lunes, 1 de marzo de 2021

Política

Lineamientos programáticos

 

La Cuestión del  Internacionalismo Proletario en el Programa del Partido

Eduardo Ibarra

Tempranamente, Marx y Engels escribieron:


… sólo este desarrollo universal de las fuerzas productivas lleva consigo un intercambio universal de los hombres, en virtud de lo cual, por una parte, el fenómeno de la masa desposeída se produce simultáneamente en todos los pueblos (competencia general), haciendo que cada uno de ellos dependa de las conmociones de los otros y, por último, instituye a individuos histórico-universales, empíricamente mundiales, en vez de individuos locales. Sin esto, 1.º el comunismo sólo llegaría a existir como fenómeno local; 2.º las mismas potencias del intercambio no podrían desarrollarse como potencias universales y, por tanto, insoportables, sino que seguirían siendo simples circunstancias supersticiosas de puertas adentro, y 3.º toda ampliación del intercambio acabaría con el comunismo local.


Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente. Por lo demás, la masa de los simples obreros –de la fuerza de trabajo excluida en masa del capital o de cualquier satisfacción, por limitada que ella sea– y, por tanto, la pérdida no puramente temporal de este mismo trabajo como fuente segura de vida, presupone, a través de la competencia, el mercado mundial. Por tanto, el proletariado solo puede existir en un plano histórico-mundial, lo mismo que el comunismo, su acción, sólo puede llegar a cobrar realidad como existencia histórico-universal. Existencia histórico-universal de los individuos, es decir, existencia de los individuos directamente vinculada a la historia universal. (La ideología alemana).

Como vemos, aquí los fundadores exponen la formación del mercado mundial y de la historia universal, y afirman que, como resultado de este doble proceso, el proletariado alcanza su verdadera existencia como clase y que, de esta forma, deviene clase universal con una misión histórico-universal, es decir, que su acción emancipadora, de sí mismo y de toda la humanidad, solo adquiere realidad positiva en el plano histórico-universal. Así, los proletarios aparecen como los individuos transformadores universales de la historia de la humanidad.  

Esta realidad indiscutible es la base del internacionalismo proletario.

Por tanto, la revolución proletaria solo es posible por la mancomunidad del proletariado de todos los países, y este es precisamente el significado del célebre llamado del Manifiesto comunista: «¡Proletarios de todos los países, uníos!»

Por eso en el Manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores (octubre de 1864), Marx dejó escrito:


La conquista del poder político ha venido a ser… el gran deber de la clase obrera.


La clase obrera posee ya un elemento de triunfo: el número. Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber. La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados. Guiados por este pensamiento, los trabajadores de los diferentes países, que se reunieron en un mitin público en Saint Martin’s Hall el 28 de septiembre de 1864, han resuelto fundar la Asociación Internacional. (Marx y Engels, Obras escogidas en tres tomos, t. II).

De esta manera el proletariado europeo seguía el llamamiento del Manifiesto. Y toda persona informada conoce las concretas expresiones de internacionalismo proletario de que dio muestras la Primera Internacional. La Comuna de París de 1871 es un caso relevante. 

En los Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores, aprobados en setiembre de 1871 y basados en los Estatutos provisionales redactados por Marx en 1864, se lee:


… la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la propia clase obrera…


… la emancipación económica de la clase obrera es… el gran fin al que todo movimiento político debe ser subordinado como medio


… todos los esfuerzos dirigidos a este fin han fracasado hasta ahora por falta de solidaridad entre los obreros de las diferentes ramas del trabajo en cada país y de la unión fraternal entre las clases obreras de los diversos países

Que la emancipación del trabajo no es un problema nacional o local, sino un problema social que comprende a todos los países en los que existe la sociedad moderna y necesita para su solución el concurso práctico y teórico de los países más avanzados


La Asociación es establecida para crear un centro de comunicación y de cooperación entre las sociedades obreras de los diferentes países y que aspiren a un mismo fin, a saber: la defensa, el progreso y la completa emancipación de la clase obrera (ibídem).

Como vemos, la emancipación del proletariado es el gran objetivo de la comunicación y la cooperación entre el proletariado de todos los países, el gran objetivo del internacionalismo proletario. 

Tramontada la experiencia de la Asociación Internacional de los Trabajadores, la Segunda Internacional, fundada en 1889, extendió su acción a los pueblos coloniales, penetrando en las tres Américas, en Asia, en Australia, en Sudáfrica, aunque sin dejar de estar centrada en Europa. Lenin señaló al respecto:


El gran alcance del Congreso Socialista Internacional de Stuttgart estriba precisamente en que ha implicado un fortalecimiento definitivo de la Segunda Internacional y la transformación de los congresos internacionales en asambleas prácticas que ejercen la mayor influencia en el carácter y orientación de la actividad socialista en todo el orbe. (El Congreso Socialista Internacional de Stuttgart).

Así el proletariado europeo cumplía con sus deberes internacionalistas.

La Tercera Internacional, fundada en 1919, extendió aún más la acción revolucionaria en todos los continentes. Lenin señaló a propósito de ello: 


La importancia histórica universal de la III Internacional, de la Internacional Comunista, reside en que ha comenzado a poner en práctica la consigna más importante de Marx, la consigna que resume el desarrollo del socialismo y del movimiento obrero a lo largo de un siglo, la consigna expresada en este concepto: dictadura del proletariado.


Ha comenzado una nueva época de la historia universal.


La humanidad se sacude la última forma de esclavitud: la esclavitud capitalista, o sea, la esclavitud asalariada.


Al liberarse de la esclavitud, la humanidad adquiere por vez primera la verdadera libertad.


Las masas obreras del mundo entero percibieron instintivamente el significado de los Soviets como arma de lucha del proletariado y como forma del Estado proletario.


La historia mundial conduce indefectiblemente a la dictadura del proletariado.


En ninguna otra cosa se ha manifestado con tanta evidencia la bancarrota de los jefes ideológicos de la II Internacional, del tipo de Hilferding y Kautsky, como en su total incapacidad para comprender la significación de la democracia soviética o proletaria, la relación de esta democracia con la Comuna de París, el lugar de esta misma democracia en la historia, la necesidad de su existencia como forma de la dictadura del proletariado. (La Tercera Internacional y su lugar en la historia).

Huelga decir que las tres Internacionales cumplieron su papel, cada una en la forma en que lo exigieron las necesidades del período en que les tocó actuar. Lenin resumió esta múltiple experiencia: 


La I Internacional echó los cimientos de la lucha proletaria internacional por el socialismo.


La II Internacional marca la época de la preparación del terreno para una amplia extensión del movimiento del entre las masas en una serie de países.


La III Internacional ha recogido los frutos del trabajo de la II Internacional, ha amputado la parte corrompida, oportunista, socialchovinista, burguesa y pequeño burguesa y ha comenzado a implantar la dictadura del proletariado (ibídem).

En estas dos últimas citas se constata la visión histórico-universal de Lenin: la revolución proletaria es un proceso de alcance histórico-universal, el internacionalismo proletario es la mancomunidad universal del proletariado, la Tercera Internacional fue la encarnación de estas dos verdades. Por eso su misión fue luchar por implantar a escala mundial la dictadura del proletariado en lugar de la dictadura de la burguesía, la democracia proletaria en lugar de la democracia burguesa. Y por eso fue «una máquina de combate», como acertadamente la calificó Mariátegui.   

En la coyuntura de la disolución de la Tercera Internacional, Stalin señaló que en adelante era necesario establecer la «organización de un compañerismo basado en la igualdad». Esta necesidad está vigente. El contenido de este tipo de centro internacional de la revolución proletaria es la centralización ideológica, la coordinación política, la independencia teórica y la autonomía orgánica.

 La constitución de ese centro ideológico-político es la tarea fundamental de todos los partidos proletarios del mundo en el terreno de su política internacional. Precisamente mediante dicho centro el proletariado puede existir en un plano histórico-universal y cumplir su misión histórico-universal.

 Pero esta internacionalidad de la existencia y de la acción del proletariado no es solamente teoría. En la práctica, Lenin actuó la revolución rusa no como una revolución independiente, autónoma, insular, sino como el primer acto de la revolución proletaria mundial. El proyecto leninista no fue pues realizar la revolución en un país determinado, sino iniciar la revolución mundial en un país que, como Rusia, se presentó en las condiciones de la primera guerra mundial como el eslabón más débil de la cadena imperialista.

 Así, pues, el proyecto revolucionario de todo partido proletario no puede ser concebido ni actuado sino en el contexto del proceso general de la revolución mundial, de la cual la propia revolución no es más que una parte. Por eso cada revolución es expresión genuina del internacionalismo proletario.

Mariátegui señaló: 


El internacionalismo no es únicamente un ideal: es una realidad histórica. El internacionalismo existe como ideal porque es la realidad nueva, la realidad naciente.


Un gran ideal humano, una gran aspiración humana no brota del cerebro ni emerge de la imaginación de un hombre más o menos genial. Brota de la vida. Emerge de la realidad histórica. Es la realidad histórica presente. (Historia de la crisis mundial).

Y, en otro lugar, confrontó el internacionalismo proletario con el nacionalismo estrecho: 


La evidencia de la realidad nacional no contraría, no confuta la evidencia de la realidad internacional. La incapacidad de comprender y admitir esta segunda y superior realidad es una miopía, es una limitación orgánica. Las inteligencias, mecanizadas en la contemplación de la antigua perspectiva nacional, no saben distinguir la nueva, la vasta, la compleja perspectiva internacional. La repudian y la niegan porque no pueden adaptarse a ella. El mecanismo de esta actitud es el mismo de la que rechaza automáticamente y apriorísticamente la física einsteiniana.


El nacionalismo aprehende una parte de la realidad; pero nada más que una parte. La realidad es mucho más amplia, menos finita. En una palabra, el nacionalismo es válido como afirmación, pero no como negación. En el capítulo actual de la historia tiene el mismo valor del provincialismo, del regionalismo en capítulos pretéritos. Es un regionalismo de nuevo estilo.


La voluntad de dar a los pueblos una disciplina internacional tiene que provocar una erección exasperada del sentimiento nacionalista que, romántica y anacrónicamente, quería aislar y diferenciar los intereses de la propia nación de los del resto del mundo. (El alma matinal).

Negar de la forma que sea lo universal en nombre de lo particular, lo internacional en nombre de lo nacional, el internacionalismo a nombre del nacionalismo, es escamotear la correcta relación entre unos y otros términos. Es asumir una actitud provinciana, es revelar una desviación ideológica y una posición política oportunista. Es natural, por eso, que la voluntad de dotar a nuestro proletariado y a nuestro pueblo en general de un sentido exacto de sus deberes internacionalistas, pueda exasperar a quienes se encuentran sumergidos en un nacionalismo espurio, mediocre, pequeño burgués.

        Piénsese un poco en esta afirmación de Mariátegui:


… en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa. (Punto de vista anti-imperialista).

Así, pues, el internacionalismo proletario es una faceta de la revolución mundial y, en realidad, es la expresión necesaria de su esencia.

Por eso en el Programa del Partido Mariátegui acordó estos conceptos: 


1º- El carácter internacional de la economía contemporánea, que no consiente a ningún país evadirse de las corrientes de transformación surgida de las actuales condiciones de producción.


2º- El carácter internacional del movimiento revolucionario del proletariado. El Partido Socialista adapta su praxis a las circunstancias concretas delo país; pero obedece a una amplia visión de clase y las mismas circunstancias nacionales están subordinadas al ritmo de la historia mundial. La revolución de la independencia hace más de un siglo fue un movimiento solidario de todos los pueblos  subyugados por España; la revolución socialista es un movimiento mancomunado de todos los pueblos oprimidos por el capitalismo. Si la revolución liberal, nacionalista por sus principios, no pudo ser actuada sin una estrecha unión entre los países sudamericanos, fácil es comprender la ley histórica que, en una época de más acentuada interdependencia y vinculación de las naciones, impone que la revolución social, internacionalista en sus principios, se opere con una coordinación mucho más disciplinada e intensa de los partidos proletarios. El manifiesto de Marx Y Engels condensó el primer principio de la revolución proletaria en la frase histórica: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”. (Ideología y política).  

No es casual que Mariátegui acordara calificar al internacionalismo proletario como el «primer principio de la revolución proletaria». Este concepto está en íntima consonancia con lo que está implícito en esta interrogante de Mao: 


¿Puede un comunista, que es internacionalista, ser al mismo tiempo patriota? (El papel del Partido comunista de China en la guerra nacional; cursivas nuestras).

Lo implícito aquí es que Mao define al comunista como internacionalista, es decir, como un sujeto universal. Esta condición del comunista es indiscutible. Es una verdad axiomática. Así, pues, el comunista tiene una existencia histórico-universal, desarrolla una acción histórico-universal y tiene una misión histórico-universal. Esta triple realidad permite entender que el Programa del Partido Socialista del Perú subraye el internacionalismo proletario como el «primer principio de la revolución proletaria».    

El internacionalismo proletario es el principio fundamental de la política exterior no solo de todo partido proletario, sino también, por lógica consecuencia, de todo Estado socialista. Todo Estado socialista debe apoyar las luchas del proletariado de los países avanzados, del movimiento democrático de todos los países en general y del movimiento de liberación nacional de los países oprimidos por el imperialismo. En una palabra, todo Estado socialista debe ser una base de apoyo de la revolución mundial. Pero, al mismo tiempo, los Estados socialistas deben desarrollar las relaciones de amistad entre sí, la ayuda mutua y la cooperación recíproca. 

Mariátegui sostuvo: 


En la sociedad actual la política y la economía han cesado de coincidir, han cesado de concordar. La política de la sociedad actual es nacionalista; su economía es internacionalista. El Estado burgués está construido sobre una base nacional; la economía burguesa necesita reposar sobre una base internacional. El Estado burgués ha educado al hombre en el culto de la nacionalidad… Esta contradicción entre la estructura política del régimen capitalista y su estructura económica es el síntoma más hondo, más elocuente de la decadencia y de la disolución de este orden social… Este orden social declina y caduca porque no cabe ya dentro de él el desenvolvimiento de las fuerzas económicas y productivas del mundo. Estas fuerzas económicas y productivas aspiran a una organización internacional que consienta su desarrollo, su circulación y su crecimiento. Esa organización internacional no puede ser capitalista porque el Estado porque el Estado capitalista, sin renegar de su origen, no puede dejar de ser Estado nacionalista.

Así, pues, con el surgimiento del Estado socialista, se dio la premisa histórica de una concordancia de la política y la economía en un plano superior: la política de los Estados socialistas es internacionalista, y sus economías deberán alcanzar progresivamente una estructura que responda a esa internacionalidad. Naturalmente, el internacionalismo proletario no niega ni tiene por qué negar el nacionalismo proletario, determinado por las presentes condiciones históricas: el socialismo se opone a la opresión imperialista y, por esto, «sin renegar absolutamente ninguno de sus principios» (Mariátegui), aparece como nacionalismo. Esto significa que el nacionalismo del socialismo es expresión de su internacionalismo. Con el avance de la revolución mundial, debe prosperar necesariamente, por etapas y bajo formas que sería prematuro anticipar con exactitud, la concordancia de la política internacionalista de los Estados socialistas con una estructura internacional de sus economías. Lenin habló con razón de la implantación de la «República soviética mundial». ¿Qué clase de Estado podría ser esta república si no se sustentase en una economía que progresivamente fuese concretándose como una economía común? Una de sus premisas del paso al comunismo es la disolución de las naciones y, como es obvio, esta disolución implica no solo la extinción de los Estados sino también la desaparición de sus economías nacionales. En la cosmovisión marxista de la historia, tal proceso es la expresión más clara, más fehaciente y más profunda de la existencia del proletariado en el plano histórico-universal, del carácter histórico-universal de su acción, del cumplimiento de su misión histórico-universal. 

Por lo expuesto, está fuera de discusión que todo partido proletario tiene absoluta necesidad de consignar en su Programa General su adhesión incondicional al internacionalismo proletario, expresión viva de la lucha histórico-universal del proletariado por la emancipación de la humanidad y, por esto, primer principio de la revolución proletaria.

       

22.06.2019.


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