Vallejo
para no Iniciados: Criticando al Crítico
Julio
Carmona
CONSIDERANDO EL TÍTULO de
este artículo, debo decir que el crítico a quien voy a criticar es Ricardo
Silva-Santisteban, aunque él mismo dice que no
se considera crítico pero, en las primeras páginas de «Justificación» de su
trabajo sobre César Vallejo (2016: 13), precisa que
«es probable que, a veces, pueda haber visto cosas
que no vieron anteriormente ni los críticos profesionales ni los vallejistas a
quienes, en verdad, he leído muy poco».
En esta cita sobresale,
primero, una especie de autobombo cuando dice que sin considerarse crítico
puede haber visto lo que no vieron «ni los críticos profesionales ni los
vallejistas»; eso lo hace ponerse por encima de los especialistas (de los
críticos, en general, y de los vallejistas, en particular). Y, asimismo,
incurre en ambigüedad y contradicción, porque no queda claro si ha leído «muy
poco» solo a los críticos profesionales o solo a los vallejistas o a ambos. Sea
cual fuere el caso resulta contradictorio porque en la p. 17 dice saber que ‘la
difusión de los poemas juveniles de CV ha sido tardía entre los estudiosos’
(¿cómo lo sabe si los ha «leído muy poco»?) Sin embargo, a pie juntillas, dice
que «gracias a los trabajos de André Coyné, de Alcides Espelucín, de César
Ángeles Caballero y de Juan Espejo Asturrizaga se tuvo un conocimiento más
preciso de estos poemas», y, cabe preguntar: ¿cómo dice haber leído poco a los
críticos profesionales y/o a los vallejistas, si enumera a algunos de los
sobresalientes y precisa a pie de página sus obras respectivas? Inclusive, en
la p. 18 llega a criticar a «todos
los críticos» (¿no dijo que los había leído muy poco?1), pues dice
que «se equivocan» al comentar un poema al que ellos consideran «de una sola
sílaba» cuando dice él que son «bisílabos». En este caso, lo que le ha faltado
es nombrar a algunos de esos críticos
equivocados para verificar de qué
hablan todos ellos: si de sílabas
gramaticales o de sílabas métricas.
Es
preferible leer de alguien que no se considera crítico, que ‘puede ser probable
que él esté viendo cosas que ya los críticos profesionales y los vallejistas
vieron’ lo cual denotaría la modestia del que no es crítico profesional ni
vallejista. Lo otro, como ya dije, trasunta un cierto tufillo de soberbia. Y
si, al final —como en efecto se constata—, el lector reconoce que hay novedades
en su trabajo, el reconocimiento le llegaría de los demás y no de sí mismo. Por
último, la extensa y minuciosa bibliografía que figura al final del libro
desmiente esa poca lectura, salvo que haya sido puesta ahí por un prurito de
fingida erudición.
Algo
lamentable también se da con una opinión de este autor que no se considera
crítico, pero que esgrime las armas más despiadadas y, por ello, injustas,
contra el primer libro de CV. Y esa opinión está en la siguiente cita:
«La lectura de Los heraldos negros como
conjunto es una tarea penosa porque la mayor parte del libro ha pagado, con
creces, su tributo al tiempo. Esto hay que decirlo con todas sus letras, aunque
pueda parecer irrespetuoso, pero lo contrario es simple beatería. En la mayor
parte del libro se da el modernismo más ramplón y pedestre que uno pueda
imaginarse» (op. cit.: 19).
En primer lugar, decir que
la lectura del libro «como conjunto» (lo que da a entender que es la lectura de
todo el libro) «es una tarea penosa»,
resulta contradictorio con la conclusión de que «la mayor parte del libro [ya no es todo el libro sino la mayor
parte] ha pagado, con creces, su tributo al tiempo.» Y es cierto, y hasta
obvio, que con el paso del tiempo no todos los poemas —de todos los poetas—
reciben la misma valoración. Pero eso no quita que algunos lectores (ubicando
al libro en su época y sin caer en beatería) valoren de manera positiva aquello
que otros creen periclitado, porque ningún crítico puede presentarse como el non plus ultra para considerar que su
lectura posee una verdad absoluta.
Ahora
bien, de acuerdo con lo leído antes de hacer la cita última, cabe preguntar:
¿podría decirse que lo que no han visto
todos los críticos es que «En la
mayor parte del libro se da el modernismo más ramplón y pedestre que uno pueda
imaginarse»? Yo creo que no, porque la mayoría de los críticos (por mi parte
debo reconocer que no he leído a todos,
pese a mi esfuerzo por acceder a tan profusa bibliografía) sí han visto los
nexos de ese libro con el modernismo; pero no todos dicen que su lectura sea
«una tarea penosa» ni llegan a considerar que lo hecho por CV con esa
influencia modernista sea «ramplón y pedestre»; sí, contrariamente, la mayoría
apunta a resaltar su tendencia a romper con el modernismo. Y esa ruptura
implica la búsqueda de una nueva expresión, de un nuevo lenguaje que deje de
lado lo exótico y pase a enraizarse en lo propio. Recuerdo que en las redes
sociales me llegó la fotografía de una familia campesina, el hombre con una herramienta
en la mano, y la mujer amamantando a un niño, trajeados humildemente, de
acuerdo con su condición social. Y la imagen iba acompañada del siguiente
comentario: «Esta foto es demasiado hermosa para impedir que sea vista por todo
el mundo.» Comentario que yo reproduje en el reenvío que hice. Pero no faltó
quien estuviera en contra, señalando que no podía ser considerada hermosa una
foto de dos desarrapados campesinos. Tanto a esta opinión como a la de
Silva-Santisteban, sin considerarlas irrespetuosas, se les puede atribuir la
famosa frase: «Todo es según el color del cristal con que se mira». Y no
debería devaluarse la opinión contraria ni mucho menos calificarla de «simple
beatería». Respetos guardan respetos.
La
comentada es, pues, una cita desafortunada —por decir lo menos—, y esto suele
ocurrir con los adoradores de la forma, que no cuidan, a veces, la suya. Porque
esa tajante opinión va a ser morigerada líneas más adelante, cuando dice que
«Vallejo supo sacudirse con valentía de la dañina influencia modernista para
encontrar un nuevo tono personal que lo llevó a una expresión más austera y
eficaz» (Ibid.) Se observa que, no obstante haber bajado el tono esgrimido
antes contra el poeta, ahora rompe lanzas contra el modernismo: No se puede
decir que la influencia modernista fuera dañina, porque el modernismo no es sus
epígonos que, por entonces (comienzos del siglo veinte), ya estaban en
retirada. El modernismo es considerado por algunos el pre-vanguardismo. Y CV no mostró su admiración por Vargas Vila (el
ejemplo negativo, si se quiere, del modernismo2) sino por Rubén
Darío.3 Y nadie debería especular que de este gran poeta se pudiera
haber recibido una influencia dañina, lo cual no quiere decir que —para otro
grande— esa influencia hubiera sido eterna.
De
igual manera, el libro vapuleado de César Vallejo ve atemperada su devaluación
por parte de RS-S, cuando dice que:
«El mismo
libro, por suerte, contenía su propia negación y esos ocho o diez poemas que
ahora estimamos y gozamos fueron la apertura de la senda por la que luego
recorrería su verdadera poesía» (Ibid. Resaltado mío)
Pero nótese que siempre, aunque tal vez sin proponérselo, insiste en
desfigurar la realidad, pues no veo por qué esos poemas que el crítico devalúa
deban ser rezagados a la situación de pertenecer a la poesía no «verdadera» de
CV. En todo caso, quien debiera determinar esto sería el propio poeta. Y si se
hace una lectura prospectiva del libro, en el sentido de considerar su
estructura como el sentido de evolución de su poética que quiso
ofrecer el autor, es decir, César Vallejo, y, en ese sentido, siendo honesto
consigo mismo, presentó los primeros poemas como las raíces del árbol que irá
desarrollándose: en el tronco, las ramas y las flores que serán las estancias
sucesivas de ese su primer libro. Entonces, todos los poemas son la verdadera poesía de Vallejo, en ese
primer libro. Por eso hay críticos que no separan al primer libro de César
Vallejo del segundo (y así con los sucesivos), sino que los ven como
complementarios, y todos constituyen una poesía
verdadera. Es más, sobre el mismo libro, RS-S dice:
«Recordemos que cuando Vallejo publicó Los
heraldos negros fue denominado “poeta simbolista”. Solo nos interesa aquí
incidir en una época creativa de corta vida que, más bien, cierra una etapa de
los movimientos artísticos literarios, pero que nos conduce al arte y a la
literatura modernas» (sic, op. cit.: 204).
Con todo lo dicho, después
de la primera opinión con que devaluó al libro, parece ser una rectificación a
su exagerada y acerba crítica, pues reconoce que ‘esa época breve’ que hizo
producir algo «ramplón y pedestre» fue la que condujo ‘al arte y a la literatura
modernos’. (Y, bueno, después de un siglo de ocurrido ese hecho, como que ya lo
«moderno» debe ser encerrado, así, entre comillas, si el mismo RS-S dice que
esos «artefactos del modernismo se encuentran ahora tan desgastados como los
artefactos que utilizó posteriormente la vanguardia: las máquinas, los carros,
el cine, la aviación, etc.)».
Finalmente,
RS-S reconoce que en el primer Vallejo
no se da una formación estético-ideológica unívoca o monolítica, y dice de él
que «comienza escribiendo dentro de la estética modernista, pero en el momento
de su agonía [se debe entender que alude a la agonía del modernismo y no a la
de CV], de ahí que no sea un discípulo por completo ortodoxo, sino que su
sensibilidad vacila entre dos polos». Pero la frase que viene inmediatamente la
noto —nuevamente— ambigua. Dice: «No creo que puedan darse en un solo poeta
creaciones tan divergentes como “Comunión” y “La araña”.» ¿Cómo no creer que
pueda darse eso en un solo poeta si
lo está constatando en CV, o resulta que en uno de esos poemas no era poeta?
Por
otro lado, RS-S, refiriéndose al libro Contra
el secreto profesional, dice que «En él se da la más libre fantasía con una
gran audacia para insertar en ella una visión del mundo que proviene de la
dialéctica marxista que se fue imponiendo cada vez más en el pensamiento de
Vallejo» (p. 71). Esto tiene que contraponerse a lo sostenido por Georgette
Vallejo, pues ella precisa que este libro fue escrito entre 1923 y 19295,
y, asimismo, dice que entre 1927 y 1928 César Vallejo experimentará una:
«Crisis moral y de conciencia indudablemente, ya
que es a raíz de ella que Vallejo entrevé haber detectado la causa de su agudo
malestar: el alejamiento y la ignorancia de los problemas que más atormentan a
la humanidad avasallada y sufrida en la cual vive. No obstante, se resiste a
ver en el marxismo la solución a tan numerosos males secularmente pretendidos
insolubles e irremediables, aunque, por otra parte, sospecha y presiente
que un sistema enteramente nuevo, y no por azar unánimemente rechazado por los
explotadores y prepotentes ha de implicar necesaria e ineluctablemente algún
mejoramiento por primera vez, palpable, para las masas trabajadoras y
frustradas» (1973-3: 364).
Y hay que agregar que es contradictorio
afirmar eso de que en el libro citado ya se pueda percibir «una visión del
mundo que proviene de la dialéctica marxista» (aunque se diga que fue trabajada
«con una gran audacia» para mezclarla con «la más libre fantasía»). Y este
juego de suposiciones lo vuelve a repetir, a punto seguido de lo anterior, y
dice: «… estos relatos poseen también una audacia filosófica para materializar
su visión del mundo, concebido (sic) como un universo donde impera lo absurdo»
(Ibid.)6 Y todo lo dicho no responde sino a un desconocimiento de la
filosofía marxista o a una pretensión (también muy socorrida en otros críticos)
de convertir a CV en un heterodoxo del marxismo. Sobre esto último ya he dicho
que se debe contraponer a lo precisado por Georgette, quien no tiene la menor
duda al decir que en el tiempo en que CV escribió el libro aludido aun no era
marxista o comunista, lo cual no se contrapone a su humanismo solidario.
Y,
por supuesto, no ha de suponerse —de manera arbitraria— que todos los no
marxistas son unos desalmados o salvajes. Muchas veces lo son por
desconocimiento que puede ser resultado de la contaminación ideológica
capitalista. Y esto es aplicable a RS-S, pues el marxismo al incursionar en la
estética no impone restricciones a quienes trabajan artísticamente para que
dejen desarrollar su fantasía y hasta para que reflejen en su obra «un universo
donde impera lo absurdo». Lo que exige la teoría estética y poética del
marxismo es que se sepa discernir desde qué posición de clase se presentan esas
visiones fantásticas o absurdas. Y para el caso de CV, en esta época, en que
todavía no había asumido la filosofía del materialismo dialéctico como su
concepción del mundo, esta estaba ligada a la ideología de la pequeña
burguesía, ideología la de esta clase que suele ser, por lo común, metafísica
o, en el mejor de los casos, realista, y de esta última puede ser que avance
hacia el materialismo dialéctico (que fue el caso de CV).
___________
Notas
(1) Y todavía, más adelante,
dirá: «… la mayor parte de los poemas de Trilce,
gracias al hermetismo que los abruma, nos velan su secreto si no retornamos a
ellos con pasión a su lectura. Testimonio de ello son las interpretaciones
divergentes y hasta contradictorias que de algunos de ellos proponen los críticos» (C-2016: 58).
(2) Mas no se pierda de
vista que José María Vargas Vila fue un best
seller en su época. Un autor súper publicado y admirado. Por lo que —creo—
que los críticos deben evitar juzgar con los valores de su tiempo a las obras
del pasado, pues, a veces, de esos polvos vienen estos lodos (o a la inversa).
(3) Esto mismo lo reconoce
RS-S: «La voluntad de arquitectura del libro de Vallejo fue heredada, con toda
seguridad, de Rubén Darío y de Julio Herrera Reissig dos de los poetas que más
influyeron en Vallejo [¿esa influencia es la dañina de la que supo desprenderse
CV?]. Hay que recordar que Darío era —y para muchos lo sigue siendo— el
paradigma del poeta y el más grande» (Ibid.).
(4) Esta cita la va a
repetir en otro artículo del mismo libro: «José María Eguren y César Vallejo
simpatías y diferencias» (pp. 134-135).
(5) Y la misma Georgette
dirá, en la página preliminar de Contra
el secreto profesional, que: «En Europa, donde ha llegado el 12 de julio de
1923, Vallejo emprende varios trabajos literarios [y entre ellos] Contra el secreto profesional…»
(1973-1: 6), de tal manera que la mayor parte de este libro se empezó a
escribir desde 1923 hasta 1929, año este último en que recién asume el marxismo
como su norte vital. Y ya como marxista escribe El arte y la revolución. (1973-2).
(6) Hay ambigüedad. Lo que
se materializa es la visión; no, el mundo. En todo caso ha debido construir la
frase de esta manera: ‘para materializar su visión de un mundo concebido como
un universo...’, etc. Es la visión la que concibe al universo como un absurdo,
convirtiéndose en una visión unilateral, porque si bien el universo social
puede ser visto como un ámbito en el que impera el absurdo, este imperio no puede
trasladarse de manera mecánica al universo natural.
Referencias
Ricardo Silva-Santisteban
(2016). César Vallejo y su creación
literaria. Lima: Cátedra Vallejo.
César Vallejo (1973-1). Contra el secreto profesional. Lima:
Mosca Azul Editores.
---------------- (1973-2). El arte y la revolución. Lima: Mosca
Azul Editores.
---------------- (1973-3). Obra poética completa. Lima: Mosca Azul
Editores. Apéndice: Georgette de Vallejo, «Apuntes biográficos sobre César
Vallejo».
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