Mariátegui y la Educación*
(Primera Parte)
Sara Beatriz Guardia
¿Ustedes no saben quien es
Mariátegui?
Y bien… es una nueva luz de
América,
un nuevo espécimen del
hombre americano”.
Henri Barbusse
JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI es el primer teórico marxista de América Latina
que fue al mismo tiempo un hombre de letras capaz de emocionarse con el
surrealismo y la poesía, y un hombre de acción que en 1926 fundó la Revista
Amauta, y en 1928 el Partido Socialista y la Central General de Trabajadores.
Tal como señala Jorge Basadre, con Mariátegui se inician los estudios sociales
en el Perú1; introdujo una reflexión profunda
de la realidad adhiriendo el socialismo como fin ético de justicia social,
exento del dogma y la retórica, basado en una interpretación del marxismo
distinta al esquema del desarrollo histórico europeo. “No queremos ciertamente, - dice - que el socialismo en América
Latina sea calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con
nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo
indo-americano. He aquí una misión digna de una nueva generación”2.
Esta voluntad y anhelo por transformar la
sociedad peruana en la construcción de un mundo nuevo, recibió la influencia de
la vanguardia intelectual y artística de entonces: Gramsci, Croce, Sorel, Gobetti, Unamuno (sobre todo de su
libro La agonía del cristianismo), Freud,
Bergson, y de manera singular,
Nietzsche. No en vano, los Siete Ensayos
de Interpretación de la realidad peruana, publicado en 1928, está precedido
por un epígrafe del filósofo alemán: “Yo no deseo leer más a un autor del cual
se advierte que ha querido hacer un libro. Leeré solamente aquellos cuyas ideas
se convierte inesperadamente en un libro”.
Es precisamente en 7 Ensayos de
Interpretación de la Realidad Peruana, que el esfuerzo por conciliar su
concepción del socialismo con la realidad nacional cobra notable
particularidad. Quiso incluir un ensayo sobre la evolución política e
ideológica del Perú, pero no lo hizo pensando darle desarrollo y autonomía en
un libro aparte. Por lo demás, como él mismo señala, los 7 Ensayos
significan una contribución inacabada, puesto que reitera que volverá a los
mismos temas cuantas veces le indique la investigación y la polémica3. La evolución económica, el problema del
indio, el régimen de propiedad de la tierra, el proceso de la educación, el
factor religioso, regionalismo y centralismo, y el proceso de la literatura,
revelan la importancia fundamental que tuvieron estas cuestiones en su toda su
obra. Aquí, destaca la “formidable máquina de producción de los Incas y los
lazos de solidaridad de las comunidades indígenas, destruidos durante la
conquista española, y continuada por los políticos del período republicano,
teniendo como constantes: el despojo de sus medios de producción, la
explotación servil de su fuerza de trabajo, la destrucción de sus tradiciones
culturales de origen prehispánico y la imposición de otros valores, en
particular el idioma y la religión”4. Estamos
construyendo un país sobre los “inertes estragos indígenas”, y “los aluviones
de la civilización occidental”, dice y concluye afirmando: “La esperanza
indígena es absolutamente revolucionaria”.
La Educación en el Perú, antecedentes
Aunque la independencia forjada por los criollos influidos con las ideas
de libertad de la Revolución Francesa5,
significó el cimiento de un estado laico, el poder de la iglesia no disminuyó
imposibilitando cualquier cambio que pudiera mermar o atentar sus intereses.
Recién a mediados del siglo XIX durante el primer y segundo
gobierno de Ramón Castilla, de 1845 a 1851 y de 1855 a 1862, se
intentó convertir la educación en un elemento integrador de la Nación, a través
de una serie de medidas que comprendían la educación pública y privada y la
gratuidad de la enseñanza.
Se produjeron entonces encendidas polémicas, debates y proyectos en un
espacio donde se empezaron a conformar los discursos de identidad nacional, y
se trazaron los hitos de nuestra historia literaria y cultural6.
En este período destacada el pensamiento de Manuel González Prada sobre la
sociedad peruana y el Perú como Nación: cuestiones relativas a la educación, el
rol de la iglesia, la marginación de los indios, y la inferioridad de
condiciones de la mujer, significaron “el punto de partida del desarrollo de
una conciencia moderna del Perú”7, y tuvieron
una marcada influencia en los intelectuales de los años veinte.
En la década de 1870, surgieron revistas y
publicaciones que continuaron la labor iniciada por “El Mercurio Peruano”, el primer diario donde
por primera vez los peruanos adoptaron un papel de ciudadanos de este país y no
del Virreinato del Perú. El 26 de julio de 1873, Manuel Pardo y Lavalle, el
primer civil elegido como presidente del Perú, promulgó el Reglamento General
de Instrucción que estableció la gratuidad y obligatoriedad del primer grado de
la educación básica, y la descentralización de la educación pública. En ese
clima de hegemonía del discurso masculino, irrumpieron dos novelistas: Clorinda
Matto de Turner (1854-1909) y Mercedes Cabello de Carbonera (1845-1909),
importantes exponentes de un momento decisivo en la historia literaria y social
del Perú8.
Este lento proceso de modernización signado por
la secuela que dejó la Guerra del Pacifico y la pérdida de territorio y del
salitre, caracterizan los primeros años del siglo XX. Durante el gobierno de
José Pardo (1904-1908) se aprobó otra reforma de la educación, y el 7 de
noviembre de 1908, mediante la Ley 801 finalmente se permitió el ingreso de las
mujeres a las universidades, abriéndose así la posibilidad de una educación
inclusiva y equitativa en el Perú.
Un año antes, Francisco García Calderón publicó El
Perú contemporáneo, primer intento de abordar los problemas del Perú desde
una perspectiva integradora. Según Robert Paris, constituye una de las
principales claves de los 7 ensayos, y anota como curiosidad, que
también está dividido en “siete capítulos, en los que podríamos encontrar sin
dificultad una prefiguración de los 7 ensayos. La mayoría de los
problemas abordados en ese libro son, en efecto aquellos que Mariátegui va a
encontrar unos veinte años más tarde”9.
Son los años del Partido Civil en el poder, de
la llamada República Aristocrática como la definiera Basadre, de las luchas
obreras en demanda de mejores salarios y la jornada de trabajo de ocho horas,
que coincide con el auge de las inversiones en los sectores agro-exportadores y
mineros. La educación figura en el centro del debate entre en Alejandro Deustua
(1849-1945), y Manuel Vicente Villarán (1873-1958). Deustua, “una de las
figuras mayores de la historia de la filosofía en el Perú, cuya obra culmina en
una suerte de “aristocratismo”, a juicio de Augusto Salazar Bondy”10, representó para Mariátegui “la reacción del
viejo espíritu aristocrático, más o menos ornamentada de idealismo moderno”11. Su preocupación estuvo orientada a la
“educación de las clases elevadas o dirigentes. Todo el problema de la
educación nacional residía para él en la educación de la élite. Y, por
supuesto, esta elite no era otra que la del privilegio hereditario”. Deustua,
dice Robert París, definía una pedagogía de la libertad y cita a
Mariátegui: “libertad interior, libertad moral y estética, (que) constituye el
fin y el contenido de la educación”; es decir, un programa que no habría
repudiado el neohegelismo italiano12.
Mientras que la “denominada vertiente
norteamericana – que algunos llamaron entonces positivista, pragmática o
práctica, sin advertir que cada una de estas acepciones implica a veces cosas
distintas”13 – estuvo representada por
Villarán que postulaba “una educación profesional y científica frente a la
libresca y verbalista imperante”.Impulsó la reforma de educación de 1920
elaborada por una comisión presidida por él y asesorada por Edwin Bard, jefe de
la misión norteamericana invitada por el Gobierno para reorganizar la instrucción
pública14. Hecho que fue criticado duramente
por José Antonio Encinas en el contexto de la realización del Primer Congreso
de Estudiantes del Cusco que acordó la creación de las universidades populares,
cuya concreción tuvo lugar en 1921.
Las intensas movilizaciones y
huelgas obreras en el Perú en 1919 y el movimiento de la Reforma Universitaria
de Córdoba, que se inició el 15 de junio de 1918, constituyen para Mariátegui
la clave del campo teórico donde se desarrolla su discurso, señala Robert Paris15. El movimiento de la Reforma, enfatiza Mariátegui, “tenía lógicamente que
atacar, ante todo, esta estratificación conservadora de las Universidades”16, la existencia arbitraria de cátedras, el
mantenimiento de profesores ineptos, y la exclusión de intelectuales
independientes. Por ello, sitúa la reforma
universitaria en el campo de la ideología y las reivindicaciones, y afirma que
el movimiento estudiantil de Córdova significa “el nacimiento de la
nueva generación latinoamericana”17, aunque
careció en sus inicios de homogeneidad y autonomía, y no existió alianza alguna
entre el movimiento estudiantil y el obrero.
Pero no solo se trata de revueltas obreras,
entre 1929 y 1923 se suceden las rebeliones indígenas en el sur andino. “Los
levantamientos fueron en su mayor parte ataques a las haciendas precedidos de
litigios judiciales contra los gamonales18.
También las mujeres iniciaron su lucha y participaron “en distintos proyectos
políticos configurando sus agendas con demandas sobre educación, el
mejoramiento de las condiciones de trabajo y la exigencia del derecho al
sufragio universal, finalmente logrado en la mayoría de los países de la región
entre 1929 y 1961”19. Este es el clima de
debate y efervescencia social que enmarcó el discurso de Mariátegui sobre la
educación en el Perú.
*Conferencia de
Inauguración. Encuentro Mariátegui y
Educación. Universidad del Estado de Río de Janeiro, Brasil. 4 – 5 mayo,
2010.
(1) Jorge Basadre. “Introducción
a los 7 ensayos”. Mariátegui y los orígenes del marxismo Latinoamericano.
México, 1980, p.341.
(2) Mariátegui. “Aniversario y
Balance”. Mariátegui Total, Lima, 1994, p. 261.
(3) Mariátegui. 7 ensayos de interpretación de la realidad nacional.
Lima, 1992, p. 12 (Todas las citas pertenecen a esta edición).
(4) Saladino. “Fuentes del
indigenismo peruano del siglo XX”. Identidad (es) del Perú en la literatura
y las artes. Canadá, 2005, p. 69.
(5) Mariátegui. “Lo nacional y
lo exótico”. Peruanicemos al Perú. Lima, 1970, p. 26; Mariátegui
Total. Lima, 1994, pp. 289-291. Publicado en Mundial, Lima, 9 de diciembre,
1924.
(6) Debate precedido por
Francisco de Paula González Vigil (1792-1875), clérigo e ideólogo del
pensamiento ilustrado que se enfrentó al caudillismo y a la Iglesia por lo que
fue excomulgado. También por otro destacado intelectual, Mariano Amézaga, que
criticó el rol de la Iglesia y se opuso a la visión del catolicismo respecto de
la inferioridad y subordinación de la mujer.
(7) Cesar Germana. “Manuel González Prada y
Víctor Raúl Haya de la Torre. De la democracia literal al nacionalismo
radical”. Université Michel de Montaigne, Bordeaux 3, 2005.
(9) Robert Paris. “Para una
lectura de los 7 ensayos”. Mariátegui y los orígenes del marxismo
Latinoamericano. México, 1980, p. 311.
(10) Gregorio Weinberg.
“Mariátegui y la Educación”. CELEHIS, Mar del Plata, 1996, p. 36.
(12) Robert Paris. “El marxismo
de Mariátegui”. Mariátegui y los orígenes del marxismo Latinoamericano.
México, 1980, p. 122.
(13) Weinberg, “Mariátegui y la
Educación”, CELEHIS,p. 33.
(14) Mariátegui. “La herencia
colonial y las influencias francesa y norteamericana”. 7 ensayos, Lima,
1992, p. 118.
(15) Robert
Paris. El evangelio del socialismo peruano”. Boletín 7 ensayos 80 años. No. 4,
junio 2008, p. 2.
(18) María Beatriz Gentile.
“Mariátegui y la utopía andina”. CELEHIS, Mar del Plata, p. 140.
(19) Arturo Sánchez García.
“Género, Estado y Nacionalismo en América Latina”. Mujeres en el mundo, Valencia-Venezuela,
2009, p. 92.
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