domingo, 1 de julio de 2018

Economía

Coyuntura Económica y Reclamo Burgués

César Risso

LA DISMINUCIÓN de la cotización internacional del cobre, explicado por dos causas, por la intelectualidad burguesa, se debe a “los mayores inventarios globales” y a la apreciación del dólar.

        El aumento de los inventarios de cobre a nivel mundial, podría estar indicando el aumento de la producción de cobre, o la disminución del uso del cobre como consecuencia de la reducción de la producción.

        El segundo motivo, la apreciación del dólar, significa que hay una escasez relativa de dólares, lo cual provoca que al tener mayor “valor” el dólar, entonces, comparativamente, todas las demás mercancías se expresan en una menor cantidad de dólares, o en otras palabras, que por la misma cantidad de mercancías se pagan menos dólares.

        La apreciación del dólar, encarece las mercancías norteamericanas expresadas en monedas nacionales de los países con los que comercializa, aumentando el déficit en la balanza comercial de los Estados Unidos de Norteamérica.

        En el Perú, la apreciación del dólar, con su contrapartida, la depreciación del sol, causaría el aumento del precio de las mercancías importadas, lo cual tendría un impacto en el costo tanto de las mercancías producidas internamente con insumos importados, como de aquellas mercancías que se adquieren por las empresas comerciales para la venta a los consumidores finales.

        Quienes se verían beneficiados en nuestro país serían las empresas exportadoras, que al recibir dólares con mayor “valor”, al cambio obtendrían más soles.

        Se tiene, de un lado, la disminución de la demanda de minerales a nivel mundial, por lo cual disminuye su precio, y de otro lado, la apreciación del dólar, lo que perjudica a las empresas norteamericanas, pues encarece sus mercancías, con lo cual se reduce la demanda internacional de sus productos.

        El aumento del costo de producción en nuestro país, como consecuencia del aumento del tipo de cambio, afecta la producción para consumo interno, lo cual conduce a la reducción de la producción.

        Esta situación se refleja en la corrección a la baja del crecimiento del PBI en el Perú.

“El Banco Mundial redujo su proyección de crecimiento económico del Perú para el 2018 en su último informe semestral de perspectivas económicas difundido este martes. Según el documento, el producto bruto interno (PBI) del país registrará una expansión de 3,5% este año, una tasa menor en tres décimas en comparación con su anterior estimación que dio a conocer en enero.”

“La nueva previsión de la entidad está en línea con el recorte que el FMI realizó en abril, cuando informó que redujo de 4% a 3,7% su proyección de crecimiento del PBI peruano para el 2018. También, en dicho mes, el MEF ajustó su proyección a 3,6% desde un 4%.” (https://elcomercio.pe/economia/banco-mundial-redujo-estimacion-crecimiento-peru-noticia-525541)

Estas son las proyecciones que encajan en la coyuntura económica que estamos describiendo.

        Sin embargo, las proyecciones para este año son de crecimiento. Este puede ser mayor o menor, dependiendo de la situación internacional, pues dependemos de las divisas y de la demanda de países como China de nuestra producción minera. Así que, en gran parte, nuestro crecimiento no depende de las políticas internas.

        Lo que sí depende de las políticas internas es la situación de los trabajadores. La explotación capitalista en el Perú ha conducido a una situación cada vez más precaria de los trabajadores y sus familias.  

        Una de las características de la economía peruana es la informalidad. Esta, según los apologistas del capitalismo, se debe a la baja productividad de los trabajadores, y a la rigidez del mercado laboral peruano, que puede entenderse como el “exceso” de normas que protegen a los trabajadores. Es decir, la burguesía quiere explotar más a los trabajadores, exigiendo la eliminación de los derechos laborales; mientras que los trabajadores exigen mejoras en las condiciones de trabajo, pues la explotación es cada vez mayor.

        Del total de la población económicamente activa ocupada (PEAO), que es de 16 millones 510 mil 984 trabajadores, el 72,6% (11’978.142 trabajadores) son informales, entre quienes se encuentran los trabajadores familiares no remunerados. Estos no tienen ningún derecho laboral, ni seguro, ni ingresos, etc.

        Esto no depende de la coyuntura económica, de la volatilidad de los precios de la materia prima, ni de la demanda alta o baja de nuestras mercancías, de los países imperialistas.

        Si consideramos la situación de la informalidad por regiones, la situación es dramática:

“En términos de participación respecto a la PEAO, Lima (58,5%) es la única región con un porcentaje de informalidad menor del 60%. Se ha determinado que en 11 regiones la tasa de informalidad fluctúa entre 60% y 80%. En 12 regiones dicho ratio supera el 80%, incluso alcanzando niveles dramáticos en Cajamarca (90,1%) y Huancavelica (91,3%).” (https://www.camaralima.org.pe/RepositorioAPS/0/0/par/EDICION829/Edicion_829.pdf)

La situación de pobreza que se vive en nuestro país es conocida, con el añadido de que esta ha aumentado en 1% (alrededor de 300.000 trabajadores).

        Si por cuestiones de coyuntura internacional, vemos que la proyección de nuestra economía es la de un crecimiento moderado, lo cual es optimista por las razones expuestas, y la situación estructural es de una cada vez mayor precariedad en la situación de los trabajadores, no puede ser posible que la burguesía exija relajar las normas que protegen al trabajador.

        Sin embargo, a pesar de la situación, la burguesía reclama constantemente eliminar una serie de beneficios y derechos laborales, además de haber promovido leyes que afectan los derechos laborales de los jóvenes.

        Para la burguesía su bienestar está por encima del bienestar de los trabajadores. Por eso promueve normas que la beneficien como clase, pero que a la vez perjudiquen al objeto de su explotación.

        Los proyectos mineros en cartera, que suman alrededor de US$ 58.500 millones, tendrán un impacto menor en la economía peruana en su conjunto; pero beneficiarán considerablemente a los inversores extranjeros que los ejecuten; perjudicando la economía de las comunidades campesinas y nativas, y la de los pequeños agricultores, como consecuencia de la contaminación ambiental, y sobre todo del uso del agua.

        La inversión privada es fundamental para salir de la pobreza nos dice la burguesía. Pero ya sabemos que esta inversión, en el régimen burgués, significa la explotación de los trabajadores, y la sustracción de recursos para los pequeños productores, tanto colectivos como privados. Además de la corrupción, la exoneración del pago de impuestos a las transnacionales que operan en nuestro país, y de una serie de beneficios, cuyo origen y destino son bien conocidos.

        La coyuntura económica siempre será un pretexto, entre otros, para que la burguesía justifique sus políticas entreguistas y de opresión a los trabajadores.

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