domingo, 1 de julio de 2018

Literatura

La Mayéutica Vallejiana

Julio Carmona

CÉSAR VALLEJO (CV) usa el método de la mayéutica (o técnica de las preguntas para llegar al conocimiento de algo) cuando propone algunas cuestiones, y deja la respuesta como sugerencia o la posterga para otro momento, dando oportunidad al lector para que establezca la relación. Dice:

«En toda la literatura marxista hay una fisura [a]: ¿por qué progresa la técnica social? ¿Por necesidad del hombre? [b] Las ciencias progresan porque las fuerzas de producción progresan. ¿Y por qué progresan las fuerzas de producción? [c] ¿Primero nace la técnica? [d] ¿Primero nace la idea de la necesidad de la técnica? [e] Este es un círculo vicioso y sin salida» [f] (B-1973-2: 140-141).

a)   La «fisura» a que alude CV, atribuyéndola a «toda la literatura marxista», no es que sea una deficiencia de esta literatura sino que, con ello, sugiere que el marxismo, desde su concepción dialéctico-materialista, ha zanjado —ha hecho una zanja divisoria1— con cualquier otra concepción metafísico-idealista. Hay que aclarar, por otro lado, que el término «literatura» no se refiere a la artística o poética. CV lo está usando en su sentido laxo o etimológico: del latín litterae = letras, es decir, se refiere a todo texto escrito: filosófico, científico, político (y poético).

b)   Aparentemente en la segunda pregunta («¿Por necesidad del hombre?») ya hay una respuesta a la primera («¿por qué progresa la técnica social?») y esa respuesta es la siguiente: es la misma necesidad del hombre la que hace que se descubran técnicas sociales que ayuden a satisfacerla.

c)   Sin embargo, a continuación, CV hace una afirmación con la que descarta la «pregunta-respuesta anterior»: «Las ciencias progresan porque las fuerzas de producción progresan». Y, sin dejar respiro al lector, vuelve a preguntar: «¿Y por qué progresan las fuerzas de producción?» Entonces, si se observa bien, en la afirmación previa a esta pregunta («Las ciencias progresan porque las fuerzas de producción progresan») seguían incluidas las dos preguntas iniciales: «¿por qué progresa la técnica social? ¿Por necesidad del hombre?», en tanto las ciencias necesitan de técnicas y de métodos, y si se dice que ‘es el progreso de las fuerzas de producción lo que hace que las ciencias progresen’, entonces, sigue siendo la necesidad del hombre la que impulsa el progreso de la técnica, y con el desarrollo de esta técnica se impulsará el progreso de las fuerzas de producción que, a su vez, impulsarán el progreso de las ciencias. Pero, luego, CV vuelve a preguntar:

d)   «¿Primero nace la técnica?» Y el lector que sigue atento a la mayéutica vallejiana, responde que no puede ser así, pues sería dar a la técnica una existencia que antecedería a la existencia del hombre y sus necesidades. Vallejo, entonces, insiste con otra pregunta:

e)   «¿Primero nace la idea de la necesidad de la técnica?» Y en este caso el lector atento seguirá negándolo: porque la idea no puede preceder al hecho concreto de la necesidad que debe ser satisfecha. Se ve, entonces, que la respuesta a todas estas cuestiones estaba en la segunda de las dos preguntas iniciales: ‘La necesidad del hombre hace que progrese la técnica social que ayuda al progreso de las fuerzas de producción y estas a su vez hacen que progresen las ciencias’. Ergo, la conclusión a la que llega CV:

f)    «Este es un círculo vicioso y sin salida» corrobora lo dicho, porque de la existencia material del hombre no hay salida hacia una existencia extra-material. Corolario: no hay escape hacia el idealismo metafísico. El hombre está «condenado» a producir, con sus propias fuerzas, las técnicas que harán progresar las ciencias, porque la necesidad lo obliga a ello.

Y en otro acápite de la misma página CV vuelve a usar el método de la mayéutica: «¿El arte antecede a la técnica de producción o la sigue y es su reflejo?» (B-1973-2: 141). Obviamente, la respuesta a esta pregunta es similar a la anterior: el arte no puede anteceder a la técnica ‘de su producción’, pues a él se le estaría dando una existencia independiente o autónoma del ser humano. Pero si se dice que el arte está después de la técnica, ¿no se le da a esta una existencia independiente o autónoma? No, porque ya se dijo que la técnica es posterior a la necesidad del hombre. En consecuencia, tanto el arte como la técnica son posteriores a la necesidad del hombre. Y si el hombre necesita hacer arte entonces recién crea la técnica que le permitirá satisfacer esa necesidad.

        Ahora bien, como complemento a estas reflexiones vallejianas, veamos lo que CV ha dicho antes, en las pp. 139-140: que es propio de «la psicología espiritualista [creer] en la actitud meramente reflectora o contemplativa del pensamiento sobre el mundo», mientras que «la psicología materialista o marxista sostiene la actitud transformadora del pensamiento sobre el mundo», y de esa manera está coincidiendo con una respuesta que va implícita a la pregunta vista arriba: «¿El arte antecede a la técnica de producción o la sigue y es su reflejo?», y la respuesta es: ‘el arte sigue a la técnica de producción y es su reflejo, y no la antecede’). Con esta diferenciación CV no se está contradiciendo: que, al mismo tiempo, el materialismo diga que el pensamiento es reflejo del mundo, y que el espiritualismo tenga una actitud reflectora del mismo. Lo que ocurre es que CV se rige por la correcta aplicación de la teoría del reflejo marxista, la que no admite que, por ejemplo, el reflejo artístico sea de uso exclusivo del realismo, sino que también lo es del formalismo, nada más que en el caso de los usuarios de este se da como reflexión inconsciente (quiéranlo o no), y piensan conscientemente (con la falsa conciencia de que hablan Marx y Engels) que, en definitiva, ellos son los que inventan la técnica y el arte mismo (como si dijeran que los sacan de la nada)2; mientras que los usuarios del arte realista son conscientes de su deuda con la realidad, y que con su arte lo que hacen es reflejarla, incluida en este reflejo la «técnica de producción» artística a la que pueden contribuir a cambiar —lo mismo que a la realidad toda— lo cual no implica que sean actores de su invención sino, en todo caso, de su transformación o perfeccionamiento.

____________
(1) En otro momento de El arte y la revolución, CV dice, refiriéndose al «duelo entre dos literaturas», que «La encrucijada de la historia está, como se ve, zanjada en este terreno» (B-1973-2: 99). CV ha zanjado la contradicción clasista que se da entre la literatura burguesa o formalista y la literatura proletaria o realista.
(2) «La división del trabajo solo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. Desde este instante, puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin representar algo real; desde este instante, se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría “pura”, de la teología “pura”, la filosofía y la moral “puras”, etc.» (Marx-Engels, A-1974-a: 32).



Confesiones de Tamara Fiol ¿un novelón indigesto?

(Vigésima Primera Parte)

Julio Carmona

82. p. 166: «Era una casita bastante decorosa que prestigiaba (sic) los estantes que desbordaban de libros», obviamente son los estantes de libros que prestigiaban a la casita, y no que la casita prestigiaba a los estantes.

83. p. 167: «El viejo Adrián le contó que el maestro Orrego le rogó…»; la frase «El viejo Adrián le contó que» sale sobrando (para evitar la cacofonía), además ya se sabe que el único que le está haciendo esas referencias es el viejo Adrián, y es él quien le ha dicho que había ido a visitar a Orrego.

84. p. 167: «Le explicó que Borodín pertenecía al llamado del (sic) grupo de los cinco de Rusia…»; está demás la expresión «del».

85. En la p. 168 se lee: «Era un centón indigesto, de sintaxis farragosa, lleno de trivialidades que sin embargo había merecido el calificativo de sobresaliente durante la sustentación» (¿se dice «durante» o «después» de la sustentación o simplemente ‘en la sustentación’?)

86. «Conocía y amaba a Shakespeare, tanto al autor de El mercader de Venecia como al otro Shakespeare, el íntimo y secreto de los Sonetos, en los que hablaba del amor que no se atrevía a decir su nombre…» (169). Los puntos suspensivos son del original, como asimismo la cursiva de los dos títulos de Shakespeare. La última cursiva es nuestra y destaca un sentido anfibológico, puesto que no se sabe si quien no se atreve a decir su nombre es el amor del que hablaba Shakespeare, o si es este quien no se atrevía a decir el nombre de aquel, y, en este caso, debió decir: ‘… del amor de quien no se atrevía a decir su nombre’. Todo esto está referido a los gustos literarios de Haya de la Torre.

87. «Te estaba hablando del viejo Adrián Arancibia. Por cuanto (sic), me contó, admiraba la retórica de Haya (…).» (170). La frase seguida de “sic” ha debido quedar así: ‘De cuánto, me contó, admiraba la retórica de Haya…’.

88. p. 172: «El corazón de las herederas suspiran (sic: suspiraba) por los extranjeros…» el que «suspiraba» era el corazón y no las herederas.

89. p. 173: «En los últimos días la prensa local había publicado noticias alarmantes sobre poblaciones ashaninkas que habrían sido reducidas a la condición de esclavos (sic) por los senderistas. Leí parte de diarios y revistas que informaban sobre el asunto, pero reservé mi opinión hasta conocer de manera directa los hechos.» Si se habla de las poblaciones ellas serán reducidas a la condición de «esclavas». Por otro lado, cabe preguntar: ¿Cómo va a conocer «directamente los hechos» si está absorbido todo su tiempo en ver el asunto de TF. Además, esa opinión ¿a quién se la va a dar?, si nunca ha dicho que tenga comunicación en ese sentido con su agente en EEUU, y este solo está a la espera del segundo reportaje sobre TF. Será, pues, finalmente, una opinión que nunca se sabrá, y es, por lo tanto, un ripio más.

90. p. 175: Muriel dice: «… la banda de Los Chalacos, la famosa banda que operó entre los cincuenta y comienzo de los sesenta, antes de que yo viera la luz de este puto mundo, como diría tu amiga Tamara.» ¿Cómo puede Muriel saber que su última expresión puede ser atribuida a TF?, si nunca ha conversado con ella y eso no lo puede sacar de lo que le cuenta MB; es más, ella recién va a escuchar la voz de TF en los casetes que revisará junto a MB, en acción que se verá más adelante…

91. p. 174: «Al regresar al hotel, Muriel me había dejado en la recepción un número de teléfono para que la llamara. Lo hice y, sin apenas saludarla (sic), le propuse viajar…» La expresión «sin apenas saludarla» quiere decir que «apenas la saludó», es decir, que lo hizo mínimamente; pero resulta ser un acto fallido si se le agrega la preposición «sin», pues entonces se está negando ese ‘saludo mínimo’.

92. p. 174: «Tenemos que estar en el aeropuerto muy temprano para tomar el vuelo a Huamanga de las seis.» Así como está, se entiende que ‘las seis son de Huamanga’, no del vuelo; ha debido decir: ‘el vuelo de las seis a Huamanga’.

93. 175: Muriel dice: «Tengo la intuición de que esta noche los terroristas descansarán.» Pero, en la p. 158, se ve que falla la predicción: MB antes de dirigirse al departamento de ella, va a un bar y como ve que los clientes se retiran, le pregunta al mozo por eso y este le responde: «Es por los atentados, jefe. A esta hora empiezan.» Y Morgan responde: «Tonterías, viejo. Esta es la noche de descanso de los terroristas —dije recordando a Muriel.» Y agrega: «Pero los terroristas no descansaban.» Esta es una prueba de que los atentados de Sendero no aparecen por ningún lado de la novela, solo se insinúan. Pero aun dice que después empezó la detonación de un petardo y el apagón de luces, pero él sigue en su proyecto de fornicar esa noche con Muriel y de seguir con la entrevista a TF y sin animarse a realizar el proyecto sobre los ashaninkas y, por supuesto, sin enviar a su centro de trabajo los informes sobre la guerra, que es lo primordial de su trabajo.

94. A partir de la p. 176, se suceden muestras de la afición al alcohol por parte del narrador, dice: «Desistí del café exprés y pedí un vodka tonic» (del mismo modo como se castellanizó la palabra «spress» ha debido hacerlo con la palabra «tonic» poniéndole tilde, al  menos. En la p. 177 dice: «Pensé que me vendría bien un poco de hierba.» En la p. 178 vuelve a decir: «… antes me tomaría un segundo vodka tonic.» En la p. 179 dice: «Muriel me esperaba con una pizza espectacular y una botella de grueso tinto de Mendoza que tanto nos gustaba.» Y más adelante agrega: «Terminamos de comer y beber, jugueteamos todavía un poco y ella, de pronto, dijo: “Ah, me olvidaba del postre”. Y desnuda se levantó de la cama (…) Al volver, traía un canuto de marihuana, que fumamos muy lentamente.» En la p. 381 reitera su relación con las drogas: «Para soportar la espera, la ansiedad, las avanzadas del miedo incluso, los reporteros de guerra (entre los que me incluyo) se entregan a las borracheras, a las drogas o al frenesí erótico.»220

95. En la p. 332, MB dice que Muriel lo llevó a «“un hueco”, “que quedaba en Barranco. Recuerdo que, pasando la quebrada de Armendáriz, había apagón. Sin embargo el hueco seguía funcionando a la luz de unos lamparines. Fue una velada muy grata, bebimos, fumamos mucho…» (¿este «fumamos mucho» se refiere a marihuana?) Definitivamente, siendo el narrador un corresponsal de guerra, su mayor preocupación debió centrarse en la guerra interna de Sendero Luminoso con el Estado peruano; más aun si ha venido a Perú, en principio, para realizar un reportaje a las mujeres de Sendero. Y ello pudo paliarse haciendo que envíe despachos periodísticos a su centro de noticias sobre las acciones armadas. Pero el narrador desvía su atención primordial hacia un hecho totalmente intrascendente: la vida de TF que está totalmente alejada de ese tema central.

96. p. 176: «Puse los dos sobres en la mesa y encendí un Imperio. Podía imaginar y hasta escuchar la voz de mi madre mientras escribía la carta.» Es válido decir que se puede imaginar a una persona escribiendo una carta; pero es impertinente agregar que se puede hacer lo mismo con su voz, salvo que se sepa o se diga que ella siempre que escribe va repitiendo de viva voz cada palabra que escribe.

97. p. 177: «Cuánto me avergüenza ahora por (sic) haberme aferrado a esa esperanza.» Si la fórmula es «me avergüenza» ha debido concluir sin la preposición «por», debió quedar así: ‘Cuánto me avergüenza haberme aferrado a esa esperanza’, y si se quería que quedara con la preposición aludida, debió cambiarse «me avergüenza» por ‘me avergüenzo’, debiendo quedar así: ‘Cuánto me avergüenzo por haberme… etc.’

98. p. 178: «Aunque no era prudente, decidí volver a pie a mi hotel, ubicado en la avenida Shell, a muy pocas cuadras donde yo me encontraba ahora.» Si todo lo está narrando en tiempo pasado, es erróneo cambiar de sopetón al tiempo presente; en todo caso, se debió cambiar «ahora» por ‘en ese momento’.

99. p. 180: «Estoy segura de que será una crónica más bacán, mejor de (sic: ‘mejor que’) la que me diste a leer sobre las mujeres de Sendero.»

100. p. 188: decir: «… contraer el paludismo o la malaria» es erróneo porque significan lo mismo; tal vez fuera pertinente si a la segunda se le suprimiera el artículo, quedando así: ‘el paludismo o malaria’, dando a entender lo siguiente: ‘el paludismo, o sea la malaria’; en el otro caso se da a entender elección: uno u otra, como si fueran distintos.

101. p. 189: Se menciona a un conquistador del Perú, Pedro de Candia, pero lo escribe con tilde: Candía, y es erróneo; Candía existe en el diccionario como equivalente a Heraklion, ciudad griega en el norte de Creta; pero no tiene nada que ver con el apellido español.

102. p. 194: «Pero te equivocas, Braca (sic) si crees que era retardado mental.» Faltó cerrar la coma de vocativo.

103. p. 195: «… ni a él ni al señor padre les molestaba (sic) aquellas emanaciones», ‘las emanaciones no les molestaban ni a él ni al padre’.

104. p. 196: «… Benigno tenía quince años cuando se hizo dueño y señor y práctico de la pequeña embarcación» (…) «… otros animales e insectos que tenían su hábitat en esta singular catinga…» Las palabras en cursiva son expresiones usadas por Mario Vargas en La casa verde y en La guerra del fin del mundo, respectivamente; MG las ha mimetizado aquí, y puede ser válido en el caso de «práctico», pues según el DRAE está relacionado con el Mar. Y se refiere a un «técnico que, por el conocimiento del lugar en que navega, dirige el rumbo de las embarcaciones en la costa o en un puerto». Pero en el caso de la otra, «catinga», su uso no es adecuado, pues es propio del nordeste brasileño, y no hay ninguna referencia a su empleo en el norte del Perú, y menos en la zona de los manglares que es pantanosa y no desértica.221

105. p. 198: «… apartándose lo conveniente de la orilla decidió esperar en la embarcación la llegada del amanecer resistiendo a los bramidos que emergían de los manglares poblando la noche.» Hasta aquí se ha referido una anécdota que le ocurre al personaje Benigno, de quien no se volverá a hablar más en los siguientes capítulos y quedando prácticamente inconclusa la anécdota, pues hasta aquí lo que se sabe es que se perdió en los manglares, sin haber dejado señuelos para ubicar el retorno. En la p. 242 vuelve a tratar de Benigno pero no completa la historia que quedó inconclusa, pues no se sabe cómo logró salir del embrollo. Y aun dice que: «Benigno se negó a prestarme el bote porque era muy peligroso a esas horas surcar los esteros» lo cual reitera la dificultad de orientarse sin dejar señuelos.

106. p. 200: «… las invitaciones que le hacía el viejo Scott de pasar un día entero por el centro de Manhattan. Estos ocurría (sic) una o dos veces al año y habían empezado desde que el viejo crápula, huyera con la primera zorra…»  La frase seguida de «sic» denota que está fallando la concordancia: «Estos» en plural y «ocurría» en singular; además tampoco concuerda con el antecedente que son «las invitaciones», y en ese sentido debió decir: ‘Éstas ocurrían una o dos  veces al año’, aunque ha podido decir: ‘Esto ocurría’. Y después de «dos veces al año» ha debido ir una coma, para separar la siguiente oración: «y habían empezado desde que el viejo crápula, huyera con la primera zorra…»; la coma que va después de ‘crápula’ es impertinente.

107. En la  p. 201: «… el viejo Scott se obstinaba en hablar en inglés y yo a usar spanglish parodiando a los malditos puertorriqueños.» Hay repetición viciosa de la preposición «en», y ¿por qué «malditos» puertorriqueños?, ¿porque son colonizados por USA?

108. p. 205, MB dice: «Aunque yo ya había dado por concluido el tema de la guerra senderista tomé muchas fotos para mi archivo personal…» En realidad, no puede decir que «había concluido», porque recién llega a Ayacucho por segunda vez con la intención de investigar sobre los indios ashánincas que están relacionados con la guerra senderista.222 Y, por lo demás, tampoco puede hablar de la «guerra senderista» en términos de «tema concluido» pues este propiamente no ha sido tratado por él en ninguno de sus reportajes: de Las mujeres de sendero y de Tamara Fiol. Recién en la p. 206, el taxista le da una noticia «que entorpecería el motivo de mi viaje» (ir al lugar de los ashánincas), entonces ¿cómo antes ha dicho que «ya había dado por concluido el tema de la guerra senderista»? Lo que ha frustrado el motivo de su viaje es un enfrentamiento entre senderistas y el ejército. Y esto abre en su imaginario un nuevo tema o motivo que suple al anterior: ir al lugar de los hechos, que es lo que haría «cualquier reportero que se respete», y, más aun, tratándose de un «reportero de guerra», profesión que Morgan no ha respetado en ninguno de los casos de sus reportajes, pues se ha centrado en dos temas que no tenían que ver con el tema mismo de la guerra, el que, sin embargo, explosionaba frente a sus ojos y oídos. Y en la p. 207 da una razón definitiva que debe motivar al reportero de guerra, dice: «es orgullo del cronista llegar no importa si a rastras a los lugares más inaccesibles y custodiados por la autoridad. Y cuantos más riesgos se corre (sic: corren) (incluso el de perder la vida) al desplazarse por los sitios prohibidos mayor es la adrenalina que el periodista segrega.» En la p. 311, Muriel usa la expresión «reportero de guerra» con cierto tonito irónico, pero además certero, dice: «Así que pierde cuidado, señor reportero de guerra.» «La verdad es que en las dos últimas semanas me había dedicado a trabajar a tiempo completo en mi crónica sobre Tamara Fiol, de modo que todo lo relativo a la guerra senderista me llegaba como un ruido lejano» (p. 203). En toda la novela se percibe eso, que la guerra es lo que menos le interesa, ¿a quién?, al «reportero de guerra».

109. En la p. 182, se insiste por parte del mismo MB que es un «reportero de guerra», primero indica que se conoció con Muriel: «… comentando nuestras experiencias periodísticas: ella como investigadora del submundo limeño y yo como cronista de guerra» (ya hemos tenido oportunidad de señalar que ambos se convierten en reporteros de basura); pero más adelante insiste MB: «Recuerdo que una de las primeras cosas que me preguntó Muriel fue sobre cómo había nacido mi vocación como reportero de guerra». Y en el caso específico de MB, debe modificarse su profesión de «reportero de guerra» por el de «chismoso de féminas».

110. p. 207: Endiosamiento de TF: «… nunca fui fatuo con Muriel. Y tampoco, Dios me libre, con Tamara Fiol.» En esta misma página hay una atingencia ociosa: «Escuche amigo»  —le dice al chofer—. «Necesito llegar al lugar. ¿Conoce a alguien que quiera llevarme? Por supuesto todo trabajo se paga». Esto último es obvio, máxime si se trata de una situación sumamente difícil. Y, por supuesto, el taxista lo disuade, lo cual hace que reflexione lo siguiente: «En otra ocasión una negativa de esta naturaleza no habría hecho más que potenciar mis afanes de cumplir la tarea que me hubiesen encomendado. Pero esta vez las palabras del taxista me produjeron un sacudón que me hizo recapacitar en el sentido de mi viaje. Me repetí que yo había venido para echar una mirada a la tierra de los asháninkas del Apurímac, y esto nada más que por cubrir esos tres o cuatro días que tenía vacíos mientras durase el internamiento en la clínica de Tamara Fiol.» (En la última frase hay anfibología, pues se entiende que la clínica pertenece a TF, ha debido decir: ‘el internamiento de Tamara Fiol en la clínica.’ Y, en seguida dice, continuando con el endiosamiento de TF: «Y pensé en ella y escuché su voz y me dije que sería insensato morir sin haber terminado de oír su historia.» (p. 208).

111. p. 212: «… me puso en contacto con cierto padre Julián, jesuita disidente y unos (sic) de los inspiradores de la Teología de la Liberación», (el artículo que va antes de «sic» debe ir en singular).

112. p. 213: «… los indios que regresaban a su comunidad por la salida de Puca Cruz mostrando en el alto los tres fusiles FAL que recibieron de la autoridad militar.» El artículo «el» delante de «alto» está demás, debe suprimirse. Y el número de fusiles es irrisorio: la autoridad militar ¿les dio solo «tres fusiles FAL» para que enfrenten a Sendero?

113. En la p. 213: Se refiere al personaje Azpur, de quien dice que «había sido monaguillo» y, ante el asesinato de un sacerdote por parte de un senderista en plena misa, dice: «Aunque yo ya no era creyente — me confesó Azpur en Nueva York—, sentí como que se había profanado con sangre un espacio sagrado». Y hay una incongruencia, pues para quien ya no es creyente dejan de existir ‘espacios sagrados’, en todo caso lo que debió decir: ‘ya no era católico’, pero seguía creyendo en espacios sagrados. Y esto es tanto más urgente de aclarar porque en la p. 214, se dice que al hacer alusión el narrador «al carácter» (sagrado) «del recinto donde ocurrió el crimen» una de las prisioneras de Sendero le retrucó: «¿Cree usted en esas bobadas?»

114. p. 214: «Yo estaba golpeando la puerta de la casa parroquial. Por fin, esta se abrió y la figura de un viejo se colocó debajo del dintel de la puerta.» Esta última mención «de la puerta» es redundante; si ya se ha aludido a la puerta, debió decirse solo «debajo del dintel».

115. pp. 215-216: «Pensar que, como me contó Tamara allí, feliz, vivió durante tres años Taylor y pudo descubrir —oculto detrás del altar— la entrada al sótano que años después salvó la vida de Azpur.» Hay tres errores: a) La expresión explicativa, que va entre comas, ‘como me contó Tamara allí,’ está mal construida y da la impresión de que fue allí que Tamara le contó, cuando lo que ha debido hacer es poner la coma delante de la palabra «allí», quedando así: ‘, como me contó Tamara, allí feliz vivió’; b) después de «vivió» debe ir coma explicativa, quedando la expresión de la siguiente manera: ‘vivió, durante tres años, Taylor, y…’; c) por último, lo que Taylor «pudo descubrir» es «la entrada al sótano» y es ésta la que estaba ‘—oculta detrás del altar—‘; de la otra forma, se entiende que quien estaba «—oculto detrás del altar—» era Taylor: ¿estaba oculto para descubrir la entrada del sótano?

116. p. 217: «… los faros de los escasos postes de alumbrado habían sido destrozados a pedradas.» Lo común para referirse a los postes de alumbrado es «focos», y no ‘faros’.

117. p. 218: «¿Existe algún cronista de guerra que sepa realmente por qué atraviesa medio mundo para a cubrir conflictos bélicos?» Ha debido decir: ‘para ir a cubrir’.

118. p. 219: «… había quedado una conversación pendiente con Muriel para abordar estos temas (incluyendo los del amor…». En este punto lo destacable es que ha abierto el paréntesis y, hasta finalizar el párrafo, no lo cierra.

119. p. 220: El narrador dice que «Uno de los primeros consejos que recibí al iniciarme en este oficio» (de ‘reportero de guerra’) «fue que jamás debía involucrarme afectivamente con las víctimas ni con los victimarios ni con ninguna de las fuerzas en contienda…», y es contradictorio, pues —si como declara en sucesivas veces que ha venido a cubrir la guerra de Sendero— él se ha involucrado con una de sus víctimas, en tanto TF lo sería.

120. En la p. 221: El narrador está exponiendo el recorrido que hace por la ciudad —en su segundo viaje a Huamanga, cuando está haciendo el reportaje a TF; el primero lo realizó cuando hizo el reportaje a las mujeres de Sendero—, y en el segundo viaje dice que llegó hasta la casa de Taylor —en la que ahora vive otro gringo, Earl— y dice que Taylor la restauró hasta en sus más mínimos detalles: «Incluso el portón, vuelto a construir con caoba del Apurímac, conservó de manera traviesa el pene de hierro que servía de llamador»; pero aquí viene el desfase, pues dice: «Me pareció un detalle divertido y curioso, obra, pensé, de un sujeto extravagante, un libertino o un librepensador, que sin duda habría tenido serios problemas con el Tribunal del Santo Oficio»; y hay desfase, pues desde la p. 209 se dice que en la crónica sobre las mujeres de Sendero ya trata el tema de los «penes de hierro», entonces, en el segundo viaje ya no tenía por qué parecerle divertido algo que ya conocía y había sido digerido. Y no hay indicios de que diga estar haciendo reminiscencias correspondientes a su primer viaje.

121. p. 227: «Al regresar al hotel por la calle Lima vi que las patrullas del Ejército habían disminuido y habían vuelto (sic: a) abrir el tránsito…». Debió decir: ‘vuelto a abrir’. Este error se vuelve a repetir en la p. 294: «… según revelación propia, nunca llegaría (sic: a) ser él…»; ha debido decir: ‘llegaría a ser…’ En la misma p. 227 dice: «Al regresar al hotel por la calle Lima vi que las patrullas del Ejército habían disminuido y habían vuelto (sic: a) abrir el tránsito por la plaza Sucre.»

122. p. 227: «Y aquí también, detrás del mirador de la Alameda, se habían producido nuevas invasiones de emigrantes que extendían el cerco a la ciudad señorial.» Ha debido decir inmigrantes, pues estos son los que llegan «aquí, a la ciudad señorial», desde la que habla el narrador, los emigrantes serían los que salen de ‘aquí, de la ciudad señorial’.

123. p. 229: «Los más exaltados entre los tumbesinos, estaban Rulos Arancibia y su pandilla de caníbales y la pandilla de cholos y zambos que comandaba el Pijas Niko.» En primer lugar no debe ponerse coma después del sujeto, ha debido decir: ‘Los más exaltados entre los tumbesinos estaban…’; pero aquí surge un problema con el verbo porque a ese sujeto no le corresponde el verbo «estar» sino el verbo «ser», es decir: ‘Los más exaltados entre los tumbesinos eran…” Si se usa el verbo estar, entonces la frase debe modificarse así: ‘Entre los más exaltados de los tumbesinos estaban…’

124. p. 231: «—lo demostraba (sic: n) los ojos alelados y lujuriosos de los niños—». (¿lujuria en los ojos de los niños?)

125. p. 236: «Antes, durante el conflicto y en los meses que tardó el (sic: en debe reemplazar a «el») firmarse el armisticio la vida en Tumbes cambió.»

126. p. 238: «… los más exóticos lo conformaban un grupos (sic) de negros y zambos…» Es esta una construcción deficiente: Ha debido decir: ‘lo más exótico lo conformaba un grupo de negros…’.

127. p. 239: «Un instante después, los graciosos salvaron la situación injuriosa tomándolo a la chacota, emitiendo toda suerte de gritos y ayes de placer y dolor, como harían —les gritaban— las putas monas de su madre» (sic: falla en la concordancia de número; ha debido decir ‘de sus madres’). De esa situación rijosa a TF se la hace reaccionar de manera puritana, pero también desfasada, dice: «“Pero es vergonzoso lo que me cuentas, Arancibia —le dijo Tamara—. ¿Y la ideología dónde quedaba?”.» En principio, TF no puede hacerse la puritana porque ha experimentado degeneraciones similares. Y, por otro lado, ¿cómo puede hablar de ideología, si Arancibia está contando hechos que le habían ocurrido cuando era niño o púber?

128. p. 243: Vicio de redundancia al repetir la conjunción ‘pero’: «Pero nosotros éramos nueve caníbales. Pero aun así el Bello Eduardo no lloraba…»

129. p. 245: «Come dije, hasta que apagué la luz a las cuatro de la mañana…» Ha debido decir: ‘Como dije…’

130. p. 245: «… precedidos, a manera de obertura creo yo, por con (sic) una suerte de crónica familiar». Ha debido quedar solo la expresión “por”.

131. p. 246: «… los documentos inciden sobre todo en dos momentos críticos del Arancibia político (o, si se quiere, ideólogo): la ruptura con el partido aprista al final, ¿1953?, de su encarcelamiento del (sic: en el) penal El Frontón y su expulsión del Partido comunista durante las luchas internas que culminaron con la escisión del partido entre moscovitas y pekineses. Qué extraño, qué incitante, pero también qué demencial me pareció este mundo de los ideales y las pasiones políticas, pues son estas pasiones la (sic: las) que desencadenaban revoluciones y guerras, como las que yo venía cubriendo como reportero en diferentes partes del mundo».
___________
(220) Estas muestras de drogadicción ¿son parte del «privilegio del narrador» que MG releva como «irreverencia desacralizante que el novelista utiliza para ofrecer a las naciones, por encima de las interdicciones o tabúes, imágenes crudas y descarnadas de sí mismas»? La cabeza y los pies de la dialéctica, p. 188. ¿Las naciones requieren que se les muestre algo que ellas toleran y hasta promueven? Eso, un escritor marxista está en la obligación de denunciarlo, y esto implica «ofrecer» al lector la posibilidad de descubrir al contrario dialéctico.
(221) «Las plantas de espinos y las suculentas de otro semidesierto, la caatinga, ocupan la mayor parte del noreste árido en Brasil». La catinga (‘bosque blanco’ en tupí) es la formación vegetal característica del Nordeste brasileño, en la que se alternan periodos de sequía prolongada con lluvias torrenciales. Cuenta, a pesar de la climatología hostil, con un ecosistema riquísimo. Las especies vegetales poseen mecanismos para economizar y almacenar agua: así, árboles como el mulungu pierden las hojas durante la sequía, y plantas como los cactus tienen reservas de agua y sus hojas se han transformado en espinas, lo que reduce la transpiración y les sirve de defensa. Básicamente, la fauna se compone de aves, como papagallos y periquitos, así como reptiles. Es el hábitat del guacamayo azul grande (en peligro de extinción) y pequeño, de los que apenas se conoce más que un ejemplar en libertad.» DRAE.
(222) «Qué diablos, me dije, la guerra senderista había dejado de ser mi caso y creía que de Huamanga ya había recogido todo lo que necesitaba para mi trabajo.» (p. 252). Entonces, cabe preguntar, ¿para qué volvió a Huamanga? ¿El tema de los ashánincas fue solo un pretexto para alargar la novela? Y, por lo demás, si en toda la novela no se ve que la guerra hubiera sido su caso, ¿de dónde resulta que ahora, cuando ya se va a ir, diga que la guerra ha dejado de ser su caso?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

CREACIÓN HEROICA