Ramón García Ante la Reunión de Barranco*
Eduardo Ibarra
El
«ensayo más que artículo» (frase de Ramón García que expresa su permanente
actitud de hacerse el interesante), titulado La reunión de Barranco y el Partido Socialista,(1) data del 7 de
octubre de 1987, o sea, de cuatro años después de publicados los pocos números
de la revista Punto de Vista (en los
que el mencionado comenzó a plantear posiciones revisionistas) y apenas siete
meses antes de silenciar cuestiones cardinales de la Reunión Fundacional del
Partido Socialista del Perú, así como de negar algunos puntos de los dos
apartados finales de su propio ensayo.(2)
Como es lógico, empezaremos por analizar una cuestión
medular: el marxismo-leninismo. En su aludido texto, García menciona más de una
vez los «Principios Programáticos del Partido Socialista», pero evita señalar
algo que era necesario puntualizar, pues se trata, ni más ni menos, del
principio fundamental del documento: la base de unidad del Partido («El Partido
Socialista del Perú… adopta [el marxismo-leninismo] como su método de lucha»);
y, esta evitación es un verdadero silenciamiento de la cuestión que,
precisamente, determinó que el Partido Socialista fuera un partido de clase,
opuesto al partido-amalgama de Haya, así como al «vanguardismo genérico e
indefinido de los oportunistas habituales» (los socialistas reformistas).
Este silenciamiento explica que a la fracción de Luciano
Castillo García la calificara por la procedencia geográfica de sus miembros
(«grupo norteño», le llama), y no por sus posiciones ideológicas y políticas,
que eran, como se sabe bien, las del revisionismo,(3) que, de esta forma, quedó
por fuera de su exposición; y explica, además, que al mencionar el libro Defensa del marxismo, se inhiba
completamente de precisar que esta defensa es, justamente, una defensa del
marxismo contra los ataques del revisionismo.
Por otro
lado, García sostiene, de manera más o menos sibilina, la falacia de que el
nombre de la revista Nuestra Época
fue determinado por vivir la humanidad una nueva época, la época del
imperialismo y de la revolución proletaria.(4) Pero esto es falso de toda
falsedad, como tuvimos la oportunidad de demostrarlo, documentadamente, en
nuestro libro La creación heroica de
Mariátegui y el socialismo peruano. Planteamiento de la cuestión. Pero hay
más. En el artículo «El socialismo peruano» García reduce el marxismo-leninismo
a una simple consigna, y en el artículo «El partido de Mariátegui» niega el
marxismo-leninismo con el pretexto de que «los ismos están demás para el
marxismo», y, aplicando esta sofistería a nuestra realidad, sostiene que el
término marxismo-leninismo «solo se encuentra dos veces en la obra de JCM». De
este modo termina negando abiertamente lo que en su ensayo había silenciado.(5)
Sobre la base de esta doble negación, García procedió a
tergiversar la verdad ideológica y orgánica del PSP. Como es de conocimiento
general, en la Reunión de Barranco Mariátegui acordó el marxismo-leninismo como
la base de unidad del Partido Socialista del Perú, y, sucede que García ha
suplantado este acuerdo por un marxismo a secas. En la Conferencia Comunista de
1929 Julio Portocarrero y Hugo Pesce suplantaron la concepción de Mariátegui de
la «célula secreta de los siete» por una concepción que consideraba la misma como
permanente e ideológicamente diferenciada de las demás instancias partidarias,
y, ocurre que García ha asumido esta patraña.(6) Mariátegui proyectó un partido
de masas marxista-leninista, y, acontece que García ha suplantado este proyecto
con el suyo propio de un partido de masas doctrinariamente variopinto. De esta
manera, pues, puso de manifiesto su oposición a la línea de la Reunión de
Barranco, a la Creación Heroica de Mariátegui, al Socialismo Peruano.
Por otra parte, García habla en su texto de la renuncia
de Mariátegui a su cargo de Secretario General del Partido, pero tergiversando
las verdaderas causas de esta decisión; así, sostiene que la misma fue tomada
por Mariátegui debido a la lucha interna en el Partido: concretamente, afirma
que la «circunstancia» del arribo de Ravines al país en febrero de 1930 «para
organizar el Partido Comunista del Perú» y la «necesidad de enfrentar», «en
condiciones favorables», «la desviación de derecha de Martínez y la desviación
de izquierda de Ravines», fueron los motivos por los cuales Mariátegui resolvió
su renuncia y su viaje. De esta guisa tuerce completamente la verdad histórica
y, sobre esta base, insinúa una analogía, que él cree conveniente a su
intención, entre la renuncia y el decidido viaje de Mariátegui a Buenos Aires y
su propia renuncia y su instalación en el extranjero en 1975.
Analicemos, pues, su sibilina insinuación. Como está
dicho, la renuncia de Mariátegui fue a su cargo en el CC, no al Partido; en cambio, García renunció a su cargo y solicitó una
licencia de un año, cumplido el cual no hizo honor a su palabra, convirtiéndose
así su renuncia en una renuncia al Partido, es decir, en una deserción. De este
modo siguió la huella de Luciano Castillo, no la de Mariátegui. Pero, además,
mientras en 1930 Mariátegui era la cabeza del marxismo-leninismo en el Partido,
en 1975 García era la cabeza del liquidacionismo de «izquierda»; mientras en
1930 el acoso y el cerco a Mariátegui dificultaban tremendamente su actividad
política, en 1975 nadie acosaba ni perseguía a García, salvo el fantasma de un
«baño de sangre» que solo existía en su aterrada imaginación; mientras en 1930
Mariátegui continuaba luchando decididamente contra la fracción de Castillo y
defendió con ejemplar valor sus posiciones en una discusión con Ravines, en el
IV Pleno del CC del Partido (octubre de 1974), García capituló ante las
posiciones de Guzmán al votar por ellas y, por lo tanto –y como es obvio– en contra de las suyas propias.
Al abandonar el país apenas cuatro meses después del IV
Pleno, García llevaba el fardo de su liquidacionismo y, por eso, no puede
extrañar a nadie que, luego, comenzara a plantear, en cartas y documentos,
posiciones que jamás se había atrevido a sostener mientras fue militante del
Partido; que en el bienio 1982-1983, en la revista Punto de vista mantuviera posiciones que lo emparentaban, ya
entonces, con el revisionismo jruschoviano-brezhneviano,
y que, algo después y hasta hoy mismo, se haya desbordado contra el
marxismo-leninismo y la Creación Heroica de Mariátegui. Este extravío
ideológico y político tuvo, finalmente, su natural corolario en su propuesta de
«una organización de proyección nacional» con todo tipo de oportunismo y
revisionismo, y, algo más tarde, en su intento de fusionar su grupo con el partido
de Jorge del Prado.
Cualquier marxista informado y sin temor alguno de mirar
cara a cara la verdad, tiene que reconocer que lo apuntado sobre el aludido
extravío (incluyendo el etcétera), es un flagrante abandono del pensamiento de
Mariátegui.
García dice también en su texto que Mariátegui iba a viajar
«para empeñar la lucha» contra Martínez y Ravines «en condiciones favorables»,
pero esto es falso. Lógicamente, dada la situación de la lucha interna del
Partido, ya en Buenos Aires Mariátegui hubiera tenido que desenvolver la lucha
contra el derechismo y el izquierdismo de los mencionados personajes, al mismo
tiempo que continuar la lucha por la construcción del Partido y el socialismo,
pero los motivos de su viaje fueron otros.(7) A diferencia de Mariátegui,
García dejó el país de la noche a la mañana y, después de un tiempo, desplegó
una torpe lucha contra el marxismo-leninismo, el principio de integrar la
verdad universal con la práctica concreta de la revolución peruana, la táctica
revolucionaria, el partido de clase, el Socialismo Peruano. Todo esto con
desembozo en unos casos y, en otros, con oblicuidad.
Si, como cree García, los asistentes a la Reunión de
Barranco (incluidos, pues, Luciano Castillo y Chávez León) «participaron con
sobrecogedora emoción», es difícil imaginarse que, ahora, activistas que no
hayan perdido toda capacidad de orientarse ideológica y políticamente, puedan
participar «con sobrecogedora emoción» en cualquier reunión que tuviera por
finalidad aprobar la negación de García del marxismo-leninismo, su despropósito
de ser más peruanos que marxistas, su reformismo de intentar reestructurar el
Estado burgués en sus bases municipales, su «desagravio» y «reivindicación» del
socialismo reformista, su tergiversación de la filiación ideológica de
Mariátegui, su falsificación de la verdad ideológica y orgánica del Partido
Socialista del Perú, su negación del carácter marxista-leninista de la Creación
Heroica de Mariátegui y del Socialismo Peruano, su proyecto de un partido
doctrinariamente heterogéneo, en suma, su revisionismo liquidacionista.
Sí, «ahora más que nunca está vigente el dilema planteado
por Mariátegui en Aniversario y Balance: Capitalismo o Socialismo», pero,
también ahora más que nunca, está vigente asimismo el dilema marxismo o
revisionismo planteado por Mariátegui en Defensa
del marxismo.
Y, todo marxista consecuente, sabe que no se puede luchar contra el capitalismo, sin luchar al mismo tiempo contra el revisionismo. Esto lo entendía Mariátegui perfectamente.
*El presente texto es el capítulo X del libro Defensa de la Creación Heroica de José Carlos Mariátegui, aún inédito.
Notas
[1] Este texto fue
publicado en la red y en forma de folleto.
[2] Ver sus artículos
«El lexicón octubrino», «El socialismo peruano», «El movimiento comunista», «El
partido de Mariátegui», todos de mayo de 1988 y publicados en la red; asimismo,
es menester ver su artículo «Aniversario 80 (5)». En este artículo, incorporado
a su folleto «La creación heroica de José Carlos Mariátegui. 80 aniversario»,
García tergiversó la verdad ideológica y orgánica del Partido Socialista del
Perú, como hemos visto en un capítulo precedente.
[3] No es casual que
Castillo terminase fundando un sedicente partido socialista, adscrito a la
Segunda Internacional.
[4] En
el artículo «El socialismo peruano», García planteó, ya desembozadamente: «Este
concepto [el concepto de época] que [Mariátegui] lo tuvo muy nítido apenas supo
de la Revolución de Octubre, lo subrayaría en el primer período socialista
peruano, Nuestra Época”.
[5] «El movimiento
comunista».
[6] Ver el capítulo VIII de este libro.
[7] Ver el capítulo XVI de este libro.
La Reconstitución y la Política Concreta II
E. I.
1.
En un artículo que algunos activistas de la izquierda peruana deben recordar,
Lastra recurrió a algunas falacias a fin de justificar su seguidismo con
respecto a la tergiversación del aniversario de la Creación Heroica de
Mariátegui que, en oportunidad de la existencia del mal llamado “Comité 80”,
manejaba el grupo liquidacionista.
Decía en ese artículo nuestro articulista que era un
aporte del suscrito haber identificado el primer escrito marxista de Mariátegui
(El cisma del socialismo, marzo de
1921), pero que (con ese pero característico del ecléctico), en la medida en
que las realizaciones más importantes del maestro son los 7 Ensayos y el PSP, entonces el aniversario de su Creación Heroica
es en las fechas de la aparición de dicho libro (noviembre de 1928) y de la
fundación de dicho partido (octubre del mismo año), y, así, se sumó al coro
tergiversador del grupo mencionado arriba, como consecuencia de lo cual aquello
del “aporte” resultó apareciendo apenas como una frase con la que buscó estar
bien con dios y con el diablo.
En una nota al pie del libro La poesía clasista. Poesía y lucha de clases en el Perú contemporáneo, Julio Carmona dejó escrito:
El conciliador, como
el traidor, no sólo es vapuleado por sus copartidarios, también es visto con
recelo por sus adversarios. De ningún modo el querer ‘estar bien con Dios y con
el diablo’ ofrece garantía de fidelidad (p. 19).
Este
es el caso de Lastra, precisamente: por su afán acomodaticio, ecléctico,
conciliador, ha sido criticado constantemente por sus copartidarios a fin de
que se corrija (sin ningún resultado positivo, sin embargo), y, al mismo
tiempo, es recelado y hasta vapuleado por sus adversarios (sin ninguna
razonable reacción de su parte, lo que da cuenta de una acentuada debilidad).
Reconocer una fecha como el aniversario de la Creación
Heroica de Mariátegui responde a la pregunta de cuándo comenzó esta Creación, y
no, por supuesto, a la pregunta de cuáles son sus expresiones más altas. Esta
es una verdad elemental al alcance de cualquier persona con dos adarmes de
seso. Pero no me extenderé aquí sobre esta cuestión, pues, para una comprensión
amplia y precisa de la misma, el lector puede ver el libro La creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano.
Planteamiento de la cuestión.
Como se ha podido ver, la afirmación que comento data
de octubre de 2012, y esto permite decir que, a pesar de sus reclamos favorables al partido de
clase, Lastra participó del cuarto seminario liquidacionista porque suponía
que, hombro con hombro con los liquidadores, estaba construyendo “un proyecto común”.
2.
En 2010, en plenas conversaciones sobre la organización de la tendencia, Lastra
reveló, súbitamente, que hacía un tiempo se había infiltrado en el grupo liquidacionista que encabeza Ramón García a
fin de “sacar de allí algunos elementos”.
Como dicen los abogados, a confesión de parte relevo de
pruebas.
Pues bien, el entrismo es vieja política oportunista de
los Bakunin, los Trotski, etcétera. Precisamente esta política ha sido
practicada por Lastra.
Pero, contrariamente a sus intenciones, no ganó a un solo
elemento y, por último, terminó siendo expulsado.
Como dicen los abogados, a confesión de parte relevo de
pruebas.
Por cuanto tempranamente nuestro personaje marginó al CRJCM del proyecto orgánico que se
inició en 2010, no pudimos criticarlo internamente de semejante acción.
Hoy, no tenemos más remedio que hacerlo públicamente,
pues el entrismo es una práctica inadmisible en la izquierda peruana y en la
izquierda de cualquier país del mundo.
El entrismo de Lastra es, pues –para decirlo con algo de
justificada ironía– una expresión específica de sus afectos, de la
construcción con oportunistas de un proyecto común.
Todo lo expuesto hasta aquí, demuestra que, en último
análisis, Lastra se encuentra definitivamente atrapado por su discurso extraviado
y oportunista.
Y, el contenido de ese enredo, analizado en el presente
artículo y en otros publicados anteriormente, prueba que nuestro retórico
personaje ha abandonado completamente la Reconstitución del Partido de
Mariátegui.
3.
Pretendiendo justificar su frentismo, Lastra escribió:
¿Qué es dirigir en el sentido
marxista-leninista-maoísta? ¿Cuál es la justa relación entre diferentes niveles
de organización? Ustedes no resuelven bien estas interrogantes. Por ello opinan
como queda escrito en el punto 4. Todavía tienen fuerte influencia del método y
estilo de “correa de transmisión” y de el (sic) método y estilo de “organismos
generados”. Lo correcto, dadas las condiciones concretas que enfrentamos hoy,
es proponer, sustentar y persuadir no solo con la palabra, sino sobre todo y
fundamentalmente con el ejemplo. No podemos tratar a […] como si fuera un
“organismo generado” ni aplicarle la “correa de trasmisión”. Por eso,
comprenderán ustedes que resulta totalmente fuera de lugar su convicción de que
la decisión de lo que debe hacer o no […] se deba determinar en un organismo
político superior. La decisión debe tomarse siempre en el espacio donde debe de
asumir y afrontar las consecuencias de sus determinaciones y acuerdos. Y sobre
esa base cabe cumplir la función dirigente. Esto es, nunca debemos actuar
impositivamente” (carta al CRJCM del
31.10.12).
Quienquiera que cale en la
letra chica de la cita, puede percatarse de que ahí se niega la hegemonía del
proletariado en el frente unido. En efecto, Lastra reduce la relación
partido-frente a la sola cuestión de las decisiones en el frente, y, confiando
en que los lectores sean víctimas de prejuicio respecto a los dos tipos de
organización que menciona, termina escamoteando la hegemonía del proletariado.
Es
decir, olvida, o pretende hacer olvidar, que la hegemonía del proletariado se
expresa más bien en el hecho de que la línea del partido relativa a la lucha
común contra el enemigo común, logra consenso en el frente.
Al
mismo tiempo, olvida o pretende hacer olvidar, que los organismos generados,
llamados también organizaciones propias, fueron una iniciativa del partido
bolchevique para el trabajo de masas en determinadas condiciones, y que las
correas de transmisión, llamadas también palancas, fueron parte del engranaje
general de la dictadura del proletariado, y que ninguno de los dos tipos de
organización fue concebido ni actuado como un espacio donde el partido pudiera
actuar “impositivamente”.
Pues
bien, como es obvio, en el frente no caben, bajo
ninguna circunstancia, los métodos coercitivos sino los métodos
democráticos. Esto es claro para cualquier marxista.
Pero
¿qué dice Lastra al respecto? Pues que “Lo correcto, dadas las condiciones
concretas que enfrentamos hoy, es proponer, sustentar y persuadir”.
“Dadas
las condiciones concretas que enfrentamos hoy”, es decir que, según nuestro
personaje, los métodos democráticos solo son legítimos en las condiciones
actualmente dadas, y, en consecuencia, sugiere, sin querer queriendo, que en
otras condiciones (y las condiciones siempre cambian), tales métodos perderían
vigencia, y, por eso, tendrían que ser reemplazados por otros: obviamente, por
los métodos antidemocráticos.
Este
es el espíritu democrático de Lastra. Esta es su comprensión de la democracia
en el frente unido. Este es su “nunca debemos actuar impositivamente”.
En
el frente, cualquier decisión tiene que acordarse en el frente. Esto es una
verdad de Perogrullo. Pero la línea del partido relativa a la lucha común
contra el enemigo común, se acuerda en el partido. Esto también es una verdad
de Perogrullo. Lastra, sin embargo, finge no saberlo.
Más
aún. Cada tendencia participante en el frente establece internamente su línea
relativa a la lucha común contra el enemigo común, y es en el espacio del frente
donde estas líneas se confrontan, y donde, por lo tanto, una de ellas prevalece
completa o relativamente. Esto es inevitable.
De
manera que, en el frente puede darse la hegemonía del proletariado, entendida,
claro está, como la hegemonía del marxismo-leninismo en lo relativo a los
diversos aspectos de la lucha común contra el enemigo común, o, en su defecto,
la hegemonía de alguna otra tendencia.
La
“Universidad Socialista José Carlos Mariátegui”, la revista Pizarra Socialista y la “Asamblea
Nacional de los Pueblos del Perú y el Tawantinsuyu”, son espacios de frente
unido.
Por
eso, surge naturalmente la siguiente pregunta: ¿cuál tendencia ha alcanzado la
hegemonía en tales espacios?
En
los dos números publicados de Pizarra
Socialista (vocero de la USJCM), se han publicitado, bajo expresiones
específicas, la tesis de Ravines sobre la cuestión nacional y, además, han sido
apoyados incondicionalmente los
procesos reformistas que tienen lugar en algunos países suramericanos.
Es
claro que ninguna de esas posiciones pertenece originalmente al grupo de
Lastra, sino al grupo desprendido del PCP-Unidad.
La
aludida tesis de Ravines fue publicitada en el primer número de Pizarra Socialista, y, como era lógico,
los marxistas esperábamos que en el segundo número esa tesis fuera rebatida con
la tesis de Mariátegui sobre la cuestión nacional y el Perú Integral. Pero esto
no ocurrió.
En
la “Declaración del I Concejo de la Asamblea Nacional de los Pueblos del Perú y
el Tawantinsuyu”, se presenta a nuestro pueblo como dividido en “pueblo
peruano” y “pueblo tawantinsuyano”. Esto es una expresión específica de la
tesis de Ravines.
Los
marxistas, como es natural, esperábamos que en el seno de la misma Asamblea se
planteara una crítica sustentada de semejante punto de vista. Pero esto tampoco
ocurrió.
Así,
pues, el suscrito tuvo que realizar la crítica correspondiente, la cual fue
publicada, en la edición de octubre de la revista digital CREACION HEROICA, como post
scriptum del ensayo Mariátegui y el
“problema del indio”, el cual hace parte ahora del libro inédito Defensa de la creación heroica de José
Carlos Mariátegui.
En
el segundo número, dedicado centralmente a publicitar incondicionalmente los
procesos reformistas de Venezuela y Ecuador, el grupo de Lastra apareció
asumiendo tal incondicionalidad.
Frente a este
hecho, en el artículo Socialismo
proletario y socialismo pequeño
burgués, publicado en la edición de noviembre pasado de la revista digital
mencionada arriba, el suscrito hizo la crítica correspondiente. Esta crítica está
referida a tres cuestiones: 1) la convivencia de los mencionados procesos,
dizque revolucionarios, con la gran burguesía intermediaria del imperialismo;
2) el respeto supersticioso a la democracia burguesa que lleva a los dirigentes
a exponer en una elección el destino de sus propios gobiernos; 3) la ilusión de
un tránsito pacífico al socialismo.
Los
hechos demuestran, pues, que en la USJCM, en Pizarra Socialista y en la “Asamblea Nacional de los Pueblos del
Perú y el Tawantinsuyu”, ha hegemonizado la línea del grupo desprendido del
PCP-Unidad y de algún grupo partidario del más trasnochado indigenismo.
Si
estos grupos se sienten con derecho a plantear sus posiciones partidarias en
los indicados espacios de frente unido (cosa que no discuto aquí), la pregunta
es por qué el grupo de Lastra no se siente con igual derecho a plantear lo que
se supone son sus posiciones relativas a la cuestión nacional (cosa que sí
discuto).
¿Dónde
está, pues, el “proponer, sustentar y persuadir” de nuestro personaje? En ninguna
parte.
Por
lo tanto, se constata que, si en política nacional Lastra ha abdicado ante la
tesis de Ravines sobre la cuestión nacional, en política internacional ha
abdicado ante el nacionalismo burgués y el socialismo pequeño burgués en el
gobierno de algunos países suramericanos.
Así,
pues, la hegemonía del grupo desprendido del PCP-Unidad en los espacios de
frente mencionados arriba, ha sido facilitada por la política de
conciliación-abdicación del grupo de Lastra.
Es
decir, Lastra reniega la hegemonía del proletariado no solo en la teoría, sino
también en la práctica, y, por eso, su “proponer, etcétera”, no pasa de ser una
cortina de humo con la que pretende ocultar su recalcitrante frentismo, su
oposición a la hegemonía del proletariado, su prosternación ante el reformismo,
su abdicación ante posiciones discrepantes peligrosas, su completo abandono del
camino propio de la Reconstitución del Partido de Mariátegui.
La
lucha teórica activa es la filosofía del proletariado, mientras la política de
“dejar hacer, dejar pasar”, es típica filosofía burguesa.
En
el terreno del trabajo frenteunionista, unidad y lucha es política marxista,
mientras lucha sin unidad es oportunismo de izquierda y unidad sin lucha es
oportunismo de derecha.
Este
oportunismo de derecha es el sello de las ideas y la práctica de Lastra.
Pues
bien, en un artículo de hace algunas semanas, Miguel Aragón escribió: “El
frente unido no… es una “correa de trasmisión”.
Es
expresiva, pues, la coincidencia entre el derechista Lastra y el liquidador
Aragón: con la misma monserga niegan ambos la hegemonía del proletariado en el
frente unido: el primero silenciando que esta hegemonía es una cuestión de
línea (partido) y consenso (frente); el segundo negando que actualmente sea
necesario el partido.
Y,
échese el acucioso a buscar quién ha copiado a quién.
4. Lastra dice:
Este punto nos
lleva a deslindar con el estilo sectario en el trabajo político. Pero antes,
¿cómo determinar si una participación es correcta o incorrecta? ¿Es una cuestión
meramente principista o es una cuestión de estrategia y táctica política donde
los principios se aplican dialécticamente? La experiencia del
marxismo-leninismo-maoísmo indica que es lo segundo. Esto en general, por
supuesto. Respecto del trabajo político sectario tenemos suficiente experiencia
nacional que vano sería redundar en ello. Solo invito a que no se olvide esta
experiencia de trabajo político sectario, que generalmente se daba bajo el
pretexto de realizar un trabajo político purista, con lo cual la aplicación de
la política de frente único quedaba solamente en cliché. Recordemos como Guzmán
llamaba durante toda la década del 70 a no participar de los “Paros Nacionales
revisionistas” porque eran convocados por el PCP-U revisionista. Recordemos como
la izquierda legalista condenaba los “Paros Armados” porque eran convocados por
el infantilismo-terrorismo. Veamos como el Magisterio tiene tres sindicatos en
uno: SUTEP, CONARE dentro del SUTEP y un nuevo CONARE dentro de CONARE-SUTEP.
“Razones ideológicas” no les falta a ninguna de las tendencias que promueven
estas divisiones. Nuestra tendencia no puede reproducir estas prácticas erradas
del trabajo político. Claro, el seminario que promueve la tendencia
derechista-revisionista no tiene el impacto de los ejemplos anotados. Ustedes
también tienen sus “razones ideológicas” que los lleva a poner la participación
o no en ese seminario como una cuestión de vida o muerte; es decir, cismática.
¿POR QUÉ? Analicen y se verán en una posición que lleva el estilo sectario en
el trabajo político. IMAGINENSE ustedes sustentando el punto 5 de su posición
sectaria ante el reducido público que asiste a ese seminario: “no voy porque
ese seminario es revisionista”. Simplemente quedarían en ridículo. Un seminario
es un espacio de debate no vinculante orgánicamente. Así lo entiende cualquier
público sensato. Si la tendencia derechista-revisionista cree que con eso va a
fundar su partido amalgama ESE ES SU PROBLEMA.
A lo más que puede ser útil usar ese espacio, sería para reafirmar
nuestra superioridad ideológica, teórica, política y orgánica, desinflando
mucho más de lo que se encuentra ya desinflado el proyecto revisionista. Lo
contrario de participar en ese seminario sería boicotearlo. ¿Eso es lo que
podrían proponer, acaso? Toda abstención contradice la política revolucionaria
del m-l-m” (ibídem).
Como
se puede ver, Lastra habla de un “trabajo político sectario” y de un “trabajo
político purista”. Como él no es, según cree, ni sectario ni purista, porque
“La experiencia del marxismo-leninismo-maoísmo”, doctrina a la que dice estar
asimilado, le enseña, según cree también, que los activistas de todas las
tendencias de la izquierda peruana tienen que participar en todos los eventos y
en todas las acciones de todas las tendencias sin excepción, ha llegado a la
absurda conclusión de que “Toda abstención contradice la política
revolucionaria del m-l-m”, y, con este absurdo, quiere convencerse a sí mismo
de que estuvo bien su participación en el seminario revisionista que tenía como
objetivo exclusivo y excluyente liquidar el partido de clase.
El vocablo cismático da cuenta de la separación de
alguien de una autoridad reconocida. En consecuencia, es claro que, si Lastra
sugiere que los que no asistimos a dicho seminario procedimos como cismáticos,
es porque él, asistente inútil (inútil para su propio proyecto), le reconocía
al grupo liquidacionista autoridad sobre su persona.
¡El “marxista-leninista–maoísta” Lastra le reconocía
autoridad al grupo que quería y quiere liquidar el partido de clase!
Es necesario recordar, por lo demás, que quien nos
acusa de cismáticos en relación al grupo liquidacionista, en 2011 marginó al CRJCM causando así un cisma en la tendencia, y, en el trabajo
frenteunionista que era Ediciones Creación Heroica, causó otro cisma en 2013 al
censurar el libro El partido de masas
y de ideas de José Carlos Mariátegui.
Más todavía, por cuanto Lastra calificó de
boicoteadores a quienes no asistimos al seminario revisionista, diciendo que
“Lo contrario de participar en ese seminario sería boicotearlo”, hay que
recordar también que en 2010 boicoteó la publicación de la revista digital CREACIÓN HEROICA.
¡El bo¡coteador de una revista que entonces él mismo
consideraba de su tendencia, se pasó alrededor de una década poniéndole el
hombro al proyecto de liquidar el partido de clase!
Finalmente, es necesario recordar también que nuestro
personaje no asistió al quinto seminario del grupo liquidacionista, y, así,
según su propia lógica, se reveló ¡como un cismático, como un boicoteador!
El CRJCM
tiene poderosas razones ideológicas
que le han permitido mantener su independencia en todo orden de cosas respecto
al grupo liquidacionista. Por eso jamás le ha reconocido a este grupo ninguna
autoridad, y, por eso, mal puede Lastra calificarnos de cismáticos.
Como se sabe, cuando la mayoría del Grupo de
Propaganda y Organización Socialistas pretendió convertirse en partido,
Mariátegui no sólo que planteó una justa crítica, sino que además se apartó, y,
no apuntaló con su presencia ninguna reunión con dicha pretensión.
Cuando Haya de la Torre intentó convertir en partido
al frente llamado Apra, Mariátegui deslindó posiciones con el intento de manera
resuelta y definida, y, no apuntaló con su presencia ninguna reunión de los hayistas.
¡Qué sectario había sido Mariátegui! ¡Qué cismático!
¡Qué boicoteador!
Pues bien, ¿por qué el “mariateguista” Lastra, después
de que el grupo liquidacionista pretendió convertir en partido el frente mal
llamado “Comité 80”, participó en el cuarto seminario revisionista que tenía
exactamente el mismo propósito de liquidar el partido de clase?
Porque, según dice, “Un seminario es un espacio de
debate no vinculante orgánicamente”. Un
espacio de debate, pues, pero,
ocurre que Lastra no debatió, es decir,
no criticó precisamente lo que hubiera tenido que criticar: la intención del
seminario de liquidar el partido de clase. Por lo tanto, al no hacer esto, su
participación resulta incomprensible. Por eso, durante las primeras sesiones
del seminario, su persona apenas apareció como un aderezo funcional al objetivo
liquidacionista.
De esa forma puso en evidencia su incomprensión del
antagonismo entre marxismo y liquidacionismo, su debilidad de espíritu ante el
proyecto de liquidar el partido de clase, su irresistible propensión a ponerles
buena cara a los oportunistas.
En fin, si, por una parte, su demagógico discurso le
sirve para hacer creer que no es sectario ni cismático ni boicoteador, y que,
por el contrario, es muy amistoso, condescendiente y unitario, por otra parte,
su práctica lo desenmascara más bien como un ecléctico, un conciliador, un mero
frentista y, al mismo tiempo, como un sectario, un cismático, un boicoteador
con respecto a la tendencia de la cual se reclama.
5. Lastra dice: “Reconocerse ser parte de una tendencia,
grupo, partido o secta no es que sea negativo por el solo hecho del significado
de esas palabras. Lo valorativo está en la praxis política del integrante y de
su colectividad, que puede ser positiva o negativa. Por ejemplo, no es MALO ser
“marxista”, “marxista-leninista”, “marxista-leninista-maoísta”; tampoco lo es
ser “guevarista”, “mariateguista”, “trotskista”, “fidelista”, etc. Lo positivo
y negativo de cada colectividad se verá en su praxis política. Los antecedentes
son solo una referencia a tener en cuenta. Con toda la importancia y consecuencias
que esos antecedentes puedan significar, lo decisivo es el comportamiento
actual y las perspectivas de esas tendencias, grupos, partidos y sectas
políticas” (artículo
fechado el 10 de octubre de 2011 y publicado en el blog Camino Socialista dos días después).
Lastra dice, pues, que la filiación doctrinal de las
diversas tendencias no es algo negativo. Por eso precisa que no
es malo ser, por ejemplo, “marxista”, “trotskista” o cualquier otra cosa.
Es claro que, con el término “marxista”,
Lastra se refiere, concretamente, al grupo liquidacionista de derecha que, como
bien se sabe, se autoproclama “marxista”, así a secas.
Así, pues, resulta que, según su óptica, ser
liquidador no es nada negativo, pues “Lo valorativo [del liquidacionismo] está
en [su] praxis política”.
Pero ocurre que “la praxis política” del liquidacionismo es,
precisamente, liquidar el partido de clase, y esto, obviamente, es algo
profundamente negativo, decididamente antiproletario y completamente
contrarrevolucionario.
Sin embargo, Lastra, con su “no es que sea negativo”, pretende silenciar
dicha realidad.
En Aniversario y balance,
Mariátegui señaló que las “designaciones” de las diversas tendencias “distinguen prácticas y
métodos”. Distinguen prácticas, es
decir, Mariátegui sabía perfectamente que cada tendencia tiene prácticas
diferentes, derivadas, obviamente, de sus distintas filiaciones doctrinales.
Pero, en el colmo de la inepcia, Lastra cree que la
filiación doctrinal de las diversas tendencias es cosa del pasado (sus
“antecedentes”, dice), y que, por eso, tienen la misma práctica política (“lo
decisivo es el comportamiento actual”), y, así, sin ningún escrúpulo, ha
levantado la falacia con la que pretende justificar su política de paz con las
desviaciones del marxismo.
Así, pues, desde el ángulo de esa política de paz,
resulta incomprensible la lucha de Mariátegui contra todas las expresiones
ideológicas, políticas y orgánicas no proletarias, y, en general, la lucha más
que centenaria de los marxistas de todo el mundo contra todas las desviaciones
de izquierda y de derecha.
Lastra ha puesto, pues, al desnudo su absoluta
incomprensión de la relación entre filiación doctrinal y práctica política, y,
así, ha puesto en evidencia que ha renegado el aserto mariateguiano de que las
diversas tendencias tienen diferentes prácticas y métodos.
En conclusión, es Lastra –y no sus amigos
oportunistas– quien ha dejado en el pasado su filiación (“marxismo-leninismo-maoísmo”
y mariateguismo), y es así como puede entenderse su eclecticismo y su
conciliacionismo con toda forma de oportunismo y revisionismo (incluido el
liquidacionismo, forma específica y extrema de revisionismo).
6. Lastra dice: “Yo jamás trataré de forma infraterna
a nadie con el que polemice. O sea, polemizaré desde los afectos, más aún, si
son compañeros con los cuales compartimos espacios de trabajo común, pero que
divergimos en otras cuestiones. Tanto más será mi afecto si compartimos la adhesión
a la misma doctrina y construimos un proyecto común” (carta al CRJCM del 31.10.12).
Como se ve, Lastra confiesa, sin avergonzarse, que
comparte la misma doctrina con oportunistas y liquidacionistas (“Tanto más será
mi afecto si compartimos la adhesión a la misma doctrina”).
Así, pues, por arte de birlibirloque, Lastra convierte
en “marxista-leninista-maoístas” a los activistas de tales tendencias. O al
revés: se convierte, él, en “marxista”, “marxista-leninista”, “guevarista”, “trotskista”, “fidelista”,
todo en uno.
Como se ha podido ver, la afirmación que comento data
de octubre de 2012, y esto permite decir que, a pesar de sus reclamos favorables al partido de
clase, Lastra participó del cuarto seminario liquidacionista porque suponía
que, hombro con hombro con los liquidadores, estaba construyendo “un proyecto común”.
De Marx a Mao y de Mariátegui a sus actuales
continuadores, los marxistas no polemizamos “desde los afectos”, SINO
PRECISAMENTE DESDE EL MARXISMO.
Con su polemizar “desde los afectos”, Lastra antepone
lo sentimental a lo doctrinal, o sea, al marxismo le antepone sus afectos por
los oportunistas, con quienes, como se ha visto, se siente en unidad doctrinal y comprometido en un proyecto común.
Pero, como en otros casos, ahora también es necesario
comparar su discurso con su práctica.
En relación a los oportunistas, Lastra se muestra muy
afectuoso, aunque, en puridad de verdad, lo que hace es nada más que mostrarse
muy adulador, muy mimoso, muy lagotero.
Lagotero es el que hace zalamerías para congraciarse
con alguien o lograr algo. A Lastra le gusta congraciarse con todo tipo de
oportunista a fin de lograr aparecer como “unitario”, como “el hombre del
frente unido”.
Veamos ahora la otra cara de su impostura. En su
última explosión contra el suscrito, Lastra se gastó estas afectuosas expresiones: “egotista”, “jactancioso”, “obtuso”, “¡Puf!”, “cháchara
jactanciosa”, etcétera.
Esta
es su polémica “desde los afectos”. Este es su “jamás trataré
de forma infraterna a nadie con el que polemice”. Este es su “Tanto
más será mi afecto si compartimos la adhesión a la misma doctrina”.
Así, pues, su polemizar “desde los afectos” no pasa de
ser, por un lado, una frasecilla con la que pretende justificar su actitud
lagotera respecto a los oportunistas, y que, por otro lado, no le alcanza para
ocultar su actitud insultante con respecto al suscrito.
05.12.2014.
La Reconstitución y la Política Concreta III
E. I.
La
Reconstitución es un proceso de construcción ideológica, teórica, política y orgánica
del partido conforme al modelo de partido legado por José Carlos Mariátegui, a
efecto de que cumpla su papel de dirigir la revolución.
En
los “Principios programáticos del Partido Socialista”, Mariátegui dejó sentado:
El marxismo-leninismo es el
método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El
Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha. (Ideología y política, p. 160).
Por
eso, en la reunión del CC del 4 de marzo de 1930, se aprobó una moción donde aparece
esta afirmación incuestionable:
El P.S. es un partido de clase,
y por consiguiente, repudia toda tendencia que signifique fusión con las
fuerzas u organismos políticos de las otras clases. Condena como oportunista
toda política que plantee la renuncia momentánea del proletariado a su
independencia de programa y de acción, que en todo momento debe entenderse
íntegramente. (Martínez de la Torre, Apuntes
para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II, p.
487).
Como se
ve, el PSP fue un partido de clase, pues estuvo adherido al marxismo-leninismo.
Marxista-leninista
consecuente, Mariátegui desarrolló en el trabajo de masas una intensa y extensa
crítica de todas las concepciones ideológicas, políticas y orgánicas no
proletarias que circulaban en su tiempo y, de
ese modo, pudo alcanzar la hegemonía en el frente unido.
Sin
una base ideológica común el partido apenas sería una unidad mecánica. Por eso,
su unidad orgánica tiene que ser la materialización de su unidad ideológica.
Solo así puede tener unidad de pensamiento y acción. Esta es una necesidad absoluta de la Reconstitución.
El
trabajo del partido entre las masas, tanto de arriba como de abajo, tiene como guía ideológica
el marxismo-leninismo y como base teórica
el pensamiento de Mariátegui. Solo así puede alcanzarse la necesaria unidad de
pensamiento y acción del binomio partido-masas. Esta unidad es una necesidad
absoluta de la Reconstitución.
Pues
bien, hoy como ayer, es necesario desarrollar en el trabajo de masas una crítica
intensa y extensa de todas las concepciones ideológicas, políticas y orgánicas
no proletarias. De otro modo no se puede
construir un partido proletario arraigado en las masas, es decir, no puede
alcanzarse la hegemonía en el frente unido, o sea, no puede haber
Reconstitución.
En el
plano ideológico, hay que llevar adelante la lucha contra el dogmatismo y el
revisionismo, principalmente contra el revisionismo.(1)
El
partido necesita desarrollar un trabajo intelectual con plan y equipo propios;
necesita medios de propaganda y de agitación propios; necesita realizar un
trabajo de masas propio; etcétera.
En
todos los planos, el partido requiere un camino propio en su construcción. Sin
este camino propio, no hay ni puede haber
Reconstitución.
Por
lo tanto, sin una dirección firme en lo ideológico, solvente en lo teórico,
audaz en lo político y potente en lo orgánico, no es posible la Reconstitución.
Pues
bien, ocurre, sin embargo, que Jaime Lastra, atrapado en una concepción
frentista, se pasó alrededor de ocho años haciendo de furgón de cola del plan
partidario del grupo revisionista que encabeza Ramón García. Tercamente, se
negó durante años a seguir el consejo de darle una organicidad a la tendencia.
Cuando
finalmente en 2010 cedió ante la presión, visitó esta ciudad y tomamos algunos
acuerdos que pisoteó tan pronto regresó a Lima. Desde entonces actuó un proyecto ajeno a los acuerdos y extraño a la
Reconstitución, como veremos en seguida.
Durante
su breve estadía en esta ciudad en el indicado año, se opuso a la aparición de
la revista digital CREACIÓN HEROICA
con el pretexto de que publicara nuestra producción literaria en un blog del
grupo revisionista a fin “de no dispersar el trabajo de propaganda”.
De
ese modo expresó su concepción pobremente frentista, precisamente con respecto
al revisionismo, peligro principal en la construcción del partido y en el
trabajo de masas, no obstante que tiene en sus narices la aserción de
Mariátegui según la cual el frente no es una amalgama ideológica. Obviamente,
cualquier marxista puede percatarse de que con
esa concepción de Lastra no hay ni puede haber Reconstitución.
En
2012 Lastra y Mauricio Domínguez participaron en un seminario organizado por el
grupo revisionista que tenía por objetivo exclusivo y excluyente la fundación
de un partido doctrinariamente heterogéneo, es decir, que pretendía liquidar el partido de clase.
Así,
pues, en lugar de desenmascarar el
siniestro designio liquidacionista y denunciarlo ante el Socialismo Peruano,
ambos se prestaron a ponerle el hombro al evento.
Como
no podía ser de otro modo, uno y otro fueron criticados con toda justicia y con
toda justeza en el artículo Algo más que
una respuesta a Miguel Aragón.
A
propósito, no conocemos ninguna autocrítica de Domínguez, pero tampoco ningún
intento de justificarse; el silencio ha sido hasta hoy su reacción ante nuestra
crítica.
Pero Lastra, en lugar de autocriticarse, en una carta al COMITÉ DE RECONSTITUCIÓN JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI (CRJCM) del 31.10.12, intentó, más o menos indirectamente,
justificar su oportunismo aduciendo que lo que pasa es que no es sectario, y
aprovechó la oportunidad para acusarnos de sectarios.(2)
Pues bien, explicando el frente unido sindical de la
clase obrera, Mariátegui señaló:
Formar un
frente único es tener una actitud solidaria ante un problema concreto, ante una
necesidad urgente. (Ideología y política,
p. 109).
Obviamente,
este juicio puede hacerse extensivo a otros planos de la lucha de clases, como
al plano político por ejemplo y, por lo tanto, puede decirse que en todos los
casos tanto el sectarismo como el no sectarismo son cuestiones que pueden ser identificados únicamente en relación a la
solidaridad o no solidaridad con respecto a un problema concreto, a una
necesidad urgente, o, para decirlo de otro modo, en relación a si hay o no una
determinada comunidad de objetivo que obligue o no a una acción común.
En el plano metodológico, esa constatación exige
analizar concretamente tanto el
sectarismo como el no sectarismo, y no a
referirse abstractamente a ambas cuestiones, como hace Lastra.
Por lo tanto, en la medida en que los miembros del CRJCM no somos solidarios con el
objetivo de liquidar el partido de clase, no teníamos por qué participar del seminario
liquidacionista y, por esto, mal se nos puede acusar de sectarios.
Ahora bien, ¿en qué pudo consistir la solidaridad de
Lastra y Domínguez con el grupo revisionista que había organizado el seminario
con el exclusivo y excluyente objetivo de liquidar el partido de clase? Es en
torno a este objetivo, y no a ninguna
otra cosa, que puede detectarse el sectarismo o no sectarismo de cualquier
activista o tendencia. Cualquier otro
argumento que prescinda del objetivo del evento, es pura fraseología.
Por eso, no se entiende en absoluto que personas
partidarias, al menos de la boca para afuera, del partido de clase, le hayan
puesto el hombro a un evento que tenía por objetivo liquidar el partido de
clase.
Así, pues, las razones de esa bochornosa participación
hay que buscarlas en otro lugar: en el frentismo a ultranza de Lastra y
Domínguez, en sus debilidades personales y, en el caso específico del primero,
en su conocida actitud conciliadora y aduladora con respecto a oportunistas y
revisionistas. Pero, desde luego, cualquier marxista puede darse cuenta de que ninguna de estas “razones” es marxismo.
Ahora bien, en la medida en que Lastra aduce no ser
sectario, habría que preguntar: ¿por qué, entonces, se retiró finalmente de las
sesiones del evento? ¿Por qué, posteriormente, no participó del quinto
seminario del grupo liquidacionista? ¿Por qué en esta oportunidad no aplicó
“dialécticamente” los principios? ¿Se olvidó de las enseñanzas de la nociva “experiencia de trabajo político sectario”?
¿No cayó entonces en “un trabajo político purista”? ¿No quedó así su “política
de frente único” “solamente en cliché”? ¿No fue su abstención una de esas
“prácticas erradas del trabajo político”? ¿No fue su inasistencia expresión del
“estilo sectario en el trabajo político”? ¿No era que “Un seminario es un espacio
de debate no vinculante orgánicamente”? ¿Su abstención no fue como pararse y
decir “no voy porque ese seminario es revisionista”? ¿No es así como tiene que
entenderlo “cualquier público sensato”? ¿Así no quedó Lastra “en ridículo”?
No cabe duda: el no sectario terminó enredado en la
gruesa telaraña de su propia cháchara fanfarrona.
Es necesario desenmascarar el sentido de la siguiente
afirmación que aparece en la carta de Lastra:
Lo contrario
de participar en ese seminario sería boicotearlo. ¿Eso es lo que podrían
proponer, acaso? Toda abstención contradice la política revolucionaria del
m-l-m”.
Lastra
se refiere al quinto seminario del revisionismo peruano. Como se ve, primero
sostiene que no participar en tal evento, sería boicotearlo. ¡Qué horror! ¡Cómo
puede alguien atreverse a “boicotear” un seminario que tiene como objetivo liquidar
el partido de clase! Después, dice que toda
abstención contradice, etcétera, es
decir que, según él, la política revolucionaria del
“marxismo-leninismo-maoísmo” ¡exige ponerle el hombro a un seminario que
tiene como objetivo exclusivo y excluyente la liquidación del partido de clase!
Finalmente, contra su cacareada “política de frente único”, terminó él mismo
absteniéndose de participar en el mencionado seminario.(3) ¡Entiéndalo quien
pueda!
Si desde hace una década o más Lastra actúa un
frentismo a ultranza con el grupo revisionista, ahora lo practica también con
otras tendencias: en el segundo número de la revista Pizarra Socialista, que dirige, ha publicitado ampliamente el
“socialismo bolivariano” y la “revolución ciudadana”.
El CRJCM apoya
la política de todos los gobiernos que de alguna forma y en alguna medida se
opongan al imperialismo en algunos aspectos, pero no compartimos la publicitada
teoría del “socialismo del siglo XXI” (Heinz Dieterich Steffan), así como
tampoco el discurso nacionalista burgués de la “revolución ciudadana”.
Más allá de toda fraseología, el “socialismo del siglo
XXI” es socialismo pequeño burgués que vende la vieja tesis revisionista de la
transición pacífica y que concibe el socialismo como una cuestión de distribución
“equitativa” de la riqueza y no como la liquidación de la propiedad privada de
la gran burguesía y la socialización de sus medios de producción. Por eso,
después de casi quince años de chavismo, la contradicción fundamental en la
sociedad venezolana continúa siendo entre el capital y el trabajo, es decir,
continúa allí extensamente la explotación de la fuerza de trabajo de las clases
populares, o sea, Venezuela sigue siendo un país capitalista.
Por otro lado, el nacionalismo burgués de la
“revolución ciudadana” no ha cambiado ni puede cambiar absolutamente el
carácter capitalista de Ecuador.(4)
En relación al “socialismo del siglo XXI”, la
“revolución ciudadana” y otras experiencias semejantes, no olvidamos nosotros
esta luminosa enseñanza de Mariátegui:
Sin prescindir
del empleo de ningún elemento de agitación anti-imperialista, ni de ningún
medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir
a esta lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la revolución
socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera.
(Ob. cit., p. 91).
¿Dónde
están, en las páginas de Pizarra
Socialista, la necesaria explicación y la necesaria demostración de que
solo la revolución socialista inspirada en el marxismo-leninismo, y no el socialismo pequeño burgués ni el nacionalismo burgués, pueden oponer al
imperialismo una valla verdadera? ¿Dónde está la crítica a las concepciones
ideológicas no proletarias del “socialismo bolivariano” y de la “revolución
ciudadana”? ¿Dónde está este deslinde necesario?
En ninguna parte. Por eso está por verse a qué tipo de
socialismo se refiere el título de la revista.
Mariátegui señaló:
El frente único no anula la
personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo componen. No
significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina
única. (Ob. cit., p. 108).
Como
lo sabe cualquier marxista (y tal vez sobre todo cualquier “maoísta”, pues Mao
es uno de los grandes teóricos del frente unido), todo trabajo frentista supone
unidad y lucha, solidaridad y crítica.
Pero, como hemos visto, en Pizarra Socialista se publicita el socialismo pequeño burgués y el
nacionalismo burgués sin que sean confutados absolutamente, y esto prueba que
no es una revista de frente unido sino una revista-amalgama, en la que,
visiblemente, sacan partido concepciones no proletarias. Esta amalgama no sirve en absoluto a la Reconstitución.
En lugar de llevar adelante una resuelta lucha contra
el revisionismo, Lastra concilia vergonzosamente con este peligro principal de
la Reconstitución.
En lugar de llevar adelante una amplia crítica a todas
las concepciones ideológicas, políticas y orgánicas no proletarias, Lastra hace
un venenoso revuelto de todas ellas más su falso marxismo-leninismo-maoísmo.
Por
eso, puede decirse, como conclusión, que tanto su conciliacionismo con respecto
al grupo liquidacionista como su cocinado con el “socialismo bolivariano” y la
“revolución ciudadana”, son expresiones
de la ideología realmente existente en su cabeza.
Notas
[1] Tanto en la construcción
del partido como en el trabajo entre las masas, el peligro principal es el
revisionismo. Esto es indiscutible.
[2] La aludida carta respondía a una mía del 16.10.12, en la que le alcancé algunas críticas a varios aspectos de su práctica. La acusación que me hace de sectario es una repetición ciega de la acusación que me hizo Miguel Aragón a raíz de mi crítica a Lastra y Domínguez, y que fuera rápidamente desmontada en el artículo Algo más que una respuesta a Miguel Aragón. En el presente artículo no analizaré todos los métodos criollos que Lastra toma prestados de Manuel Velásquez (ver Acerca de la demagogia de una carta abierta).
[3] No sólo contra su “política de frente único”, sino también contra su “m-l-m”, pues, según se ha visto, dice que “toda abstención contradice la política revolucionaria del m-l-m”. ¡Este es el m-l-m monstruosamente adulterado por Lastra! ¡Este es el m-l-m que trata de imponer a su grupo! ¡Este es el m-l-m que utiliza para encubrir su desviación de derecha!
[4] En pleno genocidio de Israel contra el pueblo de la Franja de Gaza, en una entrevista Correa se desbordó en elogios a los judíos y a Israel, con lo cual puso en evidencia por quién late realmente su corazón.
11.02.2015.
La Reconstitución y el Trabajo Orgánico
E. I.
I
El
proceso de Constitución del PSP dio cuenta de dos estilos en el trabajo
orgánico del Grupo Organizador del PSP: el de José Carlos Mariátegui, y el de
otros militantes como Julio Portocarrero, Hugo Pesce, etcétera.
Para introducirnos al tema, es necesario reseñar algunos
hechos correspondientes al debate entre José Carlos Mariátegui y Haya de la Torre,
pues entonces se expresaron tanto el correcto estilo de trabajo orgánico del
primero como los métodos criollos del segundo.
Como se sabe, en enero de 1928, Haya intentó convertir al
Apra en el Partido Nacionalista Libertador del Perú. Entonces Mariátegui
señaló:
Por mi parte, siento
el deber urgente de declarar que no adheriré de ningún modo a este partido
nacionalista peruano que, a mi juicio, nace tan descalificado para asumir la
obra histórica en cuya preparación hasta ayer hemos coincidido. Creo que
nuestro movimiento no debe cifrar su éxito en engaños ni señuelos. La verdad es
su fuerza, su única fuerza, su mejor fuerza. No creo con Uds. que para triunfar
haya que valerse de “todos los medios criollos”. La táctica, la praxis, en sí
mismas son algo más que forma y sistema. Los medios, aun cuando se trata de
movimientos bien adoctrinados, acaban por substituir a los fines. (Martínez, Apuntes para una interpretación marxista de
historia social del Perú, t. II, p. 297).
Martínez
comentó años después:
La transformación del
Apra de “alianza” en “partido”, encontró en Mariátegui y los que lo
acompañaban, una desaprobación sincera y explícita. Cerraba toda posibilidad de
colaboración. Con una “alianza” era posible entenderse. Con un “partido”, no. (Ob, cit., p. 295).
Y
agregó:
Hasta entonces,
Mariátegui había tenido una actitud de espera. Deseaba que la actividad de Haya
de la Torre se aclarara, se definiese. La algazara hecha en el extranjero en
torno al Partido Nacionalista Peruano, que se hacía aparecer, como hemos visto,
como organizado en el Perú, decidió a Mariátegui a encarar una situación falsa
y llena de peligros. (Ob. cit., p.
296).
Con
fecha 10 de julio de 1928, el maestro envió a los diversos grupos que formaban
el Apra una carta colectiva en la que se lee:
2º-Los elementos de
izquierda que en el Perú concurrimos a su formación [del Apra], constituimos de
hecho –y organizaremos formalmente– un grupo o Partido Socialista, de filiación
y orientación definidas… (ob. cit, p.
301).
Martínez
señaló posteriormente:
Mientras el grupo de
compañeros que trabajábamos silenciosamente al lado de Mariátegui, analizaba
objetivamente la situación, sin apasionamiento personal, sin vanidades
egotistas (…) Haya de la Torre no podía aceptar la discusión en el plano en que
la situaba el grupo de Lima. Sabía que no podría defenderla. Esta fue desviada
a otro terreno. Apeló al gastado método de acusar al grupo de Lima de obedecer
órdenes de Moscú, que le atacaba en vista de no hacerse comunista. Que
Mariátegui le tenía envidia. Que Martínez de la Torre traía contra él, en el
terreno político, resentimientos de familia. Lo que era un debate sobre teoría,
táctica y estrategia, como lo demuestran los documentos reproducidos, se
desviaba al campo personal. (Ob. cit.,
pp. 298-302).
Puestos
ante el debate los diversos grupos, uno vacilaba y otro asumía posiciones
oportunistas, pero la “célula de París” se situó en el terreno del debate de
ideas y tomó una posición definida y resuelta por el proyecto de Mariátegui:
La célula de París,
por ejemplo, ha tomado, en general, una posición marxista. La de Buenos Aires
nos presenta desviaciones de derecha (…) La de México se ha caracterizado por
una oscilación permanente, repetidas veces oportunista y demagógica. (Ob. cit., p. 326).
En
1948 Martínez dejó señalado que, después del debate con Haya,
Mariátegui [llegó] a
la conclusión de que todo acuerdo era imposible, procediendo, en consecuencia,
a realizar los trabajos preparatorios para la fundación del partido de clase proletario…
Discutió este proyecto con los camaradas más allegados a él. (Ob. cit., p. 396).
Así,
los elementos de izquierda, aludidos
por Mariátegui en la carta colectiva, se reunieron finalmente en La Herradura
el 16 setiembre de 1928 y en Barranco el 7 de octubre del mismo año y, de este
modo, quedó fundado el PSP.
La Reunión de La Herradura fue una reunión preparatoria
de la fundación clandestina del PSP. En esta Reunión, Martínez “presentó” los
“puntos de vista” de José Carlos Mariátegui (ver ob. cit., p. 397), que se expresaron en los Acuerdos de la Reunión
de La Herradura y, luego, en los Acuerdos de la Reunión de Barranco. Esto
quiere decir que, en “la célula inicial del Partido”, se actuaba entonces con
probidad.
La principal lección del debate entre Mariátegui y Haya es que el primero centró los términos del debate y, de esta forma, contribuyó al esclarecimiento de los activistas, mientras el segundo desvió el debate a un terreno extraño a las ideas en conflicto y de este modo intentó meter confusión.
II
En
mayo de 1929, antes de salir las delegaciones al Congreso Constituyente de la
Confederación Sindical Latino Americana y a la Primera Conferencia Comunista
Latinoamericana,
… se verificó una
reunión de las mismas con Mariátegui y Martínez de la Torre, en las que se
estudió detenidamente la situación del país y los puntos de vista del Comité
Organizador del Partido Socialista. (Ob.
cit., p. 402).
Pero,
como se sabe, en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, Julio
Portocarrero y Hugo Pesce tergiversaron “los puntos de vista del Comité
Organizador del Partido Socialista”, es decir, el proyecto de Mariátegui de un
partido de masas marxista-leninista.
Así, mientras en los “Principios programáticos del
Partido Socialista” Mariátegui señaló que
El marxismo-leninismo
es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios.
El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha (ob. cit., p. 399),
Julio
Portocarrero, con la complicidad de Pesce, decía en la mencionada Conferencia:
El partido socialista
se basa en nuestro Grupo, el cual es enteramente afín con la ideología de la
Internacional Comunista (ibídem, p.
423). Y también: “¿El Partido Socialista es la expresión de nuestro
pensamiento, de nuestra línea? El partido socialista lo hemos constituido como
táctica, como medida de ligazón con las masas. No venimos a decir que el
partido socialista es la expresión profunda de los que luchamos por los
intereses del proletariado” (ibídem,
p. 422).
Peor
todavía: los “Principios programáticos”, escritos y acordados por Mariátegui en
octubre de 1928, fueron suplantados por la delegación peruana por el programa
preparado por Ravines a nombre de la “célula de París” (ver ibídem, p. 484).
Estos hechos demuestran que, en el trabajo orgánico del
PSP, Portocarrero y Pesce y, no mucho después, otros militantes también,
empezaron a recurrir a métodos criollos.
Así, pues, la principal lección, por ejemplo negativo, de la participación de Portocarrero y Pesce en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, es su deslealtad con respecto a los acuerdos del Comité Organizador del Partido Socialista.
III
Como
hemos visto, cuando Haya pretendió convertir al Apra en partido, Mariátegui
desarrolló una consecuente crítica al intento oportunista, y de este modo
esclareció los términos del debate permitiendo la toma de posición de los
diversos grupos que formaban el APRA: entonces los hayistas quedaron tan
aislados que cabían en un sofá.
Ahora bien, cuando el grupo que encabeza Ramón García
intentó convertir en partido el frente mal llamado “Comité 80”, el Comité de Reconstitución José Carlos
Mariátegui (CRJCM) desarrolló una consecuente crítica al intento
liquidacionista, y de esta forma esclareció los términos del debate: entonces
empezaron a madurar las condiciones que finalmente llevaron al grupo de García
al aislamiento.(1)
Pero, mientras
el CRJCM luchaba contra la forma
extrema de revisionismo como es el liquidacionismo, desenmascarando su negación
del marxismo-leninismo; su tergiversación de la historia del Socialismo
Peruano; su falsificación de la identidad ideológica de José Carlos Mariátegui,
de su Creación Heroica, del Partido Socialista del Perú; su reformista “camino
municipal al socialismo”; su negación del partido de clase y su falsificación
del concepto mariateguiano de un partido de masas y de ideas; su egotismo
burgués y su servilismo; sus métodos criollos y su doble moral; Lastra
participaba alegremente en los eventos del grupo liquidacionista que tenían
como propósito destruir el partido de clase; copiaba muchas de sus posiciones;
pretendía diluir el trabajo de nuestra tendencia en un falso trabajo
frenteunionista; no se pronunciaba contra el egotismo burgués, el servilismo y
la doble moral que caracterizan a los liquidadores, y, finalmente, no
desenmascaraba sus métodos criollos, llegando incluso a justificar algunos de
ellos y aun a utilizar otros.
Pero, además, pisoteaba los acuerdos tomados para dar
curso a la organización de la tendencia; ocultaba documentación (las cartas que
ahora publicamos completas y otros escritos); eludía y sofocaba el debate de
ideas; se negaba, sin contestar siquiera a la invitación, a colaborar con la
revista digital CREACIÓN HEROICA;
etcétera.
Criticado, entonces, con toda razón, recurrió a los más
burdos métodos criollos. Entre ellos hay uno que, como verá el lector en las
cartas adjuntas, lo pinta de cuerpo entero como un elemento inescrupuloso:
tituló como “Propuesta unitaria de Jaime y Eduardo” o como “Documento unitario
de los 10 puntos”, un documento no consensuado en absoluto, es decir, un
documento de su exclusiva y excluyente autoría, y, de esta forma, engañó y
manipuló a los miembros del grupo en curso de organizarse.
Mariátegui señaló que Lenin ganó su autoridad por la
superioridad de su pensamiento; Lastra, en cambio, como se ha podido ver, ganó
su condición de cabeza del grupo por la utilización de métodos criollos: la
mentira, el engaño, la imposición, la manipulación, la marginación del CRJCM.
Pero, además, aventureramente planteó que “entre
abril-junio 2011 debe realizarse una Conferencia Nacional que selle la unidad
alcanzada bajo lineamientos básicos” (sic)
y que “el mes de octubre de 2011 deberá ser la fecha propicia para el V
Congreso” (sic) (carta al suscrito
del 02.11.10).(2)
¿Comprende el lector? Ciertamente el “humilde” Lastra
acariciaba la ambición de ser el Secretario General (o tal vez el Presidente)
del Partido. ¡Jaime Lastra jefe del Partido de Mariátegui Reconstituido!
Pues bien, la desesperación de Lastra por realizar
eventos para los cuales no reúne, aun ahora, ni de lejos las condiciones
teóricas necesarias, expresa su absoluta incomprensión de lo que es la
Reconstitución.
Como es su costumbre, ante mi crítica nuestro personaje
desvió el debate al diversivo terreno de la fraseología: “¡Qué bien conocer tus
puntos de vista!”; “es bueno saber de las opiniones tuyas” “¿Jugamos al gran
bonetón?”; “¿Qué guardo silencio?”; “¿Qué no contesto?”; “en mi bandeja solo
tengo dos correos tuyos fechados el 28 de setiembre y el 10 de octubre del
Esta fue toda su respuesta al contenido de mis cartas,
que, como también verá el lector, comprendía el esclarecimiento de hechos
puntuales, indesmentibles, pero que Lastra pretende escamotear con una notoria
charlatanería.
Es decir, nuestro personaje hizo a un lado el estilo de
debate y el estilo de trabajo orgánico de Mariátegui, y, así, exactamente como
Haya, desvió el debate, y, exactamente como Portocarrero y Pesce, procedió con
deslealtad respecto a los acuerdos tomados.
La principal lección de esta práctica es que ningún
colectivo marxista puede depositar su confianza en un elemento arbitrario,
inescrupuloso, autoritario en las propias filas y, en un marco más amplio,
conciliador con respecto al oportunismo.
Pero reseñemos algunos hechos más a fin de que el lector
perciba con mayor profundidad la conducta ramplona y la rabiosa oposición al CRJCM de nuestro personaje.
1. En el colmo del servicio a los oportunistas, el
aludido llegó a decir en un artículo –los activistas de su grupo deben
recordarlo perfectamente– que siendo las ideas lo más importante, se inhibía de
mencionar a los autores de los planteamientos que estaba criticando,
excusándolos así de la responsabilidad de introducir ideas nocivas al seno del
pueblo. Para no extenderme sobre el punto, invito cordialmente al lector a leer
el adjuntado fragmento del artículo La
impotencia del grupo revisionista.
2. Pasando por encima de su grupo, participó por decisión
personal en el cuarto seminario del revisionismo peruano, lo cual, además de
significar una conculcación del centralismo democrático, ilustra una práctica
que tiene como fondo la necedad de que el frente dirige al partido (3).
3. Retórico como es, en carta al CRJCM
del 31.10.12 (carta con plétora de criollos recursos
polémicos y, por eso mismo, fácilmente desmontable), dio este singular ejemplo
de su conocida actitud demagógica: “A lo más que puede ser útil usar ese
espacio [el quinto seminario del revisionismo peruano], sería para reafirmar
nuestra superioridad ideológica, teórica, política y orgánica, desinflando
mucho más de lo que se encuentra ya desinflado el proyecto revisionista”.
¡”Reafirmar nuestra superioridad”! ¡“Desinflando mucho
más de lo que se encuentra ya desinflado el proyecto revisionista”! Pero ¿cuál
es la realidad de las cosas? Veamos esto.
No existe ni puede existir ninguna superioridad
ideológica del oportunismo de derecha que representa Lastra sobre el
liquidacionismo de derecha que representa Ramón García.
Puesto que nuestro personaje ha llegado incluso a la
desvergüenza de copiar un montón de posiciones del grupo liquidacionista,
tampoco no existe ni puede existir ninguna superioridad teórica suya con
respecto al mismo.
Al mostrarse ecléctico, conciliador y promotor del
frentismo más burdo, igualmente no existe ni puede existir ninguna superioridad
política suya sobre el grupo de García, que, con su administración municipal de
la economía capitalista, promueve el reformismo.
¿Superioridad orgánica? Pero si, como lo sabe todo el
que quiere saberlo, Lastra ha empobrecido a su grupo imponiéndole una línea
oportunista de derecha, y esto tampoco comporta ni puede comportar ninguna
superioridad sobre el grupo de García, empobrecido también por su
liquidacionismo de derecha.
Finalmente: ¿la participación de Lastra en los eventos
liquidacionistas, significó, por casualidad, así sea en mínima medida, que se
desinflara el proyecto de un partido-amalgama que se procesaba en dichos
eventos?
Es un hecho que la mencionada participación no
contribuyó en absoluto a desinflar el aludido proyecto, sencillamente porque
nuestro personaje nunca fue capaz de desarrollar una solvente crítica al mismo
en los planos ideológico, teórico, político y orgánico, limitándose, por el
contrario, a asumir posiciones eclécticas, conciliadoras, encubridoras,
blandengues con respecto al liquidacionismo.(4)
No obstante no haber realizado ninguna crítica de
conjunto del liquidacionismo y, por el contrario, haberse colgado de muchas de
sus posiciones, en un artículo fechado el 10.10.2011 y
publicado en el blog Camino Socialista,
Lastra, todo embaucador,
afirmó: “Debemos
deslindar los campos de manera resuelta y definida sí, naturalmente, por
supuesto”.
Pero, naturalmente,
por supuesto, la sumaria reseña hecha en el presente apartado basta para
ver en qué consistió su deslinde resuelto
y definido con relación al grupo liquidacionista.
Por lo tanto, puede decirse que la
afirmación examinada, no pasa de ser un caso de autoadulación que revela el
creídismo de Lastra.
4. En ocasión de la presentación del folleto Mao y Mariátegui, nuestro Lastra se
empeñó en hacer participar en la mesa a uno de los elementos más descompuestos
del grupo liquidacionista, enemigo deslenguado del suscrito, quien, además,
hacía poco había denostado contra el libro y agraviado a su autor (y que,
además, presentaba el antecedente de haber aprovechado la presentación de otro
libro del suscrito para calumniarlo cobardemente). Pero, por supuesto, César
Risso se opuso con firmeza a la proterva intención, y Daniel Chumpitaz hizo lo
mismo y, en consecuencia, Lastra se quedó con los crespos hechos.
5. No me extenderé sobre su actitud de recurrir al método
burgués de la censura y de hacer a un lado el método proletario del debate de
ideas, pues basta señalar que esta expresión de mediocridad mostró a nuestro
personaje como funcional al oportunismo.
6. La deshonestidad de Lastra es un hecho de
conocimiento común. Su recalcitrante renuencia a la autocrítica –lo cual viene
de siempre– es una expresión de ello. Entre muchísimas otras, una expresión más
o menos reciente de lo mismo, es su artículo Egotismo en el socialismo peruano, el cual, como han podido ver
todos los que tienen ojos para ver, está colmado de mentiras, maniobras,
trucos, calumnias, diversivos, insultos, etcétera, recursos todos desmontados
en el artículo El temperamento criollo de
Jaime Lastra.
Pues bien, el silencio en el que Lastra se ha sumido a
partir de la publicación de nuestros mencionados artículos en la revista
digital CREACIÓN HEROICA, no es otra
cosa que expresión, por un lado, de su incapacidad para sostener un debate de
ideas, y, de otro, de su secreto sentimiento de que, de aceptar el debate, lo
único que conseguiría es hundirse aún más ante los ojos de la izquierda peruana
(si es que tales ojos pueden ver su existencia).
IV
Ciertamente
en el trabajo orgánico se expresa más netamente que en cualquier otro plano la
ideología realmente existente en la cabeza de los activistas. Así, pues, la
apretada reseña realizada aquí del estilo de trabajo orgánico de Lastra –y por
añadidura de su estilo de debate y de su estilo de relaciones externas–
demuestra que la ideología que realmente tiene en la cabeza es una ideología
extraña al marxismo.
Y, como es claro, la Reconstitución del Partido de Mariátegui solo es posible poniendo al mando el marxismo-leninismo y el pensamiento mariateguiano, y erradicando los métodos criollos tanto en las relaciones internas como en las externas.
Notas
[1] Aislamiento con respecto a las tendencias que pretendió tragarse, incluido el PCP-Unidad, con el cual realizó un seminario a fin de fusionarse con él en un solo partido, obteniendo, sin embargo, un resultado negativo. El aislamiento del grupo liquidacionista con respecto a las masas es un hecho que viene de hace décadas.
[2] Programar la realización de eventos partidarios según el calendario revolucionario, es una concepción burocrática que Lastra ha copiado de Ramón García, quien, como es de conocimiento general, es el padre de esta concepción por cuanto concibe la construcción de su partido (fundación, etcétera) en función de las efemérides y no del desarrollo de la lucha de clases. Hasta en esto, pues, Lastra copia a García.
[3] Desde luego, este no es el único hecho que ilustra semejante barbaridad. Así, por ejemplo, en ocasión de la presentación de uno de los libros del suscrito, cocinó las condiciones de la misma en un organismo de frente unido y después trató de imponerlas a la fracción.
[4]
El único artículo de deslinde teórico de cierto mérito escrito por Lastra es
aquel en el cual defendió el partido de clase: Lenin, el ¿Qué hacer? y el partido de clase. Pero con la limitación de
que no significó un solo paso adelante en la teoría de tan importante cuestión.
Peor todavía: con su propuesta de constituir una dirección con los
liquidadores, prácticamente Lastra ha terminado renegando del partido de clase.
12.02.2015.