miércoles, 2 de julio de 2025

Política

¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda Tergiversación y Desarrollarlo en Función de la Realidad Actual! 

 

El Trasfondo de un Artículo de Carlos Moreno 

(Quinta Parte) 

Eduardo Ibarra 

Veamos, ahora, el practicismo de Lastra en el marco general de la lucha de clases. 

Como es de conocimiento común, en el trabajo de masas Mariátegui distinguió entre el frente unido sindical de la clase obrera (CGTP), el frente político proletario (PSP-CGTP) y el frente unido del pueblo peruano. 

El frente unido del pueblo peruano es para la lucha por el poder. Este frente no es pues para luchar por algunas reivindicaciones, por objetivos políticos limitados ni nada más para acceder al gobierno. 

Mariátegui señaló: 


Sin prescindir del empleo de ningún elemento de agitación anti-imperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera. (Ideología y política, p. 91). 

De esta forma esclareció la relación entre la lucha antiimperialista y la lucha por el socialismo, entre las reivindicaciones democrático-burguesas y la revolución socialista proletaria. 

        También subrayó Mariátegui: 


El P.S. reconoce que dentro de las condiciones nacionales, la realidad nos impondrá la celebración de pactos y alianzas generalmente con la pequeña burguesía revolucionaria. El P.S. podrá formar parte de estas alianzas de carácter revolucionario, pero, en todo caso, reivindicará para el proletariado la más amplia libertad de crítica, de acción, de prensa y de organización. (Martínez, Ricardo, Apuntes, p. 488). 

En el curso de su acción, el frente unido del pueblo peruano puede, pues, celebrar pactos y alianzas con fuerzas dispuestas a luchar por un objetivo concreto, así como, en la lucha por el poder, con la pequeña burguesía revolucionaria.(53) Pero, en todos los casos, tales pactos y alianzas tienen que garantizar incondicionalmente la independencia del proletariado en el orden de cosas señalado por Mariátegui. 

Tanto en la lucha por el frente unido sindical de la clase obrera como en el trabajo campesino, tanto en el trabajo con las capas intermedias como en el trabajo intelectual, Mariátegui desarrolló una consecuente lucha contra todas las posiciones extrañas a la línea de clase del proletariado. El frente unido sindical se concretó en la CGTP, que comprendía “las Federaciones o Ligas campesinas” y “las Federaciones de Comunidades Indígenas”. La revista Amauta fue marxista desde el principio (“Los que damos a ‘Amauta’ tonalidad, fisonomía y orientación, somos los que tenemos una filiación y una fe, no quienes no las tienen…”), pero sus colaboradores tuvieron diversas filiaciones doctrinales porque Mariátegui tuvo en cuenta que el movimiento, que entonces llamaba de “renovación”, estaba en sus inicios históricos y las posiciones no estaban cabalmente demarcadas todavía y, en consecuencia, el socialismo marxista estaba obligado a trabajar en el seno de dicho movimiento. Pero, invariablemente, Mariátegui luchó contra las desviaciones del marxismo y por la afirmación de la posición proletaria tanto entre las masas de abajo como entre las masas de arriba. Además, el fundador del Socialismo Peruano sentó las bases del frente unido antiimperialista y antifeudal del pueblo peruano y trazó los lineamientos programáticos del Partido Socialista; en política internacional, intervino, a través de una delegación, en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana; por último, acordó la afiliación del PSP a la Tercera Internacional. Es decir, desde un principio Mariátegui aplicó una concepción estratégica de la lucha de clase del proletariado peruano. 

No obstante estas lecciones mariateguianas (de las que hay que asimilar su esencia a efecto de aplicarlas en nuestro trabajo político), la actividad de Lastra presenta una enorme confusión con respecto al frente unido: el llamado Movimiento Renovemos, del cual forma parte, no es un organismo que tenga como objetivo la lucha por el poder, y el Frente Amplio, donde también participa, tampoco tiene dicho objetivo. Así, pues, la actividad frenteunionista de Lastra se revela atolondrada, caótica, anarcoide, es decir, sin un contenido revolucionario. Es el activismo por el activismo. O mejor: es la actividad frenteunionista asumida con una línea oportunista; o sea, sin una táctica y una estrategia marxistas, coherentes, justas. Esta falencia se pone de manifiesto en su actividad: condición doctrinariamente heterogénea de los organismos que constituye, de los medios de prensa que edita, de las reuniones que organiza y del blog que dirige. Pongamos algunos ejemplos: la Universidad Socialista José Carlos Mariátegui fue un espacio donde tenían presencia jruschovista-brezhnevianos y liquidadores del grupo de García; la revista Pizarra Socialista fue un medio que incluyó la propaganda de las posiciones de Ravines y Martínez sobre la cuestión nacional, así como la defensa incondicional de gobiernos reformistas como el de Correa en Ecuador y el de Maduro en Venezuela, con notoria exclusión en sus páginas de las posiciones de Mariátegui sobre estas dos cuestiones; y, como ya lo señalamos con otras palabras, el Movimiento Renovemos y el Frente Amplio no pasan de ser frentes reformistas; en el blog Creación Heroica –y como lo hemos subrayamos ya– es visible la participación del liquidador Miguel Aragón, mariateguista de palabra y antimariateguista de hecho. Etcétera. 

El pueblo peruano no es doctrinaria ni políticamente homogéneo. Esta realidad no necesita una especial demostración, pues es una verdad de conocimiento común; pero sí requiere algunas puntualizaciones. Todo marxista sabe que un grueso sector de nuestro pueblo está ganado a la ideología y a la política burguesas, y que esto dificulta la lucha por el socialismo. En las elecciones generales como en otras de distinto alcance, los partidos del orden obtienen, en conjunto, una votación superior a la suma de las votaciones que obtienen los existentes frentes de “izquierda”, con el agravante de que sus cúpulas no tienen más horizonte que una política reformista, conciliadora con el capitalismo, y que, inclusive, la inmensa mayoría de sus votantes no van más allá de ese mismo horizonte. 

Por consiguiente, los marxistas están obligados a distinguir entre las fuerzas reformistas y las fuerzas revolucionarias en el seno del pueblo y a desarrollar una consecuente lucha contra el reformismo. Cuando no se hace esta distinción y no se lleva adelante esta lucha, se cae en la falacia del frente-amalgama. No es casual que este tipo de frente sea promovido por quienes no tienen más meta que ser gobierno, así como por aquellos que ilusamente creen que la revolución puede darse solo a partir de haber ganado el poder ejecutivo. 


Lenin esclareció: 


Uno de los sofismas más difundidos del kautskismo es el remitirse a las “masas”, diciendo que no quiere separarse de ellas ni de sus organizaciones. Pero reflexionad sobre la forma en que plantea Engels esta cuestión. Las “organizaciones de masas” de las tradeuniones inglesas estuvieron en el siglo XIX al lado del partido obrero burgués. Y no por eso se conformaron Marx y Engels con este partido, sino que lo desenmascararon. No olvidaban, en primer lugar, que las organizaciones de las tradeuniones abarcan, en forma inmediata, una minoría del proletariado. Bajo el capitalismo no puede pensarse seriamente en la posibilidad de organizar a la mayoría de los proletarios. En segundo lugar –y esto es lo principal– , no se trata tanto del número de miembros de una organización, como el sentido real, objetivo de su política; de si esa política representa a las masas, sirve a las masas, es decir, sirve para libertarlas del capitalismo, o representa los intereses de una minoría, su conciliación con el capitalismo (…) Del “partido obrero burgués” de las viejas tradeuniones, de la minoría privilegiada, distingue Engels la “masa inferior”, la verdadera mayoría, y apela a ella que no está contaminada  de “respetabilidad burguesa”. ¡Ese es el quid de la táctica marxista! (…) La única línea marxista en el movimiento obrero mundial consiste en explicar a las masas que la escisión con el oportunismo es inevitable e imprescindible, en educarlas para la revolución en una lucha despiadada contra él, en aprovechar la experiencia de la guerra para desenmascarar todas las infamias de la política obrera liberal-nacionalista, y no para encubrirlas. (Contra el revisionismo, p. 349). 

Se entiende perfectamente el contenido y el alcance de la cita: frente a la escisión del socialismo (que viene del siglo XIX, que en el siglo XX cobró una dimensión mayor con el surgimiento del socialchovinismo, del browderismo, del titoísmo y el revisionismo contemporáneo, por una parte, y, por otra, con la defensa y reafirmación del marxismo-leninismo como la doctrina del proletariado y el surgimiento del pensamiento de Mao como desarrollo del marxismo de nuestra época), el proletariado no tiene más camino que aplicar la táctica del deslinde con todas las variantes del oportunismo y ganarse a las masas profundas para formar un verdadero movimiento revolucionario de masas, que es lo que requiere su causa. Para los marxistas, esta es la única táctica correcta, la única táctica que hace posible educar a las masas para la conquista del poder, la única táctica que puede viabilizar su organización revolucionaria, la única táctica que puede hacer posible realizar la estrategia del proletariado. 

Pero Lastra aplica otra táctica, la táctica oportunista de paz con los representantes de todas las desviaciones del marxismo (a quienes adula calificando de “socialistas” a sus activistas, lo que, por cierto, significa encubrir el “sentido real, objetivo de su política” contraria al partido de clase y a la reconstitución del partido de Mariátegui). Se entiende que, con esta táctica, anula la posibilidad de actuar una estrategia revolucionaria. 

Pues bien, puesto ante la necesidad de tener que responder a nuestra observación de que Lastra no ha sabido defender ni desarrollar la Creación Heroica de Mariátegui, Moreno ha intentado encubrir esta realidad con la siguiente retórica: 


… el proceso tiene que ser de arduo debate político e ideológico y solo como resultado de este debate al calor de las luchas populares se decantaran (sic) los auténticos cc. de vanguardia que tomarán las banderas de un partido reconstituido solidamente (sic) afirmado en las banderas principistas de la doctrina del ML y armados de una teoría revolucionaria recogiendo y desarrollando el legado del Amauta. La reconstitución del partido de Mariategui (sic) tiene que hacerse, participando en las luchas reivindicativas y políticas del pueblo y de los trabajadores; en la forja de los frentes de masas y de los frentes políticos, única forma de enrumbar hacia un futuro frente unido del pueblo para la toma del poder dirigido por su vanguardia política. 

¿En qué consiste, hablando concretamente, el mencionado “arduo debate político e ideológico? No lo dice Moreno y, por eso, su frase se queda en frase; pero, a propósito del trabajo teórico, hay que remarcar que en catorce años el grupo de Lastra no ha sido capaz de elaborar ninguna teoría sobre ningún aspecto de la Reconstitución, al mismo tiempo que sus acciones han abonado siempre la idea de un partido doctrinariamente heterogéneo, que es lo que finalmente intentó plasmar con aquello del “núcleo de dirección”. 

        Como hemos visto, Moreno dice que “al calor de las luchas populares se decantaran los auténticos cc. de vanguardia que tomarán las banderas de un partido reconstituido”. En esta afirmación no existe ninguna precisión sobre el proceso del cual resulta la reconstitución del partido, pues insinúa que la Reconstitución aparece de pronto, como por arte de magia, totalmente acabada como Minerva de la cabeza de Zeus y, así, los “auténticos cc.” se limitarían a tomar “[sus] banderas” (las banderas del partido ya “reconstituido” no se sabe cómo). En consecuencia, es necesario recordarle a Moreno que la Reconstitución no es un proceso espontáneo, un fenómeno que puede resultar de la actividad espontánea de las masas, sino un proceso consciente y, por lo tanto, un hecho que solo puede resultar de la actividad de la vanguardia. Y ocurre que algunos de esos “auténticos cc. de vanguardia” de los que habla Moreno, se han pasado catorce largos años sin que su actividad “consciente” haya dado como resultado alguna contribución a la tarea fundamental de defender, actualizar y desarrollar la Creación Heroica de Mariátegui, es decir, sin contribuir en lo más mínimo a establecer la base única e insustituible de la Reconstitución. Por eso, es claro que el practicismo del que se ufana el nuevo grupo liquidacionista, le sirve solamente como refugio evasivo, como cubierta de su falencia teórica con respecto a la tarea fundamental de la Reconstitución. 

Por una razón más o menos oscura que golpea en su conciencia, Moreno traslada la tarea de la Reconstitución al futuro: “el proceso tiene que ser”, “los auténticos cc. de vanguardia que tomarán las banderas de un partido reconstituido”, “recogiendo y desarrollando el legado del Amauta”. Es decir, cree que, en algún momento de un futuro indefinido, los “auténticos cc.” desarrollarán “el legado de Mariátegui”. Pero ya hemos visto que los “auténticos cc” (Lastra, Moreno y otros elementos como ellos), han tergiversado la Creación Heroica de Mariátegui y hasta se oponen a ella en cuestiones fundamentales, y esperar que los mismos se conviertan de pronto, como por arte de birlibirloque, en desarrolladores de tal Creación, es como pedirle peras al olmo. 

Como hemos visto, Moreno dice que la construcción de los frentes de masas y políticos es la “única forma de enrumbar hacia un futuro frente unido del pueblo para la toma del poder dirigido por su vanguardia política.” Esto es pura palabrería demagógica, pero que revela la táctica de su grupo, que no tiene en cuenta absolutamente el antagonismo entre el oportunismo y el marxismo y entre el reformismo y el revolucionarismo en el seno de las masas trabajadoras. Cuando Lenin, dialéctico profundo, señala con razón absoluta que los liquidadores son agentes de la burguesía que actúan en el seno del proletariado y de las masas, está indicando que el antagonismo se da también en este marco, como una forma específica del antagonismo entre el proletariado y la burguesía. El oportunismo en general representa a la burguesía en el seno de las masas (específicamente el oportunismo de “izquierda” representa a la pequeña burguesía), y las dos formas extremas de representación de la burguesía en el seno del pueblo son el social-chovinismo (que lleva al proletariado al carro del nacionalismo de la propia burguesía y, en consecuencia, contra el proletariado de otros países) y el liquidacionismo (que suprime o intenta suprimir el partido de clase). La táctica del grupo liquidacionista que encabeza Lastra está, pues, en flagrante oposición a la táctica leninista. Es, por lo tanto, una táctica equivocada y equívoca, una táctica oportunista. Esta táctica oportunista es la política “revolucionaria” del nuevo grupo liquidacionista. 

Moreno dice en otro pasaje: 


El Comité Político Creación Heroica, que no es el del c. Eduardo Ibarra que está fuera del país; está trabajando en los dos ejes; el partidario y el de frente único. Eso no es amalgama, ni oportunismo, mucho menos liquidacionismo. 

Esta cita muestra todo el temperamento criollo de nuestro liquidador. El lector tiene que haberse dado cuenta de que, tempranamente en este artículo (así como con anterioridad, en setiembre del año pasado, en el Pronunciamiento del CRJCM), dejamos en negro sobre blanco que el liquidacionismo de Lastra deriva de su concreta intención de fusionar en “un núcleo de dirección” a marxista-leninistas y liquidadores. Pero, silenciando esta verdad y desviando así el debate, Moreno dice que el trabajo de su grupo en “dos ejes” “no es amalgama, ni oportunismo, mucho menos liquidacionismo”. Así, pues, es evidente que el defensor del indefendible Lastra tergiversa nuestra afirmación, insinuando que sostenemos que el aludido liquidacionismo deriva de los “dos ejes” que menciona el tergiversador. En el libro La revolución proletaria y el renegado Kautsky, Lenin señaló que “atribuir al adversario una evidente necedad y luego refutarla es procedimiento de personas no muy inteligentes”. 

Tanto Moreno como Lastra pretenden que ellos están inmersos en una actividad organizativa, mientras nosotros no, con lo que creen estar en el camino correcto y nosotros en el camino equivocado. Pero esta pretensión no pasa de ser una treta, pues, como es lógico, no son comparables el practicismo que caracteriza al grupo encabezado por Lastra, con una actividad teórica basada en el marxismo-leninismo, que caracteriza al CRJCM; lo que diferencia y separa al “Comité Creación Heroica” y al CRJCM es el liquidacionismo de aquel Comité y la acción que le corresponde y la adhesión de nuestro Comité de Reconstitución al marxismo-leninismo y a la Creación Heroica de Mariátegui, como fundamento de otro tipo de práctica tanto en el marco general de la lucha de clases como en el marco particular de la Reconstitución. Esta realidad es ocultada por Lastra y Moreno. 

        Para concluir con la cuestión del practicismo de Lastra y su grupo, debemos subrayar que ella está marcada por ideas liberal- burguesas como aquellas que ya conocemos muy bien: “no es Malo ser…”, compartir con los oportunistas “la misma doctrina” y “un proyecto común”, etcétera. Es un hecho inocultable que toda la actividad propagandística y organizativa del nuevo grupo liquidacionista está marcada no por el marxismo, sino por una concepción burguesa, y nadie que no haya descendido al nivel moral de Lastra puede pretender negar esta realidad con alguna argucia. 

Nota

[53] La alianza con la pequeña burguesía revolucionaria debe significar la participación de esta clase en el frente unido del pueblo peruano.



¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda Tergiversación y Desarrollarlo en Función de la Realidad Actual!

 

La Lucha Interna del Partido Proletario 

(Segunda Parte) 

E. I. 

La lucha en dos frentes y la lucha entre las dos líneas 

En su forma elemental, la lucha en dos frentes es la lucha contra el racionalismo, base filosófica del dogmatismo, por un lado, y, por el otro, la lucha contra el empirismo, base filosófica del revisionismo. Esta lucha es permanente. 

Ahora bien, si, dada la incidencia de la lucha de clases en el seno del Partido, el racionalismo y el empirismo devienen dogmatismo y revisionismo, respectivamente, entonces la lucha en dos frentes se presenta como la lucha contra estas dos desviaciones. 

Sin embargo, como cualquiera puede comprobarlo leyendo su artículo, Aragón silencia completamente la lucha contra el revisionismo. 

Lenin habló de la «línea de Demócrito» y la «línea de Platón», como representativas del materialismo y del idealismo, respectivamente, en la historia de la filosofía. 

De esta verdad hay que destacar aquí el concepto de línea. En el plano de la teoría, línea es la dirección o tendencia que caracteriza un determinado pensamiento. 

Precisamente el marxismo es una línea de pensamiento (de pensamiento y de acción, para ser exactos). 

Por eso, los partidos proletarios tienen una línea ideológica, una línea teórica, una línea política y una línea orgánica, que, en conjunto, hacen la línea del Partido. 

Así, la lucha contra el dogmatismo y el revisionismo (lucha en dos frentes) aparece, por un lado, como la lucha entre la línea marxista-leninista y la línea dogmática, y, por el otro, como la lucha entre la línea marxista-leninista y la línea revisionista. Cada una de estas luchas es lo que se llama lucha entre las dos líneas. 

Por lo tanto, es claro que el concepto de lucha entre las dos líneas está comprendido en el concepto de lucha en dos frentes, y que necesariamente se desprende de este concepto. 

Obviamente, el partido proletario tiene una sola línea aprobada por un congreso o algún otro evento, pero, por cuanto la lucha de ideas en el Partido es el reflejo de la lucha de clases, la aparición de una línea dogmática o revisionista significa que la línea marxista-leninista es negada y, en una circunstancia tal, en el Partido se dan de hecho dos líneas y la lucha entre las mismas. Esto es lo que enseña la experiencia nacional e internacional. 

Por otro lado, hay que diferenciar la lucha temporal contra una forma específica de dogmatismo o revisionismo, de la lucha permanente contra estas desviaciones en general. 

Engels señaló: 


Quien se dedique con cierto detalle al estudio del socialismo moderno, debe también conocer los “puntos de vista superados” del movimiento.

Y si… esta orientación llega más tarde a tomar una forma más sólida y contornos más precisos, deberá entonces volverse hacia sus predecesores para formular su programa… 

Precisamente después de la segunda guerra mundial, el revisionismo tomó una forma más sólida y contornos más precisos, concretándose como revisionismo contemporáneo. El revisionismo contemporáneo y sus epígonos son una realidad innegable y, por lo tanto, más que en los tiempos de Engels, es necesario volver hacia sus predecesores, pues las ideas de los revisionistas de ayer y de hoy constituyen una misma línea en el movimiento obrero. Si los revisionistas contemporáneos, al mismo tiempo que fingían desarrollar el marxismo, repetían viejas tesis de Bernstein, Kautsky y otros elementos por el estilo, sus epígonos, que forman legión, repiten, mostrando su condición, las posiciones del revisionismo contemporáneo: por ejemplo la negación de la realidad del revisionismo, la negación de la restauración del capitalismo en la URSS y otros países, la reivindicación del renegado Tito, la idea de que Yugoeslavia nunca dejó de ser un país socialista, la negación de tesis fundamentales del leninismo, etcétera, etcétera, son –pongo un caso– expresiones de la servidumbre de García con respecto al revisionismo jruschoviano precisamente; pero, además, con aquello de que marxistas y revisionistas coexistan en un mismo partido, en el aludido personaje se constata una descarada servidumbre con respecto a Kautsky, uno de los «héroes» de la Segunda Internacional. Así, pues, la lucha contra el revisionismo en general es una lucha permanente. Lo mismo puede decirse acerca de las ideas de los dogmáticos de ayer y de hoy y de la lucha del marxismo-leninismo contra el dogmatismo. Por lo expuesto, puede entenderse que Mariátegui desarrollara la lucha contra el revisionismo en general y, al mismo tiempo, contra algunas de sus expresiones específicas. Por eso, en el curso de la construcción del PSP, no cayó en la negación del marxismo-leninismo (en lo que cayó el socialista Luciano Castillo), ni en el conciliacionismo con los «oportunistas habituales» (no convocados, naturalmente, a la fundación del PSP), ni en la concepción de un partido con dos niveles orgánicos doctrinariamente desemejantes (en lo que cayeron Julio Portocarrero y Hugo Pesce en la Conferencia Comunista de Buenos Aires de 1929). Así, también, el maestro luchó contra el dogmatismo en general y algunas de sus expresiones específicas (César Falcón, Ravines, algunos dirigentes de la Tercera Internacional). Por todo lo precisado, Mariátegui pudo integrar la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución peruana, orientación cardinal del Socialismo Peruano. En consecuencia, puede decirse que el revisionismo y el dogmatismo son las líneas contra las cuales la línea marxista-leninista debe luchar permanentemente a fin de evitar que el Partido caiga en alguna de aquellas líneas en los planos ideológico, teórico, político y orgánico. Sin embargo, como se ha podido ver, Aragón, mientras por un lado confunde la lucha de Mariátegui contra una expresión específica de dogmatismo con la lucha contra el dogmatismo en general, por el otro, en su argumentación no existe la lucha contra el revisionismo, no obstante la concesión que le hace al término –en la medida en que le era imposible silenciarlo– en su alusión al libro Defensa del marxismo, pero, claro está, tergiversando el alcance anti-revisionista de este libro fundamental de Mariátegui, como veremos más adelante. 

Ahora bien, en la lucha en dos frentes existe siempre una contradicción principal que resolver, un peligro principal que vencer. Así, por ejemplo, en el movimiento comunista internacional la lucha contra la camarilla de Jruschov fue una lucha de la línea marxista-leninista contra la línea revisionista, es decir, una lucha entre las dos líneas; esta lucha era la contradicción principal en el movimiento comunista internacional, y la lucha contra el dogmatismo la contradicción no principal. 

Ahora bien, por lo general, la lucha contra una desviación oculta otra desviación. Así, por ejemplo, en el movimiento comunista internacional, la lucha contra el revisionismo contemporáneo ocultó el dogmatismo de Enver Hoxha, así como en el PCP la lucha contra el liquidacionismo de derecha de Saturnino Paredes ocultó el liquidacionismo de «izquierda» de Ramón García. 

En conclusión, la lucha en dos frentes encierra dos luchas entre las dos líneas y, por lo tanto, no pueden contraponerse estos dos conceptos. 

Sin embargo, como hemos visto, Aragón contrapone el concepto de lucha en dos frentes al concepto de lucha entre las dos líneas. 

Notas

[6] Aragón dice: «El empirismo es la base del reformismo y degenera en desviación de derecha; mientras que el racionalismo es la base del aventurerismo y degenera en desviación de ‘izquierda’» (negritas en el original). Como puede ver el lector, nuestro articulista concibe la aparición de la desviación de derecha y de la desviación de izquierda, sin que en ello la lucha de clases ejerza determinación alguna, es decir, concibe tales desviaciones exclusivamente como productos del movimiento de la razón, o sea, como simples derivas del extravío mental de algunos individuos. De esta forma Aragón cae precisamente en racionalismo, contra el cual cree luchar. Por otro lado, es pertinente preguntar: ¿el reformismo no es una desviación de derecha?, ¿el aventurerismo no es una desviación de “izquierda”? Pregunto porque, como hemos visto, en la afirmación de nuestro liquidador el reformismo aparece como algo distinto a la desviación de derecha y el aventurerismo como algo distinto a la desviación de izquierda.

[7] Como se ha visto, Aragón habla de «oportunismo de derecha», y con este término no se refiere al revisionismo, cuya realidad niega, como bien se sabe. En el lenguaje marxista, sin embargo, el término oportunismo de derecha es otra forma de nombrar al revisionismo; en cambio, en nuestro articulista el término oportunismo de derecha no aparece en absoluto como sinónimo del término revisionismo y, por lo tanto, es evidente el escamoteo que comete de la lucha contra el revisionismo. Este escamoteo es su entendimiento torcido del concepto de la lucha en dos frentes.

[8] En el discurso «Sobre la desviación derechista en el P.C. (b) de la URSS», a propósito de la oposición de Bujarin, Tomski y Rykov, Stalin explicó la existencia de dos líneas en el Partido en los términos siguientes: «… no tenemos una línea, sino dos: una, la línea del C.C., y otra, la línea del grupo de Bujarin.» «Hay una línea, la línea del Partido, línea revolucionaria, leninista. Pero, paralela a ella hay otra línea, la línea del grupo de Bujarin, que lucha contra la primera… Esta segunda línea es una línea oportunista.» (Cuestiones del leninismo, ELE, Pekín, 1977, pp. 335 y 336). Como vemos, en estas afirmaciones del sucesor de Lenin se encuentra prácticamente el concepto de lucha entre las dos líneas, aunque este término no aparezca con todas sus letras. De la citada afirmación de Stalin viene pues el término lucha entre las dos líneas, acuñado por Mao.

[9] Contribución al problema de la vivienda, ELE, Moscú, s.f., prefacio, pp. 7 y 8.

[10] Esta contraposición solo puede explicarse por la incapacidad de Aragón de comprender la relación entre el concepto de lucha en dos frentes y el concepto de lucha entre las dos líneas.


Internacionales

El Poder Blando Palestino 

Mahmoud Elalwani(*) 

CUALQUIERA QUE SIGA las grandes transformaciones que se están produciendo en las relaciones internacionales y en el equilibrio de poder entre las grandes potencias, se da cuenta de que el mundo se está reposicionando sobre teorías de la guerra y de acuerdo a creadores de estrategias. Los argumentos del difunto pensador estadounidense Joseph Nye, creador de la teoría del “poder blando”, parecen enfrentarse a una dura prueba en un momento en que los valores liberales están quedando al descubierto y con un declive de los sistemas éticos de la diplomacia occidental. En el centro de esta escena se encuentra la causa palestina, que no solo es víctima de armas o de decisiones políticas, sino que más bien es víctima de una traición global a los conceptos más básicos de justicia humana. 

Nye ha advertido durante mucho tiempo contra la reducción del poder democrático que se podía producir, la coacción y el dominio militar. Creía que la influencia global no se lograba solo con armas, sino con la capacidad de persuadir, inspirar y producir significado. Su denominado poder blando se consigue siendo amado, no temido. Pero cuando analizamos lo que queda del poder blando del imperio en su posición sobre Palestina, solo quedan las cenizas del discurso y el escándalo del silencio. 

Nye escribió en el apogeo de la era Trump que el magnate inmobiliario había reducido su poder de los acuerdos a la coacción, ignorando los elementos del atractivo estadounidense que lo convertían en una presencia global relevante. No obstante, la realidad es que el colapso no comenzó con Trump y no terminará con su salida. La posición estadounidense sobre la actual agresión israelí, las masacres en Gaza, el asedio, el hambre y el desplazamiento ha revelado que el poder blando siempre ha sido una herramienta brillante para embellecer la parte oscura y fea del imperio. El apoyo ciego a la ocupación, el veto permanente a cualquier condena en el Consejo de Seguridad, y miles de millones de armas empapadas en la sangre de niños palestinos, han destapado la falacia de la moralidad del orden global. 

Palestina no es solo una cuestión de liberación nacional, es mucho más que eso; es un espejo de los males del mundo, de la doble moral, del pisoteo del derecho internacional y de la conversión de la víctima en verdugo, convirtiéndola en un “escándalo moral”. ¿Es razonable justificar como “autodefensa” el asesinato de 54.510 civiles, entre ellos 19.000 niños y niñas? ¿Es razonable impedir la entrada de alimentos y medicinas a Gaza para dos millones de personas desesperadas y hambrientas y luego pedir al mundo que permanezca en silencio con respeto al “derecho de ocupación”? El poder blando del imperio se ha suicidado a las puertas de Gaza. 

Con este estrepitoso colapso de la moralidad oficial, surgió otra batalla no menos feroz, la batalla de la narrativa. Israel no solo ocupaba la tierra, también monopolizaba la narrativa. En la última década, con el auge de las redes sociales, los palestinos han comenzado a afirmar su derecho a expresarse. La cuestión ya no se limita a declaraciones facciosas o a discursos oficiales, sino que se ha convertido en historias cotidianas contadas desde debajo de los escombros, de las salas de cuidados intensivos y de las tumbas. 

Esta narrativa palestina, en la que participan periodistas, artistas, presos y civiles víctimas de este despropósito, se ha convertido en una forma de resistencia donde se encuentran las semillas de un “poder blando palestino” que está creciendo silenciosamente, pero que está sacudiendo la imagen de Israel a nivel global. El aumento de las campañas de boicot, las protestas en las universidades occidentales y el crecimiento de voces judías que rechazan la ocupación, lo ponen en evidencia. 

Palestina no tiene un arsenal militar ni una red internacional influyente, pero tiene a su favor la verdad. Quien posee la verdad puede crear un impacto que trasciende fronteras. El poder blando no se crea espontáneamente, sino mediante la determinación y la voluntad. 

Joseph Nye escribió que el mundo nunca es el mismo después de las grandes crisis. Si la Segunda Guerra Mundial produjo el “New Deal”, la actual guerra de exterminio en Gaza podría producir los alineamientos de un nuevo orden mundial si el pueblo tiene voluntad y consigue imponer su narrativa. Hoy nos encontramos ante un momento histórico para imponer nuestra narrativa y escribir nuestra historia por nosotros mismos no dejar los demás que la escriban. 

Palestina, a pesar de la sangre, tiene lo que Israel no tiene: legitimidad, derechos y conciencia humana. Y esto, en un mundo turbulento, es el verdadero poder blando, nuestra fuerza esta en nuestra debilidad.


(*) Embajador del Estado de Palestina en Bolivia.



El Discurso de las Puertas del Infierno 

Mahmoud Elalwani(*) 

HACE SEIS MESES se amenazó con que las “puertas del infierno” se abrirían sobre Gaza si no se rendía, pero esta profecía no se cumplió a pesar de que la brutalidad colonial en la Franja de Gaza superó sus crímenes en Hiroshima y Nagasaki. De hecho, ocurrió exactamente lo contrario, las puertas del infierno se abrieron desde Gaza a todo el orden global y a la imagen de Occidente, cuyo colapso moral fue presenciado por todos los pueblos del mundo tras las masacres en escuelas y hospitales, la hambruna masiva y la complicidad internacional. Gaza ha sufrido el genocidio, la destrucción, el hambre, la sed y, consecuentemente, la propagación de la ira popular global. Occidente se ha visto obligado a retroceder moralmente en varios ámbitos. 

Ahora frente a Irán se repite la misma retórica racista, una demostración de superioridad militar y un intento de disuasión nuclear como si nada hubiera cambiado, como si la lección de Gaza no se hubiera aprendido. Irán no es como el enclave asediado como Gaza que es infinitamente pequeño en geografía y demografía que se resiste a la subyugación desarmado. Irán es un Estado soberano con múltiples herramientas de disuasión que goza de una amplia y sólida base popular. La repetición de la retórica de las “puertas del infierno”, la advertencia al pueblo de Teherán y el llamamiento a que 17 millones de personas abandonen el país inmediatamente, al igual que hace seis meses demandaron que 2,3 millones de palestinos evacuaran la Franja de Gaza, no es un signo de fuerza, sino más bien un signo del fracaso estratégico del poder dominante que sigue negando la nueva realidad y que se muestra incapaz de producir un enfoque que vaya más allá de la lógica de la subyugación por la fuerza. 

¿No se dan cuenta de que los pueblos de la región y del mundo son plenamente conscientes de la fragilidad de la disuasión occidental? ¿No ven que la firmeza de Gaza y su negativa a rendirse, a pesar de 622 días de genocidio, hambruna, destrucción y desplazamiento, ha transformado la ecuación del miedo? ¿No son conscientes de que la disuasión basada en el terror ha perdido su eficacia? 

En una escena que transciende de todos los límites de la decadencia política y moral, el Gobierno israelí, que asesina niños, mujeres y ancianos, y destruye de hospitales, escuelas, universidades, lugares de culto y monumentos históricos en Palestina, se atreve a gritar que un misil que cae cerca del hospital Soroka en el Néguev, situado junto a una instalación militar israelí, es un “crimen contra la humanidad y un crimen de guerra”. En un momento de dolorosa contradicción, Israel se apresuró a presentarse como la víctima, movilizando la maquinaria política y mediática mundial. ¿No es esto lo que Israel ha hecho repetidamente en Gaza? ¡Y aún más! ¿se miraría siquiera Israel al espejo? ¿Ha olvidado que bombardeó más de 30 hospitales e instalaciones médicas en Gaza en tan solo unos meses? Ha olvidado que sitió por completo hospitales, los privó de combustible, electricidad y agua, e incluso los atacó con misiles y tanques, sabiendo perfectamente quiénes estaban dentro: el personal médico, los heridos indefensos, los niños, y las mujeres que buscaban esperanza. ¿Quiénes son los que mataron a médicos y pacientes? ¿Quiénes son los que convirtieron los pasillos en fosas comunes? ¿O puede la sangre de inocentes en Gaza convertirse en un mero “daño colateral”? 

La pregunta más importante es: ¿Cómo abordarán este incidente el mundo occidental, el Consejo de Seguridad y las Naciones Unidas? ¿Emitirán declaraciones de condena? ¿Veremos conferencias urgentes, posturas firmes, sanciones y amenazas? ¿O la voz de la víctima solo se alzará si es “israelí” y se apagará si es un palestino que yace bajo los escombros? 

¿Qué terrible esquizofrenia es esta? Resulta ridículo ver al verdugo gritando por un rasguño, mientras miles de sus víctimas están enterradas bajo los escombros en Gaza. Con esta acusación, Israel pretende transformarse en víctima, pero los pueblos del mundo han visto y constatado su verdadera cara de verdugo. 

La escena de la niña en Gaza es la que moldeó la nueva conciencia global y redefinió el crimen y la justicia en la conciencia de los pueblos, no la bomba inteligente. Las masacres condenan a los verdugos. El “poder silencioso” promovido por Occidente durante décadas se ha convertido en “brutalidad manifiesta” que acelera el debilitamiento de su legitimidad. 

El panorama internacional ha cambiado por completo. Ya no es posible gobernar el mundo con las mismas herramientas de la hegemonía imperial. Hay nuevas fuerzas, transformaciones populares y brechas cada vez mayores dentro de las fuerzas imperiales. Las amenazas ya no tienen un efecto político, sino que presagian consecuencias peligrosas.

Gaza le ha quitado al mundo la máscara de “fuerza moral” y ha expuesto la fragilidad de la disuasión militar ante una voluntad indomable. El discurso imperial, desde Gaza hasta Teherán, pasando por Beirut, Damasco, Bagdad y Yemen, reitera la impotencia de su lenguaje amenazante y replantea una pregunta fundamental: ¿Quién establece los estándares de justicia? 

Este momento de revelación, aunque aterrador, puede ser el comienzo de la liberación del mundo del manto de la falsa superioridad y el establecimiento de una nueva era en la que la legitimidad no se mida por la fuerza sino por la verdad, la justicia y la dignidad. Esta no es una guerra contra la memoria, sino contra la justicia. No se trata solo de atacar un hospital, sino de una duplicidad que sigue carcomiendo la conciencia global. La justicia es indivisible. Los hospitales no son un campo de batalla. Quienes están acostumbrados a demolerlos no tienen derecho a exigir compasión. Cuando la visión se ciega, poco se puede hacer.

 

(*) Embajador del Estado de Palestina en Bolivia.

Filosofía

La Teoría del Error*

Jaime Labastida

El hombre, señalamos en la Introducción, no solo es producto de sus circunstancias sino activo transformador de las mismas. Descartes, por tanto, no es el reflejo mecánico del período manufacturero sino que, teniendo a la vista, como no podía menos de tener, el conjunto de las relaciones sociales y la naturaleza que esas relaciones le ofrecían de un modo peculiar, se eleva sobre ellas y, en determinado sentido, las niega o pretende negarlas. El postulado de la res cogitans** es, a nuestro modo de entender, a más de un prejuicio heredado de la tradición, formulación que compartimos con el doctor Villoro,1 un intento de escapar a las rígidas determinaciones de la mecánica. Pero el intento original queda limitado por el establecimiento de una contradicción de la que Descartes no es consciente: la contradicción entre cogito y res. El principio activo del cogito, que hubiera podido desarrollarse de inmediato, sufre una cosificación que frena su actividad (su espontaneidad) para destacar su permanencia y estatismo. La lucha por abandonar esta limitación será emprendida un tanto confusamente por Leibniz, pero después con mucho rigor por Kant, como más adelante veremos.

En la quinta parte del Discurso, Descartes formula un planteamiento que nos resulta muy interesante: el de la diferencia que existe entre el hombre, entendido ahora no solo como sustancia extensa sino también pensante, y los animales o cualquier otro tipo de “máquinas”: esta diferencia tiene por base la idea de que el error es algo específicamente humano.

En efecto, Descartes habla en el pasaje de referencia de sus Tratados (de la luz y del hombre); repite, por supuesto, la idea cardinal de los mismos: que “las reglas de la mecánica” son “las mismas de la naturaleza”,2 y que el cuerpo humano “es una máquina” que, por “estar hecha por la mano de Dios, está incomparablemente mejor ordenada y posee movimientos más admirables que ninguna de las que puedan inventar los hombres”.3 Pero, dice, al llegar a este punto, “me detuve muy especialmente para mostrar que si hubiera máquinas que tuviesen los órganos y la figura exterior de un mono, o de cualquier otro animal irracional, no tendríamos ningún medio de reconocer que no eran en todo de igual naturaleza que estos animales; al paso que si hubiera otros semejantes a nuestros cuerpos y que imitasen nuestras acciones cuanto fuere moralmente posible, siempre tendríamos dos medios seguros de reconocer que no por eso eran hombres verdaderos”. El primero de estos medios sería que jamás podrían usar del lenguaje articulado, “como hacemos nosotros para declarar a los demás nuestros pensamientos”; pues, añade, “se puede concebir que una máquina esté hecha de tal manera que profiera palabras…, pero no que arregle las palabras de diversos modos para responder según el sentido de cuanto en su presencia se diga como pueden hacer aun los más estúpidos de los hombres”. El segundo consistiría en que, por más bien que hicieran muchas cosas esas máquinas, e incluso mejor que nosotros, se equivocarían en otras sin tener posibilidad de, dijéramos, enmendar el error, pues lo repetirían siempre; “y así se descubriría que no obraban por conocimiento, sino tan solo por la disposición de sus órganos; pues mientras la razón es un instrumento universal que puede servir en todas ocasiones, estos órganos necesitan de alguna disposición especial para cada acción particular”;4 el mismo argumento endereza contra las bestias al probar que, aun cuando mejor que nosotros algunas cosas, ello no significan que tengan razón, sino, por el contrario, que no tienen ninguna, pues “es la naturaleza la que en ellas obra, por la disposición de sus órganos, como vemos que un reloj, compuesto solo de ruedas y resortes, puede contar las horas y medir el tiempo con mayor exactitud que nosotros con toda nuestra prudencia”.5

El hombre es el único animal que se equivoca y tiene la posibilidad de enmendar el error. Ello brota de la libertad que construye. El resto de los animales no hace sino repetir mecánicamente la función para la que, diría Descartes, están hechos y que depende de la sola disposición de sus órganos. En este sentido, ni el animal ni la máquina se equivocan, hablando rectamente. No es ni “por equivocación” ni “por error” que un río cambia el curso de su corriente; tampoco es “por ciencia” que una abeja se acerca siempre a libar azúcar de las flores: esto es un reflejo condicionado, diríamos nosotros, que se ha vuelto incondicionado ya para la especie; o, diría Descartes, tal es la función a que la obliga “la sola disposición de sus órganos”: un movimiento “mecánico”. Nosotros sabemos, desde luego, que no puede reducirse la biología a la mecánica; pero descartes intentaba precisamente eso. Sexualmente, un animal no tiene la “posibilidad de elección” ni se fija en la “belleza” o la “gracia” de su compañera o compañero; el hombre, en cambio, aunque también en él la pasión sexual sea una necesidad, define y concreta esa pasión en un objeto amoroso preciso, único e insustituible: “Desde que yo te amo, a nadie te pareces” escribe Neruda y con razón.

Entonces, y en primer término, es la inaplazable urgencia filosófica de explicar lo que es diferente en el hombre con relación a los animales y el resto de la sustancia extensa lo que conduce a Descartes a plantearse la formulación del cogito. El pensamiento, la razón, en tanto “instrumento universal”, escapa a la determinación mecánica; no es el “órgano particular” que repite siempre la función para la cual fue hecho, sino el instrumento universal que renueva las respuestas a los estímulos externos. Cronológicamente, pues, a nuestro juicio, la formulación del cogito tiene su punto de partida aquí: en la necesidad de escapar a las determinaciones de la mecánica.

___________

(*) Jaime Labastida, a] La teoría del error, en Producción, ciencia y sociedad, capítulo quinto: La res cogitans y el error como fenómeno específicamente humano. Decimotercera edición, 1990. Siglo XXI editores.

(**) Sustancia pensante.

(1) Hay en Descartes un concepto novedoso de sustancia como la “existencia efectiva del atributo”, aunque él “no se percata claramente de ello” (La idea y el ente…, p. 105). Añade Villoro: “Preso del significado heredado de las palabras, Descartes no puede concebir la existencia de cualquier propiedad más que en términos de su ser en… Porque al pensar en una propiedad prima ya en algo que debe ser en otro, al juzgar un atributo efectivamente existente comprende esa existencia como existencia en… Por ello no encuentra mejor término para expresar el ser ente de la propiedad que el tradicional ‘sustancia’. Heidegger dice que Descartes, al dejar “indeterminada en este comienzo ‘radical’ la forma de ser de la res cogitans o, más exactamente, el sentido del ser del ‘sum’”, trasplanta al comienzo “aparentemente nuevo del filosofar” un “prejuicio fatal” heredado de la antología (sustancialista) tradicional (El ser y el tiempo, trad. de José Gaos, FCE, México, 1962, pp. 34-35). A nuestro juicio, Heidegger se limita a mostrar el aspecto viejo y gastado de la concepción cartesiana del cogito, pero oculta lo que hay de novedoso en esta misma concepción; reduce injustamente a Descartes a la categoría de un “escolástico”.

(2) Disc., AT, VI, 54; RO, 54.

(3) Ibid., 56.

(4) Ibid., 56-57. Descartes es, para Marcial Guéroult, “uno de los precursores más lejanos de la cibernética” (El concepto de información en la ciencia contemporánea – Coloquios de Royaumont, varios autores, traducción de Florentino M. Torner, Siglo XXI Editores, México, 1966, p. 3). Creemos, sin embargo, que la idea cartesiana de la razón es, precisamente, el intento de escapar a las leyes generales de la mecánica, de suerte que, para el Cartesio, no habría comparación posible entre la razón y la máquina. Bien entendido, las proposiciones que de Descartes acabamos de señalar implican una crítica a las actuales ideas cibernéticas: no se puede reducir la razón a un “mecanismo”.

(5) Ibid., 59.


Stalin

Stalin y la Lucha por la Reforma Democrática

(Quinta Parte)

Grover Furr

Capítulo 3

En su discurso final del 5 de Marzo, el día final del Pleno, Stalin minimizó la necesidad de descubrir enemigos, incluso trotskistas, muchos de los cuales, según dijo, habían regresado al Partido. Su punto principal fue la necesidad de impedir a los funcionarios del Partido dirigir todos y cada uno de los aspectos económicos, combatir la burocracia, y elevar el nivel político. En otras palabras, Stalín apostó por elevar el nivel de crítica a los secretarios.

"Algunos camaradas entre nosotros piensan que si ellos son Narkom (Comisario Popular), saben todo lo que hay que saber. Piensan que el grado, por sí mismo, garantiza grandes e inagotables conocimientos. O bien piensan: "si soy un miembro del Comité Central, no lo soy por accidente, luego significa que sé todo". Eso no es así.

Algo que sonaba amenazante para todos los dirigentes del Partido, incluyendo a los primeros secretarios, es la afirmación de Stalin de que deberían elegir dos cuadros que les sustituyeran, mientras asistían a un curso de educación política de seis meses de duración, que se implantaría muy pronto. Esa sustitución era peligrosa para los secretarios del Partido, que temían que durante ese espacio de tiempo fuesen destinados a otro lugar, rompiendo así la estructura de su "clan" (otros dirigentes a su servicio), una causa principal de burocracia.

Thurston define el discurso de Stalin como "notablemente suave", apoyando "la necesidad de aprender de las masas, y prestar atención a las críticas de abajo". Incluso la resolución basada en el informe de Stalin tocaba sólo levemente el tema de los "enemigos", y trataba principalmente de fallos en la organización del Partido y en su dirección. Según Zhukov, que menciona esta resolución no publicada, ni uno sólo de sus 25 puntos estaba relacionado principalmente con los "enemigos". 

Tras el Pleno, los Primeros Secretarios protagonizaron virtualmente una rebelión. Primero Stalin, y más tarde el Politburó, emitieron mensajes recordando la necesidad de efectuar votaciones secretas en el seno del Partido, oponerse a las conductas de cooptación favoreciendo las elecciones, y la necesidad de generalizar la democracia interna en el Partido. Los primeros secretarios siguieron haciendo las cosas al viejo estilo, independientemente de las resoluciones del Pleno.

En los meses siguientes, Stalin y sus más próximos intentaron que la caza de los "enemigos" no fuera el foco principal, la principal preocupación de los miembros del Comité Central, insistiendo en la lucha contra la burocracia en el Partido, y en preparar las elecciones al Soviet. Mientras "los líderes locales del Partido hicieron todo lo que la disciplina del Partido les permitía, y a veces más, para suspender o retrasar las elecciones".

El súbito descubrimiento en Abril, Mayo y principios de Junio de 1937 de lo que aparentemente era un extenso complot militar y policial hizo que el pánico cundiese en el gobierno de Stalin. Genrikh Yagoda, director de la seguridad y Ministro de Asuntos Interiores, fue arrestado a finales de Marzo de 1937, y empezó a confesar en Abril. En Mayo y principios de Junio de 1937, militares de alto rango confesaron su conjura con el alto mando alemán para derrotar al Ejército Rojo en el caso de una invasión por parte de Alemania y de sus aliados, y sus relaciones conspirativas con políticos, incluidos muchos que ocupaban aún posiciones destacadas.

Esta situación era mucho más seria que cualquiera en momentos anteriores. Durante los juicios de Moscú de 1936 y 1937 el gobierno se tomó tiempo para preparar los procesos y organizar unos juicios públicos dotados de la máxima publicidad. Pero la conjura militar fue tratada de forma muy diferente. 

Poco más de tres semanas transcurrieron desde la fecha de la detención de Mikhail Tukhachevsky a finales de Mayo hasta el juicio y ejecución de este y de otros siete militares de alta graduación los días 11 y 12 de Junio. Durante este periodo, centenares de militares de alta graduación fueron requeridos en Moscú para escuchar las pruebas contra sus colegas -sus superiores, para la mayoría de ellos- y para escuchar los alarmantes análisis de Stalin y del Mariscal Voroshilov, Comisario del Pueblo para la Defensa, y el militar de más alta graduación del país. 

En las fechas del Pleno, febrero o marzo, ni Yagoda ni Tukhachevsky habían sido aún arrestados. Stalin y el Politburó tenían como objetivo que la Constitución fuera el punto principal de su agenda, y se pusieron a la defensiva ante el hecho de que la mayoría de los miembros del Comité Central ignoraran este punto, prefiriendo insistir en la batalla contra los "enemigos". El Politburó planeó que las reformas constitucionales fueran también el punto esencial del siguiente pleno a celebrar en Junio de 1937. Pero la situación en Junio era muy diferente. El descubrimiento de complots en la cúpula del NKVD y muchos destacados líderes militares para derribar el gobierno y matar a sus dirigentes, cambió por completo la atmósfera política.

        Stalin se colocó a la defensiva. En su discurso del 2 de Junio a la sesión ampliada del Soviet del Ejército (reunido del 1 al 4 de Junio), describió la serie de conspiraciones recientemente descubiertas como "limitadas", y afrontadas en forma ampliamente exitosa. También en el Pleno de Febrero-Marzo, él y sus apoyos en el Politburó minimizaron las exageradas preocupaciones de los primeros secretarios sobre los "enemigos internos". Pero, como Zhukov subraya, la situación "lenta, pero decisivamente, se iba de las manos (de Stalin)".

El pleno del Comité Central de Junio de 1937 empezó con propuestas de exclusión, en primer lugar, de siete miembros del Comité Central y candidatos por "falta de confianza política", y después con la de otros 19 miembros y candidatos por "traición y actividad contrarrevolucionaria". Estos últimos diecinueve fueron arrestados por el NKVD incluyendo los diez miembros expulsados por parecidas acusaciones antes del pleno por un grupo de miembros del Comité Central (incluyendo los mandos militares ya juzgados, culpados y ejecutados), significaba que 36 de los 120 miembros y suplentes del Comité Central habían sido destituidos antes del 1 de Mayo.

Yakovlev y Molótov criticaron el fracaso de los dirigentes del Partido en organizar elecciones independientes a los Soviets. Molótov apoyó incluso la medida de apartar del camino a revolucionarios distinguidos si no estuviesen preparados para las tareas del momento. Insistió en que los dirigentes de los Soviets no eran "trabajadores de segunda fila". Evidentemente, los dirigentes del Partido les estaban tratando como tales.

Yakovlev expuso y criticó el fracaso de los primeros Secretarios a la hora de efectuar elecciones secretas para los puestos del Partido, apoyándose por el contrario en los nombramientos ("cooptación"). Destacó el hecho de que los miembros del Partido que fueran elegidos delegados en los Soviets no estuvieran bajo la disciplina de grupos del Partido, fuera de los Soviets, que les dijesen como tenían que votar. Que su voto no fuera el que les indicaran sus superiores en el Partido, tales como los Primeros Secretarios. Tenían que ser independientes de ellos. Y Yakovlev se refirió en los más duros términos a la necesidad de "reclutar de la muy rica reserva de nuevos cuadros para reemplazar a aquellos que se han corrompido  o burocratizado". Todas estas afirmaciones constituyen un ataque explícito a los primeros secretarios.

La Constitución fue finalmente contemplada, y la fecha de las primeras elecciones se fijó para el 12 de Diciembre de 1937. Los dirigentes cercanos a Stalin nuevamente expusieron las ventajas de la lucha contra la burocracia y de crear lazos con las masas. Sin embargo -una vez más- todo esto fue posterior a la igualmente expulsión sumaria y sin precedentes de los 26 miembros del Comité Central, 19 de los cuales fueron acusados directamente de traición y actividades contrarrevolucionarias.

Tal vez lo más revelador sea el siguiente comentario de Stalin, comentado por Zhukov:

"Finalizando las discusiones, cuando el tema era la búsqueda de un método de contar papeletas más fiable, [Stalin] comentó que en Occidente, gracias a un sistema multipartidista, este problema no existía. Inmediatamente después, murmuró una frase que sonó muy extrañamente en un encuentro de ese tipo: "Nosotros no tenemos partidos políticos diferentes. Afortunadamente o desgraciadamente, tenemos solo un partido." [Subrayado por Zhukov]. Para pasar a proponer, aun cuando sólo provisionalmente, utilizar para el recuento y supervisión a miembros de todas las organizaciones sociales existentes, menos las del Partido Bolchevique... El desafío a la autocracia en el Partido estaba planteado”.

El Partido Bolchevique sufría una severa crisis, y era imposible suponer que las cosas se desarrollaran con suavidad. Era la peor situación posible para organizar unas elecciones democráticas (secretas, universales, abiertas). El plan de Stalin de reformar el gobierno soviético y el papel en ello del Partido Bolchevique estaba condenado. 

Finalizando el Pleno, Robert Eikhe, Primer Secretario de la región del Krai, Oeste Siberiano, se reunió privadamente con Stalin. Posteriormente otros Primeros Secretarios se reunieron con él. Probablemente, pedían los poderes que muy poco después obtuvieron: la autorización de formar troikas, grupos de tres dirigentes, para combatir la posibilidad de conjuras extendidas contra el gobierno soviético en sus regiones.

Estas troikas recibieron el poder de ejecución sin apelación. Se exigieron límites en el número de ejecutados y prisioneros basándose en el poder de estas troikas, y fueron concedidos. Cuando esos límites estaban agotados, los Primeros Secretarios pidieron, y recibieron, límites superiores.  Zhukov piensa que Eihke podía estar representando a un grupo informal de Primeros Secretarios.

¿Quiénes fueron los objetivos de estos draconianos juicios a cargo de esas troikas? Zhukov piensa que deben haber sido los lishentsy, aquellos cuyos derechos de ciudadanía, incluyendo el derecho a voto, habían sido recientemente restaurados, y cuyos votos planteaban potencialmente el peligro mayor para la continuidad en el poder de los Primeros Secretarios. Zhukov descarta ampliamente la existencia de conspiraciones reales. Pero los documentos de archivo recientemente publicados en Rusia evidencian que, como mínimo, la dirección central estaba continuamente recibiendo verosímiles Informes de conspiraciones, incluyendo transcripciones de confesiones. Ciertamente que Stalin y otros en Moscú creyeron en la existencia de estas conspiraciones. Mi opinión a este respecto, es que al menos algunas de las conspiraciones existieron de hecho, y que los Primeros Secretarios creían en ellas.

Otra hipótesis es que cualquiera que estuviera o hubiese estado relacionado con cualquier clase de movimiento de oposición era clemente contemplado como "enemigo", y sujeto a detención e interrogatorio por parte de la NKVD, uno de cuyos miembros era siempre parte de la troika. Otro grupo eran aquellos que expresaron abiertamente desconfianza u odio hacia el sistema soviético en su conjunto. Thurston cita pruebas de que tales individuos eran a menudo inmediatamente arrestados. Sin embargo, aquellos que manifestaban críticas de los líderes locales del Partido, no eran molestados, mientras aquellos a los que criticaban, incluyendo miembros del Partido, a veces lo fueron.

Por tanto, contra aquellos que argumentan que las conjuras fueron fantasmas en la mente paranoica de Stalin, o, peor aún, mentiras destinadas a reforzar su obsesión megalómana con el poder, hay cantidad de pruebas que demuestran la existencia de conspiraciones reales. Los relatos de los conspiradores que consiguieron salir más tarde de la URSS lo afirman. El amplio volumen de documentación policial sobre tales conspiraciones, muy poco del cual ha sido publicado, es un potente argumento contra la teoría de que todo pudiera haber sido un montaje. Además, las anotaciones de Stalin en estos documentos reafirman el hecho de que pensaba que eran ciertas.

Getty resume esta contradicción de la siguiente manera:

Stalin aún no era partidario de retirar las elecciones, y el 2 de Julio de 1937 Pravda desautorizó claramente a los secretarios regionales publicando el primer decreto de las nuevas reglas electorales, animando y apoyando las elecciones secretas y universales. Pero Stalin planteó un compromiso. El mismo día que se publicó la ley electoral, el Politburó aprobó lanzar una campaña masiva contra, precisamente, los elementos de los que se habían quejado los líderes locales, y horas más tarde Stalin envió su telegrama a los líderes provinciales del Partido, ordenando la operación kulak. [contra los lishentsy, G.F.].  Es difícil evitar la conclusión de que a cambio de obligar a los líderes locales del Partido a participar en las elecciones, Stalin eligió ayudarles a ganar dándoles licencia para eliminar o deportar a centenares o miles de "elementos peligrosos".

Cualquiera que sea la historia de estas purgas, ejecuciones extra- judiciales y deportaciones, parece que Stalin creía que estaban creándose condiciones para unas elecciones libres y abiertas. Sin embargo, estas acciones sabotearon cualquier posibilidad para unas elecciones de cualquier tipo.



Stalin. Historia y Crítica de una Leyenda Negra

(17)

Domenico Losurdo

Entre «derrocamiento bonapartista», «golpes de Estado» y desinformación: el caso Tuchacevsky

En este contexto de guerra civil latente o manifiesta dentro del nuevo grupo dirigente surgido del derrumbe del antiguo régimen, de acusaciones recíprocas de traición y de connivencia con el enemigo imperialista, y de intensa actividad de los servicios secretos, dedica-dos tanto al reclutamiento de agentes como a la manipulación, debe colocarse el asunto que en 1937 lleva a la incriminación y ejecución del mariscal Tuchacevsky y de otros numerosos y destacados miembros del Ejército rojo.

Tras este caso hay una larga historia previa. Años antes Lenin vislumbra la posibilidad de un período bonapartista y expresa su preocupación también a Trotsky: ¿llegará realmente el poder civil a hacerse obedecer por el militar? En 1920 Tuchacevsky parece querer decidir de manera soberana una anhelada marcha victoriosa sobre Varsovia. Se perfila con claridad — observan actualmente historiadores de primer nivel— la tendencia del brillante general a «convertirse en el Bonaparte de la revolución bolchevique»248. Diez años después Stalin es alertado por la GPU acerca de los planes que en ambientes militares se tejen contra él. ¿Es sólo un montaje?249 En abril del año siguiente es Trotsky el que expresa sus profundas du-das sobre Tuchacevsky, y hace este análisis de la situación creada en la URSS tras la derrota política de Bujarin y la "derecha": ahora el peligro principal para el socialismo está representado no por el «giro termidoriano», que formalmente conserva el carácter soviético del país y el carácter comunista del partido en el poder, sino más bien el «giro bonapartista», que asume «la forma más abierta, "más madura" de la contrarrevolución, dirigiéndose contra el sistema soviético y el partido bolchevique en su conjunto, desenvainando la espada en nombre de la propiedad burguesa». En tal caso, «los elementos aventureros-pretorianos a la Tuchacevsky» podrían desarrollar un papel de gran importancia. Oponiéndose a ellos «con las armas en la mano» habrían estado los «elementos revolucionarios» del partido, del Estado y —obsérvese bien— «del ejército», reunidos alrededor de la clase obrera y la «fracción de los bolcheviques-leninistas» es decir, los trotskistas.

Esta toma de posición representa una novedad en el conflicto entre bolcheviques: pese a tener «a las fuerzas armadas bajo su control», Stalin «tuvo cuidado de no implicarlas demasiado íntimamente en todas las polémicas e intrigas que agitaron al partido y al Estado»250; ahora claramente la oposición intenta meter el pie o consolidar su presencia en el ejército en nombre de la lucha contra el peligro bonapartista, que solamente éste sería capaz de enfrentar de manera consecuente. No obstante, sin dejarse impresionar por este peligro bonapartista, en 1936 Stalin eleva a Tuchacevsky y a otros cuatro dirigentes militares a la dignidad de mariscales. Es una promoción decidida en el contexto de una reforma que prevé que el ejército abandone «el carácter principal de milicia territorial», se convierta en «una verdadera fuerza permanente» y restaure «la antigua disciplina prerrevolucionaria»251. El 21 de diciembre del mismo año, junto al resto de miembros del vértice político y militar soviético, el nuevo mariscal festeja en casa de Stalin el cumpleaños de este último, «¡hasta las 5:30 de la mañana!» subraya Dimitrov252.

Es precisamente esta reforma la que suscita la indignación de Trotsky, que retoma una vieja acusación: el Ejército rojo «no se ha librado de la degeneración del régimen soviético; al contrario, tal degeneración ha encontrado en el ejército su expresión más cumplida». Por otro lado Trotsky adopta tonos nuevos, mencionando la «formación de una especie de fracción de oposición en el ejército» que, desde la izquierda, lamenta el abandono de la «perspectiva de la revolución mundial». El texto aquí citado insinúa de algún modo que por tal oposición podría verse atraído el mismo Tuchacevsky: aquél que en 1921 se había batido incluso con «exagerada impetuosidad» por la formación del «estado mayor mundial» difícilmente podía reconocerse en el abandono del internacionalismo y el «culto del statu quo» que habían arraigado en la URSS. ¿Qué decir de este nuevo texto? La agitación en el ejército continúa y parece reforzar-se: sólo que ahora la lucha en el horizonte ve cómo se contraponen no la «fracción de los bolcheviques-leninistas» contra los generales bonapartistas, sino más bien una parte consistente del ejército y de sus vértices contra los dirigentes termidorianos y traidores del Kremlin. La resistencia del Ejército rojo o su rebelión contra el poder central estarían tanto más justificadas por el hecho de que el nuevo curso de su política era en realidad como un «doble golpe de Estado» que, rompiendo con el Octubre bolchevique, procede arbitrariamente a la «liquidación de la milicia» y al «restablecimiento de la casta de los oficiales, dieciocho años después de su supresión revolucionaria»253; sublevándose contra Stalin, el Ejército rojo en realidad habría evitado los golpes de Estado proyectados por él y habría restablecido la legalidad revolucionaria. Como si todo ello no fuese suficiente, el trotskista "Boletín de la oposición" anuncia una inminente revuelta del ejército254. Una medida adoptada en Moscú algún mes antes de los procesos tiene quizás como objetivo enfrentarse a este eventual peligro: «El 29 de marzo de 1937 el Politburó deliberó acerca de retirar del Ejército rojo a todos los comandantes y dirigentes que hubiesen sido expulsados del partido por motivos políticos, ordenando su traslado a las oficinas económicas».

Los rumores difundidos en los ambientes de los rusos Blancos en París acerca del golpe de Estado militar que se preparaba en Moscú alimentan ulteriormente el clima de sospecha y preocupación. En definitiva: en la segunda mitad de enero de 1937 llegan al presidente checoslovaco Eduard Benes informaciones relacionadas con las «negociaciones» secretas en curso entre el Tercer Reich y «la claque antiestaliniana en la URSS del mariscal Tuchacevsky, Rykovy otros»: ¿tenía algún fundamento la acusación o era todo una puesta en escena de los servicios secretos alemanes? Todavía a comienzos de 1937, conversando con el ministro de exteriores Konstantin von Neurath, Hitler rechaza la idea de una mejora de las relaciones con la URSS, pero añade: «Sería diferente si las cosas en Moscú se desarrollaran en la dirección de un despotismo absoluto, basado en los militares. En este caso no sería lícito malgastar la ocasión de hacer sentir de nuevo nuestra presencia en Rusia»255— Benes pone al corriente de las «negociaciones» también a los dirigentes franceses, «cuya confianza en el Pacto franco-soviético se vio notablemente debilitada»256. Por tanto quien daba crédito a las voces o informaciones transmitidas por el presidente checoslovaco no era solamente Stalin. Y por otro lado, todavía después de la conclusión del Segundo conflicto mundial, Churchill parece avalar la versión de Moscú al señalar que, como veremos más adelante (infra, p. 313), la depuración había golpeado a los «elementos filogermánicos», a lo que añadía: «Stalin sintió una fuerte deuda en reconocimiento hacia el presidente Benes»257.

Queda sin embargo abierta la cuestión, y para responderla de modo concluyente apenas ayuda una conversación privada de Hitler en el verano de 1942: pese a no mencionar una conspiración militar determinada, observa que Stalin tenía serios motivos para temer su asesinato por parte del círculo de Tuchacevsky258. Si todo hubiese sido una puesta en escena realizada con la directa supervisión o consenso del mismo Führer259, éste quizás se habría vanagloriado de ello, en un momento en el que era reciente el recuerdo de los prime-ros éxitos arrolladores de la Wehrmacht.

Habiendo ya tenido lugar el "proceso" y ejecución, al plantearse la pregunta clave «¿hubo realmente una conspiración militar?», Trotsky da una respuesta que da qué pensar: «Todo depende de lo que se entienda por conspiración. Cualquier motivo de descontento y todo contacto entre los descontentos, toda crítica y toda reflexión sobre qué hacer, sobre cómo enfrentarse a la desgraciada política del gobierno, todo ello es desde el punto de vista de Stalin una conspiración. Y en un régimen totalitario toda oposición es indudablemente la semilla de una conspiración»; en este caso una «semilla» era la aspiración de los generales de proteger al ejército de las «intrigas desmoralizantes de la GPU». ¿Es la refutación de la tesis de la conspiración o su reconocimiento, expresado en un «lenguaje esópico» impuesto por las circunstancias? El historiador ruso fervientemente trotskista que ya hemos mencionado (Rogowin) llama la atención sobre esta ambigua declaración, y acaba retomando la tesis de la «conspiración antiestalinista» de Tuchacevsky, colocándola en un contexto político "bolchevique" más que burgués260. En conclusión; quedan dudas, aunque parece difícil explicar todo lo acontecido a través del habitual deus ex machina: un dictador sediento de poder y de sangre, deseoso de rodearse de marionetas listas para la obediencia ciega e incondicional. Aún mayor es la fragilidad de esta explicación por cuanto que en 1932 Stalin no había tenido dificulta-des a la hora de acudir, junto con Molotov, a las clases del director de la Academia militar, Boris M. Shaposhnikov; y de estas clases, impartidas por un estratega de gran prestigio pero que no era miembro del partido comunista, Stalin parece haber sacado un gran provecho261. Por otro lado, «el arte militar fue uno de los pocos campos políticamente importantes en el que Stalin favoreció la originalidad y la innovación», por lo que «el cuerpo de oficiales» pudo dar muestra de notable «independencia espiritual»262. Quienes ocuparon el puesto de Tuchacevsky y sus colaboradores fueron generales que, lejos de ser ejecutores pasivos de órdenes, expresaban con franqueza sus opiniones y argumentaban con independencia de criterio263, sin dudar a la hora de contradecir al líder supremo, quien por otro lado animaba y ocasionalmente premiaba tal actitud (supra, P. 53).

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(248) Mayer 2000), p. 621, que remite a su vez a Thomas C. Fiddick.

(249) Chlevnjuk 1998), p. 61.

(250) Deutscher 1969), p. 694.

(251) Ibid, p. 531.

(252) Dimitrov 2002), p. 59.

(253) Trotsky 1988), pp. 913 y 916-28 = Trotsky, 1968, pp. 192 y 195-205).

(254) Wolkogonow 1989), p. 415.

(255) En Nolte 1987), pp. 306-7.

(256) Conquest 2000), p. 322.

(257) Churchill 1963), p. 321.

(258) Hitler 1989), p. 447 conversación del 21 de julio de 1942).

(259) Conquest 2000), p. 321.

(260) Rogowin 1998), pp. 520 y 531-44.

(261) Schneider 1994), pp. 248 y 232.

(262) Deutscher 1969), pp. 694-5

(263) Roberts 2006), p. 16.


CREACIÓN HEROICA