domingo, 1 de enero de 2023

Política

La Obra de Mao Zedong y el Revisionismo Chino 

(Segunda Parte) 

Eduardo Ibarra 

II

MARX SEÑALÓ:


Este socialismo es la declaración de la revolución permanente, de la dictadura de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general, para la supresión de todas las relaciones de producción en que éstas descansan, para la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción, para la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales. (Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, s/f, p. 138).

Marx se refiere aquí expresamente a la función destructora del socialismo, a lo que el socialismo tiene que suprimir y subvertir en el curso de su desarrollo, a lo que debe destruir para construir lo nuevo a efecto de desarrollar y llevar hasta el fin la construcción de las condiciones materiales y espirituales de realización del comunismo. Así, el concepto de revolución permanente expresa la idea de continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado, y comprende tanto lo económico (supresión de las relaciones de producción no socialistas) como lo político (supresión de las diferencias de clase en general), tanto lo social (supresión de todas las relaciones sociales correspondientes a las relaciones de producción no socialistas) como la superestructura ideológica y, en consecuencia, la concepción del mundo de la gente (subversión de todas las ideas que brotan de las relaciones sociales no socialistas).

        En el fondo de esta teoría de Marx se encuentra la cuestión del desarrollo de las fuerzas de producción socialistas, pues no tendría ningún sentido destruir lo viejo si lo nuevo no se sustentara en el desarrollo de aquellas fuerzas productivas, entre las cuales hay que tener presente a las clases trabajadoras como la principal fuerza productiva de la historia y, por eso, hay que tener en cuenta que la esencia del desarrollo de las clases trabajadoras en el socialismo reside en el dominio por ellas de sus condiciones de producción y de vida en general. Precisamente Marx destacó la importancia del desarrollo de las fuerzas productivas socialistas:


En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades! («Crítica del programa de Gotha»).

Ciertamente lo central de esta cita es el desarrollo de las clases trabajadoras: desaparición de la subordinación de los individuos a la división de trabajo (oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, entre el trabajo masculino y el trabajo femenino, entre el campo y la ciudad), transformación del trabajo en la primera necesidad vital de los hombres (vivir para trabajar, para crear), desarrollo de los individuos en todos sus aspectos físicos, espirituales y sociales, desarrollo gigantesco de la riqueza colectiva, rebasamiento del derecho burgués, realización del principio «De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades”.

En resumidas cuentas, la lucha de clase del proletariado bajo su dictadura revolucionaria se explica porque, como subrayó Marx:


De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede. (Ob. cit.).

Es decir, la dictadura revolucionaria del proletariado es la condición política sine qua non para la desaparición de las clases, la lucha de clases y el Estado y, por consiguiente, una necesidad histórica para la emancipación de la humanidad de toda explotación económica, de toda opresión política, de toda dominación ideológica del hombre por el hombre. Por eso Marx puntualizó:


Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado. (Ob. cit.)

Las tres cuestiones que Marx aborda en «Crítica del programa de Gotha»: el sello de la vieja sociedad, la dictadura revolucionaria del proletariado, el rebasamiento del derecho burgués, tienen relación directa con la revolución permanente del proletariado, pues el aumento de la producción hasta el punto de hacer posible la realización del principio «de cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades», es la condición económica fundamental de la lucha por la realización del comunismo.

        Esto significa que el socialismo no es solo la lucha por las tres supresiones y la subversión de las ideas tradicionales, sino también, al mismo tiempo, el desarrollo de las fuerzas productivas en grado tal que haga posible que la riqueza social corra a chorro y, por eso, que el derecho burgués sea completamente rebasado.

        Aquellas cuestiones (las tres supresiones y la subversión mencionadas) y el desarrollo grandioso de las fuerzas productivas expresan la concepción según la cual el socialismo es una sociedad de transición, es decir, una sociedad en cuyo terreno se construyen las condiciones económicas, políticas e ideológicas para la realización del comunismo. En el marco de esta concepción (y de esta praxis), tales supresiones y tal subversión, así como el desarrollo de las fuerzas de producción socialistas, dan cuenta de la relación entre la economía y la política. Esta relación se expresa en el principio de empeñarse en la revolución y promover la producción. Empeñarse en la revolución es continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado; promover la producción es desarrollar las fuerzas productivas socialistas (cosa que redunda en la continuación de la revolución). Y como la mayor fuerza productiva de la historia es el hombre trabajador y, en el socialismo, esa verdad debe hacerse realidad como en ninguna formación social precedente, el lector puede entender perfectamente la relación ente los dos elementos que hacen el principio que comentamos.

        Por lo expuesto, se entenderá que la teoría marxista de la revolución permanente no puede comprenderse sin la concepción del socialismo que Marx expuso en «Crítica del programa de Gotha».

        En otro lugar, Marx sostuvo:


… la Comuna era, esencialmente, un Gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del trabajo.

Por tanto, la Comuna habrá de servir de palanca para extirpar los cimientos económicos sobre los que descansa la existencia de las clases y, por consiguiente, la dominación de clase. Emancipado el trabajo, todo hombre se convierte en trabajador, y el trabajo productivo deja de ser un atributo de una clase. (La guerra civil en Francia).

Como es de conocimiento común, la Comuna de París no fue un organismo parlamentario, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo; sus funcionarios en todas las ramas de la administración pública eran elegidos por sufragio universal y revocables en todo momento; el salario de los funcionarios fue el salario de los obreros; el ejército permanente fue suprimido a favor del pueblo en armas y la policía fue igualmente suprimida; etcétera.

Así, el Estado de la Comuna no era ya un Estado en el sentido estricto de la palabra, sino un Estado en el cual sus funciones habituales fueron absorbidas por las clases trabajadoras; es decir, la Comuna fue un semi-Estado, un Estado en extinción.

Por consiguiente, se entenderá que la teoría de la revolución permanente tampoco puede comprenderse sin la exposición que hizo Marx del Estado-Comuna en La guerra civil en Francia.

Basándose en Marx, Lenin subrayó:


Durante la época de la dictadura del proletariado subsisten y subsistirán las cases. La dictadura dejará de ser necesaria cuando no existan las clases. Pero éstas no desaparecerán sin la dictadura del proletariado.

Subsisten las clases, pero cada una de ellas cambió de aspecto en la época de la dictadura del proletariado, lo mismo que cambiaron sus relaciones mutuas. La lucha de clases no desaparece bajo la dictadura del proletariado; lo único que hace es asumir nuevas formas.

La clase de los explotadores, los terratenientes y capitalistas no ha desaparecido ni puede desaparecer en seguida bajo la dictadura del proletariado. Los explotadores han sido derrotados, pero no aniquilados. Conservan una base internacional, el capital internacional, del cual son parte integrante. Conservan, en parte, algunos medios de producción, conservan el dinero, conservan enormes relaciones sociales. Y como consecuencia precisamente de su derrota se ha multiplicado en cien y en mil veces su fuerza de resistencia. El “arte” de dirigir el Estado, el ejército y la economía les da una enorme superioridad, y en consecuencia su importancia es muchísimo mayor que su proporción numérica dentro de la cifra global de la población. La lucha de clase de los explotadores derrocados contra la vanguardia victoriosa de los explotados, es decir, contra el proletariado, se ha hecho encarnizada en grado considerable. Y no puede ser de otro modo, si en realidad nos referimos a la revolución y no suplantamos este concepto (como lo hacen todos los héroes de la II Internacional) por ilusiones reformistas.

… el proletariado debe proseguir su lucha de clase utilizando para ello el aparato del poder estatal y empleando diversos métodos de lucha, de influencia y acción con respecto a la burguesía derrocada y a la pequeña burguesía vacilante. («Economía y política en la época de la dictadura del proletariado»).

Lenin analizó aquí la primera experiencia de dictadura del proletariado triunfante y arribó a la conclusión irrecusable de que las clases subsisten y subsistirán en el socialismo y que la dictadura del proletariado es la condición de la desaparición de las mismas. El jefe bolchevique se refiere, obviamente, a las clases que existían en el capitalismo: burguesía, proletariado y pequeña burguesía.

También sostuvo Lenin:

 

Teóricamente no cabe duda de que entre el capitalismo y el comunismo media cierto período de transición. Este período no puede ser por menos de aunar los rasgos o las propiedades de estos dos sistemas de economía social. No puede ser más que un período de lucha entre el capitalismo agonizante y el comunismo naciente o, en otras palabras, entre el capitalismo derrotado, pero no aniquilado, y el comunismo ya con vida, pero todavía muy débil.

La necesidad de toda una época histórica caracterizada por esos rasgos del período de transición, tiene que ser evidente por sí misma, no sólo para el marxista, sino para cualquier persona culta que, de un modo u otro, conozca la teoría del desarrollo. Y sin embargo, todos los razonamientos que sobre el tránsito al socialismo escuchamos de los actuales representantes de la democracia pequeñoburguesa… se distinguen por el completo olvido de esta verdad evidente. Los demócratas pequeño burgueses se caracterizan por su aversión a la lucha de clases, por sus sueños acerca de la posibilidad de eludir esta lucha, por su tendencia a limar, paliar y conciliar las cortantes aristas. De ahí que esa clase de demócratas burgueses se desatiendan de cualquier reconocimiento de toda una etapa histórica de tránsito del capitalismo al comunismo o consideren que su cometido consiste en cavilar planes encaminados a reconciliar a las dos fuerzas beligerantes, en lugar de dirigir la lucha de una de ellas.

Las formas fundamentales de la economía social son el capitalismo, la pequeña producción mercantil y el comunismo. Y las fuerzas fundamentales la burguesía, la pequeña burguesía (particularmente el campesinado) y el proletariado.

La economía de Rusia en la época de la dictadura del proletariado representa la lucha que en sus primeros pasos sostiene el trabajo mancomunado al modo comunista –en la escala única de un inmenso Estado– contra la pequeña producción mercantil y el capitalismo: contra el capitalismo que aún persiste y que vuelve a surgir sobre la base de esa pequeña producción.

El trabajo se ha unificado en Rusia sobre principios comunistas porque, en primer lugar, se abolió la propiedad privada sobre los medios de producción, y en segundo lugar porque el poder estatal proletario organiza en escala nacional la gran producción  en las tierras pertenecientes al Estado y en las empresas estatales, distribuye la mano de obra entre las distintas ramas de la economía y las diversas empresas y reparte entre los trabajadores grandes cantidades de artículos de consumo pertenecientes al Estado.

Del mismo modo [la dictadura del proletariado] no hizo más que [iniciar] la organización de las diversas formas de cooperación de los pequeños agricultores, como transición de la pequeña agricultura mercantil a la agricultura comunista.

La economía campesina sigue siendo una pequeña producción mercantil. Y representa una base muy amplia para el capitalismo, con raíces muy profundas y muy fuertes. Sobre esta base se mantiene en pie y resurge el capitalismo, en la más encarnizada de las luchas contra el comunismo.

En la medida en que las clases subsisten bajo la dictadura del proletariado, el socialismo se presenta como un período de lucha contra la burguesía y la pequeña burguesía (aunque en  cada uno de estos casos en forma diferente), es decir, el socialismo se revela como la lucha entre «el trabajo mancomunado al modo comunista», de un lado, y el capitalismo y la pequeña producción mercantil, del otro; como la lucha «contra el capitalismo que aún persiste y que vuelve a surgir sobre la base de esa pequeña producción»; como la lucha entre el proletariado y la burguesía, entre la vía socialista y la vía capitalista. En otras palabras, el socialismo no es la conciliación de las dos fuerzas beligerantes: el proletariado y la burguesía, no es la integración de la burguesía en el proletariado, no es la integración del revisionismo en el partido proletario, sino la dictadura revolucionaria del proletariado.

Asimismo, el jefe de la Revolución Rusa mantuvo:

 

En Rusia (después de más de dos años de haber derribado a la burguesía) estamos dando aún los primeros pasos en la transición del capitalismo al socialismo o fase inferior del comunismo. Las clases siguen existiendo y existirán durante años en todas partes después de que el proletariado conquiste el poder. (…) Suprimir las clases no significa sólo expulsar a los latifundistas y a los capitalistas –esto lo hemos hecho nosotros con relativa facilidad–; significa también suprimir los pequeños productores de mercancías. Pero a éstos no se les puede expulsar, no se les puede suprimir; hay que convivir con ellos, y sólo se puede (y se debe) transformarlos, reeducarlos, mediante una labor de organización muy larga, lenta y prudente. Estos pequeños productores cercan de elemento pequeñoburgués al proletariado, lo impregnan de ese elemento, lo corrompen con él, provocan sin cesar en el seno del proletariado recaídas de pusilanimidad pequeñoburguesa, de atomización, de individualismo, de vaivenes entre la exaltación y el abatimiento. Para hacer frente a eso, para conseguir que el proletariado desempeñe  acertada, eficaz y victoriosamente su función organizadora (que es su función principal), son necesarias una centralización y una disciplina severísimas en el partido político del proletariado. La dictadura del proletariado es una lucha tenaz, cruenta e incruenta, violenta y pacífica, militar y económica, pedagógica y administrativa contra las fuerzas y las tradiciones de la vieja sociedad. La fuerza de la costumbre de millones y millones de personas es la fuerza más terrible.

La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya resistencia se ve decuplicada con su derrocamiento (aunque no sea más que en un país) y cuyo poderío consiste, no sólo en la fuerza del capital internacional, en la fuerza y la solidez de los vínculos internacionales de la burguesía, sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña producción. Porque, por desgracia, queda todavía en el mundo mucha, muchísima pequeña producción, y ésta engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, cada hora, de modo espontáneo y en masa. Por todos estos motivos, la dictadura del proletariado es imprescindible, y la victoria sobre la burguesía es imposible sin una guerra prolongada, tenaz, encarnizada, desesperada, a muerte; una guerra que requiere serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y voluntad única. (Enfermedad infantil).

Aquí Lenin traza la política a seguir con respecto a los pequeños productores de mercancías: a estos no se les puede suprimir como a la burguesía y solo se debe reeducarlos, transformar su concepción del mundo mediante una labor ideológica y organizativa bastante prolongada, ciertamente lenta y particularmente prudente. Es indudable que los pequeños productores de mercancías forman un cerco alrededor del proletariado e introducen en su seno elementos de la ideología y la psicología pequeño burguesas. Por eso el partido proletario debe desplegar una centralizada y disciplinada labor de educación y de organización entre las masas trabajadoras, incluidas, naturalmente, las masas de pequeños productores. La potencia de estos productores reside en la fuerza de la costumbre y, como lo ha demostrado la experiencia histórica, la pequeña producción «engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, cada hora, de modo espontáneo y en masa».

La teoría maoísta de la continuación de las revolución bajo la dictadura del proletariado plantea que en el socialismo continúan existiendo las clases y la lucha de clases, que, por lo tanto, la contradicción principal en el socialismo es entre el proletariado y la burguesía, que, por lo tanto, existe la lucha entre el camino capitalista y el camino socialista, que, por lo tanto, existe el peligro de la restauración del capitalismo, que, por lo tanto, hay que transformar la concepción del mundo de la gente movilizando a las grandes masas populares para combatir y prevenir el revisionismo, consolidar la dictadura del proletariado, conjurar la restauración del capitalismo y construir el socialismo y, así, avanzar la lucha por la realización del comunismo.

Las afirmaciones de Marx y Lenin, copiadas aquí, entre otras de ellos mismos, son las fuentes teóricas de la teoría maoísta de la continuación de la revolución bajo la dictadura del proletariado; las fuentes históricas de esta teoría son la experiencia internacional de la dictadura del proletariado (especialmente la de la URSS), así como la propia experiencia de la revolución china. Y no cabe ninguna duda que estas experiencias han demostrado que dicha teoría de Mao desarrolla aquellas fuentes teóricas, es decir, desarrolla el marxismo-leninismo en punto a la dictadura revolucionaria del proletariado. Para comprender cabalmente la particular importancia de este desarrollo, tenga en cuenta el lector la siguiente afirmación de Lenin:


Marxista sólo es el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado. En esto es en lo que estriba la más profunda diferencia entre un marxista y un pequeño (o un gran) burgués adocenado. En esta piedra de toque es en la que hay que contrastar la comprensión y el reconocimiento real del marxismo. 

Confirmado el valor teórico universal de la teoría maoísta de la continuación de la revolución bajo la dictadura del proletariado, actualmente –y prácticamente desde la segunda mitad de los años sesenta del siglo pasado–, marxista-leninista es solo el que reconoce dicha teoría, aunque esta sencilla verdad pueda sonarle exagerada al oído oportunista.

 

10.01.2021.


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