lunes, 1 de abril de 2019

Entrevistas


Entrevista a Julio Carmona en Torno a la Fecha del Fallecimiento de César Vallejo


CH. ¿Qué reflexión le suscita esta fecha 15 de abril, en relación con César Vallejo?
JC. A pesar de que sobre esta y otras fechas relacionadas con César Vallejo se ha escrito mucho, pienso que nunca será suficiente para tener una idea total de su vida y su personalidad. Hay tantas encrucijadas y vacíos en su biografía. Lo importante de esta fecha es que nos permite no dejar de recordarlo. Y asentar mejor en la realidad las incisiones que sobre su vida y su obra se hagan. Y no se trata de discriminar a nadie en ese sentido. Todas las observaciones sean bienvenidas, incluso las adversas, para tener oportunidad también de refutarlas. Pongo por caso. Alguien —de cuyo nombre no quiero acordarme— escribió que Vallejo era un «canalla» por lo que escribió en carta a su amigo Pablo Abril, acerca de las mujeres (a propósito de una enfermedad adquirida a través de una de ellas), y dijo:«Qué le parece, Pablo. Me tiene usted anulado, para toda actividad. Ni al bureau puedo ir. Entre tanto, el médico dice que debo seguir en reposo absoluto, pues de lo contrario la enfermedad puede agravarse aún más. Con qué facilidad se coge una infección de esta clase y con qué trabajo se la hace salir. Créame que a veces tengo una rabia contra las mujeres… y, sobre todo, contra los médicos, que son unos estúpidos» (Carta a Pablo Abril, p. 46). Sin embargo, eso que se presta a censura se morigera si se lleva al plano social, real y humano. Y entonces nos felicitamos que César Vallejo hayasido así, abiertamente humano, insertado en una sociedad y que haya sido totalmente real. Para no verlo como un puritano o un ser casi divino (como tal vez se sientan sus censores).

CH. ¿Pero no cree usted que, realmente, ahí CV exageró?
JC. Sí, pienso que sí, es una exclamación hiperbólica. Y hasta si se quiere un exabrupto. Pero hay que ponerse en su lugar. Le pongo otro ejemplo, similar (solo similar). La siguientees una frase de Georgette, la viuda del poeta. Dice ella: «Hasta nuestra edición había de ser una nueva tortura. Toda América Latina no es más que una red de argollas y sabemos lo que son las argollas. Han logrado hacerme odiar, execrar a Vallejo y a su obra». Este es un texto tomado de una carta dirigida a Ángel Rama a propósito de una edición de la poesía completa de CV (y que se fue empantanando de manera exasperante para Georgette), pero que, para quien la cita, es considerada de forma literal, y dice: «La única hipótesis que he podido construir que cuadre con estas desconcertantes actitudes de Georgette es la que en Georgette existió siempre un doble conflicto, nunca resuelto. Un conflicto entre su admiración por Vallejo, y, por otra parte, una suerte de odio o resentimiento por él» (Juan Fló, «Prefacio» en: César Vallejo, 2003. Autógrafos olvidados. Lima: PUCP: xvii-xviii).Pero, en realidad, la de Georgette es una expresión que no ha de tomarse en sentido literal. Es, en todo caso, un exabrupto hiperbólico, similar al que CV utiliza en la carta a Pablo Abril de Vivero,es decir, un lenguaje hiperbólico que busca dar medida de una situación límite. Inclusive cuando CV recurre a testigos que refrenden algo que no se puede constatar de forma inmediata, no lo hace recurriendo a proposiciones extrañas o metafísicas, sino totalmente realistas: «son testigos/ la soledad, la lluvia, los caminos» (Poema«Piedra negra sobre una piedra blanca»);hasta cuando el testigo es “dios” no lo presentaen su acepción extraterrenal, sino que da de él una imagen real («Yo nací un día que Dios estuvo enfermo»),porque élasumía la existencia de Dios como idea en el imaginario de millones de seres humanos (potenciales lectores, a quienes se dirige el poeta, pues este no escribe para el vacío).Y, por eso, a Georgette le dictó —a pocos días antes de morir— su famosa frase: «Cualquiera que sea la causa que tenga que defender ante dios, más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios.»Esta frase no es —a todas luces— la que formula un creyente religioso cualquiera. Está expresada, en principio, por un poeta y, por lo tanto, se hace susceptible de interpretación. Empezando por su construcción técnica, de carácter hiperbólico. Dice: ‘Si mi defensor es un ser que es considerado lo máximo en bondad, credibilidad y justicia, entonces, estoy avisando que no seré sentenciado por nada, porque desde ya estoy siendo considerado inocente si quien me va a juzgar y a defender es Dios, que todo lo sabe: y Él sabe que soy inocente de cualquier acusación que se me haga en mi paso por la vida’. Es una forma categórica y apodíctica de manifestar su honestidad a toda prueba. Y es lo que yo sugiero que se da con el uso que de la religión hace CV: que es un recurso poético, no testimonio de fe.

CH. Y sobre la idea de que CV pronosticó su muerte, ¿qué piensa usted?
JC. Empecemos por recordar los dos primeros versos del poema en el que trata el tema: «Me moriré en París con aguacero/un día del cual tengo ya el recuerdo.»No es «ilógico», poéticamente (aunque para el sentido común sí lo sea), que el locutor poético estando en vida hable de su muerte como de algo que ya conoce. Lo que no viene a ser otra cosa que el «juego» dialéctico de la contradicción. Por eso, una lectura comprehensiva de la expresión ‘un día’, del verso 2, debe percibir que la indeterminación del artículo ‘un’ —que modifica la tajante afirmación del hecho futuro: «me moriré»— corrobora la idea de que el locutor poético está «jugando» con esa lógica, presentándola como ilógica: sabe que ocurrirá su muerte futura, como lo sabe todo el mundo; pero no sabe cuándo.  Para, finalmente, en el mismo verso (2), volver a «jugar» con la paradoja de ‘conocer ya —o tener el recuerdo de— algo que se dará en el futuro’. Y es pertinente traer aquí a colación los dos últimos versos de un soneto de Francisco de Quevedo: «Y no hallé cosa en qué poner los ojos/ que no fuese recuerdo de la muerte.» Es la muerte cotidiana (visión cara a Quevedo) que permite conocer el futuro en tanto no será distinto al pasado ni al presente que son ‘recuerdos de la muerte’. Y, por otro lado, si no se pasa por alto la acepción que el diccionario le asigna a ‘aguacero’, no sólo con el significado denotativo de «agua de lluvia», sino como una imagen de «sucesos y cosas molestas, como golpes, improperios, etc., que en gran cantidad caen en una persona»  (acepción esta que se hará explícita en los versos del 9 al 12 del poema), se verá que tanto en el presente, en que es enunciado el poema, como en el pasado —e igual será en el futuro— el hombre (individual o universal) padece ‘golpes e improperios’, es decir que son mayores las agresiones que las gratificaciones en la pasión humana, por la misma imperfección de la vida, que no es precisamente vida paradisíaca.  Y, por eso, el locutor poético conoce —como todos los hombres— que ‘morirá con aguacero’ en el mundo o en el lugar que represente a ese mundo, en este caso el lugar representativo del mundo cultural: París. Y obsérvese que coincide con el lugar de residencia del autor; mas no poresto no hay que apresurarseen confundir al ‘locutor poético’ con el autor, aunque el enunciado en primera persona así lo sugiera. El ‘yo’ «es más profundo y poético», dirá Vallejo, y agregará: «tomado naturalmente como símbolo de ‘todos’.» (Contra el secreto profesional: p. 100). Por eso, en el caso aquí tratado, no se debe suponer que sea el autor quien se esté proponiendo hablar de su muerte (aunque posteriormente la coincidencia llegara a sugerirlo así) puesto que siendo un «absurdo» poético y como tal aceptable, como razonamiento ideológico no lo es. Máxime si el mismo Vallejo se encargó de refutar esa interpretación, en tanto él expresamente, en su libro El arte y la revolución dijo que: «la anticipación expresa y rotunda de hechos concretos, no pasa de un candoroso expediente de brujería barata y es cosa muy fácil. Basta ser un inconsciente con manía de alucinado. Así hacen las sibilas vulgares. No importa que se realice o no lo que anuncian. (p. 46).Y esta misma aserción la plasma en uno de sus artículos periodísticos, escrito unos tres años antes: «Todos los hombres empezamos a morir en tal o cual momento de la vida. Unos empiezan a morir pronto y otros más tarde. Pero de todas maneras existe un instante en que la vida alcanza su máxima plenitud y es allí cuando se empieza ya a morir. Ese momento lo llama la mayoría de las gentes, el momento de “doblar la esquina”. Nadie sabe cuándo ha doblado la “esquina” o cuando va a doblarla puesto que a nadie le está dado saber cuándo morirá ni cuando ha muerto» (Desde Europa, p. 143; 18 de setiembre de 1926).

Lo importante a destacar en esos dos primeros versos es la ‘idea clave’ que sugiere la intención temática a desarrollarse en el poema: la integración —por oposición dialéctica— de lo particular dentro de lo general, de lo individual dentro de lo universal, y que está sugerida en el título mismo: el elemento particular ‘lo negro’ cobra relieve sobre el elemento general ‘lo blanco’, es decir, «piedra negra» (el hombre particular) «sobre una» (artículo indefinido, genérico) «piedra blanca» (el mundo, lo general).

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