La Coartada del Libre Mercado
Cesar Risso
RESULTA CURIOSO conocer las posturas de los intelectuales1 de
derecha respecto de la diferencia entre derecha e izquierda. Los malabares que
hacen para encubrir la realidad y enderezar la “percepción” de las clases
trabajadoras hacia la responsabilidad de la izquierda por los graves problemas
económicos que vivimos.
La época del imperialismo, caracterizada como
aquella en la que dominan los monopolios, es algo tan evidente, que resulta
imposible negarla. Sin embargo, nos plantean una y otra vez que el mercado es
el mejor asignador de recursos y que por ello, el libre mercado es la única
posibilidad de una gestión democrática.
Lo concreto es que si estamos en la época de
la dominación de los monopolios, sencillamente no puede haber libre mercado.
A los argumentos que ya conocemos, les han
añadido el siguiente:
“La derecha piensa, en distintos grados, que el libre mercado debe ser el que decida los temas centrales de la economía y que el resultado será siempre mejor que el control estatal por ser el sistema demasiado complejo para poder controlarlo y porque además el control estará siempre dirigido a beneficiar a quienes tienen el poder.”2 [resaltado nuestro]
Este argumento (la complejidad del sistema), según los intelectuales
burgueses, es el que obliga a la existencia del libre mercado si es que
deseamos la mejor asignación de recursos. Pero esta afirmación tiene implícita
la valoración de la capacidad de la burguesía en particular, y del ser humano
en general, para poder organizar y planificar la producción y el conjunto de
actividades económicas de la sociedad. Es decir, dejan a la anarquía, al
desorden, la solución de los problemas económicos. Además, hay que añadir, que
la “mejor asignación de recursos” que le atribuyen al libre mercado, ha dado
como resultado el conjunto de graves problemas que enfrenta la humanidad: la
inflación, la pobreza, la desigualdad, la contaminación ambiental, con el
consecuente deterioro y destrucción de los recursos naturales, etc. O sea que, el
libre mercado como asignador de recursos es, desde el punto de vista de las
clases explotadas, un desastre; y, desde el punto de vista de la burguesía
imperialista, la posibilidad de explotación con la consecuente extracción de
ganancias a las clases trabajadoras, sin límite ni control, con el añadido de
que le permite sostener las relaciones sociales capitalistas.
La defensa del libre mercado tiene la
finalidad de plantear la disyuntiva entre libre mercado o control estatal. Esta
es, evidentemente, una disyuntiva falsa, debido a que en cualquiera de las dos
propuestas está como base el sistema capitalista.
El Estado capitalista, o el “control
estatal”, es la representación de los intereses de la burguesía, pues es una
organización burocrático-militar que recurre a todos los mecanismos posibles
para mantener a las clases trabajadoras sometidas a la forma de trabajo asalariado,
además de recurrir al uso de relaciones sociales del pasado, como la esclavitud,
que le rinden el fruto esperado de aumentar sus ganancias.
Para sortear el reconocimiento del carácter
de clase burgués del Estado, orientan su argumento a la personalización del
Estado. Así, dicen que “el control [estatal] estará siempre dirigido a
beneficiar a quienes tienen el poder.”
La burguesía gasta enormes cantidades de
dinero en la organización y planificación de sus empresas para hacer frente a
la competencia y así desplazar a otras empresas y obtener ingentes ganancias.
Es una descomunal inversión de recursos, que por supuesto se recupera con las
exorbitantes ganancias extraídas de las clases trabajadoras. A pesar del nivel
alcanzado en la organización y en la planificación de sus empresas, como de las
grandes corporaciones multinacionales, que están repartidas por todo el
planeta, son capaces de afirmar que el sistema capitalista es demasiado
complejo y que por ello el Estado no puede llevar a cabo una mejor asignación
de recursos que la que sí puede realizar el libre mercado.
Al respecto, tenemos la convicción de que la
organización y planificación de las actividades económicas, para que sea un
verdadero progreso, tienen que ser realizadas por el Estado Socialista, en el
proceso de superación del trabajo asalariado, y de las demás formas de
explotación; por el trabajo, libre de todo sometimiento, y de toda forma de
explotación; por el proletariado organizado como clase dominante, en conjunto con
las demás clases explotadas, en la transición de la economía capitalista hacia
la economía socialista.
A pesar del enorme incremento de la
productividad industrial y económica en el mundo durante el siglo XX y lo que
corre del XXI, las clases trabajadoras no se han visto beneficiadas en sus
condiciones materiales de existencia, sino que se ha agudizado la desigualdad, con
un nivel mucho mayor de concentración de la “riqueza” por parte de la burguesía
imperialista.
Por ejemplo:
“Un trabajador promedio necesita trabajar
solo 11 horas por semana para producir tanto como 40 horas por semana en 1950.
(Los datos aquí provienen de los Estados Unidos, pero los aumentos de
productividad en Europa y Japón han sido de la misma magnitud). La conclusión
es inevitable: si la productividad significa algo, un trabajador debería poder
ganar el mismo nivel de vida que un trabajador de 1950 en solo 11 horas por
semana.”3
Esto significa, que un resultado inmediato del aumento de la
productividad debería de haber significado la reducción de la jornada laboral.
Asimismo, al incrementarse las actividades económicas como consecuencia del aumento
de la productividad, el empleo debió de haber crecido de manera importante. Pero,
no ha ocurrido ni uno de los dos efectos importantes debidos al crecimiento de
la productividad. Mas bien, el aumento de la productividad ha significado la
sobre explotación de los trabajadores, quienes laboran más horas, y acceden a
menores recursos con lo cual se ven afectadas sus condiciones materiales de
existencia.
Los argumentos económicos de la burguesía se
dirigen hacia la necesidad de sustentar la importancia de la derecha y del
libre mercado, para sostener la idea de que todos los problemas son el
resultado de los políticos y partidos de izquierda, y de aquellos que no
encajan en dicha definición, como el caso de los congresistas. Esta es una evasión
absurda, pero que encaja con el resto de disparatados argumentos de la
burguesía. Ayuna como se encuentra de ideas para sustentar el sistema
capitalista, echa mano de lo que sea.
“Esto nos lleva a la discusión actual
respecto a si el gobierno de Dina Boluarte, o ella misma, es de derecha o de
izquierda. El gobierno actual es producto de un gobierno de izquierda
desastroso que acabó en un autogolpe fracasado. Además, la presidente tiene una
muy baja popularidad y es mantenida por una mayoría del Congreso sobre la cual,
como veremos, no aplican etiquetas ideológicas (ni de derecha ni de izquierda)
más allá de su propio interés personal o gremial. Así, a la izquierda le
conviene desmarcarse de Dina Boluarte y pintarla como lo opuesto a ellos, para
poder culpar a su gobierno de todo lo malo y decir que no es de izquierda.”4
La definición de izquierda y de derecha a la que recurren los
intelectuales de la burguesía, no les sirve para calificar al actual gobierno,
tratando de escabullirse de lo que todos ven: que el congreso está tomado por
la derecha, y que el nivel y desempeño que tiene corresponde a la burguesía en
su incapacidad de ofrecer ni la más mínima posibilidad de progreso a las clases
trabajadoras. El congreso actual está plagado de mediocres y sinvergüenzas
porque es lo que la burguesía peruana necesita para mantenerse en el poder.
Hay que añadir que la “izquierda”
a la que se refiere la burguesía es la socialdemocracia, esto es, el ala
izquierda de la derecha.
La burguesía ha renunciado temporalmente al
control de la economía por parte del Estado. Pero retomará dicha política
cuando le resulte necesaria. El libre mercado que constantemente reclama es la
política neoliberal que viene aplicando en nuestro país desde la década del 90.
De modo que basta con revisar los resultados del neoliberalismo para conocer lo
que el libre mercado nos ofrece. Sin embargo, reiteramos que la disyuntiva
libre mercado o control estatal, es falsa, mientras domine el sistema
capitalista, y, más aún, en tanto estemos en la época de dominación de los
monopolios.
Por más que la burguesía se invente los
argumentos que sean, no hay solución para el capitalismo, solo su superación
definitiva. La propuesta de José Carlos Mariátegui al respecto, define con
claridad la importancia de El Capital de Carlos Marx y la solución
planteada:
“Mientras el capitalismo no haya tramontado
definitivamente, el canon de Marx sigue siendo válido.”
“Marx está vivo en la lucha que por la
realización del socialismo libran, en el mundo, innumerables muchedumbres,
animadas por su doctrina.”5
Así, pues, la propuesta del libre mercado no es más que una coartada de
la burguesía para mantenerse vigente; a pesar de lo cual, esta no hace sino
poner en evidencia la carencia de argumentos para defender la explotación
capitalista de las diversas clases de trabajadores.
__________
(1) Nos referimos a Miguel Palomino, presidente de IPE, autor del
artículo que comentamos.
(2) https://www.ipe.org.pe/portal/lo-que-la-izquierda-nos-deja/
(3) https://www.konradlorenz.edu.co/blog/la-productividad-y-la-semana-laboral/
(4) https://www.ipe.org.pe/portal/lo-que-la-izquierda-nos-deja/
(5) José Carlos Mariátegui, La filosofía moderna y el marxismo,
en Defensa del marxismo. Págs., 40-41.
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