viernes, 1 de abril de 2022

Economía

Guerra Imperialista, Sanciones Económicas y Crisis Económica Mundial

Cesar Risso

LA SITUACIÓN ECONÓMICA que estamos atravesando es consecuencia de la actual guerra entre Rusia y Ucrania; guerra que no es otra cosa que un conflicto entre el bloque liderado por los EEUU, y el bloque que se ha ido forjando entre China, Rusia, etc., que, por lo tanto, es una guerra imperialista por la hegemonía mundial, y que está haciendo naufragar a la economía capitalista en su conjunto.

        El entrelazamiento de la economía mundial es de tal magnitud que cualquier medida punitiva contra alguna de las potencias económicas imperialistas, repercutirá en la economía mundial. Como ya hemos podido observar, las medidas de no comprar gas a Rusia, ha afectado considerablemente la producción alemana, y con ella al resto de Europa, así como a los Estados Unidos, y a la economía mundial. Es lógico que así sea, pues la base energética de la economía capitalista mundial es el gas, el petróleo y sus derivados.

        De un lado la base energética capitalista mundial, y del otro el entrelazamiento planetario de la economía capitalista, atenazan a esta forma de organización mundial de la sociedad.

Ya la pandemia había puesto en evidencia que el neoliberalismo era insostenible, pues no permitía atender las urgencias que esta provocaba: la necesidad de atención médica, la necesidad de plantas de oxígeno, la necesidad de medicamentos, asimismo, la necesidad de proveer a los desplazados del mercado laboral de los recursos para satisfacer sus necesidades básicas, entre las más urgentes. El mundo se nos presentó durante la pandemia como realmente es: una despiadada explotación planetaria de los trabajadores y de las naciones por parte de un puñado de países imperialistas, liderados por las llamadas élites, es decir, por la burguesía imperialista, ante la cual las burguesías nacionales se han sometido, haciendo el papel de intermediarios en la explotación de sus pueblos y trabajadores en nombre de los intereses imperialistas.

No es tanto el capricho, o la libre voluntad, de la burguesía imperialista el imponer el neoliberalismo, sino las leyes del desarrollo capitalista en su fase imperialista las que conducen en esta dirección. La gigantesca política de privatización que se inició en la década del 80 del siglo pasado, ha llegado a sus límites con la pandemia. El reconocimiento de esta situación por parte del FMI y del Banco Mundial, dan cuenta de que por este camino, al menos por el momento, ya no puede continuar la política imperialista. La destrucción de la fuerza de trabajo es insostenible, así que están buscando los mecanismos que permitan a la burguesía imperialista seguir obteniendo trabajo no remunerado sin agotar la fuente de sus ganancias.

Igualmente, la política imperialista de una mayor presencia del Estado en la economía, es una alternativa ya puesta en práctica después de la crisis de 1929, y parcialmente en la crisis del año 2008, así como en la actual crisis de la pandemia.

La misma robotización de la producción a que ha conducido la competencia entre las grandes empresas, causa la disminución de la cuota media de ganancia, al contener cada mercancía menos tiempo de trabajo socialmente necesario; pero que el mismo dominio imperialista compensa a través de una serie de políticas, como los precios de monopolio, dada su posición de dominio en el mercado. Pero esta situación está conduciendo a tener mercancías en abundancia, sin trabajadores que las produzcan, y sin ingresos, y que en consecuencia no habrá quienes compren dichas mercancías, es decir, las mercancías no se podrían realizar, haciéndose imposible las ganancias.

El incremento de precios como parte del proceso de la crisis desatada por el conflicto armado, se enmarca en la estructura del mercado oligopólico. La ley del valor se impone de forma natural en la formación social capitalista. Bajo la forma privada de explotación del trabajo asalariado, con la anarquía de la producción imperante, la ley de la acumulación capitalista y la ley del valor se abren paso, así como la crisis económica como una de las leyes de la economía capitalista.

El precio que pueden poner a sus mercancías los monopolios, y cualquier forma empresarial en la fase imperialista del capitalismo, tiene límites insuperables. Si los precios son muy altos, entonces muy pocos podrán comprar las mercancías, con lo cual las empresas no solo no podrán obtener las ganancias esperadas, sino que ni siquiera podrán recuperar los costos de producción. De modo que el poder absoluto que las empresas creen tener es un poder muy limitado.

        La división social del trabajo, que se expresa en la división internacional del trabajo entre países altamente industrializados y países escasamente industrializados y dependientes, en la confrontación entre el campo y la ciudad, entre formas precapitalistas de producción y formas capitalistas desarrolladas, pero ligadas al proceso global de la producción capitalista, etc., por la dimensión que ha alcanzado, una de cuyas manifestaciones es la mundialización (globalización) de la economía, evidencia un entrelazamiento, una interdependencia, que no permite atacar económicamente a un país imperialista sin que el país que ataca sufra las consecuencias, al igual que todas las economías del planeta.

        La medida propuesta por Rusia, de vender gas y petróleo en rublos, desechando el dólar como divisa en el comercio exterior, tiene una consecuencia inmediata en la economía mundial. El exceso de dólares en la economía mundial provocará la caída del valor del dólar, y con ello la pérdida de valor de las reservas internacionales de todos los países que mantienen sus reservas en dólares. La depreciación del dólar afectará a la economía mundial, incluyendo a Rusia y a China. Dólares baratos en el mundo generará un aumento de los precios de todas las mercancías que se comercializan internacionalmente, e inmediatamente el incremento de precios en el mercado norteamericano.

        La depreciación del dólar, al afectar a la economía mundial provocaría la recesión, y con esta disminución de la producción, el comercio mundial se reduciría considerablemente, afectando el crecimiento económico. Así, la producción y el sistema que la sostiene, colapsarían, aunque temporalmente.

        La escasez de mercancías en el mercado mundial y el aumento del precio de los combustibles, debido al conflicto entre Rusia y Ucrania, provoca el aumento de los precios como parte de la lógica del funcionamiento del sistema capitalista global. Aunque estamos comentando el panorama económico mundial en general, cabe precisar que las empresas transnacionales norteamericanas, exportadoras de gas, están obteniendo ganancias extraordinarias en esta coyuntura. Sin embargo, como parte del ciclo de reproducción del capital, estas empresas se verán afectadas a la hora de adquirir los insumos y otros materiales para el desarrollo de su actividad.

        En el marco del imperialismo no hay salida; todos nos estamos viendo afectados por el conflicto interimperialista por la hegemonía capitalista mundial.

        La lógica del capital frente a la escasez es el aumento de precios; y si se aplicase el control de precios, lo más probable es que se reduzca más aun la producción de las mercancías sometidas a este control. Esto evidentemente es así por la lógica del capital, pero en la realidad, se trata de la pugna permanente entre el capital y el trabajo, entre la burguesía y el proletariado. De modo que, el control de precios no puede ser una medida estrictamente económica, sino política, es decir, tiene que ser una medida de fuerza. Pero es una medida de fuerza para evitar que los sectores populares (obreros, campesinos pobres, informales, etc.) se vean diezmados, lo que traería como consecuencia el sostenimiento del sistema capitalista.

        En la crisis económica actual, la escasez, se resuelve en el incremento de precios, debido a la anarquía de la producción a nivel mundial. Esta anarquía de la producción, que tiene como condición la división social del trabajo y, esta, la producción privada, conduce a favorecer a quienes tienen ingresos más altos, pues por su situación de burgueses, que viven del trabajo de los demás, pueden acceder a las mercancías que necesitan. En una situación de escasez semejante, en el sistema socialista, la planificación de la producción conduciría al racionamiento de los bienes, entregándolos a quienes más los necesitan, y dosificándolos para así sortear la temporal escasez.

        En el plano nacional, probablemente algún representante del capitalismo en el gobierno, podría plantear una política de entregar bonos a las personas de escasos recursos para no romper la cadena de pagos, como ya se hiciera durante la pandemia; aunque existen otras formas en la que la burguesía puede apoyar a los sectores populares, como los subsidios, etc. No romper la cadena de pagos quiere decir permitir que el capitalismo siga funcionando. Esto quiere decir que la solución a la crisis económica capitalista es mantener a flote el capitalismo.

        La interdependencia que hemos destacado nos permite ver que la economía capitalista tiene un carácter mundial, que no permite la libre decisión de la burguesía imperialista, que esta clase explotadora está atrapada en su condición. Esto quiere decir que la unidad económica del mundo es el dominio del capitalismo, y que por ello sus leyes prevalecen a nivel planetario. Por eso aquello del pensamiento único tiene una base material. Pero, debemos añadir que la interdependencia que hemos comentado se da entre los países imperialistas; y esta interdependencia tiene nombre propio y base material en el carácter semicolonial de los países “dependientes”.

Para la burguesía imperialista, o nacional, no hay más solución a la crisis actual que el propio capitalismo, es decir, la explotación del trabajo asalariado en todo el mundo, tanto en el seno de los países imperialistas como en los países semicoloniales.

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