El
Cerebro y la Psique. Lo Fisiológico y lo Psíquico*
E. V.
Shorojova
EL PROBLEMA DE LOS
FUNDAMENTOS naturales de la conciencia tiene una importancia filosófica general
y también específica especial. La solución de ese problema es importante para
la filosofía porque se refiere directamente al problema filosófico fundamental.
Es sabido que la solución del problema de las relaciones entre la materia y el
espíritu, el ser y la conciencia depende del nivel de desarrollo alcanzado por
las ciencias naturales. Al mismo tiempo los problemas filosóficos generales se
concretan en las ciencias naturales. En particular, la solución del problema
fundamental de la filosofía en psicología se concreta en el llamado problema
psicofísico o problema de la relación entre el cerebro y la conciencia.
Pese a los colosales éxitos de las ciencias naturales en
general y de aquellas partes suyas que estudian la actividad del organismo, del
sistema nervioso y del cerebro, se sigue afirmando todavía ahora que los
fenómenos psíquicos no están relacionados con la actividad fisiológica del
cerebro. Algunos científicos, ocupados directamente en la investigación de la
actividad del sistema nervioso, se hacen eco de ideas francamente religiosas
acerca de ese problema. Uno de los investigadores más importantes del sistema
nervioso, Sherrington, refiriéndose al problema de las relaciones entre el
cerebro y la conciencia, declara con toda sinceridad que la conciencia y el
cerebro constituyen dos sistemas desligados entre sí, que la actividad del cerebro
no guarda ninguna relación con el surgimiento de la conciencia. En opinión de
Sherrington, el cerebro representa un sistema material que es objeto de las
ciencias naturales, pero la competencia de las ciencias naturales no se
extiende al estudio de la conciencia.1 Las posiciones de que parte,
así como su tesis de la imposibilidad de aplicar la doctrina del reflejo
condicionado al estudio de la actividad cerebral, fueron enjuiciados por Pávlov
como un dualismo manifiesto; según Sherrington, el hombre consta de un cuerpo
mortal y un espíritu imperecedero desligado del cuerpo. “Comparando las leyes
del cerebro y sus mecanismos -decía Pávlov refiriéndose a Sherrington-, llega a
una conclusión sumamente extraña. Resulta que hasta la fecha no está seguro, ni
mucho menos, de que el cerebro tenga alguna relación con nuestra mente. Un
neurólogo que ha consagrado su vida a ese asunto sigue dudando hasta ahora que
el cerebro tenga alguna relación con la inteligencia… Se trata de una idea
puramente dualista. Equivale al punto de vista de Descartes: el cerebro es un
piano, un instrumento pasivo, y el alma es el concertista que extrae de ese
piano todas las arias y todo cuanto quiere. Por lo visto, así piensa.”2
La posición dualista de Sherrington queda demostrada también por su tesis de
que el concepto de conciencia aniquilará el obstáculo, que se ha alzado
irracionalmente en el camino de la unidad del individuo, si consigue alojar en
el individuo humano un alma inmortal. Desde su punto de vista, la naturaleza y
la conciencia constituyen dos esencias diferentes, desligadas la una de la
otra. El hombre es el eslabón que las relaciona entre sí.
Esa posición dualista inicial, que consiste en divorciar la
conciencia de la materia, determina el curso ulterior de su pensamiento que
procura establecer entre la conciencia y la materia diversos vínculos y
formular leyes que regulan las acciones recíprocas entre ellas. Los sistemas
divorciados de el comienzo debían ser relacionados de alguna manera, había que
indicar el carácter de sus nexos recíprocos. Ante muchos investigadores se
plantea la tarea de descubrir las relaciones recíprocas entre la materia y la
conciencia. Su solución, sin embargo, depende de las posiciones teóricas
generales de los autores. Está ampliamente la concepción dualista en la
solución del problema del “cerebro y la psique”. Los propios representantes de
ese punto de vista dicen que sus teorías, sobre las relaciones recíprocas entre
ambas, son una variante del dualismo y que esas son las teorías más adecuadas
para solucionar el problema de las relaciones recíprocas entre el cerebro y la
psique.3 Su posición teórica inicial, según dicen, está confirmada
científicamente. En opinión de Adrián, por ejemplo, la misión del investigador
consiste en averiguar cuándo y en qué circunstancias interviene la conciencia
en el curso de los procesos nerviosos.4
Otros investigadores han tratado de completar la formulación
dualista de la tarea general hecha por Eddington, Sherrington, Adrián y otros
autores, explicando cómo establece la conciencia sus relaciones con el cerebro.
El intento más conocido en este aspecto corresponde a Eccles, destacado
fisiólogo moderno inglés. En uno de sus artículos,5 él se plantea la
tarea de poner al desnudo las condiciones en medio de las cuales se establece
la relación entre el cerebro y la conciencia, que a juicio suyo son independientes
entre sí. De este modo, la misión que se plantea no es la de esclarecer en qué
condiciones surge la conciencia o de qué modo el cerebro la engendra, sino en
dilucidar bajo qué condiciones se relacionan entre sí el cerebro y la
conciencia que tienen una existencia independiente. En el artículo señalado,
Eccles dice que puede establecerse el vínculo entre la conciencia y el cerebro
porque el cerebro posee una función perceptiva propia de él tan solo (la
función detectora). En opinión de Eccles, se precisa un determinado nivel de
actividad de la corteza cerebral para establecer el vínculo entre la conciencia
y el cerebro. El descenso de ese nivel trae como consecuencia inevitable la
rotura de los vínculos entre la conciencia y el cerebro. Para Eccles, la
conciencia actúa sobre el cerebro gracias a su influjo sobre las neuronas y en
particular sobre la sinapsis. Este influjo se produce porque la conciencia
puede variar la situación de la sinapsis, desplazándola a una determinada
distancia (dentro de los límites de magnitudes ultramicroscópicas). Debido a
que entre las neuronas de las células nerviosas del cerebro existen numerosos
vínculos y la excitación se transmite a través de una red neuronal, la
conciencia, mediante el desplazamiento de la sinapsis, ejerce un influjo sobre
la materia del cerebro.
En la monografía The neurophysiological Basis of Mind
(1953) expone Eccles sus concepciones en una forma más amplia y elaborada.
Refiriéndose a los nuevos datos de la fisiología y, en particular, de la
electrofisiología, Eccles se solidariza con la posición de Eddington,
Sherrington, Adrián y Clarck en la solución del problema “el cerebro y la
conciencia”.
Las posiciones iniciales de Eccles en el problema de las
relaciones recíprocas del cerebro y la conciencia son similares a las
formuladas por Sherrington y Adrián, es decir, admite que la relación entre la
conciencia y el cerebro se efectúa en la corteza con la participación de los
centros diencefálicos. Los impulsos nerviosos de esos centros mantienen la necesaria
actividad de la corteza. Para que se establezcan nexos entre la conciencia y el
cerebro, se precisa un alto nivel de esa actividad. La actividad se manifiesta
en la aparición de descargas nerviosas y en la generalización de los impulsos
de las neuronas de la corteza cerebral.
Al desarrollar la idea de la función detectora de la corteza,
que distingue su sensibilidad de la sensibilidad de cualquier instrumento
físico, Eccles enuncia la tesis de que cualquier forma de oscilación de la
conciencia es copiada por las formas de oscilación espaciales y temporales de
la actividad nerviosa. Tratando de comprender de algún modo cómo se reproducen
en los cambios nerviosos los cambios que se producen en la conciencia, Eccles
formula su posición del siguiente modo: “El nexo entre el cerebro y la
conciencia transcurre en dos direcciones: del cerebro a la conciencia en el
mismo grado que de la conciencia al cerebro en los actos volitivos. Los datos
que poseemos sobre el cerebro nos proporcionan la base para emitir una
hipótesis sobre la influencia de la conciencia sobre el cerebro. El camino
inverso, es decir, de qué modo son percibidas por la conciencia las
oscilaciones específicas de la actividad del cerebro, está menos claro; no
obstante, si la conciencia puede influir sobre las formas dinámicas
espaciales-temporales, cabe esperar, evidentemente, que también sea accesible a
la acción en sentido inverso.”6
Pese a que Eccles utiliza en sus conceptos los últimos datos
de la ciencia sobre la actividad del cerebro, sus opiniones no sobrepasan el
nivel de las ideas dualistas sobre las relaciones recíprocas entre el cerebro y
la conciencia.
El contenido fundamental de las ideas dualistas no se ha
modificado desde los tiempos de Descartes. Ha cambiado únicamente la forma y
argumentación.
El problema psicofísico, por su situación en la confluencia
de la filosofía y las ciencias naturales, por su importancia desde el punto de
vista de la concepción del mundo y por su escasa argumentación científica,
suscita un vivísimo interés tanto entre los hombres de ciencia como entre los
filósofos. En los diversos periodos de desarrollo de las ciencias naturales se
planteaba de diferente manera ese problema. Hasta mediados del siglo XIX,
cuando no hacían más que iniciarse los experimentaos sobre la fisiología del
sistema nervioso, la principal base científica natural del problema susodicho
eran las investigaciones anatómicas y morfológicas. Debido a ello, el problema
psicofísico se reducía a un problema de localización de procesos psíquicos en
el cerebro. Con el desarrollo de la fisiología, sobre todo de la fisiología de
los segmentos superiores del sistema nervioso, que ha demostrado sin lugar a
dudas la tesis materialista de que la conciencia es una función del cerebro, el
problema psicofísico empezó a considerarse como el problema de las relaciones
entre fenómenos fisiológicos y psíquicos.
En la última década, sobre todo después de la famosa sesión
de las dos academias de la U.R.S.S., consagrada a la doctrina fisiológica de
Pávlov, las discusiones en torno a ese problema se han animado muy
particularmente. La intensificación del trabajo experimental y la asimilación
teórica de la doctrina de Pávlov, considerada como base científica natural de
la teoría marxista-leninista del conocimiento y la psicología soviética, han
exigido una respuesta clara al problema de las relaciones entre los fenómenos
fisiológicos y psíquicos. Esta cuestión se debatió en numerosas conferencias
especiales (recuérdese la polémica mantenida en los años de 1953-1954 en las
revistas Pedagogía Soviética y Problemas de filosofía) y se trató
en diversas obras dedicadas fundamentalmente al problema de los fisiológico y
lo psíquico.
Hoy día, el problema psicofísico se plantea como el problema
de las relaciones entre los fenómenos fisiológicos y psíquicos; por esta razón,
lo que se investiga son las relaciones recíprocas entre los psíquico y las
formas de movimiento de la materia. Como es sabido, este problema está
planteado desde hace tiempo; pero debido al nuevo aspecto que ofrece (la
necesidad de caracterizar las relaciones recíprocas entre los fisiológico y lo
psíquico) surge la necesidad de abordarlos nuevamente. Las discusiones pasadas,
así como los trabajos publicados sobre las relaciones entre la conciencia y las
formas de movimiento de la materia, han puesto de manifiesto la existencia de
dos posiciones extremas. Los partidarios de una afirman que la conciencia es
una forma de movimiento de la materia; un punto de vista diametralmente opuesto
lo defienden otros autores, quienes suponen que la conciencia no puede
considerarse como forma de movimiento de la materia, aunque se la conciba como
una forma superior.
Engels, al defender en materialismo en su pugna con el
idealismo, subraya la tesis de que la unidad del mundo reside en su
materialidad y que todo lo existente en el mundo representa diversas formas de
movimiento de la materia. El pensamiento y la conciencia no constituyen una
excepción en este sentido. “El movimiento, en el sentido más general de la
palabra, concebido como una modalidad o un atributo de la materia, abarca todos
y cada uno de loa cambios y procesos que se operan en el universo, desde el
simple desplazamiento de lugar hasta el pensamiento.”7
Caracterizando en otro lugar las relaciones entre la materia y el movimiento,
Engels indicaba que “el movimiento de la materia no es el simple desplazamiento
de lugar: es el calor y la luz, la tensión eléctrica y magnética, la
combinación y la disociación químicas, la vida y, por último, la conciencia”.8
Los representantes del primer punto de vista mencionado
afirman, citando a Engels, que el pensamiento, la conciencia, representan una
forma de movimiento de la materia. Algunos autores razonan de un modo
materialista vulgar manifiesto; V. M. Arjipov escribe, por ejemplo: “La psique
es una de las formas de movimiento de la materia; por consiguiente, la psique
es un fenómeno que transcurre en el tiempo y en el espacio. La materia es una
realidad objetiva que no es dada en sensaciones; la psique es un fenómeno
sensible, que se puede «tomar en las manos». Tal es el punto de vista del
materialismo dialéctico y, en particular, de Engels, quien afirma con palabras
que no admiten equívocos que la psique es una forma de movimiento de la
materia.”9
Los autores que ocupan una posición diametralmente opuesta
(N. A. Jromlov [sic] y otros) afirman que la idea de que la conciencia es una
forma de movimiento de la materia “no tiene nada de común con la teoría
marxista-leninista del reflejo; los clásicos del marxismo-leninismo demuestran
que la psique no puede reducirse ni a la forma de movimiento de la materia ni a
la propia materia”.10
Estas dos posiciones
extremas, representadas, en particular, por Arjipov, por una parte, y Jromov,
por otra, no pueden satisfacer la concepción materialista dialéctica sobre las
relaciones recíprocas efectivas entre la conciencia y la materia. ¿Cuáles son
sus defectos y en qué dirección se ha de buscar la respuesta sobre el carácter
de las relaciones entre la materia y la conciencia?
Los partidarios de la posición que niegan que la conciencia
es una forma de movimiento de la materia caen en el error de divorciar la
conciencia de la materia, de anteponer radicalmente la primera a la segunda.
Tras su lucha aparente contra el materialismo vulgar se oculta una concepción
idealista de las relaciones recíprocas de la materia y la conciencia. La fuente
de esa concepción es la oposición metafísica de la materia y la conciencia,
oposición que es, a su vez, el efecto del divorcio entre el movimiento y la
materia. Los idealistas que reconocen el movimiento, los cambios de la
conciencia, de los pensamientos, consideran que esos cambios se deben a una
capacidad psíquica interna que actúa espontáneamente. El movimiento del
pensamiento, desde su punto de vista, no está relacionado con el movimiento de
la materia. “El idealista no pensará ni por un instante negar que el universo
sea movimiento, a saber: movimiento de mis pensamientos, de mis representaciones
mentales, de mis sensaciones. El idealista rechazará como absurda la cuestión
de qué es lo que se mueve: se produce un cambio de mis sensaciones, mis
representaciones mentales aparecen y desaparecen, y esto es todo.”11
Al subrayar el movimiento, los idealistas pierden de vista lo que se mueve. La
materia desaparece, no queda más que el movimiento. Los representantes de ese
punto de vista, al no reconocer la definición de la conciencia como forma de
movimiento de la materia, al insistir en el carácter específico de la
conciencia, en su irreductibilidad a la materia, de hecho separan lo psíquico
de lo material y convierten la conciencia en esencia independiente.
Es igualmente errónea la posición de quienes opinan que la
conciencia es una forma de movimiento de la materia. Su error consiste en que
al caracterizar la conciencia, el pensamiento, como una forma de movimiento de
la materia, reducen el propio movimiento a la materia. De esa reducción deriva
lógicamente de que la conciencia es algo material. Es material a tal punto que,
según afirma V. M. Arjipov, se le puede “tomar en las manos”.
Al subrayar la dependencia material causal de la conciencia,
el vínculo entre la conciencia y la materia, el materialismo dialéctico no
reduce la conciencia a la materia.
Lenin expresó con la máxima exactitud las relaciones
recíprocas entre la conciencia y el movimiento de la materia al escribir que
las concepciones del materialismo no consisten “en deducir la sensación del
movimiento de la materia o en reducirla al movimiento de la materia, sino en
considerar la sensación como una de las propiedades de la materia en
movimiento”.12 Así, pues, la conciencia no es materia no movimiento,
sino una propiedad de la materia en movimiento. A esta idea corresponde la
definición de la conciencia como una propiedad de la materia altamente
organizada. En efecto, en el mundo no hay nada fuera de la materia en
movimiento. La conciencia no es un principio independiente. El dato primario de
todo es la materia. El monismo de la teoría materialista dialéctica consiste en
reconocer que todo lo existente son formas diversas y cambiantes de la materia.
Al mismo tiempo, el materialismo dialéctico afirma que en un determinado nivel
de desarrollo de la materia aparece en ella la propiedad de reflejar en
imágenes ideales, mentales, la realidad existente al margen del hombre. El
carácter peculiar y específico de esa propiedad, en comparación con otras
propiedades de la materia, radica precisamente en su idealidad. La conciencia
no es una sustancia o esencia peculiar. No es más que una propiedad peculiar,
una manifestación de la esencia material. A semejanza de cualquier otra
propiedad de la materia, la conciencia surge durante la interacción únicamente
de objetos y fenómenos objetivos. Surge como resultado de la interacción
material. Fuera de esa interacción, la conciencia no existe. Sin embargo, el
hecho de que la conciencia sea la propiedad de la materia organizada de un modo
especial, el cerebro, y de que surja como resultado de la interacción de sistemas
materiales, el hombre y el mundo exterior, no significa que la propia
conciencia sea material. Por muchas reservas que se hagan al afirmar la
materialidad de la conciencia, pese a los diversos argumentos que se aduzcan en
su favor, su resultado final nos conduce inevitablemente a deducciones
materialistas vulgares.
El punto de vista materialista dialéctico no consiste en
negar la realidad de lo ideal, al aplicar consecuentemente el principio del
monismo materialista, sino en explicar, partiendo de ese mismo principio, la
aparición de una propiedad especial de la materia, la propiedad de reflejar la
realidad objetiva en forma de imágenes ideales. El monismo, en el caso dado,
consiste en considerar lo ideal como derivado de lo material. El carácter
derivado de lo ideal, de lo psíquico, radica, en primer lugar, en que es el
resultado, el producto de la actividad de un órgano material, el cerebro, y,
segundo, en que lo ideal viene a ser una fotografía, una copia, el reflejo del
mundo material. Sin embargo, al reconocer que existen fuentes materiales de la
conciencia, no se debe identificar la conciencia con la materia o, lo que de
hecho es igual, afirmar que a conciencia es material. El intento hecho por
algunos autores (F. F. Kalsin) de salvar esa difícil situación delimitando los
conceptos de “materia” y de “lo material” como sustancia y propiedades, no es
afortunado, pues no sale, al fin y al cabo, del marco de la interpretación
materialista vulgar de las relaciones recíprocas entre la materia y la
conciencia. La cuestión no cambia de hecho si la conciencia se considera como
propiedad material y no como materia. Este punto de vista se diferencia de las
concepciones de los materialistas vulgares del siglo XIX por sustituir tan solo
la materia por lo material. En el caso dado, el problema de las relaciones
recíprocas entre el ser y el espíritu, entre la materia y la conciencia, no se
resuelve, sino que deja de ser problema simplemente. El problema que se debate
a lo largo de toda la historia de la filosofía como problema fundamental de
cualquier concepción del mundo pierde así su justificación. De problema básico
se transforma en un problema particular que trata de las relaciones recíprocas
entre las diversas propiedades de la materia, y acerca de cuál de ellas es la
sustancia, con la particularidad de que se admite que la materia no puede tener
más propiedades que las materiales. La tesis materialista básica acerca de los
vínculos entre la conciencia y la materia, llevada metafísicamente a
identificar lo ideal con lo material, favorece en fin de cuentas el idealismo.
La solución materialista dialéctica del problema de lo material
y lo ideal parte del estudio de las conexiones entre la conciencia con la
actividad material del cerebro y su definición como reflejo de la realidad. La
literatura filosófica y psicológica soviética acepta firmemente la tesis de que
la conciencia, como reflejo de la realidad, no puede identificarse con la
realidad reflejada. La imagen del objeto es, claro está, algo distinto que el
propio objeto. Citando a Lenin, quien hablaba de la antítesis absoluta de la
materia y la conciencia dentro de los límites del problema gnoseológico, la
mayor parte de los autores afirman que fuera de esos límites dicha antítesis es
relativa. Pero cuando pasan a caracterizar esa antítesis relativa es cuando
empiezan las más acaloradas discusiones. En el curso de ellas se plantea el
problema de cuál es la antítesis de la materia y la conciencia fuera de los
límites del problema gnoseológico fundamental y hasta qué punto es relativa esa
antítesis.
Gracias a las conquistas de la doctrina fisiológica de Pávlov
y al reconocimiento de que la actividad nerviosa superior es la base de la
conciencia, el problema de la materia y la conciencia adquieren un aspecto
concreto, es decir, el de problema de las relaciones recíprocas entre la
conciencia y la actividad nerviosa superior. Los científicos soviéticos (los
filósofos, psicólogos y fisiólogos) reconocen unánimemente hoy día que la
actividad nerviosa superior guarda directa relación con la aparición de la
conciencia. Pero existen diversos puntos de vista acerca de cuáles son esas
relaciones.
El problema de las relaciones entre la conciencia y la
materia en movimiento -problema filosófico general-, la idea de que la
conciencia es una propiedad de la materia en movimiento, cobra una forma
concreta en el estudio de las relaciones recíprocas de la actividad nerviosa
superior y la conciencia. En esta forma concreta, el problema de las relaciones
entre la materia y la conciencia sigue debatiéndose hasta hoy día. El vivo
interés que despierta se explica por su gran importancia para la filosofía y su
importancia, todavía mayor, para la filosofía de la actividad nerviosa superior
y la psicología. De su solución depende la definición del objeto de la
psicología, el esclarecimiento de las correlaciones entre la psicología y la
fisiología, el esclarecimiento de las correlaciones entre la psicología y la
fisiología de la actividad nerviosa superior, el enjuiciamiento y la elección
de los métodos de estudio de los fenómenos psíquicos. En el libro que ofrecemos
a la atención del lector no examinamos este conjunto de problemas tan
importantes y complicados que requieren una detallada investigación especial.
Solo nos referimos a ese problema en relación con la tarea fundamental de esta
parte de nuestro trabajo: caracterizar las bases fisiológicas de la conciencia.
Existen dos soluciones diametralmente opuestas para resolver
el problema referente a las relaciones recíprocas entre la psique y la
actividad nerviosa superior. Los partidarios de una de ellas afirman que la
actividad nerviosa superior y la psique es una y la misma cosa. Y como la
actividad nerviosa superior es estudiada certeramente por la fisiología, la
psicología no tiene razón de existir como ciencia independiente si es que no
quiere limitarse a descripciones superficiales. Esos autores consideran el
llamamiento de Pávlov a “fundir”, poner lo subjetivo sobre lo objetivo, lo
psíquico sobre los fisiológico, como un llamamiento a identificar la psicología
con la fisiología de la actividad nerviosa superior, mejor dicho, a suprimir la
psicología y a sustituirla por la fisiología. Semejantes ideas estaban muy en
boga tanto entre los fisiólogos como entre los psicólogos, sobre todo poco
después de las sesiones de la conferencia consagrada a Pávlov. En opinión de M.
A. Viazemski, por ejemplo, “lo psíquico coincide en esencia con lo fisiológico,
con los procesos de excitación e inhibición del cerebro que interactúan entre
sí, cuyo grado, cualidad y distribución, sujeta a cambio constante, en la
corteza y subcorteza cerebral guardan indisoluble conexión con el medio
exterior e interior del hombre, reflejando tanto los factores biológicos como
los sociales”.13 Esta identificación lleva a la conclusión de que la
fisiología, al parecer, tiene derecho a que su sistema de concepción sustituya
las categorías psicológicas funcionales caducas y sin ninguna significación. Lo
psíquico no puede ser un concepto científico, tal es la deducción a la que
lleva esa amplia interpretación de la fisiología de la actividad nerviosa
superior.14
“Al estudiar la actividad del cerebro -escribe V. M.
Arjipov-, la ciencia no descubre en ella otros procesos que los nervios, por lo
cual rechaza la afirmación de que en el cerebro, además de los procesos
nerviosos, haya «imágenes subjetivas», «psíquicas», «ideales»,
«suplementarias», en forma de «proceso», «producto», etc., cualquiera que sea
el nombre que ostenten esos fenómenos supranerviosos.”15
Los autores arriba citados y otros que no hemos citado y que
mantienen semejante punto de vista, al sustituir la psicología por la
fisiología de la actividad nerviosa superior alegan, como regla, que para
Pávlov el término de “psíquico” era sinónimo del término “actividad nerviosa
superior” y una de las tareas fundamentales de la fisiología pavloviana era el
estudio objetivo de la actividad del cerebro. En efecto, la tarea fundamental
de la doctrina de Pávlov consiste en poner de manifiesto las leyes objetivas de
la actividad del cerebro, de los procesos fisiológicos implícitos en los
fenómenos psíquicos. Ahora bien, partiendo de las manifestaciones directas de
Pávlov y de la esencia de su doctrina, ¿cabe acaso, que la psique es actividad
nerviosa superior? Sí, la psique es actividad nerviosa superior. En la doctrina
de Pávlov, el concepto de “actividad nerviosa superior” es muy amplio, abarca
la conducta del animal y del hombre en su conjunto. Juntamente con la idea de
que el concepto de “actividad nerviosa superior” coincide con el concepto de
“psíquico”, en las obras de Pávlov puede encontrarse la indicación de que la
conducta es, precisamente, la actividad nerviosa superior. Sin embargo, los
autores arriba citados (N. A. Viazmeski, V. M. Arjipov y otros), al afirmar que
la psique es la actividad nerviosa superior, consideran que esa misma actividad
es exclusivamente fisiológica. Esta idea fue la que les condujo a renunciar a
los conceptos psicológicos y sustituirlos por los conceptos fisiológicos. El
negar las peculiaridades de los fenómenos psíquicos, en comparación con los
fenómenos fisiológicos, conduce inevitablemente a materializar lo psíquico, en
lo cual hace mucho hincapié V. M. Arjipov.
A los mismos resultados llegan los teóricos para quienes la
“actividad nerviosa superior” es un concepto psicológico, exclusivamente,
considerándola por ello como objeto de psicología tan solo (F. F. Kalsin).
En opinión de Kalsin,16 los animales superiores,
además de las formas de reflejo comunes a toda la naturaleza inorgánica
(mecánicos, físicos, químicos), poseen tres formas superiores de reflejos:
fisiológica, psíquica y gnoseológica. Lo común a todas esas formas superiores
de reflejo es, según afirma, el ser formas de movimiento. La tarea principal de
la investigación consiste en precisar el carácter específico de esas formas de
reflejo. Para Kalsin, los procesos fisiológicos son, en primer lugar, procesos
metabólicos.
El análisis fisiológico trata con las leyes fisiológicas de
un sector nervioso aislado.
A juicio de Kalsin, la competencia de la fisiología termina
tan pronto como el investigador tropieza con la formación del reflejo
condicionado. Para él, la peculiaridad de la actividad nerviosa superior radica
en que asegura la interacción de todo el organismo con las condiciones de su
existencia. Y esta actividad integral no es ya una actividad fisiológica, sino
psíquica. Al indicar justamente que el papel signalizador en la conducta
constituye la característica específica esencial del reflejo psíquico, Kalsin
supone sin fundamento alguno que la misión exclusiva de la psicología es el
estudio de la función signalizadora. Además, la indicación del papel que
desempeña lo psíquico no pone de manifiesto su esencia ni el carácter de sus
relaciones recíprocas con lo fisiológico. ¿Qué formación real adquiere esa
función? Desde el punto de vista de Pávlov poseen esta función las formaciones
psíquicas: sensaciones, percepciones, representaciones y conceptos. Unas
cumplen la función de primeras señales; otras, la de segundas señales. En la
concepción de Kalsin, esa función está a cargo de asociaciones especiales, de
interacciones de los procesos nerviosos. “La actividad signalizadora del
sistema nervioso -escribe Kalsin- no se reduce a uno solo de esos procesos [se
refiere a los procesos de excitación e inhibición. Nota de E. Shorojova]. Solo
su unidad, una interacción específicamente psíquica de los diversos procesos
nerviosos, crea leyes cualitativamente nuevas en la actividad del sistema
nervioso.”17 ¿En qué consiste esa interacción psíquica especial de
los procesos nerviosos? ¿En la formación del reflejo condicionado que, como se
sabe, es el mecanismo de la actividad de señales del sistema nervioso? Sin
embargo, a pesar de que el reflejo condicionado es la forma de conexión del
organismo con el medio y cumple una función de señal, no deja de ser un
fenómeno también fisiológico. Es clásica la formula de Pávlov, confirmada por
los experimentos de todos los laboratorios y por las investigaciones
científicas de sus discípulos, de que el reflejo condicionado constituye un
fenómeno simultáneamente fisiológico y psíquico. De hecho, Kalsin contradice
esta tesis, pues considera que el reflejo condicionado no es ya un fenómeno
fisiológico, sino psíquico (aunque comprende los psíquico de un modo muy
peculiar).
La tesis de Pávlov sobre el reflejo condicionado, como un
fenómeno fisiológico y psíquico al mismo tiempo, es impugnada también por
quienes consideran, voluntaria o involuntariamente, que el reflejo condicionado
no es más que una actividad fisiológica sobre la cual, además, se estructura de
un cierto modo la actividad psíquica. Partiendo de ese punto de vista, la
actividad superior no es más que el fundamento de la actividad psíquica, su
mecanismo. La actividad nerviosa superior es considerada exclusivamente como
una actividad fisiológica.
Ocupan posiciones igualmente erróneas tanto aquellos que
identifican la actividad nerviosa superior con la psíquica -afirmando que la
primera no es un fenómeno fisiológico, sino psíquico-, como aquellos para
quienes la actividad nerviosa superior es un fenómeno puramente fisiológico. Tanto
en un caso como en otro se simplifican los fenómenos y se empobrece una
propiedad tan compleja de la materia como es la actividad nerviosa superior.
La idea de que la actividad psíquica es la actividad nerviosa
superior y que el reflejo condicionado constituye un fenómeno fisiológico y
psíquico al mismo tiempo, corresponde a la letra y al espíritu de la doctrina
de Pávlov. Estas tesis, y en particular la última de ellas, no son ideas
sueltas o suposiciones de Pávlov, sino que expresan la esencia de sus concepciones.
En relación con lo dicho conviene recordar ciertas manifestaciones del filósofo
búlgaro Todor Pávlov sobre el problema examinado. Todor Pávlov escribe: “La
psicología marxista-leninista afirma que el fenómeno psíquico constituye el
aspecto interno subjetivo de los procesos cerebrales fisiológicos nerviosos
superiores; pero S. A. Petrushevski, utilizando erróneamente citas sueltas
de las obras de Pávlov, procura convencernos de que el fenómeno fisiológico es,
simultáneamente, también psíquico. Pero ¿de qué modo?, ¿por entero?, ¿con
todas sus peculiaridades y en todas las condiciones?, ¿en un mismo sentido?
Decir que el fenómeno fisiológico es también psíquico simultáneamente no
significa definir con exactitud y claridad la naturaleza de esos dos fenómenos
y sus efectivas relaciones recíprocas. Si lo fisiológico es también psíquico y
lo psíquico es también fisiológico sin ninguna clase de reservas, quiere decir
que lo psíquico y lo fisiológico se consideran absolutos y se identifican
metafísicamente; por consiguiente, se simplifica la doctrina de Pávlov. Si esto
no es así, debe decirse con claridad y persuasión, poniendo de manifiesto qué
es lo psíquico y qué lo fisiológico, cuáles son sus recíprocas relaciones, en
qué consiste su unidad y diferencia dialécticas y relativa oposición; ¿por
qué, por ejemplo, lo psíquico no existe ni puede existir sin lo fisiológico, y,
en cambio, lo fisiológico existe y puede existir sin lo psíquico?18
La cita aducida, tomada del libro de Todor Pávlov, no enjuicia correctamente
algunos párrafos de Pávlov. El gran científico ruso no dice que lo fisiológico
es, simultáneamente, lo psíquico. Pávlov indica, y S. A. Petrushevski,
en el caso dado, transmite solo sus ideas, que el reflejo condicionado
constituye un fenómeno fisiológico y psíquico simultáneamente. De la
interpretación que da T. Pávlov a esta tesis de I. P. Pávlov se deduce que el
reflejo condicionado no es más que un fenómeno fisiológico y que la actividad
nerviosa superior se reduce a la fisiología de la actividad nerviosa superior.
El reflejo condicionado viene a ser un elemento, una unidad de la actividad
nerviosa superior. T. Pávlov se opone a la identificación del amplio concepto
de “actividad nerviosa superior” con el restringido de “fisiología de la actividad
nerviosa superior”; sin embargo, T. Pávlov deja en vigor esa identificación al
examinar una parte de la actividad nerviosa, una célula, en cierto sentido, de
esa actividad: el reflejo condicionado. Al subrayar el carácter específico de
lo psíquico, sus diferencias de lo fisiológico, no deben buscarse esas
diferencias y peculiaridades al margen de la actividad nerviosa superior, dicho
de otro modo, fuera de la actividad refleja condicionada. Todo intento de
presentar la actividad nerviosa superior como un fenómeno puramente
fisiológico, así como la idea de que el reflejo condicionado no contiene nada
fuera de los fisiológico, conducen a divorciar lo psíquico de lo fisiológico,
lo ideal de lo material. Esta posición contradice el contenido fundamental de
la doctrina de Pávlov sobre la naturaleza refleja de los fenómenos psíquicos.
Según la doctrina de Pávlov, la actividad psíquica es la
actividad nerviosa superior; lo psíquico surge como el resultado del
establecimiento de los vínculos del organismo con el medio. El reflejo
condicionado es, precisamente, la forma de ese vínculo. El propio concepto de
actividad refleja contiene la definición de esa forma de vínculo como forma
refleja. El reflejo, que es lo característico de la actividad refleja, es la esencia
de lo psíquico.
Al indicar que la actividad nerviosa superior es una
actividad fisiológica y psíquica al mismo tiempo, no debemos reducir lo
psíquico a lo fisiológico, sino ver el carácter específico de cada una de
ellas, poner de manifiesto la interrelación de sus leyes. “Como quiera que la
actividad psíquica constituye una actividad refleja del cerebro, a ella se
extienden todas las leyes de la actividad nerviosa superior; sin recurrir a
ellas, no hay modo de explicar cabalmente los fenómenos psíquicos. Por
consiguiente, la investigación psicológica ha de entenderse no como algo que
pueda ser contrapuesto al estudio fisiológico de la actividad nerviosa
superior, y, por ende, que pueda ser verificado independientemente de dicho
estudio fisiológico, sino que ha de enfocarse como prolongación normal del
correspondiente estudio fisiológico; al explicar los fenómenos psíquicos han de
conservarse y utilizarse todos los resultados de la investigación psicológica, los
mismos procesos que son objeto de estudio por parte de la doctrina
fisiológica sobre la actividad nerviosa superior, se presentan en una nueva
cualidad específica. Tomados en esta nueva cualidad, están determinados por
relaciones de las que la fisiología hace abstracción.”19
S. L. Rubinstein indica justamente que la misión de toda
ciencia se reduce a estudiar la realidad en los vínculos y las relaciones
específicas para la ciencia dada. Un fenómeno tan complejo como es la actividad
nerviosa superior ha de estudiarse forzosamente en medio de sus diversos nexos
y relaciones con la realidad objetiva. Los conductistas (behavioristas) y los
reflexólogos consideraban la doctrina de Pávlov sobre la actividad refleja como
un sistema de relaciones con la realidad exclusivamente. Según ellos, lo
principal en la actividad nerviosa superior es la reacción fisiológica al
estímulo exterior, la existencia de una acción exterior de respuesta del
organismo. Esta interpretación de la actividad nerviosa superior se origina
inevitablemente si se deja al margen de modo metafísico lo interior, lo ideal y
subjetivo en la actividad refleja del cerebro, si la compleja investigación
conjunta de la actividad nerviosa superior solo se realiza con métodos
fisiológicos, considerando la propia actividad nerviosa superior como objeto
exclusivo de la fisiología pura. Sería una simplificación concebir la doctrina
pavloviana como un intento de reducir lo psíquico a lo fisiológico,
manifestando que lo psíquico, en esencia, no existe. El concepto de “reducción”
engloba la identificación de lo fisiológico con lo psíquico. Cuando Pávlov
hablaba de fundir, de poner lo psíquico sobre lo fisiológico, no se refería más
que a la necesidad de vigilar -una tras otra- las leyes fisiológicas de la
actividad del cerebro, cuyo resultado es el reflejo psíquico.
El método objetivo de estudio de todos los fenómenos y la
caracterización de los procesos fisiológicos de la actividad nerviosa superior,
que constituye la base del reflejo ideal, son las conclusiones que pueden
sacarse de las ideas de Pávlov sobre las relaciones entre lo fisiológico y lo
psíquico. Las numerosas y francas manifestaciones hechas por Pávlov demuestran
que no negaba la existencia de los fenómenos psíquicos, del llamado mundo
interior del hombre, que adjudicaba a esos estados psíquicos enorme
significación para la actividad vital de hombre. Debido a la excepcional
importancia de los procesos psíquicos, Pávlov concedía también enorme
significación a su estudio científico-objetivo. Este hecho explica la lucha
irreconciliable llevada por él contra todas las manifestaciones del idealismo,
del animismo, contra los diversos y variados intentos de presentar el mundo
psíquico como una esencia absoluta, encerrada en sí misma.
La conciencia como forma del reflejo psíquico, ideal, como
imagen subjetiva del mundo objetivo, se verifica en el cerebro como actividad
nerviosa. Lo psíquico es una manifestación de los fisiológico, su propiedad de
reflejar idealmente la realidad objetiva. En esa relación se ha de considerar
lo fisiológico como base, como fundamento de los psíquico. El edificio entero
está constituido por la actividad nerviosa superior: la conducta de los
animales y el hombre. Los pisos superiores del edificio (lo psíquico) no pueden
existir sin el fundamento (lo fisiológico). Pero sin los pisos superiores -sin
lo psíquico- sería también inconcebible la actividad nerviosa superior,
pues sería simplemente actividad nerviosa.
El concepto de “actividad nerviosa superior” expresa la
participación de lo psíquico en la conducta, en primer lugar, de su función
signalizadora. Pávlov había indicado ya que lo fisiológico podía ser
considerado como el fundamento de lo psíquico: “Nosotros somos más sencillos
que los psicólogos -escribía-; nosotros construimos los cimientos de la actividad
nerviosa y ellos edifican la superestructura superior; pero como lo simple, lo
elemental, se comprende sin lo complejo, mientras que lo complejo es imposible
explicar sin lo elemental, nuestra posición, por consiguiente, es mejor, ya que
nuestras investigaciones, nuestros éxitos, no dependen en nada de sus
investigaciones. Y creo que para los psicólogos, por el contrario, nuestras
investigaciones tienen suma importancia, ya que, en el futuro, habrán de
construir los fundamentos básicos de los conocimientos psicológicos.”20
Como la actividad fisiológica constituye el fundamento, la base de la actividad
psíquica, y lo psíquico viene a ser la manifestación de lo fisiológico, tanto
lo fisiológico como lo psíquico son partes de la actividad nerviosa superior;
en consecuencia, es correcto afirmar que la doctrina de Pávlov confirma
científicamente la tesis del materialismo dialéctico sobre la antítesis
relativa de la materia y la conciencia más allá de los límites del problema
gnoseológico fundamental. Al subrayar excesivamente el carácter específico de
lo psíquico se llega al reconocimiento de que las diferencias entre lo
fisiológico y lo psíquico son absolutas y, de hecho, se establece un divorcio
entre la conciencia y la actividad cerebral. Y, a su vez, el no tomar en cuenta
la antítesis relativa, realmente existente, la extremada insistencia en la
unidad entre lo fisiológico y lo psíquico conduce al materialismo vulgar. La
concepción idealista de las relaciones recíprocas entre el cerebro y la psique
se distingue por la exageración de esas diferencias, por considerarlas
absolutas.
Esa posición idealista inicial, aplicada al problema de las
relaciones entre los fisiológico y lo psíquico, es decir, el divorcio de la
psique de la actividad nerviosa superior, trae por consecuencia soluciones
erróneas de una serie de problemas particulares: la relación de lo psíquico con
el tiempo y el espacio y la localización de lo psíquico. Un ejemplo de esas
concepciones lo tenemos en la posición de B. V. Beliaev, para el cual “es
imposible suponer… que las imágenes subjetivas del mundo objetivo se encuentran
en el cerebro” o cuando afirma que “lo psíquico se localiza en el cerebro por
su base material únicamente, pero no por su aspecto subjetivo.”21
En estas tesis se ponen en duda las ideas fundamentales del
materialismo dialéctico sobre la psique, sobre la conciencia como función del
cerebro y sobre los vínculos entre lo psíquico y lo fisiológico. Pese a todos
los argumentos que se esgriman en defensa de estas tesis que, según dicen,
confirman o desarrollan el materialismo dialéctico, su sentido final consiste
en divorciarlo psíquico de la actividad cerebral, en convertirlo en un fenómeno
específico peculiar desligado de los fenómenos materiales.
Es imposible comprender las relaciones entre lo ideal y lo
material si se examinan solo las interrelaciones de la psique y el cerebro, de
lo psíquico y fisiológico. Lo psíquico, como reflejo, está vinculado al mundo
objetivo que refleja. Siendo una imagen de la realidad objetiva, lo psíquico
existe como un fenómeno ideal, opuesto a lo material. Mas la afirmación de lo
que lo material y lo ideal se contraponen no significa, desde el punto de vista
del materialismo dialéctico, que lo ideal puede comprenderse por sí mismo,
desligado de lo material. Lo ideal es la imagen, la copia, el reflejo de lo
material. Fuera de lo material no existe nada ideal. No en vano Marx
consideraba que lo ideal no es otra cosa que lo material trasplantado al
cerebro humano y transformado en él.
La transformación de lo material en el cerebro humano se
efectúa en forma de actividad nerviosa refleja condicionada. El valor
excepcional de la teoría pavloviana del reflejo, para la psicología y para la
filosofía marxista-leninista, consiste en que ha ligado en un todo dos aspectos
de las relaciones recíprocas entre lo ideal y lo material: lo psíquico con el
mundo exterior y la actividad del cerebro. El reflejo condicionado es la forma
en que el organismo se relaciona con el medio, siendo, al mismo tiempo, el
mecanismo que origina el mundo interior, subjetivo, del ser humano. La psique,
que es una función del cerebro, representa el reflejo de la actividad objetiva.
Estas dos características, en forma concentrada, están contenidas en el reflejo
condicionado.
El proceso de signalización descubierto por Pávlov en la
actividad del cerebro permite enjuiciar el sentido vital de los fenómenos
psíquicos, su importancia en la conducta y en la actividad vital de los
organismos. La concepción de Pávlov sobre la signalización específicamente
humana, el segundo sistema de signalización de la realidad, tiene una
importancia particularmente grande para comprender los fundamentos fisiológicos
de la conciencia. A través del segundo sistema de señales se establece el
vínculo entre el hombre con el medio social, específicamente humano. El segundo
sistema de signalización de la realidad, al interactuar con el primero,
constituye la base fisiológica de las formas específicamente humanas de reflejo
de la realidad: el reflejo consciente, que regula la actividad planificada,
dirigida a un fin, del hombre, no como un simple organismo, sino como un sujeto
histórico-social. Para los animales, lo psíquico viene a ser la forma en que se
manifiestan los vínculos entre lo fisiológico y los factores biológicos de su
existencia. El reflejo condicionado de los animales es un fenómeno biológico en
el amplio sentido de la palabra. En el hombre, la actividad refleja
condicionada agrupa lo fisiológico con las condiciones y actividades sociales
específicamente humanas: lo psíquico, al ser una forma de reflejo, al realizar
el vínculo con el medio, constituye un eslabón esencial en la interacción
efectiva del hombre con el mundo exterior.
_____________
(*) E. V. Shorojova, Fundamentos
fisiológicos de la conciencia, I. El cerebro y la psique. Lo fisiológico y
la psíquico. Editorial Grijalbo, colección Textos vivos. México, 1979.
(1) Ch. Sherrington, The
Brain and Its Mechanisms, Cambrigde University Press, 1934; del mismo
autor, Mand and his nature, Edimburgo, 1955.
(2) Los miércoles de
Pávlov, ed. cit., t. II, págs. 444-445.
(3) A, Eddington, The
Philosophy of Phisical Science, Cambrigde, Nueva York, 1939; Ch.
Sherrington, Man on his nature, Edimburgo, 1955.
(4) E. D. Adrián, The
Phisical Background of Perceptions, Oxford, 1947.
(5) J. C. Eccles,
“Hypotheses Relating to the Brain-Mind Problem”, Nature, vol. 168, núm.
4236, 1951.
(6) J. C. Eccles, The
neurophysiological Basis of Mind, Oxford, 1953, página 281.
(7) F. Engels, Dialéctica
de la naturaleza, ed. esp. cit., pág. 47.
(8) Ibídem, pág. 18.
(10) N. A. Jromlov, “El
problema de lo físico y lo psíquico”. En La doctrina de I. P. Pávlov y los
problemas filosóficos de la psicología, recopilación de artículos, Academia
de Ciencias de la URSS., Moscú, 1952, pág. 134.
(11) V. I. Lenin, Materialismo
y empiriocriticismo, ed. esp. cit., pág. 295.
(12) Ibídem, pág. 39.
(13) N. A. Viazemski, “Con
motivo de algunos problemas actuales en psiquiatría”, Revista de
Neuropatología y Psiquiatría, t. 52, fasc. 12, Medguiz, Moscú, 1952, pág.
35.
(14) A. M. Ayramenko, “Sobre
la interpretación de la actividad psíquica desde el punto de vista de la teoría
del reflejo”, Pedagogía Soviética, núm. 2, Academia de Ciencias
Pedagógicas de la RSFSR., Moscú, 1954, pág. 76.
(15) V. M. Arjipov, “Sobre
la materialidad de la psique y el objeto de la psicología”, Pedagogía
soviética, núm. 7, 1954, pág. 71.
(16) F. F. Kalsin, Problemas
fundamentales de la teoría del conocimiento, Gorki, 1957.
(17) F. F. Kalsin, Problemas
fundamentales de la teoría del conocimiento, Gorki, 1957, pág. 63.
(18) Todos Pávlov, Lo
fundamental de la doctrina de I. P. Pávlov a la luz del materialismo dialéctico.
Moscú, 1958, pág. 85.
(19) S. L. Rubisntein, El
ser y la conciencia, trad. esp. de Augusto Vidal Roget, Ed. Grijalbo,
México, D. F., 1963, págs. 203-204.
(20) I. P. Pávlov, Obras
completas, 2ª ed. rusa cit., t. III, libro 1, pág. 105.
(21) B. V. Beliaev, “Sobre la ley fundamental de la psicología”, Pedagogía Soviética, núm. 9, 1953, pág. 55.
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