Stalin.
Historia y Crítica de una Leyenda Negra
(22)
Domenico
Losurdo
Utopía exaltada y
prolongación del Estado de excepción
Obviamente, la larga
duración del Segundo período de desórdenes no es meramente un dato objetivo.
¿Qué papel desempeñan en su prolongación los estratos intelectuales y
políticos, así como la ideología en la que se inspiran? Una corriente de
pensamiento que tiene en Arendt su punto de referencia, se dedica sobre todo a
la búsqueda del original ideológico que sería propio de aquellas revoluciones
cuyo desarrollo fue más tortuoso. Me
parece más fructífero un enfoque diferente, que tome impulso de una sociología
comparada de los estratos intelectuales y políticos. En los movimientos que
desembocaron en una revolución, tanto en Francia como Rusia, vemos trabajar a
los «pordioseros de la pluma» -Gueuxplumées, según la definición de Burke-, o
los «Pugacev de la Universidad», según la definición de Maistre. Se trata por
tanto de intelectuales no propietarios,
cuyos adversarios despreciaban por "abstractos". No hay duda de que
los intelectuales propietarios llegan a la caída del antiguo régimen teniendo
ya tras de sí una experiencia política real e incluso de práctica del poder
político. En EEUU los propietarios de esclavos, de cuyas filas provienen los
intelectuales y estadistas más prominentes (durante treinta y dos de los
primeros treinta y seis años de vida de la República norteamericana, quienes
ejercen la Presidencia son precisamente propietarios de esclavos), no se
limitan a disfrutar de su riqueza como una especie "peculiar" de
propiedad privada junto a las otras: sobre sus esclavos ejercen un poder al
mismo tiempo ejecutivo, legislativo y judicial. Consideraciones no muy
diferentes podrían hacerse respecto a la Inglaterra de la Revolución Gloriosa:
la propiedad de tierras (de la que a menudo provienen intelectuales y
dirigentes liberales) está muy presente en la Cámara de los Lores y en los
Comunes, y junto a la gentry controla directamente a los jueces de paz,
detentando así el poder judicial también. La cita con el poder encuentra menos
preparados a los intelectuales no propietarios. Su abstracción contribuye a
hacer más problemático y atormentado el proceso de estabilización de la
revolución. Existe sin embargo otra cara de la moneda: son precisamente esa
"abstracción" y distanciamiento de la propiedad los que hacen posible
para los «pordioseros de la pluma» apoyar la abolición de la esclavitud en las
colonias, y a los «Pugacev de la Universidad» dar su apoyo al proceso de
descolonización, que se desarrollará después a nivel planetario.
En la larga duración del
Segundo período de desórdenes es indudable también el papel desarrollado por la
ideología. Es necesario sin embargo añadir enseguida que no se trata solamente
de la ideología de los bolcheviques. Hemos visto las esperanzas mesiánicas que
acompañan al derrumbe de la autocracia zarista y sabemos también que el motivo
de la revolución traicionada supera los límites de Rusia y del movimiento
comunista. Poquísimos meses o semanas después
de octubre de 1917, Kautsky subraya cómo los bolcheviques no mantienen o
no son capaces de mantener ninguna de las promesas esgrimidas en el momento de
la conquista del poder:
Ahora
es cuando el gobierno de los Soviets se ha visto obligado a diferentes
compromisos frente al capital [...]. Pero más que frente al capital ruso, la
República de los Soviets tuvo que retroceder ante el alemán, y reconocer sus
pretensiones. Es todavía incierto cuándo volverá el capital de la Entente a
introducirse en Rusia; todo apunta a que la dictadura del proletariado haya aniquilado
al capital ruso solamente para ceder el puesto al alemán y americano"?290
Los bolcheviques habían
llegado al poder prometiendo «la propagación bajo el impulso de la experiencia
rusa, de la revolución en los países capitalistas». ¿Pero qué había sido de ésta
perspectiva «grandiosa y fascinante») Había sido socavada por un programa de
«paz inmediata a cualquier precio». Estamos en 1918 y paradójicamente la
crítica de Kautsky a Brest-Litovsk no es muy diferente a la que hemos visto ya,
especialmente en Bujarin.
Más allá de las relaciones
internacionales, aún más catastrófico es, siempre para Kautsky, el balance de
la Revolución de octubre en el plano interno:
Echando
fuera los restos del capitalismo, ésta ha expresado más pura y fuertemente que
nunca la fuerza de la propiedad privada de la tierra. Ha hecho del campesino,
hasta ahora interesado en la disolución de la gran propiedad privada de la
tierra, un enérgico defensor de la propiedad privada creada ahora, y ha
consolidado la propiedad privada de los medios de producción y la producción de
mercancías291.
De nuevo nos vemos llevados
a pensar en aquellos que, también dentro del partido bolchevique, describen la
persistente propiedad privada de la tierra y la NEP como un culpable abandono
de la vía socialista.
La ulterior colectivización
de la agricultura no acaba con la denuncia de traición; ésta, precisamente a
mediados de los años treinta, encuentra su expresión orgánica en el libro de
Trotsky dedicado a la «revolución traicionada». Es interesante notar cómo las
imputaciones fundamentales de esta acusación estén de algún modo ya presentes
en el libro de Kautsky de 1918. Veamos de qué manera argumenta el eminente
teórico socialdemócrata: si la propiedad privada individual también es
sustituida por la propiedad cooperativa, no debe olvidarse que ésta última es
solamente «una nueva forma de capitalismo». Por otro lado, la misma «economía
estatal no es todavía el socialismo») y no solamente por el hecho de que
continúan subsistiendo el mercado y la producción mercantil292. Hay
algo más. La liquidación de determinada forma de capitalismo no significa en
absoluto la liquidación del capitalismo como tal: el nuevo poder «puede anular
muchas formas de propiedad capitalista»).
Ello no significa todavía la
«fundación de una producción socialista», realidad, en la Unión Soviética ha
surgido o está surgiendo una nueva clase explotadora: «En el lugar de aquellos
que hasta ahora eran capitalistas, ahora convertidos en proletarios, entran
intelectuales o proletarios, ahora convertidos en capitalistas»293.
Si también Trotsky, a diferencia de ciertos seguidores suyos más radicales,
prefiere hablar de «burocracia», más que de nueva clase capitalista, quedan
claras las analogías entre los dos discursos comparados aquí, sobre todo porque
también para el revolucionario ruso la «burocracia soviética» parece aspirar a «alcanzar
a la burguesía occidental».294 Desde luego, no faltan diferencias.
Para Kautsky es el grupo dirigente bolchevique como tal el que ha abandonado y
de algún modo traicionado los nobles ideales del socialismo; por lo demás, más
que de una elección y de una abjuración subjetivas y conscientes, tal abandono
es expresión de la «impotencia de todos los intentos revolucionarios que no han
tenido en cuenta las condiciones
objetivas sociales y económicas»295. En comparación con
Trotsky, parece más convincente el discurso de Kautsky, pues no comete la
ingenuidad de explicar gigantescos procesos sociales objetivos (que más allá de
Rusia han implicado a toda una serie de otros países), ¡clamando contra la traición
de un restringido estrato político, o incluso de una única personalidad, que
cumple así un papel de deus ex machina). Hay sin embargo un momento en el que también el dirigente socialdemócrata
alemán introduce la categoría de traición subjetiva y consciente. Los
bolcheviques la habrían consumado cuando, ignorando voluntariamente la
inmadurez de las condiciones objetivas, se abandonan al «culto a la violencia»
que sin embargo «el marxismo condena
duramente»296. Es solamente la elección inicial de
desencadenar la Revolución de octubre la que es sinónimo de abjuración de los
nobles ideales de Marx y el socialismo; en este caso, sin embargo, la acusación
de traición implica no menos a Trotsky que a Lenin y Stalin. Queda todavía por
ver si la condena que Kautsky pronuncia respecto al «culto a la violencia» de
los bolcheviques sea compatible con el reproche de haber querido en Brest-Litovsk
«una paz inmediata a cualquier precio».
Más importante que las
diferencias son las analogías que subsisten entre los dos teóricos del marxismo
aquí examinados conjuntamente. En ambos discursos la visión mesiánica de la
sociedad futura abre un abismo entre la belleza del socialismo y comunismo auténticos,
por un lado, y la irremediable mediocridad del presente y lo real, por el otro:
se intenta colmar ese abismo recurriendo en el caso de Trotsky a la categoría
de traición, y en el caso de Kautsky a la categoría de inmadurez objetiva de
Rusia, que acaba inevitablemente provocando la desfiguración y traición de los
ideales originarios. Para el dirigente socialdemócrata alemán, dado el «retraso
económico» de un país que «no pertenece a los Estados industriales
evolucionados», va de suyo el fracaso del proyecto socialista: «En realidad, en
Rusia se está realizando la última de las revoluciones burguesas, no la primera
de las socialistas. Esto cada vez está más claro. La actual Revolución rusa
podrá asumir un carácter socialista solamente cuando coincida con una
revolución socialista en Europa
occidental»297. De nuevo nos encontramos con los deseos y
pronósticos de Trotsky.
En efecto, surgida ya en la
Revolución de febrero, la visión mesiánica de la nueva sociedad todavía por
construir acaba siendo defendida, de modos diferentes y contrapuestos entre
ellos, por una franja bastante amplia. Es una dialéctica que se manifiesta con
especial claridad en ocasión de la introducción de la NEP. Los escandalizados no
serán solamente sectores importantes del partido bolchevique, y tampoco es
siempre la preocupación por la fidelidad a la ortodoxia marxista la que motiva
la indignación. Si el cristiano Pierre Pascal lamenta la llegada de una nueva
«aristocracia» y el perfilarse de un proceso «contrarrevolucionario», el gran
escritor Joseph Roth menciona
contrariado la «americanización» que vive la Rusia soviética, perdiendo
no solamente la vía al socialismo sino su misma alma, para caer así en «el vacío
espiritual»298. A los gritos de escándalo por las esperanzas
mesiánicas defraudadas y traicionadas, les corresponden en el campo burgués los
gritos de triunfo por el hecho de que, con la introducción de la NEP, también
Lenin -así se argumenta- se ve obligado a dar la espalda a Marx y al
socialismo. He aquí de nuevo la categoría de traición, aunque declinada esta
vez con un juicio de valor positivo.
Paradójicamente, empujando
de algún modo a los bolcheviques en dirección a una nueva revolución se
encontraba un frente más bien amplio y heterogéneo. Los horrores de la guerra
habían llevado a Pascal a profetizar con
tonos apocalípticos, ya en agosto de 1917, «una revolución social universal» de
una radicalidad sin precedentes299. En el frente opuesto,
adversarios y enemigos de la Revolución de octubre estaban listos para celebrar
su fracaso cada vez que en Rusia se perfilaba el intento de pasar de la fase de
espera mesiánica a la menos enfática pero más realista de construcción de una
nueva sociedad, todo esto no podía dejar
de reforzar la tendencia ya bastante presente en el partido bolchevique,
por tanto también del clima espiritual suscitado por la guerra, de radicalizar
ulteriormente los motivos utópicos del pensamiento de Marx. En este sentido la
ideología que contribuye a la prolongación del Segundo período de desórdenes
resulta estar enraizada ella misma en una concreta situación objetiva.
_____________
(290) Kautsky (1977), p. 121.
(291) lbid, p. 113.
(292) lbid, pp. 119 y 122.
(293) lbid, pp. 120-1.
(294) Trotsky (1988), p. 848 (= Trotsky, 1968, p.
143).
(295) Kautsky (1977), p. 129.
(296) lbid.
(297) lbid, p. 100.
(298) En Flores (1990), pp. 41 y 53.
(299) En Furet (1995), p. 127.
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