sábado, 2 de enero de 2021

Literatura

 

Vallejo Para No Iniciados: INTERPRETACIÓN del poema «Espergesia» de César Vallejo

Julio Carmona

ESTE POEMA ES EL QUE CIERRA el libro Los heraldos negros. En este artículo hago una interpretación que contradice en muchos aspectos la lectura de otros críticos, como es el caso de James Higgins1 cuyas ideas aquí confuto. Este texto forma parte del libro Vallejo para no iniciados. Una lectura de Los heraldos negros, recientemente publicado (diciembre de 2020). En este libro los textos de Vallejo figuran completos antes de la interpretación. En este caso, para ahorrar espacio en este medio, se presentan las partes analizadas, siguiendo el esquema de análisis usado para la interpretación.


Yo nací un día

que Dios estuvo enfermo. (1)

(1) Algunos críticos —como es el caso del ya mencionado Higgins— creen ver en esta exclamación el reflejo de una angustia. Por ejemplo, Higgins dice: «El título2 presenta al poeta como víctima del destino, que arbitrariamente lo condena a sufrir. Elaborando esta idea, la primera estrofa atribuye sus desgracias a las circunstancias de su nacimiento, insinuando que Dios malogró su creación por no estar en forma» (p. 23). Yo me resisto a aceptar la interpretación que presenta «al poeta como víctima del destino», y que «atribuye sus desgracias a las circunstancias de su nacimiento», cuando en el poema no se encuentra nada que se refiera a «desgracias». Y la única referencia habida es la constatación de este hecho: que, por descuido de Dios (descuido debido a esa acusada «enfermedad»), el locutor poético no tiene la misma característica de obediencia y conformismo (a lo Job) que tienen todos los demás seres creados por Dios cuando este está sano.


Todos saben que vivo,

que soy malo; (2) y no saben

del Diciembre de ese Enero. (3)

Pues yo nací un día

que Dios estuvo enfermo. (4)

(2) Y esos otros seres, creados en serie, lo ven diferente, a pesar de que, como ellos, está vivo; pero como no se les parece, lo consideran «malo». No es que el locutor poético se esté, atrevidamente, autocalificando de malo. Dice: que, así como ‘todos saben que vive’, igual ‘todos saben (o piensan) que es malo’. Es la punición al diferente.  

(3) Pero ellos ignoran el resultado (diciembre) de ese inicio (enero), es decir que no saben cómo acaeció su diferencia de los demás (diciembre), porque ignoran el acontecimiento originario (enero). Porque no es —como interpreta Higgins— que el «“Diciembre de ese Enero” es el estado de desolación.» Dice: «—“Diciembre” evoca esa imagen del invierno y de todo lo negativo asociado con esa estación— al cual sus tristes orígenes lo han llevado» (23). En primer lugar, no es que Diciembre tenga que ver con el invierno. En Perú, en particular, contrariamente a lo que ocurre en Europa (que es a este diciembre que se refiere Higgins), lo que se inicia es el verano. Lo que ha de interpretarse de esa frase poética es que los otros «no saben/ del Diciembre de ese Enero» (y, por lo visto, esa frase otros no saben incluye a Hinggins), y es que no saben cuál es el resultado (diciembre) de aquel comienzo (enero).

(4) Y el comienzo es que cuando el locutor poético nació (enero) «Dios estuvo enfermo», sin que eso comprometiera a su salud física o mental; el enfermo era Dios; no, el locutor poético: este es diferente, no demente.


Hay un vacío

en mi aire metafísico

que nadie ha de palpar:

el claustro de un silencio

que habló a flor de fuego. (5)

(5) Higgins dice que esta estrofa «aclara la índole de la fatalidad que persigue al poeta, aunque ya hay indicios de ella en las dos primeras. Creación malograda de un Dios enfermo, el poeta también ha resultado un hombre enfermo, en cuanto nunca ha conocido la salud espiritual gozada por los demás, sino que vive asediado por la angustia metafísica.» (Ibíd.) En principio, si se leen las dos ‘primeras estrofas’ aludidas por Higgins no se verá en ellas la ‘fatalidad’ que ahí alude. Y en ninguna parte del poema se lee que el poeta insinúe ‘ser un hombre enfermo’ que se lamente por ‘no haber conocido la salud espiritual gozada por los demás’ ni «que vive asediado por la angustia metafísica.». Todo eso es un agregado del crítico. No dice que él se sienta enfermo, sino al contrario iluminado, porque es ‘una creación malograda positiva’ —es el uso que el locutor poético hace de la antítesis, paradoja u oxímoron3— para liberarse de la ‘enfermedad espiritual generalizada’. Y no es que su aire metafísico devenga angustia. Todo lo opuesto a ello. Sin embargo, de esa apreciación negativa adjudicada a César Vallejo por Higgins, este pasa a una visión relativamente certera. Dice: «… es así porque, a diferencia de los otros, que no ven más allá de la superficie de las cosas y aceptan la vida sin cuestionarla, él ha nacido con una sensibilidad malsana [esta palabra Higgins debió ponerla entre comillas] que lo hace cuestionar y analizar todo, penetrando el velo de las apariencias para descubrir el vacío que yace detrás» (Ib.), (¿todo eso es malsano?) Y, más adelante, el crítico contradice lo dicho en la cita anterior, y asevera: «… ese “aire metafísico” es su mundo interior, donde sufre un vacío causado por su incapacidad para descubrir un sentido en la vida» (24). Pero si antes ha dicho que esa sensibilidad malsana «lo hace cuestionar y analizar todo, penetrando el velo de las apariencias para descubrir el vacío que yace detrás», ¿cómo es que después dice que «su mundo interior (…) sufre un vacío causado por su incapacidad para descubrir un sentido en la vida»? Léanse los versos donde se habla del ‘vacío de su aire metafísico’ y se verá que este es el que los demás perciben, pero que ellos nunca podrán palpar: manipular, hurgar, sentir, porque es «el claustro [la celda de retiro] de un silencio [para los demás] que habló a flor de fuego»: el fuego de la poesía que habla solo a los elegidos: creadores o lectores tocados por ese fuego.


Yo nací un día

que Dios estuvo enfermo. (6)

(6) Entonces, el locutor poético se explica a sí mismo (porque los demás: los que están demás, nunca lo entenderán) y dice que él es el producto positivo de una enfermedad de Dios, a diferencia de los otros que si-guen los designios de Dios, y son el producto negativo del estado sano del mismo Dios.


Hermano, escucha, escucha... (7)

Bueno. (8) Y que no me vaya

sin llevar diciembres,

sin dejar eneros. (9)

Pues yo nací un día

que Dios estuvo enfermo. (10)

(7) El locutor poético, entonces, no se siente un ser angustiado, al contrario. Se siente un hombre libre. Y quiere que todos puedan comprender lo que está exclamando, pero sabe que las condiciones de la libertad son silenciosas4, son condiciones que solo pueden hablar «a flor de fuego»: el fuego de la poesía, en particular, o del arte, en general. Por eso, dentro de ese «todos» hay pocos que pueden comprenderlo, son sus «hermanos» no de sangre o de apellido sino de desarraigo del sistema creado por Dios. Y por eso clama: «Hermano, escucha, escucha…».

(8) Y esa expresión «Bueno», equivale a entender que alguien lo está escuchando: el lector. Sin embargo, Higgins le da otra interpretación. Dice: «(“Bueno”) es una especie de encogimiento de hombros verbal, con el cual reconoce que su dilema no le interesa a nadie. Pero tal es su desesperación que les ruega a sus semejantes que, si no están dispuestos a escucharlo con simpatía, al menos lleven “diciembres” y dejen “eneros”, que lo libren de su desolación y le den la oportunidad de comenzar una vida nueva» (24).

(9) Pero no es como dice Higgins, pues no les dice a los demás que sean ellos que ‘lleven diciembres y dejen eneros’; es él quien dice: ‘no quiero irme sin llevar diciembres y sin dejar eneros’. Es decir, que él espera no irse sin haber logrado que otros despierten como él, que sepan cuál es el fin para el que han nacido (diciembre), lo cual implica dejar nuevos comienzos (eneros), como si dijera: antes de morir quisiera haber despertado en los demás hombres la inquietud de no avanzar hacia el morir (al fin, al diciembre) con esa resignación obsecuente, sino que tomen en cuenta, más bien, su visión poética de la vida para la que él, en todo su poemario, ha insinuado en las alternativas del amor y una nueva religión basada en la justicia para todos. Y esta visión del final (diciembre) de los hombres se complementa con la otra: ‘que no me vaya’/ «sin dejar eneros», es decir: antes de morir quisiera haber dejado el nacimiento de nuevos hombres. Y no es, como dice Higgins, que le pida a los demás «que lo libren de su desolación y le den la oportunidad de comenzar una vida nueva.» Todo lo contrario, él les pide a todos que se liberen de la sumisión a «su Dios sano».

(10) Y él lo dice porque se siente libre, y no porque salga derrotado de su enfrentamiento con la vida: que es lo esencial del libro Los heraldos negros. En otras palabras: los versos (estribillos) del poema «Espergesia»: «Yo nací un día/ que Dios estuvo enfermo», si se aplica el principio poético vallejiano del yo representativo de todos5, implica el haber despertado de esa generalidad, pues se supone que escapó a su designio de ser un obediente de lo por Dios establecido, pues a este (dada su enfermedad) se le escapó de las manos. Y eso dice que lo saben todos: de su desubicación en ese estado de cosas. Por lo tanto, es «el malo». Pero «todos» no saben del fin de ese comienzo (del diciembre de ese enero). Sin embargo, es algo que él ya ha vislumbrado. «Todos» piensan que él anda perdido en las nebulosas de su «aire metafísico», pero a este «aire» nadie lo ha de palpar, porque es «el claustro de un silencio / que habló a flor de fuego» (habló solo para él).


Todos saben que vivo,

que mastico... Y no saben

por qué en mi verso chirrían,

oscuro sinsabor de féretro,

luyidos vientos

desenroscados de la Esfinge

preguntona del Desierto. (11)

(11) Y esta estrofa es analizada por Higgins de la siguiente manera: «La quinta estrofa reanuda el intento de explicar la actitud vital que lo distancia de los demás. Aquí se refiere específicamente a su poesía, la cual está dominada por una nota de angustia desesperada» (24).6 Pero, leída la estrofa, correctamente, no aparece por ningún lado esa supuesta «angustia desesperada» a la que alude Higgins. Ya se ha visto (incluso en interpretación del mismo Higgins, aunque después se contradijera) que el poeta observa a los demás, y por eso, dice Higgins, que se nota «el intento de explicar la actitud vital que lo distancia de los demás», es decir, que «Todos» ven en él al hombre material, igual a todos, y que come como todos. Pero ese «todos» no sabe lo que él ha visto [y que de vivir encerrado no hubiera podido ver]: la muerte generalizada que causa el Destino: la Esfinge del Desierto, que siempre los envuelve en sus preguntas y los destruye. Y en esto de la Esfinge también se equivoca Higgins, porque de ella dice que: «esta misteriosa figura está calificada de “preguntona”, se trata de una transposición del epíteto, ya que en realidad es el hombre que la contempla, que se ve impulsado a hacerse preguntas sobre la vida, preguntas que la insondable estatua se niega a contestar». [Y todavía agrega:] «Así los vientos desencadenados por la Esfinge y que chillan en su poesía son una metáfora de la angustia existencial que asola la vida del poeta y encuentra expresión en sus versos» (25). Y en esta cita hay dos equívocos. Primero, porque —al menos, la Esfinge que se conoce por Edipo Rey— es la «preguntona», y eso lo saben todos por eso evitan toparse con ella.7 Y segundo equívoco: que no es la Esfinge la que desenreda esos vientos, sino el locutor poético el que dice ‘haber desenroscado esos vientos’ porque —como Edipo— ha encontrado las respuestas a sus preguntas, y es así que en el Desierto (con mayúscula para aludir a la Vida) en el que impone su poder omnímodo el Destino (representado por la Esfinge), el locutor poético ha descubierto ese «oscuro sinsabor de féretro» y ‘otros vientos diluidos’ que chillan en sus versos; no es que esos elementos descubiertos por él constituyan una angustia existencial que lo anida.


Todos saben... Y no saben

que la luz es tísica,

y la Sombra gorda...

Y no saben que el Misterio sintetiza...

que él es la joroba

musical y triste que a distancia denuncia

el paso meridiano de las lindes a las Lindes. (12)

(12) Por eso constata que todos saben eso de él. Pero no saben que la luz también es un estado puro, visible, porque es producto de la enfermedad de Dios, que se le evaporó de su «Sombra gorda». Y todos ignoran que el Misterio (lo desconocido por ellos) es la síntesis de lo sufrido: el lado imperfecto de la perfección de vida (o de la perfección debida), pero que advierte a todos cuál es el paso de sus fronteras pequeñitas (lindes) hacia las fronteras mayores de la libertad (Lindes). El poeta es el producto esquivo de la obra divina. Pero, por ello mismo, sabe que Dios les oculta algo: que son los seres humanos mismos quienes lograrán vencer al «destino», quitándose la venda de los ojos que Dios les ha puesto. Del mismo modo, como lo desobedecieron Adán y Eva para conquistar la sabiduría: para conocer el bien y el mal. Pero Dios los castigó a vivir en el mal. Entonces son los hijos de Adán y Eva los que tienen que conquistar el bien que les es negado por Dios.


Yo nací un día

que Dios estuvo enfermo,

grave. (13)

(13) En conclusión: haber ‘nacido un día que dios estuvo enfermo, grave’, le permitió al locutor poético haber descubierto el enigma de la vida, que no se condice con la resignación sino con la liberación del esclavismo, que hace al ser humano depender de un ser divino que estando sano mantiene a los productos de su creación condenados a vivir en el mal. Pero que, habiendo enfermado ese dios, les deja abierta la opción de su liberación, que es la conquista del bien. Y esta declaración de sentencia de su libertad, el locutor poético la va a desplegar —de manera indubitable— en Trilce y en sus libros últimos.

        COMPRENSIÓN del poema «Espergesia»

        Este último poema ha desconcertado y apasionado y conmovido a muchos lectores. Pero, al ser asumido aisladamente, ha llevado a explicaciones múltiples y sesgadas; no, así, si se lo toma como una síntesis que conforman las dos últimas estancias [una síntesis, digo, de la tesis que componen las dos primeras estancias, y de la antítesis que conciertan las dos estancias intermedias]. Una síntesis de la que «Espergesia» es el modelo mayor, que anticipa la libre poestética que CV desarrollará a partir de Trilce8. Si se observa bien, a diferencia de todos los demás poemas que lo preceden, en este ya se ha prescindido de las estrofas tradicionales, de la métrica y de la rima, lo cual indica que está sentenciando su separación de la concepción poética modernista, y tradicional en general, de la que —no obstante— ha dejado un reconocimiento de compromiso al consignar los poemas más ligados a ella, especialmente, en la primera estancia (tanto en la forma como en el contenido).

_____________

(1) Higgins, James (2015). César Vallejo en su poesía. Lima: Cátedra Vallejo.

(2) El significado de este título “Espergesia”, lo explica Higgins como: declaración de una sentencia.

(3) El mismo que Higgins usa como catacresis, y la define así: «juntar dos palabras desemejantes».

(4) Según Erich Fromm existe un miedo, generalizado, a la libertad. Y Pierre Bourdieu dice: «Marx sugería que, de cuando en cuando, algunos individuos consiguen liberarse tan completamente de las posiciones que les son asignadas en el espacio social que pueden aprehender ese espacio como un todo y transmitir su visión a aquellos que todavía están prisioneros de la estructura».

(5) Ver en el poema «Absoluta» los versos: «Oh lo que es uno / por todos».

(6) Del mismo modo, André Coyné dice que en «Espergesia» CV está «más lejos que nunca de la esperanza».

(7) Ver los poemas «El palco estrecho» y «La voz del espejo» en los que se alude a la Esfinge con el sentido de «preguntona» que CV le da aquí. El error no está en el escritor sino en el lector.

(8) Y es una concepción de la que Julio Ortega dice que en Trilce «la perspectiva idealista ha desaparecido casi del todo y con ella la presencia dramatizante de Dios». Por su parte, Álvaro Mendoza dice: «Trilce representa un sólido avance del proyecto vallejiano. En primer lugar, la hipótesis religiosa desaparece. Su autor la abandona».


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