viernes, 3 de noviembre de 2023

Política

A Propósito de Algunas Ideas Erróneas

Eduardo Ibarra 

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¿Es cierto que Mariátegui propuso un partido legal? Esta es una cuestión que exige una investigación prolija. En «Principios programáticos del Partido Socialista», Mariátegui acordó lo siguiente: 


La libertad del Partido para actuar pública y legalmente, al amparo de la Constitución y de las garantías que ésta acuerda a sus ciudadanos, para crear y difundir sin restricciones su prensa, para realizar sus congresos y debates, es un hecho reivindicado por el acto mismo de fundación pública de esta agrupación.1

Quien se limite a esta cita y no investigue y no la interprete correctamente en el marco general del pensamiento y de la praxis del Partido Socialista del Perú, se equivoca profundamente. Todo marxista debe saber buscar la verdad del Partido de Mariátegui no solo en los documentos disponibles, sino también en la praxis partidaria; no solo en lo que fue el PSP, sino también en lo que fue el proyecto mariateguiano, proyecto no consumado, como lo sabemos todos. Por partido de Mariátegui hay que entender, entonces, lo que históricamente fue el Partido Socialista del Perú y, al mismo tiempo, lo que hubiera tenido que ser según lo proyectado. 


En el Acta de la Reunión del 1 de marzo de 1930, se sostiene lo que sigue:

 

Por unanimidad se aprobó enseguida la segunda parte de la moción de orden del día, conforme a la cual, todos los miembros del C.C. y de los grupos de provincias, suscriben el Manifiesto y documentos, reservándose el C.E. la designación de los que en delegación del P. deben suscribirlo al ser dados a la publicidad, designación para la cual el C.E. tendrá en cuenta el interés del P. y las razones de oportunidad y eficacia de tal elección.

 

Como vemos, por un lado el Acta da cuenta de que «todos los miembros del C.C. y de los grupos de provincias, suscriben el Manifiesto y documentos», pero, por el otro, da cuenta de que «la designación de los que en delegación del P.» debían suscribir el «Manifiesto» y los documentos a publicarse, debía tener «el interés del P. y las razones de oportunidad y eficacia de tal designación». Esto significa que la firma de todos los miembros del CC y de los grupos de provincias, era para fines internos, mientras que para fines externos solo algunos militantes suscribirían el «Manifiesto» y los documentos. Por lo tanto, la «fundación pública del Partido» era en realidad la fundación de su red pública que, como es lógico, no podía aparecer sino como Partido Socialista del Perú. Así, el Partido hubiera ocupado un espacio en la vida política del país mediante su red pública; es decir, preservando su carácter clandestino y fundando su red pública, el Partido Socialista del Perú hubiera sentado la base organizativa necesaria para ligar adecuadamente su trabajo clandestino y su trabajo abierto.

 

Mariátegui tenia domicilio conocido y en el «Rincón Rojo» (así era conocida su casa), se realizaban casi cotidianamente reuniones de conversación libre entre intelectuales, artistas y trabajadores. Pero, paralelamente, las reuniones de la organización partidaria (por ejemplo la reunión del 16 de setiembre de 1928, la reunión del 7 de octubre del mismo año, las reuniones de la segunda mitad de 1929 en las que se aprobó el programa del Partido, las reuniones del 1 y 4 de marzo del CC del Partido, etcétera, fueron todas reuniones clandestinas). Es decir, aquellas reuniones en el «Rincón Rojo» y otras reuniones abiertas le servían de cobertura al Partido para desarrollar su trabajo clandestino. Esta combinación del trabajo clandestino y el trabajo abierto es una experiencia ejemplar.

 

Por otro lado, Amauta, que, como se sabe, fecundó la fundación del Partido Socialista del Perú, y Labor, que, como se sabe también, propagó la influencia del Partido en el seno de las clases trabajadoras, fueron publicaciones legales. Pero hay que recordar que, ante la represión y el cierre de Amauta, en setiembre de 1927 el maestro consideró publicar su revista en Argentina y su introducción al Perú por vía ilegal. Es decir, Mariátegui no tenía un «esquema rígido» del estatus de Amauta en nuestro medio. Veamos lo que sostuvo el maestro al respecto:

 

Trataré de reanudar en Lima la publicación de “Amauta”. Si no pudiera conseguir la reconsideración de su clausura, me dedicaré a preparar mi viaje a Buenos Aires para establecer ahí la revista, que tiene extensa base de circulación americana, y seguro éxito en el Perú, donde la considerable importación de revistas argentinas consiente introducirla en gran escala, aun en el caso de que se prohíba su entrada. Me sería absolutamente imposible permanecer sofocado aquí material e intelectualmente. Mi presencia en el Perú debe tener un objeto. Si lo pierde, nada la justifica.2

 

A buen entendedor, pocas palabras. Mariátegui tenía la flexibilidad mental necesaria para desarrollar el trabajo de propaganda. No se ataba las manos y, así, la propaganda del Partido podía ser legal o ilegal, dependiendo estos estatus distintos y aun opuestos, de las condiciones específicas: en aquellas a las que hace referencia Mariátegui, Amauta habría sido legal en Argentina e ilegal en el Perú.

 

Esta flexibilidad es expresión de aquella otra de la que hemos hablado en otro lugar: el grado de clandestinidad del Partido y el grado de legalidad de su red pública dependen de las condiciones específicas en cada período de la lucha de clases; es decir, en la construcción del Partido no caben esquemas rígidos, pues todo depende de las condiciones objetivas concretas.

 

Creer que el proyecto mariateguiano de partido fue de un partido legal, es tomar a Mariátegui como coartada para proponer hoy un partido legal, o sea, para liquidar el partido del proletariado peruano o exponerlo a la liquidación. Ningún marxista-leninista puede ignorar que el Partido Socialista del Perú aspiraba a un estatus legal, pero sin cancelar su aparato clandestino, y una opinión distinta solo puede tener como origen la falta de estudio minucioso, la falta de investigación de todas las ideas y todos los hechos relativos a la cuestión, o sea, solo puede tener como fuente la más flagrante negación del método marxista.

 

Es pertinente recordar que, acerca de la legalidad de los partidos proletarios en el capitalismo, Mao señaló en 1957 lo que sigue:

 

En algunos países capitalistas se permite, es cierto, la existencia legal del Partido Comunista, pero sólo hasta el punto en que éste no ponga en peligro los intereses fundamentales de la burguesía; no se le permite ir más allá de ese límite.3

 

Mao dice, con razón, «En algunos países capitalistas», o sea que no en todos y, esta situación no ha cambiado grandemente. Por otro lado –y esto es lo decisivo– dice Mao, también con razón, que tal permisión tiene el límite de que el partido proletario no ponga en peligro los intereses de la burguesía. No es difícil entender que, por lo tanto, incluso en aquellos países capitalistas donde el partido proletario puede desenvolver una actividad legal, no puede confiar en esta legalidad y, por lo tanto, en todo momento debe mantener su trabajo clandestino.

 

Ya en otro lugar hemos mencionado el ejemplo doloroso de Indonesia, donde por un exceso de confianza en la legalidad, es decir, por realizar un trabajo legal sin el sostén de un trabajo clandestino, o sea, por caer en legalismo, centenares de miles de militantes del Partido Comunista fueron asesinados en 1965. Y no es el único caso que recuerde la memoria histórica.

 

Un partido cuya estructura organizativa implica un trabajo clandestino y un trabajo legal, ¿qué es? ¿Un partido legal? ¿Un partido clandestino? El lector marxista puede decidir, pero como el trabajo clandestino dirige el trabajo abierto, el Partido puede ser definido como clandestino, no obstante tener un estatus legal; pero, también, por cuanto tiene este estatus, puede ser definido como partido legal. En este cuadro, el partido legal se revela, entonces, como un partido clandestino con un estatus legal (o como un partido legal con un trabajo clandestino), y el legalismo aparece como una actividad partidaria que reniega de todo trabajo clandestino.

 

07.07.2023.

 

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(1) Ideología y política, p. 164.

(2) Carta del 30 de setiembre de 1927 a Samuel Glusberg, en José Carlos Mariátegui, Correspondencia (1915-1930), Lima, 1984, Empresa Editora Amauta S.A., t. I, p. 304.

(3) «Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo», en Obras escogidas, t. V, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1977, pp. 423-424.

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