viernes, 9 de diciembre de 2011

COMENTARIO OBLIGATORIO



Ya en los primeros años de la década de 1920, Luis Emilio Recabarren planteaba el municipio como una instancia de “poder legislativo y ejecutivo encargado de todos los asuntos de interés general dentro de la comuna”, y, como se saca en limpio de su documento ¿Qué es lo que queremos federados y socialistas?, daba a entender que constituir este poder era posible en las condiciones de la sociedad socialista y, por tanto, sólo como base de la estructura del nuevo Estado.

Esta constatación implica, en primer lugar, que, aquellos que en nuestro medio plantean actualmente un municipio “que sea una corporación de trabajo, legislativo y ejecutivo”, no tienen el mérito de la originalidad, y, en segundo lugar, que, por cuanto los mismos proponen, al contrario de Recabarren, que dicho municipio debe ser “el por dónde empezar de la lucha por el cambio social” (“germen de socialismo” le llaman), contravienen de la forma más flagrante el principio marxista según el cual ninguna estructura estatal ni ninguna economía de carácter socialista son posibles en las condiciones de la sociedad capitalista, o sea, sin el previo derrocamiento de la dictadura de la burguesía y de la instauración de la dictadura del proletariado. Como es de conocimiento general, este principio fue comentado por Mariátegui en su Defensa del marxismo: “… cuando [de Man] sostiene que “el resentimiento contra la burguesía obedece, más que a su riqueza, a su poder”, no dice nada que contradiga la praxis marxista, que propone precisamente la conquista del poder político como base de la socialización de la riqueza” (p.26. Negrillas nuestras).

La idea de un “nuevo municipio” entraña la creencia de que la estructura básica del Estado capitalista puede ser transformada en un sentido socialista, y esta creencia encierra de hecho la tesis de la transición pacífica. Ocurre, sin embargo, que el establecimiento de cualquier forma de nuevo poder local, sea en la ciudad o en el campo, supone necesariamente el derrocamiento de las clases dominantes por vía revolucionaria.  

En las condiciones de la dictadura de la burguesía, el “nuevo municipio” no puede ser una forma de socialismo germinal ni tiene posibilidad ninguna de construir relaciones socialistas de producción, y, por esto, se revela apenas como una propuesta de reestructuración de la base del Estado burgués que tendría la función de “planificar” la producción  capitalista.

Pero con todo y con eso, en la imaginación de sus sostenedores, el “nuevo municipio” aparece como una forma de poder socialista (“germen de socialismo” le llaman), y esto significa que los mismos creen que la base del Estado burgués puede ser transformada en dicho sentido proletario ¡en las condiciones de la dictadura de la burguesía!

Como es de conocimiento general, un punto fundamental de demarcación entre el marxismo y el revisionismo es la cuestión de si la realización de cualquier forma de economía y de estructura estatal socialistas son posibles antes del derrocamiento de la burguesía y el ascenso del proletariado al poder. Lenin señalaba a propósito que, “La diferencia entre la revolución socialista y la burguesa está precisamente en que en el segundo caso existen formas plasmadas de relaciones capitalistas, mientras que tras el Poder soviético, proletario, no se encuentra con estas relaciones plasmadas”. Y señalaba, además, que “la política es la expresión concentrada de la economía”.

Estas aserciones significan que el punto de partida de la emancipación del proletariado es el establecimiento de su poder político, a partir del cual se construyen las relaciones socialistas de producción, apareciendo entonces la política socialista como expresión concentrada de la economía socialista.

Así pues, la única manera marxista de plantear la cuestión de los municipios (o de cualquier otra estructura del Estado actual), es, naturalmente, dentro del marco de la teoría marxista del poder. Escamotear este planteamiento de la cuestión, el único correcto, es hacer a un lado el marxismo y asumir el revisionismo.

Pero veamos la cuestión teniendo en cuenta un posible reparo. Si los sostedores del “nuevo municipo” dijeran que éste no es una forma germinal de socialismo (olvidando que lo llaman “germen de socialismo”), entonces ¿qué es? ¿Qué es aquello de “corporación de trabajo, legislativo y ejecutivo a la vez [que] tiene que planificar su economía, asumiendo sus funciones de producción, administración y gobierno”? Descartado, en el marco del supuesto reparo, que sea una forma de estructura socialista, entonces no sería otra cosa que un municipio productivo en oposición al municipio burocrático actualmente existente, por lo que estaría claro que apenas sería una reestructuración de la base del Estado burgués.

Y, como no puede ser de otro modo, tal democratización del municipio no serviría sino para fortalecer dicho Estado, para darle un cimiento de masas, para hacerlo aceptable. A este fortalecimiento del Estado burgués, los promotores del “nuevo municipio” le llaman “el por dónde empezar de la lucha por el cambio social”. Así pues, cualquiera puede imaginarse qué “cambio social” puede resultar de ello.

La tesis del “nuevo municipio” entraña el planteamiento de una reforma estructural dentro del sistema vigente, y específicamente de una reforma estructural de la base del Estado burgués, y, por esto, se revela inspirada en la tesis de las “reformas estructurales” levantada por  Palmiro Togliatti en los años 1950. Por tanto, la reforma estructural que implica el pretendido “nuevo municipìo”, es reformismo por donde se le mire.

Para terminar, es menester subrayar que el carácter revisionista de la tesis del “nuevo municipio” no puede ser ocultado por ningún alarde programático, por ninguna retórica acerca de la toma del poder, por ningun maximalismo verbal. También Jruschov, al tiempo que subvertía la dictadura del proletariado, hablaba a los cuatro vientos de “pasar al comunismo en veinte años”.

Pues bien, las presentes reflexiones es lo principal que el documento de Recarren inspira al Socialismo Peruano, en una hora en que sus agonistas no pueden dejar de luchar contra al revisionismo peruano. Desde luego, el documento contiene otros puntos fuertes y, también, algunos débiles, pero estamos seguros de que el lector sabrá captarlos por sí mismo.

12.11.11.

E.I.

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