viernes, 1 de septiembre de 2017

Opinión

Qué País Tenemos, Qué País Queremos

Santiago Ibarra


A CONTINUACIÓN PRESENTAMOS UNOS APUNTES preparados para exponerlos en la charla preparada por la Cátedra Social de la Asamblea de los Pueblos de Lima y el Callao (APLICA), que con el mismo título tuvo lugar el 25 de agosto. El día del encuentro los dos últimos puntos solo fueron mencionados por falta de tiempo.

Somos un país capitalista periférico y subdesarrollado

El Perú es un país capitalista. El capitalismo es el modo de producción dominante en el Perú, que somete al modo de producción mercantil simple y al modo de producción comunitario que subsiste en algunos lugares del país. No es un capitalismo comparable al que existe en los Estados Unidos o Alemania. El capitalismo que se tiene en el Perú es de un tipo particular. Lo que nos asemeja a los países capitalistas del Norte es que el capital es la categoría dominante que tiende a someter todas las esferas de la vida social a su lógica. Pero a diferencia de los países capitalistas del Norte en nuestro país el capital no llevó adelante un proceso de industrialización completo y continúa siendo en gran medida un país exportador de materias primas. Mientras que los países capitalistas del Norte son “autocentrados”, los países capitalistas como el Perú son dependientes de los países capitalistas del Norte, de donde importan una gran cantidad de productos manufacturados, con lo cual fuga hacia esos países una parte importante del valor económico que generamos internamente. De otro lado, el capital monopólico controla nuestras principales fuentes de generación de excedente económico, como la minería, y, de otro lado, pagan a los trabajadores de las periferias un salario que está muy por debajo del que tendrían que pagar en sus países de origen. En las últimas décadas incluso ha retrocedido la industrialización del país, y hemos pasado a depender más del excedente económico que se genera en el sector de la exportación de minerales.

En lo inmediato, la clave consiste en disputar el control del excedente económico que se genera en los sectores de la minería, hidrocarburos, agroindustria y otros más. Tenemos más de 30 días de huelga de parte del magisterio, la mayoría ha estado de acuerdo con que se incrementen sus salarios y que se destinen mayores recursos públicos al sector de educación, pero muy pocos han alertado sobre quién controla el excedente económico y cuánto recauda el Estado de esos sectores económicos controlados por el capital monopólico. La caja del Estado tiene que ampliarse de tal modo que sea capaz de atender las diferentes demandas de la sociedad. Hoy fueron los maestros, los médicos y los funcionarios del poder judicial, pero mañana habrá otras presiones más, por el servicio de agua potable, luz eléctrica, escuelas y hospitales para todas las localidades del país, carreteras, incremento de la productividad de la economía campesina, incremento del salario mínimo, etc. Está claro que la caja del Estado debe incrementarse de modo significativo. Por ejemplo, ¿qué hacer con el gas que se vende al extranjero? En Bolivia se vende a un precio que es significativamente superior al que se vende en el Perú.

Vale decir, se requiere que el Estado incremente significativamente su participación en la economía. Y eso implica que debe alterarse la actual pirámide económico social, destronando a la empresa privada extranjera, a la minería privada, a la banca, a la agroindustria, etc., que absorben la mayor parte del valor económico generado en el país, colocando al Estado como el principal generador de riquezas del país, a través de nacionalizaciones, de tal manera que esté en condiciones de satisfacer las necesidades de las grandes mayorías.

Se necesita que se aumente significativamente el salario de los trabajadores, que se incremente la productividad agrícola de la economía campesina para elevar su calidad de vida y garantizar la soberanía y la seguridad alimentaria del país. Se requiere impulsar la industrialización del país, haciendo el esfuerzo por producir tecnología moderna, en la informática y las telecomunicaciones. Se requiere la investigación científica y tecnológica para que el Perú deje de ser dependiente de las potencias extranjeras, que nos venden los productos de mayor tecnología.

Somos un país capitalista dominado por el capital financiero y las grandes corporaciones mineras e industriales

Se piensa que el capitalismo constituye el máximo e insuperable grado de civilización humana y se establece equivocadamente que mercado es igual a capitalismo. Lo cierto es que el capitalismo es prácticamente lo opuesto al mercado. El mercado supone muchas empresas, muchos ofertantes, y muchos demandantes. Marx estudió profundamente el capitalismo y descubrió que éste tiende naturalmente a la concentración y a la centralización del capital. Esto lleva al monopolio, es decir, exactamente a lo contrario de una situación de mercado. Y lo que tenemos en el Perú es el dominio de los monopolios, de las grandes corporaciones, que son las que controlan la mayor parte de la economía y succionan el valor que se genera en estas economías. De manera que cuando dicen defender el “libre mercado”, están defendiendo en realidad el capitalismo, es decir, el dominio de las grandes corporaciones. En teoría, una empresa bajo un régimen de “libre mercado” consigue un margen de ganancia bajo la influencia de la oferta y la demanda, en cambio, una corporación, un oligopolio o monopolio, consigue su ganancia estableciendo el precio de la mercancía muy por encima de su valor.

El dominio de las corporaciones es tal en el Perú que no hay castigo severo para las empresas mineras que provocaron mediante la contaminación de las aguas y de la tierra de Cerro de Pasco la muerte y el cáncer de niños y adultos en esta ciudad. También existen posibilidades de contaminación del río Rímac a causa de la actividad minera. Hay ausencia y/o poco control sobre los productos que se importan y se producen en el Perú, que son cancerígenos y provocan diferentes otros males, como el talco Jhonson, la leche Pura Vida, y muchos otros productos.

Tenemos además que el Estado posibilita que el capital monopolista minero despoje de sus tierras a los campesinos y a sus comunidades. El caso de Máxima Acuña es uno entre otros. Ella, felizmente, ganó su caso en la instancia judicial. La empresa Yanacocha quiso arrebatarle la tierra que es de su propiedad.  Por lo demás, es conocido por todos que el capital ha despojado de sus tierras a los pueblos indígenas amazónicos.

El capital monopólico tiene múltiples fuentes de ganancia, una de ellas es el interés que perciben por el crédito monetario, y desde el extranjero ahora compran deudas públicas para concluir cobrando una tasa de interés de hasta el 1000%, como en el caso de Argentina. Y a nivel micro, a todos nos cobran excesivas cantidades de dinero por la más mínima operación en el sector financiero, e incluso cobran en nuestras cuentas de ahorro dinero que jamás hemos gastado ni autorizado a cobrar. Existen numerosas denuncias al respecto. Todo esto es lo que llaman algunos intelectuales de izquierda “acumulación por desposesión”, que es una de las formas más importantes de acumulación del capital monopólico, financiero e industrial.

Las grandes corporaciones deben ser el objetivo principal de las reformas encaminadas a construir un Perú nuevo.

El trabajo se ha precarizado para la grandes mayorías; como en el mundo, en el Perú sigue su curso la pauperización de los trabajadores

El trabajo es condición de existencia del ser humano. Federico Engels habla del papel que cumplió el trabajo en la transformación del mono en hombre. Pero de acuerdo a las condiciones en que se opera, el trabajo puede realizar o puede degradar al ser humano. En la actualidad, el trabajo degrada al ser humano, lleva a éste a niveles nunca antes visto de alienación. El término precariedad hace referencia a una situación de inestabilidad y de fragilidad. Precisamente, el trabajo en cualquiera de sus formas, y el trabajo asalariado específicamente, viene precarizándose sostenidamente en el Perú y el mundo desde hace poco más de 30 años.  El trabajo hoy en día es más inestable que nunca; podemos afirmar con total seguridad que el trabajo se ha eventualizado. También podemos afirmar con total seguridad que el salario real del trabajador se ha reducido y que la seguridad social ha empeorado (seguro de salud y jubilación) Diferentes investigaciones en el Perú y el mundo lo corroboran, y nosotros mismos hemos investigado el tema. El trabajo está hoy en día más alienado que nunca y es alienante como nunca jamás lo ha sido en el siglo XX, solo comparable a lo que fueron las condiciones laborales en el siglo XIX.

        De ahí que tengamos en el Perú 200 mil niños que viven en la calle y a más de 1.6 millones de niños que trabajan. Tenemos además que uno de cada dos niños menores de tres años de edad está desnutrido. Tenemos la más baja inversión pública en educación, alrededor del 3%, en tanto que Cuba invierte más del 13% de su PIB y Bolivia está en el 9%. A los maestros se les paga un magro salario que solo va a aumentarse un poco gracias a una huelga general. De no haberse levantado, es muy posible que a los maestros jamás les hubieran aumentado los salarios. Asimismo, el 45% de los trabajadores en el Perú perciben un salario menor al mínimo nacional. Tenemos un millón de personas que viven en condición de extrema pobreza, es decir, un millón de personas que no tienen ingresos siquiera para alimentarse, y siete millones de personas en condición de pobreza, es decir, con múltiples necesidades elementales sin resolver. A la vez, no debemos olvidar que el capital en el Perú ha logrado acumular astronómicas sumas de dinero, en el sector financiero, minero, hidrocarburífero, telecomunicaciones, agroindustria, universidades privadas.

        Tenemos una situación social en el Perú y el mundo que es moralmente inaceptable. Nuestra lucha debe enmarcarse por la defensa, la restitución y la ampliación de derechos.

Por un Perú libre del imperialismo

La palabra imperialismo ha sido desterrada por muchos académicos y políticos de su vocabulario. Es necesario advertir que ese término es hoy en día más actual que nunca. El imperialismo es un fenómeno analizado por Lenin en 1917. A la fecha ha cambiado la forma, pero se conserva la esencia. Los imperialismos de esa época, Estados Unidos y Alemania, por ejemplo, ya no están en confrontación militar, sino que desde 1945 entraron en una etapa de conciliación de intereses, y hoy en día le hacen la guerra a los países del tercer mundo que cuentan con ingentes recursos naturales y cuentan con gobiernos relativamente autónomos. El imperialismo estadounidense aspira al control militar del mundo. De ahí que cuenta con 900 bases militares en el planeta. Solo en el Perú existen 9 bases militares. Esas bases militares responden a la estrategia de controlar los recursos naturales del Perú y el planeta, y mantener a raya y hacer desaparecer a gobiernos independientes de la línea estadounidense. Asimismo, el Perú tiene encima suyo el dominio del capital monopolista. Requerimos un Perú libre de bases militares y del capital monopolista con reafirmación de su soberanía. Necesitamos un Perú libre del imperialismo. Debemos situar el fenómeno del imperialismo en su verdadera dimensión y su alta peligrosidad para la humanidad.

Tenemos formalmente un régimen democrático en el cual la dimensión social está absolutamente excluida

Tenemos un régimen democrático de hecho reducido a la elección de los gobernantes cada cierto número de años. Por su parte, los gobernantes y el sistema político existente excluye a la población de la deliberación y toma de decisiones sobre diversos asuntos como el modelo económico; al contrario, éste se nos impone.

La organización del sistema político no responde a la generación de bienestar en la población, en términos de generación de empleos, incremento sostenido de los ingresos de las familias, dotación de salud, educación y cultura a las grandes mayorías. Al contrario, el sistema político vigente existe para favorecer a la burguesía financiera y a las grandes corporaciones extranjeras y a las grandes empresas locales. Es una democracia que encubre la dictadura del capital.

Es un sistema político que mantiene en la miseria y en la ignorancia a las grandes mayorías del país. Ese sistema político no existe para reducir sistemáticamente las desigualdades sociales, sino para conservarlas y aun incrementarlas. Solo recientemente, la congresista Úrsula Letona de la bancada de Fuerza Popular se ha pronunciado a favor de los despidos masivos. Es decir, a pesar de que en la actualidad existe una tasa de eventualidad muy alta en el sector asalariado (el 75% del total), a la congresista Letona le parece muy poco todavía, y propone más despidos, más eventualidad. ¿Una medida de ese tipo favorece o perjudica a las grandes mayorías? Sin duda alguna, la perjudica, la pauperiza, imposibilita que las familias y las personas puedan planificar sus vidas en el mediano y largo plazo y las llena de incertidumbre.

Un sistema democrático debe favorecer la reducción y la eliminación de las desigualdades sociales. La democracia debe estar íntimamente vinculada al mejoramiento sistemático de las condiciones de vida materiales y espirituales de las grandes mayorías. No como ahora, que se encuentran separados. Hoy en día las políticas públicas, especialmente las políticas económicas sirven para aumentar la concentración de la propiedad y de los ingresos en los sectores minoritarios de la sociedad.

Necesitamos construir una democracia distinta a la que tenemos hoy en día, que se limita a la elección de los gobernantes, una democracia que sea efectivamente gobierno del pueblo, una democracia en la que el pueblo defina sobre los asuntos comunes, públicos, como la tributación, la alimentación, la educación, la salud, el agua, la tierra, los bosques, el gas, los minerales, etc., en suma, la economía, la política y la sociedad. Solo una democracia así garantizará la participación de la población y reducirá sistemáticamente las desigualdades sociales.

Tenemos una situación de herencia y mentalidad colonial

Con la conquista española se canceló abrupta y violentamente el desarrollo autónomo de las civilizaciones indígenas. Éstas fueron exterminadas y sometidas a opresivos regímenes de explotación laboral. Asimismo, sus culturas fueron negadas, inferiorizadas y proscritas. El racismo, es decir, la supuesta y desmentida inferioridad racial de los indígenas, fue la ideología que sirvió para justificar y legitimar el dominio colonial. Esta situación no cambió con la independencia; al contrario, continuó después de ella. Hoy en día, en el Perú perviven una situación material, una mentalidad y una personalidad colonial, cuyo origen se sitúa en las relaciones del Perú con el gran capital extranjero y en las relaciones que establecen las clases dominantes y el Estado con la población indígena. Son los indígenas andinos y amazónicos hasta el día de hoy los grupos humanos que sufren con mayor intensidad la explotación del capital, la pobreza y la marginalidad social. El origen histórico de esta situación se remite a la época del colonialismo español.

En la actualidad podemos decir que existe una situación de dominio de una cultura sobre otra. La cultura occidental opaca y domina a las culturas indígenas. El quechua, el aymara y otros idiomas indígenas subsisten en una relación de subalternidad respecto al idioma castellano. Asimismo, los saberes y los conocimientos indígenas sobre la salud, el cultivo de tierras, las semillas, entre otras cuestiones, no son tomados en cuenta ni protegidos por el Estado. Ni siquiera nuestro patrimonio arqueológico fue objeto de protección, aun cuando se sabe que son centros de generación de ingresos económicos. Por ejemplo, la huaca Mateo Salado que está en Pueblo Libre, solo en el 2007 se la alistó para que sea oficialmente visitada, ¡186 años después de que se proclamara la independencia del Perú! Y el conjunto de la ciudad de Lima, que tiene alrededor de 350 huacas actualmente (cito de memoria), fue levantada destruyendo una civilización milenaria. Luis Lumbreras, por ejemplo, en el programa Sucedió en el Perú, señala que cuando él era niño existía aún una ciudadela milenaria que iba desde La Victoria hasta Limatambo. También el hospital del Empleado fue construido sobre una huaca grande. El urbanismo con mentalidad colonial las destruyó.

Mariátegui decía que sin el indígena no hay peruanidad posible. Esa afirmación es cierta hoy más que nunca. Bajo otras formas, continúa sin resolverse el problema de la tierra y el del empleo en las zonas urbanas. Los indígenas tienen derecho a acceder a la modernidad científica y tecnológica. A la vez, las regiones urbanas pueden nutrirse de la sabiduría indígena en distintos tópicos como son la salud, la convivencia, la producción agroecológica, etc. Necesitamos, en suma, construir un Perú moderno en sintonía con las comunidades campesinas andinas y amazónicas y sus prácticas comunitarias y solidarias. Se requiere que se defienda la propiedad intelectual de los pueblos indígenas sobre sus conocimientos ancestrales en lo que se refiere a semillas, cultivos, sistemas productivos, etc. -que luego se los apropian las transnacionales-,  que se reconozcan los derechos de los pueblos indígenas, que se promueva la enseñanza en el idioma del estudiante, que los idiomas indígenas sean oficial y efectivamente reconocidos y practicados en diferentes instancias del Estado.

Mayor explotación y opresión de las mujeres

Alcanzar la igualdad sustantiva (no solo formal) de las mujeres y hombres debe ser otro de los objetivos para lograr un Perú nuevo. Actualmente, en promedio, las mujeres perciben un ingreso salarial que es igual a dos tercios del salario de los hombres. Es decir, la mujer carga con la mayor parte de la explotación capitalista. Debemos reconocer que el trabajo doméstico es constitutivo de la generación de riquezas de la sociedad, y no solo el trabajo productivo. La igualdad de la mujer es también una tarea de un Perú Nuevo.

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Han aparecido en los últimos cincuenta o setenta años los llamados “nuevos movimientos sociales”, como son los movimientos de mujeres, los ecológicos y los indígenas. Se busca sustituir el movimiento sindical de trabajadores por esos movimientos. Se busca descentrar el conflicto de clases. Lejos de ello, sin embargo, debemos buscar el desarrollo del movimiento por la emancipación del trabajo, incorporando a los demás movimientos, no para sustituir, sino para enriquecer el proyecto socialista. No se trata, entonces, de abandonar el proyecto de emancipación del trabajo, sino de recuperarlo y volverlo el centro. El gran problema de nuestra época se llama capitalismo. Este sistema histórico está en contradicción antagónica con los intereses de las grandes mayorías, de la humanidad e incluso está en contradicción con la preservación del equilibrio ecológico. Y este sistema histórico solo es posible de enfrentar desde el frente y el punto de vista del trabajo.

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