
escribe Spinoza en la Proposición 38 del cuarto libro de la Etica: "Lo que
dispone al cuerpo humano de tal suerte que pueda ser afectado (es decir, ser
pasivo. JO) de muchísimos modos, o lo que lo vuelve apto para afectar (ser
activo, JO) los cuerpos externos de muchísimos modos, es útil al hombre; y
tanto más útil cuanto más apto vuelve al cuerpo para ser afectado y para
afectar a los otros cuerpos de muchísimos modos; y, por el contrario, es nocivo
lo que vuelve al cuerpo menos apto para eso".
[2] al final del libro dice Mariátegui: "Mi
trabajo pretende ser una teoría o una tesis y no un análisis".
[3] "La actitud de
De Man en cambio, es la del cientifista: se inclina hacia el pueblo no para
comprenderlo desinteresadamente sino para teorizar sobre sus sentimientos, para
construir esquemas pseudocientíficos; no para ponerse al unísono y extraer
principios jurídicos-educativos,sino como el zoólogo que observa un mundo de insectos,
exactamente igual como Maeterlinck observa las abejas y las termitas".
(Gramsci. Quaderni:1501. Introducción a la filosofía de la praxis.
Lima.1988:158).
[4] Este es también el
punto de partida de grandes pensamientos filosóficos como el de Hegel o el de
Marx, pero también el de Descartes o Spinoza. La primera constatación que hace
el filósofo judío de Amsterdam en su «Tratado sobre la Reforma del
Entendimiento» es precisamente esa situación afectiva de la infelicidad, la
conciencia de que lo dado no es lo deseado. El sentimiento que el hombre se
mueve en un círculo vicioso que origina siempre nuevos sinsabores. Es este
'Unbehagen' (Freud), este sentimiento dudoso de la infelicidad causada por una
constante insatisfacción, lo que va a mover a la voluntad a querer cambiar esta
situación. Y este 'Unbehagen es el sentimiento de no ser-sí-mismo, es el
sentimiento y luego la conciencia de será determinado por una relidad exterior
a nosotros mismos. Esta conciencia genera literatura colonizada.
Prólogo a la Cuarta Edición de “Perú: Mito y Realidad”
(Quinta y Última Parte)
Julio
Roldán
Posdata
La subversión armada fue organizada
y dirigida por el PCP, luego por el MRTA, en contra del Estado peruano. Esta
guerra, iniciada en mayo del 80, ha marcado, como ningún otro, la historia del
Perú. Nunca antes hubo una acción social, política, ideológica y militar que
haya puesto en peligro al Estado, por consiguiente al orden social establecido,
en el Perú. El periodista Gustavo Gorriti (1948-) avizoró tempranamente el
alcance y la envergadura de la subversión senderista cuando puso como subtítulo
Historia de la guerra milenaria en el
Perú, a su libro sobre Sendero Luminoso.
Es menester insistir,
a pesar de la derrota político-militar de una facción, en lo que fue “Sendero
histórico”; hablar con propiedad sobre las causas y razones de la guerra
subversiva en el Perú tiene sus consecuencias nada positivas. Hasta el momento
muy pocos se han atrevido abordar el tema con la seriedad que la ciencia
requiere. Uno de los tantos motivos es el temor a ser vinculado con la
subversión en cualquiera de sus formas. Lo que escribió el antropólogo Rodrigo
Montoya (1943-), hace más de 20 años, es una verdad que hasta hoy, 2013, tiene
plena vigencia. Leamos: “Es muy poco lo que sabemos sobre Sendero y quienes
hemos escrito algunas líneas para tratar de entender su significación política
somos calificados inmediatamente de ‘pro-senderistas’
por aquellos que no quieren ver lo que sus ojos miran, que quisieran que esta ‘pesadilla’ pasara de una vez.” (Montoya,
1989: 191)
En otra parte de su
escrito, nuevamente sobre el tema, afirma: “Lamentablemente lo que se ha hecho
en estos diez años por entender el fenómeno político Sendero Luminoso ha sido
insuficiente. En ningún programa de la televisión, en ningún centro de
investigación, en ninguna Universidad se ha realizado un seminario -uno para
citar un ejemplo- para tratar de examinar con seriedad lo que es y no es
Sendero.” (Montoya, 1989: 190)
En estas más de tres
décadas de subversión en el Perú, lo cierto es que se ha escrito cientos de
ensayos. Se han publicado miles de artículos. Se han difundido un sinnúmero de
informes periodísticos. Del mismo modo, también es verdad, que en la gran
mayoría de los escritos, daría la impresión de que sus autores coordinarían
previamente su lenguaje, abundan los objetivos en desmedro de los sustantivos.
Esto nos lleva a sostener que lo publicado, en gran medida, es ideología, es
propaganda, de aquellos que no desean ver, como dice Montoya, lo que sus ojos
miran.
De los muchos
acápites desconocidos sobre Sendero Luminoso, mencionemos uno a manera de
ilustración. El femenino. No hay ninguna organización política subversiva en
América Latina, menos en el Perú, que haya logrado integrar tantas mujeres en
sus filas. ¿Por qué? La repuesta es aún tabú. Con la excepción de los trabajos
de Robin Kirk (1960-) titulado Grabado en
piedra: las mujeres de Sendero
Luminoso y de Rocio Silva
Santistevan (1963-), que se ha ocupado sobre los derechos de las presas
políticas, este tema está por descubrirse.
Esporádicamente se
vierten algunas ideas sueltas al respecto. En unos casos mirando a los
costados. En otros casos hablando a media voz. Lo que transcribimos a
continuación es un buen ejemplo de lo afirmado. En una entrevista, hecha el año
pasado por Rosa María Palacios (1963-) a Julio Cotler, abordando
tangencialmente el tema en cuestión, el sociólogo afirmó: “No te olvides que las
mujeres tenían una participación especial en Sendero...” Palacios responde:
“Pero estas mujeres no habían nacido cuando atraparon a Abimael Guzmán...”
Cotler retruca: “El primer libro, el primer artículo feminista que se ha hecho
contemporáneamente en el Perú, lo hizo un señor llamado Abimael Guzmán.
Comenzamos por ahí. Siempre Sendero ha dado una importancia muy especial al
papel de las mujeres porque es la capa social más subordinada, desprotegida y
tiene fuerza para romper todo lo que se opone a ella de manera muy especial.”
(Palacios, 12-07-12)
El libro, al cual
hace alusión Cotler, fue publicado el año 1975. Lleva por título: El marxismo, Mariátegui y el Movimiento
Femenino Popular. En las páginas de este trabajo se lee, entre otras ideas,
que sobre la mujer pesan cuatro montañas. El dominio de clase, el dominio del
grupo, el dominio del marido y el dominio de la religión. Que las mujeres deben
luchar, junto a los hombres, por la emancipación femenina antes que por la
liberación femenina. En la medida que las clases unen o separan más que los
sexos. Si recordamos lo que escribió Pierre Bourdieu, Gayatri Chakravorty
Spivak y Angela Davis en los libros ya mencionados, nos damos cuenta, con
diferencias más o diferencias menos, que en esencia plantean lo mismo.
¿Fue la razón de la
presencia masiva de mujeres en sus filas el haber comprendido el problema de
clase, entrelazado con el patriarcal-machismo y el ideológico, por parte de los
teóricos de Sendero? ¿O es que se reduce simple y llanamente a la manipulación
de los hombres a las mujeres? ¿Son violentas las mujeres, por naturaleza? ¿Hay
algún otro tipo de explicación? Es un tema a investigar.
*
Aparentemente como
una excepción a esta campaña de no querer ver lo que los ojos miran, por
mandato de organismos internacionales como en otros países, se formo la CVR en
el Perú a comienzos del nuevo milenio. La Comisión de la Verdad y
Reconciliación tuvo como tarea investigar los hechos ocurridos durante la
guerra interna entre 1980 y 2000. En su informe final, entre otros, tiene el
mérito de no tipificar a Sendero Luminoso-MRTA como simples organizaciones
terroristas. Por el contrario, sostienen que fueron organizaciones políticas
que practicaron la subversión terrorista.
El problema viene
cuando se presentan como si ellos fueran los únicos llamados a dar luces sobre
el tema de la subversión. Para comenzar: ¿Quién nombró esa comisión? Por
mandato internacional, ¡El Estado! Luego, la verdad. La verdad, ¿de quién? ¡La
verdad del equipo que investigó! Ellos ya tenían una idea pre-formada de los
hechos. ¿Son ellos los únicos dueños de la verdad? ¿No es posible otra u otras
verdades? Finalmente, Reconciliación. ¿A quiénes van a reconciliar? ¡A los
peruanos! ¿A las fuerzas estatales que aplicaron el terrorismo de Estado? ¿A
las organizaciones armadas que desarrollaron terror subversivo? ¿Van a ser
reconciliados ellos? ¡Todos son peruanos!
Luego, en base al
informe de esta comisión, se intenta levantar la “memoria”. Sin olvidar los
límites y hasta las trampas de la memoria, mencionadas en otra parte de este
prólogo. Una vez más, se pretende imponer una memoria particular como si fuera
la memoria colectiva. En base a esa memoria parcializada se escribirá la
historia de la subversión en el país. La versión de los comisionados, que es la
versión de los vencedores, será la posterior historia oficial en el Perú. Es
por ello que algunos, con toda razón, han dicho ¡Tú memoria no es mi memoria!
¡Tu historia no es mi historia!
Los comisionados
argumentan que son “imparciales”. La pregunta es: ¿Imparciales de quién o de
qué? Todo ser humano es pensante. Todo ser humano es valorativo. Si ellos han
sido nombrados por el Estado, una de las partes del conflicto, de antemano
sabemos hacia dónde se inclina su valoración. Sus simpatías. De igual manera,
si una comisión hubiese sido nombrada por la otra parte en conflicto,
Sendero-MRTA, ya sabemos hacia dónde se hubiese inclinado su valoración. Lo
recomendable sería que las dos partes en contienda nombren sus comisiones, con
las mismas prerrogativas, con el mismo apoyo. Sus informes finales que sean
cruzados, el resultado de este cruce, podría estar más cerca de la verdad que
el informe de una comisión nombrada por una de las partes en contienda.
Presentarse como la
comisión de la “verdad”. Luego, en base a esa “verdad”, construir la “memoria”,
por extensión la “historia”, es una trampa bastante conocida. Ella tiene un
nombre. Es simplemente manipulación ideológica. Llanamente es propaganda a
favor del orden. Sencillamente es la versión de los vencedores. Los autores del
informe no son tan ingenuos como aparentan. Ellos saben muy bien qué es lo que
han escrito en su informe final. Ellos saben cómo se ha escrito y escribe la
historia oficial en el Perú y en el mundo.
Por otro lado, los
dirigentes subversivos, con su silencio y desprecio a todos los que lucharon y
murieron en sus filas, han abonado, significativamente, a esta confusión; en la
medida que, hasta hoy, no han hecho un balance profundo, menos una autocrítica
sincera de su accionar en las dos décadas de guerra interna. ¿Se acordarán,
alguna vez, de la crítica y sobretodo de la autocrítica que tanto pregonaban?
No obstante los
objetivos, la confusión y los silencios en esta dirección, el trabajo de Manuel
Jesús Granados (1954-) El PCP. Sendero
Luminoso y su ideología, de Nelson Manrique La década de la violencia, de Abimael Guzmán (1934-) De puño y letra, de Óscar Ramírez
(1953-) El megajuicio de Sendero, de
Víctor Polay (1951-) En el banquillo
¿terrorista o rebelde?, de Alberto Galvés (1951-) Aún suenan tambores de Guerra, de Eduardo Ibarra (1944-) El
pez fuera del agua y de Gonzalo Portocarrero Los profetas del odio, desde diversas perspectivas ideológicas, dan
algunas pistas para adentrarse en la comprensión de la subversión en el Perú.
Nuestro punto de vista sobre el tema ha sido expuesto en el libro Gonzalo, el mito. Apuntes para una
interpretación del PCP.
Lo que en el nivel de
las ciencias sociales esta aún en sus
comienzos, es compensado largamente por la frondosa producción
literaria. Las novelas, los cuentos y los poemas que recrean la guerra iniciada
en 1980 son múltiples. Las investigaciones y comentarios, desde diferentes
perceptivas, publicados por Mark Cox (1960-), César Ángeles (1961-), Javier
Garvich, Rofolfo Ibarra (1968-), Ricardo Virhuez (1964-), Gustavo Faverón
(1969-), etc., son elocuentes al respecto.
Lo mismo se repite en
la vertiente de la música. Especialmente de la folclórica, el rock y el raap.
Por último, el teatro y la danza es otro campo donde lo que fue la subversión
encuentra espacio y recreación a buen nivel. ¿Será porque los escritores pueden
cobijarse mejor bajo el manto de la palabra? ¿Será porque los artistas pueden
disfrazarse mejor con el ropaje de la fantasía?
*
Finalmente, hay que
insistir, el término que se repite a diario en contra de la subversión en el
mundo oficial es que fueron “terroristas”. Que son “terroristas”. El objetivo
es, entre otros, encubrir las causas históricas, económico-sociales y las
motivaciones políticas, filosófico-culturales, que dieron origen a la
subversión armada en el país, por un lado. Por otro lado, justificar
ideológicamente la acción del Estado, a través de las Fuerzas Armadas, en la
represión no sólo de los subversivos sino de la población en general. Sin
preguntarse por un segundo: ¿Qué, quiénes, quién generó el fenómeno del
“terrorismo” en el país? Muchos de ellos piensan que cayeron del árbol del mal
como cae la fruta envenenada. Otros, que aparecieron por generación espontánea.
Unos terceros sostienen que son el resultado de la mente perversa de Abimael
Guzmán. Hay que decir con el poeta anónimo: “¡Tu incomprensión es tu tumba!”
Una de las enseñanzas
de La guerra de baja intensidad (sistematizada
por los teóricos de EEUU), que aplicaron las Fuerzas Armadas en la lucha
antisubversiva, fue expuesta tempranamente por el entonces Ministro de Guerra,
General Luis Cisneros Visquerra (1926-1998) en la famosa formula “60 x
3”. El también apodado “Gaucho carnicero”, en 1983, declaró: “Para que las
fuerzas policiales puedan tener éxito, tendrían que comenzar a matar
senderistas y no senderistas, porque es la única forma cómo podrían asegurarse
del éxito. Matan 60 personas y a lo mejor ahí hay 3 senderistas… y seguramente
la policía dirá que los 60 eran senderistas.” (Gonzales, 1983: 60)
Los conceptos
expuestos por el General se aplicaron antes contra la subversión armada, hoy en
grado menor, contra los sectores populares que se movilizan, que protestan.
Esta acción tiene un nombre y un apellido. Es terrorismo de Estado. Al margen
de la ceguera del mundo oficial que no desea ver los hechos, hay algunas
personalidades, incluso representantes del orden, que intentan evidenciar, no
sólo el terror de la subversión, sino también el terror estatal. Uno de ellos
es Avelino Guillén (1953-). El ex fiscal de la nación declaró: “Terrorismo no
es sólo lo que estos bárbaros de Sendero y del MRTA perpetraron, terrorismo
también es lo que llevó adelante Colina, Rodrigo Franco -grupo paramilitar que
operó en el primer Gobierno aprista (1985-90)- o el grupo Escorpio, porque eso
es terrorismo de Estado y es tan brutal como lo otro.” (La primera, 05-09-2012)
En estas últimas
páginas hemos visto que la historia peruana está marcada con fuego y sangre. La
violencia, especialmente del orden, del Estado, ha sido, es, un común
denominador a lo largo del proceso histórico. Las preguntas que caben al
respecto son: ¿Será posible que las fuerzas democráticas, progresistas, de
izquierda contribuyan a cambiar conscientemente esta tendencia histórica? ¿Será
posible que en algún momento se rompa conscientemente la cadena de la violencia
estatal? ¿Será posible que la violencia estructural se termine recurriendo a la
violencia coyuntural? ¿Será posible que la revolución justifique la violencia y
no que la violencia justifique la revolución? Lo recomendable sería que el
debate sobre estas y otras preguntas se abra.
El proceso histórico
del Perú, la forma cómo han sido estructurados los hondos abismos económicos,
sociales y culturales que los separa, tienen en las clases dominantes sus
principales responsables. Ellos son los que disponen del monopolio de la
violencia. Ellos son los que aplican legalmente la violencia a través del
Estado y sus instituciones. Lo que caracteriza a estas estructuras de Poder, a
partir de la denominada república, es la supremacía del Ejército en la vida
política. El Ejército es la institución que ha dirimido, en última instancia,
la vida política en este país. Seguro que no cometeremos un exceso si decimos
que el Ejército, en el Perú, tiene sus Fuerzas Armadas. Las Fuerzas Armadas
tienen su Estado. El Estado tiene su sociedad civil. Para comprobarlo, sólo
habría que leer la lista de militares Presidentes o Presidentes militarizados
que han gobernado este país.
El ya citado Óscar
Ugarteche, evidenciando el maridaje entre las clases
dominantes-Ejército-Presidente actual, declaró: “En realidad va en contra de
cómo se enfrenta la lucha de clases en el Perú, que se resumen en: pocos dueños
de muchos activos en contra de la población. Y contra esa población ponen al
Ejército, hacen bailar a Humala como al mono del organillero. Ésa es pura y
dura lucha de clases. Y además es una lucha de clases desatada desde arriba
contra el pueblo. Impresionante.” (Ugarteche, 24-06-2012)
¿Y qué hace el
Ejército? Su labor fundamental es preservar el orden interno. Defender los
Gobiernos de las clases dominantes. Garantizar la democracia representativa de
las clases dominantes. Sus miembros son formados para matar. Su misión es
exterminar a los rebeldes, a los desobedientes, a los subversivos, a los
revolucionarios. Y cuando éstos no existen, arremeten contra la población que
reclama, que protesta, que se moviliza. Ésta fue la razón para que Manuel
Scorza, sintetizando las masacres sufridas por los campesinos-indígenas en la
zona centro del país en los años 60 del Siglo XX, escribiera: “… en el mundo
hay cuatro estaciones; en los Andes cinco: primavera, verano, otoño, invierno y
masacre.” (cit. Celestino, 2005: 63)
El ejército peruano,
desde su formación en los tiempos de José de San Martín (1778-1850), tiene el
inmenso orgullo de haber derrotado, hasta con saña, todas las guerras internas.
A la par tiene, también, la gran vergüenza de haber perdido todas las guerras
externas. Conclusión: Valientes contra los suyos. Cobardes contra los ajenos.
En los últimos años
hay pocos subversivos, reales o supuestos, a quien matar. En compensación hay
muchas protestas populares contra quienes descargar el terrorismo de Estado.
Ésta es la razón para que el ya mencionado antropólogo Rodrígo Montoya, hace un
tiempo atrás, haya evidenciado la cadena del terror estatal en los términos
siguientes: “... a lo mismo de siempre: asustar, someter, pegar, golpear,
perseguir, encarcelar, y matar.” (Montoya, 01-07-2012)
Ante este panorama,
donde las clases dominantes, donde las Fuerzas Armadas, especialmente el
Ejército, son los garantes del sistema de dominio y explotación, la pregunta
pertinente es: ¿Cuál será el futuro que depara a este país? El ya mencionado
periodista César Hildebrandt intenta algunas respuestas a lo planteado. Leamos:
“La conclusión para mí es que en el Perú se construye
por enésima vez un foco violento, autodestructivo, gracias a esta política de
tomar distancia de todo aquello que resulte inaceptable, de condenar todo
aquello que resulte hereje y de considerar que todas las personas que están
lejos del sistema son enemigos irreconciliables. Yo pienso, modestamente, que
el gran enemigo del Perú es el sistema, el que no permite que el Perú sea el país
que esperamos: reconciliado, relativamente convocante.” (Tuesta, 2012:09)
De ser verdad las
afirmaciones del citado periodista, implicaría que esa sociedad está viviendo
los prolegómenos de una nueva acción subversiva de gran envergadura nacional.
El causante de fondo sería el sistema capitalista predominante en el país. La
solución lógica, se desprende de lo afirmado, sería el cambio de ese sistema.
¡Los peruanos están advertidos!
Terminamos este Cuarto prólogo esperando que los temas
tratados, los conceptos repensados, las nuevas ideas vertidas contribuyan, de
alguna forma, a una mejor comprensión de este país. Ésta fue la intención
cuando, en los primeros años de la década del 80 del siglo pasado, escribimos
este libro. Pero no pensamos que la investigación, una tesis universitaria para
optar la licenciatura en sociología, iba a tener el alcance que tiene, el
interés que ha despertado en muchos científicos sociales. Las cuatro ediciones,
las citas extraídas y las menciones al libro, por parte de los interesados en
el tema, es la mejor demostración de que valió la pena escribirlo y publicarlo.
Que vale la pena re-publicarlo con un Cuarto
prólogo
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