domingo, 3 de diciembre de 2023

Filosofía

Transformaciones en la Fundamentación Gnoseológica de la Ciencia Actual*

Jindrich Zelený

EN ESTE ÚLTIMO TRABAJO nos proponemos expresar algunas ideas a propósito, en primer lugar, de la cuestión de si las transformaciones en los fundamentos del pensamiento científico muestran las mismas o parecidas formas de movimiento que las transformaciones en la evolución de las diferentes disciplinas científicas, y en segundo lugar, de la cuestión de qué transformaciones importantes en los fundamentos gnoseológicos de la ciencia actual resultan tipificables como las más importantes desde el punto de vista marxista-leninista. De cara a tal objetivo acaso no esté de más comenzar dejando, cuando menos, breve constancia de lo que entendemos como «revolución en la ciencia» y «fundamentos del pensamiento científico».

        1. La ampliación de la consideración histórica de la ciencia lleva al estudio detallado de la evolución de cada una de las disciplinas científicas y al intento, paralelo, de generalizar los rasgos característicos de las formas de evolución de la ciencia. Se habla, por ejemplo, de revoluciones en la ciencia y de ciencia «normal» como dos fases en la evolución de toda ciencia «madura». Como es bien sabido, las concepciones de Kuhn, pongamos por caso, procuraron un impulso fructífero a las discusiones sobre las formas generales de la evolución de la ciencia. A diferencia de la concepción sociopsicológicamente relativista de las revoluciones en la ciencia, nos parece más fundamentado histórica y teóricamente el concepto de revoluciones científicas que opera, detalladamente elaborado, en los trabajos de B. M. Kedrow1. De acuerdo con esta concepción, la revolución en la ciencia es un fenómeno que ofrece muchas caras. Tiene un aspecto histórico-científico, otro gnoseológico y otro social. El análisis teórico de la revolución en la ciencia exige la comprensión de todos estos componentes en su concatenación compleja y en su relación de interacción. El descubrimiento de fenómenos nuevos, inexplicables desde el punto de vista de representaciones anteriores, no constituye por sí mismo una revolución en la ciencia. Esta solo tiene lugar cuando un nuevo sistema conceptual, en cuyo marco resulta inteligible un nuevo material empírico y sobre cuya base se formulan nuevas conclusiones teóricas de orden fundamental que contradicen concepciones anteriormente vigentes.

        Entenderemos, pues, aquí en concepto de «revolución en la ciencia» en el sentido con el que opera y es formulado en los trabajos de B. M. Kedrow.

        2. ¿Con qué significado usaremos el concepto de «fundamentos del pensamiento científico»?

        Desde el momento en que el pensamiento científico comenzó a desarrollarse en forma de disciplinas especiales ramificadas, la cuestión del fundamento filosófico y gnoseológico unificante del mismo no ha dejado de plantearse con puntual recurrencia. Originariamente se tuvo como válido en la antigua Grecia, sin someterlo a discusión y asumiéndolo como evidencia no problematizable, que en el proceso de génesis y diferenciación de las ciencias especiales a partir de la ciencia unitaria, la filosofía, el conocimiento y las vías hacia el saber de los astrónomos, geómetras, médicos, etc., tenían, independientemente de toda diversidad de objetos y métodos, un fundamento común, unificante, en la precisa concepción filosófica y gnoseológica de la explicación racional y de los métodos de su búsqueda. La ciencia natural moderna de la época burguesa buscó desde el siglo XVII su fundamentación gnoseológica en diferentes líneas de cuño racionalista o sensualista. Como es bien sabido, el pensamiento científico vinculado a la revolución socialista y a la construcción de un nuevo orden social socialista encontró su fundamentación gnoseológica en el materialismo dialéctico.

        Como «fundamentación de la ciencia» entenderemos, pues, en nuestro trabajo la problemática de la caracterización gnoseológica y lógico-ontológica del pensamiento científico.

        Esta concepción se diferencia fundamentalmente, como es obvio, de la neopositivista, a cuya luz la investigación de los fundamentos de la ciencia se reduce a la problemática de los fundamentos de la matemática y de la lógica formal y al problema de la relación entre enunciados observacionales y teoréticos. Esta reducción neopositivista hunde sus raíces en la tesis de que toda teoría científica resulta asumible como matemática aplicada, esto es, como un sistema axiomático lógico-matemático interpretado2. En el marco de la concepción materialista-dialéctica del conocimiento científico no es asumido simplemente en sus estructuras formales, expresables por recurso a la lógica matemática, y en las interpretaciones de éstas, sino también, y sobre todo, en su función histórico-social, en su carácter refigurador de la realidad objetiva y en su dialéctica evolutiva de la verdad absoluta y de la relativa.

        e. Si aceptamos los conceptos de «revolución en la ciencia» y de «fundamentos de la ciencia» en el sentido arriba citado, podemos plantearnos la cuestión de si las transformaciones en los fundamentos del pensamiento científico muestran iguales o parecidas formas evolutivas que las transformaciones en la evolución de las diferentes disciplinas particulares.

        Digamos, de entrada, que parece claro que las transformaciones que se dan en los fundamentos lógico-ontológicos del pensamiento científico discurren más lentamente que las ocurrentes en la evolución de las disciplinas particulares. Y, sin embargo, también a propósito de ellas resultan observables transformaciones profundas muy diversas, desde las paulatinas y obedientes a un rodeo evolutivo hasta las radicales y revolucionarias.

        De cara a una caracterización más profunda de las transformaciones en el ámbito de los cambios lógico-ontológicos del pensamiento científico nos parece apropiado el concepto de «tipos de racionalidad».

        A la vez que remitimos a una exposición más detallada del problema a que procedimos en otro lugar3, señalamos aquí brevemente que no limitamos el término «racionalidad» a una mera caracterización tecnológica del modo de acción calculable, como ocurre frecuentemente en la bibliografía que parte de Max Weber. Referiremos el concepto de tipo de racionalidad a la caracterización de la entera actitud teórico-práctica del hombre respecto del mundo y de sí mismo. El tipo de racionalidad puede ser caracterizado ante todo por recurso a los siguientes tres momentos:

        a) por cómo concibe que algo es y cómo y por qué algo es; o sea, con otras palabras, por el acervo categorial y metodológico básico dependiente de la solución dada al problema filosófico fundamental de la relación entre pensamiento y ser;

        b) por cómo concibe y realiza la relación entre teoría y praxis o, respectivamente, de qué relación real entre teoría y praxis viene a ser reflejo. Con otras palabras: de qué formas de la praxis individual-social es momento producido y productor.

        c) por cómo concibe la relación entre juicios descriptivos y de valor.

        Si aplicamos los tres criterios citados, en su unidad, a la evolución del pensamiento desde el momento en que surgió el conocimiento científico racional y se separó claramente del pensamiento mítico, nos encontramos con algunos tipos históricos de racionalidad fundamentales. Las transiciones entre ellos tienen un carácter específico que ha de ser investigado recurriendo a la aplicación del principio de la unidad de lo lógico y de lo histórico. Los diferentes tipos históricos de racionalidad no solo muestran cambios y desviaciones, sino también elementos variables que se dan junto a otros comunes, invariables. (A estos invariantes pertenecen muchas relaciones y formas de pensamiento que han de ser investigadas mediante el actual análisis lógico-formal de la ciencia).

        En el tipo antiguo, representado ante todo por Aristóteles, tenemos que habérnoslas con una concepción contemplativa de la teoría como actitud humana superior, que es a la vez fin y medio para sí misma. Se da paralelamente a una concepción procesual, dialéctica, de las formas de ser y de pensamiento. En la Edad Media tiene lugar una rigidificación teológica y lógico-formal de tipo metafísico de la forma aristotélica de teoría racional.

        La concepción de racionalidad que irrumpe con la corriente fundamental de la ciencia moderna de la naturaleza y que viene a encontrar un reflejo filosófico en el Discurso del Método de Descartes, pongamos por caso, resulta caracterizable como técnico-ahistórica y metafísica fundada. Ya en Descartes lo que está en juego es una concepción práctica, y, en concreto, técnico-práctica sui generis de la teoría. En la época burguesa la concepción fundamental de la relación entre teoría y praxis es, hablando en términos generales, de orden técnico-utilitario, viniendo acentuada, además, tal situación por las ilusiones de la primacía de la teoría pura, suprahistórica («razón», incluida la «razón práctica» de la filosofía clásica alemana). En este tipo de teoría no se comprende la teoría que es, por definición y en orden a su naturaleza misma, un momento del reflejo de una praxis que evoluciona históricamente. En la filosofía esto ha venido a tomar cuerpo de un modo tal, que hasta los pensadores de la filosofía clásica alemana que formularon directamente la unificación de la filosofía teórica o práctica allegaron el carácter de absolutas y eternas a aquellas formas de pensamiento que expresaban el mundo dado (el mundo burgués) como esencialmente racional.

        En el siglo XIX, y en relación con la entrada de la clase obrera revolucionaria en la escena histórica, irrumpe un nuevo tipo histórico fundamental de racionalidad. Se trata de un nuevo empirismo materialista, concebido en el sentido de una no-identidad de teoría y praxis sobre la base de una unidad nuevamente pensada (y realmente vivida) de teoría y praxis. El lugar de la contraposición, tradicionalmente reflejada, de ser y conocimiento (ontología y gnoseología), viene a ser ocupado por una estructura compleja, ser-praxis-conocimiento, en la que a la praxis humana, esto es, social y material, le corresponde un papel central. Marx y Engels irrumpen con una concepción histórico-práctica de la teoría, que descansa en la negación de la metafísica, en una concepción materialista-dialéctica, en fin, de la esencia de las categorías lógicas.

        La crítica de la economía política burguesa y la crítica de la filosofía de Hegel vienen inextricablemente unidas en la formulación de partida de la concepción materialista-dialéctica de la racionalidad, cuya evolución ulterior creadora está contenida en la obra de Lenin.

        Podríamos llamar transformación por evolución de los fundamentos gnoseológicos de la ciencia al movimiento, a la diferenciación, a las modificaciones (también polarmente contrapuestas) en el marco de un determinado tipo histórico de racionalidad, sobre la base, en fin, del mismo; las transiciones de un tipo histórico fundamental u otro pueden ser asumidas como transformación revolucionaria.

        4. No es este el lugar, ni hay tiempo para ello, para proceder a una caracterización más en profundidad de los diferentes tipos históricos básicos de racionalidad y las transiciones de unos a otros. Nos limitaremos, pues, en lo que queda a glosar un aspecto del tipo materialista-dialéctico de racionalidad al que las discusiones sobre la fundamentación del pensamiento científico actual y la evolución científico-técnica en curso han venido a conferir primordial imprtancia4.

        Como consecuencia de las transformaciones en el ser práctico global que han ido mano a mano con el desarrollo de la revolución científico-técnica en condiciones socialistas, la elaboración de medios para una captación racional de la transformación del mundo y de la autotransformación del hombre en su coincidencia ha venido a convertirse en una necesidad vital de la sociedad entera. Se presenta como urgente la consciencia de la necesidad de una fundamentación de este tipo del pensamiento científico en su conjunto, de una fundamentación capaz, en fin, de insertar el pensamiento científico en la dialéctica sujeto-objeto global, en la coincidencia de la transformación de las circunstancias y de la autotransformación. Irrumpe la necesidad de reconocer de modo general y de elaborar con todo detalle el carácter histórico-práctico de la racionalidad, un carácter cuya concepción básica liminar fue de la mano de la aparición del marxismo.

        El pensamiento científico comienza a moverse, en muchos de sus sectores, en ámbitos en los que la dialéctica material sujeto-objeto no resulta excluible ni esencialmente reducible. En el marco de la actitud científica tradicional, caracterizable por recurso a nombres como el de Galileo o Locke, no cabe acceder en estos ámbitos a comprensión racional alguna. Irrumpe así la «crisis de la ciencia», la crisis del concepto tradicional de racionalidad, de la que algunos pensadores que no llegaron a cruzar filosóficamente los límites de la época burguesa, tuvieron, sin embargo, que tomar consciencia, como fue el caso, por ejemplo, de Husserl. La ciencia moderna fundada por Galileo, Bacon, Newton y otros pudo alcanzar muchos conocimientos verdaderos sin tener -a consecuencia del carácter de las materialidades por ella investigadas o de las experiencias a cuya elaboración procedió- que tomar en consideración, en su fundamentación teórica consciente, la dialéctica práctica del hombre y de su obra. Pudo avanzar sin llegar a comprender que la evolución de las formas de pensamiento es un momento del proceso evolutivo de la praxis social global. Galileo y Descartes, por una parte, y Bacon y Locke, por otra, entendieron -independientemente de la diferente valoración del papel de lo empírico y de lo racional, de lo material y lo subjetivo en el conocimiento, etc.- el mundo como un libro, frente al que nos encontramos en situación de lectores. Una parte esencial de la aspiración cognitiva de la ciencia actual tiene que habérselas con un mundo frente al que no nos encontramos primariamente en el papel de lectores de un libro, sino en el de productores y productos a un tiempo. De cara a la fundamentación del saber racional resulta hoy no solo exigible, sino indefectiblemente necesario, de acuerdo con toda evidencia, insertar el conocimiento científico en la dialéctica sujeto-objeto, tomando en consideración la praxis social en su procesualidad misma. De ello se deduce la orientación a la aspiración teórica nunca cerrada, en profundización, dialécticamente desarrollada, a una fundamentación filosófica-metodológica multidimensional de la ciencia, que cuente con un movimiento del lado del sujeto y del objeto. Multidimensionalidad (o acaso más exactamente: historización, en modo alguno relativista, sino materialista-dialéctica) quiere decir aquí superación de la simple contraposición abstracta de «pensamiento» versus «realidad material» como límite de las consideraciones sobre la fundamentación de la ciencia, y también atención plena al descubrimiento principal de los fundadores del marxismo según el cual las formas básicas de pensamiento vienen mediadas, en su carácter refigurador de la realidad material, por la praxis social que se desarrolla históricamente.

        5. Preguntémonos ahora: ¿Qué resultados fundamentales nuevos y filosóficamente importantes muestra la evolución de la ciencia en los últimos decenios? ¿En qué direcciones habrá de desarrollarse el materialismo dialéctico en su función de fundamentación gnoseológica de la ciencia en relación con estos nuevos descubrimientos?

        Pueden consignarse ante todo las siguientes transformaciones:

        La génesis y desarrollo de la cibernética como ciencia nueva y la aplicación de métodos y técnicas cibernéticos en muchos ámbitos de la investigación científica. A las ciencia cibernéticas en el más amplio sentido del término pertenecen la teoría general de sistemas, la teoría de la información, la teoría de la dirección, la teoría de algoritmos, la teoría de autómatas abstractos, etc. Algunas de ellas tienen su ámbito general autónomo de investigación también fuera de la relación con la cibernética.

        La evolución de partes importantes de la física prosigue su curso sobre la base conceptual no clásica creada por una parte, por la teoría de la relatividad y por otra, por la mecánica cuántica. Hasta la fecha, estas dos concepciones no clásicas en relación con la esencia de la realidad física no han podido ser unificadas. El tiempo y el espacio han venido a ser explicados en función del movimiento recíproco de los cuerpos. Se han conseguido dominar científica y técnicamente en medida nada desdeñable los procesos de obtención de energía atómica.

        En las ciencias biológicas se asiste a una serie de descubrimientos que permiten pensar en la posibilidad de una dirección consciente del código genético de los organismos en un futuro no muy lejano. Cabe presuponer que en orden a ello la relación de los componentes social y biológico del ser humano sufrirá modificaciones de peso.

        El proceso de matematización de la ciencia y el del paso de los conceptos y teorías intuitivos a los no intuitivos sigue avanzando. Crece la importancia de la investigación del lenguaje en conexión con su aplicación cada vez más amplia de los métodos de formalización.

        La contraposición entre lo intuitivo y lo no intuitivo acompaña -como la contraposición entre lo inmediato y lo mediato, entre lo formal y lo relativo al orden de los contenidos- la historia entera del pensamiento teórico hasta nuestros días. En la ciencia actual no se trata de una transición plena de lo intuitivo a lo no intuitivo. La contraposición plena entre lo intuitivo y lo no intuitivo no desaparece, sino que permanece y asume formas nuevas. Tampoco puede hablarse, de manera similar, de un desgajamiento del lenguaje natural respecto del formalizado: su unidad dialéctica asume formas nuevas.

        La indicada evolución de la ciencia trae consigo numerosos problemas gnoseológicos. Las líneas principales en las que tiene hoy lugar la investigación materialista-dialéctica de las transformaciones en los fundamentos gnoseológicos de la ciencia son los siguientes:

        a) Se trata, ante todo, de la elaboración de tallada y del enriquecimiento de la concepción materialista-dialéctica del determinismo por la vía de la generalización filosófica de formas subatómicas de movimiento de la materia y de nuevas formas de movimiento social. Se acumulan pruebas que confirman que la concepción laplaciana del determinismo, que excluye la casualidad y reduce el nexo causal exclusivamente a una cadena unívoca de causas y efectos, no es sino una de las formas de la determinación objetiva. Cada vez vienen a verse más confirmadas las representaciones del carácter probabilitario y estadístico de la realidad física -y no solo física-. En la medida en que expresan estabilidad relativa y orden de fenómenos de masas, las características probabilitarias son características estructurales, que posibilitan la explicación de la dialéctica de la autonomía de los elementos en su dependencia de las características globales de los sistemas complejos. Estas características vienen vinculadas a la existencia de ciertas regularidades en la masa de eventos casuales y posibilitan la obtención de una expresión matemática de estas regularidades. Las características dinámicas y estáticas no pueden ser investigadas como guardando entre sí una relación de contraposición rígida. Corresponden a niveles organizativos diferentes de los objetos y procesos investigados y no a procesos determinados e indeterminados, como pensaban los autores de orientación metafísica. En la apropiación intelectual del mundo por mediación de la reproducción de la realidad (y asimismo en su conformación práctica), a estas categorías y formas de pensamiento les corresponde un papel cada vez más importante, en la medida en que expresan una posibilidad, una anticipación, una alternativa, una modelización, etc.

        b) El principio dialéctico-materialista del monismo es cuidadosamente reelaborado y enriquecido. Se profundiza en la comprensión de la unidad material del mundo. Mano a mano con las investigaciones en marcha de las leyes que rigen las transformaciones materiales y energéticas se hace patente el ámbito de operatividad de la investigación de las leyes que rigen los procesos de transformación de la información. El concepto de información posibilita la concreción de la categoría filosófica de refiguración o reflejo, posibilita el desvelamiento no solo de sus características cualitativas, sino también de las cuantitativas. El auge de la cibernética en los últimos años muestra de modo convincente la insostenibilidad de la tesis según la cual la «materialidad le resulta irrelevante (a la cibernética); igual en lo que hace a la validez o no validez de las leyes ordinarias de la física.»5 Hacer abstracción del lado cualitativo de los fenómenos investigados es una de las características de la cibernética, desde luego. Pero no es menos cierto que esta abstracción no puede ser completa, absoluta, aunque solo sea porque la estructura de la materia como tal impone algunos límites al proceso de elaboración de la información. Tal cosa viene a manifestarse asimismo en el hecho de que diferentes métodos lógico-matemáticos usados en la cibernética tienen su especificidad propia, que en forma generalizada expresa las singularidades de los ámbitos del mundo exterior convertidos en objeto de la investigación cibernética6.

        c) Ya desde su génesis el materialismo dialéctico representó la superación del dilema, tan característico de la época burguesa, entre subjetivismo y objetivismo. Esta superación fue posible porque a diferencia del materialismo abstracto científico-natural, el dialéctico no excluye -como subrayaba Marx en El Capital7- el proceso histórico. En el mismo espíritu pudo expresar Lenin la profunda idea filosófica de que el materialismo marxista es más objetivo que cualquier otra actitud teórica precisamente porque posee una dimensión socio-histórica (y en la sociedad de clases, una dimensión ideológica, socio-clasista). En la concepción de Lenin, el partidismo es un problema de lógica dialéctica. De las condiciones históricas se deduce que el Partido Comunista es el portador fundamental de la concepción unificadora de la racionalidad y con ello, de un nuevo tipo histórico de pensamiento crítico, que necesariamente contiene la autorreflexión científica del crítico. La consciencia de la que es portador y difusor fundamental descansa sobre un pensamiento científico racional en el que por primera vez en la historia se llega a una aproximación y enriquecimiento a una equiparación entre pensamiento científico y cotidiano. La clarificación teórica del papel creciente del partido marxista-leninista de la clase obrera en las condiciones actuales no es cosa que se pueda asumir como se asume un problema sociológico de radio corto: viene esencialmente vinculada a la elaboración de los problemas fundamentales de la lógica dialéctica, de la gnoseología y de la axiología.

__________

(*) Zelený, Jindrich. Dialéctica y conocimiento. Ediciones Cátedra, Madrid, 1982.

(1) Por ejemplo, en el trabajo «Lenin i revoljucia v jestestvoznanii XX veka», Moscú, 1969.

(2) Cfr., por ejemplo, John Kemeny, A Philosopher Looks at Science, Princeton, N. Y., 1959, pág. 31: «I Will argue that al lof Science is applied Mathematics».

(3) Cfr. mi trabajo «Praxe a rozum. Pojeti racionality a prekonáni tradicní ontologie v Marxvé kririce Hegela», Praga, NCSAV, 1968.

(4) Cfr. R. Richta-J.Zeleny, «Leniskoje ponimanije dialektiki i sovremennost», Filosofsklje nauki, núm. 3, año 1970, Moscú. Intento desarrollar aquí algunas ideas contenidas en germen en el apartado III de mi libro O logické structure Marxova Kapitáln (Praga, 1962), incitado por los innovadores análisis marxistas de la revolución científic-técnica que por entonces desarrollaba R. Richta.

(5) W. R. Ashby, An Introduction to Cybernetics, Nueva York, 1963, pág. 1.

(6) Cfr. A. Berg, B. Birjukov, I. Novik, «Metodologiceskije aspekty kibernetiki», Kommunist, núm. 18/1971, Moscú.

(7) Marx-Engels, Werke, vol. 23, pág. 393.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

CREACIÓN HEROICA