A un Siglo de la Teoría de
la Relatividad. Una Interpretación Marxista
David García
EN ESTE AÑO que termina (2005) se cumple
el centenario de la “Teoría Especial de la Relatividad” de Einstein coronada en
1916 con la formulación de la “Teoría general de la relatividad”; esta
increíble teoría constituye una de las grandes revoluciones científicas del
siglo XX y una asombrosa conquista del espíritu humano sólo comparable a la
revolución de la física newtoniana del siglo XVIII. Representa un aumento
espectacular en los horizontes del conocimiento y del potencial productivo de
la humanidad. Desde una perspectiva marxista la teoría de la relatividad arroja
luz sobre la naturaleza dialéctica de los procesos que se dan en el universo y
constituye una confirmación asombrosa del método con el cual Marx y Engels
analizaron el capitalismo y sentaron las bases del comunismo científico. En
este artículo analizaremos brevemente las implicaciones filosóficas de esta
brillante teoría.
Para
la concepción marxista del mundo no hay que buscar la explicación de los
fenómenos naturales y sociales fuera de la naturaleza y de las relaciones
sociales objetivas. El mundo es concebido como una serie de procesos que se
relacionan y se transforman recíprocamente a través de saltos bruscos y
repentinos, por medio de la tensión dinámica de fuerzas opuestas que impulsan
su desarrollo a través una dinámica en espiral o hacia la complejidad
creciente. Una razón concluyente por la que no hay que buscar fuerzas externas
que expliquen los fenómenos que se dan en la naturaleza radica en la
equivalencia de materia y energía, expresada en la famosa fórmula de Einstein:
E=mc2. La materia y la energía se condicionan y se determinan
recíproca o dialécticamente, la materia lleva en sí misma la fuente de su
propio movimiento y desarrollo; esta fórmula por sí misma es una sólida base
para la visión materialista y dialéctica de la naturaleza; además la teoría de
la relatividad explica la unidad orgánica entre la materia, el tiempo y el
espacio que en la visión newtoniana-mecanicista eran vistos como fenómenos
independientes o como un “emplasto” mecánico. Como explica Einstein: “la
mecánica clásica daba resultados fiables siempre que fuese aplicada a
movimientos en los cuales las derivadas superiores de la velocidad respecto al
tiempo son despreciables”1.
Teoría especial de
la relatividad (unidad dialéctica materia y energía)
La mecánica clásica considera que la
masa de un cuerpo es independiente de su velocidad, pero según la teoría
especial de la relatividad existe una relación entre la masa y velocidad; la
masa de los cuerpos como su longitud está en función de su velocidad. De hecho,
cuando un piloto viaja en un automóvil gana masa en una fracción infinitesimal
(aumenta una diez mil millonésima parte del 1%). En la vida diaria, los efectos
de este fenómeno se pueden ignorar, “si un objeto se mueve con una velocidad
menor a 100 millas por segundo, la masa es constante dentro de una margen de
una millonésima parte”2. Aquí, como podemos observar, las cualidades
de la materia (masas y longitudes) están en función de la cantidad de
movimiento: más allá de cierto punto los cambios debidos a la velocidad llegan
a un nivel crítico que transforma las cualidades del objeto; ésta es,
precisamente, una relación dialéctica.
La relación entre masa y energía se expresa en la célebre fórmula de Einstein; E=mc2 que representa toda la energía encerrada en el universo.
Teoría general de la relatividad (unidad
dialéctica, materia, espacio y tiempo)
Esta teoría, que trata con enormes
fuerzas gravitatorias como las que se presentan en el espacio, pone en relación
recíproca (dialéctica) al espacio, al tiempo y a la materia, que en la antigua
concepción se consideraban fenómenos independientes y absolutos.
Se creía, en efecto, que el espacio era un vacío al estilo de las abstractas y rígidas figuras euclidianas, un vacío en donde la materia podía o no alojarse, conservándose físicamente indiferente de la materia o de su ausencia; el tiempo por su parte, era una especia de flujo independiente del movimiento de la materia, de acuerdo con esto podía existir tiempo sin materia. Estas ideas estaban en concordancia con la visión mecanicista de la naturaleza, cuyos fenómenos no eran más que el resultado de la suma de las partes existentes independientemente del todo. La teoría de Einstein ha venido a tirar por la borda esta rígida concepción; ahora, tiempo, espacio y movimiento son parte orgánica de la naturaleza en función del movimiento y las características de la materia.
Se creía, en efecto, que el espacio era un vacío al estilo de las abstractas y rígidas figuras euclidianas, un vacío en donde la materia podía o no alojarse, conservándose físicamente indiferente de la materia o de su ausencia; el tiempo por su parte, era una especia de flujo independiente del movimiento de la materia, de acuerdo con esto podía existir tiempo sin materia. Estas ideas estaban en concordancia con la visión mecanicista de la naturaleza, cuyos fenómenos no eran más que el resultado de la suma de las partes existentes independientemente del todo. La teoría de Einstein ha venido a tirar por la borda esta rígida concepción; ahora, tiempo, espacio y movimiento son parte orgánica de la naturaleza en función del movimiento y las características de la materia.
“Según
la teoría general de la relatividad, las propiedades geométricas del espacio no
son independientes, sino que están determinadas por la materia.” Nos dice el
mismo Einstein: “De suerte que no podemos sacar conclusiones acerca de la
estructura geométrica del universo, sino fundando nuestras consideraciones en
el estado de la materia como algo que conocemos”3.
La
geometría del espacio está determinada por la materia que contiene. De hecho,
bajo efectos gravitatorios enormes el espacio se curva (como en la periferia de
un “agujero negro”). Las bellas figuras de Euclides, que tanto han entusiasmado
a los idealistas, son prácticamente imposibles, porque la gravedad tiene
influjo sobre la geometría del espacio y éste se curva. Aquí entramos en un
campo donde las tranquilizadoras leyes de la lógica formal ya no se aplican.
Además
de poner en relación el espacio con la materia, la teoría de la relatividad
pone en relación el tiempo con el tipo de movimiento del sistema material
estudiado. “Todo cuerpo de referencia (sistema de coordenadas) tiene su tiempo
particular; la especificación de un tiempo sólo tiene sentido cuando se indica
el cuerpo de referencia al cual hace relación dicha especificación. Antes de la
teoría de la relatividad, la física supuso siempre tácitamente, que el
significado de los datos materiales era absoluto, es decir, independiente del
estado de movimiento del cuerpo de referencia”4.
El
tiempo o la duración de los procesos aumentan conforme aumenta la velocidad del
sistema. La duración de los procesos está también relacionada con la gravedad.
A diferencia de lo que creía Kant, el tiempo no es una cualidad subjetiva y
absoluta constituyente del fenómeno (tal como Kant entendía fenómeno), sino una
característica objetiva del universo reflejada y medida por el cerebro del
hombre.
La caricatura idealista de la
relatividad
Del hecho de que el tiempo y el
espacio dependen del movimiento de un sistema material, muchos intérpretes han
sacado la conclusión de que la teoría de la relatividad afirma que el tiempo y
el espacio son fenómenos subjetivos (puesto que no hay tiempo ni espacio
absolutos); así en las explicaciones vulgares se nos dice que “Einstein
establece que tiempo y espacio no significan nada fuera de lo que un observador
percibe o mide: cada observador transporta su propio espacio y su propio
tiempo” (Enciclopedia Salvat). De esta manera se nos quiere afirmar que la
teoría de la relatividad postula que el espacio y el tiempo (o sea la realidad)
no son fenómenos objetivos sino proyecciones del sujeto.
Resulta
bastante cómico observar cómo se explica vulgarmente la teoría de la
relatividad, como si ésta afirmara que “el tiempo depende del punto de vista
del observador” cuando esta teoría implica la existencia de una realidad
orgánica, compuesta por sus tres dimensiones, el tiempo como la cuarta
dimensión y el espacio, ligados íntimamente con la materia, independientemente
de que por ahí se encuentre un sujeto para observar el universo. Es la teoría
de Einstein, relacionada con el famoso efecto Doppler, el que nos señaló que
las estrellas que vemos en el cielo nocturno son fenómenos que existieron en el
pasado, mucho antes de que hubiera vida y mucho menos sujetos con categorías;
es esta teoría la que nos ha permitido medir escalas de tiempo gigantescas en virtud
de la descomposición radioactiva testimonio de que la naturaleza material
precede a la vida. Es esta teoría la que fundamenta las hipótesis sobre el
nacimiento de soles y galaxias. No cabe duda que todos estos fenómenos existen
independientemente de la subjetividad humana (a menos que demos crédito a un
lunático que crea que en una supernova pueda sobrevivir algún hipotético
observador que haga posible el fenómeno). El hecho de que el tiempo y el
espacio no sean absolutos, no significa que sean subjetivos: la relatividad del
tiempo y el espacio se refiere al movimiento, las características y las
relaciones de los objetos materiales, no a la subjetividad (disfrazada en las
vulgarizaciones como “punto de vista del observador”).
Hay
que señalar que el mismo Einstein, junto con muchos otros científicos eminentes
como Max Planck, Ludwing Boltzman, Louis de Broglie, Erwin Schrodinger, entre
otros, se opusieron a la interpretación idealista de la física,
fundamentalmente a la corriente de Copenhague encabezada por el físico alemán
Werner Eisenberg, que increíblemente afirmaba que ¡las propiedades materiales
sólo aparecen en el acto mismo de la medición! En su autobiografía, Einstein
deja claro, sin lugar a dudas, que el tiempo y el espacio no dependen del
observador (aunque los métodos e instrumentos de medición sí contienen un
elemento subjetivo), que no son convenciones lógicas, sino hechos reales; en
sus propias palabras: “La física es un esfuerzo por aprehender conceptualmente
la realidad como algo que se considera independiente del ser percibido. En este
sentido se habla de lo físicamente real” (….) “Mi opinión es que la actual
teoría cuántica, con ciertos conceptos básicos que en esencia están tomados de
la mecánica clásica, representa una formulación óptima del estado de las cosas”5.
Engels
señaló que “la naturaleza es la piedra de toque de la dialéctica”. Las grandes
revoluciones científicas del siglo XX (la relatividad, la física cuántica, la
teoría del caos) señalan un mundo que sólo puede ser comprendido cabalmente
mediante el pensamiento dialéctico o pensamiento complejo; en el escenario
turbulento de la ciencias positivas y, sobre todo, de la lucha de clases, este
método se vuelve un arma imprescindible para todos aquellos que aspiramos a la
transformación socialista de la sociedad y deseamos comprender a grandes rasgos
el mundo en que vivimos para estar en condiciones de intervenir en él y
transformarlo.
Notas:
(1) Einstein, A., Notas
autobiográficas, pág. 49.
(2) Ibíd, pág. 505.
(3) Einstein,. A., El
significado de la relatividad, págs. 21-22.
(4) Ibíd., págs. 77-78.
Bibliografía:
Bulbulian, S., La
radiactividad, México, FCE, La ciencia para todos, 1987
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— Notas autobiográficas” Madrid, Ed.
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