jueves, 1 de julio de 2021

Filosofía

El Carácter Critico Revolucionario y el Espíritu de Partido del Método Marxista*

M. Rosental

EL CAPITAL TRADUCE en forma enérgica y brillante una particularidad esencial del método y de la teoría marxistas del conocimiento: el espíritu crítico revolucionario y el espíritu de partido propios de la filosofía marxista en su conjunto y de su método en particular. El Capital es un modelo clásico de armonía entre el análisis objetivo -en el mejor sentido, en el sentido científico del término- de los hechos y la pasión revolucionaria, la defensa consecuente de los intereses de la clase más avanzada de la sociedad capitalista: el proletariado. Marx dedicó casi toda su vida a la redacción de este libro. Ello se explica, no sólo por la complejidad y la dificultad de la obra emprendida, sino también por el hecho de que Marx entendió a la perfección la importancia de su obra para la liberación del proletariado de la esclavitud capitalista. Sabía que su libro sería, como él mismo lo decía, "como un terrible proyectil lanzado a la cabeza de la burguesía".

En este gran objetivo, cuya búsqueda animó a Marx y cuyo espíritu impregna la obra de la primera a la última página, reside la fuerza explosiva de El Capital. Marx habló de ella en términos emocionantes, en una carta dirigida el 30 de abril de 1867 a S. Meyer, cuando el libro I estaba en prensa:

“¿Que por qué nunca le contesté? Porque estuve ron­ dando constantemente al borde de la tumba. Por eso tenía que emplear todo momento en que era capaz de trabajar para poder terminar el trabajo al cual he sacrificado mi salud, mi felicidad en la vida y mi familia. Espero que esta explicación no requiera más detalles. Me río de los llamados hombres 'prácticos' y de su sabiduría. Si uno resolviera ser un buey podría, desde luego, dar la espalda a las agonías de la humanidad y mirar por su propio pellejo, Pero yo me habría considerado realmente impráctico si no hubiera terminado por completo mi libro, por lo menos en borrador."1

Los "sufrimientos de la humanidad" son los sufrimientos de todas las masas laboriosas a las que el capital introduce en su "mortero"-, en el cual las muele implacablemente para enriquecer a un puñado de explotadores. El Capital nos proporciona una notable muestra de ese materialismo marxista de partido de que hablaba Lenin en su obra El contenido económico del populismo y la crítica que de él hace Struve en su libro. Por un parte, hacía notar Lenin, el marxista aplica el punto de vista del análisis objetivo de los fenómenos en forma más profunda y sistemática que los "objetivistas" tan elogiados, que se jactan de ser "sin partido" y convierten el estudio objetivo y científico de los hechos en la apología del régimen burgués. En su obra, Marx no se aparta ni un solo instante de los hechos, ni introduce en sus investigaciones nada que se aleje, aunque sólo sea un poco, del estado de cosas objetivo. Por otra parte, el materialismo incluye el espíritu de partido al obligar a arrojar luz, más allá de los hechos y de las tendencias objetivas determinadas, sobre las posiciones diferentes de las clases y sobre la lucha que opone a dichas clases entre sí. Cada vez que se trata de apreciar los acontecimientos, el materialismo, decía Lenin, obliga a adoptar, en forma directa y abierta, el punto de vista de una clase socia1 determinada. Este aspecto del método marxista de investigación aparece con claridad, en forma abierta, en El Capital.

Marx no disimula sus simpatías y sus antipatías de clase.  El punto de vista del proletariado, cuyos intereses defiende en su obra, el punto de vista del espíritu de partido proletario, le han permitido llevar hasta el final su análisis científico objetivo y llegar a un juicio que condena a muerte al régimen burgués de explotación y de opresión.

El Capital es testimonio elocuente de la fusión armónica, en el marxismo, del análisis objetivo de la realidad y de la defensa de intereses de clases determinadas. Marx subrayó en múltiples ocasiones que incluso los mejores representantes de la economía política burguesa no lograron reconstituir la ver­ dadera esencia de los procesos objetivos. Por lo demás no habrían podido hacerlo sin "abandonar su piel burguesa".

El carácter crítico revolucionario, el espíritu de partido del método marxista, se manifiestan en forma sumamente variada. Lo decisivo en este sentido es la aptitud de dicho método para ofrecer un análisis crítico de los procesos reales, que arranca implacablemente las apariencias superficiales engañosas que en­ cubren los fenómenos de la vida y desnuda a ésta hasta en sus fundamentos más secretos. La esencia íntima de este método reside en el respeto a la verdad de la vida, en el estudio verídico de los fenómenos.

Con audacia y severidad revolucionarias, Marx arranca todas las máscaras con que el capital encubre su naturaleza rapaz. Al analizar el proceso de transformación del dinero en capital, muestra que el preludio de este proceso adquiere un carácter en apariencia idílico. El propietario de los medios de producción encuentra en el mercado una mano de obra libre; la mano de obra libre encuentra en el mercado un empleador.  Firman entre ambos un contrato "legal" conforme a todas las reglas del intercambio de equivalentes. ¡Ninguna violencia, ninguna violación de los derechos del hombre! Una parte actúa con absoluto respeto de su libre albedrío, al vender su "mercancía": la fuerza de trabajo. La otra parte observa las reglas de humanidad al pagar en su valor la mercancía que ha comprado. Pero qué sarcasmo y qué ironía en las célebres líneas de El Capital que describen este idilio burgués, con el cual se enternecen los apologistas del capitalismo: "La órbita de circulación o del cambio de mercancías, dentro de cuyas fronteras se desarrolla la compra y la venta de la fuerza de trabajo, era, en realidad, el verdadero paraíso de los derechos del hombre. Dentro de estos linderos sólo reinan la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham2. La libertad, pues el comprador y el vendedor de una mercancía, por ejemplo, de la fuerza de trabajo, no obedecen a más ley que la de su libre voluntad. Contratan como hombres libres e iguales ante la ley. El contrato es el resultado final en que sus voluntades cobran una expresión jurídica común. La igualdad, pues compradores y vendedores sólo contratan como poseedores de mercancías, cambiando equivalente por equivalente. La propiedad, pues cada cual dispone, y puede disponer de lo que es suyo. Y Bentham, pues cuantos intervienen en estos actos sólo se mueven por su interés. La única fuerza que los une y los pone en relación es la fuerza de su egoísmo, de su provecho personal, de su interés privado. Precisamente por eso, porque cada cual cuida solamente de sí y ninguno cuida de los demás, contribuyen todos ellos, gracias a una armonía preestablecida de las cosas o bajo los auspicios de una providencia omniastuta, a realizar la obra de su provecho mutuo, de su conveniencia colectiva, de su interés social."3

Por medio de su método crítico de análisis de la realidad, Marx destruye de arriba abajo ese "edén" burgués. Muestra que a partir de sus primeros pasos, a partir del período de la acumulación primitiva, el capital exuda sangre y barro por todos sus poros, de la cabeza a los pies. La "libertad" en palabras, proclamada por los ideólogos burgueses, es la libertad de saquear y de hacer sufrir a los proletarios. Su "igualdad" es el derecho de los proletarios de venderse como esclavos al capitalismo, porque los obreros no tienen ni pueden tener otro medio de existencia en el régimen capitalista. Marx encuentra elocuentes y precisas palabras para caracterizar la verdadera naturaleza del capital. Lo compara a un vampiro.  Sólo atiborrándose del trabajo vivo de los obreros, de su sudor y de su sangre, adquiere vida el capital, y vive tanto más intensamente cuanto más trabajo vivo absorbe. Marx muestra que el capital derrocha más fuerza humana viva que cualquier otro modo de producción, que   no sólo derrocha el cuerpo y la sangre, sino también los nervios y el   cerebro. El proletario es en rigor el esclavo del capital, porque incluso aunque el obrero no trabaje, aunque consuma medios de existencia, conserva y reproduce su fuerza de trabajo para el capitalista. La situación de los esclavos del capital difiere de la de los esclavos de la antigüedad en el sentido de que, en el mundo antiguo, la esclavitud era practicada en forma abierta y tenía por fundamento el derecho jurídico de propiedad del amo sobre el esclavo, en tanto que en el régimen capitalista reina una esclavitud refinada, disimulada por la "libertad" formal, una esclavitud   que   surge de una situación de hecho. "El esclavo romano se hallaba sujeto con cadenas a su señor; el obrero asalariado se halla sometido a su propietario por medio de hilos invisibles."4

Un profundo dolor, suscitado por los tormentos y los sufrimientos de los obreros, impregna los capítulos de El Capital dedicados a describir la situación de los proletarios, cruelmente explotados por los capitalistas que no retroceden ante delito alguno siempre que ello les granjee nuevos beneficios. Pero no se trata del dolor de un contemplador pasivo de los sufrimientos ajenos. Marx forma la conciencia de los obreros; les abre los ojos, les ayuda a adquirir conciencia de su situación de clase y les muestra su misión histórica. Imparcial y objetivo en el más alto grado, gracias a su método científico de análisis, El Capital es al mismo tiempo un verdadero   himno a la lucha del proletariado por su liberación, un llamado al combate para la destrucción del capitalismo y para la creación de un régimen nuevo, el régimen socialista. Con total confianza en las fuerzas de la clase obrera, Marx describe la resistencia opuesta por los trabajadores a los explotadores, la lucha de clase de los proletarios contra la clase de los capitalistas; muestra cómo esa lucha, que culminará inevitablemente en la revolución social, en la expropiación de los expropiadores, adquiere un carácter cada vez más consciente. Por otra parte, Marx fustiga todas las manifestaciones de pasividad y de docilidad ofrecidas por ciertos grupos de obreros.

El carácter crítico y revolucionario del método marxista en El Capital se expresa también en el hecho de que, de la primera a la última línea de su obra, Marx sostiene una lucha encarnizada contra los economistas burgueses que pintan al capitalismo con tonos rosados e idílicos. El Capital tiene como subtítulo el de Crítica de la economía política. El Capital es, en efecto, una crítica coherente e implacable de la economía política burguesa a partir de las posiciones de la economía política proletaria. También en este sentido, El Capital es un ejemplo de hostilidad irreconciliable en relación con las teorías y las concepciones anticientíficas de la ideología burguesa.

Marx critica tanto a los representantes clásicos de la economía política burguesa como a los economistas vulgares. Estos son especialmente atacados, porque los primeros, como ya lo hemos visto, se esforzaron, a pesar de todo, por estudiar en forma crítica las relaciones existentes, en tanto que los segundos estaban animados, no sólo por la ignorancia y la suficiencia, sino también por " ... su miedo apologético a analizar concienzudamente el valor y la plusvalía y a atentar acaso contra las ordenanzas policíacas "5

La obsequiosidad para con los burgueses, el deseo de complacerlos y justificar así los honorarios que reciben a título de recompensa por haber sustituido deliberadamente la ciencia por la apología del régimen burgués, he aquí lo que Marx odia mortalmente en los economistas vulgares. "El aparente buen deseo de ver en el mundo burgués el mejor de todos los mundos posibles sustituye en la economía vulgar toda necesidad de amor hacia la verdad y de impulso científico de investigación.''6 Marx decía de esta economía política que era la tumba de la ciencia.

Marx no se plantea ni soluciona problema alguno en El Capital sin oponer su punto de vista a la opinión de los economistas burgueses, sin estigmatizar la naturaleza de clase burguesa de estas opiniones. Ya sea que estudie el problema fundamental de la economía política del capitalismo, la plusvalía, u otros problemas más particulares, siempre arroja luz sobre el temor que tienen los economistas burgueses de ir demasiado lejos por el camino del estudio científico. No es extraño que, animado de esta colosal fuerza crítica, El Capital haya anunciado, con su aparición, la muerte de la economía política de la burguesía.

Se entiende que los "sacerdotes de la burguesía", según la expresión de Marx, así como sus amigos del campo de los reformistas, hayan hecho todo lo posible (y sigan haciéndolo) para quebrar esta punta crítica revolucionaria del marxismo y de su método, para eliminar su espíritu revolucionario. Pero sus esfuerzos son inútiles. Como lo ha demostrado toda la experiencia del desarrollo histórico, desde la aparición del marxismo, las ideas del comunismo científico penetran cada vez más en la vida. Han tomado cuerpo en la lucha titánica de los obreros y de las masas trabajadoras de Rusia contra el capitalismo, en la victoria en la URSS del régimen nuevo, socialista. Actualmente encuentran una aplicación práctica y viva en la edificación del socialismo por los países de democracia popular, en la victoria de la gran revolución china, en el poderoso movimiento del proletariado y las masas trabajadoras de los países capitalistas por la paz, la democracia y el socialismo.

Menos de diez años nos separan aún del centenario de la aparición del primer libro de El Capital. Las ideas desarrolladas en esta obra y enriquecidas por Lenin, el gran continuador de la obra de Marx, y por sus discípulos y compañeros de armas, se refuerzan y se difunden cada vez más.  El Capital fue y sigue siendo el tesoro inapreciable de las ideas del socialismo científico. Es, al mismo tiempo, el riquísimo tesoro del método del marxismo, de la dialéctica materialista marxista.

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(*) M. Rosental, Problemas de la dialéctica en “El Capital” de Marx. Conclusión. Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1961.

(1) C. Marx y F. Engels, Correspondencia, pág. 151, Ed. cit.

(2) Bentham: jurista y moralista inglés que llevaba a las nubes la "libertad" del individuo bajo el régimen capitalista, v consideraba que el principio del interés personal y la utilidad constituye la base de las relaciones entre los hombres.

(3) C. Marx, El Capital, t. I, pág. 143, Ed. cit.

(4) C. Marx, EZ Capital, t. I, pág. 463, Ed. cit.

(5) C. Marx, El Capital, t. I, pág. 177 (nota), Ed. citada.

(6) C. Marx, El Capital, t. III, pág. 713 (nota), Ed. citada.

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