jueves, 1 de abril de 2021

Política

La Cuestión del Centralismo Democrático en el Programa del Partido

 Eduardo Ibarra

YA LA PRIMERA ORGANIZACIÓN marxista de la historia, la Liga de los Comunistas, estableció el centralismo democrático como principio fundamental del sistema organizativo de la organización  política del proletariado, aunque no utilizara dicho término. Las dos citas siguientes de sus Estatutos prueban lo dicho:


Al Comité central corresponde el poder ejecutivo sobre toda la Liga y deberá como tal rendir cuentas al Congreso. (Artículo 21, sección V).

Los comités de Círculo deberán encauzar las discusiones de las comunas en consonancia con los fines de la Liga. (Artículo 27, misma sección).

El primer artículo citado da cuenta del centralismo, y el segundo de la democracia.

Así, pues, el principio del centralismo-democrático está en el origen mismo del partido proletario y ha sido aplicado a lo largo de la historia de los partidos proletarios de todos los países.

El centralismo democrático es una unidad de contrarios, un principio dialéctico, el principio fundamental del sistema de organización del partido que, como sabemos, se expresa en la subordinación del militante a la organización, de la minoría a la mayoría, del nivel inferior al superior, de todo el partido al Comité Central y de todo el partido, incluido el Comité Central, al Congreso Nacional.

Huelga decir que la subordinación del militante a la organización no significa ni puede significar la supresión de la iniciativa mental del primero.

Ciertamente la minoría tiene el derecho a mantener sus opiniones y, por lo tanto, a plantearlas en una reunión ulterior del partido, siempre que en la acción colectiva continúe actuando conforme a los acuerdos vigentes.

 Por cierto, la subordinación de la instancia inferior a la superior tiene sentido en el marco de la comunicación necesaria, del apoyo recíproco y de la supervisión mutua entre los diversos niveles.

 Desde luego, todo el partido se subordina al Comité Central. Pero eso no quiere decir que dicha instancia pueda situarse por encima del partido y proceder arbitrariamente, pues su rol se limita a dirigirlo entre Congreso y Congreso conforme a los acuerdos vigentes.

 Todo el partido, incluido el Comité Central, se subordina al Congreso Nacional. Esto significa que este Congreso es el órgano supremo del partido: sus acuerdos son obligatorios para todas las instancias y para todos los militantes sin excepción.

        El partido es un todo, una unidad, un sistema complejo de organizaciones unidas por la ideología del proletariado, la línea política del partido, su táctica, su programa y sus estatutos, y, por eso, en términos generales, el centralismo democrático puede ser definido como la subordinación de la parte al todo. Por eso mismo, el partido se estructura de arriba abajo y el centralismo aparece en toda circunstancia como el término predominante del centralismo democrático.

        El ejercicio de la democracia interna tiene sentido únicamente como medio de centralizar las ideas correctas y a sus representantes más destacados: un máximo de democracia determina un máximo de centralismo. Así, los derechos y los poderes del Comité Central aparecen como prerrogativas delegadas por la militancia.                                                                                                       

        El centralismo democrático crea pues en el partido una situación política en la cual hay tanto unidad de pensamiento como confrontación de ideas, tanto línea unificada como iniciativa mental del militante, tanto unidad de mando como unidad de acción, tanto disciplina como satisfacción personal.

Pues bien, el balance entre los términos del centralismo democrático está determinado por la situación de la lucha de clases.

Un ejemplo puede explicar esa determinación.

En las condiciones de operatividad bajo la autocracia zarista, el Partido Socialdemócrata de Rusia hubo de restringir la democracia y potenciar el centralismo. Pero tan pronto las condiciones mejoraron, el partido de Lenin hizo “efectivo el régimen democrático ideal de organización abierta, con elección de cargos y con representación en los congresos según el número de miembros organizados del Partido”. (Prólogo a la recopilación 12 años).

Así, pues, el centralismo democrático es un principio suficientemente flexible para adaptarse a las condiciones objetivas de operatividad.

El mencionado balance está determinado asimismo por la lucha entre las dos líneas en el seno del Partido.

Un ejemplo puede explicar esa determinación.

En la lucha contra el liquidacionismo, los bolcheviques centralizaron las ideas correctas relativas a dicha desviación y, en la Sexta Conferencia del PSDR realizado en Praga en enero de 1908, se consumó la “separación definitiva” de los liquidadores (su expulsión) de las filas partidarias.

En este caso la confrontación de ideas se presenta como contradicción antagónica, y se expresa en la defensa del carácter de clase del partido contra alguna forma de oportunismo en cuestiones ideológicas, políticas, tácticas, organizativas, programáticas o estatutarias.

Así, pues, el centralismo democrático es un principio suficientemente inflexible para defender las bases de unidad del partido.

En la base del centralismo democrático está la capacidad pensante y operante de los militantes. ¿Cómo podría tener curso la democracia en el partido si sus militantes no tuvieran la capacidad de pensar por cuenta propia partiendo del marxismo-leninismo y basándose en los hechos? ¿Y cómo podría tener curso el centralismo en el partido si, una vez centralizadas las ideas correctas, sus militantes no desplegaran una disciplina consciente en la actividad colectiva?

Lo contrario al centralismo democrático es el centralismo burocrático. Este centralismo sienta sus reales cuando la Dirección del partido no se basa en la democracia o la contraviene en algún grado.

Pero también cuando el Secretario General (o Presidente) del partido es objeto de culto a la personalidad y, en consecuencia, sus opiniones sobre cualquier cuestión son tomadas como indiscutibles, y los militantes caen así en seguidismo y aun en servilismo. En estas condiciones la democracia interna resulta un remedo de democracia, pero, por eso mismo, el centralismo resulta también un remedo de centralismo.

El partido debe pues luchar contra toda forma de culto a la personalidad que quiera levantar cabeza en sus filas. Una cosa es el reconocimiento de la autoridad de un dirigente determinado como expresión de la autoridad de las ideas correctas que representa (aquí el prestigio de la idea se ha transformado en prestigio de la autoridad, es decir, lo teórico se ha transformado en algo orgánico), y otra cosa muy distinta es el culto a la personalidad, problema que se ha presentado no pocas veces en la historia del socialismo.

El Partido es una organización legislativa-ejecutiva. Este carácter del partido viene de los orígenes de la organización política del proletariado. En efecto, en los Estatutos de la Liga de los Comunistas se lee:

Al Congreso corresponde el poder legislativo dentro de la Liga. (Artículo 30).

Al Comité central corresponde el poder ejecutivo sobre toda la Liga y deberá como tal rendir cuentas al Congreso. (Artículo 21).

En el partido, pues, todos legislan y todos ejecutan, todos teorizan y todos practican, todos opinan y todos actúan.

Por eso el militante del partido proletario es la encarnación de la doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao y de la unidad de la teoría y la práctica.

Es claro, entonces, que en la base del carácter legislativo-ejecutivo del partido, está el centralismo democrático: sin un real centralismo democrático el partido no puede ser una organización legislativa-ejecutiva.

El centralismo democrático implica la dirección colectiva y la responsabilidad individual. En todas las instancias orgánicas la dirección es ejercida colectivamente, pero la responsabilidad de las acciones erróneas es individual.

Por eso la llamada “dirección unipersonal” es una aberración, una flagrante conculcación del centralismo democrático, una expresión del maridaje egotismo burgués-servilismo feudal.

En conclusión, el centralismo democrático es un principio sobre cuya base funciona el partido desde la célula hasta el Congreso Nacional.

El partido es la vanguardia del proletariado, el centro político de las masas trabajadoras tanto en el capitalismo como en el socialismo. Por consiguiente el partido propone y aplica el centralismo democrático en las organizaciones populares: en el socialismo, desde los sindicatos y otras formas de organización elemental de las masas trabajadoras hasta el aparato del Estado.

El centralismo democrático expresa la materialización de la doctrina proletaria. Lenin señaló: “[el proletariado] sólo puede hacerse y se hará inevitablemente una fuerza invencible siempre y cuando que su unión ideológica por medio de los principios del marxismo se afiance mediante la unidad material de la organización… ”. Esta unión ideológica en la unidad material de la organización, es el partido. El partido de clase es la materialización de la doctrina proletaria.

En consecuencia, el centralismo democrático es el principio fundamental del sistema organizativo del partido en la medida en que es la materialización de la doctrina en un sistema de organizaciones.

Contrariamente a ello, los partidos revisionistas son la materialización del revisionismo precisamente y, por lo tanto, el centralismo democrático aparece en su seno como un mero mecanismo organizativo.

Ello se observa en la pretendida defensa que hacen los revisionistas del centralismo democrático. Un ejemplo de esta “defensa” es la acusación que esgrimen contra Mao los revisionistas chinos:


… el camarada Mao Zedong, cuyo prestigio había llegado a la cumbre, se dejó llevar paulatinamente por el engreimiento, divorciándose poco a poco de la realidad y de las masas, cayendo en una práctica, cada vez más grave de subjetivismo y arbitrariedad personal y colocándose en forma cada día más autoritaria por encima del CC del Partido, de modo que resultaron constantemente mediatizados y hasta violados el principio de la dirección colectiva y el centralismo democrático en la vida política del Partido y del Estado. (Resolución sobre algunos problemas en la historia de nuestro partido después de la fundación de la República Popular China).

Suponiendo que esta cita encierre algún grado de verdad, ella misma expresa que los revisionistas no son capaces de entender que la revolución cultural se desató en una circunstancia en que los destinos del socialismo en China y los destinos del propio PCCH estaban en juego en una forma dramática, y que, por ello, la cuestión del centralismo democrático pasó a un segundo lugar: al lugar desde el cual era posible forjar un nuevo centralismo democrático, un centralismo democrático superior, es decir, una nueva unidad orgánica, una nueva disciplina consciente, tanto en el partido como en la sociedad china.

       El centralismo democrático implica asimismo el derecho de los electores de remover en todo momento a los dirigentes centrales y no centrales que no cumplan debidamente sus funciones. Este derecho existe igualmente desde los orígenes de la organización política del proletariado. Así, en los Estatutos de la Liga de los Comunistas, se lee:

 

Los miembros de los comités de Círculo y del Comité central son elegidos por un año, admitiéndose la reelección y pudiendo ser removidos en todo momento por sus electores. (Artículo 25).

Así, pues, con el centralismo democrático, la unidad orgánica, la disciplina consciente, la militancia pensante y operante, el partido proletario alcanza la condición de una máquina de combate, que es lo que necesita ser tanto en la lucha por la toma del poder como en la lucha por la construcción del socialismo.

Entonces, si el Partido no puede alcanzar sus objetivos sin una disciplina basada en el centralismo democrático, cae por su peso que debe ocupar un lugar de privilegio en el Programa General del Partido.

27.06.2019.


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